¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú
Comedia. Bélico
Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, ... [+]
11 de agosto de 2011
11 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya genio es Stanley Kubrick, de esos capaz de emocionarte con un simple plano, de esos que recuerdas cada diálogo de sus películas porque te resultan interesantes, ese tipo de directores merecen la pena verlos, puedes empezar viendo esta cinta. Y es curioso, uno ve películas de Kubrick y en ningún momento se puede imaginar que pueda hacer una cosa tan alocada como esta, pero lo hace; y lo hace con la misma maestría que sus demas films. Unas interpretaciones geniales, que hacen que el largometraje, parezca muy creíble, y eso que no debe resultar creíble; de los actores destaco a Peter Sellers, fabuloso en todas las ocasiones que aparece. Y un guión delirante pero muy original, te ríes, te entretienes, y al mismo tiempo te hiela la sangre el ver a esos altos cargos discutiendo sobre bombas nucleares y tomándoselo a veces a broma. Una fotografía muy buena, unos planos hechos con mucha inteligencia, como suele ser habitual en el director de la cinta. Muy recomendable.
14 de abril de 2012
14 de abril de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre la genialidad (y obsesiones) de Kubrick se sabe ya mucho. Así que no exagero si lo tildo como un extremo y perfeccionista director.
Legendario es su quehacer dentro de la industria y más aún sus roces con gente como Jack Nicholson y Kirk Douglas forman parte de muchas leyendas del medio.
Ahora, lo que no puede negarse es que este exéntrico director era un genio. Su lista de películas (corta si la comparamos con otros) destila originalidad y atrevimiento.
Teléfono rojo es prueba de ello. Kubrick juega con un humor negro y directo, narrando una historia que pasa del drama absoluto a la sonrisa cínica.
Sigo en spoiler.
Legendario es su quehacer dentro de la industria y más aún sus roces con gente como Jack Nicholson y Kirk Douglas forman parte de muchas leyendas del medio.
Ahora, lo que no puede negarse es que este exéntrico director era un genio. Su lista de películas (corta si la comparamos con otros) destila originalidad y atrevimiento.
Teléfono rojo es prueba de ello. Kubrick juega con un humor negro y directo, narrando una historia que pasa del drama absoluto a la sonrisa cínica.
Sigo en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En medio de una posible guerra nuclear (con la guerra fría tomando forma), se nos plantea el porqué llegamos a ese punto, que estamos buscando y más aún si valdrá la pena seguir por ese camino.
El final me parece uno de los mejores de la historia del cine. El mensaje es simple, no sé trata de ser el rey del mundo, basta con ser el amo y señor de los escombros que dejen las batallas estúpidas para que el ego de más de uno tomo el control.
Eso somos, una serie de individuos que tienen el síndrome del "yo".
Enorme cinta
9.5
El final me parece uno de los mejores de la historia del cine. El mensaje es simple, no sé trata de ser el rey del mundo, basta con ser el amo y señor de los escombros que dejen las batallas estúpidas para que el ego de más de uno tomo el control.
Eso somos, una serie de individuos que tienen el síndrome del "yo".
Enorme cinta
9.5
8 de junio de 2012
8 de junio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta manera comenzaba una conversación telefónica entre el presidente de los Estados Unidos y el líder de la Unión Soviética allá por los años sesenta. Obviamente el diálogo no sucedió de esta manera y probablemente nunca ocurriera, pero así nos lo mostró Stanley Kubrick en 1964 con ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, una dosis de genialidad cinematográfica impregnada de un humor rápido y sarcástico que no deja a nadie indiferente.
