Todos somos extraños
2023 

6.9
8,045
Drama. Fantástico
Una noche, en su torre casi vacía del Londres actual, Adam tiene un encuentro casual con un misterioso vecino, Harry, que pone patas arriba el ritmo de su vida cotidiana. A medida que va surgiendo una relación entre ellos, a Adam le preocupan los recuerdos del pasado y regresa a su ciudad natal y al hogar de su infancia.
20 de febrero de 2024
20 de febrero de 2024
33 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo del cine hay autores tan identificables que el espectador sabe de antemano que va a degustar. Esa ausencia de sorpresa argumental no está reñida con la calidad de los trabajos pese a cierta reiteración en las temáticas abordadas. No debe ser fácil tomar un asunto y exprimirlo, darle vueltas por un lado y otro, por aquí y por allá, encontrar siempre vericuetos por dónde expresar y comunicar cosas. Admiro en este sentido al japonés Hirokazu Koreeda y su obsesión con la familia. Y algo parecido le ocurre al británico Andrew Haigh con el amor y la soledad, casi siempre exteriorizada desde la homosexualidad de los protagonistas. Su nueva cinta, ‘Desconocidos’, abunda en lo anterior.
Me ha gustado menos que otros trabajos como ‘Greek Pete’ (2009), ’45 años’ (2015) y sobre todo ‘Weekend’ (2011). Se supone que habla de temas trascendentes: soledad, pérdida, cómo encontrarse uno mismo, saldar cuentas con el pasado para mirar al futuro libre de ataduras, sin pesadas cargas. Y que la emoción debe surgir a raudales ante una propuesta tan atractiva en lo visual como telúrica en el fondo. Pero permanezco la mayor parte del metraje sin lograr implicarme en la historia. Siento cierta fatiga ante las idas y venidas del protagonista (Andrew Scott) desde su residencia en Londres a su lugar natal para encontrarse con sus padres, fallecidos ambos en accidente cuando tenía 12 años.
Gana enteros ‘Desconocidos’ cuando Haigh fija la cámara en su pareja protagonista. Espléndidos Andrew Scott y Paul Mescal, tan solos por dentro como la enorme torre de apartamentos en las que viven, siendo sus únicos moradores. Hay complicidad entre los actores. En las miradas, a la hora del contacto físico, en una suerte de nostalgia que socaba el carácter de estas almas solitarias. La película se encuentra cómoda jugando con los límites entre ficción y realidad, lo fantástico y lo material, moviéndose en terrenos difusos. Hay algunos aspectos de la historia que no llego a comprender. No me queda claro si es por mi falta de pericia o por desvaríos narrativos de su autor.
Cosas del cine.
Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es
Me ha gustado menos que otros trabajos como ‘Greek Pete’ (2009), ’45 años’ (2015) y sobre todo ‘Weekend’ (2011). Se supone que habla de temas trascendentes: soledad, pérdida, cómo encontrarse uno mismo, saldar cuentas con el pasado para mirar al futuro libre de ataduras, sin pesadas cargas. Y que la emoción debe surgir a raudales ante una propuesta tan atractiva en lo visual como telúrica en el fondo. Pero permanezco la mayor parte del metraje sin lograr implicarme en la historia. Siento cierta fatiga ante las idas y venidas del protagonista (Andrew Scott) desde su residencia en Londres a su lugar natal para encontrarse con sus padres, fallecidos ambos en accidente cuando tenía 12 años.
Gana enteros ‘Desconocidos’ cuando Haigh fija la cámara en su pareja protagonista. Espléndidos Andrew Scott y Paul Mescal, tan solos por dentro como la enorme torre de apartamentos en las que viven, siendo sus únicos moradores. Hay complicidad entre los actores. En las miradas, a la hora del contacto físico, en una suerte de nostalgia que socaba el carácter de estas almas solitarias. La película se encuentra cómoda jugando con los límites entre ficción y realidad, lo fantástico y lo material, moviéndose en terrenos difusos. Hay algunos aspectos de la historia que no llego a comprender. No me queda claro si es por mi falta de pericia o por desvaríos narrativos de su autor.
