¿Quién le teme a Virginia Woolf?
Drama
George y Martha son un matrimonio que se profesa un odio salvaje. Ambos tienen personalidades autodestructivas, conocen perfectamente las debilidades del otro y saben cómo exasperarlo. George es un profesor de historia alcohólico. Martha, la hija del director de la universidad donde George da clases, es una mujer frustrada y vulnerable. Un sábado por la noche, después de una fiesta, invitan a su casa a un nuevo profesor y a su esposa. ... [+]
14 de diciembre de 2010
14 de diciembre de 2010
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay historias de películas que no se olvidan y hay películas que el cine no olvida en su historia. Esta película es ambos casos.
Richard Burton y sobre todo Elizabeth Taylor se descomponen aquí de todo el glamour en que estaban envueltos desde los inicios de sus carreras y en sus películas anteriores. De hecho todos los actores de esta producción fueron nominados a los premios de la academia. Lo que se tenían Richard Burton y Elizabeth Taylor era amor tumultuoso, salvaje. Ese sentimiento no apto para temerosos que a cambio te susurra al oído que estás vivo. También puede hacer de ti un muestrario de desequilibrios psicológicos.
Richard Burton y sobre todo Elizabeth Taylor se descomponen aquí de todo el glamour en que estaban envueltos desde los inicios de sus carreras y en sus películas anteriores. De hecho todos los actores de esta producción fueron nominados a los premios de la academia. Lo que se tenían Richard Burton y Elizabeth Taylor era amor tumultuoso, salvaje. Ese sentimiento no apto para temerosos que a cambio te susurra al oído que estás vivo. También puede hacer de ti un muestrario de desequilibrios psicológicos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una pieza especialmente pesimista y áspera, más negra que un pozo sin fondo en su acercamiento al alma del ser humano; Mike Nichols supo poner en imágenes con gran destreza, a pesar de tratarse de su primer largometraje y posiblemente el mejor hasta la fecha. Insultos, vejaciones y desprecio se convierten aquí en una negra flota que surca el auténtico río de alcohol que ingieren sin tregua todos los personajes durante las más de dos horas de duración del film, dando lugar a situaciones extremadamente violentas. Una violencia que casi nada tiene que ver con el contacto físico y sí con el daño que una palabra hiriente, seleccionada con cariño para humillar al otro, puede provocar. Todos los personajes de hecho, son víctimas y verdugos al mismo tiempo. George, Martha y el joven matrimonio. Todos guardan secretos. Y su frustración, su miseria, les hace atacar con saña a los que tienen más cerca, haciéndolos responsables de lo peor de sus vidas.
Y por encima de todo, unas interpretaciones que parecen de otro mundo. Los cuatro actores se implican de tal modo que consiguen alcanzar la excelencia, transmitiendo una colección de emociones que muy pocas veces se han visto retratadas con tanta precisión: rabia, dolor, confusión, amargura, fragilidad, odio, desesperación… Un cóctel que llega a alcanzar temperaturas casi insoportables para el propio espectador, que no puede por menos que sentirse incómodamente atrapado en escenas como la llegada del joven matrimonio a casa de George y Martha o en la escena del bar de carretera. Hay películas más amables, claro está, pero pocas con un trabajo de los actores tan completo y deslumbrante. Sencillamente perfecto. No es exageración, es amor. Amor por el cine.
Y por encima de todo, unas interpretaciones que parecen de otro mundo. Los cuatro actores se implican de tal modo que consiguen alcanzar la excelencia, transmitiendo una colección de emociones que muy pocas veces se han visto retratadas con tanta precisión: rabia, dolor, confusión, amargura, fragilidad, odio, desesperación… Un cóctel que llega a alcanzar temperaturas casi insoportables para el propio espectador, que no puede por menos que sentirse incómodamente atrapado en escenas como la llegada del joven matrimonio a casa de George y Martha o en la escena del bar de carretera. Hay películas más amables, claro está, pero pocas con un trabajo de los actores tan completo y deslumbrante. Sencillamente perfecto. No es exageración, es amor. Amor por el cine.
