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Todos dicen te quiero

Comedia. Musical. Romance El matrimonio formado por Steffi y Bob es el paradigma de la familia burguesa de Nueva York: son ricos, liberales y socialmente comprometidos. Steffi estuvo casada con Joe, un tipo sin suerte con las mujeres, con quien tiene una hija algo inestable. Bob tiene un hijo conservador, una hija que ha puesto en peligro su boda al enamorarse de un delincuente y otras dos hijas adolescentes que se pelean por chicos multimillonarios. Todos ellos ... [+]
Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
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7
10 de junio de 2010
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuestro cineasta neoyorquino hasta la médula se atrevió también con la comedia musical, género que aborda en “Todos dicen I love you”. Una refrescante, tierna, romántica, aguda y cómica sátira sobre las clases burguesas acomodadas que transitan por el asfalto y los rascacielos, con sus líos familiares, fraternales y sentimentales, y con sus sueños a cuestas. Como en la época dorada del musical de Broadway, Allen no pudo sustraerse al aura generalmente optimista, esa alegría de estar vivos y de saborear cada minuto que se contagia desde las canciones y la coreografía. La fotografía y la escenografía fueron cuidadas con esmero, y la banda sonora pica a unos niveles muy altos, tan digna como la de cualquier musical que se precie. Contando con el simpático aliciente de ver cantar a actores tan famosos como el propio Woody, Goldie Hawn, Julia Roberts, Edward Norton, Drew Barrymore, Alan Alda, Tim Roth… Un reparto de lujo para un homenaje nostálgico y divertido a los tiempos de un Broadway centelleante, que además incorpora sus dosis de entrañable burla al aparato político e ideológico estadounidense, a la falsa y superficial entrega a ideales que en realidad sólo sirven como entretenimiento para gente ociosa, al acelerado modo de vida, y que en clave de mucho humor caricaturiza el matrimonio, la familia y las relaciones de pareja.
Woody hace cantar y bailar ante la cámara a una familia disfuncional y no poco disparatada, que en cualquier caso representa a una mayoría marcada por la inestabilidad, la búsqueda y la heterogeneidad. Cónyuges casados en segundas o terceras nupcias, portando hijos de sus anteriores relaciones, conviviendo todos juntos en una mezcla hilarante y ruidosa. Conversaciones múltiples, cotorreos, cada loco con su tema, en suma. Por otro lado, un ex–marido poco afortunado en el amor, que mantiene una amistad-querencia indisoluble hacia su ex–esposa y que se lleva de perlas con el nuevo marido de ella y con el revoltijo de jóvenes hijastros. Y, por supuesto, con su propia y única hija, Djuna, la narradora de la historia.
El paso de las estaciones modifica la estampa del Nueva York de postal que Allen quiso mostrar con toda su amorosa intención, en el que todas esas personas ricas y felices disfrutan a tope de la vida y del amor. Se tiende un puente también hacia Venecia y París, mientras los protagonistas están a caballo entre América y Europa.
Pero, además de un canto a su amada ciudad, Woody no dejaba pasar la oportunidad para lanzar su vena burlesca. La política norteamericana y la hipocresía social son objeto de risa.
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La moral que predica la monogamia y los principios conservadores es a todas luces una patraña, ya que en Estados Unidos la mayor parte de la gente se divorcia, se vuelve a casar y tiene aventuras extramatrimoniales. El amor se ensalza, pero no ciega. ¿Quién no duda en el momento crítico, quién no se pregunta si esa persona es realmente la idónea? Las vacilaciones y los zig-zags de los enamorados o que creen estarlo, o que no están seguros de si lo están, son el reflejo en el que cualquiera se puede mirar en este billete de ida a un espectáculo de vodevil con gusto clásico y urbanita.
Después de tanto vaivén, de tantas experiencias y de unos cuantos romances, a veces se llega a la certeza de que no ha habido nadie como ese primer amor al que se dejó marchar, pero que ha estado en todo momento ahí cuando se le ha necesitado.
8
7 de enero de 2012
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje nº 27 de Woody Allen (Brooklyn, NY, 1 de diciembre de 1935). El guión, escrito por W. Allen, desarrolla una comedia musical basada en un argumento original del autor. Se rueda a partir de septiembre de 1995 en escenarios reales de NY, Venecia y París, con un presupuesto de 20 millones de USD. Producida por Robert Greenhut para Miramax Films, Buena Vista Pictures, Magnolia Productions y Sweetland Films, se proyecta por primera vez en público el 6-XII-1996 (NYC, NY y L.A., CA).

