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La horca

Terror. Thriller Veinte años después de un accidente en el que falleció el protagonista de una obra de teatro de instituto, unos pocos estudiantes de este centro situado en un pequeño pueblo deciden resucitar la fallida producción teatral con la intención de rendir un homenaje en el aniversario de la tragedia... (FILMAFFINITY)
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3
20 de marzo de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que las películas grabadas cámara en mano (metraje encontrado) ya de por si no suelen atraerme porque suelen ser de muy mala calidad visua, te marean con personajes corriendo y pierdes un montón de detalles de las escenas...en este caso hay 4 adolescentes grabando una especie de documental de si mismos y aprovechan la excusa de estar sin luz para sacar las cámaras o móviles todo el rato (que algunas veces resulta absurdo, porque si te persigue alguien...corres como el viento sin mirar atrás...no te paras a grabar...) y los planos son terribles y de malísima calidad toda la película.
La historia de la película no esta del todo mal, tiene suspense y saben crear sustos y tensión. Lo malo es que los 30 primeros minutos sobran...son de relleno completamente hasta que por fin empieza la trama en si. Se queda el final un poco flojo, pero las he visto peores. En general hay mucho relleno em la película de escenas copiadas de miles de pelis de instituto anteriores, pero si que hay que destacar que las escenas de susto o miedo, de terror propiamente dichas, están bien llevadas a cabo.
27 de agosto de 2017 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecé a ver esta película pensando que iba a ser buena. Esperaba algo simple y entretenido, ni siquiera esperaba que me diera miedo. Para llegar a esta nota he tenido que perdonar el relleno y algún jumpscare absurdo, pero no he perdonado que algo con potencial llegue a desperdiciarse, un final bien elaborado y con interés puede suponer llegar a un 6 o un 7 perdonando fallos del resto de la cinta... pero ni se esfuerzan en intentar cerrar final todo esto.
Para empezar, vemos una tragedia a raíz de un fallo en el escenario, el padre de nuestro protagonista iba a protagonizar la obra pero estaba enfermo por lo que el suplente Charlie fue quien sufrió el accidente.
Entonces, un amigo del protagonista que es un imbecil se nos presenta como el primero que lleva una cámara con nuestro punto de vista... y ese amigo del prota es el único actor que no me ha parecido que realizaba unas buenas interpretaciones. En 20 minutos la trama nos lleva a que van a realizar la obra de cuando la tragedia tras 20 años, y por motivos poco interesantes algunos personajes se cuelan por la noche al instituto en un acto de auténtica conveniencia para el guión.
La cinta transcurre con normalidad con los típicos conflictos estúpidos entre los protagonistas, alguna subtrama sin explicar, pero muy buenas interpretaciones en general de tres del cuarteto de protagonistas y algunos de los personajes que se relacionan con ellos antes del arranque de la verdadera trama.
La trama es forzada a que ocurra, las motivaciones de los personajes para que ocurran no tienen sentido ni razón de ser, pero los actores se esfuerzan para que nos creamos esto por muy difícil que los guionistas se lo llegan a poner con este guión tan genérico y desprendido de personalidad. Estos guionistas han logrado que una cinta con muy buena dirección y fotografia me deje la impresión de haber visto un intento de plagio de paranormal activity, pero en plan mal.

La dirección se salva, la imagen casi todo el rato se siente cuidada y vemos lo que pasa, nos interese o no.
No puedo ponerle una nota muy mala porque a pesar de tener miles de carencias, me ha entretenido bastante durante los 80minutos que dura... a pesar de que la calidad del conjunto no sea para nada alta.
El prólogo al desenlace es interesante y capta la atención, pero luego la pierde un desenlace tremendamente cutre y que malgasta a sus personajes. Yo llegué a conectar con el protagonista de esta cinta y es el mejor actor de la cinta, pero al pobre chaval se le ve desperdiciado en un sinsentido de desenlace que es tremendamente indigno para su personaje... y eso que es un personaje construido a través de una cinta de 80minutos con escaso desarrollo de personajes. Esto último habla mucho de la calidad del desenlace.

