Los miserables
7.2
44,345
Musical. Drama. Romance
El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
30 de diciembre de 2012
30 de diciembre de 2012
136 de 220 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ofender, eh, que escribo esto porque veo a gente más perdida que las bragas de Fantine…
Vamos a ver, voy a ponerme en plan COCO viendo que aquí se está valorando la PELÍCULA en función de lo que guste o no el MUSICAL o el LIBRO.
Veamos, soy COCO… y aquí tengo tres objetos diferentes:
—Un LIBRO. En nuestro caso… la obra maestra de Victor Hugo.
—Un MUSICAL. En nuestro caso… el inmortal de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, uno de los más importantes de nuestro tiempo.
—Una PELÍCULA. En nuestro caso… la que ha dirigido Tom Hooper y con la que quiere llenar una bañera de Oscars.
Repito, soy COCO y voy a revelaros una VERDAD: los tres objetos son… ¡DIFERENTES! Sí, son DIFERENTES. Un LIBRO no es una PELÍCULA, ni una PELÍCULA un MUSICAL… aunque podamos jugar con cualquier variación entre los mismos. Un LIBRO puede ser una PELÍCULA o un MUSICAL, un MUSICAL puede ser un LIBRO o una PELÍCULA y una PELÍCULA puede ser un LIBRO o un MUSICAL… Pero aunque puedan serlo, porque todo es adaptable, son DIFERENTES. Sí, DIFERENTES. Sí, son DIFERENTES.
Entiendo perfectamente que a los seguidores del MUSICAL ese arsenal de sentimientos y revivir las canciones que tanto aman en una pantalla grande con sonido de CINE… les pongan los pelos de punta y salgan en el séptimo cielo cuando acabe la PELÍCULA. Pero precisamente no entienden a aquellos que quisímos que Tom Hooper hiciera una PELÍCULA. Musical sí, pero una PELÍCULA al fin y al cabo. Si le quitas el audio a “Los miserables” queda una sucesión de planos anodinos, sin fuerza y repetitivos. La dirección del director de “El discurso del rey” es una de las más pobres y mediocres que recuerdo. Sí, es cierto que quiere estar en esos palpitantes primeros planos con los sentimientos a flor de piel y viva voz (en todo su amplio sentido) de sus grandes actores… pero repetir lo mismo una y otra vez acaba cansando y fatigando a aquellos que queríamos ver una PELÍCULA. Repito, PELÍCULA.
Entiendo también que si a uno le gusta mucho una canción aunque vea que el videoclip es un rollo-monumental le seguirá gustando la canción e incluso cogerá cariño al videoclip. Y ya que hablo de videoclips diré que a Anne Hathaway le van a dar un Oscar por plagiar el ‘Nothing Compares 2 U’ de Sinead O’ Connor. Sí, es un plagio… por muy bien que lo haga Anne Hathaway. Las cosas claras por muy espeso que sea su rapado. Vean el mítico clip de John Maybury de hace 22 años y luego me cuentan… Por no decir que en la PELÍCULA al final sólo le faltaba el logo IKEA… y aquello de ‘Bienvenido a la República Independiente de tu Casa...’.
A aquellos que les guste ese carrusel repetitivo de planos con las canciones que aman, las batallas de cristofreaks y perroflautas y torpes clímax musicales en un montaje puramente teatral, perfecto. Es vuestro MUSICAL filmado con una cámara de cine. Pero si os gusta como PELÍCULA dentro del género musical con sus nulas coreografías, repetición y nulidad de recursos cinematográficos y nula majestuosidad en los planos generales e incluso cierta pedantería estilística… tenéis que admitir las críticas de los que sí queríamos verlo adaptado de otra manera. Y lo dice alguien para el que “Los paraguas de Cherburgo” (100% cantado) es uno de sus musicales, como PELÍCULA dentro del género, favoritos.
