Perdiendo el norte
2015 

5.0
19,683
Comedia
Hugo y Braulio, dos jóvenes con formación universitaria, hartos de no encontrar ni trabajo ni futuro en España, deciden emigrar a Alemania siguiendo los cantos de sirena de un programa de televisión tipo "Españoles por el mundo". Pero pronto descubrirán que sobrar en un sitio no significa ser necesario en otro, y que perseguir el sueño alemán puede tener mucho de pesadilla. (FILMAFFINITY)
7 de marzo de 2015
7 de marzo de 2015
48 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por más que intente ser complaciente con el cine nacional, por aquello de apoyar la casi inexistente industria del cine español –si la podemos llamar así…-, llega un momento en que a uno no le dejan argumentos para seguir haciendo esta ímproba labor. Porque esto ya es que no tiene nombre, ni apellidos. Es un espanto de proporciones tan dantescas, tan ridículas, tan estúpidas, tan… podría seguir poniendo adjetivos, pero es que ya hasta me canso de buscar en el diccionario, porque podría ponerlos todos. Y me quedaría corto.
Lo más sorprendente es que este curtidísimo realizador, Nacho G. Velilla (que también ha participado en el guión) además de regalarnos dos buenas series televisivas como fueron “7 vidas” y “Aída”, también ha dirigido dos largometrajes que sin ser ninguna maravilla, eran dos comedias funcionales –y comerciales- que consiguieron una buena acogida entre el público y la industria. Tanto “Fuera de carta” como “Que se mueran los feos” tenían su gracia, algo de ingenio, un gran oficio en la narración, y buenos actores. Por eso me sorprende tanto este salto cualitativo tan enorme hacia atrás, porque “Perdiendo el norte” debe figurar por méritos propios entre las más infames películas del cine español. Es de esas películas de las que le quitan a uno las ganas de ver cine español por diez o veinte años. Creo que el Ministerio de Cultura –cuando no el del Interior- debería tomar cartas en el asunto y tipificar este engendro como lesivo para la cultura nacional. Prohibirla, vamos.
Para colmo, la película intenta ironizar con algo tan duro, cruel, salvaje y doloroso como la crisis; la crisis, la economía, los jóvenes que no encuentran trabajo a pesar de su gran cualificación, en fin, toda la retahíla de desgracias que vivimos a diario y que maldita la gracia que tienen. Evidentemente, la capacidad de sátira y escarnio es un elemento primordial en la comedia, y se han ironizado muchos hechos terribles en la historia de la humanidad (y de esto podría decir mucho Berlanga y por supuesto Mel Brooks, que llegó a convertir a Adolf Hitler en un cantante de rap), pero sacando las cosas de quicio, planteando situaciones que lejos de invitar a una reflexión social de manera implícita, sea tan delirante que nos arranque una sonrisa, como el que un empleado de funeraria para hacer una vida normal tenga que hacerse nada más y nada menos que verdugo, tomando el relevo de su entrañable suegro (cuántas veces deberían ver los directores que aspiran a comedia “El Verdugo” de Berlanga…).
De esta manera, la comedia planteada por este film, ni tiene gracia, ni invita a la reflexión. En todo caso a la depresión, ya que encima suma un tema tan peliagudo como el Alzheimer a la ecuación. Y el argumento es tan simple como el mecanismo de un chupete: dos jóvenes sobradamente preparados se marchan a Alemania para buscarse la vida tras comprobar la situación en España y ver un programa del estilo de “Españoles por el mundo”. Y se van a Alemania, claro, y el resto… ya se te lo puedes imaginar, porque el tráiler te lo cuenta todo (incluidos los chistes más elocuentes de la película).
Lo siento pero A3 media la ha fastidiado: con este tipo de productos, por muy financiados que estén incluso antes de estrenarse, no se va a ningún sitio. Mejor dicho, sí que se va: a la ruina. Porque el público no es tonto. Tuve la oportunidad de ver la película en una sala con cierta cantidad de gente y NADIE, repito, NADIE se reía con los chistes. Ni uno, oiga, ni uno. Los actores están pasados de vueltas, y ni siquiera las gracietas de Julián López –que de los dos, es el gracioso, siendo Yon González el guapito…- consiguen ni por un momento subir el nivel. Es penoso ver a una gloria nacional del cine, el teatro y la televisión como D. José Sacristán participar en este engendro infumable, en el que hasta la guapísima Blanca Suárez aparece fea.