Decepciona ver cómo lo que promete se puede ver arruinado tan fácilmente, me ha entretenido pero me ha dejado un sabor amargo al ofrecer poco de un mínimo de interés y encima terminar cargandose lo poco interesante que en sus manos aún se encontraba.
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spoiler:
La cinta se jugaba de cara al desenlace obtener una nota decente a pesar de sus carencias, yo estaba dispuesto a darle el 6 solo por otorgarme un desenlace interesante y digno para sus personajes.
Me topé con un horror en que muere un protagonista que me interesaba en un sinsentido que trata inquietar sin motivo aparente y sin explicarnos la verdadera trama. Se sacan un personaje del principio de la manga, nos sacan al tal Charlie matando polis, nos sacan una revelación que no tiene ni pies ni cabeza sobre la que aparentaba ser la chica de un protagonista que se suicida con tal de salvarla cuando no es necesaria... Solo con haberse ido antes de ese desenlace tan cutre, la película iba a obtener por lo menos un 5, pero el final me ha cabreado de lo malo que es.
Si hubieran tenido personalidad e ideas, el 6 o 7 estaba casi ganado porque el apartado artístico no les estaba penalizando para nada.
6
7 de marzo de 2025 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un maravilloso día, «papá Jason», «mamá Tremendum», la «tita New Line» y la «yaya Warner» se dijeron: «Aibó, aibó... ¡nos vamos a pescar!». Se hicieron con un cebo de cien de los grandes, que Travis Cluff y Chris Lofing habían «colgado» (nunca mejor redundancia, pues de colgados va el asunto) en YouTube. Prepararon los aperos para el arrastre y... ¡zasca!
El pelotazo fue de cuarenta y tres «millonacos» de pavos que dejaron los pececillos que cayeron en sus redes. Vamos, ni la faena milagrosa de San Pedro en el Tiberíades cuando Jesús le dijo que echara de nuevo la red al agua. ¿Qué vieron los productores en un vídeo casero? Sencillísimo: la pasta. El modelo de negocio de estos ya conocidos mercachifles del terror está más que claro. Se basa en micro presupuestos destinados a cebar una buena campaña de márquetin, sin importarles un carajo lo artístico. Empacan unos buenos tráilers, seducen al espectro más amplio e influenciable y venden la sopa boba.

De hecho, los primeros en picar fueron los infelices directores-guionistas. O no supieron aprovechar la oportunidad que se les brindaba, o no les dieron el pecunio ni, mucho más importante, el tiempo necesario para hacer algo más decente que maquillar su cinta casera.
A la postre, al maniquí «trabolo» que vistieron de señora para el escaparate, le añadieron el formato del «found footage». Siguieron explotándolo, ahora con los móviles, siempre listos para hacer las dichosas «selfies» y vídeos para TikTok. Y el reto del «Charlie, Charlie»... sin tener nada que ver con el fantasma protagonista, lo usaron para hacer más atractiva la estampita.

La historia tenía un potencial increíble, pero todo se echa a perder debido a una realización chapucera, la ausencia de una banda sonora (ni siquiera Miklós Rózsa habría podido salvarla con una de sus grandes partituras), unas facturas fotográfica y guionista lamentables, y unas interpretaciones muy justas.

Al cinematógrafo Ed Lukas no le cunde meterse en el «fregao» del metraje encontrado y «la cámara en mano». A parte de los sesgos narrativos que ello supone, se requiere una experiencia que él no tenía para dar abasto en la correría. Las habilidades de precisión, coordinación, corte de tomas... que se requieren, no formaban parte, sin duda alguna, de su perfil, aunque posteriormente haya hecho una carrera de una treintena de cintas hasta la fecha.

Excepto en los momentos inicial y final de la película, en los que la acción transcurre, respetivamente, en la casa de Reese y en la de Pfeifer, en el fugaz y terrorífico epílogo, el «set» se reduce como un agujero negro que absorbe y enjaula. Primero, en el espacio del centro educativo, apenas iluminado por la tenue luz de linternas, y luego en la cada vez más acotada área del teatro: su platea, su escenario y, por último, su «backstage». Entre escaleras, camerinos, puentes de luces y bambalinas, Lukas nos somete a una angustiante inmersión al lado de los chicos, que corren como ratoncitos blancos en el laberinto de un laboratorio. Pero esta sensación se ve lastrada por la malsana impresión de estar en una atracción de feria, de la que uno sale con más náuseas que miedo; y no precisamente a causa de casquería, que brilla por su ausencia, sino por la desordenada sucesión de eventos y la torpe planificación en un espacio tan comprimido.

No todo el trabajo del director de fotografía es desechable. Acierta con los juegos de luz y la paleta cromática: los haces de las linternas de la cámara y del móvil, el deslumbrante foco que, junto a Pfeifer, nos planta de cara en el escenario, y la luz roja que inunda el espacio y los rostros, funcionando como eficaz sustituto de los litros de hemoglobina a los que nos tienen acostumbrados los mataderos de jovenzuelos.

