El hombre más buscado
2014 

6.2
9,627
Thriller
Un inmigrante, mitad checheno y mitad ruso, llega a la comunidad islámica de Hamburgo reclamando la herencia de su padre. A partir de ese momento despierta el interés de las agencias de seguridad alemana y norteamericana, que están decididas a averiguar cuál es la verdadera identidad de ese hombre: si se trata de una víctima oprimida o de un extremista con tendencias violentas. (FILMAFFINITY)
16 de septiembre de 2014
16 de septiembre de 2014
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El terrorismo islámico, llámese Al Qaeda, Yihad o Estado Islámico, hace tiempo que planteó una guerra que no es convencional, cuenta con financiación ilegal y no se libra en un campo de batalla, se basa en el chantaje, la propaganda política y en el terror psicológico, se ha globalizado e intenta aprovechar las debilidades de occidente, utilizan el terror para amedrentarnos e imponer sus ideas totalitarias y fanáticas, y si somos sumisos, cobardes y no recapacitamos sobre lo que estamos haciendo mal, conseguirán sus objetivos.
Qué duda cabe que tras el atentado contra el World Trade Center en Nueva York, Occidente vive en un estado de psicosis permanente ante el terrorismo islámico. La paranoia de nuestra sociedad hace que cualquier musulmán sea implícitamente sospechoso por el mero hecho de ser ilegal o desarraigado. Y eso, reconozco, que no es justo, en absoluto. Ésta película, basada en la novela homónima de John Le Carré, reflexiona abiertamente sobre el mundo oscuro de los servicios de inteligencia de las grandes potencias. Es un fiel reflejo del trabajo habitual del espía del siglo XXI, lejos de estereotipos idealizados, donde superhombres realizaban gestas heroicas llenas de acción y audacia, entre persecuciones y disparos. Ahora el espía, suele ser la antítesis del espía tradicional, un tipo que maneja la tecnología, hace largos seguimientos de vigilancia, utilizando más la información que la acción.
Hamburgo, gran puerto de mercancías y tráfico de extranjeros, es la ciudad donde Mohamed Atta reclutó la célula terrorista que derribaron las torres gemelas, a ella llega sin papeles el enigmático Issa Karpov, un joven de madre chechena y padre ruso e islamista devoto. De ahí que es seguido por la unidad que dirige el veterano agente alemán Günter Bachman (Philip Seymor Hoffman, en el mejor papel de su corta vida), fumador empedernido y alcohólico, orondo y desaliñado, pero con gran experiencia sobre terrorismo. También la CIA, así como la policía alemana ha echado el ojo al ilegal, que se dispone a retirar una enorme suma de dinero que el repudia por su procedencia. Durante la investigación y por azar aparece Anabel Richter (Rachel McAdams) una joven abogada defensora de los derechos civiles que presta ayuda a Issa sin saber el riesgo que corre.
Anton Corbijn, director interesante a seguir, nos muestra con gran realismo una ciudad grisácea de escenarios sórdidos. El cineasta hace gala de su experiencia como fotógrafo, creando atmósferas con las escenas portuarias, con asombrosa verosimilitud y una absorbente trama en una tensión progresiva y en toda su crudeza, el desarrollo de una operación despojada de toda clase de acrobacias y persecuciones efectistas, tradicionales del género, por la sencilla razón de que los tiempos han cambiado. “El hombre más buscado” es por encima de todo un film de personajes nada edificantes que transitan por una mediocre existencia impregnada de desesperanza, de pesimismo y desconfianza, sin duda una alegoría de lo que es hoy en día Occidente.