Considerada película de culto de obligada referencia, nos teletransporta al escenario central de la Guerra Fría y sitúa de lleno en el juego de poder entre los dos titanes que en su momento se disputaban la hegemonía mundial; Estados Unidos y la Unión soviética, firmes representantes de valores totalmente opuestos. Capitalismo y comunismo, dos bloques enfrentados donde la armonía era algo difícil de alcanzar. Actualmente y después de los análisis historiográficos y las estadísticas económicas que nos han ofrecido los análisis recientes, poca gente cree que hubo realmente un peligro de guerra nuclear debido a las características propias que atravesaba cada país, pero lo cierto es que en su momento, la sensación de peligro inminente era muy real; el pánico era innegable y aunque hoy estas teorías catastrofistas han perdido fuerza, Kubrick nos muestra que la situación llegó a ser tan extrema que resultó disparatada. ¿Que hubo mucha gente paranoica? Sí. Probablemente no tanto como el general Ripper con sus fluidos vitales, pero la hubo. Como para gustos los colores, al igual que férreos defensores de esta obra maestra - entre los que me incluyo - también hay tenaces detractores. Posiblemente el motivo de esto sea la cultura general sobre el conflicto del propio espectador previo al visionado. Lo cierto es que la película está cargada de notas de humor y puntualizaciones que hacen necesarios ciertos conocimientos sobre el tema y que en caso de no poseerlos, estos chistes, al no ser comprendidos, pueden desbordar del surrealismo (si ya lo acaricia de por sí).
Uno de los legados que nos dejó la Guerra Fría fue un arsenal de cultura cinematográfica. Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (o si prefieres su inverosímil traducción al español ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú) es uno de esos ejemplos.
Considerada película de culto de obligada referencia, nos teletransporta al escenario central de la Guerra Fría y sitúa de lleno en el juego de poder entre los dos titanes que en su momento se disputaban la hegemonía mundial; Estados Unidos y la Unión soviética, firmes representantes de valores totalmente opuestos. Capitalismo y comunismo, dos bloques enfrentados donde la armonía era algo difícil de alcanzar. Actualmente y después de los análisis historiográficos y las estadísticas económicas que nos han ofrecido los análisis recientes, poca gente cree que hubo realmente un peligro de guerra nuclear debido a las características propias que atravesaba cada país, pero lo cierto es que en su momento, la sensación de peligro inminente era muy real; el pánico era innegable y aunque hoy estas teorías catastrofistas han perdido fuerza, Kubrick nos muestra que la situación llegó a ser tan extrema que resultó disparatada. ¿Que hubo mucha gente paranoica? Sí. Probablemente no tanto como el general Ripper con sus fluidos vitales, pero la hubo. Como para gustos los colores, al igual que férreos defensores de esta obra maestra - entre los que me incluyo - también hay tenaces detractores. Posiblemente el motivo de esto sea la cultura general sobre el conflicto del propio espectador previo al visionado. Lo cierto es que la película está cargada de notas de humor y puntualizaciones que hacen necesarios ciertos conocimientos sobre el tema y que en caso de no poseerlos, estos chistes, al no ser comprendidos, pueden desbordar del surrealismo (si ya lo acaricia de por sí).
Uno de los legados que nos dejó la Guerra Fría fue un arsenal de cultura cinematográfica. Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (o si prefieres su inverosímil traducción al español ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú) es uno de esos ejemplos.
19 de julio de 2012
19 de julio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reflejo del riesgo que supone el empleo de armas nucleares en forma de sátira, donde son protagonistas las potencias mundiales implicadas en la famosa guerra fría, entre soviéticos y americanos.
Deja en evidencia lo fina que fue en su época la línea de relaciones internacionales existentes entre las dos grandes potencias mundiales, que por aquel entonces competían por la conquista de la luna.
La trama navega entre la seriedad y pinceladas de humor ácido y sarcástico, lanzando un mensaje claro del peligro que supone para la humanidad el empleo armamento nuclear.
Mención especial merece la caracterización por parte de Peter Sellers al interpretar tres personajes distintos y por supuesto la mano de su director, Stanley Kubrick, maestro de imágenes que calan hondo, tratando temas de repercusión social y política.
Llega a parodiar al tradicional héroe que lo da todo por su país, incluida la propia vida en un acto de patriotismo demencial. Plasma de esa forma el absurdo de las guerras y como todo esta en manos de unos gobernantes, que no velan por el bienestar de sus naciones. La decisión de un individuo, puede conducir al infierno de las masas, así que en caso de emergencia, solo queda coger el teléfono rojo y decir:
¿Está el enemigo? dígale que se ponga, tenemos un follón con la guerra.
Deja en evidencia lo fina que fue en su época la línea de relaciones internacionales existentes entre las dos grandes potencias mundiales, que por aquel entonces competían por la conquista de la luna.
La trama navega entre la seriedad y pinceladas de humor ácido y sarcástico, lanzando un mensaje claro del peligro que supone para la humanidad el empleo armamento nuclear.