18 de julio de 2009
18 de julio de 2009
43 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano ha sido siempre una especie animal muy brutal. No es nuevo evidentemente, pero lo que resulta más llamativo es que a partir de los años sesenta del pasado siglo, le gusta mostrar sus miserias al resto de la humanidad de forma pública.
Vídeos con ejecuciones, asesinatos, peleas, accidentes y todo tipo de salvajadas varias pueden verlo en YouTube y otras páginas similares. Digamos que esa es la adrenalina más espectacular, pero luego está el capítulo de las discusiones familiares. Dicen muchos especialistas que hablar día sí y día también en los medios de comunicación sobre la violencia doméstica, no ayuda a su disminución sino que aumenta porque la gente mimetiza lo que ve. Y es cierto.
Pero seguimos lastrados por la falsa ilusión de decisión propia creada por la democracia. Todos nosotros, unos más que otros, estamos severamente condicionados por el entorno. Por eso el grano de arena puramente provocativo y hasta demencial que inserta Mike Nichols en su primera película es digno de estudio.
Ver despedazarse a una pareja madura, faltarse al respeto, insultarse y caer muy bajo entre otras cosas resulta que lo llaman un drama humano de alto calado. Primero se vulgarizó el arte, luego los contenidos y finalmente le tocó el turno a las interrelaciones humanas.
¿Cuál es el resultado final de toda esta campaña luciferina? Pues que si se hace una película familiar con enseñanzas nobles se dice que es muy ñoña, y en cambio si se presenta un tío cortando los dedos de otro semejante es cojonuda.
Los bononos son los seres vivos que más tienen en común con el hombre, compartimos con ellos un 98,5 % de nuestros genes, son seres muy pacíficos, matriarcales y que no suelen salvo raras excepciones discutir entre ellos y mucho menos matarse. Utilizan entre otras herramientas la negociación y el sexo para apaciguar los ánimos.
Nosotros seguimos prefiriendo hacer daño, y lo que es peor, enseñar a los demás como se hace.
Por cierto, la mejor actuación de la película es de Richard Burton de largo. No ganó, claro, no estaba tan endemoniado como la otra.
Vídeos con ejecuciones, asesinatos, peleas, accidentes y todo tipo de salvajadas varias pueden verlo en YouTube y otras páginas similares. Digamos que esa es la adrenalina más espectacular, pero luego está el capítulo de las discusiones familiares. Dicen muchos especialistas que hablar día sí y día también en los medios de comunicación sobre la violencia doméstica, no ayuda a su disminución sino que aumenta porque la gente mimetiza lo que ve. Y es cierto.
Pero seguimos lastrados por la falsa ilusión de decisión propia creada por la democracia. Todos nosotros, unos más que otros, estamos severamente condicionados por el entorno. Por eso el grano de arena puramente provocativo y hasta demencial que inserta Mike Nichols en su primera película es digno de estudio.
Ver despedazarse a una pareja madura, faltarse al respeto, insultarse y caer muy bajo entre otras cosas resulta que lo llaman un drama humano de alto calado. Primero se vulgarizó el arte, luego los contenidos y finalmente le tocó el turno a las interrelaciones humanas.
¿Cuál es el resultado final de toda esta campaña luciferina? Pues que si se hace una película familiar con enseñanzas nobles se dice que es muy ñoña, y en cambio si se presenta un tío cortando los dedos de otro semejante es cojonuda.
Los bononos son los seres vivos que más tienen en común con el hombre, compartimos con ellos un 98,5 % de nuestros genes, son seres muy pacíficos, matriarcales y que no suelen salvo raras excepciones discutir entre ellos y mucho menos matarse. Utilizan entre otras herramientas la negociación y el sexo para apaciguar los ánimos.
Nosotros seguimos prefiriendo hacer daño, y lo que es peor, enseñar a los demás como se hace.
