Braveheart
8.0
155,822
Aventuras. Drama
En el siglo XIV, los escoceses viven oprimidos por los gravosos tributos y las injustas leyes impuestas por los ingleses. William Wallace es un joven escocés que regresa a su tierra despues de muchos años de ausencia. Siendo un niño, toda su familia fue asesinada por los ingleses, razón por la cual se fue a vivir lejos con un tío suyo.
30 de marzo de 2008
30 de marzo de 2008
70 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he visto una película en toda mi vida que llegue a este nivel, y puede que nunca la vea.
No puedo expresar con palabras lo mucho que me fascinó esta película. Es el único film al que le he puesto un 10, y no por el simple hecho de que sea muy buena, sino porque el número 10 significa una nota insuperable y eso es precisamente lo que es este film: Insuperable.
Históricamente correcta, salvo por los pequeños toques de leyenda como el hijo de Wallace y la Princesa de Gales. Pese a todo, el personaje de William Wallace no está precisamente bien caracterizado, yo he ido a Escocia y en la torre de Wallace se ven estatuas en las que aparece representado como un coloso enorme y con larga barba, pero la convincente actuación de Mel Gibson (pese a algunas de sus exageradas "caritas" de costumbre) compensa esta "pobre" semejanza del personaje con la realidad.
Los demás actores están también muy decentes, destacando a "Patrick McGoohan", "David O´Hara", "Catherine McCormack" y sobre todo "Angus MacFadyen" en el papel de Robert the Bruce.
Tal vez otra palabra para definir esta película sea: Preciosa. Destacando la banda sonora y las maravillosas escenas dedicadas a los paisajes escoceses al principio del film. También destaco las escenas en las que Wallace va corriendo por las montañas con la música céltica de fondo.
Esta película es un claro ejemplo del efecto que puede causar una buena banda sonora en un film. En resumen, me gustó tanto que cuando fui de viaje a Escocia el verano pasado lo único que pensaba cuando veía esos preciosos paisajes era; "Aquí estuvo William Wallace".
¡La mejor película que he visto en mi vida!
No puedo expresar con palabras lo mucho que me fascinó esta película. Es el único film al que le he puesto un 10, y no por el simple hecho de que sea muy buena, sino porque el número 10 significa una nota insuperable y eso es precisamente lo que es este film: Insuperable.
Históricamente correcta, salvo por los pequeños toques de leyenda como el hijo de Wallace y la Princesa de Gales. Pese a todo, el personaje de William Wallace no está precisamente bien caracterizado, yo he ido a Escocia y en la torre de Wallace se ven estatuas en las que aparece representado como un coloso enorme y con larga barba, pero la convincente actuación de Mel Gibson (pese a algunas de sus exageradas "caritas" de costumbre) compensa esta "pobre" semejanza del personaje con la realidad.
Los demás actores están también muy decentes, destacando a "Patrick McGoohan", "David O´Hara", "Catherine McCormack" y sobre todo "Angus MacFadyen" en el papel de Robert the Bruce.
Tal vez otra palabra para definir esta película sea: Preciosa. Destacando la banda sonora y las maravillosas escenas dedicadas a los paisajes escoceses al principio del film. También destaco las escenas en las que Wallace va corriendo por las montañas con la música céltica de fondo.
Esta película es un claro ejemplo del efecto que puede causar una buena banda sonora en un film. En resumen, me gustó tanto que cuando fui de viaje a Escocia el verano pasado lo único que pensaba cuando veía esos preciosos paisajes era; "Aquí estuvo William Wallace".
¡La mejor película que he visto en mi vida!
18 de enero de 2008
18 de enero de 2008
81 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rigor histórico. El maldito rigor histórico de las pelotas ¿A alguien le importa? Ni tan siquiera a mí y eso que soy historiador. La Historia, en la actualidad, no pasa de ser una afición minoritaria de colgados como un servidor o de gente que busca pequeñas curiosidades genealógicas. ¿Por qué, entonces, siempre el mismo rollo? Además, no me fío yo de los documentos del siglo XIII, XIV, XV... como historiador he descubierto que lo único que me vale es haber presenciado el suceso en primera persona, y mi versión estaría tan contaminada como las demás de cara a un conocimiento público y universal. Dejemos pues, con sinceridad, a la Historia en el lugar que le corresponde (esa polvorienta estantería llena de otros pasatiempos faltos de rigor científico) y evitemos desempolvarla para justificar nuestros propios fines u opiniones. La peli me gusta, a vosotros también, y a vosotros no. Cualquier motivo me vale. Muy bien, pero no me vengais con la Historia por dios.
