En la ciudad
6.8
7,414
Drama
Un grupo de amigos de Barcelona se reúnen casi a diario, pero su amistad es sólo aparente; de hecho, ninguno de ellos conoce a fondo la vida de los demás. La película relata la vida íntima y secreta de cada uno de los personajes, sus sentimientos y deseos más inconfesables. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2011
28 de diciembre de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos hechos de tantos fragmentos de esto y de aquello, pensamos y sentimos tanto a lo largo de un solo día, que sería un poco ingenuo pretender estar al tanto de lo que piensa, siente y hace una persona cada minuto, cada segundo. Si a menudo dudamos de nosotros mismos, no creo que esté a nuestra disposición el ser completo de una persona y poder leerlo como si fuera un libro. Qué bonito es engañarse mutuamente con esa mentirijilla piadosa de “no tengo secretos para ti”. ¿Que no? Si se pudieran contar, seguro que saldrían como mínimo un par de ellos al día.
Y que sea así no tiene por qué tratarse de algo censurable ni de ninguna traición, mientras no inflijamos daño a nadie, o al menos no esté en nuestro ánimo hacerlo, aunque sí pudiera doler a algún implicado si lo descubriera. En ocasiones no podemos evitar seguir algunos impulsos siendo conscientes de que si se supiera alguien saldría herido.
Pero es parte inseparable de nuestra condición el hecho de que precisamos de una parcela privada en la que guardar bajo candado sueños, recuerdos, fantasías, pulsiones muy íntimas, cosas inconfesables, expectativas y un largo etcétera, muchos de ellos condensados en intuiciones y flashes apenas transcritos en lenguaje articulado o en imágenes mentales, porque así funciona el cerebro, de forma no lineal y en cientos o miles de frentes simultáneos, lo que desborda la capacidad del lenguaje, que es lineal y va en una sola dirección. Por eso en nuestra intimidad en la que no tenemos que expresarnos en palabras para que nos entiendan, un chispazo de sensaciones nos basta para comprender pensamientos que nos costaría mucho comunicar por muchas frases a las que echemos mano.
¿Cómo podemos aspirar a asimilar absolutamente todo lo que cabe en otro cerebro, o siquiera en el propio? Imposible.
¿Cómo podemos abarcar la vida entera de alguien, aunque vivamos juntos?
Una frase que he repetido hasta la saciedad en algunas críticas es que nos llevamos secretos a la tumba. No hay muchas cosas en las que yo tenga una certeza absoluta, pero en esa sí la tengo.
Y con eso hay que vivir. Las parejas, los amigos, los padres y los hijos, los hermanos, los demás parientes... ¿Qué sería de la identidad, de la cordura, del yo, de la individualidad, sin esos secretos que nadie sabe, o que conoce apenas una persona o un par como mucho aparte de ti?
No siempre es fácil llevarlos. A veces duelen. A veces destruyen. A veces regeneran. A veces permiten seguir adelante.
Este es un drama coral sobre ellos, esos callados pedazos que anidan dentro del alma, y que nos convierten en enigmas andantes, en icebergs con una pequeña parte a la vista, y el resto sumergido en una oscuridad tan cavernosa como una gruta submarina que no podrá ser explorada.
Y que sea así no tiene por qué tratarse de algo censurable ni de ninguna traición, mientras no inflijamos daño a nadie, o al menos no esté en nuestro ánimo hacerlo, aunque sí pudiera doler a algún implicado si lo descubriera. En ocasiones no podemos evitar seguir algunos impulsos siendo conscientes de que si se supiera alguien saldría herido.
Pero es parte inseparable de nuestra condición el hecho de que precisamos de una parcela privada en la que guardar bajo candado sueños, recuerdos, fantasías, pulsiones muy íntimas, cosas inconfesables, expectativas y un largo etcétera, muchos de ellos condensados en intuiciones y flashes apenas transcritos en lenguaje articulado o en imágenes mentales, porque así funciona el cerebro, de forma no lineal y en cientos o miles de frentes simultáneos, lo que desborda la capacidad del lenguaje, que es lineal y va en una sola dirección. Por eso en nuestra intimidad en la que no tenemos que expresarnos en palabras para que nos entiendan, un chispazo de sensaciones nos basta para comprender pensamientos que nos costaría mucho comunicar por muchas frases a las que echemos mano.
¿Cómo podemos aspirar a asimilar absolutamente todo lo que cabe en otro cerebro, o siquiera en el propio? Imposible.
