Dolor y gloria
2019 

6.8
32,482
Drama
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
12 de julio de 2019
12 de julio de 2019
83 de 116 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo confieso: No soy fan de Almodóvar. Su cine nunca ha conseguido conectar conmigo, ya sean sus películas más aplaudidas ("Volver" o "Hable con ella", que no me gustaron nada), las más arriesgadas ("La piel que habito", que me pareció una bizarrada infumable), las más olvidadas ("Los abrazos rotos, que curiosamente, no me desagradó) o cosas como "Los Amantes Pasajeros", que prometía demasiado con sus trailers y ese reparto, y acabo siendo un despropósito indefendible. Reconozco que tengo pendiente un revisionado de "Todo sobre mi madre", que vi en su momento y recuerdo que no me desagradó. Algo es algo.
Una vez hecha la confesión, debo decir que me aventuraba en esta nueva película de Pedro sin prejuicio alguno, y bastante animado ante las críticas y comentarios de los espectadores, llegándose a decir que es su obra maestra.
Pues una vez vista, debo decir que, para un servidor, es otra película sobrevalorada del popular director manchego, ya que, sí bien es cierto que hay muy buenos momentos y diálogos a recordar, y las actuaciones son fabulosas, no creo que estemos ante una obra de arte ni una película que merezca tantos aplausos. Pero como siempre, vayamos por partes.
Por un lado tenemos la dirección, que, sinceramente, me parece plana y con pocos momentos a destacar. Incluso he visto algunos planos televisivos, como su estuviésemos viendo un capítulo de una serie (los momentos de su infancia). Nada destacable técnicamente, ya que creo que hay películas de su filmografía mucho mejor rodadas.
El guion es otra historia, ya que la película es autobiográfica, y se nota que el director nos está contando su vida sin tabús ni complejo alguno, abriéndose (de forma visceral) ante el espectador, y creo que es un gesto generoso y cariñoso por parte suya.
Hay diálogos memorables y momentos muy logrados (casi todas las conversaciones que tiene Salvador, el protagonista, con personajes secundarios), pero parece como si la película estuviese dividida en episodios, ya que hay personajes (como el de Alberto o Federico) que están algo desaprovechados y desaparecen sin explicación alguna.
Esa narración episódica (me) impide ver la película como un conjunto, aunque el personaje de Banderas sea el pegamento que une todas las piezas y el máximo protagonista. Lamentablemente, no todos los momentos están inspirados, y la película dura demasiado y se hace algo lenta.
Luego tendríamos el reparto, que seguramente sea lo mejor de la película, con un fabuloso Banderas haciendo de Almodóvar, ya que coge muchos tics y forma de hablar del director, y la imitación/interpretación resulta impecable. Me parece más que merecida su galardón en Cannes, pero parece como si ahora la gente hubiese descubierto que Antonio es buen actor, cuando lo ha sido siempre, por mucho que haya tenido la fama de actor de serie B. No vayamos ahora de descubridores de la pólvora, por favor...
Luego tenemos a un sobresaliente Asier Etxeandia, en el que es su mejor papel, con un personaje interesante y logrado, y que merecía más minutos en pantalla. Si Banderas recibe premios, él también debería recibirlos, ya que tiene mucha química con el protagonista, y sus escenas juntos son de lo mejor de la cinta.
Leonardo Sbaraglia tiene una breve aparición, pero está cargada de magia, y se le ve muy sentido al actor, en un momento único y muy íntimo, como toda la película. Gran aportación, aunque sea demasiado corta.
El resto del reparto bien, aunque Raúl Arévalo está muy desaprovechado (podría considerarse incluso un cameo) y Penélope Cruz, aunque entregada, repite los tics de todas sus interpretaciones más aplaudidas. Empiezo a pensar que esta actriz hace de sí misma casi siempre...
En conclusión, estamos ante una película íntima y sincera, pero también decepcionante, ya que esperaba mucho más después de las desorbitadas críticas. Seguramente sea de lo mejor del director, pero no creo que sea ninguna obra maestra, aunque tampoco me ha parecido una mediocridad y tiene bastantes aciertos.
