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Dejad de quererme

Drama Antoine, un publicista de éxito, está casado, tiene dos hijos, vive en una bonita casa no lejos de París y sus relaciones con los vecinos son excelentes. La discreta relación que mantiene con la guapa Marion no es tan seria como para perturbar su equilibrio. Sin embargo, un buen día su vida experimenta un vuelco. Durante una reunión con un cliente importante, pierde los estribos y, de paso, el proyecto. Su socio le propone que se tome ... [+]
Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
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8
22 de diciembre de 2008
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Becker nos regala una película "muy francesa". Sentimental, entregada, dialogada, pausada, reflexionada, discutible. Lo que parece una comedia dramática típica de la crisis de los 40 se convierte en una locura primero, y en una sucesión de golpes bajos después. Contrastes: tranquilidad y violencia, mentira y verdad, pesimismo y optimismo. ¿Una crítica a la hipocresía? ¿A la contradicción humana?

Él era un hombre común. Felizmente casado, dos hijos, amigos de toda la vida, un trabajo estable.
Una mañana despertó con otros ojos. Una mirada cansada de la vida. Se acercaba su 40 cumpleaños. ¿Iba a caer en una tópica pero inevitable crisis?.
Y comenzó la autodestrucción.
Finiquitó su puesto en la empresa al más estilo Cyrano. Ingenio escondido tras una levísima capa de cinismo. Sus compañeros y amigos le miraron como si estuviera loco, borracho, drogado. Pero a él le daba igual.
Tiró su matrimonio a la basura con un par de fintas bien estudiadas. No había otra mujer. Simplemente comprendió que quería algo de lo que había estado huyendo toda la vida. La soledad. Casarse y tener hijos no era la solución.
Destruyó todo un camino de amistad en una sola cena de cumpleaños. Dedicó palabras malintencionadas a sus comensales. Ideó burlas a cual más dolorosa. Pegó a su mejor amigo. Intentó violar a una de sus viejas amigas. Se hirió a sí mismo en un delirio de ira.
Y ellos lo miraban anonadados, pasando de la sorpresa a la ira, al desprecio, al dolor, a la incomprensión, a la impotencia...
Se quedaron solos ella y él. Ella estaba destrozada por lo que acababa de ver y oír. Pero había hecho la promesa de estar a su lado, y trató de ayudarlo.

-Deja de quererme-, dijo él. Y se marchó.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Estaba muy cansado. Fingir era una tarea dura.
Fue a visitar a su padre, al que hacía años que no veía. Malencarado, solitario, engañoso. Pero supo la verdad desde el primer momento en que miró en el fondo de sus ojos. La vida que se escapa poco a poco.

-Acabo de destrozar mi vida. He herido a todos aquellos que me importaba, con la única intención de provocar su odio. Y lo he conseguido. El odio acaba pasando. La tristeza es más dura de sobrellevar. Dentro de unos meses, cuando todo haya terminado, no sabrán lo que ocurrió conmigo y les habré evitado un dolor espantoso.