Poco más hay que decir de este verdadero espanto. Bueno, sí, una cosa más: no vayas a verla, es perder el dinero y el tiempo. Eso sí, con el título han acertado de pleno, porque han perdido el norte… del todo.
Lo más sorprendente es que este curtidísimo realizador, Nacho G. Velilla (que también ha participado en el guión) además de regalarnos dos buenas series televisivas como fueron “7 vidas” y “Aída”, también ha dirigido dos largometrajes que sin ser ninguna maravilla, eran dos comedias funcionales –y comerciales- que consiguieron una buena acogida entre el público y la industria. Tanto “Fuera de carta” como “Que se mueran los feos” tenían su gracia, algo de ingenio, un gran oficio en la narración, y buenos actores. Por eso me sorprende tanto este salto cualitativo tan enorme hacia atrás, porque “Perdiendo el norte” debe figurar por méritos propios entre las más infames películas del cine español. Es de esas películas de las que le quitan a uno las ganas de ver cine español por diez o veinte años. Creo que el Ministerio de Cultura –cuando no el del Interior- debería tomar cartas en el asunto y tipificar este engendro como lesivo para la cultura nacional. Prohibirla, vamos.
Para colmo, la película intenta ironizar con algo tan duro, cruel, salvaje y doloroso como la crisis; la crisis, la economía, los jóvenes que no encuentran trabajo a pesar de su gran cualificación, en fin, toda la retahíla de desgracias que vivimos a diario y que maldita la gracia que tienen. Evidentemente, la capacidad de sátira y escarnio es un elemento primordial en la comedia, y se han ironizado muchos hechos terribles en la historia de la humanidad (y de esto podría decir mucho Berlanga y por supuesto Mel Brooks, que llegó a convertir a Adolf Hitler en un cantante de rap), pero sacando las cosas de quicio, planteando situaciones que lejos de invitar a una reflexión social de manera implícita, sea tan delirante que nos arranque una sonrisa, como el que un empleado de funeraria para hacer una vida normal tenga que hacerse nada más y nada menos que verdugo, tomando el relevo de su entrañable suegro (cuántas veces deberían ver los directores que aspiran a comedia “El Verdugo” de Berlanga…).
De esta manera, la comedia planteada por este film, ni tiene gracia, ni invita a la reflexión. En todo caso a la depresión, ya que encima suma un tema tan peliagudo como el Alzheimer a la ecuación. Y el argumento es tan simple como el mecanismo de un chupete: dos jóvenes sobradamente preparados se marchan a Alemania para buscarse la vida tras comprobar la situación en España y ver un programa del estilo de “Españoles por el mundo”. Y se van a Alemania, claro, y el resto… ya se te lo puedes imaginar, porque el tráiler te lo cuenta todo (incluidos los chistes más elocuentes de la película).
Lo siento pero A3 media la ha fastidiado: con este tipo de productos, por muy financiados que estén incluso antes de estrenarse, no se va a ningún sitio. Mejor dicho, sí que se va: a la ruina. Porque el público no es tonto. Tuve la oportunidad de ver la película en una sala con cierta cantidad de gente y NADIE, repito, NADIE se reía con los chistes. Ni uno, oiga, ni uno. Los actores están pasados de vueltas, y ni siquiera las gracietas de Julián López –que de los dos, es el gracioso, siendo Yon González el guapito…- consiguen ni por un momento subir el nivel. Es penoso ver a una gloria nacional del cine, el teatro y la televisión como D. José Sacristán participar en este engendro infumable, en el que hasta la guapísima Blanca Suárez aparece fea.
Poco más hay que decir de este verdadero espanto. Bueno, sí, una cosa más: no vayas a verla, es perder el dinero y el tiempo. Eso sí, con el título han acertado de pleno, porque han perdido el norte… del todo.