Qué duda cabe que tras el atentado contra el World Trade Center en Nueva York, Occidente vive en un estado de psicosis permanente ante el terrorismo islámico. La paranoia de nuestra sociedad hace que cualquier musulmán sea implícitamente sospechoso por el mero hecho de ser ilegal o desarraigado. Y eso, reconozco, que no es justo, en absoluto. Ésta película, basada en la novela homónima de John Le Carré, reflexiona abiertamente sobre el mundo oscuro de los servicios de inteligencia de las grandes potencias. Es un fiel reflejo del trabajo habitual del espía del siglo XXI, lejos de estereotipos idealizados, donde superhombres realizaban gestas heroicas llenas de acción y audacia, entre persecuciones y disparos. Ahora el espía, suele ser la antítesis del espía tradicional, un tipo que maneja la tecnología, hace largos seguimientos de vigilancia, utilizando más la información que la acción.
Hamburgo, gran puerto de mercancías y tráfico de extranjeros, es la ciudad donde Mohamed Atta reclutó la célula terrorista que derribaron las torres gemelas, a ella llega sin papeles el enigmático Issa Karpov, un joven de madre chechena y padre ruso e islamista devoto. De ahí que es seguido por la unidad que dirige el veterano agente alemán Günter Bachman (Philip Seymor Hoffman, en el mejor papel de su corta vida), fumador empedernido y alcohólico, orondo y desaliñado, pero con gran experiencia sobre terrorismo. También la CIA, así como la policía alemana ha echado el ojo al ilegal, que se dispone a retirar una enorme suma de dinero que el repudia por su procedencia. Durante la investigación y por azar aparece Anabel Richter (Rachel McAdams) una joven abogada defensora de los derechos civiles que presta ayuda a Issa sin saber el riesgo que corre.
Anton Corbijn, director interesante a seguir, nos muestra con gran realismo una ciudad grisácea de escenarios sórdidos. El cineasta hace gala de su experiencia como fotógrafo, creando atmósferas con las escenas portuarias, con asombrosa verosimilitud y una absorbente trama en una tensión progresiva y en toda su crudeza, el desarrollo de una operación despojada de toda clase de acrobacias y persecuciones efectistas, tradicionales del género, por la sencilla razón de que los tiempos han cambiado. “El hombre más buscado” es por encima de todo un film de personajes nada edificantes que transitan por una mediocre existencia impregnada de desesperanza, de pesimismo y desconfianza, sin duda una alegoría de lo que es hoy en día Occidente.
12 de septiembre de 2014
12 de septiembre de 2014
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador holandés Anton Corbijn ha ligado estrechamente sus inicios profesionales a los campos de la música y la fotografía. Cuenta con una amplia y sólida trayectoria como artífice de videoclips para grupos como U2, Depeche Mode o Metallica y para solistas como Bryan Adams. De hecho, eligió rodar para su debut en la pantalla grande un biopic sobre Ian Curtis, líder del conjunto británico Joy Division, que se suicidó a los veintitrés años tras padecer una epilepsia unida a conductas depresivas, y que dejó un legado artístico muy particular. Aquel film, titulado Control, se estrenó en el año 2007, cosechando magníficas críticas que contribuyeron a la consecución del BAFTA de la Academia Británica de Cine al mejor guión. Asimismo, resultó nominado en las categorías de mejor película y mejor actriz -Samantha Morton-. Recibió también otros galardones en diversos certámenes cinematográficos, como el Festival de Cannes. Por lo tanto, Corbijn demostró ser un director valiente, audaz y serio, cualidades que le abrieron las puertas de Hollywood, cuya industria le encargó el rodaje de “El americano”, un thriller sobrio con George Clooney de protagonista y alejado de las excentricidades de gran parte de las películas de acción, con el que el cineasta demostró nuevamente su rigor a la hora de contar una buena historia.
