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The Ascent

Bélico. Drama Durante la Segunda Guerra Mundial, dos partisanos soviéticos se apartan del grupo, que está hambriento, para ir a una pequeña granja a coger provisiones. Pero como los alemanes han llegado primero, tendrán que seguir recorriendo territorio ocupado para encontrar otro sitio donde abastecerse. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
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8
18 de agosto de 2019
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larisa Shepitko logra una película contundente, de una intensidad enorme, a la vez que va poniedo imaginarios histórico-filosóficos sobre la trama que avanza cruda como la nieve y que se representa como la madeja que se va enrollando hasta el final, con el descenso inevitable del co-protagonista, cayendo a medida que se repliega. La primera mitad tiene la plena intención, al develar poco guion, de mostrar la agudeza de la nieve, el desierto ruso, un espacio que no colmado de elementos, en sí carga con su propio significado, su propio peso simbólico: el medio habitual del oriente ruso que se torna hostil al colmarse de violencia; el espacio habitual se ha violentado. La cámara hace hincapié allí para representar esa hostilización del medio en la nieve en la primera mitad de la película. En la segunda mitad pasa a representarse la beligerancia árida y tórrida de las dinámicas relacionales de los seres humanos puestos en contexto de guerra: torturas, coacciones, asesinatos. El co-protagonismo evoca un correlato cristiano, donde el protagonista principal se equipara a la figura crística: sacrificial, austero, mártir, dotado de consciencia y creyente en otra vida. La segunda mitad de la película separa la identidad intersubjetiva creada y vivida por los dos protagonistas: la violencia del medio, que no es suficiente para ocasionar la ruptura entre los co-protagonistas (de la primera mitad) es colonizada por la violencia humana que termina por establecer la división entre ambos (y, en consecuencia, la división de consciencias: la espiritual-romántica y la práctica-superviviente). La muerte de uno representa un ascenso, en tanto su heroísmo lo lleva a la muerte (consciencia histórica), y la sobrevivencia del otro representa un descenso al despojarse de esta consciencia (es notable la discusión en la celda entre ambos cuando el moribundo le critica que siga viviendo pero sin consciencia). Más notable aún es la escena final, que muestra el despojo total del ahora antagonista, que toma consciencia, conocimiento, de su falta de consciencia: horror ante la boca negra de la celda, horror ante la puerta abierta que revela ahora un ambiente realmente hostil, no ya solo inoculado por la violencia simbólica del ser humano; un ambiente que él ha traicionado: la hostilidad de la nieve pasa a ser en su falta de consciencia una hostilidad real y total. En resumen, excelente película; sus alcances simbólicos como sus clímax sonoros y musicales, así como las tomas en primera persona del co-protagonismo, develan una muy buena obra.
8
6 de marzo de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
61/23(24/02/22) Punzante drama bélico soviético, cuarta y última película de la escritora (aquí guioniza junto a Yuri Klepikov, adaptando una novela de Yuri Klepikov) y directora ucraniana Larisa Shepitko, murió a los 40 años en un accidente de tráfico en 1979 mientras filmaba en exteriores la irónicamente titulada "Adiós a Matiora”, película completada por su esposo, el afamado director ruso Elem Klimov. Historia de dos partisanos soviéticos que en medio de enfrentamientos contra los nazis van en busca de comida, y con ello derivan en una odisea de supervivencia, con ribetes de existencialismo en el modo de la directora abordarlo. Con el trasfondo de la WWII nos habla sobre el sacrificio por un bien mayor, de la amistad, de la traición, del martirio, de la dignidad, del sentimiento de culpa, del valor de la resistencia, ello en un crescendo de claros tintes espirituales con reminiscencias a la Pasión de Jesús con la subtrama de Judas, este subtexto religioso le llevó problemas con la censura bolchevique. Una historia de fuerte intensidad dramática, marcada ya desde su gélida y asfixiante atmósfera, filmada por los DP Vladimir Chukhnov y Pavel Lebesheven un blanco y negro de sentidos contrastes grisáceos, creando sensaciones pesadillescas, que con sus amplios planos generales proyecta un entorno blanco en sus parajes infinitos nevados que transmiten sensación de aislamiento en la inmensidad.