Respeto y entiendo a los que han disfrutado y conectado con este autoretrato del director más premiado y conocido de España, pero también se debe entender que su cine no está hecho para todos, y no creo que sea un tema de sensibilidad. Si te gusta el cine del director, la aplaudirás a rabiar, pero si no es el caso, a no ser que surja la magia (que tampoco es imposible), o te dejará indiferente (como es mi caso) o pensarás que has perdido el tiempo. Ni más ni menos.
Más críticas: ocioworld.net
Una vez hecha la confesión, debo decir que me aventuraba en esta nueva película de Pedro sin prejuicio alguno, y bastante animado ante las críticas y comentarios de los espectadores, llegándose a decir que es su obra maestra.
Pues una vez vista, debo decir que, para un servidor, es otra película sobrevalorada del popular director manchego, ya que, sí bien es cierto que hay muy buenos momentos y diálogos a recordar, y las actuaciones son fabulosas, no creo que estemos ante una obra de arte ni una película que merezca tantos aplausos. Pero como siempre, vayamos por partes.
Por un lado tenemos la dirección, que, sinceramente, me parece plana y con pocos momentos a destacar. Incluso he visto algunos planos televisivos, como su estuviésemos viendo un capítulo de una serie (los momentos de su infancia). Nada destacable técnicamente, ya que creo que hay películas de su filmografía mucho mejor rodadas.
El guion es otra historia, ya que la película es autobiográfica, y se nota que el director nos está contando su vida sin tabús ni complejo alguno, abriéndose (de forma visceral) ante el espectador, y creo que es un gesto generoso y cariñoso por parte suya.
Hay diálogos memorables y momentos muy logrados (casi todas las conversaciones que tiene Salvador, el protagonista, con personajes secundarios), pero parece como si la película estuviese dividida en episodios, ya que hay personajes (como el de Alberto o Federico) que están algo desaprovechados y desaparecen sin explicación alguna.
Esa narración episódica (me) impide ver la película como un conjunto, aunque el personaje de Banderas sea el pegamento que une todas las piezas y el máximo protagonista. Lamentablemente, no todos los momentos están inspirados, y la película dura demasiado y se hace algo lenta.
Luego tendríamos el reparto, que seguramente sea lo mejor de la película, con un fabuloso Banderas haciendo de Almodóvar, ya que coge muchos tics y forma de hablar del director, y la imitación/interpretación resulta impecable. Me parece más que merecida su galardón en Cannes, pero parece como si ahora la gente hubiese descubierto que Antonio es buen actor, cuando lo ha sido siempre, por mucho que haya tenido la fama de actor de serie B. No vayamos ahora de descubridores de la pólvora, por favor...
Luego tenemos a un sobresaliente Asier Etxeandia, en el que es su mejor papel, con un personaje interesante y logrado, y que merecía más minutos en pantalla. Si Banderas recibe premios, él también debería recibirlos, ya que tiene mucha química con el protagonista, y sus escenas juntos son de lo mejor de la cinta.
Leonardo Sbaraglia tiene una breve aparición, pero está cargada de magia, y se le ve muy sentido al actor, en un momento único y muy íntimo, como toda la película. Gran aportación, aunque sea demasiado corta.
El resto del reparto bien, aunque Raúl Arévalo está muy desaprovechado (podría considerarse incluso un cameo) y Penélope Cruz, aunque entregada, repite los tics de todas sus interpretaciones más aplaudidas. Empiezo a pensar que esta actriz hace de sí misma casi siempre...
En conclusión, estamos ante una película íntima y sincera, pero también decepcionante, ya que esperaba mucho más después de las desorbitadas críticas. Seguramente sea de lo mejor del director, pero no creo que sea ninguna obra maestra, aunque tampoco me ha parecido una mediocridad y tiene bastantes aciertos.
Respeto y entiendo a los que han disfrutado y conectado con este autoretrato del director más premiado y conocido de España, pero también se debe entender que su cine no está hecho para todos, y no creo que sea un tema de sensibilidad. Si te gusta el cine del director, la aplaudirás a rabiar, pero si no es el caso, a no ser que surja la magia (que tampoco es imposible), o te dejará indiferente (como es mi caso) o pensarás que has perdido el tiempo. Ni más ni menos.
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2 de abril de 2019
2 de abril de 2019
131 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi juicio lo único aprovechable del cine de Pedro Almodóvar suele ser la banda sonora, el tratamiento visual o las dos cosas. En ambos aspectos ha sabido crear una imagen de marca absolutamente personal, que incluso ha creado escuela. De hecho tengo la impresión de que, de no dedicarse al cine, habría podido ser un excelente decorador de interiores. Esta última película es, sin embargo, bastante decepcionante incluso en eso. De lo demás ya ni hablemos.