3 de mayo de 2006
3 de mayo de 2006
44 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que Braveheart es un peliculón es quedarse corto. Como siempre, el veredicto depende de cada uno, de sus motivaciones y lo que en él despierte. En mí, Braveheart lo ha sido todo.
Desde aquel primer visionado en el extinto cine de mi pueblo el año que se estrenó, cuando yo rondaba los 11 años, hasta hoy, 10 años más tarde, se podría decir que Braveheart me ha ayudado a elegir una parte de mi camino, a tomar decisiones o a basarlas en ella. Hasta extremos insospechados y que analizados en frío, dan que pensar.
Braveheart es una película en la que sus detractores pueden encontrar multitud de fallos de rigor histórico, de raccord, de abuso de primeros planos del protagonista, de ser facilona en algunos momentos... pero sus defensores encontramos una historia además de real e histórica, muy épica, que realza valores que nos haría falta ensalzar, una historia no solo de guerra si no también de amor, del inevitable y del prohibido, con la presencia de la amistad por encima de casi todo y de la lealtad a unos valores por encima de todo...
En la mente de todos están esas escenas claves, épicas y tantas veces vistas y cacareadas, discursos que ya son parte de la historia del cine, y escenas de guerra tan pioneras como realistas.
Pocas películas consiguen llegarte al corazón y un poco más allá, Braveheart para mí es una de esas pocas, y seguramente, la más especial de todas.
Desde aquel primer visionado en el extinto cine de mi pueblo el año que se estrenó, cuando yo rondaba los 11 años, hasta hoy, 10 años más tarde, se podría decir que Braveheart me ha ayudado a elegir una parte de mi camino, a tomar decisiones o a basarlas en ella. Hasta extremos insospechados y que analizados en frío, dan que pensar.
Braveheart es una película en la que sus detractores pueden encontrar multitud de fallos de rigor histórico, de raccord, de abuso de primeros planos del protagonista, de ser facilona en algunos momentos... pero sus defensores encontramos una historia además de real e histórica, muy épica, que realza valores que nos haría falta ensalzar, una historia no solo de guerra si no también de amor, del inevitable y del prohibido, con la presencia de la amistad por encima de casi todo y de la lealtad a unos valores por encima de todo...
En la mente de todos están esas escenas claves, épicas y tantas veces vistas y cacareadas, discursos que ya son parte de la historia del cine, y escenas de guerra tan pioneras como realistas.
Pocas películas consiguen llegarte al corazón y un poco más allá, Braveheart para mí es una de esas pocas, y seguramente, la más especial de todas.
7 de octubre de 2012
7 de octubre de 2012
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba tiempo queriendo ver este clásico del que muchos me han hablado. Y el resultado es genial. Atrapa desde el principio con una ambientación sobrecogedora donde a pesar de las desgracias que van sucediendo, se respira vida y optimismo (quizá algo parecido a lo que sucede en Cadena Perpetua, otra de mis favoritas). A esto sumémosle que me encantan las películas de aventuras, que la banda sonora es estupenda (que por cierto, me recordó un poquito a la de La princesa Mononoke, mi película favorita) y que cuando estás totalmente dentro Mel Gibson se larga algún discursazo.
Mel Gibson genial pues, ganó el Oscar como director, y como actor lo bordó. Ningún actor se queda atrás, todos a la altura, y Catherine McCormack está preciosa, fue su primer papel y le sirvió para llamar la atención a más directores (no me extraña).
Y el final... puff, en una palabra, ÉPICO. Se me puso la piel de gallina con la legendaria figura de William Walace. Una de las películas más emocionantes que he visto, si te consigue atrapar desde el principio, enhorabuena porque cuando acabe te vas a quedar con ganas de más.
Mel Gibson genial pues, ganó el Oscar como director, y como actor lo bordó. Ningún actor se queda atrás, todos a la altura, y Catherine McCormack está preciosa, fue su primer papel y le sirvió para llamar la atención a más directores (no me extraña).