Ahora estrena la adaptación cinematográfica de la novela de John le Carré “El hombre más buscado”. El autor inglés, con numerosas obras llevadas al cine (“La casa Rusia”, “El sastre de Panamá”, “El jardinero fiel” o “El topo”, entre otras), aumenta su leyenda de escritor especializado en intrigas conspiratorias y espionaje político, aunque muy alejado del alarde de explosiones, persecuciones e interminables tiroteos que suele presidir este tipo de relatos. Por el contrario, los citados títulos son ejemplo de la originalidad del británico, en comparación con otras referencias del género, como la del agente James Bond y su visión desenfrenada de las misiones secretas y de las labores de contrainteligencia. Personalmente, me decanto por la recreación más contenida de Le Carré, cuyos perfiles humanos y cuyos diálogos están situados al mismo nivel que la acción. Sin embargo, quienes prefieran la espectacularidad visual y el despliegue de efectos especiales, se sentirán decepcionados por la sobriedad de esta narración.
Es posible que los espectadores se enreden y terminen por perderse en la complejidad de una trama con muchos personajes, cada uno con su propio laberinto de intereses inconfesables. Pero si alcanzan a seguir el hilo conductor y optan por degustar los entresijos de la política que engulle a las agencias de espionaje, se entretendrán a lo largo de dos horas con esta cinta, que responde fielmente al espíritu del libro en el que se basa. En este sentido, y sin olvidar que se trata de ficción, puede calificarse de realista, lo que para algunos supondrá un mérito y para otros no.
En cualquier caso, no quisiera concluir sin manifestar la sensación de tristeza que me invadió al final de la proyección, al constatar la enorme pérdida que para el Séptimo Arte ha supuesto el fallecimiento de Philip Seymour Hoffman. Su talento interpretativo era tan deslumbrante que, también en esta ocasión, su trabajo destaca por encima de los demás miembros del reparto. Actores de la talla de Willem Dafoe, Robin Wright, Daniel Brühl o Rachel McAdams, pese a llevar a cabo una correcta labor, quedan irremediablemente ensombrecidos ante la presencia de Hoffman. Repasar las magistrales actuaciones que conforman su filmografía y saber a ciencia cierta que no podremos contar con su calidad en el futuro, es un durísimo golpe para todos los aficionados al cine.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
Ahora estrena la adaptación cinematográfica de la novela de John le Carré “El hombre más buscado”. El autor inglés, con numerosas obras llevadas al cine (“La casa Rusia”, “El sastre de Panamá”, “El jardinero fiel” o “El topo”, entre otras), aumenta su leyenda de escritor especializado en intrigas conspiratorias y espionaje político, aunque muy alejado del alarde de explosiones, persecuciones e interminables tiroteos que suele presidir este tipo de relatos. Por el contrario, los citados títulos son ejemplo de la originalidad del británico, en comparación con otras referencias del género, como la del agente James Bond y su visión desenfrenada de las misiones secretas y de las labores de contrainteligencia. Personalmente, me decanto por la recreación más contenida de Le Carré, cuyos perfiles humanos y cuyos diálogos están situados al mismo nivel que la acción. Sin embargo, quienes prefieran la espectacularidad visual y el despliegue de efectos especiales, se sentirán decepcionados por la sobriedad de esta narración.
Es posible que los espectadores se enreden y terminen por perderse en la complejidad de una trama con muchos personajes, cada uno con su propio laberinto de intereses inconfesables. Pero si alcanzan a seguir el hilo conductor y optan por degustar los entresijos de la política que engulle a las agencias de espionaje, se entretendrán a lo largo de dos horas con esta cinta, que responde fielmente al espíritu del libro en el que se basa. En este sentido, y sin olvidar que se trata de ficción, puede calificarse de realista, lo que para algunos supondrá un mérito y para otros no.
