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La duda

Drama. Intriga En 1964, en una parroquia del Bronx, un apasionado y carismático sacerdote, el padre Flynn (Seymour Hoffman) intenta cambiar las rígidas normas del colegio, que durante años han sido celosamente salvaguardadas por la hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep), una estricta directora que cree firmemente en el poder de la disciplina. Soplan vientos de cambio político; prueba de ello es que el colegio ha aceptado al primer alumno negro, ... [+]
Críticas 206
Críticas ordenadas por utilidad
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8
31 de enero de 2009
69 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adaptación cinematográfica que John Patrick Shanley ha hecho sobre su propia y multipremiada obra teatral es una estupenda, inteligente y sutil película, que se agradece en estos tiempos de cine masticado "para tontos".

'La duda' se sustenta en un impecable reparto actoral, y gana todavía más puntos por ello. Meryl Streep, gustándome bastante por momentos, no me parece que ofrezca sin embargo una actuación perfecta, porque me sobra algo de gestualidad, excesiva por momentos; a veces abusa de muecas y caretos más de lo que me gustaría. Pero en líneas generales muy bien, y sus duelos con ese actorazo, el gran Phillip Seymour Hoffman (uno de los mejores de ahora sin duda), son estupendos. También las dos actrices secundarias destacan. La monjita pardilla y bobalicona que encarna Amy adams y Viola Davis, que en 5 o 6 minutos en pantalla es capaz de crear todo un personaje que se recordará siempre que se piense en esta película, y en ese breve tiempo eso es muy meritorio. Eso sí, se podría haber sonado antes esos mocarros :)

Lo que más me gusta de la película es que es inteligente; supera su a priori predecible y temible argumento gracias a que es ambigüa, sutil, interpretable, no "de buenos y malos", no de certezas y verdades absolutas... Y en este sentido, el personaje de la madre y un comentario suyo es clave y cambia el chip de la película de cara al espectador. (* spoiler)

Es por esto que lo que podría haber sido simplemente el maniqueo reflejo de los abusos sexuales de un cura a un niño en una parroquia se convierte en algo muchísimo mejor, al mantener tan inteligemente un juego ambigüo y desafiante con el espectador, invitándole apensar y a revisar sus propios prejuicios y confianza en las apariencias. Si no hubiera sido así podría seguir siendo buena si estuviera bien escrita, y estaría igualmente bien interpretada, pero sería convencional y dejaría todo masticado. Pero esta no, porque siempre nos quedará, efectivamente,... la duda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(*) Lo que "se le escapa" a la madre en su tensa conversación con la directora del colegio acerca de las tendencias de su hijo es clave. La homosexualidad del niño es fundamental para sacar conclusiones acerca de lo que se nos está contando, y cambia en mucho la perspectiva de la historia y la visión del espectador.
8
3 de octubre de 2010
40 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje del dramaturgo, guionista y realizador John Patrick Shanley (The Bronx, NY, 1950). El guión, del propio Shanley, adapta su obra de teatro “Doubt: A Parable” (2004), ganadora del Pulitzer. Se rueda en exteriores del Bronx y de Yonkers (NY); en interiores de la Iglesia de San Lucas (Hudson) y del Colegio Católico de San Antonio (Bronx); y en estudio, con un presupuesto de 25 M USD. Producido por Scott Rudin para Miramax, se estrena el 12-XII-2008 (EEUU).

Frente a los mitos de las convicciones firmes, las ideas claras y las certezas plenas, el film plantea una serena reflexión sobre el valor de la duda. Ni las certezas subjetivas, ni las seguridades emocionales, ni las convicciones personales, son fuentes fiables de conocimiento de la verdad. Ningún recurso puede substituir la función de las pruebas, el testimonio de testigos y la relación de hechos. En un mundo complejo y contradictorio como el nuestro, la duda deviene un método de convivencia imprescindible y socialmente necesario. Sustituir la duda por falsas certezas o por opiniones personales más o menos intensas es una manera deshonesta de auto engañarse y de ser débil.

El film, de manera respetuosa y formalmente correcta, no adoctrina ni sermonea. Se limita a exponer hechos y dejar al espectador la tarea de analizar, pensar y debatir. Enfrenta posiciones liberales, abiertas e innovadoras, con otras conservadoras, rigurosas, estrictas y convencionales. Contrapone la tolerancia con el rigorismo, la compasión con el autoritarismo. Confronta sensibilidades personales diferentes y compara opiniones contrapuestas, sugiriendo y apoyando el valor de la duda y la necesidad de aceptar la convivencia del ser humano moderno con la incertidumbre. Trata, además, cuestiones relacionadas con el racismo, el maltrato infantil, la pederastia, el abuso de menores y otros temas de actualidad.