Mención especial merece la caracterización por parte de Peter Sellers al interpretar tres personajes distintos y por supuesto la mano de su director, Stanley Kubrick, maestro de imágenes que calan hondo, tratando temas de repercusión social y política.
Llega a parodiar al tradicional héroe que lo da todo por su país, incluida la propia vida en un acto de patriotismo demencial. Plasma de esa forma el absurdo de las guerras y como todo esta en manos de unos gobernantes, que no velan por el bienestar de sus naciones. La decisión de un individuo, puede conducir al infierno de las masas, así que en caso de emergencia, solo queda coger el teléfono rojo y decir:
¿Está el enemigo? dígale que se ponga, tenemos un follón con la guerra.
18 de noviembre de 2012
18 de noviembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del genio creador de “2001: Una Odisea del espacio” o “La naranja mecánica”, Stanley Kubrick, aterriza en nuestras mentes con una sátira bélica sobre uno de los temas de mayor importancia histórica: La guerra fría.
Kubrick decide embarcarse en una proeza casi suicida: elige tratar con humor negro un tema en boga por los años en que fue estrenado el film, 1964. La guerra fría, comenzó al final de la segunda guerra mundial en 1945, y finalizó en 1999 con la disolución de la Unión Soviética. Por ello el argumento seguía causando paranoia en la sociedad y sentimientos encontrados frente a la gran amenaza de bomba que existía por aquella época entre el bloque capitalista y el comunista.
Sin embargo Kubrick va más allá de la historia, y decide cambiarla (idea que luego homenajeará Tarantino en su película “Bastardos sin Gloria”, 2009). “El director durante varios años se documentó a fondo sobre la estrategia nuclear y concluyó que nadie tenía idea de nada y que la situación era bastante absurda” explica Paul Ducan en su libro dedicado a Kubrick, por lo que el director llegó a la conclusión de que el tema estaba más cerca de la comedia que del drama.
La cinta está basada en el libro “Alerta roja” de Peter George, pero sólo en las premisas, ya que Kubrick lo desvirtúa a una tragicomedia.
La historia comienza con un desequilibrado general norteamericano que, sin consultar a sus superiores, decide dar la orden de lanzar misiles de guerra a las aeronaves B-52 que sobrevolaban la ex Unión Soviética. Esto desencadena una posible guerra atómica, ya que el país comunista tenía escondida una bomba nuclear que se activaba automáticamente con la ofensiva enemiga. De esta forma la bomba hace que el presidente de los EEUU y el resto de los principales jefes militares, busquen la forma de preservar la nación de la represalia soviética. Un ex nazi, el Doctor Strangelove, propone una idea que nos dejará sin aliento a la mitad del film: la población deberá esconderse durante 100 años en minas subterráneas, para garantizar su futura reproducción biológica. Así, el científico sugiere una proporción de 10 mujeres para cada hombre. Y es aquí donde la película toma un giro perversamente sorpresivo, ya que el director comienza a presentar alusiones sexuales y exhibir sutilmente símbolos fálicos.
Esta relación sexo-guerra, es explorada minuciosamente y termina, con el alcance del clímax y unas secuencias únicas al compás de la alegre “We´ll meet again”, canción que se hizo famosa durante la segunda guerra mundial.
De esta forma se entiende mejor el título original “Dr Strangelove or: How I learned to stop Worryng and love the bomb”, que a América Latina llegó no tan tergiversada como “Doctor Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba”, haciendo referencia a toda la carga sexual del film y a al personaje que lo propone. Pero en España, como ya ha pasado otras veces, se tradujo inadecuadamente a “¿Teléfono Rojo? Volamos a Moscú”, sin dejar lugar al juego de palabras y lo desfachatado del título original.
Con la brillante actuación de Peter Sellers ya conocido por películas cómicas como: “La fiesta inolvidable” (1968), varias pelis de la saga “La pantera rosa”, “Murder by death” (1975), “El quinteto de la muerte” (1955); y otra que despierta más la pulsión imaginativa que la risa: “Lolita” (del mismo Stanley). Sellers se desenvuelve en tres papeles distintos: el nervioso Capitán Lionel Mandrake, el rígido presidente Merkin Muffley, y el extravagante Dr. Insolíto (o Strangelove en su versión original y más coherente).
