Los cuatrocientos golpes
1959 

8.0
33,094
Drama
Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
15 de agosto de 2011
15 de agosto de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprescindible, de esas películas que hay que ver. Detrás de la historia de Antoine Doinel se encuentra un viaje desde la niñez a la madurez y una lucha por la libertad que va más allá de los castigos (en cualquiera de los sentidos) que se encuentran en el camino. Temas como la educación, la familia o el irremisible paso del tiempo también tienen un peso específico.
Y todo se desarrolla con una aparente sencillez, con naturalidad y sin caer en sentimentalismos fáciles y gratuitos, a pesar de que lo que se está jugando en la historia es la vida del protagonista. Una película tan dura como entrañable. Gran banda sonora y papelón de Jean-Pierre Léaud. Truffaut consigue, gracias a su particular visión, que todos nos identifiquemos con Antoine Doinel...
Y todo se desarrolla con una aparente sencillez, con naturalidad y sin caer en sentimentalismos fáciles y gratuitos, a pesar de que lo que se está jugando en la historia es la vida del protagonista. Una película tan dura como entrañable. Gran banda sonora y papelón de Jean-Pierre Léaud. Truffaut consigue, gracias a su particular visión, que todos nos identifiquemos con Antoine Doinel...
10 de noviembre de 2011
10 de noviembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¨Los cuatrocientos golpes¨ es una película que debe verse detenidamente, hay que apreciar los escenarios y tratar de captar los simbolismos en frases, imágenes y diálogos que ahí están para descubrir (como en ¨Ciudadano Kane¨ o ¨Matar un ruiseñor¨), si se ve de prisa esperando una gratificación sensorial rápida seremos quizá decepcionados. Si se le ve por lo menos 2 veces - creo yo- será más evidente el porqué es considerada una gran obra. Aunque también los gustos personales influyen. Nadie puede obligarnos a calificar de gran artista- a Dalí por ejemplo- si su obra no nos agrada por más que lo intentemos.
Antoine Doniel no desea ser un delincuente, obedece a sus padres, es travieso como cualquier otro chaval pero en la escuela su profesor es un personaje frustrado -en la versión que ví traducen el apodo que le dan los chicos como ¨amargado¨- ultra exigente e intolerante. Antoine recibe severos castigos que no hallan un equilibrio en lo que se supondría un hogar o familia que le sirviera de apoyo. Su madre le ve como un estorbo pues ella lleva una doble vida, su padrastro intenta comprenderle pero no le ve como una prioridad. Antoine ni siquiera tiene su propia cama, sólo un saco de dormir. Espera ser guiado por sus padres, ellos no están ahí para hacerlo y creen que por ¨arte de magia¨ el chico será alguien responsable y educado.
Truffaut nos presenta esta historia de una manera que nos hace al final justificar las andanzas de Antoine, si tan sólo le hubieran entendido y ayudado. Podremos ver- en el que fué tal vez el momento de mayor felicidad del film- a Antoine salir de la mano de sus padres de el cine, grandísima sonrisa y bromas de camino a casa en el asiento posterior del vehículo. Tiempo después y con una gran fotografía- enmarcada en las calles de una París un tanto lúgubre- veremos a el mismo Antoine en el asiento posterior de una furgoneta que le lleva a un centro de detención juvenil. A estas alturas el espectador sabe que Antoine podría, después de todo, no ser una blanca paloma. En esos momentos y de una forma magistral, Truffaut nos regresa a la indefensión sentimental: un medio plano con la mirada de Antoine perdida en la oscuridad de esas calles donde soñó ser feliz mientras una lágrima rueda por su rostro y nos permite percibir ya sin ambajes la injusticia a la que a vida le está sometiendo. Aunque Antoine no entiende exactamente lo que sucede, posee una gran fuerza de voluntad y no se rendirá fácilmente, ni siquiera ante su destino.
Definitivamente un film que deberá ser visto por todo aquel que esté interesado en la historia de la cinematografía mundial.
Antoine Doniel no desea ser un delincuente, obedece a sus padres, es travieso como cualquier otro chaval pero en la escuela su profesor es un personaje frustrado -en la versión que ví traducen el apodo que le dan los chicos como ¨amargado¨- ultra exigente e intolerante. Antoine recibe severos castigos que no hallan un equilibrio en lo que se supondría un hogar o familia que le sirviera de apoyo. Su madre le ve como un estorbo pues ella lleva una doble vida, su padrastro intenta comprenderle pero no le ve como una prioridad. Antoine ni siquiera tiene su propia cama, sólo un saco de dormir. Espera ser guiado por sus padres, ellos no están ahí para hacerlo y creen que por ¨arte de magia¨ el chico será alguien responsable y educado.