La acción dramática se desarrolla en NYC (Central Park, Madison Avenue, Quinta Avenida…), Venecia (Gran Canal, Plaza de San Marcos, Museo Tintoretto…) y París (Montmatre, Plaza Vendome, Hotel Ritz…), a lo largo del otoño de 1995 y comienzos del invierno de 1995/96. Djana “DJ” Berlin (Lyonne), narradora del relato, es hija de Joe Berlin (Allen), escritor aburrido y tristón, que vive solo en París y pasa sus vacaciones en Venecia, y de Steffi Dandridge (Hawn), mujer liberal, solidaria y comprometida en la organización de un montón de actividades altruistas. Se separó de Joe hace años y se casó con Bob Dandridge (Alda), empresario que rige con éxito su propio negocio. Viven en Manhattan con DJ y los otros cuatro hijos: Skyler (Barrymore), joven, inexperta e inmadura; Scout (Haas), adolescente sumido en confusiones ideológicas; Lane (Hoffmann) y Laura (Portman), que aspiran a conquistar a hijos de familias multimillonarias. Joe, solitario e introvertido, echa de menos los años de convivencia con Steffi, de la que sigue enamorado. Bob es demócrata, liberal y antirrepublicano. Goza de una posición económica desahogada. DJ se enamora con extrema facilidad del último muchacho que conoce y se olvida del anterior.

El film compone una historia que se enmarca en el género de la comedia musical romántica. No es el único trabajo de W. Allen correspondiente a este género: pertenece al mismo “Acordes y desacuerdos” (1999). Algunos críticos equiparan con un musical la película “Días de radio” (1987), rodada 9 años antes que la que comentamos. La pasión del realizador por la música y su intensa melomanía explican que incluyera en su filmografía algunas obras musicales. Conviene señalar que lo hace con convicción y un apasionamiento que le lleva a filmar más de una hora y media de más de los números musicales, que acorta en parte o suprime para ajustar el metraje a poco más de 100 minutos, una duración relativamente elevada dentro de lo que es habitual en su obra. Enlaza los números musicales con la acción de manera que estos hacen avanzar el relato y se emplean para poner de manifiesto las emociones de los personajes. Evita las representaciones de los números de canciones y baile en escenarios teatrales o platós especiales. En aras de la naturalidad, los sitúa en la calle, junto al Sena o en locales de uso colectivo destinados a otros usos, como un restaurante o una joyería.

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La narración cuenta con el apoyo de segmentos dramáticos que la dotan de consistencia y confieren al relato una entidad suficiente para que la historia tenga sentido y una adecuada complejidad. La obra resultante es una espléndida comedia romántica, suma de varias líneas argumentales, exentas de artificios innecesarios, de añadidos ostentosos y de resabios melosos, a los que Hollywood es tan aficionado. El discurso que se presenta es limpio, transparente, festivo, equilibrado y de una gran elegancia formal. Pese a la opción realista que informa la obra de Allen, en este caso permite algunas excepciones a la imaginación y la fantasía, sobre todo en la escena del baile junto al Sena. Los personajes principales están bien desarrollados y las interpretaciones del elenco de cabecera son convincentes.

El rodaje de esta película provoca tensiones en el equipo habitual de producción de Woody Allen a causa de recortes en diversas partidas. La situación se agrava en años posteriores con varios abandonos, que avanzan a causa de una disponibilidad presupuestaria en contracción. A partir del año 2000, el realizador trabaja con un equipo renovado y con unos presupuestos sensiblemente más modestos que los del último decenio.

El desbordante amor al cine del realizador y sus conocimientos del tema, se manifiestan a través de signos de simpatía y admiración dirigidos a los Hermanos Marx, Groucho Marx, las parejas de baile formadas por Ginger Rogers con Fred Astaire, Fred Astaire con Cyd Charisse, Fred Astaire con Rita Hayworth y, sobre todo, Gene Kelly con Leslie Caron (“Un americano en París”, 1951). El número de baile junto al Sena imita el baile de la pareja protagonista de “Un americano en París”. También dedica guiños de simpatía a las películas “Sonrisas y lágrimas” (Wise, 1965), “El loco del pelo rojo” (Minnelli, 1956) y otras.