Por cierto, la mejor actuación de la película es de Richard Burton de largo. No ganó, claro, no estaba tan endemoniado como la otra.
4 de diciembre de 2015
4 de diciembre de 2015
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
195/09(24/11/15) Vibrante ópera prima de Mike Nichols, hasta entonces trabajaba en el teatro, y se nota, para su debut nada mejor que apoyarse en un texto teatral, una obra del dramaturgo Edward Albee en tres actos, "Who's Afraid Of Virginia Woolf?", adaptada por Ernest Lehman (“Con la muerte en los talones”), que a través de una meliflua noche se hace una mordaz radiografía del matrimonio, se pone en el foco uno ya en la madurez al borde del abismo, cínicos, punzantes, frustrados, hirientes entre sí, frente a la bisoñez de uno joven, se hace una descarnada deconstrucción de las complejas relaciones maritales. Se desarrolla a base de un lenguaje bastante fuerte para la época, lo cual hizo tuviera grandes problemas con la censura. Fue nominada a 13 Oscars, incluyendo Película y Director, uno de los dos films nominados en todas las categorías elegibles en los Oscars (la otra es “Cimarron”), los cuatro actores fueron nominados (Richard y Liz en principal, Sandy y George en reparto), ganó cinco, fue el segundo por Elizabeth Taylor y el primero para Sandy Dennis.
El escenario principal es una casa en el campus de la Universidad de New Carthago (Nueva Inglaterra), acontece entre las dos de la mañana y el amanecer, los protagonistas son el matrimonio de mediana edad George (Richard Burton), de 46 años, es profesor de historia, y Martha (Liz Taylor), hija del decano, una pareja con una compleja relación de amor-odio. Tras una fiesta invitan a tomar una copa a su hogar a un joven matrimonio, Nick (George Segal), profesor de biología, y Honey (Sandy Dennis), derivando en una noche tormentosa emocionalmente, donde el alcohol ejercerá papel importante en la desinhibición.
Es un film de corte dramático, con un cuarteto protagónico perfectamente delineado, un furibundo y electrizante torur de forcé, donde el ganador es el espectador. Puesta en escena que se respira por su escaso elenco en teatral, pero no en su ágil puesta en escena, muy dinámica y fluida, con una narración salpicada de hoscas dosis de humor negro, ello en un desarrollo de un crescendo opresivo asfixiante, donde el ambiente se va cerrando más y más sobre el cuarteto, transmitiéndonos claustrofobia anímica, enmarcado en diálogos soeces, espinosos, cínicos, humillantes, dejando relucir las miserias y patetismos del patio trasero de los supuestos matrimonios felices (y comieron perdices), y por ende de nuestra sociedad, el patio-basurero donde recalan los miedos, frustraciones, remordimientos, anhelos, esperanzas, rabia, autoengaños, secretos, inseguridades, amargura, fragilidad, y sobre todo mucha infelicidad, convirtiéndose el relato en una sucesión constante de juegos maliciosos, perversos, en los que brotan mentiras, puyas, ataques, en el que cada uno intenta hacer más daño que el otro. Todo expuesto en un microcosmos de enorme ambigüedad, de complejas mentiras y medias verdades, donde se confunden realidad y quimeras, donde la tensión dramática se puede cortar por la densidad que llega a alcanzar, expuestas estas retorcidas relaciones a cuatro bandas con un lenguaje muy natural , cargado de lenguaje soez, provocando enfrentamientos verbales de gran fuerza y crudeza. Un lienzo despiadado sobre los traumas matrimoniales que les hace autodestruirse mutuamente, siendo unos títeres en sus perversas manos un joven matrimonio tomado como “rehén” nocturno, también nacido de mentiras y sinsabores, derivando en briosos duelos dialécticos que apenas dan descanso.