Truffaut nos presenta esta historia de una manera que nos hace al final justificar las andanzas de Antoine, si tan sólo le hubieran entendido y ayudado. Podremos ver- en el que fué tal vez el momento de mayor felicidad del film- a Antoine salir de la mano de sus padres de el cine, grandísima sonrisa y bromas de camino a casa en el asiento posterior del vehículo. Tiempo después y con una gran fotografía- enmarcada en las calles de una París un tanto lúgubre- veremos a el mismo Antoine en el asiento posterior de una furgoneta que le lleva a un centro de detención juvenil. A estas alturas el espectador sabe que Antoine podría, después de todo, no ser una blanca paloma. En esos momentos y de una forma magistral, Truffaut nos regresa a la indefensión sentimental: un medio plano con la mirada de Antoine perdida en la oscuridad de esas calles donde soñó ser feliz mientras una lágrima rueda por su rostro y nos permite percibir ya sin ambajes la injusticia a la que a vida le está sometiendo. Aunque Antoine no entiende exactamente lo que sucede, posee una gran fuerza de voluntad y no se rendirá fácilmente, ni siquiera ante su destino.
Definitivamente un film que deberá ser visto por todo aquel que esté interesado en la historia de la cinematografía mundial.
7 de marzo de 2012
7 de marzo de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos con la prímera película de François Truffaut. Uno de los precursores de la nueva ola de cine francés o Nouvelle Vague. A finales de los 50, un grupo de críticos de la revista "Cahiers du Cinéma" dejan a un lado la maquina de escribir para coger la cámara y ponerse a rodar, uno de ellos es Truffaut. "Los 400 golpes" supuso un antes y un después en el cine francés y europeo, había nacido otra forma de hacer cine, rompiendo con los estándares de la época. Se trata de un cine social, atrevido y con total libertad para el autor que no tenía ningún tipo de restricción por parte de las productoras. Tras ver "Al final de la escapada" la otra gran obra de la nouvelle vague dirigida por Jean-Luc Godard, no hay color. Me quedo con Truffaut sin ninguna duda.
Dejando un poco de lado el contexto de la película, metamos el bisturí en la historia que nos cuenta "Los 400 golpes". La historia se sitúa en parís donde un chico de familia pobre callejea, roba y las lía pardas en el colegio, afectado por el ambiente familiar que tiene en casa, donde su madre no le hace ni caso podría decirse que ni le quiere y un padre sin carácter se mantiene impasible ante la decadente marcha de su hijo. Este pobre chaval ante el panorama que tiene lo que más quiere es liberarse de todo, trabajar, vivir a su bola y su gran sueño, llegar a ver el mar algún día.
La historia suena a cualquier película del neorrealismo italiano de los 40 pero es que estos dos movimientos tienen mucho en común. Decir que la historia está basada en la vida del propio Truffaut, se trata casi de una autobiografía. El actor que encarna al joven protagonista de la película, "Jean Pierre-Léaud", realiza un papelón con sus 14 añitos dejando boquiabiertos a todo el jurado de Cannes. Que decir queda que la película arrasó ese año en la mayoría de grandes festivales. Si todo esto no os convence para verla, deciros que la banda sonora es tremenda y combinada con las imágenes redondean un dramón de primera clase.
Dejando un poco de lado el contexto de la película, metamos el bisturí en la historia que nos cuenta "Los 400 golpes". La historia se sitúa en parís donde un chico de familia pobre callejea, roba y las lía pardas en el colegio, afectado por el ambiente familiar que tiene en casa, donde su madre no le hace ni caso podría decirse que ni le quiere y un padre sin carácter se mantiene impasible ante la decadente marcha de su hijo. Este pobre chaval ante el panorama que tiene lo que más quiere es liberarse de todo, trabajar, vivir a su bola y su gran sueño, llegar a ver el mar algún día.
La historia suena a cualquier película del neorrealismo italiano de los 40 pero es que estos dos movimientos tienen mucho en común. Decir que la historia está basada en la vida del propio Truffaut, se trata casi de una autobiografía. El actor que encarna al joven protagonista de la película, "Jean Pierre-Léaud", realiza un papelón con sus 14 añitos dejando boquiabiertos a todo el jurado de Cannes. Que decir queda que la película arrasó ese año en la mayoría de grandes festivales. Si todo esto no os convence para verla, deciros que la banda sonora es tremenda y combinada con las imágenes redondean un dramón de primera clase.
