Alcarràs
6.7
14,828
14 de septiembre de 2022
14 de septiembre de 2022
10 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cualquier película de esta directora encuentras los mismos ingredientes:
-Catalanismo ( siempre te cuela la cancioncita y los cabezudos )
-Ruralidad y naturaleza
-Intento de trascender emocionalmente
A veces consigue hacer un buen caldo y a veces pues da el cringe.
Yo soy catalán y ni siquiera así entiendo el afán de esta mujer, que 1- obviamente vivió en el campo con sus abuelos pudientes, 2- es de la secta política de catalanes indepes. 3- Hace películas en plena naturaleza pues su creencia es que rodar en urbano da cáncer.
Así esta película sin ser gran cosa ( mi padre rueda mejores escenas con su movil )
pues bueno, es digerible aunque a duras penas.
Aún así le meten la película en los Oscars y nos quedamos todos tan anchos. JAJAJA
-Catalanismo ( siempre te cuela la cancioncita y los cabezudos )
-Ruralidad y naturaleza
-Intento de trascender emocionalmente
A veces consigue hacer un buen caldo y a veces pues da el cringe.
Yo soy catalán y ni siquiera así entiendo el afán de esta mujer, que 1- obviamente vivió en el campo con sus abuelos pudientes, 2- es de la secta política de catalanes indepes. 3- Hace películas en plena naturaleza pues su creencia es que rodar en urbano da cáncer.
Así esta película sin ser gran cosa ( mi padre rueda mejores escenas con su movil )
pues bueno, es digerible aunque a duras penas.
Aún así le meten la película en los Oscars y nos quedamos todos tan anchos. JAJAJA
13 de mayo de 2022
13 de mayo de 2022
7 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carla Simón tenía el listón muy alto después de su excelente ópera prima “Verano 1993” (que debió ganar el Goya a mejor película) y tras el interesante cortometraje “Correspondencias” ha dado un paso más grande con su segundo largometraje que ha coescrito y dirigido. Durante generaciones, la familia Solé, cultiva una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña a pocos km. de Lleida. Pero este verano, después de ochenta años cultivando la misma tierra, será su última cosecha porque la familia Piñol instalará placas solares en las tierras.
El cine de la directora catalana no es tanto sobre una trama convencional que evoluciona sino de reflejar y saber captar con sutileza una realidad compleja desde una mirada observacional. En este sentido, creo que se parece un poco al estilo del director Sean Baker aunque él tiene un componente social más visible. En este caso tengo que agradecerle que dé visibilidad a una zona interior de la provincia de Lérida que conozco alrededor que bien podría ser la de cualquier otra agrícola de España o de otros países que cultivan la tierra. Tengo que apuntar que aparte de en localizaciones de la comarca del Segrià también se ha rodado en la próxima localidad aragonesa de Fraga.
Esta coproducción española e italiana es un sobresaliente drama rural que tiene como referente el film “El árbol de los zuecos” de Ermanno Olmi (1978) y posee cierto aire bucólico de la naturaleza. Me parece increíble cómo la directora, con la ayuda entre otros de la realista y luminosa fotografía a cargo de Daniela Cajías (“Las niñas”) ha mostrado las relaciones entre los miembros de una familia con actores no profesionales que tienen apellidos diferentes hablando en acento leridano en un reparto coral en que cada uno de los personajes tiene su importancia, desde los niños, los adolescentes, los padres, los tíos y los abuelos; así como el trabajo en los campos agrícolas en riesgo de desapacer, con un apunte de crítica social a las condiciones precarias de sus trabajadores que no resulta sostenible y sólo beneficia a las grandes empresas. Además, el largometraje no sobreexplica lo que sucede, requiere la atención del espectador y apunta aspectos como el eco que reverbera de la guerra civil y una época pasada en que la palabra de un hombre estaba por encima de cualquier papel sobre la adquisición de unas tierras. En general el conjunto es muy orgánico, el montaje fluido y no pesan las dos horas de metraje.
El film se alzó por sorpresa con el Oso de oro a mejor película en la pasada Berlinale, se presentó fuera de concurso en el festival de Málaga e inauguró el certamen D’A de cine de autor de Barcelona. “Alcarràs” es desde ya uno de los mejores títulos del cine catalán y español de este año y merece ser reconocido en la próxima temporada de premios. De momento, me alegro de que la cinta haya logrado el segundo puesto en la taquilla y gracias a su repercusión se haya proyectado en salas de pueblos pequeños de Lérida que estuvieron cerradas.
Valoración: 9
Lo mejor: cómo logra reflejar la realidad de una familia y del campo.