En cualquier caso, no quisiera concluir sin manifestar la sensación de tristeza que me invadió al final de la proyección, al constatar la enorme pérdida que para el Séptimo Arte ha supuesto el fallecimiento de Philip Seymour Hoffman. Su talento interpretativo era tan deslumbrante que, también en esta ocasión, su trabajo destaca por encima de los demás miembros del reparto. Actores de la talla de Willem Dafoe, Robin Wright, Daniel Brühl o Rachel McAdams, pese a llevar a cabo una correcta labor, quedan irremediablemente ensombrecidos ante la presencia de Hoffman. Repasar las magistrales actuaciones que conforman su filmografía y saber a ciencia cierta que no podremos contar con su calidad en el futuro, es un durísimo golpe para todos los aficionados al cine.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
17 de septiembre de 2014
17 de septiembre de 2014
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Hombre Más Buscado" es un plato tradicional, cocinado a fuego lento y con cariño, al estilo de la abuela, con ingredientes de primerísima calidad, que hay que saborear con calma, que llena sin empachar y que deja una agradable sensación de familiaridad y un delicioso regusto en el paladar.
Estamos ante una thriller político impecablemente rodado e interpretado, que huye de la pomposidad, la grandilocuencia, la espectacularidad y la complejidad artificial para contar su historia de manera lineal, pausada y directa.
Anton Corbijn es un prestigiosísimo fotógrafo y realizador de vídeos, ligado al mundo de la imagen en la música desde tiempos inmemoriales y que cuenta en su envidiable curriculum con el honor de haber realizado las portadas y videoclips de grupos tan imprescindibles como Depeche Mode y tan prescindibles como U2...entre otros muchísimos.
En 2007 estrenó "Control", un desgarrador "biopic" sobre Ian Curtis, cantante de Joy Division, y el que nos ocupa es su tercer largometraje.
Cabría esperar pues un exceso de esteticismo que entorpeciese la narración de la trama urdida por John le Carré, pero no es el caso. Corbijn opta por su estilo íntimo e intimista para dar relevancia a las personas y los personajes que son, en definitiva, quienes importan y quienes construyen toda historia.
Habla de muchas cosas: habla de confianza, de soledad, de traición...de humanidad.
Crea una calma tensa que, desde el minuto uno al ciento veintiuno, convierte a "El Hombre Más Buscado" en un thriller inquietante, intenso y perturbador, más cercano a "El Topo" o a "El Escritor" que a "Bournes" varios y otros super-espias.
Un thriller brutal y conmovedor, duro y tierno a la vez, que renuncia a un climax cargado de espectacularidad, convirtiendo a toda la película en un climax en sí misma.
Construye un micro-universo cargado de emotividad y emoción contenidas, sin distracciones ni caminos paralelos, y también sin atajos, que gira en torno a los protagonistas de la historia, sus anhelos, sus motivaciones y sus relaciones. Lo hace con detalles sutiles pero directos y se lanza de lleno a lo que nos quiere contar.
Sirva como ejemplo de esa elegancia y sutilidad la escena entre Willem Dafoe y su mujer, que con una sola frase expresan y explican su relación.
Si bien el trabajo de Corbijn es impecable, el reparto eleva la cinta tan por encima de todo y la dota de tal nivel de credibilidad que diluye cualquier pero, pega o reproche.
Un recital interpretativo por parte de todos y cada uno de sus protagonistas, sin lucimientos, ni excesos, ni tics, ni egos desatados. Una ejemplo de concienzuda elección de casting, de efectividad, química y funcionalidad.
Enorme, inmenso está el fallecido Philip Seymour Hoffman. Un auténtico orgasmo verle crear su personaje, dotarle de alma, fuerza y fragilidad, motivación y resignación. No menos orgásmicas las réplicas que le dan tanto la joven Rachel McAdams, como la nunca suficientemente valorada (y aquí casi irreconocible) Robin Wright, como Willem Dafoe, inspirado y soberbio, o la veterana Nina Hoss, o Grigoriy Dobrygin, Daniel Brühl...y así hasta el último de los actores de reparto.
Como decía al principio, un plato tradicional, cocinado con cariño y maestría, que podremos disfrutar durante mucho tiempo y formará parte de muchos menús, aunque nunca llegue a ser el plato estrella...ni puñetera falta que le hace.
Estamos ante una thriller político impecablemente rodado e interpretado, que huye de la pomposidad, la grandilocuencia, la espectacularidad y la complejidad artificial para contar su historia de manera lineal, pausada y directa.