Durante la Gran Guerra Patriótica (Segunda Guerra Mundial), dos guerrilleros soviéticos van a un pueblo bielorruso en busca de comida. Después de quitarle un animal de granja al líder colaboracionista (buen Sergei Yakovlev), regresan a su unidad, pero son descubiertos por una patrulla alemana. Tras un tiroteo prolongado en la nieve en el que muere uno de los alemanes, los dos hombres escapan, pero Sotnikov (desgarrador y elegiaco Boris Plotnikov) recibe un disparo en la pierna. Rybak (excelente encarnación de las debilidades humanas Vladimir Gostyukhin) tiene que llevarlo al refugio más cercano, la casa de Demchikha (Lyudmila Polyakova), la madre de tres niños pequeños. En la trama tendrá importancia el colaborador local Portnov (magnífico en su papel de villano Anatoli Solonitsyn, atronador con esos ojos penetrantes, rol que ejemplifica a los fariseos que cambian de chaqueta según venga el viento; Arrollador en el interrogatorio), un ex director de la casa club soviético y maestro de coro infantil que se convirtió en el jefe local de la Policía Auxiliar de Bielorrusia, leal a los alemanes, y Basya Meyer, la hija adolescente de un zapatero judío.

La travestía del tándem de protagonistas pasa por varias fases a modo (quizás) de etapas del vía crucis, desde la presenta del escenario estepario blanco infinito, el grupo de partisano enfrentándose al ejército alemán invasor, un entorno hostil, la violencia del combate; La segunda parte sería el periplo de la pareja protagónica, la relación de amistad que se teje entre ambos, su incursión en granjas buscando avituallamiento, y como se quiere dar un mosaico de como los lugareños enfrentan al invasor; La tercera parte se da cuando (no quiero spoilear) en estadio de torturas (rodado con gran sentido doloroso) y sus reacciones en cada uno, aquí se la simbólica bajada a los Infiernos (epítome esa ‘mazmorra subterránea), donde uno aspira a dar sentido al título, y el otro será el Judas; Y tenemos un rush final desgarrador en su tono espiritual religioso, donde las ansias de redención se dan la mano con el sacrificio por los pecados de los demás (¿?); Para llegar a un final cargado de emoción en como bullen las sensaciones.

Todo esto narrado visualmente con un estilo crudo, seco, adusto, con ásperos primeros planos de los protagonistas que sonsacan y hacen veraz su sufrimiento, un viaje hacia la desesperación donde no parece haber lugar a la esperanza, bañando todo la cineasta de fatalismo. Un tránsito con dilemas morales en que los dos partisanos se enfrentan a su propio yo interior, el que emerge en situaciones extremas.

Se rodó en enero de 1974 cerca de Murom-Vladimir Oblast (Rusia), en terribles condiciones invernales, tal como lo exige el guión, basado en la novela Sotnikov de Vasil Bykaŭ. La película ganó el Oso de Oro Golden en el Festival Internacional de Cine de Berlín en 1977. Fue seleccionada como la entrada soviética a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar, pero no fue aceptada como nominada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Cuando los protagonistas están escondidos en el techo de una cabaña entre el heno, y por un descuido ponen en alerta a un soldado germano que sube y los ve apuntándoles con su arma; La secuencia de la tortura, como se ve fuera de plano por medio del rostro de la víctima cuando le van a poner un hierro fundido en el pecho, salvaje, con ese grito desgarrador; Cuando Rybak desesperado ante los sentimientos de culpa intenta ahorcarse en el habitáculo-retrete y fracasa, cual castigo divino; El tramo de la ejecución, pausada, lenta, con los victimarios llevados al patíbulo de la horca, con los lugareños observando serios, acompañando a lo Solotnikov está su compañero delator Rybak, una mujer le dice Judas a este, un niño lo mira con desprecio. Vemos en contrapicado el ahorcamiento de Solotnikov, a medio cuerpo desde los pies, cual si estuviera ascendiendo al cielo, tras lo que la imagen pasa al niño que mira. Rybak tras ello fantasea en su mente con que los nazis le disparan y matan huyendo, pero no tiene valor para ello.