Nuestro "manchego universal" más que simplemente un realizador mediocre, es un desastre sin paliativos. Que siga haciendo películas y que sus estrenos sean todo un fenómeno sociológico tiene en realidad muy poco que ver con el cine como tal, y sí mucho con otro tipo de asuntos. En realidad dudo que nadie en su sano juicio aguantara sus últimas obras de no saber que salían de su "factoría". Asistir a la última de Almodóvar se ha convertido, además de en un guiño cultural, en una especie de ritual forzoso incluso para quienes -como es mi caso- detestamos su cine.
En esta película queda patente la incapacidad de Almodóvar para vivir la vida de otros, el sello del auténtico creador de ficciones, como alguien ha escrito en este mismo lugar. En sus primeras películas, al no ser otra cosa que sainetes recubiertos de un barniz de ultramodernidad, con personajes a medio camino entre la caricatura y el esperpento, la cosa no se notaba demasiado. Además, por entonces aún podía contar con que el talento y la socarronería de Carmen Maura, de Chus Lampreave, etc... suplieran sus grandes carencias. Cuando esta simbiosis llega a su fin se inicia una debacle cuya culminación es esta obra, en la que absolutamente todo suena a falso. Es así como nos encontramos con que un director de cine desencantado de la vida hace y dice precisamente todo aquello que cabe esperar de un director de cine desencantado de la vida. Y esto a pesar de los denodados esfuerzos de Antonio Banderas por insuflar vida a un cadáver, que rozan lo patético. Igual de postizas resultan Penélope Cruz o Julieta Serrano en sus respectivos papeles de joven madre coraje y madre anciana, haciendo y diciendo asimismo todo lo que se supone que hacen y dicen una madre joven y otra anciana. Por otra parte, es cierto que en ambos casos la cosa no chirría tanto. Al fin y al cabo, el papel de palurda es el que mejor se le da a doña Penélope, vaya usted a saber por qué. Y Julieta Serrano tiene tantas tablas que aguanta lo que le echen sin pestañear. Para ser justos, dentro de lo modesto de sus papeles, los demás actores, en especial Asier Etxeandia y el niño Asier Flores, no lo hacen demasiado mal.
Sobre el estúpido argumento de esta obra, prefiero no comentar nada, y aún menos sobre su estrambótico final, que no detallo por no aguarle la "fiesta" a nadie. Solo decir que al cabo de unas dos horas de tormento, ya me empezaba a preguntar cómo se las arreglaría Almodóvar para cerrar el cansino desfile de personajes apenas esbozados y el largo rosario de escenas gratuitas. ¿Cómo desencallar una historia que parece estar siempre en punto muerto?¿Cómo poner punto final a tanto ojo de cordero degollado y a tanta poesía barata? Pues ni más ni menos que con el "deus ex machina" más ridículo y pretencioso de la historia del cine.
Hoy, desde la perspectiva de los años, me doy cuenta de hasta qué punto el llamado "fenómeno Almodóvar" obedece a una agenda de programación predictiva y sembrado psicológico que casi con seguridad le han escrito otros. Sin ir más lejos, sus primeras películas desempeñaron un papel esencial a la hora de allanar el camino a la masiva introducción de las drogas en España, en paralelo a la llamada "movida madrileña". Más tarde, obras como "Kika" o "La piel que habito" sirvieron para familiarizarnos con la agenda transhumanista. O al menos lo intentaron. Y, a pesar de las apariencias, tengo la sensación de que en "Dolor y gloria" la lánguida historia de la crisis existencial de un director de cine en las postrimerías de su vida no es en realidad más que relleno, el acompañamiento de guitarra, por así decir. La trama que de verdad importa y, curiosamente, la única que tiene algo de sangre en las venas, es la secundaria, narrada en flash back. La trama principal no es más que un juego de manos para distraer la atención del verdadero objetivo de la película que, si no me equivoco, no es otro que preparar el terreno para la inminente legalización de la pedofilia. Y si no, al tiempo. Me temo que, al igual que ha sucedido con el cine feminista, el cine de género y demás hortalizas, esta obra es un primer ensayo, una forma como otra cualquiera de enseñar la patita. Casi con seguridad lo que ahora se nos viene encima es un aluvión de películas apuntando a la misma diana.