No es redonda, tiene sus taras, pues hay tramos en que se le va la mano con situaciones muy forzadas, muy exageradas y excesivas, con un dramatismo sobreexplotado, derivando en cierto grado de pérdida de credibilidad, componiendo situaciones artificiosas, perdiendo conforme avanza, en su segunda mitad sobre todo naturalidad, no se entiende que el matrimonio joven aguante esta aparatosa batalla matrimonial y no se marche, tanto quieren imprimir de tintes psicológico-freudianos que se pasan, haciéndose en algunos momentos atropellado tanto diálogo melodramático, te hace no entiendas ciertamente que se achacan uno al otro, llega a parecer que nos han hurtado de información necesaria para entender algo esta patológica relación malsana, llega a saturarte tanta vuelta de tuerca, seguramente le hubiera ido mejor un recorte de metraje para hacerla más sólida, y no cayera en algo de reiteración que hace te aleje de los personajes.
Puesta en escena bastante buena, con notable diseño de producción de Richard Sylbert (“Rosemary’s baby”, “El graduado” o “Chinatown”), rodándose en varios lugares de Massachusetts, como Cambridge, Red Basket y Smith College y en los Warner Studios (Burbank, CA), con muy realistas escenarios, esto embellecido en glorioso b/n por Haskell Wexler (“En el calor de la noche”, “Alguien voló sobre el nido del cuco”), con un contrastes de negros, blancos y grises, jugando con habilidad con los contraluces, los claroscuros, las sombras, hiper-expresivos primeros planos, cenitales, subjetivos, travellings sugestivos, con un cuidado por el detalle primoroso, sabiendo sacar de cada escena lo mejor, y de las actuaciones emociones, como experimentando con la cámara a modo de transmitir el estado lisérgico-alcohólico de los personajes, con tomas y encuadres de gran poderío dramático. A esto se suma la música de Alex North (“Vivas Zapata!”, “Spartacus” o “Cleopatra”), acentuando con bellas melodías la turbadora atmósfera, sobresaliendo el tema central a guitarra, de efluvios emotivos y románticos, acunando sin intrusismo la telaraña enfermiza de estos disfuncionales matrimonios, estuvo nominada al Oscar. (sigue en spoiler)
El escenario principal es una casa en el campus de la Universidad de New Carthago (Nueva Inglaterra), acontece entre las dos de la mañana y el amanecer, los protagonistas son el matrimonio de mediana edad George (Richard Burton), de 46 años, es profesor de historia, y Martha (Liz Taylor), hija del decano, una pareja con una compleja relación de amor-odio. Tras una fiesta invitan a tomar una copa a su hogar a un joven matrimonio, Nick (George Segal), profesor de biología, y Honey (Sandy Dennis), derivando en una noche tormentosa emocionalmente, donde el alcohol ejercerá papel importante en la desinhibición.
Es un film de corte dramático, con un cuarteto protagónico perfectamente delineado, un furibundo y electrizante torur de forcé, donde el ganador es el espectador. Puesta en escena que se respira por su escaso elenco en teatral, pero no en su ágil puesta en escena, muy dinámica y fluida, con una narración salpicada de hoscas dosis de humor negro, ello en un desarrollo de un crescendo opresivo asfixiante, donde el ambiente se va cerrando más y más sobre el cuarteto, transmitiéndonos claustrofobia anímica, enmarcado en diálogos soeces, espinosos, cínicos, humillantes, dejando relucir las miserias y patetismos del patio trasero de los supuestos matrimonios felices (y comieron perdices), y por ende de nuestra sociedad, el patio-basurero donde recalan los miedos, frustraciones, remordimientos, anhelos, esperanzas, rabia, autoengaños, secretos, inseguridades, amargura, fragilidad, y sobre todo mucha infelicidad, convirtiéndose el relato en una sucesión constante de juegos maliciosos, perversos, en los que brotan mentiras, puyas, ataques, en el que cada uno intenta hacer más daño que el otro. Todo expuesto en un microcosmos de enorme ambigüedad, de complejas mentiras y medias verdades, donde se confunden realidad y quimeras, donde la tensión dramática se puede cortar por la densidad que llega a alcanzar, expuestas estas retorcidas relaciones a cuatro bandas con un lenguaje muy natural , cargado de lenguaje soez, provocando enfrentamientos verbales de gran fuerza y crudeza. Un lienzo despiadado sobre los traumas matrimoniales que les hace autodestruirse mutuamente, siendo unos títeres en sus perversas manos un joven matrimonio tomado como “rehén” nocturno, también nacido de mentiras y sinsabores, derivando en briosos duelos dialécticos que apenas dan descanso.