¿Cómo podemos abarcar la vida entera de alguien, aunque vivamos juntos?
Una frase que he repetido hasta la saciedad en algunas críticas es que nos llevamos secretos a la tumba. No hay muchas cosas en las que yo tenga una certeza absoluta, pero en esa sí la tengo.
Y con eso hay que vivir. Las parejas, los amigos, los padres y los hijos, los hermanos, los demás parientes... ¿Qué sería de la identidad, de la cordura, del yo, de la individualidad, sin esos secretos que nadie sabe, o que conoce apenas una persona o un par como mucho aparte de ti?
No siempre es fácil llevarlos. A veces duelen. A veces destruyen. A veces regeneran. A veces permiten seguir adelante.
Este es un drama coral sobre ellos, esos callados pedazos que anidan dentro del alma, y que nos convierten en enigmas andantes, en icebergs con una pequeña parte a la vista, y el resto sumergido en una oscuridad tan cavernosa como una gruta submarina que no podrá ser explorada.
5 de febrero de 2008
5 de febrero de 2008
32 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo que me fastidia del cine español es el falso realismo, sobre todo si los personajes son unos ñoños que hablan poco y raro. Agarran una ciudad como Barcelona, cogen a ocho tíos insulsos, rellenan la película con interminables silencios, con apartamentos destartalados para darle un toque jipiolo, y el resto ya está hecho, solo hay que buscar a otras almas gemelas de esas que se aburren en el cine, pero que luego al final de la peli dicen , !joder que pasada de peli!.
Los diálogos se hacen pesados porque solo balbucean, hablan con monosílabos, como ese amigo atontao que todos tenemos y al que dan ganas de cascarle una colleja a ver si espabila. Las historias no conectan ni transmiten y el guion es un encefalograma plano, por muy "cine de autor" que sea.
Resumen; me aburrí y mucho, y lo más importante, no me siento identificado ni representado con este tipo de personajes místicos y estirados.
Los diálogos se hacen pesados porque solo balbucean, hablan con monosílabos, como ese amigo atontao que todos tenemos y al que dan ganas de cascarle una colleja a ver si espabila. Las historias no conectan ni transmiten y el guion es un encefalograma plano, por muy "cine de autor" que sea.
Resumen; me aburrí y mucho, y lo más importante, no me siento identificado ni representado con este tipo de personajes místicos y estirados.
22 de octubre de 2007
22 de octubre de 2007
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me descubro de forma reverencial ante el señor Gay y el elenco de actores de la película. Ya no pico a nada del producto interior si no es por recomendación expresa de mis gurús personales (alguno de los cuales estáis en Filmaffinity) o bien de algún director muy concreto. Y doy gracias de haberos hecho caso por una vez.
Creíbles personajes (algo MUY INUSUAL en nuestro subvencionado cine), historia sencilla pero efectiva de relaciones personales hoy en día. Sin chabacaneo, ni pechos por doquier, ni moralina progre porque yo lo valgo. Nada más y nada menos que gente corriente con dilemas, inquietudes y disyuntivas de hoy en día. Los conflictos en cine casi siempre son mejores si son personales y no nucleares.
Lo mejor: Eduard Fernández, para mi el mejor actor español (ese Gronholm, o como se llame). El señor Brendemühl, ya un mallorquín de Estallencs por siempre jamás, y Miranda Makaroff.
Lo peor: Quizá el personaje de Pujalte es el más difícil de creer.
PD. Miranda Makaroff es la hija del gran Sergio y su bici?
Creíbles personajes (algo MUY INUSUAL en nuestro subvencionado cine), historia sencilla pero efectiva de relaciones personales hoy en día. Sin chabacaneo, ni pechos por doquier, ni moralina progre porque yo lo valgo. Nada más y nada menos que gente corriente con dilemas, inquietudes y disyuntivas de hoy en día. Los conflictos en cine casi siempre son mejores si son personales y no nucleares.
Lo mejor: Eduard Fernández, para mi el mejor actor español (ese Gronholm, o como se llame). El señor Brendemühl, ya un mallorquín de Estallencs por siempre jamás, y Miranda Makaroff.
Lo peor: Quizá el personaje de Pujalte es el más difícil de creer.
PD. Miranda Makaroff es la hija del gran Sergio y su bici?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La pena callada del personaje de Fernández ante la infidelidad de su pareja es desolador, aunque teniendo a mano a Leonor cualquiera se rehace...jeje. Chisco Amado es argentino o se lo hace? Me recuerda siempre a un joven Peter Coyote... pongamos el de Lunas de Hiel.