La banda sonora, con arreglos musicales y orquestación de Dick Hyman, tiene como tema principal la canción “Everyone Says I Love You”, de Bert Kalmar y Harry Ruby, de la que el film toma el título. Añade “All My Life” (que canta Julia Roberts), “Looking At You”, de Cole Porter, y otras que conforman una excelente selección de temas americanos de los años 30 y 40. Son de Dick Hyman dos temas: “Recurrencia” y “Escenas venecianas”, que interpreta al piano el mismo Hyman. La gran orquesta que interviene cuenta con el concurso de más de 80 músicos. La fotografía, de Carlo Di Palma (“Días de radio”, “Alice”), en color y panavisión, compone imágenes de gran belleza plástica, con momentos culminantes como los paisajes urbanos de NY y París y las postales de NYC bajo la nieve. Los bailes y sus coreografías (a cargo de Graciela Daniele), se presentan bien filmados y montados impecablemente.

La película homenajea a las ciudades de NY, Venecia y París, al cine musical y al cine, a la música, al amor y los desamores que se curan con champaña en un santiamén y al humor que hace soportables los envites de la vida.
5
11 de octubre de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé que está hecho a conciencia, que Allen no busca buenos cantantes sino personas reales, pero qué mal cantan los actores de «Todos dicen I love you», por favor. Goldie Hawn se escapa del suspenso y prefiero no tener que elegir al peor porque lo tendría muy difícil.

Musical poco habitual pese a su vocación clásica y paródica, la película hace gala con singular desparpajo de números musicales ridículos y tópicos que demuestran a las claras que las intenciones de Woody Allen son reírse a costa del ser humano y el amor, sentimiento que queramos o no siempre está acompañado de nuestra propia banda sonora. Por ahí, la idea del musical es curiosa, pero por lo demás resta en vez de suma, entre otras cosas porque chirría enormemente oír unas voces tan lastimeras. La narración en off tampoco la encuentro muy útil aunque de vez en cuando aporta reflexiones de interés que igualmente podrían haberse incluido a través de algún diálogo.

Woody Allen vuelve a hilar fino en una entrega más de su perspectiva sobre la vida y las emociones. El retrato que hace de la progresía-demócrata americana, que por cierto es la rica, está cargada de ironía y de autocrítica que también la dirige a él mismo, consciente de la demagogia y la hipocresía imperantes; y el conservadurismo-republicano se lleva el varapalo de presentarse casi como una enfermedad mental, todo ello con un gran sentido del humor, que conste. Las relaciones sentimentales estarán marcadas por la tensión entre lo que deseamos realmente y lo que creemos desear, el desamor y la romántica búsqueda de la pareja ideal, solo que... ¿estamos seguros de qué es lo queremos?

No es de las mejores de su filmografía pero se ve con cabeza y corazón. Espectacular la breve aunque intensa intervención de Tim Roth. Qué peligro de hombre.
6
21 de abril de 2010
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El público no se divide entre incondicionales o enemigos empedernidos del cine de Allen y para muestra esta película.

Su registro es machacón y muchas veces gira en torno a las mismas paranoias y a la pleitesía que rinde a la Europa de las maravillas escenificada en los Champs Elysées. Obsesión que traslada, enfermizamente, a su cosmos particular de las terrazas de Manhattan. Quizás queriendo convertir su NY en la capital americana de la Europa selecta veneciana, parisina y después barcelonesa que se imaginó con la Scarlett y la Cruz de por medio.

Eso incomoda y agrada (al público de su país y a su rendido círculo de Cannes), a partes iguales. Por lo de siempre: Allen retoma sus clásicos, sus chistes calculados cada 30 segundos y sus disparatadas (absurdas historias, poco creíbles) convirtiendo los cotidianos asuntos domésticos en historietas amenas que poco más dan de sí.

Temas que no cuajan en esta película repleta de complejos son, ¡cómo no! las asiduas visitas al psicoterapeuta a 200 dólares la hora. Tampoco el que todo newyorkino viva en Park Avenue. Y menos aún la Roberts. Error. Craso. Además del mismo guión refritado de Allen.

Recurre al mismo punto de partida de siempre. De ahí sus dos películas por año: el escenario ya está preparado y sus actores, conocen al milímetro el cómo, el cuándo, el porqué y demás actitudes desarraigadas de la idiosincrasia de Hollywood. Saben cómo comportarse por el método Allen.