No es redonda, tiene sus taras, pues hay tramos en que se le va la mano con situaciones muy forzadas, muy exageradas y excesivas, con un dramatismo sobreexplotado, derivando en cierto grado de pérdida de credibilidad, componiendo situaciones artificiosas, perdiendo conforme avanza, en su segunda mitad sobre todo naturalidad, no se entiende que el matrimonio joven aguante esta aparatosa batalla matrimonial y no se marche, tanto quieren imprimir de tintes psicológico-freudianos que se pasan, haciéndose en algunos momentos atropellado tanto diálogo melodramático, te hace no entiendas ciertamente que se achacan uno al otro, llega a parecer que nos han hurtado de información necesaria para entender algo esta patológica relación malsana, llega a saturarte tanta vuelta de tuerca, seguramente le hubiera ido mejor un recorte de metraje para hacerla más sólida, y no cayera en algo de reiteración que hace te aleje de los personajes.
Puesta en escena bastante buena, con notable diseño de producción de Richard Sylbert (“Rosemary’s baby”, “El graduado” o “Chinatown”), rodándose en varios lugares de Massachusetts, como Cambridge, Red Basket y Smith College y en los Warner Studios (Burbank, CA), con muy realistas escenarios, esto embellecido en glorioso b/n por Haskell Wexler (“En el calor de la noche”, “Alguien voló sobre el nido del cuco”), con un contrastes de negros, blancos y grises, jugando con habilidad con los contraluces, los claroscuros, las sombras, hiper-expresivos primeros planos, cenitales, subjetivos, travellings sugestivos, con un cuidado por el detalle primoroso, sabiendo sacar de cada escena lo mejor, y de las actuaciones emociones, como experimentando con la cámara a modo de transmitir el estado lisérgico-alcohólico de los personajes, con tomas y encuadres de gran poderío dramático. A esto se suma la música de Alex North (“Vivas Zapata!”, “Spartacus” o “Cleopatra”), acentuando con bellas melodías la turbadora atmósfera, sobresaliendo el tema central a guitarra, de efluvios emotivos y románticos, acunando sin intrusismo la telaraña enfermiza de estos disfuncionales matrimonios, estuvo nominada al Oscar. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El elenco actoral es el gran soporte del film, destacando la Titánica pareja Liz Taylor y Richard Burton, destilando una química y compenetración rara vez alcanzada en la gran pantalla, seguro tuvo mucho que ver eran pareja en la vida real, y además de amor-odio, con esta fueron pareja en cine seis veces. Liz Taylor es un Coloso, racial, carismática, colérica, cariñosa, dulce, adusta, magnífica, con un lenguaje gestual y verbalidad extraordinaria, además para dar el rol de madurita ganó 13,5 kg de peso. Richard Burton es el otro gran vértice, exhibe un tremendo arco de emociones, dolor, frustración, angustia, ira, un sibilino que sonsaca al matrimonio visitante sus secretos con artimañas arteras, con un poderío oral apabullante, los dos con sus ententes traspasan la pantalla, la desbordan. George Segal.....