La acción tiene lugar en la inexistente parroquia católica de San Nicolás, del Bronx, en 1964. Película de actores, permite gozar de las soberbias interpretaciones de Streep, Hoffmann, Adams i Viola Davis. Realizada de acuerdo con las pautas clasicistas, compone un relato austero, sobrio y equilibrado, en el que la imagen acompaña, amplía y refuerza unos diálogos bien construidos y hermosos.

La música, de Howard Shore, extraída mayoritariamente de una orquesta de cuerdas, se complementa con sonidos de órgano y coros religiosos de voces mixtas. Cumple con efectividad funciones ambientales, que contribuyen a la creación de la atmósfera seria, severa y rigurosa de la historia. Sobre los créditos finales se superpone la espléndida canción “All People that on Earth Do Dwell”.
7
20 de enero de 2009
41 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un año después del asesinato de JFK, una escuela católica de los EEUU se debate entre el tradicionalismo docente de su directora, interpretada por la veterana Meryl Streep, y el aperturismo humanista del párroco del colegio, personaje a quien da vida Philip Seymour Hoffman. Entre ambos hallamos ejerciendo de bisagra a la hermana James, una joven monja, profesora del colegio, cuyas dudas a la hora de tomar partido por uno u otro bando serán plenamente compartidas por el espectador.

Galardonada con los premios Pulitzer y Tony, “La duda” se trata de una pieza teatral adaptada a la gran pantalla por su propio autor, John Patrick Shanley, director también de la intrascendente Joe contra el volcán (1990). Shanley no sólo se muestra mucho más serio y profundo que en su debut cinematográfico, sino que, lejos de conducir su nuevo film por los fáciles derroteros del maniqueísmo más primario y visceral, mantiene hasta los créditos finales nuestra incerteza acerca de los verdaderos sentimientos y motivaciones de los dos “contendientes”. ¿Es la hermana Aloysius Beauvier una malintencionada mujer interesada en desacreditar al padre Brendan, o bien es la única que ve las secretas e indecentes intenciones que éste tiene sobre un alumno?. Quizá deliberadamente, esta duda irresoluta acabará eclipsando el debate educacional planteado minutos antes y confundirá las verdaderas intenciones del film, haciendo así honor al título de la película y alejándose de otras que, como Priest o Las hermanas de la Magdalena, únicamente pretendían afrentar a la Iglesia católica.

Como no podía ser de otra manera, La duda se mueve por unos parámetros bastante teatralizados. Sus acciones, que transcurren en interiores y escenarios limitados visualmente, encuentran en la dialéctica y en los envites verbales su principal dinamizador. Indudablemente, la severa interpretación de Streep y la apaciguada melancolía que casi siempre desprende Seymour Hoffman dotarán a estos diálogos de mayor profundidad y carga dramática. Sin embargo, no nos encontramos ante un mero ejercicio de teatro filmado. John Patrick Shanley acompaña diálogos e interpretaciones con un buen surtido de imágenes simbólicas que de forma bella y constante subrayarán muchos de los sentimientos de sus personajes, confirmándole de paso como un director conocedor del medio, y no como un prestigioso literato que se sitúa detrás de una cámara para adaptarse a sí mismo.
9
5 de septiembre de 2010
47 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor interpretación que le he visto a Meryl Streep en toda su vida; hace perfectamente de religiosa católica de la Orden de las “Hermanas de la Caridad”, estricta, antipática, mandona y amargada (de hecho es contraria al azúcar no sólo en el té sino incluso en muchos otros aspectos existenciales como por ejemplo las canciones navideñas), que aloja en su interior un auténtico feminismo rencoroso, por supuesto justificado, pues es mujer que ha vivido ya muchos años en una sociedad y sobre todo en una iglesia que relega a las féminas a meras sirvientas de los hombres y donde son ellos los que siempre tienen la relevancia del poder, o dicho de otra manera “llevan la sartén cogida por el mango y la voz cantante” (como puede verse en las dos escenas del filme en las que el presbítero es el único que tiene durante el monólogo-homilía de la misa el patrimonio y el monopolio de la palabra, tal como el primer y gran teólogo del cristianismo, Pablo de Tarso, dejó dictado en 1 Cor, 14,34: “que las mujeres permanezcan calladas durante las asambleas: a ellas no les está permitido hablar; que se sometan, como lo manda la ley.”), harta sin duda de aguantar y no ver cumplidas aquellas palabras del volumen constitucional del cristianismo primitivo, el Nuevo Testamento, en su texto de Gálatas 3,27-28, “ya que todos ustedes fueron bautizados en Cristo (…) no hay más judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús”, palabras que se quedaron en solo palabras, en un brindis al sol, sin haberse convertido jamás en praxis verdadera dentro de la estructura eclesial.