La aprobación del guión hasta la aceptación de los actores de la película, estuvo acompañado de considerables dificultades. La principal acusación fue que Shepitko supuestamente hizo una parábola religiosa con un tono místico a partir del relato partidista; Shepitko replicó que ella no era religiosa y que una historia sobre la traición era antediluviana. Según ella, Judas y Jesús siempre habían existido y que si la leyenda conectaba con la gente, eso significa que estaba vivo en cada persona. Los funcionarios se encontraron con la puntuación de Schnittke con resistencia y ordenaron que se eliminaran las alusiones a los textos bíblicos.

La película casi fue prohibida: las autoridades reguladoras creían que se filmó una "parábola religiosa con un tinte místico" en lugar de una historia partidista. Las posibilidades de que la película fuera archivada eran muy altas, hasta que Elem Klimov (marido de Larisa Shepitko y también director de cine de profesión) decidió dar un paso desesperado. Mientras Klimov se preparaba para el rodaje de la película Kill Hitler (que se estrenó con el título Come and See en 1985), se reunió con Pyotr Masherov, el primer secretario del Partido Comunista de Bielorrusia, quien apoyó firmemente al director e incluso actuó como consultor histórico. Durante la guerra, el alto funcionario era un partisano y, además, en 1942 los ocupantes alemanes colgaron a su madre por colaborar con los partisanos. Cuando Klimov, pasando por alto a Mosfilm, invitó a Masherov a una vista previa especial de The Ascent, Masherov inicialmente se mostró escéptico y esperaba ver un "trabajo de dirección afeminado". La película, todavía un poco mojada, fue traída a Minsk directamente desde el laboratorio, y la propia Larisa Shepitko se sentó en la mesa de mezclas. Veinte o treinta minutos después de que Masherov comenzara a mirar, descubrió que no podía separarse de la pantalla y, a la mitad de la película, estaba llorando, sin esconderse de los líderes de la república que estaban presentes en la sala. Al final de la película, Masherov, contrariamente a la tradición (generalmente en tales estrenos, las opiniones se escuchaban primero de los rangos más bajos y luego de los más altos), subió al escenario y habló durante unos cuarenta minutos. Nadie registró sus palabras, pero Elem Klimov le testificó a su esposa que su discurso emocionado fue uno de los mejores que escuchó. El escritor bielorruso y veterano de la Gran Guerra Patria, Ales Adamovich, que estuvo presente en la proyección, describió a Masherov como alguien que cuestionaba: "De dónde vino esta chica, que por supuesto no experimentó nada por el estilo,[25] Después de unos días, The Ascent fue aceptado formalmente sin ninguna enmienda.

Notable relato cargado de sentimientos encontrados que auscultan la compleja Condición Humana. Fuerza y honor!!!
9
12 de julio de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la Segunda Guerra Mundial, dos partisanos soviéticos son apresados por una patrulla alemana mientras iban en busca de provisiones.
La última película de Larisa Shepitko y una de las cimas del cine bélico europeo, ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín. La historia, procedente de la novela 'Sotnikov', deviene en una parábola religiosa de carácter místico al convertir a ambos protagonistas en símbolos: uno será un Judas capaz de traicionar a los suyos para salvar el pellejo, y el otro una especie de Mesías sacrificado por su compromiso ideológico. La fotografía, en blanco y negro, le confiere una gran fuerza poética.



"Entonces, sigue viviendo. Uno puede hacerlo sin conciencia, también."
9
26 de junio de 2015
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joya del cine ruso que ningún fan del blanco y negro debería perderse. Con ecos de Einsenstein, Murnau, Dreyer o el propio Welles esta fugaz directora no ofrece concesiones en sus arrebatadoras imágenes sobre el terror en las nieves del territorio soviético durante la invasión nazi de 1942. No por ello esto reduce a la Ascensión a una estilizada artillería con la cámara sino que prima un guión de personajes al límite donde supervivencia, traición y sobre todo el miedo están a la caza en todo momento. Los personajes que vertebran el argumento, principalmente dos partisanos y un ruso blanco colaborador con el invasor, son perfectos símbolos de los diferentes sentires del pueblo ruso durante los primeros 50 años del S. XX. Lástima que fuera la última película de Sheptiko, fallecida en accidente con apenas 40 años, que a la postre es por la que se la recuerda. Y poco, la verdad.
9
18 de noviembre de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una conversación con mi tío acerca del desarrollo de personajes en las películas y series, acabaron por salir a la luz una de las muchas citas del gran Robert McKee. Este decía que es en los dilemas donde el personaje se muestra tal y como es en realidad (algo parecido a lo que dice el Joker en el caballero oscuro). Conforme mayor sea la crisis, más se desarrolla a los personajes. El bueno de mi tío concluyó esta parte de la charla recomendándome esta película.