Anton Corbijn es un prestigiosísimo fotógrafo y realizador de vídeos, ligado al mundo de la imagen en la música desde tiempos inmemoriales y que cuenta en su envidiable curriculum con el honor de haber realizado las portadas y videoclips de grupos tan imprescindibles como Depeche Mode y tan prescindibles como U2...entre otros muchísimos.
En 2007 estrenó "Control", un desgarrador "biopic" sobre Ian Curtis, cantante de Joy Division, y el que nos ocupa es su tercer largometraje.
Cabría esperar pues un exceso de esteticismo que entorpeciese la narración de la trama urdida por John le Carré, pero no es el caso. Corbijn opta por su estilo íntimo e intimista para dar relevancia a las personas y los personajes que son, en definitiva, quienes importan y quienes construyen toda historia.
Habla de muchas cosas: habla de confianza, de soledad, de traición...de humanidad.
Crea una calma tensa que, desde el minuto uno al ciento veintiuno, convierte a "El Hombre Más Buscado" en un thriller inquietante, intenso y perturbador, más cercano a "El Topo" o a "El Escritor" que a "Bournes" varios y otros super-espias.
Un thriller brutal y conmovedor, duro y tierno a la vez, que renuncia a un climax cargado de espectacularidad, convirtiendo a toda la película en un climax en sí misma.
Construye un micro-universo cargado de emotividad y emoción contenidas, sin distracciones ni caminos paralelos, y también sin atajos, que gira en torno a los protagonistas de la historia, sus anhelos, sus motivaciones y sus relaciones. Lo hace con detalles sutiles pero directos y se lanza de lleno a lo que nos quiere contar.
Sirva como ejemplo de esa elegancia y sutilidad la escena entre Willem Dafoe y su mujer, que con una sola frase expresan y explican su relación.
Si bien el trabajo de Corbijn es impecable, el reparto eleva la cinta tan por encima de todo y la dota de tal nivel de credibilidad que diluye cualquier pero, pega o reproche.
Un recital interpretativo por parte de todos y cada uno de sus protagonistas, sin lucimientos, ni excesos, ni tics, ni egos desatados. Una ejemplo de concienzuda elección de casting, de efectividad, química y funcionalidad.
Enorme, inmenso está el fallecido Philip Seymour Hoffman. Un auténtico orgasmo verle crear su personaje, dotarle de alma, fuerza y fragilidad, motivación y resignación. No menos orgásmicas las réplicas que le dan tanto la joven Rachel McAdams, como la nunca suficientemente valorada (y aquí casi irreconocible) Robin Wright, como Willem Dafoe, inspirado y soberbio, o la veterana Nina Hoss, o Grigoriy Dobrygin, Daniel Brühl...y así hasta el último de los actores de reparto.
Como decía al principio, un plato tradicional, cocinado con cariño y maestría, que podremos disfrutar durante mucho tiempo y formará parte de muchos menús, aunque nunca llegue a ser el plato estrella...ni puñetera falta que le hace.
29 de septiembre de 2014
29 de septiembre de 2014
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva incursión cinematográfica en el siempre provechoso e interesante mundo literario de Le Carré, como siempre caracterizado por un feroz pesimismo, en el que los personajes quedan inevitablemente atrapados en unos engranajes de poder e intereses que les superan, cuando no los destruyen.
El argumento, sin ser de los más apasionantes de los abordados por el autor, es no obstante lo suficientemente sólido y creíble como para interesar e intrigar al espectador, que es lo mínimo que debe exigírsele a un filme de espionaje. Carece casi por completo de acción violenta, lo que en absoluto quiere decir que no ocurran cosas importantes o que la historia carezca de una evidente violencia soterrada. Es más, es esa sensación de inseguridad y amenaza la que aporta intensidad a la película, mostrando cómo se proyecta en los distintos personajes implicados en la trama; a este respecto parece apropiado apuntar que la mayoría de los protagonistas funcionan como piezas necesarias de un mecanismo que no controlan, y en el que todos resultan utilizados y manipulados. Así sucede con ese misterioso hombre emergido de las aguas y rápidamente convertido en objeto de interés y manipulación por parte de los servicios secretos, pero también con su idealista abogada, e incluso con Bachmann, ejemplo perfecto de manipulador manipulado.