Cosas del cine.
Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es
11 de marzo de 2024
11 de marzo de 2024
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
No conviene contar mucho sobre el argumento de ‘Desconocidos’ y casi es mejor no ver ningún tráiler, porque supone un gustazo ir abriendo esa bonita y emotiva caja de sorpresas que nos ofrece el director británico Andrew Haigh. Esta es una de esas películas que hay que ver hasta el final y después meditarla un rato para recomponer el puzle. Incluso uno de esos filmes que, cuando ya el puzle está compuesto, te invita después a interpretar la imagen que dibuja para terminar de entenderlo.
Me ha gustado mucho lo que quiere transmitir Haigh. Es una película de amor con mayúsculas. No solamente de amor sexual o romántico (aunque quizás también, ya digo, mejor no ver trailers), sino de un amor más profundo, de un amor ciertamente inmortal. Y es que ‘Desconocidos’ trata del amor puro que un niño siente por sus padres y del dolor, también eterno, que parece quedarse para siempre cuando no están. Es una película sobre la soledad, la búsqueda, las carencias y los recuerdos. También sobre los traumas, los complejos y las falsas apariencias. Es el trauma de un niño grande que busca redención para poder seguir adelante, para no verlo y sentirlo todo bajo la suciedad del miedo y la desconfianza. Solo hay una cosa peor que decepcionar a los que te amaron o no poder perdonarlos: saber que ya no hay nadie a quien dirigir esa expiación o ese perdón.
Pero ‘Desconocidos’ es algo más, porque también es una película que juega con lo imposible, con la fantasía, con la metáfora. Esa utilización tan insólita del elemento fantástico para plasmar temas tan profundos como los que trata esta película es un acierto muy original de Andrew High. Además de todo eso, de unos personajes entrañables y de unos diálogos deliciosos (sobre todo, entre el trío protagonista, padres e hijo), el director británico cuida mucho todo el envoltorio: imágenes muy poderosas, una gran banda sonora, estupenda fotografía y una mezcla un tanto rara de géneros (humor negro, ciencia ficción, el melodrama, incluso detalles propios del cine de terror) que hace que ‘Desconocidos’ sea una película tan poética, triste y hermosa como esta.
Es de esas películas que se te queda en la cabeza mucho tiempo después de verlas.
Me ha gustado mucho lo que quiere transmitir Haigh. Es una película de amor con mayúsculas. No solamente de amor sexual o romántico (aunque quizás también, ya digo, mejor no ver trailers), sino de un amor más profundo, de un amor ciertamente inmortal. Y es que ‘Desconocidos’ trata del amor puro que un niño siente por sus padres y del dolor, también eterno, que parece quedarse para siempre cuando no están. Es una película sobre la soledad, la búsqueda, las carencias y los recuerdos. También sobre los traumas, los complejos y las falsas apariencias. Es el trauma de un niño grande que busca redención para poder seguir adelante, para no verlo y sentirlo todo bajo la suciedad del miedo y la desconfianza. Solo hay una cosa peor que decepcionar a los que te amaron o no poder perdonarlos: saber que ya no hay nadie a quien dirigir esa expiación o ese perdón.
Pero ‘Desconocidos’ es algo más, porque también es una película que juega con lo imposible, con la fantasía, con la metáfora. Esa utilización tan insólita del elemento fantástico para plasmar temas tan profundos como los que trata esta película es un acierto muy original de Andrew High. Además de todo eso, de unos personajes entrañables y de unos diálogos deliciosos (sobre todo, entre el trío protagonista, padres e hijo), el director británico cuida mucho todo el envoltorio: imágenes muy poderosas, una gran banda sonora, estupenda fotografía y una mezcla un tanto rara de géneros (humor negro, ciencia ficción, el melodrama, incluso detalles propios del cine de terror) que hace que ‘Desconocidos’ sea una película tan poética, triste y hermosa como esta.