Otros actores que resaltan son Sterling Hayden (el desquiciado, obsesivo, general anticomunista Jack Ripper) y George Scott (otro general que con su rostro aporta su toque de insinuación y gracia).
Kubrick decide embarcarse en una proeza casi suicida: elige tratar con humor negro un tema en boga por los años en que fue estrenado el film, 1964. La guerra fría, comenzó al final de la segunda guerra mundial en 1945, y finalizó en 1999 con la disolución de la Unión Soviética. Por ello el argumento seguía causando paranoia en la sociedad y sentimientos encontrados frente a la gran amenaza de bomba que existía por aquella época entre el bloque capitalista y el comunista.
Sin embargo Kubrick va más allá de la historia, y decide cambiarla (idea que luego homenajeará Tarantino en su película “Bastardos sin Gloria”, 2009). “El director durante varios años se documentó a fondo sobre la estrategia nuclear y concluyó que nadie tenía idea de nada y que la situación era bastante absurda” explica Paul Ducan en su libro dedicado a Kubrick, por lo que el director llegó a la conclusión de que el tema estaba más cerca de la comedia que del drama.
La cinta está basada en el libro “Alerta roja” de Peter George, pero sólo en las premisas, ya que Kubrick lo desvirtúa a una tragicomedia.
La historia comienza con un desequilibrado general norteamericano que, sin consultar a sus superiores, decide dar la orden de lanzar misiles de guerra a las aeronaves B-52 que sobrevolaban la ex Unión Soviética. Esto desencadena una posible guerra atómica, ya que el país comunista tenía escondida una bomba nuclear que se activaba automáticamente con la ofensiva enemiga. De esta forma la bomba hace que el presidente de los EEUU y el resto de los principales jefes militares, busquen la forma de preservar la nación de la represalia soviética. Un ex nazi, el Doctor Strangelove, propone una idea que nos dejará sin aliento a la mitad del film: la población deberá esconderse durante 100 años en minas subterráneas, para garantizar su futura reproducción biológica. Así, el científico sugiere una proporción de 10 mujeres para cada hombre. Y es aquí donde la película toma un giro perversamente sorpresivo, ya que el director comienza a presentar alusiones sexuales y exhibir sutilmente símbolos fálicos.
Esta relación sexo-guerra, es explorada minuciosamente y termina, con el alcance del clímax y unas secuencias únicas al compás de la alegre “We´ll meet again”, canción que se hizo famosa durante la segunda guerra mundial.
De esta forma se entiende mejor el título original “Dr Strangelove or: How I learned to stop Worryng and love the bomb”, que a América Latina llegó no tan tergiversada como “Doctor Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba”, haciendo referencia a toda la carga sexual del film y a al personaje que lo propone. Pero en España, como ya ha pasado otras veces, se tradujo inadecuadamente a “¿Teléfono Rojo? Volamos a Moscú”, sin dejar lugar al juego de palabras y lo desfachatado del título original.
Con la brillante actuación de Peter Sellers ya conocido por películas cómicas como: “La fiesta inolvidable” (1968), varias pelis de la saga “La pantera rosa”, “Murder by death” (1975), “El quinteto de la muerte” (1955); y otra que despierta más la pulsión imaginativa que la risa: “Lolita” (del mismo Stanley). Sellers se desenvuelve en tres papeles distintos: el nervioso Capitán Lionel Mandrake, el rígido presidente Merkin Muffley, y el extravagante Dr. Insolíto (o Strangelove en su versión original y más coherente).
Otros actores que resaltan son Sterling Hayden (el desquiciado, obsesivo, general anticomunista Jack Ripper) y George Scott (otro general que con su rostro aporta su toque de insinuación y gracia).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todos ellos y Kubrick hacen de este film un banquete a la vista por la excelentes tomas acromáticas, y el uso preciso de las luces en cada fotograma, las cuales el director exigió que sean de fuente natural en la mayoría de los escenarios, incluso en la sala de guerra. Y también nos ofrece un estallido de humor negro y erótico, que nos dejará analizando perturbadamente el fraccionamiento en la historia de la humanidad, y como el mismo hombre siempre quiso aniquilarlo, consiguiendo terminar inclusive con su propia existencia.
Nadya Palacios
Nadya Palacios
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