Y el final... puff, en una palabra, ÉPICO. Se me puso la piel de gallina con la legendaria figura de William Walace. Una de las películas más emocionantes que he visto, si te consigue atrapar desde el principio, enhorabuena porque cuando acabe te vas a quedar con ganas de más.
16 de enero de 2010
16 de enero de 2010
106 de 192 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo de estar haciéndome demasiado exigente, porque lo que hace quince años disfruté como un estupendo entretenimiento en la pantalla grande, acaba de parecerme un flojo pasatiempo, tirando a tedioso, cursi y hasta ridículo en determinados momentos.
El personaje histórico de Wallace es, sin duda, interesante, y su peripecia muestra todos los alicientes para dar pie a un guión cinematográfico. Uno de los mayores problemas es que lo interpreta Gibson el Chincheta, tan egocéntrico y mal actor como avispado para sacar oro de debajo de las piedras. Para ello, cuenta con una de las bandas sonoras más melindrosas aunque exitosas de los últimos años, los hermosos highlands escoceses, cientos de extras, caras pintadas, mucha sangre, una misión ético-patriótica, y, cómo no, un dramático romance. Pero le sobra una hora de metraje, que en realidad es media, porque el abuso de la cámara lenta llega a ser irritante.
Wallace-Gibson, es un héroe legendario que lucha por la patria y la libertad, dos conceptos que habrían hecho descojonarse al más pintado escocés del siglo XIV, pues son ideas que se forjarían, cuando menos, bien entrado el XVIII. En principio, el chaval es muy tranquilo; la política no le interesa. Es un protohumanista políglota que va luciendo por ahí melena y pantorrila. Y le importa un pimiento que los malvados ingleses hayan matado a su padre y a medio pueblo. Pero la cosa cambia cuando él y su amada sufren en sus propias carnes el peso de la opresión: surge la bestia y se erige en carismático líder revolucionario. Su oponente es nada menos que el despiadado Enrique I de Inglaterra, que tiene un hijo sarasa y una nuera francesa, un poco fresca, que entabla una imposible y patética relación con el revolucionario de la falda a cuadros. A cuadros se habría quedado el verdadero Wallace al contemplar semejante rollete.
Lo de las exactitudes históricas es lo de menos, porque creo que hay que tomársela como mera película de aventuras, pero un pelín de sentido común tampoco estaría de más.
El personaje histórico de Wallace es, sin duda, interesante, y su peripecia muestra todos los alicientes para dar pie a un guión cinematográfico. Uno de los mayores problemas es que lo interpreta Gibson el Chincheta, tan egocéntrico y mal actor como avispado para sacar oro de debajo de las piedras. Para ello, cuenta con una de las bandas sonoras más melindrosas aunque exitosas de los últimos años, los hermosos highlands escoceses, cientos de extras, caras pintadas, mucha sangre, una misión ético-patriótica, y, cómo no, un dramático romance. Pero le sobra una hora de metraje, que en realidad es media, porque el abuso de la cámara lenta llega a ser irritante.
Wallace-Gibson, es un héroe legendario que lucha por la patria y la libertad, dos conceptos que habrían hecho descojonarse al más pintado escocés del siglo XIV, pues son ideas que se forjarían, cuando menos, bien entrado el XVIII. En principio, el chaval es muy tranquilo; la política no le interesa. Es un protohumanista políglota que va luciendo por ahí melena y pantorrila. Y le importa un pimiento que los malvados ingleses hayan matado a su padre y a medio pueblo. Pero la cosa cambia cuando él y su amada sufren en sus propias carnes el peso de la opresión: surge la bestia y se erige en carismático líder revolucionario. Su oponente es nada menos que el despiadado Enrique I de Inglaterra, que tiene un hijo sarasa y una nuera francesa, un poco fresca, que entabla una imposible y patética relación con el revolucionario de la falda a cuadros. A cuadros se habría quedado el verdadero Wallace al contemplar semejante rollete.
Lo de las exactitudes históricas es lo de menos, porque creo que hay que tomársela como mera película de aventuras, pero un pelín de sentido común tampoco estaría de más.
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