Es de esas películas que se te queda en la cabeza mucho tiempo después de verlas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo lo que vemos en la película es una alegoría, un viaje metafórico de Adam, un hombre adulto asolado por la muerte de sus padres cuando era niño, algo que le dejó una mella terrible y que ha mermado siempre su capacidad de relacionarse con otras personas y de amar, en definitiva. Adam, que quiere escribir un libro sobre sus padres, de ahí que esté recopilando fotos, recuerdos, visite la casa familiar, etc., imagina todos esos encuentros con ellos. Todo es una especie de "what if" simbólico con el que el propio Adam está construyendo su libro y, al mismo tiempo, está intentando sanar su mente. Reproduce en su cabeza (y en su corazón) esas conversaciones que nunca pudo tener con sus padres acerca de sus problemas en el colegio, del despertar de su sexualidad, de la soledad que sintió muchas veces, de la pérdida…
Esas carencias afectivas han convertido a Adam en una persona incapaz de tener relaciones amorosas serias, más allá del sexo. “Nunca me he enamorado” le confiesa a Harry. ¿Y quién o qué es Harry? Pues otra metáfora en la mente de Adam. Una idealización. La idealización de un amor que nunca ha podido realizar plenamente. De ahí que, hasta en momentos de felicidad, siempre hay algo que lo afea todo, que lo convierte en una mueca grotesca (a ratos aparecen esos rostros deformadas, como heridas pasadas). Harry también está muerto, como sus padres. Probablemente fuera una relación trágica en la vida de Adam, alguien a quien no pudo ayudar, a quien no supo amar por esa coraza autoimpuesta.
Con ese camino de búsqueda interior que lleva a cabo Adam (en la película son muy simbólicos los viajes que hace de la ciudad a esa casa del pasado), consigue cierta paz consigo mismo. Esas conversaciones irreales con sus padres y esa intensa y sincera relación con un idealizado amante son una muestra, quizás, de que Adam está empezando a recomponerse emocionalmente. O, cuando menos, está en ese proceso. Ha conseguido verbalizar, aunque sea en su imaginación, ese perdón hacia sus padres por haberlos culpado por tantas cosas (por su incomprensión hacia su sexualidad, por haberlo dejado solo…); y también puede que haya aprendido a no sentir tanto miedo por las relaciones amorosas, ya que parece haberse dado cuenta de que su coraza, esa que se puso cuando perdió su infancia, el día del accidente de sus padres, le cierra las puertas a vivir emociones tan hermosas como las que pueda sentir con cualquier Harry con el que consiga conectar.
¿Será efectiva esa búsqueda introspectiva de Adam? Quizás solo el hecho de intentarlo ya es un avance. Pensar, imaginar y escribir sobre todo ello es la terapia que encuentra Adam para tratar de sanar.
Esas carencias afectivas han convertido a Adam en una persona incapaz de tener relaciones amorosas serias, más allá del sexo. “Nunca me he enamorado” le confiesa a Harry. ¿Y quién o qué es Harry? Pues otra metáfora en la mente de Adam. Una idealización. La idealización de un amor que nunca ha podido realizar plenamente. De ahí que, hasta en momentos de felicidad, siempre hay algo que lo afea todo, que lo convierte en una mueca grotesca (a ratos aparecen esos rostros deformadas, como heridas pasadas). Harry también está muerto, como sus padres. Probablemente fuera una relación trágica en la vida de Adam, alguien a quien no pudo ayudar, a quien no supo amar por esa coraza autoimpuesta.
Con ese camino de búsqueda interior que lleva a cabo Adam (en la película son muy simbólicos los viajes que hace de la ciudad a esa casa del pasado), consigue cierta paz consigo mismo. Esas conversaciones irreales con sus padres y esa intensa y sincera relación con un idealizado amante son una muestra, quizás, de que Adam está empezando a recomponerse emocionalmente. O, cuando menos, está en ese proceso. Ha conseguido verbalizar, aunque sea en su imaginación, ese perdón hacia sus padres por haberlos culpado por tantas cosas (por su incomprensión hacia su sexualidad, por haberlo dejado solo…); y también puede que haya aprendido a no sentir tanto miedo por las relaciones amorosas, ya que parece haberse dado cuenta de que su coraza, esa que se puso cuando perdió su infancia, el día del accidente de sus padres, le cierra las puertas a vivir emociones tan hermosas como las que pueda sentir con cualquier Harry con el que consiga conectar.