10 de mayo de 2015
10 de mayo de 2015
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
José Sacristán, interpretando a un desengañado emigrante que dio con sus huesos en Alemania con el cuento de que allí el trabajo caía de los árboles a tus pies, regala aquí toda la experiencia de su largo oficio en las pantallas españolas, no siempre afortunado y a menudo desaprovechado en películas mediocres y modas nefastas. Pero aquí, en esta comedia dramática que no es nada del otro mundo pero que resume de forma tragicómica la España actual, una parte de la Europa actual, Sacristán brilla como pocas veces lo he visto. Será por su respetable veteranía, será porque en ciertos aspectos y en ciertas circunstancias (si bien pocas, es cierto, pues la madurez no llega sin peaje) el tiempo juega a favor, más que la juventud. Pero le han dado un papel de los que estrangulan el alma con apenas unas pocas pinceladas. Ese viejo solitario cargado de amarga sabiduría de ocaso es la prueba viviente de que rara vez aprendemos del pasado, algo que él mismo pregona.
Algo que todos los Hugos y Braulios tienen que aprender a fuerza de palos y desilusiones, que los chollos no caen a los pies de los pringaos que no tienen donde caerse muertos por más que carguen con los diplomas de sus carreras y sus másters, que viven en una farsa de apariencias en la que la felicidad es lo que se cree ver desde fuera pero no lo que hay de verdad.
Vedla como lo que es, una sátira cargada de sarcasmo para reírnos, con tanta ironía como melancolía, de nuestra España que todavía no se quiere enterar de que Pepe no se encontró en Alemania un paraíso de trabajos de ensueño, sueldos de ministro y vida sexual de Casanova.
Pero en todo viaje se aprende, aunque no sea lo que uno esperaba aprender. Todo camino se hace andando. Y mientras andas, si abres los ojos para ver que la noche no tiene sol pero trae las estrellas, tal vez encuentres que tu felicidad no es la que hipoteca tu vida, sino la que te hace un poco más libre.
Algo que todos los Hugos y Braulios tienen que aprender a fuerza de palos y desilusiones, que los chollos no caen a los pies de los pringaos que no tienen donde caerse muertos por más que carguen con los diplomas de sus carreras y sus másters, que viven en una farsa de apariencias en la que la felicidad es lo que se cree ver desde fuera pero no lo que hay de verdad.
Vedla como lo que es, una sátira cargada de sarcasmo para reírnos, con tanta ironía como melancolía, de nuestra España que todavía no se quiere enterar de que Pepe no se encontró en Alemania un paraíso de trabajos de ensueño, sueldos de ministro y vida sexual de Casanova.
Pero en todo viaje se aprende, aunque no sea lo que uno esperaba aprender. Todo camino se hace andando. Y mientras andas, si abres los ojos para ver que la noche no tiene sol pero trae las estrellas, tal vez encuentres que tu felicidad no es la que hipoteca tu vida, sino la que te hace un poco más libre.
28 de enero de 2019
28 de enero de 2019
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la imagen de haber visto está película antes, o al menos haber visto 100 o 200 películas como está. “Perdiendo el norte” es la replica de cientos de comedias livianas gringas.
Como toda comedia liviana, es rápida de ver, la película resulta ágil y dinámica. De vez en cuando saca una carcajada y probablemente en una semana más ni me acordaré de su existencia (la de la película) porque nacen para la intrascendencia.
Para que una de estás películas logren trascender, necesitas cuotas de genialidad, una chispa en el guion que “Perdiendo el norte” definitivamente carece.
Siempre me cuestiono porque este tipo de películas se hacen para el cine, la verdad es un producto más propio de la televisión (queda perfecta para un sketch de televisión) que del cine.
Yon González y Blanca Suárez repiten la famosa pareja de enamorados de “El Internado”, pero esta vez sin mayor química ni convicción, parece más una estrategia de marketing que algo más.
Como toda comedia liviana, es rápida de ver, la película resulta ágil y dinámica. De vez en cuando saca una carcajada y probablemente en una semana más ni me acordaré de su existencia (la de la película) porque nacen para la intrascendencia.