En mi modesta opinión, Pedro Almodóvar en su disolvente papel de apóstol de la posmodernidad y fabricante de bodrios de alto copete, ha hecho un daño enorme a este país. También es cierto que, de no haber sido él, habrían aupado a otro cualquiera pues, a pesar de sus ínfulas de genio del séptimo arte, es una figura absolutamente prescindible e intercambiable.
Nuestro "manchego universal" más que simplemente un realizador mediocre, es un desastre sin paliativos. Que siga haciendo películas y que sus estrenos sean todo un fenómeno sociológico tiene en realidad muy poco que ver con el cine como tal, y sí mucho con otro tipo de asuntos. En realidad dudo que nadie en su sano juicio aguantara sus últimas obras de no saber que salían de su "factoría". Asistir a la última de Almodóvar se ha convertido, además de en un guiño cultural, en una especie de ritual forzoso incluso para quienes -como es mi caso- detestamos su cine.
En esta película queda patente la incapacidad de Almodóvar para vivir la vida de otros, el sello del auténtico creador de ficciones, como alguien ha escrito en este mismo lugar. En sus primeras películas, al no ser otra cosa que sainetes recubiertos de un barniz de ultramodernidad, con personajes a medio camino entre la caricatura y el esperpento, la cosa no se notaba demasiado. Además, por entonces aún podía contar con que el talento y la socarronería de Carmen Maura, de Chus Lampreave, etc... suplieran sus grandes carencias. Cuando esta simbiosis llega a su fin se inicia una debacle cuya culminación es esta obra, en la que absolutamente todo suena a falso. Es así como nos encontramos con que un director de cine desencantado de la vida hace y dice precisamente todo aquello que cabe esperar de un director de cine desencantado de la vida. Y esto a pesar de los denodados esfuerzos de Antonio Banderas por insuflar vida a un cadáver, que rozan lo patético. Igual de postizas resultan Penélope Cruz o Julieta Serrano en sus respectivos papeles de joven madre coraje y madre anciana, haciendo y diciendo asimismo todo lo que se supone que hacen y dicen una madre joven y otra anciana. Por otra parte, es cierto que en ambos casos la cosa no chirría tanto. Al fin y al cabo, el papel de palurda es el que mejor se le da a doña Penélope, vaya usted a saber por qué. Y Julieta Serrano tiene tantas tablas que aguanta lo que le echen sin pestañear. Para ser justos, dentro de lo modesto de sus papeles, los demás actores, en especial Asier Etxeandia y el niño Asier Flores, no lo hacen demasiado mal.
Sobre el estúpido argumento de esta obra, prefiero no comentar nada, y aún menos sobre su estrambótico final, que no detallo por no aguarle la "fiesta" a nadie. Solo decir que al cabo de unas dos horas de tormento, ya me empezaba a preguntar cómo se las arreglaría Almodóvar para cerrar el cansino desfile de personajes apenas esbozados y el largo rosario de escenas gratuitas. ¿Cómo desencallar una historia que parece estar siempre en punto muerto?¿Cómo poner punto final a tanto ojo de cordero degollado y a tanta poesía barata? Pues ni más ni menos que con el "deus ex machina" más ridículo y pretencioso de la historia del cine.
Hoy, desde la perspectiva de los años, me doy cuenta de hasta qué punto el llamado "fenómeno Almodóvar" obedece a una agenda de programación predictiva y sembrado psicológico que casi con seguridad le han escrito otros. Sin ir más lejos, sus primeras películas desempeñaron un papel esencial a la hora de allanar el camino a la masiva introducción de las drogas en España, en paralelo a la llamada "movida madrileña". Más tarde, obras como "Kika" o "La piel que habito" sirvieron para familiarizarnos con la agenda transhumanista. O al menos lo intentaron. Y, a pesar de las apariencias, tengo la sensación de que en "Dolor y gloria" la lánguida historia de la crisis existencial de un director de cine en las postrimerías de su vida no es en realidad más que relleno, el acompañamiento de guitarra, por así decir. La trama que de verdad importa y, curiosamente, la única que tiene algo de sangre en las venas, es la secundaria, narrada en flash back. La trama principal no es más que un juego de manos para distraer la atención del verdadero objetivo de la película que, si no me equivoco, no es otro que preparar el terreno para la inminente legalización de la pedofilia. Y si no, al tiempo. Me temo que, al igual que ha sucedido con el cine feminista, el cine de género y demás hortalizas, esta obra es un primer ensayo, una forma como otra cualquiera de enseñar la patita. Casi con seguridad lo que ahora se nos viene encima es un aluvión de películas apuntando a la misma diana.