¿Será efectiva esa búsqueda introspectiva de Adam? Quizás solo el hecho de intentarlo ya es un avance. Pensar, imaginar y escribir sobre todo ello es la terapia que encuentra Adam para tratar de sanar.
23 de febrero de 2024
23 de febrero de 2024
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos cineastas han exhibido mas sensibilidad, sabiduría emocional y estilo practicando cine de temática homosexual que el realizador británico Andrew Haigh, de trayectoria breve pero honda expresividad dramática y formal. Tras un intervalo de algunos años afanado en la producción televisiva regresa al largometraje con una perla independiente que comenzó la temporada de premios estadounidense con aspiraciones a jugar un papel relevante pero que ha culminado quedándose de lado, pero sin por ello perder el favor entusiasta de gran parte de la crítica. Propuesta tan delicada como intensa es Desconocidos, protagonizada por Andrew Scott, Paul Mescal, Claire Foy y Jamie Bell. Un ejercicio de confrontación de traumas a través del fantástico, que logrará mediante su elegante dispositivo acariciar los resortes emocionales de no pocos espectadores. Una construcción de refinado andamiaje estructural que, bien es cierto, se apoya en la emotividad preciosista como gesto ornamental complaciente, pero trufando su ensamblaje de instantes de inspiración atmosférica.
Ya en sus primeros compases Haigh traza las suficientes pistas para que el espectador cuestione la naturaleza de las imágenes, pues estas no aluden, de manera más o menos veladas, a la naturaleza física de la cotidianidad del personaje protagonista. El tormento de este es hondo, y si bien se encuentra recurrentemente con padres y amante es inevitable que le percibamos como dolorido animal solitario, cuya soledad no parece tener cura. Por lo tanto, la integración en la producción de los códigos del fantástico no persiguen sino dar carne a escenarios mentales. La oportunidad de un nuevo amor con el que comenzar de cero coincide con la confrontación directa mas inesperada posible con la herida mas grande de la juventud. El filme atraviesa estadios amargos de tristeza, melancolía y ensoñación, y estos se representan con colores, reflejos de sol o gestos (y en varios instantes, con cierto exceso afectado, música) antes que con palabras o acciones. Se produce una sugerente dinámica paralela entre dos dimensiones enfrentadas: el discurso emocional es de vasto calado universal, pero su canalización física se concentra, minimalista, en un puñado de personajes y localizaciones. Filme intenso que crece hacia dentro.
Estelar trabajo de su reparto, desgarrados y llenos de complejidad humana en su presentación, e impresionante eficacia para la sorpresa la de su dispositivo, que se comprende sin necesidad de ser explicado pero preserva en el proceso el aura de misterio tan propia de los grandes logros cinematográficos. Gracias a esta representación imposible, de naturaleza fantasmagórica, se representa con literalidad el proceso de duelo y se regresa a la infancia rehuyendo el flashback. Y si bien el relato familiar acapara la mayor parte del metraje y la indagación psicológica del drama, la química entre Scott y Mescal es tan fuerte que hacen de sus escenas conjuntas (destacando en este sentido unos planos en una discoteca de tintes oníricos), hasta tal punto que lastimamos que no lleguemos a conocer mas de ese personaje de magnética mirada que, independientemente de su naturaleza fantástico, ejerce de interruptor del recorrido del protagonista y punto de ignición de la faceta sensual del filme.