Junto a esto, la escenografía resulta tan natural como terrorífica desde el instante en el que se desata el horror. Un horror, por otro lado, que se mantiene sugerido, camuflado e invisible, a la vieja usanza. En este aspecto, la cinta acierta: los fantasmas son más efectivos cuando actúan sin ser vistos. Aquellos cuyo rastro no es, de buenas a primeras, un cuerpo destripado, activan la imaginación del espectador y refuerzan la erótica del terror.

El elenco tampoco sale bien parado. Aunque se pretenda añadir ese plus de presunta veracidad—como suele hacerse en muchas cintas de este formato—, el hecho de que los nombres de los actores coincidan con los de los personajes resulta excesivamente forzado. En lugar de redoblar la inmersión del público, provoca el efecto contrario: la percepción de la distancia diegética se vuelve más evidente, dificultando la suspensión de la incredulidad. Este fallo acentúa la ya de por sí mermada capacidad de los protagonistas para dotar de consistencia a sus personajes. Oscilan entre la insulsez y una sobreactuación tan estridente, que consiguen emular un gallinero enloquecido. Gritos, sollozos y correteos parecen diseñados únicamente para hacer saltar al espectador de la butaca. Y para cuando la presencia ante cámara de los dos principales logra atemperarse y cuajar un poco, ya es demasiado tarde. Apenas hay tiempo para digerir el «background» de su pasado.

El «script» se dedica al susto fácil, y a confundir y desubicar al espectador con fines meramente efectistas. Ni siquiera en la parte introductoria se hace un esfuerzo por cimentar un contexto sólido. Se limita a aletear en la troposfera, sin permitirnos nunca aterrizar del todo. Entiendo que esto pueda obedecer al recelo, llevado al extremo, de no revelar nada trascendental hasta el final, pero la cinta se traiciona a sí misma al no saber dosificar su historia, optando por lanzar toda la información de golpe en su desenlace en lugar de construir una tensión progresiva que haga que la revelación final tenga verdadero impacto.

La propuesta de Cluff y Lofing tenía, por lo menos en lo que respecta a lo que ha llegado a la gran pantalla, una temática sólida, incluso con toques estilísticos tangenciales a «The Robe» (1953),
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una cinta con ciertos ecos «hitchcockianos». Su argumento tenía una cierta originalidad al abordar el teatro dentro del cine: un efecto de «doble ventana» ya explorado en «A Double Life» (1947), de George Cukor. Y una trama que podría haber sido de órdago.

Las leyendas urbanas y las historias de fantasmas relacionadas con la pena de muerte aportan un toque interesante y han sido fuente de inspiración. Existen múltiples relatos que giran en torno a ejecuciones, espíritus de verdugos y víctimas que, según la tradición popular, siguen vagando por los lugares donde encontraron su trágico final.

La pena de muerte ha funcionado siempre como castigo y como un espectáculo que refuerza el poder y el miedo. Ya en las presentaciones escenificadas de la Roma imperial, la línea entre justicia y entretenimiento era inquietantemente difusa. «The Gallows» recoge esta tradición y la convierte en el núcleo de su horror: una ejecución en el escenario que transforma la ficción en una tragedia real y, con el tiempo, en una maldición vengativa. La muerte pública deja una huella en la memoria colectiva y convierte el lugar de la ejecución en un escenario maldito donde el horror se repite. El teatro dentro del cine se convierte en un reflejo del propio ritual del ajusticiamiento.

La transgresión es un elemento central. Siempre hay una norma que no debe romperse. Aquí ocurre en dos niveles: primero, con la decisión de revivir la obra maldita, y segundo, con el intento de sabotaje, que convierte el escenario en un espacio profanado. Además, la historia se enmarca en un destino trágico inalterable, donde la muerte de Charlie no fue un accidente casual, sino un error en el orden del sacrificio: su muerte debió ser la de otro, y ahora el protagonista es arrastrado a pagar la deuda que su padre evitó. Esta idea conecta con mitos antiguos sobre el sacrificio expiatorio, donde la justicia cósmica exige equilibrio.

«The Gallows» usa la idea de la palabra como un canal de invocación, un concepto recurrente. Pronunciar un nombre prohibido puede desatar el horror. Sin embargo, plantea una aparente contradicción: primero, Charlie es invocado a través de la obra de teatro, pero después se advierte que no se debe pronunciar su nombre. Esto tiene dos explicaciones. La primera es puramente narrativa, dejando abierta la posibilidad de una secuela. La segunda es más profunda: al principio, Charlie necesita una gran invocación para manifestarse, pero tras completar su venganza con la muerte de Reese, su presencia se consolida. Ahora, basta con decir su nombre para traerlo de vuelta, reforzando su poder.