Valiente Gay al tratar a una adolescente en su relación personal como una adulta más (que lo es)
Valiente Gay al tratar a una adolescente en su relación personal como una adulta más (que lo es)
7 de marzo de 2009
7 de marzo de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo, no puedes, con amigos, sí; eso decían, pero tal vez sea una mentira morrocotuda. Al menos, con tu grupo estás protegido, puedes seguir sintiéndote apaleado, arruinado en la fatal cotidianidad, pero al menos sabes que los que están a tu lado más o menos comparten esa misma inquietud.
Ésta es una de esas pelis en las que el guión se impone a lo que es su plasmación en la pantalla: el trabajo de Tomàs Aragay y Cesc Gay en la escritura es mejor que su traducción al lenguaje cinematográfico. Me gusta la idea de un grupo de "treintaañeros" de clase media, angustiados por la incomunicación, la amargura, por un conjunto de paranoias trascendentales que les hace no ver claramente el futuro, tener la vocación de querer romper cadenas, pero al mismo tiempo la cobardía de anclarse a lo ya conseguido. Sobre todo me parece interesante la imbricación con la ciudad, con su ritmo, su tiempo, creo que la "no temporalidad" que transmite la peli es buscada, nos sorprende que no haya pistas que nos remitan a un hilo temporal claro, salvo algunos diálogos de los personajes, al mismo tiempo que hay cierta confusión en las relaciones entre ellos, acentuando tal vez el tema de la soledad, del desamparo, de la huida que uno busca desesperadamente amparándose en el grupo.
Hay unos cuantos personajes interesantes, especialmente el de Eduard Fernandez, Mario, el de María Pujalte, Sofía, o el de Mónica López, Irene. Creo que estos tres, junto con la breve intervención de Leonor Watling se imponen sobre el conjunto de un reparto coral bastante acertado.
Pienso que nos hallamos ante una buena peli, y habrá que seguir mirando cosillas de Cesc Gay, de quien no había visto ninguna obra.
Ésta es una de esas pelis en las que el guión se impone a lo que es su plasmación en la pantalla: el trabajo de Tomàs Aragay y Cesc Gay en la escritura es mejor que su traducción al lenguaje cinematográfico. Me gusta la idea de un grupo de "treintaañeros" de clase media, angustiados por la incomunicación, la amargura, por un conjunto de paranoias trascendentales que les hace no ver claramente el futuro, tener la vocación de querer romper cadenas, pero al mismo tiempo la cobardía de anclarse a lo ya conseguido. Sobre todo me parece interesante la imbricación con la ciudad, con su ritmo, su tiempo, creo que la "no temporalidad" que transmite la peli es buscada, nos sorprende que no haya pistas que nos remitan a un hilo temporal claro, salvo algunos diálogos de los personajes, al mismo tiempo que hay cierta confusión en las relaciones entre ellos, acentuando tal vez el tema de la soledad, del desamparo, de la huida que uno busca desesperadamente amparándose en el grupo.
Hay unos cuantos personajes interesantes, especialmente el de Eduard Fernandez, Mario, el de María Pujalte, Sofía, o el de Mónica López, Irene. Creo que estos tres, junto con la breve intervención de Leonor Watling se imponen sobre el conjunto de un reparto coral bastante acertado.
Pienso que nos hallamos ante una buena peli, y habrá que seguir mirando cosillas de Cesc Gay, de quien no había visto ninguna obra.
19 de agosto de 2006
19 de agosto de 2006
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es raro encontrar una película inteligente en la que se nos deje ser inteligentes, en donde ese concepto de "el espectador es un ser rudo e insensible en estado comatoso" es afortunadamente lanzado a la basura.
Me gustó especialmente esa atmósfera contenida, esa constante inexplosión, ese tejido de "mentirijillas" (a la vista en un personaje pero presentes en todos) que nos van alejando paulatinamente de esa experiencia que es vivir la vida sin sedantes, sin almohadones, porque la vida duele, pero mas duele no dejarse doler por la vida.
Me gustó especialmente esa atmósfera contenida, esa constante inexplosión, ese tejido de "mentirijillas" (a la vista en un personaje pero presentes en todos) que nos van alejando paulatinamente de esa experiencia que es vivir la vida sin sedantes, sin almohadones, porque la vida duele, pero mas duele no dejarse doler por la vida.
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