Película tan estimable y delicada como ensimismada en su preciosista dispositivo y complaciente con sus estrategias para forzar emotividad. Fía gran parte de su propuesta a la frescura de su gran ocurrencia argumental, que nunca se explica pero resulta asequible dilucidar durante los compases tempranos de la narración, por lo que tan pronto la novedad se diluye también lo hace la sensación de cambio. La progresión, sea esta argumental, emocional o formal, es determinante en toda gran película, y Desconocidos es tan emocionante como estancada. Los ingredientes se disponen, y posteriormente no crece sino que da vueltas alrededor de ellos. Y si bien respeta a sus personajes y les construye con cuidado, Haigh se apoya de manera facilona en músicas, encuadres o gestos gastados del cine de qualité para subrayar la lágrima, resultando estas más un tic o una vestimenta que un vehículo de revelación o una vía para profundizar en una plétora de significados.
Espectral y trágica, Desconocidos sirve de ejemplo del buen estado del cine británico independiente contemporánea, da a Andrew Scott un papel para el Olimpo cinematográfico a la altura de su talento y reivindica a Andrew Haigh como una voz a seguir vigilando de cerca. Bien es cierto que quizás nos encontramos ante su peor largometraje, pero no por ello deja de ser un encomiable trabajo que mantiene alto el excelente nivel de la taquilla española de este inicio de 2024.
Ya en sus primeros compases Haigh traza las suficientes pistas para que el espectador cuestione la naturaleza de las imágenes, pues estas no aluden, de manera más o menos veladas, a la naturaleza física de la cotidianidad del personaje protagonista. El tormento de este es hondo, y si bien se encuentra recurrentemente con padres y amante es inevitable que le percibamos como dolorido animal solitario, cuya soledad no parece tener cura. Por lo tanto, la integración en la producción de los códigos del fantástico no persiguen sino dar carne a escenarios mentales. La oportunidad de un nuevo amor con el que comenzar de cero coincide con la confrontación directa mas inesperada posible con la herida mas grande de la juventud. El filme atraviesa estadios amargos de tristeza, melancolía y ensoñación, y estos se representan con colores, reflejos de sol o gestos (y en varios instantes, con cierto exceso afectado, música) antes que con palabras o acciones. Se produce una sugerente dinámica paralela entre dos dimensiones enfrentadas: el discurso emocional es de vasto calado universal, pero su canalización física se concentra, minimalista, en un puñado de personajes y localizaciones. Filme intenso que crece hacia dentro.
Estelar trabajo de su reparto, desgarrados y llenos de complejidad humana en su presentación, e impresionante eficacia para la sorpresa la de su dispositivo, que se comprende sin necesidad de ser explicado pero preserva en el proceso el aura de misterio tan propia de los grandes logros cinematográficos. Gracias a esta representación imposible, de naturaleza fantasmagórica, se representa con literalidad el proceso de duelo y se regresa a la infancia rehuyendo el flashback. Y si bien el relato familiar acapara la mayor parte del metraje y la indagación psicológica del drama, la química entre Scott y Mescal es tan fuerte que hacen de sus escenas conjuntas (destacando en este sentido unos planos en una discoteca de tintes oníricos), hasta tal punto que lastimamos que no lleguemos a conocer mas de ese personaje de magnética mirada que, independientemente de su naturaleza fantástico, ejerce de interruptor del recorrido del protagonista y punto de ignición de la faceta sensual del filme.
Película tan estimable y delicada como ensimismada en su preciosista dispositivo y complaciente con sus estrategias para forzar emotividad. Fía gran parte de su propuesta a la frescura de su gran ocurrencia argumental, que nunca se explica pero resulta asequible dilucidar durante los compases tempranos de la narración, por lo que tan pronto la novedad se diluye también lo hace la sensación de cambio. La progresión, sea esta argumental, emocional o formal, es determinante en toda gran película, y Desconocidos es tan emocionante como estancada. Los ingredientes se disponen, y posteriormente no crece sino que da vueltas alrededor de ellos. Y si bien respeta a sus personajes y les construye con cuidado, Haigh se apoya de manera facilona en músicas, encuadres o gestos gastados del cine de qualité para subrayar la lágrima, resultando estas más un tic o una vestimenta que un vehículo de revelación o una vía para profundizar en una plétora de significados.