Para que una de estás películas logren trascender, necesitas cuotas de genialidad, una chispa en el guion que “Perdiendo el norte” definitivamente carece.
Siempre me cuestiono porque este tipo de películas se hacen para el cine, la verdad es un producto más propio de la televisión (queda perfecta para un sketch de televisión) que del cine.
Yon González y Blanca Suárez repiten la famosa pareja de enamorados de “El Internado”, pero esta vez sin mayor química ni convicción, parece más una estrategia de marketing que algo más.
14 de marzo de 2015
14 de marzo de 2015
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Perdiendo el Norte" no escapaba de los ingredientes típicos de algunas de las comedias españolas más comerciales que, por otra parte, sirven para pasar un rato distendido sin necesidad de pensar demasiado, ni de sentir demasiado.
Protagonistas guapos y de modas, algunas caras conocidas que nos resultan simpáticas, Carmen Machi (imprescindible). También, un poquito de crítica sociopolítica para que el espectador se ponga en situación y se sienta identificado. Atractiva y cercana puesta en escena y actuaciones, más o menos, aceptables. ¿El guión? Poco arriesgado: dos jóvenes muy preparados que van a Berlín a buscarse la vida, y se encuentran con una situación similar o peor de la que tienen en España. Con esta puesta en escena, comienzan todo tipo de desavenencias, con afán de tocarnos la fibra, amor incluído, creando una serie de fotogramas no brillantes pero si, al fin y al cabo, entretenidos.
No es una buena comedia como lo ha sido 'Ocho Apellidos Vascos' o, mi favorita 'Carmina y Amén', pero creo que tampoco buscaba un lugar así. Un poco de humor desenfadado para que las personas puedan evadirse de sus realidades durante una hora y pico, riéndose de las desgracias de los demás (que al mismo tiempo son las suyas propias) y salir de la sala de cine con una media sonrisa.
Protagonistas guapos y de modas, algunas caras conocidas que nos resultan simpáticas, Carmen Machi (imprescindible). También, un poquito de crítica sociopolítica para que el espectador se ponga en situación y se sienta identificado. Atractiva y cercana puesta en escena y actuaciones, más o menos, aceptables. ¿El guión? Poco arriesgado: dos jóvenes muy preparados que van a Berlín a buscarse la vida, y se encuentran con una situación similar o peor de la que tienen en España. Con esta puesta en escena, comienzan todo tipo de desavenencias, con afán de tocarnos la fibra, amor incluído, creando una serie de fotogramas no brillantes pero si, al fin y al cabo, entretenidos.
No es una buena comedia como lo ha sido 'Ocho Apellidos Vascos' o, mi favorita 'Carmina y Amén', pero creo que tampoco buscaba un lugar así. Un poco de humor desenfadado para que las personas puedan evadirse de sus realidades durante una hora y pico, riéndose de las desgracias de los demás (que al mismo tiempo son las suyas propias) y salir de la sala de cine con una media sonrisa.
2 de abril de 2015
2 de abril de 2015
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un auténtico tostón, los protas son igual de malos que la película. Es un refrito de tópicos sin gracia ninguna con malos diálogos y peor interpretados. El nuevo cine español se basa en poner caras guapas, MArio Casas, Yon González, Blanca Suárez.. y el resto da igual. Actores sin registros, planos, sin oficio...
Por contra, José Sacristán cada vez que abre la boca inunda la pantalla. Pocas frases, pero incluso con la mirada transmite todo. A ver si aprenden los jóvenes, pero me temo que es otra escuela que ya no hay.
La película es absolutamente prescindible, cuando la pongan en la tele se verá si no hay otra cosa, pero pagar una entrada, no lo merece.
Por contra, José Sacristán cada vez que abre la boca inunda la pantalla. Pocas frases, pero incluso con la mirada transmite todo. A ver si aprenden los jóvenes, pero me temo que es otra escuela que ya no hay.
La película es absolutamente prescindible, cuando la pongan en la tele se verá si no hay otra cosa, pero pagar una entrada, no lo merece.
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