En la obra de teatro de de 1962 de Albee hay bastantes palabras y frases malsonantes para las mentes biempensantes del momento, con “malditas”, “jorobas”, “hijoputas”, “grandes pezones” y más lindezas lingüísticas, muy fresca, vanguardista en saltarse los límites orales del momento por sus constantes blasfemias, con esto hacia que los críticos pensasen que era imposible llevarla al cine, elemento más políticamente correcto, y sobre todo por el Código de autocensura imperante, aún así Lehman es muy fiel al texto, aún así la Warner tuvo que acordar la eliminación de ciertas palabras malsonantes para cumplir con la censura.
Spoiler:
A Edward Albee el título lo pensó antes de comenzar a escribir la obra, viene de la canción “Who's afraid of the big bad wolf?” (Quién teme al enorme lobo malo?), del famoso corto animado de “Los Tres Cerditos” (1933) de la Disney, que supongo por derechos de autor se entona en el film de modo diferente, título referente a cuestiones pseudo-filosóficas que emparentan con <Quién tiene miedo de vivir la vida sin falsas ilusiones?>, se cambia el lobo por Virginia Woolf, escritora británica de célebres novelas, hija del novelista y del historiador Leslie Stephen, depresiva, con fuertes crisis nerviosas y constantes cambios de humor, con trastorno bipolar, bisexual, casada con el escritor Leonard Woolf, al que atormentaba tanto su temperamento, que optó por dejarlo en paz suicidándose. Como curiosidad los nombres de los protagonistas George y Martha son los del primer presidente de USA, Washington y su esposa.
La Warner compró los derechos de la obra, Jack L. Warner le dijo a Albee que quería de protagonistas a Bette Davisy James Mason para Martha y George, con el autoguiño imitándose a sí misma Bette Davis con la frase <Que basura!>, frase famosa del film “Más allá del bosque” (1949), pronunciada por la propia actriz.
Es una adaptación bastante fiel a la obra teatral, apenas pequeños detalles que no alteran el sentido del film, a diferencia de la obra de teatro aparecen dos personajes, el dueño del bar de carretera, con unas pocas palabras y su esposa camarera, sin diálogo. La obra teatral se centra única y exclusivamente en la casa de Matha y George, en el film hay una escena en el coche, otra en el susodicho bar, y otra en el patio de la casa. También se incrusta el momento en que vemos a George ir a buscar algo en un armario, vemos saca lo que parece ser una escopeta, tramo no de la obra teatral.
En conjunto me queda un buen drama que deconstruye con saña las relaciones maritales, con unos protagonistas sublimes, con el defecto de ser algo excesiva. Fuerza y honor!!!
En la obra de teatro de de 1962 de Albee hay bastantes palabras y frases malsonantes para las mentes biempensantes del momento, con “malditas”, “jorobas”, “hijoputas”, “grandes pezones” y más lindezas lingüísticas, muy fresca, vanguardista en saltarse los límites orales del momento por sus constantes blasfemias, con esto hacia que los críticos pensasen que era imposible llevarla al cine, elemento más políticamente correcto, y sobre todo por el Código de autocensura imperante, aún así Lehman es muy fiel al texto, aún así la Warner tuvo que acordar la eliminación de ciertas palabras malsonantes para cumplir con la censura.
Spoiler:
A Edward Albee el título lo pensó antes de comenzar a escribir la obra, viene de la canción “Who's afraid of the big bad wolf?” (Quién teme al enorme lobo malo?), del famoso corto animado de “Los Tres Cerditos” (1933) de la Disney, que supongo por derechos de autor se entona en el film de modo diferente, título referente a cuestiones pseudo-filosóficas que emparentan con <Quién tiene miedo de vivir la vida sin falsas ilusiones?>, se cambia el lobo por Virginia Woolf, escritora británica de célebres novelas, hija del novelista y del historiador Leslie Stephen, depresiva, con fuertes crisis nerviosas y constantes cambios de humor, con trastorno bipolar, bisexual, casada con el escritor Leonard Woolf, al que atormentaba tanto su temperamento, que optó por dejarlo en paz suicidándose. Como curiosidad los nombres de los protagonistas George y Martha son los del primer presidente de USA, Washington y su esposa.