Sé que ella hubiera preferido aquello de "contigo pan y cebolla"...
10
1 de agosto de 2008
27 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que este no es el lugar adecuado para mi consejo, o puede que sí. Desde pequeño he ligado el concepto de cine con el del silencio. El silencio que permite apreciar cada elemento técnico, visual y musical de una película. El silencio que ,en suma, permite disfrutar, aunque solo sea por un momento-el momento en que entras en el cine con la convicción de abandonar el ajetreo rutinario y eternamente ruidoso del día a día- No obstante, ya nada queda esperar de esta sociedad - lamento hablar inductivamente- No es mi sorpresa, el entrar en esta "comentada" fabulosa película, y darme cuenta de que el silencio cinematográfico con el que casi nací se había desvanecido para siempre. Reparto: Un hombre armado de varios botes de granizado y su amiga, o novia, o mujer - o lo que realmente fuera- arrinconada entre una montaña de "cultura" con sus expresas bolsas de la fnac. Guión: Cine 20:20- La citada pareja hace su fulminante ( en cuanto a estridente) entrada en la sala. Cuando alguien habla, exageradamente alto tienes esta primera impresión: Es una persona realmente generosa. Sin embargo, a los pocos segundos de reflexión tienes esta segunda impresión: No a todos nos importa lo que dices asi que por qué tengo que seguir escuchando. La película empieza, y parece que se han callado. ¡Oh iluso de mi!. La conversación prosigue en molestos cuchiceos y leves caricias de enamorados . Tónica constante durante el resto de la película. Solución: Mandar callar o cambiarse de asiento. Resultado: La película para la gente que aún creía en la sociedad - perdón por hablar deductivamente, creo que no todo ser viviente conforma una sociedad por la deficinión que ella implica- ya no es, ni de lejos, la misma. Supongo que este no es el lugar adecuado para mi consejo, o puede que sí. Lo que sí sé, es que el cine va ligado al silencio del mismo modo que hablar supone no escuchar. Lamentablemente la pareja mencionada no escuchó ,por paralelismo con lo citado, la perfecta canción que ilustra la película en su finalización, y en donde el señor Reggiani reproduce lo siguiente: C'est drôle, les cons ça repose/ C'est comme le feuillage au milieu des roses... Asi que ya sabe, si usted habla inecesariamente en un cine, deje de ser el follaje de la canción de Reggiani, y en el caso de no poder dejar de serlo, trate de luchar contra ello el tiempo que dure la película, para dejar a los demás contemplar el perfecto y sublime aroma, tacto y color de las rosas. Con todo, y con los retazos de silencio que pude contar durante el transcurso de la película, puedo decir-espero no confundirme-que ésta es una de las grandes películas del año, tanto por las actuaciones, el montaje y el magnífico y cuidado guión tomado del estremecedor libro de François d' Epenoux. Créanme: me encantó y ni siquiera la pude ver sereno.
7
18 de octubre de 2008
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no es la primera película que trata sobre un tema tan duro como la forma de afrontar una difícil decisión, sobre las maneras que las personas tienen de reaccionar ante las situaciones extremas. Ni será la última.
No es original, no ofrece la impresión de ver algo nuevo.
No es especialmente llamativa, ni te mantiene con los puños apretados sobre los brazos de la butaca.
Pero posee ese toque de autenticidad que de algún modo arrasa por momentos, que crea empatía, que sacude, que agita y que acaba por provocar un dolor cada vez más agudo.
Es un drama que respira, que tiembla, que vibra con un rugido contenido a punto de surgir de las entrañas.
Un hombre corriente con una familia corriente y un trabajo corriente. Pero algo ha cambiado. Algo se ha roto en su interior. Los diques se abren y dejan salir un torrente peligroso y desafiante.
Antoine ha dejado de ser el que era. Ahora se ha vuelto sarcástico, hiriente, brutalmente grosero. Como si de repente descubriese que todo sobre lo que ha vivido hasta este momento fuese una farsa, como si quisiera hacer daño adrede.
Deliberadamente odioso, deslenguado y desagradable, busca alejarse de lo que ha construido, de los seres que lo quieren. Como una fiera que quiere salir de su jaula y que para hacerlo no vacila en desgarrar los obstáculos que antes amaba.
Un marido, padre de familia, amigo, compañero e hijo que ha tomado la decisión dura e irrevocable de dejar de ser todo lo que era.
Un drama personal sobre el desmoronamiento de un ser y del modo en que este derrumbamiento afecta, como las ondas de un estanque, a los seres en torno a los cuales ha fabricado toda su existencia.
9
3 de agosto de 2008
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinaria película del francés Jean Becker (Verano asesino, La fortuna de vivir, Conversaciones con mi jardinero..).
Si el cine es algo es el arte de la manipulación emocional del espectador, el verdadero director es ese ilusionista que es capaz de llevarnos en 90 minutos por los caminos emocionales que previamente él ha elegido, y si lo consigue es un gran director y sino, se queda en un intento onanístico sin sentido para la admiración de cuatro aspirantes a gafapastas. Becker no es de los segundos sino de los primeros. Y si tiene un buen guión (en este caso basado en la novela de François d'Épenoux "Deux jours à tuer", unos actores tan excepcionales como Albert Dupontel y buenas maneras a la hora de realizar una película, el milagro ya está hecho. No os perdais está película, que nos recuerda en su primera parte a un "American Beauty" pero a la francesa (un hombre de mediana edad con una vida acomodada empieza a cuestionarse el porqué de su banal existencia y se comporta como un "loco") o a la magnífica "Los amigos de Peter" (la cena en la que culmina ese "primer acto" es tan intensa como aquella) y que finaliza de una manera un tanto inesperada y emotiva y nunca "lacrimógena" aunque se nos escapen unas lagrimitas. Sin daros más pistas os recordaré que siempre se ha dicho que los franceses son unos enamorados del amor. Por otro lado, ese final tan emotivo lo podemos "aceptar" o no, pero no desmerece todo lo que se ha dicho antes en la película y todo lo que ya nos ha hecho sentir, el desenlace es el colofón y no la justificación del comportamiento de un hombre que al final se convierte, pese esa presunta cobardia, en nuestro héroe más íntimo.
6
7 de octubre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los que hemos pasado de los 40 años nos replanteamos el sentido de nuestras vidas. Más de una vez, seguro, hemos tenido la tentación de mandarlo todo a paseo. La película arranca de manera admirable. Es una metáfora radical sobre el sentido de la vida. El personaje dice verdades como puños en medio de esas diatribas tan duras que lanza contra su familia, su mujer, sus amigos, sus socios de trabajo, contra todo... El filme resulta interesantísimo en esa primera media hora porque es radical, no tiene contemplaciones. Es arriesgado, demoledor, Pero...
A mi modo de entender ese giro total que da la película en la última media hora la descompone totalmente. No tiene sentido. Como espectador, puedes agradecer y hasta emocionarte con la confesión final, pero personalmente hubiera preferido que no hubiera una "explicación lógica" en el proceder del protagonista.
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