Lo peor: reducir la película sólo por su componente localista.
https://josh-cine.blogspot.com/
El cine de la directora catalana no es tanto sobre una trama convencional que evoluciona sino de reflejar y saber captar con sutileza una realidad compleja desde una mirada observacional. En este sentido, creo que se parece un poco al estilo del director Sean Baker aunque él tiene un componente social más visible. En este caso tengo que agradecerle que dé visibilidad a una zona interior de la provincia de Lérida que conozco alrededor que bien podría ser la de cualquier otra agrícola de España o de otros países que cultivan la tierra. Tengo que apuntar que aparte de en localizaciones de la comarca del Segrià también se ha rodado en la próxima localidad aragonesa de Fraga.
Esta coproducción española e italiana es un sobresaliente drama rural que tiene como referente el film “El árbol de los zuecos” de Ermanno Olmi (1978) y posee cierto aire bucólico de la naturaleza. Me parece increíble cómo la directora, con la ayuda entre otros de la realista y luminosa fotografía a cargo de Daniela Cajías (“Las niñas”) ha mostrado las relaciones entre los miembros de una familia con actores no profesionales que tienen apellidos diferentes hablando en acento leridano en un reparto coral en que cada uno de los personajes tiene su importancia, desde los niños, los adolescentes, los padres, los tíos y los abuelos; así como el trabajo en los campos agrícolas en riesgo de desapacer, con un apunte de crítica social a las condiciones precarias de sus trabajadores que no resulta sostenible y sólo beneficia a las grandes empresas. Además, el largometraje no sobreexplica lo que sucede, requiere la atención del espectador y apunta aspectos como el eco que reverbera de la guerra civil y una época pasada en que la palabra de un hombre estaba por encima de cualquier papel sobre la adquisición de unas tierras. En general el conjunto es muy orgánico, el montaje fluido y no pesan las dos horas de metraje.
El film se alzó por sorpresa con el Oso de oro a mejor película en la pasada Berlinale, se presentó fuera de concurso en el festival de Málaga e inauguró el certamen D’A de cine de autor de Barcelona. “Alcarràs” es desde ya uno de los mejores títulos del cine catalán y español de este año y merece ser reconocido en la próxima temporada de premios. De momento, me alegro de que la cinta haya logrado el segundo puesto en la taquilla y gracias a su repercusión se haya proyectado en salas de pueblos pequeños de Lérida que estuvieron cerradas.
Valoración: 9
Lo mejor: cómo logra reflejar la realidad de una familia y del campo.
Lo peor: reducir la película sólo por su componente localista.
https://josh-cine.blogspot.com/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Podemos observar cómo en la película se cierra un círculo: empieza con la amenaza de la grúa que se lleva el coche antiguo en que juegan los niños y acaba con la grúa que ha arrancado los melocotoneros y ha dejado la casa familiar donde los niños seguirán corriendo y jugando.
4 de mayo de 2022
4 de mayo de 2022
6 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carla Simón estrena en nuestro país con la avanzadilla de su Oso de Oro en Berlín. Este festival ya le otorgó, en su momento, un galardón a la mejor ópera prima, Verano 1993.
Son varias las conexiones entre ese título y Alcarràs. La lógica densa y diáfana de la familia, la búsqueda del naturalismo en intérpretes no profesionales y autóctonos, la capacidad de observación y la localización del encuadre preciso para conectar mirada humana y mirada sobre la geografía son algunos rasgos que traslucen la fuerza autoral de la directora.
Esta cineasta catalana repite con gran parte de su equipo técnico y se lanza a un singular estudio etnográfico, sociológico y humano, intergeneracional y vinculado orgánicamente con el campo.
En su libérrimo estudio (no sometido a corsés), Simón analiza todo tipo de costumbres, tareas, miradas, actitudes y contextos. Desde el abuelo con su código de conducta de antaño, cuando los tratos eran verbales y no había papeles firmados, hasta la mirada más infantil que entona las canciones de los mayores, pasando por el hijo que se esfuerza por estar a la altura y ser reconocido por su padre o la adolescente capaz de captar la interioridad de los demás y, al mismo tiempo, enfadarse con la existencia en medio segundo; todos constituyen una cosecha de personajes reales y de miradas nostálgicas.
Además de algunos pasajes que repiten motivos respecto a su primer largometraje, como la fiesta mayor, las comidas familiares o los juegos infantiles, la cámara de Carla Simón acierta en cada rincón que escoge. Especialmente destacables son las escenas de apertura y cierre, donde la mirada, el fuera de campo y la inclinación del ángulo dicen todo con las imágenes.
A esta belleza cargada de sencillez, se suma una fotografía que adopta con fluidez la luz natural de esta zona del Segrià. Daniela Cajías sabe recoger toda la paleta de colores, plasmados en la tierra, el cielo y también en una multiplicidad de objetos y arquitecturas cotidianas.