Pero personalmente lo que no he podido soportar es descubrir una de las mayores y terribles visiones para despedir nuestro apocalíptico 2012: en el cielo no crece el pelo… aunque al parecer te lo compensan con un Oscar… cantado, claro.
Vamos a ver, voy a ponerme en plan COCO viendo que aquí se está valorando la PELÍCULA en función de lo que guste o no el MUSICAL o el LIBRO.
Veamos, soy COCO… y aquí tengo tres objetos diferentes:
—Un LIBRO. En nuestro caso… la obra maestra de Victor Hugo.
—Un MUSICAL. En nuestro caso… el inmortal de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, uno de los más importantes de nuestro tiempo.
—Una PELÍCULA. En nuestro caso… la que ha dirigido Tom Hooper y con la que quiere llenar una bañera de Oscars.
Repito, soy COCO y voy a revelaros una VERDAD: los tres objetos son… ¡DIFERENTES! Sí, son DIFERENTES. Un LIBRO no es una PELÍCULA, ni una PELÍCULA un MUSICAL… aunque podamos jugar con cualquier variación entre los mismos. Un LIBRO puede ser una PELÍCULA o un MUSICAL, un MUSICAL puede ser un LIBRO o una PELÍCULA y una PELÍCULA puede ser un LIBRO o un MUSICAL… Pero aunque puedan serlo, porque todo es adaptable, son DIFERENTES. Sí, DIFERENTES. Sí, son DIFERENTES.
Entiendo perfectamente que a los seguidores del MUSICAL ese arsenal de sentimientos y revivir las canciones que tanto aman en una pantalla grande con sonido de CINE… les pongan los pelos de punta y salgan en el séptimo cielo cuando acabe la PELÍCULA. Pero precisamente no entienden a aquellos que quisímos que Tom Hooper hiciera una PELÍCULA. Musical sí, pero una PELÍCULA al fin y al cabo. Si le quitas el audio a “Los miserables” queda una sucesión de planos anodinos, sin fuerza y repetitivos. La dirección del director de “El discurso del rey” es una de las más pobres y mediocres que recuerdo. Sí, es cierto que quiere estar en esos palpitantes primeros planos con los sentimientos a flor de piel y viva voz (en todo su amplio sentido) de sus grandes actores… pero repetir lo mismo una y otra vez acaba cansando y fatigando a aquellos que queríamos ver una PELÍCULA. Repito, PELÍCULA.
Entiendo también que si a uno le gusta mucho una canción aunque vea que el videoclip es un rollo-monumental le seguirá gustando la canción e incluso cogerá cariño al videoclip. Y ya que hablo de videoclips diré que a Anne Hathaway le van a dar un Oscar por plagiar el ‘Nothing Compares 2 U’ de Sinead O’ Connor. Sí, es un plagio… por muy bien que lo haga Anne Hathaway. Las cosas claras por muy espeso que sea su rapado. Vean el mítico clip de John Maybury de hace 22 años y luego me cuentan… Por no decir que en la PELÍCULA al final sólo le faltaba el logo IKEA… y aquello de ‘Bienvenido a la República Independiente de tu Casa...’.
A aquellos que les guste ese carrusel repetitivo de planos con las canciones que aman, las batallas de cristofreaks y perroflautas y torpes clímax musicales en un montaje puramente teatral, perfecto. Es vuestro MUSICAL filmado con una cámara de cine. Pero si os gusta como PELÍCULA dentro del género musical con sus nulas coreografías, repetición y nulidad de recursos cinematográficos y nula majestuosidad en los planos generales e incluso cierta pedantería estilística… tenéis que admitir las críticas de los que sí queríamos verlo adaptado de otra manera. Y lo dice alguien para el que “Los paraguas de Cherburgo” (100% cantado) es uno de sus musicales, como PELÍCULA dentro del género, favoritos.
Pero personalmente lo que no he podido soportar es descubrir una de las mayores y terribles visiones para despedir nuestro apocalíptico 2012: en el cielo no crece el pelo… aunque al parecer te lo compensan con un Oscar… cantado, claro.