Más allá de la trama argumental que relaciona al misterioso personaje con el tráfico de armas yihadista y con las operaciones de los servicios de inteligencia, la idea principal de esta historia es la del sometimiento de los individuos, que son poco más que peleles intercambiables dentro de la maquinaria del espionaje, reflejo al fin y al cabo de una maquinaria mayor, que es la del poder. Es este uno de los temas preferidos de Le Carré y que tanto ha marcado a sus personajes más conocidos, como Smiley, o en el presente caso Bachmann, ambos escépticos y desilusionados, pues conocen como nadie la terrible lógica de la mencionada maquinaria.
Por lo demás, la labor de Corbijn tras las cámaras es apropiada, adoptando en planos y secuencias el tempo reposado característico de las historias de Le Carré, y consecuentemente, otorgando más importancia a las reacciones de los personajes que a la acción. A destacar igualmente la correcta ambientación y las interpretaciones, todas solventes e intensas, concentrando el protagonismo un crepuscular Hoffman, que muestra su nivel acostumbrado en un personaje que le venía al pelo (como siempre; lo más justo sería decir que Hoffman les viene al pelo a los personajes, que se enriquecen con él y desde él). Esta buena película es, sin duda, un muy digno último saludo desde el escenario.
El argumento, sin ser de los más apasionantes de los abordados por el autor, es no obstante lo suficientemente sólido y creíble como para interesar e intrigar al espectador, que es lo mínimo que debe exigírsele a un filme de espionaje. Carece casi por completo de acción violenta, lo que en absoluto quiere decir que no ocurran cosas importantes o que la historia carezca de una evidente violencia soterrada. Es más, es esa sensación de inseguridad y amenaza la que aporta intensidad a la película, mostrando cómo se proyecta en los distintos personajes implicados en la trama; a este respecto parece apropiado apuntar que la mayoría de los protagonistas funcionan como piezas necesarias de un mecanismo que no controlan, y en el que todos resultan utilizados y manipulados. Así sucede con ese misterioso hombre emergido de las aguas y rápidamente convertido en objeto de interés y manipulación por parte de los servicios secretos, pero también con su idealista abogada, e incluso con Bachmann, ejemplo perfecto de manipulador manipulado.
Más allá de la trama argumental que relaciona al misterioso personaje con el tráfico de armas yihadista y con las operaciones de los servicios de inteligencia, la idea principal de esta historia es la del sometimiento de los individuos, que son poco más que peleles intercambiables dentro de la maquinaria del espionaje, reflejo al fin y al cabo de una maquinaria mayor, que es la del poder. Es este uno de los temas preferidos de Le Carré y que tanto ha marcado a sus personajes más conocidos, como Smiley, o en el presente caso Bachmann, ambos escépticos y desilusionados, pues conocen como nadie la terrible lógica de la mencionada maquinaria.
Por lo demás, la labor de Corbijn tras las cámaras es apropiada, adoptando en planos y secuencias el tempo reposado característico de las historias de Le Carré, y consecuentemente, otorgando más importancia a las reacciones de los personajes que a la acción. A destacar igualmente la correcta ambientación y las interpretaciones, todas solventes e intensas, concentrando el protagonismo un crepuscular Hoffman, que muestra su nivel acostumbrado en un personaje que le venía al pelo (como siempre; lo más justo sería decir que Hoffman les viene al pelo a los personajes, que se enriquecen con él y desde él). Esta buena película es, sin duda, un muy digno último saludo desde el escenario.
