Los santos inocentes
8.1
46,603
Drama
España franquista. Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño bajo la férula del terrateniente. Su vida es renuncia, sacrificio y y obediencia. Su destino está marcado, a no ser que algún acontecimiento imprevisto les permita romper sus cadenas. Adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2024
11 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1984, Mario Camus, uno de los más grandes cineastas europeos, logró estrenar en cines el segundo gran reto hercúleo de su carrera, tras haber logrado adaptar al cine la compleja y magistral novela coral de posguerra de Camilo José Cela “La colmena”. En esta segunda ocasión, la dimensión de la traslación al cine de una novela capital de la literatura en castellano, “Los santos inocentes” de Miguel Delibes, no era empresa menor en su dificultad. El resultado fue mucho más perfecto que en el anterior supuesto mencionado y una obra maestra para la historia del cine había visto la luz.
Mario Camus consigue plasmar en imágenes la narración, de forma directa y provocadora, de la realidad de la miseria ancestral a la que muchos seres humanos son condenados a vivir para siempre, sin que les quepa más respuesta que la sumisión perpetua, así como la angustiosa y asfixiante diferencia de clases sociales, especialmente visible en el duro mundo rural.
Camus sabe convertir en imágenes imperecederas el lenguaje seco, campestre y agreste, que parte del realismo para crear formas poéticas que conducen inexorablemente a la tragedia de Miguel Delibes, sin anestesiar ni un ápice el atavismo y la crueldad del texto literario, sin ambages y de forma descarnada, para contarnos la historia de los amos y de los siervos, del señorito Iván y de las bestias de su cortijo, entre las que cuenta a la familia de Paco el Bajo (magnífico Alfredo Landa en un personaje dramático por desgracia demasiado poco habitual en su filmografía), Régula (una portentosa Terele Pávez en su mejor interpretación), sus tres hijos y Azarías (épico e histórico Paco Rabal), el hermano con discapacidad psíquica de Régula que vive con ellos. Todos ellos son de la propiedad del señorito Iván, meros objetos de su pertenencia, como el ganado, y como a tales los trata.
Los siervos viven conformados a su miseria, mansedumbre, acatamiento, obediencia al dios señorito Iván (interpretado por un Juan Diego que demuestra una vez más que es el mejor actor que se haya conocido en la historia de nuestro cine), en un entorno de vida repugnante, viviendo en casetas en mitad del cortijo, rodeados de una pobreza patrimonial y moral absoluta, teniendo que ser Paco el Bajo el perro de caza del señorito y recibiendo ese trato; siendo Régula un ser casi semoviente sin derechos ni opciones vitales, teniendo que cuidar de la Niña Chica, la hija mayor de Paco y Régula, con una parálisis cerebral nunca diagnosticada por médico alguno porque eso es para los ricos; con dos hijos con el futuro ya atado al cortijo del señorito como si de una pareja de bueyes se tratase; con la hija menor al servicio del señorito en la casa desde los catorce años porque comienza a desarrollar y tiene buen cuerpo para quizás ser acosada sexualmente por sus amos; y en la base de la pirámide, debajo de todo y de todos, Azarías, un niño perpetuo a pesar de su edad, que estorba y molesta en todas partes y que por nadie es querido salvo por su pájaro amaestrado, por su “milana bonita”. Todos esos personajes literarios cobran vida en esta obra maestra indiscutible con un acierto nunca visto antes.
Tratados como ganado por el señorito Iván, obsesionado con la caza y con sus sucesivos caprichos, que deben convertirse en ley de Dios de forma automática para sus siervos, puedan satisfacerla o no, como si de otra parte del cortijo se tratasen.
Es imposible ver esta película, impresionantemente fotografiada por Hans Burmann y con una de las mejores partituras musicales de toda la historia del cine a cargo del magistral Antón García Abril, sin ira, sin asco, sin necesidad de patear al señorito Iván y hacerle tragar su orgullo y su patrimonio hasta la muerte.
Mario Camus consigue plasmar en imágenes la narración, de forma directa y provocadora, de la realidad de la miseria ancestral a la que muchos seres humanos son condenados a vivir para siempre, sin que les quepa más respuesta que la sumisión perpetua, así como la angustiosa y asfixiante diferencia de clases sociales, especialmente visible en el duro mundo rural.
Camus sabe convertir en imágenes imperecederas el lenguaje seco, campestre y agreste, que parte del realismo para crear formas poéticas que conducen inexorablemente a la tragedia de Miguel Delibes, sin anestesiar ni un ápice el atavismo y la crueldad del texto literario, sin ambages y de forma descarnada, para contarnos la historia de los amos y de los siervos, del señorito Iván y de las bestias de su cortijo, entre las que cuenta a la familia de Paco el Bajo (magnífico Alfredo Landa en un personaje dramático por desgracia demasiado poco habitual en su filmografía), Régula (una portentosa Terele Pávez en su mejor interpretación), sus tres hijos y Azarías (épico e histórico Paco Rabal), el hermano con discapacidad psíquica de Régula que vive con ellos. Todos ellos son de la propiedad del señorito Iván, meros objetos de su pertenencia, como el ganado, y como a tales los trata.
