La gran belleza
2013 

7.4
38,887
Comedia. Drama
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
19 de marzo de 2024
19 de marzo de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre hay algo en las realizaciones de Sorrentino que me atrapa y me deja medio hipnotizado, como los conejos atontados frente los faros de un coche. A veces es el encuadre, a veces la composición, a veces la profundidad o un uso muy concreto del color. En ocasiones es una mirada. O la atmósfera. O una canción elegida en el momento justo. Hay siempre una combinación de belleza, elegancia y buen gusto que endulzan y ayudan a pasar con más facilidad películas un tanto, digamos, espesas. No digo malas o tostones, pero sí son películas que no son apropiadas para todo el mundo ni para cualquier momento porque proceden de reflexiones de un autor al que hay que reconocer la enorme (y escasa) habilidad para traducir a la pantalla conceptos muy íntimos y que muchos tendríamos problemas para expresar en formatos mucho menos complicados.
Claro, aquí muchos dirán que eso de ‘hablar’ el lenguaje del cine está muy bien, pero que si las reflexiones son un coñazo o están vacías de contenido, pues estamos haciendo un pan con unas tortas. Lo que puedo decir es que, de lo que conozco de la filmografía de Sorrentino, “La gran belleza” es la película en la que ha logrado añadir a sus majestuosas puestas en escena, juntar un mensaje entendible y sólido durante gran parte del metraje. La gran lección que saqué es que lo bueno de hacerse viejo es que no pierdes el tiempo con tonterías, que es algo que más o menos venía intuyendo (yo nací viejo, ya lo he dicho en alguna ocasión). Y sí, a partir de cierta edad, unos antes y otros después, descubrimos que el tiempo avanza más deprisa de lo normal, valoramos cada segundo como si fuese de oro y tratamos de evitar malgastarlo en tonterías. Aquí yo añadiría un matiz: aunque llega en momento que eres consciente de esa realidad, no es hasta mucho más tarde cuando tienes la capacidad de actuar en consecuencia. Por mucho que con cuarenta y largos años tenga identificados (hace tiempo) a mis ladrones de tiempo, no creo que hasta dentro de varios años tenga la posibilidad real de eludir ciertas responsabilidades.
Jep Gambardella, el protagonista de 65 años de la película se dedica a aplicar su máxima en un ambiente de decadencia social en una Roma (supuestamente contemporánea) que recuerda a la Marbella de Jesús Gil y que le lleva a interactuar (o tratar de evitarlo) con toda clase de mediocridades del mundo del arte, la política o la cultura. Los diálogos son vibrantes, la verdad que subyace tras ellos es tan evidente y el marco es hermoso, por lo que la película discurre con un ritmo notablemente alto para lo que suele ser el cine de autor. Muy recomendable. No creo que vaya a haber muchas más ocasiones en las que pueda llegar a decir algo así.
Melancólica, pero abierta a la esperanza. A ratos alocada, pero controlando el caos. Destila tristeza, pero tiene gracia. En uno de sus momentos más afortunados, “La gran belleza” ajusta, indirectamente, cuentas con una de las mayores petardas del mundo del arte contemporáneo, Marina Abramovic (en la película no dicen su nombre, pero es ella), una vendedora de humo que se ha hecho un nombre a base de colocar patochadas en los museos más importantes del mundillo. En España, cómo no, hemos llegado a premiarla con el Princesa de Asturias por hacer collages con cerumen del oído y mierdas simbólicas similares mientras el mítico Franciso Ibáñez falleció sin reconocimientos a nivel nacional (y, visto el palmarés de cada año, casi mejor para él). La película la ridiculiza a ella y su forma de ganarse la vida con una finura exquisita. Un momento icónico que, por sí mismo, haría que cualquier película mereciera la pena. Y “La gran belleza” tiene varios, con eso lo digo todo.
Claro, aquí muchos dirán que eso de ‘hablar’ el lenguaje del cine está muy bien, pero que si las reflexiones son un coñazo o están vacías de contenido, pues estamos haciendo un pan con unas tortas. Lo que puedo decir es que, de lo que conozco de la filmografía de Sorrentino, “La gran belleza” es la película en la que ha logrado añadir a sus majestuosas puestas en escena, juntar un mensaje entendible y sólido durante gran parte del metraje. La gran lección que saqué es que lo bueno de hacerse viejo es que no pierdes el tiempo con tonterías, que es algo que más o menos venía intuyendo (yo nací viejo, ya lo he dicho en alguna ocasión). Y sí, a partir de cierta edad, unos antes y otros después, descubrimos que el tiempo avanza más deprisa de lo normal, valoramos cada segundo como si fuese de oro y tratamos de evitar malgastarlo en tonterías. Aquí yo añadiría un matiz: aunque llega en momento que eres consciente de esa realidad, no es hasta mucho más tarde cuando tienes la capacidad de actuar en consecuencia. Por mucho que con cuarenta y largos años tenga identificados (hace tiempo) a mis ladrones de tiempo, no creo que hasta dentro de varios años tenga la posibilidad real de eludir ciertas responsabilidades.