Espectral y trágica, Desconocidos sirve de ejemplo del buen estado del cine británico independiente contemporánea, da a Andrew Scott un papel para el Olimpo cinematográfico a la altura de su talento y reivindica a Andrew Haigh como una voz a seguir vigilando de cerca. Bien es cierto que quizás nos encontramos ante su peor largometraje, pero no por ello deja de ser un encomiable trabajo que mantiene alto el excelente nivel de la taquilla española de este inicio de 2024.
29 de febrero de 2024
29 de febrero de 2024
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocidos es una película de enorme belleza. Una de esas que convierten el dolor más profundo en algo sanador y profundamente hermoso.
Porque la historia de Adam, el protagonista, es una historia de dolor, de trauma no superado, y por supuesto una historia de amor con Harry, su vecino, su tabla de salvación, su oportunidad para ser feliz y dejar finalmente atrás unos hechos del pasado que no le permiten avanzar.
La cinta no es perfecta. Es cierto que es fácil adivinar, a poco que se esté un poco atento, quién es Harry realmente y cuál es su papel en la vida de Adam, y es verdad también que la conclusión aporta más preguntas que respuestas. Pero todo lo demás, y cuando decimos todo es todo, es tan bueno que se le perdonan esas dos circunstancias menos acertadas.
Desconocidos nos habla, como decimos, del trauma no superado y del amor entre dos hombres que se necesitan y "salvan" el uno al otro por distintos motivos, pero también de los padres. De la necesidad que todos tenemos de su aprobación, de su cariño, de su consejo o su buena opinión de nosotros. Es por eso que las escenas en que aparecen unos fabulosos Jamie Bell y Claire Foy son las más emotivas de una película que rezuma, precisamente, emotividad por sus cuatro costados. Esperen a ver el fundido a negro final, teñido de tenues luces violeta, al ritmo de "The power of love" de Frankie goes to Hollywood. Esperen a ver las elegantísimas y delicadas escenas íntimas entre Adam y Harry. Esperen a escuchar diálogos como el de Adam y su madre en la cocina, cuando él finalmente revela quién es y cómo es, con esa lágrima solitaria y silenciosa que le cae por la mejilla. Son sólo algunos ejemplos de las imágenes maravillosas con las que nos deleita Andrew Haigh.
Por supuesto, todo esto quedaría en agua de borrajas si el guion no fuera bueno, pero es que además lo es, y mucho, con esa enorme sensibilidad y capacidad para emocionar, y además la realización de Haigh, acompañada por la magistral fotografía de Jamie D. Ramsay, es excepcional.
Y un párrafo aparte merecen Andrew Scott y Paul Mescal. El irlandés parece tener el trabajo más fácil, a priori, por tener el personaje más extrovertido y simpático, un poco como le pasaba a Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain. Sin embargo, según avanza la acción, Mescal va mostrando cada vez más vulnerabilidad, con esos ojos que tiene que dicen tanto, y se marca un tercio final de auténtica antología. Lo de Scott es ya de otro planeta. Un poco también como hacía Heath Ledger en la mencionada película de Ang Lee, el británico transpira dolor, murmurando muchas veces las palabras en vez de pronunciarlas, en una montaña rusa de dolor y curación que Scott maneja a la perfección. Sinceramente, le han robado la nominación al Óscar. A Mescal seguramente también, pero su caso es excepcionalmente claro. Andrew Scott es la película.
En definitiva, una sensacional obra a disfrutar y revisar para seguir empapándose de su hermosura, de su inteligentísimo uso de la música , y seguir cayendo rendidos al poder del amor, como dice la canción. Maravillosa.
Lo mejor: Lo preciosa que es, la música, la reflexión sobre el duelo y la relación con los padres, y las interpretaciones de Andrew Scott y Paul Mescal.
Lo peor: El giro sobre Harry es bastante predecible.