En mi modesta opinión, Pedro Almodóvar en su disolvente papel de apóstol de la posmodernidad y fabricante de bodrios de alto copete, ha hecho un daño enorme a este país. También es cierto que, de no haber sido él, habrían aupado a otro cualquiera pues, a pesar de sus ínfulas de genio del séptimo arte, es una figura absolutamente prescindible e intercambiable.
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
59 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene mucho de Dolor pero muy poco de Gloria. Es de destacar la calidad del trabajo de alguno de los actores y actrices, se nota su devocion por Almodovar, su dedicación y esfuerzo para prepararse los personajes que interpretan, incluso están por encima de la labor del director, y es que Almodovar ya no es el que era. El ritmo del film es soporífero y el guión es bastante flojo, sin trama, muy desconectado y desordenado. Da la impresión que ni él mismo sabía exactamente qué quería contar. Por ello, la mayor parte de la historia es aburrida y repetitiva, con diálogos obvios y con una grandísima falta de espontaneidad en muchos momentos y de profundidad en otros tantos. Hay escenas sueltas que sí son bastante buenas, pero que se ven deslucidas al carecer de continudad argumental.
Algunos flashback son completamente prescindibles y otros, que no llegamos a ver, serían más que deseables.
Lo peor, sin duda, es que el protagonista se pasa la mayor parte del film drogándose, mientras el resto del tiempo se habla de drogas. A mí, personalmente, me molesta bastante como se trata el tema.
Si bien esperaba algo más, la película confirma mis sospechas, y es que, de un tiempo a esta parte, Almodovar ha perdido fuerza en la dirección y se emborracha y ahoga, en su propio ego y pasado. Es posible que se le haya olvidado que aun está vivo y que le queda mucho camino por recorrer como cineasta. No todo está hecho y su filmografía empieza a tener más sombras que luces.
Quizá sea el momento de experimentar otros géneros o explorar otros canales de creatividad y probar suerte en alguna plataforma de streaming con una serie, algo que seguramente ni se ha planteado. Aunque debería recordar que a las estatuas con los pedestales más altos del parque también les cagan las palomas encima.
Algunos flashback son completamente prescindibles y otros, que no llegamos a ver, serían más que deseables.
Lo peor, sin duda, es que el protagonista se pasa la mayor parte del film drogándose, mientras el resto del tiempo se habla de drogas. A mí, personalmente, me molesta bastante como se trata el tema.
Si bien esperaba algo más, la película confirma mis sospechas, y es que, de un tiempo a esta parte, Almodovar ha perdido fuerza en la dirección y se emborracha y ahoga, en su propio ego y pasado. Es posible que se le haya olvidado que aun está vivo y que le queda mucho camino por recorrer como cineasta. No todo está hecho y su filmografía empieza a tener más sombras que luces.
Quizá sea el momento de experimentar otros géneros o explorar otros canales de creatividad y probar suerte en alguna plataforma de streaming con una serie, algo que seguramente ni se ha planteado. Aunque debería recordar que a las estatuas con los pedestales más altos del parque también les cagan las palomas encima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El papel de Penélope Cruz es totalmente prescindible, es imposible verla como la madre de Almodovar.
La escena de lavar en el rio, se corresponde con finales del siglo XIX, por lo que es totalmente anacrónica, en otro caso Salvador debería tener más de 120 años.
Si la madre recibió el dibujo en su casa, y no le gustaba en absoluto, tanto que no se lo dijo ni al pequeño Salvador, ¿como es que no lo rompió? ¿Recorrió 500 km y lo vendió en Barcelona? Que absurdo.
El hecho de mostrar lo fácil que es comprar droga por 10€ podría ser interesante si lo tratase como un documental o docu-drama pero en vez de eso eleva a la heroina a musa necesaria de la creatividad.