13 de diciembre de 2012
13 de diciembre de 2012
66 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran aficionado al género musical, que considero vulgarmente explotado en la última década para fines puramente comerciales, dejando a un lado cualquier atisbo de pericia artística. Burlesque, Nine, Mamma Mia o Across the Universe son una buena muestra de ello. Sin embargo, también han surgido raros especímenes que dignificaban el género basándose en un respeto firme al mismo. Sweeney Tood, Hairspray o Rent pertenecen a este último grupo. El género musical es complejo, difícil de tratar pero a la vez, con la ventaja añadida de que suele contar con un gran número de aficionados fieles a lo largo y ancho del planeta. Recordemos que el musical conforma, junto con el western y el thriller/cine negro (mis dos géneros favoritos, por cierto), el trío de géneros puros de la historia cinematográfica. Es decir, los tres son poseedores de un tipo de cine que engloba a todos los tipos de cine que existen. El musical (así como el western y el thriller) es una perfecta sartén donde cocinar la comedia, la crítica social, la lucha de clases, el bien y el mal, el amor, la venganza y un largo etcétera. Como bien dice el maestro Scorsese, fueron los primeros géneros que conquistaron el corazón del público ya que, desde su insultante sencillez formal, se podían verter en ellos corrosivas y subliminales críticas a la sociedad y realizar diagnósticos detallados de la condición humana, para bien o para mal. Los Miserables, de la mano del ganador del Óscar por The King,s Speech, Tom Hooper, no iba a ser menos y aprovecha inteligentemente el jugoso material del que dispone para tratar temas como la religión, la ética, la justicia, la pena de muerte y un pormenorizado tratamiento sobre la dualidad típica entre el bien y el mal. Los fans de la novela pueden estar tranquilos porque no se ha perdido nada en el camino a la adaptación. Los temas de Víctor Hugo no solo sobreviven el cambio de medio, formato y género, sino que se beneficia de una extensa ampliación de los mismos, provocado por el gran altavoz para los sentimientos que es la música. El guión de William Nicholson es extremadamente cuidadoso en el trato de la obra original, tratando en todo momento de no resultar obvio ni condescendiente, esforzándose por mantener el mensaje subversivo de la trama, preocupándose más por no restar que por sumar. Y es que poco más se le puede sumar a una de las grandes obras literarias de todos los tiempos que no sea una correcta y eficaz traslación de la misma sin difuminar su argumento. Pero lo que realmente va a determinar si Los Miserables es un éxito o un fracaso no es su fidelidad a la novela original, ni siquiera con la obra de teatro que alcanza cada año cifras mareantes de espectadores, sino la habilidad como cantantes de sus intérpretes y su apartado visual, que es lo que se ve a simple vista. Y he de decir que el film no es que cumpla con creces en estos dos casos, sino que roza la perfección. Empecemos analizando el fantástico reparto.