26 de marzo de 2012
26 de marzo de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Truffaut dedicó esta película a André Bazin por darle su propia oportunidad en Cahiers de Cinéma. Al igual que Doinel, Truffaut también se llevo lo suyo, y parece ser que quiso hacerse su propio homenaje retratando las peripecias de Doinel con cierto carácter autobiográfico, dotando a la obra de un aura de soledad y desamparo en la historia de un niño que busca su identidad y que se revela contra lo establecido, independientemente de que sea justo o no. Hay que reconocer que Doinel es un poco tarambanas, pero poco más de lo que cualquier niño normal ha sido en su infancia. A esto tenemos que sumar el desarraigo que padece el propio Doinel y que el provoca con sus calaveradas.
Exponente de la Nouvelle Vague, Los cuatrocientos golpes aportan más que el nacimiento de un nuevo movimiento; es más bien el nacimiento de una de las sagas más lúcidas y magistrales del cine, que continuará en la obra de Truffaut de la mano de Jean-Pierre Léaud.
Truffaut antepone el cine de autor al cine de qualite o cine comercial de los años 60. Gracias Truffaut por tener una vida tan calamitosa; quien sabe si de no haber sido así hubiésemos tenido Nouvelle Vague. De lo que si estoy seguro es que la serie de Antoine Doinel no hubiese visto la luz, y esto si que habría sido algo catastrófico.
Exponente de la Nouvelle Vague, Los cuatrocientos golpes aportan más que el nacimiento de un nuevo movimiento; es más bien el nacimiento de una de las sagas más lúcidas y magistrales del cine, que continuará en la obra de Truffaut de la mano de Jean-Pierre Léaud.
Truffaut antepone el cine de autor al cine de qualite o cine comercial de los años 60. Gracias Truffaut por tener una vida tan calamitosa; quien sabe si de no haber sido así hubiésemos tenido Nouvelle Vague. De lo que si estoy seguro es que la serie de Antoine Doinel no hubiese visto la luz, y esto si que habría sido algo catastrófico.
8 de septiembre de 2012
8 de septiembre de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer largometraje de François Truffaut sigue las andanzas de un estudiante en el París de los años cincuenta. Frente a una familia desestructurada compuesta por una madre distante (Claire Maurier) y un padrastro negligente (Albert Rémy), el joven Antoine Doinel reacciona haciendo campana mientras trata de evadirse de su realidad cometiendo pequeños robos. Los cuatrocientos golpes supone la primera aparición en pantalla de Jean-Pierre Léaud encarnando a Antoine Doinel, un actor-personaje al que el director seguirá la pista a lo largo de toda su vida. Tras aparecer en El amor a los veinte años, Besos robados y Domicilio conyugal, Antoine terminará por convertirse en un alter ego del propio Truffaut, ejemplificando a la perfección el carácter autobiográfico de muchas de sus películas como material hecho a la medida de su creador, es decir, un cine de autor en el sentido más carnal de la expresión.
No cabe duda de que la película de Truffaut es contestataria en su retrato de una sociedad represora -padres, profesores, jueces- para la que la libertad y las inquietudes del niño no cuentan. Así, Los cuatrocientos golpes hacen referencia no solamente a las correrías de su protagonista (la expresión francesa podría traducirse al castellano como hacer las mil y unas) sino también a esos otros que el niño recibirá a lo largo de una vida plagada de sinsabores en la que ni siquiera la juventud es terreno sagrado. Esa huida sin rumbo fijo que Truffaut escenifica en el último y maravilloso plano secuencia al que acompaña la música de Jean Constantin, el protagonista corriendo hasta alcanzar la playa para devolver una mirada inquisitiva al espectador, no deja lugar a dudas: Los cuatrocientos golpes es una de las más descorazonadoras metáforas sobre el fin de la infancia y la pérdida de la inocencia.
No cabe duda de que la película de Truffaut es contestataria en su retrato de una sociedad represora -padres, profesores, jueces- para la que la libertad y las inquietudes del niño no cuentan. Así, Los cuatrocientos golpes hacen referencia no solamente a las correrías de su protagonista (la expresión francesa podría traducirse al castellano como hacer las mil y unas) sino también a esos otros que el niño recibirá a lo largo de una vida plagada de sinsabores en la que ni siquiera la juventud es terreno sagrado. Esa huida sin rumbo fijo que Truffaut escenifica en el último y maravilloso plano secuencia al que acompaña la música de Jean Constantin, el protagonista corriendo hasta alcanzar la playa para devolver una mirada inquisitiva al espectador, no deja lugar a dudas: Los cuatrocientos golpes es una de las más descorazonadoras metáforas sobre el fin de la infancia y la pérdida de la inocencia.
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