Es completamente prescindible y llevo de contradicciones y fantasías el personaje de Leonardo Sbaraglia que aparece por casualidad justo en la puerta del teatro donde se va a interpretar La Adicción y luego habrá quien se queje de lo fantástico que es el cine norteamericano.
No sé que habrá de autobiográfico y de fantasía en el guión, pero la autocompasión egoista, infantilismo y deatificación del personaje principal no tiene límites, faltó que le besaran en la mano cada vez que entraba en escena. Espero que Almodovar no sea así en la vida real, si no menuda decepción.
Hace tiempo que el propio Almodovar dejo de ser Almodovar para convertirse en un sucedaneo de sí mismo carante de creatividad que basa su dirección en una especie de autoplagio de serie B.
La escena de lavar en el rio, se corresponde con finales del siglo XIX, por lo que es totalmente anacrónica, en otro caso Salvador debería tener más de 120 años.
Si la madre recibió el dibujo en su casa, y no le gustaba en absoluto, tanto que no se lo dijo ni al pequeño Salvador, ¿como es que no lo rompió? ¿Recorrió 500 km y lo vendió en Barcelona? Que absurdo.
El hecho de mostrar lo fácil que es comprar droga por 10€ podría ser interesante si lo tratase como un documental o docu-drama pero en vez de eso eleva a la heroina a musa necesaria de la creatividad.
Es completamente prescindible y llevo de contradicciones y fantasías el personaje de Leonardo Sbaraglia que aparece por casualidad justo en la puerta del teatro donde se va a interpretar La Adicción y luego habrá quien se queje de lo fantástico que es el cine norteamericano.
No sé que habrá de autobiográfico y de fantasía en el guión, pero la autocompasión egoista, infantilismo y deatificación del personaje principal no tiene límites, faltó que le besaran en la mano cada vez que entraba en escena. Espero que Almodovar no sea así en la vida real, si no menuda decepción.
Hace tiempo que el propio Almodovar dejo de ser Almodovar para convertirse en un sucedaneo de sí mismo carante de creatividad que basa su dirección en una especie de autoplagio de serie B.
23 de marzo de 2019
23 de marzo de 2019
59 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ve claramente, que Antonio Banderas se siente cómodo con Almodovar; no podemos olvidar que el despegue del actor se produjo gracias al cineasta manchego. Evidentemente, Antonio, consolidó su carrera en USA, con su buen hacer y talento.
La película parece un testamento vital, algo parecido a una despedida. Algunas escenas son hermosas, otras muy "Almodovarianas" los actores cumplen y se implican, pero... pero... pero... Creo, que hemos sido muy generosos en las puntuaciones con esta obra de madurez, serena reposada, pero nunca inquietante, ni sorprendente, como aquel cine desbordante que firmaba hace décadas.
El tiempo se desliza implacable, y nos cambia, nos traslada, nos inunda. Me ha gustado ver la generosidad de los espectadores, me hubiese encantado sumarme a ellos. Honestamente no puedo ser ta espléndido.
La película parece un testamento vital, algo parecido a una despedida. Algunas escenas son hermosas, otras muy "Almodovarianas" los actores cumplen y se implican, pero... pero... pero... Creo, que hemos sido muy generosos en las puntuaciones con esta obra de madurez, serena reposada, pero nunca inquietante, ni sorprendente, como aquel cine desbordante que firmaba hace décadas.
El tiempo se desliza implacable, y nos cambia, nos traslada, nos inunda. Me ha gustado ver la generosidad de los espectadores, me hubiese encantado sumarme a ellos. Honestamente no puedo ser ta espléndido.
24 de marzo de 2019
24 de marzo de 2019
58 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la cueva al cielo. O de cómo utilizar tu inasible vida para urdir sabios embustes fulgurantes. Pedro Almodóvar quizás sea un mal carácter, una persona ingrata, parcial y llena de amargura, pero no creo que haya nadie que pueda poner en duda que sea uno de los artistas españoles más interesantes, inquietos y perdurables del último medio siglo. Su insolente personalidad y sus inimitables fabulaciones nos acompañan desde hace ya ocho lustros y si bien llevaba más de una década sin realizar nada interesante ni a la altura de su talento – con la excepción de su anterior cinta, Julieta (2016), que pasó casi desapercibida – ahora nos ofrece una de sus obras más redondas, perfectas y sugestivas, un portentoso melodrama que transita sin pudor ni remilgos la ficción autobiográfica, lo tragicómico y el angustiado ensimismamiento melancólico con envidiable garra, maestría, elegancia y sabiduría.