Si hay alguien que salga reforzado en esta producción británica, ese es sin duda Hugh Jackman. El protagonista de The Prestige está más que curtido en el teatro musical con obras como Beauty and the Beast, Oklahoma o Sunset Boulevard, conquistando el reconocimiento de críticos y público, a la vez que agasaja premios por doquier. Es por ello que el australiano se transforma en un auténtico animal cuando su vida depende de su voz y no es que de lo mejor de si mismo, es que se merienda a cualquiera que se encuentre cerca suyo, se llame Russell Crowe (uno de mis actores preferidos, infravalorado injustamente), Anne Hathaway o Amanda Seyfried. Jackman da una lección interpretativa histórica basándose en una entonación y pronunciación perfecta, un grandioso derroche de carisma y una contención casi mística. De hecho, su no presencia condiciona bastante la película, ya que esperamos ansiosos una nueva aparición y una nueva oportunidad para dejarnos boquiabiertos (no sé si doblarán esta película o no, pero verla doblada merece la pena de muerte). Absolutamente impresionante y desgarrador en las piezas Valjean,s Soliloquy, Valjean,s Confession y Who Am I?. No anda muy lejos en merecimiento de elogios Anne Hathaway, la cual se somete a un salto emocional sin red tan profundo que nos permite contemplar hasta el último recoveco de su atormentada alma. Su versión del I Dreamed a Dream ya es historia del séptimo arte, gracias a ella sin duda, pero sin olvidar el acierto formal de Hooper, que le permite partir de cero y llegar a cien con la elaboración de un plano corto mantenido durante sus dolorosos y trágicos cinco minutos de duración. El tercero en discordia es el brioso Crowe, a quien se le nota al principio algo desubicado y sufridor, pero que eleva su rendimiento con el paso de los minutos de manera mastodóntica para acabar a un nivel altísimo, un auténtico clímax interpretativo. En el caso del ganador del Óscar por Gladiator (Ridley Scott, 2000), su presencia y mirada imponen más que su voz, es lógico, no solo por no ser un experto en la materia (a pesar de haber participado en el musical Grease hace treinta años y haber sido vocalista y guitarrista de la banda de rock 30 Odd Foot Of Grunts) sino porque su imponente planta es una declaración de intenciones difícil de superar con cualquier otro elemento. Para el recuerdo, su magnífico y crepuscular Javert,s Soliloquy. Mención aparte merecen los divertidísimos Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter, erigiéndose como una muy necesaria pareja cómica entre tanto drama, mostrando una gran compenetración y haciendo de su química un valor seguro. Sus apariciones musicales no tienen desperdicio y ambos asumen con naturalidad su secundario papel deshinibidor de la trama principal. Sin duda alguna, los personajes menos interesantes y cuya trama ralentiza el ritmo interno del film, son los encarnados por Amanda Seyfried, Eddie Reydmayne y Samantha Barks.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
Si hay alguien que salga reforzado en esta producción británica, ese es sin duda Hugh Jackman. El protagonista de The Prestige está más que curtido en el teatro musical con obras como Beauty and the Beast, Oklahoma o Sunset Boulevard, conquistando el reconocimiento de críticos y público, a la vez que agasaja premios por doquier. Es por ello que el australiano se transforma en un auténtico animal cuando su vida depende de su voz y no es que de lo mejor de si mismo, es que se merienda a cualquiera que se encuentre cerca suyo, se llame Russell Crowe (uno de mis actores preferidos, infravalorado injustamente), Anne Hathaway o Amanda Seyfried. Jackman da una lección interpretativa histórica basándose en una entonación y pronunciación perfecta, un grandioso derroche de carisma y una contención casi mística. De hecho, su no presencia condiciona bastante la película, ya que esperamos ansiosos una nueva aparición y una nueva oportunidad para dejarnos boquiabiertos (no sé si doblarán esta película o no, pero verla doblada merece la pena de muerte). Absolutamente impresionante y desgarrador en las piezas Valjean,s Soliloquy, Valjean,s Confession y Who Am I?. No anda muy lejos en merecimiento de elogios Anne Hathaway, la cual se somete a un salto emocional sin red tan profundo que nos permite contemplar hasta el último recoveco de su atormentada alma. Su versión del I Dreamed a Dream ya es historia del séptimo arte, gracias a ella sin duda, pero sin olvidar el acierto formal de Hooper, que le permite partir de cero y llegar a cien con la elaboración de un plano corto mantenido durante sus dolorosos y trágicos cinco minutos de duración. El tercero en discordia es el brioso Crowe, a quien se le nota al principio algo desubicado y sufridor, pero que eleva su rendimiento con el paso de los minutos de manera mastodóntica para acabar a un nivel altísimo, un auténtico clímax interpretativo. En el caso del ganador del Óscar por Gladiator (Ridley