La Warner compró los derechos de la obra, Jack L. Warner le dijo a Albee que quería de protagonistas a Bette Davisy James Mason para Martha y George, con el autoguiño imitándose a sí misma Bette Davis con la frase <Que basura!>, frase famosa del film “Más allá del bosque” (1949), pronunciada por la propia actriz.
Es una adaptación bastante fiel a la obra teatral, apenas pequeños detalles que no alteran el sentido del film, a diferencia de la obra de teatro aparecen dos personajes, el dueño del bar de carretera, con unas pocas palabras y su esposa camarera, sin diálogo. La obra teatral se centra única y exclusivamente en la casa de Matha y George, en el film hay una escena en el coche, otra en el susodicho bar, y otra en el patio de la casa. También se incrusta el momento en que vemos a George ir a buscar algo en un armario, vemos saca lo que parece ser una escopeta, tramo no de la obra teatral.
En conjunto me queda un buen drama que deconstruye con saña las relaciones maritales, con unos protagonistas sublimes, con el defecto de ser algo excesiva. Fuerza y honor!!!
15 de noviembre de 2008
15 de noviembre de 2008
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiero empezar por lo que a mi me ha parecido mejor de la peícula, sobre todo la cota de intensidad (emocional e intelectual) a la que la película se eleva, ya desde los primeros diálogos, a partir de los cuales no hay tregua ya para el espectador, que asiste aturdido a esta enloquecida noche aciaga, y de la que no baja hasta que se hace de día, volviendo todo a la calma. Las pullas que se lanzan, sus bromas, los abrazos que Elizabeth Taylor implora y no recibe, los arrebatos de ira de un Richard Burton frío, cínico, amargo y frustrado, maravilloso en esta película, y en fin las continuas situciones límite, que parecen sin retorno, pero que vuelven, y que se suceden sin apenas momentos de respiro (como el del columpio, en el que Richard Burton parece abatdo y en el que parece poderse cimentar al menos un afecto sin brechas entre los dos hombres de la película).
La esperanza de vida de ella, la falta de carácter de él para afrontar la vida, las mentiras y los silencios que se crean, necesarios para mantener los vinculos, todas las vísceras malolientes de cualquier relación puestas sobre la mesa, como 40 años después hará (en mi opinión con mucha mayor maestría) en Closer.
Lo que no me ha gustado de la película es que a mi en ningún momento me resulta verosímil. El espectáculo empieza y uno no se cree nada. Aunque Nichols pretenda darle el tratamiento de un matrimonio medio americano no puedo creer en un matrimonio que oscile así entre la complicidad y el terror. Nadie puede creer que unos invitados acepten y asistan a los "juegos" de Burton con su eposa y con ellos, tan sañudos, tan gratuitamente, que ninguno de los cuatro se deje maltratar de esa manera. Puede ser que no haya sido capaz de ver a estos dos matrimonios americanos como vi a los cuatro personajes de Closer, como estereotipos. La película no se decide, me parece, entre si la actitud de los personajes es propa de un circo o es más bien la cruda y nocturna realidad de un matrimonio frustrado de mediana edad, enfrentado a las bisoñas pretensiones de un matrimonio joven, uno y otro puestos delante del espejo del tiempo, de lo que fueron a lo que serán, y al revés. Hay un abismo en la película entre el esperpento y una razón dicursva que hace que los personajes se expliquen, el mismo que existe entre ficción y realidad dentro del matrimonio, y creo que la película naufraga un poco en este abismo que separa un formato del otro, no quedándose en ninguno. Termina, apagan la luz cansados, y podría haber sido todo un mal sueño de una mala noche de septiembre, pero no, porque algo así ocurre mensualmente, porque continuamente se echan en cara llevar años los dos en ese mismo juego... la historia del matrimonio joven no me parece mucho más verosímil.
Closer es poco recomendable para parejas o matrimonios jóvenes. Esta sospecho que sería letal para parejas de casados (¿sin hijos?) de mediana edad, demasiado agria.