El filme más que versar sobre el tema de la pedofilia (aunque también) trata fundamentalmente sobre la lucha y las tensiones de poder entre las mujeres y los hombres dentro de la religión, en concreto dentro del cristianismo-catolicismo. Hay un escena que presenta agudamente la diferencia de los escalafones masculino y femenino en el interior del cristianismo: se ve la comida de tres clérigos y estos ríen a carcajadas, beben cerveza y comen distendidamente en una mesa bien repleta con alimentos variados, dulces, etc, incluso uno de ellos fuma; a continuación aparece la comida de las clérigas, y aquí por contra ellas lucen una postura rígida al comer, nada de relajación ni siquiera en estos momentos de descanso, todo seriedad y rectitud en una mesa frugal, silenciosa y austera, a la vez que una sirviente les sirve leche como bebida. Las dos escenas, una siguiendo a la otra, muestran la desigualdad del modelo masculino y del femenino en cuanto a profesionales dentro de la eclesiología; de donde se deduce (como suele ser obvio en la lucha de estratos, de amos y esclavos) que hay monjas que son vasos a punto de estallar y llegado un momento concreto, una gota inaceptable más, se levantarán, rebelarán y harán que salten chispas en lucha frontal contra el poder masculino que le toque más de cerca.


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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Es obvio, que la hermana Alysius Beauvier (Meryl Streep) es una mujer como suele decirse “con los colmillos retorcidos” al estilo de las feministas profundas, que está hasta el moño, por no decir ‘hasta el coño’, del sistema piramidal-patriarcal milenario (”aquí los hombres mandan; no contamos con ellos; vamos a tener que detenerlo nosotras”), aunque el sistema «feminazi» al que hoy en día bastantes mujeres aspiran no sea mejor, ni siquiera igualitario ya que no respeta la presunción de inocencia en los hombres.

Aparentemente la obra deja al espectador en la “duda” acerca de la acusación de fondo que figura durante todo el tiempo como el eje medular de la historia. Sin embargo esto sólo es en apariencia, porque hay detalles muy sutiles en imágenes que sobre la “duda” revelan o destapan una cierta luz de evidencia: Por ejemplo, fíjense bien en la escena donde se les ve a los tres clérigos (el obispo con sus dos sacerdotes) confraternizando, riendo, bebiendo y comiendo: en el plato del “padre” Brendan Flynn (Philip Seymour Hoffman) un buen filete de carne roja o poco hecha, la cual se lleva a la boca en trozos con auténtica degustación y placer el susodicho cura. Ésta es una indicación bien iluminadora para buenos entendedores, es decir para individuos que no necesitan comprender los hechos a base de muchas explicaciones sino por simples y notorios signos o simbolismos: nos está diciendo el director del filme que al tipo le gusta la carne tierna (la pantalla entera se llena con un primer plano del plato de carne poco hecha y jugosa, que a continuación el citado sospechoso de pederastia se lleva a los dientes y mastica con gran placer).

Y ojo, también al final queda de manifiesto esa vieja práctica institucional que se da dentro de la Iglesia con sus miembros cuando uno de éstos es problemático en algún sentido: ascenderlo y trasladarlo para quitarlo de en medio (que en latín se concreta con el dicho “promoveatur ut removeatur”).

Estupenda película del género religioso, que pone de manifiesto una vez más la importancia de la fenomenología religiosa en la sociedad, en el cine, en la política y en todas partes incluso en la escuela pública, por más que esto desgraciadamente le provoque a algunos cierta animadversión, ronchas y neurosis negacionista de la realidad.

Fej Delvahe
9
11 de marzo de 2012
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre el balnco y el negro está el gris. Las cosas no son como parecen, ni mucho menos como nosotros queremos que sean.
El mundo sigue su curso y la mente abierta de determinados personajes a lo largo de la historia es lo que más ha hecho progresar a la humanidad.
El rostro de Meryl Streep en determinadas escenas del film parece sacado de un cuadro del Siglo XVIII en el que se retratara a la "Santa Inquisición" que, apropiándose de forma ilegítima de la verdad, hizo un daño irreparable a la religión católica del que nunca se recuperará.
Genial film, genial personaje el interpretado por el gran Philip Seymour Hoffman y obra para confirmar que la vida está llena de dudas, por más que los inquisidores se empeñen siempre en imponer su ridícula verdad.
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