Scott, 2000), su presencia y mirada imponen más que su voz, es lógico, no solo por no ser un experto en la materia (a pesar de haber participado en el musical Grease hace treinta años y haber sido vocalista y guitarrista de la banda de rock 30 Odd Foot Of Grunts) sino porque su imponente planta es una declaración de intenciones difícil de superar con cualquier otro elemento. Para el recuerdo, su magnífico y crepuscular Javert,s Soliloquy. Mención aparte merecen los divertidísimos Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter, erigiéndose como una muy necesaria pareja cómica entre tanto drama, mostrando una gran compenetración y haciendo de su química un valor seguro. Sus apariciones musicales no tienen desperdicio y ambos asumen con naturalidad su secundario papel deshinibidor de la trama principal. Sin duda alguna, los personajes menos interesantes y cuya trama ralentiza el ritmo interno del film, son los encarnados por Amanda Seyfried, Eddie Reydmayne y Samantha Barks.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
O lo que es lo mismo, el triángulo amoroso entre Marius, Cosette y Eponine nunca llega al nivel de emoción y épica del triángulo (no amoroso) principal formado por Valjean, Javert y Fantine (Jackman, Crowe y Hathaway). temporal hasta entonces frenética. Sus intérpretes están realmente formidables pero hasta al propio Hooper se le intuye una pereza realizadora en sus historias, filmándolas casi por obligación pero conocedor de que esos treinta o cuarenta minutos suponen un descenso rítmico grave en una carrera. Obviamente no se puede hacer nada, está en la novela, hay que filmarlo pero no hubiera estado mal que Hooper hubiera ideado algún tipo de estratagema para presentárnosla de manera menos tediosa. Todo lo contrario ocurre con Gavroche, el sabiondo y belicoso niño encarnado majestuosamente por Daniel Huttlestone, que supone la auténtica revelación del film.
Uno de los grandes defectos de la cinta es su estructura involuntariamente episódica. A pesar de usar la música como medio para hilvanar las historias de los protagonistas, son los propios números musicales los que dividen la trama en pequeños segmentos, lo que propicia una valoración fragmentada de la misma. Y llegados a este punto cabe tomar como referencia la monumental Novecento, cuya exagerada duración de más de cinco horas prácticamente obliga al espectador a tratar la experiencia como si estuviera en una carnicería, mutilando mentalmente el film para seleccionar las escenas que permanecerán con nosotros como recuerdo de ella. En Los Miserables ocurre lo mismo, no por su metraje, sino porque, al haber cuarenta números musicales, es lógico que tengamos favoritos entre ellos y, por supuesto, otros menos predilectos. Por lo tanto, en nuestra mente abundarán los recuerdos positivos que nuestros gustos elijan pero nunca una sensación de conjunto plena (a no ser, claro está, que te fascinen todas las canciones). Sin embargo, y volviendo a los halagos, la dirección de Tom Hooper apuesta satisfactoriamente por no restar protagonismo a los personajes y lleva a cabo una realización volcada en enfatizar sus virtudes y esconder sus posibles defectos. Lo que más llama la atención son esos descarnados primeros planos sin corte alguno que, como ya dije antes, permiten al actor/actriz de turno desplegar en total libertad un torrente de sentimientos y emociones a flor de piel. El espectador sale beneficiado de esta decisión, ya que Hooper elimina todas las barreras entre público y personaje, quedando este expuesto frontalmente a la valoración del respetable, y de esta manera, asemejarse con la mayor exactitud posible a lo que sería una representación teatral, que como todo el mundo sabe es donde el actor se convierte en director al depender casi toda la obra de su trabajo. Es en los espectaculares números musicales grupales cuando Hooper da rienda suelda a su habilidad para la composición de planos y estilizados movimientos de cámara, con una sensacional apertura que nos introduce de golpe y porrazo en nuestro mundo casi doscientos años atrás. One Day More, At the End of the Day o The Barricade son auténticos prodigios de dirección y planificación grupal. Otro de sus aciertos es su empeño en rodar Los Miserables con sonido directo, es decir, nadie dobla a los actores, ni siquiera ellos mismos. Lo que oímos es lo que hay, tanto si ese día estaban afónicos como si no, es lo que se filmó. Y el resultado da la razón al director de John Adams, ya que prioriza la adaptación del espectador a la época en lugar de ser al revés, lo que permite a la obra conservar su corazón y al mismo tiempo conseguir que prevalezca el realismo ante cualquier efecto sonoro. En definitiva, si quieren presenciar un espectáculo épico, emotivo y emocionante con poderosas imágenes y rompedoras interpretaciones que les haga caer en la cuenta de lo bonito es el cine cuando se hace bien, con amor y respeto, Los Miserables es su película.