Jep Gambardella, el protagonista de 65 años de la película se dedica a aplicar su máxima en un ambiente de decadencia social en una Roma (supuestamente contemporánea) que recuerda a la Marbella de Jesús Gil y que le lleva a interactuar (o tratar de evitarlo) con toda clase de mediocridades del mundo del arte, la política o la cultura. Los diálogos son vibrantes, la verdad que subyace tras ellos es tan evidente y el marco es hermoso, por lo que la película discurre con un ritmo notablemente alto para lo que suele ser el cine de autor. Muy recomendable. No creo que vaya a haber muchas más ocasiones en las que pueda llegar a decir algo así.
Melancólica, pero abierta a la esperanza. A ratos alocada, pero controlando el caos. Destila tristeza, pero tiene gracia. En uno de sus momentos más afortunados, “La gran belleza” ajusta, indirectamente, cuentas con una de las mayores petardas del mundo del arte contemporáneo, Marina Abramovic (en la película no dicen su nombre, pero es ella), una vendedora de humo que se ha hecho un nombre a base de colocar patochadas en los museos más importantes del mundillo. En España, cómo no, hemos llegado a premiarla con el Princesa de Asturias por hacer collages con cerumen del oído y mierdas simbólicas similares mientras el mítico Franciso Ibáñez falleció sin reconocimientos a nivel nacional (y, visto el palmarés de cada año, casi mejor para él). La película la ridiculiza a ella y su forma de ganarse la vida con una finura exquisita. Un momento icónico que, por sí mismo, haría que cualquier película mereciera la pena. Y “La gran belleza” tiene varios, con eso lo digo todo.
24 de febrero de 2014
24 de febrero de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorrentino retrata a la alta burguesía italiana, su riqueza, su acceso al arte, sus mujeres, su droga, su contacto con las más altas esferas... Gep está en contacto con todo ello, día tras día, para al final llegar a casa, mirar al techo de su habitación y tener que imaginarse el mar para recordar y llenar el vacío que esa vida le proporciona.
Escribe un libro en su juventud, cuando llega a Roma y se deja asombrar por su espectacular belleza (muy bien retratada en la película) pero con el paso de los años, descubre que esa belleza se convierte en banalidad, mundanalidad, hipocresía y falsedad. En su vejez comienza a sentir que ha tenido una vida carente de sentido, donde nunca ha conseguido hacer algo de provecho (intuyo que su continuo estado de shock al ver a niños y niñas es debido a sus profundas ganas, enterradas, de haber tenido una familia).
Escribe un libro en su juventud, cuando llega a Roma y se deja asombrar por su espectacular belleza (muy bien retratada en la película) pero con el paso de los años, descubre que esa belleza se convierte en banalidad, mundanalidad, hipocresía y falsedad. En su vejez comienza a sentir que ha tenido una vida carente de sentido, donde nunca ha conseguido hacer algo de provecho (intuyo que su continuo estado de shock al ver a niños y niñas es debido a sus profundas ganas, enterradas, de haber tenido una familia).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando conoce a Ramona, se abre un nuevo camino ante él, algo que merece la pena después de todo, al perder-la, vuelve a caer profundamente en su vida de Snob, ve como un gran amigo suyo se va de Roma de nuevo al pueblo y escucha como la monja que regresa de servir al pobre le deja el mensaje de lo importante que es recordar siempre las raíces.
Finalmente se refugia en el recuerdo de su primera novia, de su primera vez para sacar la última gota de jugo a su vida, se sube a un barco y pasa junto al faro que tan buenos recuerdos le traía para acabar sacando esa parte de persona humana, con sentimientos que había enterrado durante toda su larga, banal y vacía vida rodeado de gente como él que se reúne para compadecerse, beber, gastar dinero sin medida y creerse superiores a lo que realmente son.
Finalmente se refugia en el recuerdo de su primera novia, de su primera vez para sacar la última gota de jugo a su vida, se sube a un barco y pasa junto al faro que tan buenos recuerdos le traía para acabar sacando esa parte de persona humana, con sentimientos que había enterrado durante toda su larga, banal y vacía vida rodeado de gente como él que se reúne para compadecerse, beber, gastar dinero sin medida y creerse superiores a lo que realmente son.
16 de mayo de 2014
16 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de un escritor con glorias añejas devenido en periodista (Tony Servillo), Sorrentino mira con sorna a la clase burguesa de la Roma de los tiempos de Berlusconi.
Con una puesta en escena grandilocuente y barroca por igual, todo en La gran belleza explota; la música, los gritos de todos, los colores, las apabullantes imágenes llenas de significado, monjas por doquier, referencias cinematográficas, etc.
Sorrentino apuesta a todo en esta especie de remake actualizada de La Dolce Vita, o quizás secuela un tanto tardía, que mira a Roma con todo su esplendor y belleza y sus excesos casi caricaturescos.
Servillo borda su papel de Jep Gambardella con ciertos trazos que recuerdan indefectiblemente a Mastroianni, en una más de tantas citas, referencias, influencias y/o pretensiones a lo Fellini, aunque también hace un guiño a otros cineastas (Scola, Buñuel, Visconti).