Pfeifer manipula los eventos para atraer a Reese hacia la obra, alejándolo de su vida habitual de deportista, y guiándolo hacia su destino inevitable. Su relación no es casualidad, sino parte de un plan meticulosamente orquestado por ella y su madre para completar la venganza de Charlie. Pfeifer se convierte en una villana en la sombra. Reese no puede escapar. Y es tal vez este giro lo que salva la narrativa de la quema total.

El vandalismo de Ryan y Cassidy no es solo una travesura, sino un intento instintivo de evitar un destino trágico. Aunque Ryan se presenta como el típico cínico que no cree en supersticiones, es él quien planea sabotear la obra, como si en el fondo percibiera que algo está mal y que Reese corre un peligro real. Tal vez Ryan y Cassidy, sin comprenderlo del todo, captaron esas señales y trataron de impedir el sacrificio. Sin embargo, su intento de alterar el destino está condenado al fracaso.

«The Gallows» es el reflejo de su propia historia: un intento fallido de burlar lo que ya estaba escrito.
Aunque su estrategia funcionó en taquilla, la película quedó atrapada en el mismo ciclo de mediocridad que representa: una historia sobre el destino maldito que, al final, se convierte en su propio mal presagio. Igual que Reese acabó en la horca por la culpa de su padre, «The Gallows» quedó condenada a ser un meta-fracaso en toda regla.
4
3 de agosto de 2015 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La Horca" tiene de inicio dos puntos bastante interesantes a tener en cuenta: el film viene producido por la Blumhouse Productions, compañía que además de responsabilizarse de una de las sagas de terror más exitosas de los últimos años ("Paranormal Activity") parece luchar por una seria reivindicación del horror como género, auspiciada por un conjunto de filmes que lograron destacar en el campo; el otro aspecto cautivador recae en su propia premisa, un supuesto inicial heredado de los clásicos efluvios del slasher que propone encerrar en un instituto a un pequeño grupo de adolescentes que pretenden boicotear una obra de teatro que, 20 años antes, había acabado en tragedia.

El problema de "La Horca" reside precisamente en ese punto que el film se auto-confesa explotar, la ya cansina y tan requerida propuesta de las grabaciones encontradas que son expuestas al espectador para su deleite ante la tragedia. El llamado found footage plantea un fascinante juego entre meta-ficción y realidad, que tan bien supieron utilizar Ruggero Deodato en la mediática "Holocausto Caníbal" o Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en "El proyecto de la bruja de Blair". La Horca comete el mismo fallo que la gran mayoría de productos que recurren al metraje encontrado como herramienta narrativa, como es la injustificación del uso del formato (¿había necesidad de rodar la película así, cuando ya su propia premisa argumental pudiera haber dado una oficiosa película de género?) y su mala concepción, con una fotografía limpia y exquisitamente cinematográfica muy lejana al estigma de guerrilla filmmaking inherente a cualquier grabación doméstica. No se molesta en innovar en el subgénero y cae en todos y cada uno de sus aristas más fallidas, impidiendo además que se desarrolle cualquier atisbo de entidad dentro de la narración.

Por lo demás, una rutinaria pieza que juega con el suspense basándose en incontables y rutinarios juegos de cámara, con una concepción del horror justificada en el cliché del susto del golpe de sonido y con una inesperada escasez de hemoglobina. Aún así, de "La Horca" puede salvarse su escaso grupo de protagonistas: de un convencionalismo flagrante, se pueden aclamar aquí unas raíces con el slasher más clásico que asimismo parece reivindicar la siempre necesaria figura de la scream queen pechugona. Además, sería injusto olvidar que dentro de sus galopantes carencias en la película encontramos un par de momentos de cierta sordidez (el más espectacular el reservado para el póster y toda su campaña publicitaria) y un desenlace final con cierto poso de perturbación. La ubicación de toda la trama, una sala de teatro que irremediablemente hará que el aficionado recuerde al momento el "Aquarius" de Michele Soavi, aporta algo de frescura a las siempre invocadas casas encantadas del found footage. Un subgénero para el que, lamentablemente, y a pesar de ciertas pinceladas de oficio, "La Horca" sumará un capítulo más dentro de una necesaria extinción.

http://elgabinetedelreverendowilson.wordpress.com/
2
17 de marzo de 2018 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una auténtica perdida de tiempo, la historia es una idiotez y las actuaciones son lamentables. Lo único bueno es que se termina relativamente rápido, aún así me ha parecido larguísima. Le doy un 2 porque algún susto te llevas en algún momento puntual. Pero debería ser un 1.
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