Tanta destreza no es una casualidad, sino señal de madurez, autocrítica y talento. Quizás sea esta la mejor obra de su autor hasta la fecha – aunque desde luego no es ni la más graciosa, ni la más diáfana ni la más embaucadora. Estamos ante una sutil síntesis de su estilo, de sus orgullosas raíces, de sus sempiternas obsesiones y sus variopintos desengaños, pero sintetizando todo ello hasta convertirlo en una historia indeleble repleta de añoranzas, ensoñaciones y fragmentos que sin rehuir la sinceridad se travisten de obstinadas ilusiones y medias verdades que nos recuerdan que sólo reescribiendo nuestros recuerdos más emponzoñados somos capaces de superarlos y seguir adelante. Este tardío y juicioso florecimiento de la evocación pudiera hacernos pensar que al artista le ha dado un compungido ataque de honradez… pero nada más lejos de la realidad. Lo que aquí nos muestra es su peculiar manera de canibalizar, tergiversar y trascender su propia biografía hasta convertirla en Arte.
Ya lo dejó dicho Mario Vargas Llosa – con su habitual lucidez – al hablar de la esencia intrínseca de la novela: la Verdad de las Mentiras. Y una vez más, Almodóvar consigue aquí que todos sus actores sean sus más feroces cómplices y devotos aliados, al sacar lo mejor, lo más perdurable y profundo de su amplísimo elenco artístico. Ante todo, es de justicia alabar el portentoso trabajo de un inconmensurable Antonio Banderas: cada gesto, cada palabra, cada silencio es un compendio de pericia, emoción y buen entendimiento. Se mimetiza con su creador hasta casi volverlo indistinguible. Pura filigrana de orfebrería. A igual altura brilla una excepcional Julieta Serrano. Pero sería injusto no mencionar también a Asier Etxeandia, Penélope Cruz o Leonardo Sbaraglia.
En resumen, quizás no sea del agrado de todo el mundo, ni resulte fácil o inmediato reconocer sus muchas referencias y conexiones. Pero bordea la perfección y es una joya.
Tanta destreza no es una casualidad, sino señal de madurez, autocrítica y talento. Quizás sea esta la mejor obra de su autor hasta la fecha – aunque desde luego no es ni la más graciosa, ni la más diáfana ni la más embaucadora. Estamos ante una sutil síntesis de su estilo, de sus orgullosas raíces, de sus sempiternas obsesiones y sus variopintos desengaños, pero sintetizando todo ello hasta convertirlo en una historia indeleble repleta de añoranzas, ensoñaciones y fragmentos que sin rehuir la sinceridad se travisten de obstinadas ilusiones y medias verdades que nos recuerdan que sólo reescribiendo nuestros recuerdos más emponzoñados somos capaces de superarlos y seguir adelante. Este tardío y juicioso florecimiento de la evocación pudiera hacernos pensar que al artista le ha dado un compungido ataque de honradez… pero nada más lejos de la realidad. Lo que aquí nos muestra es su peculiar manera de canibalizar, tergiversar y trascender su propia biografía hasta convertirla en Arte.
Ya lo dejó dicho Mario Vargas Llosa – con su habitual lucidez – al hablar de la esencia intrínseca de la novela: la Verdad de las Mentiras. Y una vez más, Almodóvar consigue aquí que todos sus actores sean sus más feroces cómplices y devotos aliados, al sacar lo mejor, lo más perdurable y profundo de su amplísimo elenco artístico. Ante todo, es de justicia alabar el portentoso trabajo de un inconmensurable Antonio Banderas: cada gesto, cada palabra, cada silencio es un compendio de pericia, emoción y buen entendimiento. Se mimetiza con su creador hasta casi volverlo indistinguible. Pura filigrana de orfebrería. A igual altura brilla una excepcional Julieta Serrano. Pero sería injusto no mencionar también a Asier Etxeandia, Penélope Cruz o Leonardo Sbaraglia.
En resumen, quizás no sea del agrado de todo el mundo, ni resulte fácil o inmediato reconocer sus muchas referencias y conexiones. Pero bordea la perfección y es una joya.
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