La esperanza de vida de ella, la falta de carácter de él para afrontar la vida, las mentiras y los silencios que se crean, necesarios para mantener los vinculos, todas las vísceras malolientes de cualquier relación puestas sobre la mesa, como 40 años después hará (en mi opinión con mucha mayor maestría) en Closer.
Lo que no me ha gustado de la película es que a mi en ningún momento me resulta verosímil. El espectáculo empieza y uno no se cree nada. Aunque Nichols pretenda darle el tratamiento de un matrimonio medio americano no puedo creer en un matrimonio que oscile así entre la complicidad y el terror. Nadie puede creer que unos invitados acepten y asistan a los "juegos" de Burton con su eposa y con ellos, tan sañudos, tan gratuitamente, que ninguno de los cuatro se deje maltratar de esa manera. Puede ser que no haya sido capaz de ver a estos dos matrimonios americanos como vi a los cuatro personajes de Closer, como estereotipos. La película no se decide, me parece, entre si la actitud de los personajes es propa de un circo o es más bien la cruda y nocturna realidad de un matrimonio frustrado de mediana edad, enfrentado a las bisoñas pretensiones de un matrimonio joven, uno y otro puestos delante del espejo del tiempo, de lo que fueron a lo que serán, y al revés. Hay un abismo en la película entre el esperpento y una razón dicursva que hace que los personajes se expliquen, el mismo que existe entre ficción y realidad dentro del matrimonio, y creo que la película naufraga un poco en este abismo que separa un formato del otro, no quedándose en ninguno. Termina, apagan la luz cansados, y podría haber sido todo un mal sueño de una mala noche de septiembre, pero no, porque algo así ocurre mensualmente, porque continuamente se echan en cara llevar años los dos en ese mismo juego... la historia del matrimonio joven no me parece mucho más verosímil.
Closer es poco recomendable para parejas o matrimonios jóvenes. Esta sospecho que sería letal para parejas de casados (¿sin hijos?) de mediana edad, demasiado agria.
3 de agosto de 2015
3 de agosto de 2015
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo entender la multitud de elogios y buenas críticas que ha cosechado esta película. Es una de las mejores interpretaciones de Taylor y Burton, los diálogos son ingeniosos y la crítica es mordaz. Nichols hace un trabajo de adaptación estupendo, este film es un modelo de utilización de los recursos cinematográficos (movimientos de cámara, fotografía, iluminación), pero con una fidelidad casi reverencial al espíritu de la obra de teatro en que se inspira. Reconozco que "¿Quién teme a Virginia Woolf?" es una sacudida demoledora a las conciencias de la sociedad norteamericana provinciana de los años sesenta (y, por extensión, de nuestra civilización occidental, tan democráticamente pulcra y asépticamente feliz). Admito que la película ha provocado en mí la reacción que sin duda buscaba: opresión, incomodidad, casi repugnancia... No obstante, no puedo evitar una cierta sensación de saturación, de densidad desmedida y artificiosa. Quizá el metraje (acorde con la duración de la obra de teatro) sea excesivo, pero lo cierto es que hay momentos, sobre todo en la segunda mitad de la película, que no son del todo verosímiles. Sé que no es problema de la versión de Nichols, sino del original en que se inspira, porque ya he experimentado esta misma sensación al enfrentarme a la versión teatral. Percibo una especie de masoquismo en todos los personajes, que parecen disfrutar revolcándose entre su propia porquería, y ello no me resulta del todo creíble, sobre todo en lo que respecta al matrimonio joven. Con ello, a pesar de haberme enfrentado a esta obra en diferentes formatos y versiones, nunca he podido evitar el desengancharme en su último tramo, como si ya estuviese saturado de asco y de emociones autorreprimidas. Y, sin embargo, cuando llega el final, queda el regusto de haber visto una obra arriesgada, vital, nada autocomplaciente...
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