Sin ruidos ni dramas tormentosos, el film acerca esa realidad a todo espectador y nos hace conectar con lo que supone de pérdida, melancolía e incluso de tragedia: sin juicios ni estridencias, pero sí con detalles que reclaman un protagonismo perdido al modo de vida del que procedemos.
www.contraste.info
Son varias las conexiones entre ese título y Alcarràs. La lógica densa y diáfana de la familia, la búsqueda del naturalismo en intérpretes no profesionales y autóctonos, la capacidad de observación y la localización del encuadre preciso para conectar mirada humana y mirada sobre la geografía son algunos rasgos que traslucen la fuerza autoral de la directora.
Esta cineasta catalana repite con gran parte de su equipo técnico y se lanza a un singular estudio etnográfico, sociológico y humano, intergeneracional y vinculado orgánicamente con el campo.
En su libérrimo estudio (no sometido a corsés), Simón analiza todo tipo de costumbres, tareas, miradas, actitudes y contextos. Desde el abuelo con su código de conducta de antaño, cuando los tratos eran verbales y no había papeles firmados, hasta la mirada más infantil que entona las canciones de los mayores, pasando por el hijo que se esfuerza por estar a la altura y ser reconocido por su padre o la adolescente capaz de captar la interioridad de los demás y, al mismo tiempo, enfadarse con la existencia en medio segundo; todos constituyen una cosecha de personajes reales y de miradas nostálgicas.
Además de algunos pasajes que repiten motivos respecto a su primer largometraje, como la fiesta mayor, las comidas familiares o los juegos infantiles, la cámara de Carla Simón acierta en cada rincón que escoge. Especialmente destacables son las escenas de apertura y cierre, donde la mirada, el fuera de campo y la inclinación del ángulo dicen todo con las imágenes.
A esta belleza cargada de sencillez, se suma una fotografía que adopta con fluidez la luz natural de esta zona del Segrià. Daniela Cajías sabe recoger toda la paleta de colores, plasmados en la tierra, el cielo y también en una multiplicidad de objetos y arquitecturas cotidianas.
Sin ruidos ni dramas tormentosos, el film acerca esa realidad a todo espectador y nos hace conectar con lo que supone de pérdida, melancolía e incluso de tragedia: sin juicios ni estridencias, pero sí con detalles que reclaman un protagonismo perdido al modo de vida del que procedemos.
www.contraste.info
7 de mayo de 2022
7 de mayo de 2022
6 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por un problema legal, una familia de cultivadores de melocotón ha de abandonar sus tierras. En Alcarrás Carla Simón capta entre la cotidianidad de los protagonistas el efecto pernicioso del cese de su actividad. Relato de crisis y pérdida pero también de dignidad, Simón acierta al aplicarle a su realista puesta en escena una sutil dramaturgia que realza la belleza y verdad de esta película.
29 de julio de 2022
29 de julio de 2022
6 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcarràs consigue tres cosas muy difíciles:
Consolida la voz autoral de Carla Simón.
Señala el conflicto entre capitalismo salvaje y mundo rural.
Como producto audiovisual desafía el cine mainstream de superhéroes y franquicias como negocio, desde un cine como obra de arte con marca autoral.
Alcarràs es un delicado instrumento fílmico, que va construyendo plano a plano, secuencia a secuencia, un vínculo emocional entre personajes y espectador. Un cine que derrocha realismo, naturalidad, que cuida los detalles, los silencios, las miradas. Carla ha cuidado al máximo el proceso de cásting. Consiguiendo unas "interpretaciones" llenas de realidad, de humanidad.
Alcarràs es coherente con la ópera prima de Carla, Estiu 1993, a nivel de estilo, de temática, de huella autoral. Un cine humilde, sencillo, contemplativo, sensible ubicado en esos veranos de la infancia. El verano com periodo vital dónde todo pasa. Un cine que eleva lo local a universal. Una obra importantísima para el cine catalán/español, para el cine de autor, para el cine.
Potente mensaje bajo apariencia de sencillez. Una maravilla.
Consolida la voz autoral de Carla Simón.
Señala el conflicto entre capitalismo salvaje y mundo rural.
Como producto audiovisual desafía el cine mainstream de superhéroes y franquicias como negocio, desde un cine como obra de arte con marca autoral.
Alcarràs es un delicado instrumento fílmico, que va construyendo plano a plano, secuencia a secuencia, un vínculo emocional entre personajes y espectador. Un cine que derrocha realismo, naturalidad, que cuida los detalles, los silencios, las miradas. Carla ha cuidado al máximo el proceso de cásting. Consiguiendo unas "interpretaciones" llenas de realidad, de humanidad.
Alcarràs es coherente con la ópera prima de Carla, Estiu 1993, a nivel de estilo, de temática, de huella autoral. Un cine humilde, sencillo, contemplativo, sensible ubicado en esos veranos de la infancia. El verano com periodo vital dónde todo pasa. Un cine que eleva lo local a universal. Una obra importantísima para el cine catalán/español, para el cine de autor, para el cine.
Potente mensaje bajo apariencia de sencillez. Una maravilla.
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