La primera parte, con esa hipnótica secuencia de la gran fiesta en la terraza con un remix de Rafaella Carrá, dance y mariachi, aristócratas bailan con frenesí mientras Jep reflexiona e ironiza de la actualidad de la sociedad y su decadencia, da paso a una parte más intimista donde Jep y su grupo de amigos intercambian sus frustraciones, nostalgias y aparecen personajes y situaciones que modifican la ironía del personaje en cierta tristeza reflexiva.
La gran belleza es un gran espectáculo que difícilmente deja indiferente a nadie.
Con una puesta en escena grandilocuente y barroca por igual, todo en La gran belleza explota; la música, los gritos de todos, los colores, las apabullantes imágenes llenas de significado, monjas por doquier, referencias cinematográficas, etc.
Sorrentino apuesta a todo en esta especie de remake actualizada de La Dolce Vita, o quizás secuela un tanto tardía, que mira a Roma con todo su esplendor y belleza y sus excesos casi caricaturescos.
Servillo borda su papel de Jep Gambardella con ciertos trazos que recuerdan indefectiblemente a Mastroianni, en una más de tantas citas, referencias, influencias y/o pretensiones a lo Fellini, aunque también hace un guiño a otros cineastas (Scola, Buñuel, Visconti).
La primera parte, con esa hipnótica secuencia de la gran fiesta en la terraza con un remix de Rafaella Carrá, dance y mariachi, aristócratas bailan con frenesí mientras Jep reflexiona e ironiza de la actualidad de la sociedad y su decadencia, da paso a una parte más intimista donde Jep y su grupo de amigos intercambian sus frustraciones, nostalgias y aparecen personajes y situaciones que modifican la ironía del personaje en cierta tristeza reflexiva.
La gran belleza es un gran espectáculo que difícilmente deja indiferente a nadie.
7 de septiembre de 2014
7 de septiembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como de costumbre, veo esta película cuando ya se han hecho muchas críticas. Y como de costumbre, veo desde exaltados dieces hasta miserables dos. Porque esta película es una incitación al cultismo, a citar a Cèline, a Fellini, y ya en ella se habla de Proust, de D'Annunzio, etc. Pienso que ese clima hace que la película no sea atrayente para el espectador medio, pero una joya para el cinéfilo.
Le doy un seis porque esa fragmentariedad que alguien ha alabado aquí a mí me aburrió un poco. Eso de tener que ver piezas sueltas -el hilo argumental, el escritor, es muy tenue- llega un momento en que cansa.
Luego, grandes exageraciones, eclesiásticas, como casi siempre en los italianos: la "Santa", que es una caricatura grosera de la Madre Teresa; el cardenal gastrónomo… Tópicos del anticlericalismo italiano que están ya muy vistos. He vivido muchos años en Roma y conozco bien la tendencia al histrionismo de una parte de los italianos artistas o intelectuales (un Dario Fo, para que os hagáis una idea).
¿Que se salva? Roma. Sólo por ver de nuevo el Gianicolo, Piazza Navona, una esquina de Fontana di Trevi, San Pietro in Montorio, o esa maravillosa secuencia final bajo los puentes hasta llegar a Sant'Angelo compensa esta película, que goza de una excelente fotografía.
Y es que Roma da para todo. No comparta esa visión decadente de la película, me parece muy "literaria". Pero la entiendo porque con Roma se puede hacer siempre mucha literatura, es el sino de esta ciudad única.
Le doy un seis porque esa fragmentariedad que alguien ha alabado aquí a mí me aburrió un poco. Eso de tener que ver piezas sueltas -el hilo argumental, el escritor, es muy tenue- llega un momento en que cansa.
Luego, grandes exageraciones, eclesiásticas, como casi siempre en los italianos: la "Santa", que es una caricatura grosera de la Madre Teresa; el cardenal gastrónomo… Tópicos del anticlericalismo italiano que están ya muy vistos. He vivido muchos años en Roma y conozco bien la tendencia al histrionismo de una parte de los italianos artistas o intelectuales (un Dario Fo, para que os hagáis una idea).
¿Que se salva? Roma. Sólo por ver de nuevo el Gianicolo, Piazza Navona, una esquina de Fontana di Trevi, San Pietro in Montorio, o esa maravillosa secuencia final bajo los puentes hasta llegar a Sant'Angelo compensa esta película, que goza de una excelente fotografía.
Y es que Roma da para todo. No comparta esa visión decadente de la película, me parece muy "literaria". Pero la entiendo porque con Roma se puede hacer siempre mucha literatura, es el sino de esta ciudad única.
8 de septiembre de 2014
8 de septiembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es la Noche, es modernidad, es la búsqueda de prestigio de una sociedad decadente, expresión artística elevada hacia niveles desconocidos, es melancolía, es moda, es ROMA. Y es un actor sensacional, en constante estado de gracia.
Todo eso es La Gran Belleza. También es recargada, peca de grandilocuencia y su metraje es bastante excesivo, pero sus virtudes pesan más que sus defectos.
Todo eso es La Gran Belleza. También es recargada, peca de grandilocuencia y su metraje es bastante excesivo, pero sus virtudes pesan más que sus defectos.
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