16 de septiembre de 2014
16 de septiembre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que 121 minutos, tratándose de una película de espías, transcurran sin apenas darte cuenta, no se a ustedes pero a mí me dice mucho. No soy fan del género pero no cabe duda de que el hecho de que el patrullón que persigue a "A Most Wanted Man" lo encabece Philip Seymour Hoffman, en uno de sus últimos papeles, es garantía de calidad, al menos por la parte que le toca.
Sentí su muerte. Con su aspecto poco convencional, tan alejado del canon de belleza que predomina en Hollywood, fue capaz de labrarse una carrera más que respetable en ese mundo dominado por los guapos, atractivos y musculados. Mejor que cualquier tipo de halago póstumo que fuera capaz de escribirle, los títulos de algunas de sus películas hablan de su buen oficio como actor, de la credibilidad que era capaz de transmitirles a todos sus personajes y de esa habilidad innata que le permitía cambiar de registro sin problema y que hizo de él uno de los grandes:
El talento de Mr. Ripley, Anthony Minghella.
La familia Savages, Tamara Jenkins
Antes que el diablo sepa que has muerto, Sidney Lumet
Los idus de Marzo, George Clooney
The Master, Paul Thomas Anderson
Tras los atentados del 11-S el miedo se instaló en los países de Occidente. Que unos terroristas islámicos fueran capaces de burlar los sistemas de seguridad y atacar al país más poderoso del mundo hizo temblar los cimientos de nuestra civilización. La lucha contra este tipo de terrorismo se convirtió en la prioridad de todos los gobiernos y, por ende, todo lo que sonara a extremismo islámico en el enemigo a batir.
Basada en una novela de John le Carré del mismo título, la película nos narra la peripecia de un joven checheno que consigue llegar ilegalmente a Hamburgo con intención de empezar una nueva vida. Con evidentes signos de haber sido torturado, contacta con una abogada defensora de derechos civiles para que le ayude a regularizar su situación y evitar su deportación. Pero algunos episodios de su pasado, su procedencia, que se declare como musulmán devoto y que sea el heredero de una enorme cantidad de dinero de procedencia sospechosa, hacen que los servicios de inteligencia de tres países, dedicados a la lucha antiterrorista, quieran darle caza cada uno por diferentes motivos.
No hay juguetitos electrónicos como los que otros colegas utilizan en sus Misiones Imposibles; no hay gincanas deportivas como esas en las que parece participar Jason Bourne cada vez que aparece en pantalla y que han hecho de él todo un Mito; ni rastro de algo glamuroso como tomar vodka Martini, ya saben agitado no revuelto (los tragos del Martini se mezclan de manera homogénea, el enfriamiento es uniforme y al beberlo, todos los componentes se sienten juntos), enfundado en un elegante traje de Tom Ford y con el físico potente de Daniel Craig, mi 007 favorito.
Ni despampanantes espías que te amaron, ni saltos imposibles, ni carreras de coches con dobles de Carlos Sainz al volante. Creo que Philip persigue en dos ocasiones al checheno, una al volante y otra a pie; en la primera le da esquinazo sin problema y en la segunda casi sufre un infarto por el esfuerzo físico. Bastante realista.
Estamos ante una de espías a la antigua usanza donde, más allá de la electrónica último modelo, se priorizan las redes de informantes con las que se establecen lazos basados en la confianza y en la palabra de uno que cuando se da es sagrada... si te lo permiten claro.
Una trama bien elaborada en la que se entremezclan el miedo y la desconfianza, con los ideales propios de la juventud y el desencanto que acompaña, en ocasiones, a la madurez.
Como no hay escenas que transcurran a una velocidad vertiginosa no podemos catalogarla como una clásica película de acción, pero sí de suspense. Los ambientes sórdidos y deprimentes de la ciudad, los diálogos y el hecho de que se trate de una unidad que no existe a efectos oficiales, logra crear una atmósfera de tensión que concentra toda tu atención impidiendo que te aburras.