Pues bien, ya la he visto. No me las daré de enigmático, más que nada porque al lado del título pone la nota que le he puesto. En fin.

Hago constar que si no le he puesto un diez es porque hay momentos en las que se hace un poco pesada (me pasó lo mismo con Ran, del maestro Kurosawa), sobre todo en la segunda mitad de la película, aunque para que os voy a engañar: el final es tan bueno que cualquier defecto que pudiera tener la cinta queda opacado casi por completo.

La película, narrativamente hablando, sigue la estructura de películas como El Infierno del Odio (obra maestra) y Death Proof (para los postmodernos), en el sentido de que está divida en dos partes claramente diferenciadas (me reservo las explicaciones para la zona de spoilers). Sigue las desventuras de dos partisanos soviéticos en el frente ruso de la Segunda Guerra Mundial, en una "Madre Patria" ocupada por los nazis y hombres que se han pasado a su bando (llámense colaboracionistas o traidores, en función de a quién le preguntes) con tal de no ser ejecutados. En este contexto se basa la historia, un viaje por un páramo infernal que desencadenará en otro infierno mucho peor, el de la conciencia.

La recomiendo sobre todo a los amantes del blanco y negro. La fotografía es brutal: los grises que retratan el invierno como poco menos que un infierno, los primeros planos a unos actores cuyas actuaciones dejan a los de hoy en día a la altura del betún, esos travelines simbólicos que muestran el paso del personaje de un estado a otro... magnífico.

Lo único negativo que le saco es lo mencionado previamente (un poco pesada) y tal vez que la trama esconde cierto mensaje partidista (viniendo de la URSS, no sorprende), aunque tengo entendido que tuvo problemas para estrenarse precisamente por su falta de propaganda. Por lo demás, una obra de arte poseedora de un mérito cada vez menos apreciable hoy en día: una capacidad magistral de narrar dilemas, situaciones y simbolismos tan solo con imágenes... y menudas imágenes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El dilema que he mencionado al principio se da en la segunda parte (no es el único, pero sí el más importante), cuando a Sotnikov se le da a elegir entre traicionar a sus camaradas o evitar que maten a su amigo, a la mujer que los encubrió (cuyos hijos han sido abandonados a su suerte), a una niña judía y a un viejo colaboracionista que también les echó una mano. Lo torturan pero él, que se nos ha presentado como un hombre herido, asmático y frágil, no da su brazo a torcer pese a sucumbir por unas horas a un estado de semi locura por el dolor.

Por otro lado, Rybak, que se presenta como el soldado fuerte, valiente y seguro de sí mismo, acaba por traicionar a su patria y amigos para salvar el pellejo. Su desarrollo también es muy bueno, comienza con ensoñaciones en las que trata de huir pero no encuentra valor. Cuando se le interroga, finge colaborar diciendo cosas que presupone que su interrogador ya sabe. Pero al final, cuando Sotnikov no da su brazo a torcer y las sogas ya cuelgan del poste, se pasa al bando rival.

Esta dualidad nos muestra la realidad de la guerra: mantener el valor y la cordura en esas tierras inhóspitas es casi imposible. Si analizamos detenidamente los dos dilemas y sus conclusiones, veremos que no todo es blanco o negro como pueda parecer en un principio. Me quito el sombrero ante el guionista (y también al autor de la novela en la que se basa).

La escena del linchamiento es brutal. La escenografía cuando Sotnikov sonríe al niño y es ahorcado, con su cuerpo balanceándose, como si estuviera ascendiendo a la gloria, al más puro estilo de Jesucristo muriendo por todos los hombres. Por otro lado, Rybak es llamado Judas por el pueblo. La directora le da un final más cruel que la que tuvo el discípulo del mesías. Intenta suicidarse repetidas veces pero falla. Y en ese momento, con la puerta cerrándose al paisaje nevado y salvaje, sucumbe al remordimiento y la cobardía. Sin palabras
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