Autor:@jlamotta23
Uno de los grandes defectos de la cinta es su estructura involuntariamente episódica. A pesar de usar la música como medio para hilvanar las historias de los protagonistas, son los propios números musicales los que dividen la trama en pequeños segmentos, lo que propicia una valoración fragmentada de la misma. Y llegados a este punto cabe tomar como referencia la monumental Novecento, cuya exagerada duración de más de cinco horas prácticamente obliga al espectador a tratar la experiencia como si estuviera en una carnicería, mutilando mentalmente el film para seleccionar las escenas que permanecerán con nosotros como recuerdo de ella. En Los Miserables ocurre lo mismo, no por su metraje, sino porque, al haber cuarenta números musicales, es lógico que tengamos favoritos entre ellos y, por supuesto, otros menos predilectos. Por lo tanto, en nuestra mente abundarán los recuerdos positivos que nuestros gustos elijan pero nunca una sensación de conjunto plena (a no ser, claro está, que te fascinen todas las canciones). Sin embargo, y volviendo a los halagos, la dirección de Tom Hooper apuesta satisfactoriamente por no restar protagonismo a los personajes y lleva a cabo una realización volcada en enfatizar sus virtudes y esconder sus posibles defectos. Lo que más llama la atención son esos descarnados primeros planos sin corte alguno que, como ya dije antes, permiten al actor/actriz de turno desplegar en total libertad un torrente de sentimientos y emociones a flor de piel. El espectador sale beneficiado de esta decisión, ya que Hooper elimina todas las barreras entre público y personaje, quedando este expuesto frontalmente a la valoración del respetable, y de esta manera, asemejarse con la mayor exactitud posible a lo que sería una representación teatral, que como todo el mundo sabe es donde el actor se convierte en director al depender casi toda la obra de su trabajo. Es en los espectaculares números musicales grupales cuando Hooper da rienda suelda a su habilidad para la composición de planos y estilizados movimientos de cámara, con una sensacional apertura que nos introduce de golpe y porrazo en nuestro mundo casi doscientos años atrás. One Day More, At the End of the Day o The Barricade son auténticos prodigios de dirección y planificación grupal. Otro de sus aciertos es su empeño en rodar Los Miserables con sonido directo, es decir, nadie dobla a los actores, ni siquiera ellos mismos. Lo que oímos es lo que hay, tanto si ese día estaban afónicos como si no, es lo que se filmó. Y el resultado da la razón al director de John Adams, ya que prioriza la adaptación del espectador a la época en lugar de ser al revés, lo que permite a la obra conservar su corazón y al mismo tiempo conseguir que prevalezca el realismo ante cualquier efecto sonoro. En definitiva, si quieren presenciar un espectáculo épico, emotivo y emocionante con poderosas imágenes y rompedoras interpretaciones que les haga caer en la cuenta de lo bonito es el cine cuando se hace bien, con amor y respeto, Los Miserables es su película.