Porque la historia de Adam, el protagonista, es una historia de dolor, de trauma no superado, y por supuesto una historia de amor con Harry, su vecino, su tabla de salvación, su oportunidad para ser feliz y dejar finalmente atrás unos hechos del pasado que no le permiten avanzar.
La cinta no es perfecta. Es cierto que es fácil adivinar, a poco que se esté un poco atento, quién es Harry realmente y cuál es su papel en la vida de Adam, y es verdad también que la conclusión aporta más preguntas que respuestas. Pero todo lo demás, y cuando decimos todo es todo, es tan bueno que se le perdonan esas dos circunstancias menos acertadas.
Desconocidos nos habla, como decimos, del trauma no superado y del amor entre dos hombres que se necesitan y "salvan" el uno al otro por distintos motivos, pero también de los padres. De la necesidad que todos tenemos de su aprobación, de su cariño, de su consejo o su buena opinión de nosotros. Es por eso que las escenas en que aparecen unos fabulosos Jamie Bell y Claire Foy son las más emotivas de una película que rezuma, precisamente, emotividad por sus cuatro costados. Esperen a ver el fundido a negro final, teñido de tenues luces violeta, al ritmo de "The power of love" de Frankie goes to Hollywood. Esperen a ver las elegantísimas y delicadas escenas íntimas entre Adam y Harry. Esperen a escuchar diálogos como el de Adam y su madre en la cocina, cuando él finalmente revela quién es y cómo es, con esa lágrima solitaria y silenciosa que le cae por la mejilla. Son sólo algunos ejemplos de las imágenes maravillosas con las que nos deleita Andrew Haigh.
Por supuesto, todo esto quedaría en agua de borrajas si el guion no fuera bueno, pero es que además lo es, y mucho, con esa enorme sensibilidad y capacidad para emocionar, y además la realización de Haigh, acompañada por la magistral fotografía de Jamie D. Ramsay, es excepcional.
Y un párrafo aparte merecen Andrew Scott y Paul Mescal. El irlandés parece tener el trabajo más fácil, a priori, por tener el personaje más extrovertido y simpático, un poco como le pasaba a Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain. Sin embargo, según avanza la acción, Mescal va mostrando cada vez más vulnerabilidad, con esos ojos que tiene que dicen tanto, y se marca un tercio final de auténtica antología. Lo de Scott es ya de otro planeta. Un poco también como hacía Heath Ledger en la mencionada película de Ang Lee, el británico transpira dolor, murmurando muchas veces las palabras en vez de pronunciarlas, en una montaña rusa de dolor y curación que Scott maneja a la perfección. Sinceramente, le han robado la nominación al Óscar. A Mescal seguramente también, pero su caso es excepcionalmente claro. Andrew Scott es la película.
En definitiva, una sensacional obra a disfrutar y revisar para seguir empapándose de su hermosura, de su inteligentísimo uso de la música , y seguir cayendo rendidos al poder del amor, como dice la canción. Maravillosa.
Lo mejor: Lo preciosa que es, la música, la reflexión sobre el duelo y la relación con los padres, y las interpretaciones de Andrew Scott y Paul Mescal.
Lo peor: El giro sobre Harry es bastante predecible.
24 de febrero de 2024
24 de febrero de 2024
22 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 10 redondo para esta película que se adentra en lo más profundo de la esencia humana cuando esta está rota, perdida y deseando conectar. Es una película abierta, abstracta y muy concreta al mismo tiempo, en la que, me parece, importa la sensación que la peli va provocando más que la racionalidad de la trama. Requiere de un espectador activo, y es que cada cual encontrará en esta peli una parte de sí mismo y saldrá tocado por una u otra temática abordada (la homosexualidad, el duelo, la aceptación, la soledad, el amor, la relación padres-hijos...).
A mí, la peli me ha removido tanto que puedo decir que he salido herida, pero también conmovida y fascinada por esta propuesta bellísima, íntima, dolorosa y única.
A mí, la peli me ha removido tanto que puedo decir que he salido herida, pero también conmovida y fascinada por esta propuesta bellísima, íntima, dolorosa y única.
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