Los siervos viven conformados a su miseria, mansedumbre, acatamiento, obediencia al dios señorito Iván (interpretado por un Juan Diego que demuestra una vez más que es el mejor actor que se haya conocido en la historia de nuestro cine), en un entorno de vida repugnante, viviendo en casetas en mitad del cortijo, rodeados de una pobreza patrimonial y moral absoluta, teniendo que ser Paco el Bajo el perro de caza del señorito y recibiendo ese trato; siendo Régula un ser casi semoviente sin derechos ni opciones vitales, teniendo que cuidar de la Niña Chica, la hija mayor de Paco y Régula, con una parálisis cerebral nunca diagnosticada por médico alguno porque eso es para los ricos; con dos hijos con el futuro ya atado al cortijo del señorito como si de una pareja de bueyes se tratase; con la hija menor al servicio del señorito en la casa desde los catorce años porque comienza a desarrollar y tiene buen cuerpo para quizás ser acosada sexualmente por sus amos; y en la base de la pirámide, debajo de todo y de todos, Azarías, un niño perpetuo a pesar de su edad, que estorba y molesta en todas partes y que por nadie es querido salvo por su pájaro amaestrado, por su “milana bonita”. Todos esos personajes literarios cobran vida en esta obra maestra indiscutible con un acierto nunca visto antes.
Tratados como ganado por el señorito Iván, obsesionado con la caza y con sus sucesivos caprichos, que deben convertirse en ley de Dios de forma automática para sus siervos, puedan satisfacerla o no, como si de otra parte del cortijo se tratasen.
Es imposible ver esta película, impresionantemente fotografiada por Hans Burmann y con una de las mejores partituras musicales de toda la historia del cine a cargo del magistral Antón García Abril, sin ira, sin asco, sin necesidad de patear al señorito Iván y hacerle tragar su orgullo y su patrimonio hasta la muerte.
26 de septiembre de 2008
26 de septiembre de 2008
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué se puede decir, que no se haya dicho ya, de los dos grandes papeles de Rabal y Landa. He sido y lo soy, gran seguidor del cine español, de todos los actores históricos con los que he crecido. Son parte de mi niñez. Aunque esas películas son de mucho antes.
Tampoco es que me haya estremecido,me ha jodido lo del Iván este, pero nada más que se me ha quedado pues eso, que es un recuerdo de una España tercermundista, dónde las diferencias sociales eran amplísimas. Creo que está sobrevaloradísima.
Tampoco es que me haya estremecido,me ha jodido lo del Iván este, pero nada más que se me ha quedado pues eso, que es un recuerdo de una España tercermundista, dónde las diferencias sociales eran amplísimas. Creo que está sobrevaloradísima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aquí tenemos una historia de los años 60, pero que hasta hace poco se ha ido girando estas circunstancias. La esclavitud de un pobre hombre que aún con el peroné roto tiene que arrastrase por el campo de tiro. Pero es una cadena, la órden del señor de que la niña sea sirvienta, a pesar de que querían que estudiara. El canalla del señorito Iván,sin escrúpulos,engañándo a su amigo con su mujer, explotando a Paco el bajo, y matando a la amiguita de Rabal.
19 de junio de 2005
19 de junio de 2005
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda la película es impactante y magistral. Me ha impresionado de forma especial el papel de la Iglesia a través de un orondo obispo cercano a los pudientes y ajeno a los menos favorecidos y al mensaje evangélico. Y además.. eran así.
8 de septiembre de 2005
8 de septiembre de 2005
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente la mejor película española de la historia. Desgarradora, cruda, impactante todos los personajes calan muy hondo en el espectador.
Alfredo Landa y Paco Rabal simplemente lo bordan, realizando dos de las interpretaciones más geniales que he visto nunca.
Alfredo Landa y Paco Rabal simplemente lo bordan, realizando dos de las interpretaciones más geniales que he visto nunca.
21 de enero de 2006
21 de enero de 2006
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando comenzó tenia los prejuicios por el cine español, que es de lo peorcito, pero esta película me ha demostrado aquellas buenísimas películas que se hacían antes de que Almodóvar, o esos actorcillos llegaran con sus películas.
Es una película que refleja muy bien el pasado, muy bien relatado y con unos actores muy buenos, con Alfredo Landa y Juan Diego en una de sus mejores interpretaciones.
Es una película que refleja muy bien el pasado, muy bien relatado y con unos actores muy buenos, con Alfredo Landa y Juan Diego en una de sus mejores interpretaciones.
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