Autor:@jlamotta23
16 de enero de 2013
16 de enero de 2013
62 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)
Mientras los historiadores tienden al consenso en lo que respecta a las fechas bisagra de las primeras épocas, el paso de la Edad Contemporánea a la Edad Confusa sigue siendo objeto de discusiones. En el campo del Sine (antes llamado Cine), varios fueron los motivos que impulsaron este giro de 180º en la calidad el arte, que pasó de ser generalmente notable a hundirse en el subsuelo del subfango. La Edad Confusa, a pesar de lo prolífico de su producción, se caracteriza por una uniformidad tendente a la monomanía. Así pues, las carteleras de los sines ven cómo semana tras semana obras con las mismas carencias/defectos comparten espacio, siendo sustituidas por otras con similares fallos/penurias. Ante lo desolador del panorama, los críticos profesionales se ven obligados a esconder la cualidad sustancial de su época, multiplicando por 2, 3 y hasta 4 las notas de las películas a fin de fingir ante el público vivir en un mundo mejor. Un ejemplo de esto es la película "Los miserables", adaptación de una novela perteneciente a la Edad Contemporánea, que en su salto a los nuevos tiempos, pierde cualquier atisbo de profundidad, solidez y emoción para convertirse en un digno miembro de la la nueva era. Su director, premiado con uno de los Ostras de la Academia (antes denominados Oscars), se ve ante una cruzada: cómo alguien que no es un gran director puede resolver la responsabilidad de sacar adelante una obra de primera fila. La respuesta a esta disyuntiva es la habitual: simplificar el problema del cine desatendiendo los aspectos en los que no se da la talla y enfatizando otros hasta el paroxismo para conseguir la impresión de "grandeza" demandada. El resultado es así no un tour-de-force, sino un batiburrillo de primeros planos que no dialogan bien entre sí, henchidos por rostros sobreactuados (no es bueno el actor que llora sino el que hace llorar, y a pesar de que algunos de los presentes tienen calidad, están pésimamente dirigidos), llevado a cabo del principio al final sin la mínima sensibilidad, con un nulo sentido de la dosificación y donde las canciones pierden su razón de ser por haber sido hurtadas de su posición en la estructura estética, los cimientos, de la obra. Y para concluir el desdoblamiento de este arrogante historiador, me permitiré decir que este no es el nivel para una película de la primera división del cine mundial. Sea de la edad que sea.
*Los dos lo dijeron en sendas entrevistas.
Mientras los historiadores tienden al consenso en lo que respecta a las fechas bisagra de las primeras épocas, el paso de la Edad Contemporánea a la Edad Confusa sigue siendo objeto de discusiones. En el campo del Sine (antes llamado Cine), varios fueron los motivos que impulsaron este giro de 180º en la calidad el arte, que pasó de ser generalmente notable a hundirse en el subsuelo del subfango. La Edad Confusa, a pesar de lo prolífico de su producción, se caracteriza por una uniformidad tendente a la monomanía. Así pues, las carteleras de los sines ven cómo semana tras semana obras con las mismas carencias/defectos comparten espacio, siendo sustituidas por otras con similares fallos/penurias. Ante lo desolador del panorama, los críticos profesionales se ven obligados a esconder la cualidad sustancial de su época, multiplicando por 2, 3 y hasta 4 las notas de las películas a fin de fingir ante el público vivir en un mundo mejor. Un ejemplo de esto es la película "Los miserables", adaptación de una novela perteneciente a la Edad Contemporánea, que en su salto a los nuevos tiempos, pierde cualquier atisbo de profundidad, solidez y emoción para convertirse en un digno miembro de la la nueva era. Su director, premiado con uno de los Ostras de la Academia (antes denominados Oscars), se ve ante una cruzada: cómo alguien que no es un gran director puede resolver la responsabilidad de sacar adelante una obra de primera fila. La respuesta a esta disyuntiva es la habitual: simplificar el problema del cine desatendiendo los aspectos en los que no se da la talla y enfatizando otros hasta el paroxismo para conseguir la impresión de "grandeza" demandada. El resultado es así no un tour-de-force, sino un batiburrillo de primeros planos que no dialogan bien entre sí, henchidos por rostros sobreactuados (no es bueno el actor que llora sino el que hace llorar, y a pesar de que algunos de los presentes tienen calidad, están pésimamente dirigidos), llevado a cabo del principio al final sin la mínima sensibilidad, con un nulo sentido de la dosificación y donde las canciones pierden su razón de ser por haber sido hurtadas de su posición en la estructura estética, los cimientos, de la obra. Y para concluir el desdoblamiento de este arrogante historiador, me permitiré decir que este no es el nivel para una película de la primera división del cine mundial. Sea de la edad que sea.