La película: un poco más de lo mismo pero muy por debajo de la genialidad del autor. Sí, hay chistes que sólo su ingenio crea: "Podría hacer un montón de cosas estando muerto al mismo tiempo que estoy vivo, por el desfase horario entre NY y París, tirándome de la Torre Eiffel y recuperando al menos 6 horas...” . Genial, pero obsesivo.

Y en esto Allen, se reinventó de nuevo con Kasandra y Macht Point.

Sabemos que es un musical, pero no atina.

Menos, Edward Norton bailando claqué.

Drew Barryomore y Natalie Portman son dos despercidios porque ni se les ve el peinado.

Julia Roberts, rasa y calculable, previsible en este como en casi todos sus papeles. ¡Qué hartazgo de señora! Es, cansina hasta en una de Allen, cosa difícil. Titubeante, histérica y con frases entrecortadas. Eso sí, canta. Y creo que ahí encontramos el gancho de la película.

Goldie Hawn, estupenda a sus sesentayalguno.

Total: despilfarro de actores y más de lo de siempre: Nochevieja en París, en el Ritz, que será lo que hacen, normalmente, los newyorkinos de Park Avenue cuando se aburren.
No como yo, que si me aburro escucho los youtubes de los Gomaespuma, aunque seguramente lo dejaré porque ahora tengo miedo de cantar hasta en la ducha o de silbar por la calle por eso de que me persiga la SGAE (chiste facebook).

Anda que...
7
9 de mayo de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos habíamos quedado en que estaba yo en mi sofá, con mi mantita, mi copita de Ribera del Duero, mi pisquilabis, mi contrario roncando al otro lado del sofá, los niños puteando a los vecinos en el patio y mi Manolo hecho un cucurrito a mi lado. Hemos terminado de ver "Celebrity" y nos disponemos a continuar con "Todos dicen I love you". Estamos situados? Bien, pues empieza la peli.

Ya me he informado de que es un musical. Malo, a mí los musicales no es que me disloquen precisamente, pero siendo de Woody me espero algo diferente y estoy segura de que me va a gustar. No me equivoco. Tal vez no esté a la altura del resto de su obra pero sabía que me lo iba a pasar bien, y me lo paso. Por supuesto mi contrario, que se había despertado para el pisquilabis, vuelve a caer redondo tras la primera canción. Su primer y sonoro ronquido me informa de que Woody y yo volvemos a estar maravillosamente solos una noche más. Es todo mío. Venga, mi amor, hazme reir como sólo tú sabes.

Veo cantar y bailar a gente a la que nunca imaginé en semejante tesitura; canta y baila el propio Woody, pero también Julia Roberts, Drew Barrymore, Goldie Hawn (fantástico el baile con Allen en los muelles del Sena), Alan Alda, Natalie Portman... por bailar, baila hasta el abuelo. Hay hasta baile de fantasmas. Por cierto, ya que he dado un repaso al elenco, nadie se pregunta cómo es que no hay un solo actor que no esté loco por hacer un papel, por pequeño y poco importante que sea, en una peli de este hombre, incluso aunque tengan que pagar ellos mismos por trabajar con él? Entre "Celebrity" y "Todos dicen..." esta noche está pasando delante de mis narices Hollywood al completo. Si se podía pedir más era esto.

El guión es muy tontorrón, como los de casi todos los musicales, pero Woody aprovecha para colarnos sus cosas: el hijo megafacha en la familia giliprogre, el ex-convicto sociópata al que invitan a cenar, el momento metafísico en el funeral del abuelo... Y de paso nos mete un París y una Venecia que sólo pueden salir de un enamorado de Europa como él. Por cierto, todas las gilipolleces que el personaje de Allen dice y hace para ligarse a Julia son de auténtico descojone. Pondré como paradigma la escena del footing por Venecia. Y la frase: "llevo semanas sin practicar en la cinta andadora; exactamente 572 semanas; 11 años".

Termina la peli y sigo con la sonrisita tontorrona de felicidad, aunque puede que aparte de mi allenmanía, el vino también influya. Tengo un poco de sueñecillo, los niños subieron hace un rato del patio y mi contrario aprovechó para trasladar sus ronquidos a la cama y dejarle su sitio en el sofá a Manolo, que le disputa de este modo el rol de macho alfa. Yo todavía puedo aguantar un poco más, y aunque hace dos días ya vi "Desmontando a Harry" decido seguir. Sólo 3 ó 4 chistes, y a la cama.
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