La recomiendo a los amantes del género, a los lectores de John le Carré y a los que, como yo, admiramos a Philip Seymour Hoffman porque su interpretación de ese espía desengañado, pero aún con principios, es francamente excepcional.
Sentí su muerte. Con su aspecto poco convencional, tan alejado del canon de belleza que predomina en Hollywood, fue capaz de labrarse una carrera más que respetable en ese mundo dominado por los guapos, atractivos y musculados. Mejor que cualquier tipo de halago póstumo que fuera capaz de escribirle, los títulos de algunas de sus películas hablan de su buen oficio como actor, de la credibilidad que era capaz de transmitirles a todos sus personajes y de esa habilidad innata que le permitía cambiar de registro sin problema y que hizo de él uno de los grandes:
El talento de Mr. Ripley, Anthony Minghella.
La familia Savages, Tamara Jenkins
Antes que el diablo sepa que has muerto, Sidney Lumet
Los idus de Marzo, George Clooney
The Master, Paul Thomas Anderson
Tras los atentados del 11-S el miedo se instaló en los países de Occidente. Que unos terroristas islámicos fueran capaces de burlar los sistemas de seguridad y atacar al país más poderoso del mundo hizo temblar los cimientos de nuestra civilización. La lucha contra este tipo de terrorismo se convirtió en la prioridad de todos los gobiernos y, por ende, todo lo que sonara a extremismo islámico en el enemigo a batir.
Basada en una novela de John le Carré del mismo título, la película nos narra la peripecia de un joven checheno que consigue llegar ilegalmente a Hamburgo con intención de empezar una nueva vida. Con evidentes signos de haber sido torturado, contacta con una abogada defensora de derechos civiles para que le ayude a regularizar su situación y evitar su deportación. Pero algunos episodios de su pasado, su procedencia, que se declare como musulmán devoto y que sea el heredero de una enorme cantidad de dinero de procedencia sospechosa, hacen que los servicios de inteligencia de tres países, dedicados a la lucha antiterrorista, quieran darle caza cada uno por diferentes motivos.
No hay juguetitos electrónicos como los que otros colegas utilizan en sus Misiones Imposibles; no hay gincanas deportivas como esas en las que parece participar Jason Bourne cada vez que aparece en pantalla y que han hecho de él todo un Mito; ni rastro de algo glamuroso como tomar vodka Martini, ya saben agitado no revuelto (los tragos del Martini se mezclan de manera homogénea, el enfriamiento es uniforme y al beberlo, todos los componentes se sienten juntos), enfundado en un elegante traje de Tom Ford y con el físico potente de Daniel Craig, mi 007 favorito.
Ni despampanantes espías que te amaron, ni saltos imposibles, ni carreras de coches con dobles de Carlos Sainz al volante. Creo que Philip persigue en dos ocasiones al checheno, una al volante y otra a pie; en la primera le da esquinazo sin problema y en la segunda casi sufre un infarto por el esfuerzo físico. Bastante realista.
Estamos ante una de espías a la antigua usanza donde, más allá de la electrónica último modelo, se priorizan las redes de informantes con las que se establecen lazos basados en la confianza y en la palabra de uno que cuando se da es sagrada... si te lo permiten claro.
Una trama bien elaborada en la que se entremezclan el miedo y la desconfianza, con los ideales propios de la juventud y el desencanto que acompaña, en ocasiones, a la madurez.
Como no hay escenas que transcurran a una velocidad vertiginosa no podemos catalogarla como una clásica película de acción, pero sí de suspense. Los ambientes sórdidos y deprimentes de la ciudad, los diálogos y el hecho de que se trate de una unidad que no existe a efectos oficiales, logra crear una atmósfera de tensión que concentra toda tu atención impidiendo que te aburras.
La recomiendo a los amantes del género, a los lectores de John le Carré y a los que, como yo, admiramos a Philip Seymour Hoffman porque su interpretación de ese espía desengañado, pero aún con principios, es francamente excepcional.
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