*Los dos lo dijeron en sendas entrevistas.
26 de diciembre de 2012
26 de diciembre de 2012
75 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso debió pensar el señor Hooper (al que paso a considerar el director más sobrevalorado de la década sin ningún tipo de discusión) cuando se enfrentó a la primera toma con tropecientos actores en escena y travellings imposibles. "Buah menuda liada", "si me van a pagar lo mismo", "esto no hay Cristo que lo dirija", "...total nadie va a notar la diferencia".
Inaudito. No tengo palabras después de asistir a más de dos horas de primeros planos de gente llorando o mirando hacia el infinito con cara de desgracia supina. Le falta al respeto al libro, al musical e incluso a la colección de muñecos articulados si la hubiese, vaya. ¿El guión adaptado? Pues no sé que te diga, la acción va en dosis de treinta segundos (o menos) entre monólogo y monólogo de los protagonistas. ¿Los actores? Solo puedo pronunciarme en base a sus músculos faciales (flaco favor el que le han hecho a Russell Crowe, que como todos sabemos siempre tiene el ceño fruncido, esté sufriendo una lucha interior o cagando en el baño). ¿El vestuario? Muy currados los sombreros...
Solo cuando el señor Hooper abre la cámara de una p*ta vez y vemos la miseria de París, una barricada revolucionaria o una sucia posada llena de truhanes (único número musical de verdad el de Borat y Bohan-Carter), podemos sentir la magia del cine y la emoción de una novela genial. Pero eso no suma ni un cuarto de hora de metraje.
Y por último, como dicen otras críticas, lo de los subtítulos es para darles de comer aparte. Es una adaptación del guión adaptado, y aún encima los colocan donde y como les da la gana. No sé quién es el responsable, pero hay piratas en el eMule que subtitulan mejor... así nos va.
Inaudito. No tengo palabras después de asistir a más de dos horas de primeros planos de gente llorando o mirando hacia el infinito con cara de desgracia supina. Le falta al respeto al libro, al musical e incluso a la colección de muñecos articulados si la hubiese, vaya. ¿El guión adaptado? Pues no sé que te diga, la acción va en dosis de treinta segundos (o menos) entre monólogo y monólogo de los protagonistas. ¿Los actores? Solo puedo pronunciarme en base a sus músculos faciales (flaco favor el que le han hecho a Russell Crowe, que como todos sabemos siempre tiene el ceño fruncido, esté sufriendo una lucha interior o cagando en el baño). ¿El vestuario? Muy currados los sombreros...
Solo cuando el señor Hooper abre la cámara de una p*ta vez y vemos la miseria de París, una barricada revolucionaria o una sucia posada llena de truhanes (único número musical de verdad el de Borat y Bohan-Carter), podemos sentir la magia del cine y la emoción de una novela genial. Pero eso no suma ni un cuarto de hora de metraje.
Y por último, como dicen otras críticas, lo de los subtítulos es para darles de comer aparte. Es una adaptación del guión adaptado, y aún encima los colocan donde y como les da la gana. No sé quién es el responsable, pero hay piratas en el eMule que subtitulan mejor... así nos va.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y la historia de amor, por cierto, lastra la ultima hora de película. Parece que aquí lo que menos importaba eran los propios Miserables que le dan nombre al libro...
26 de diciembre de 2012
26 de diciembre de 2012
68 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cosa tenía todos los ingredientes para convertirse en una gran película: presupuesto hollywoodiense, un buen puñado de estrellas, director oscarizado y una banda sonora inolvidable que lleva decenios interpretándose sin descanso en Broadway y el West End.
¿Qué podía salir mal?
Pues la película no funciona, porque se basa en una premisa errónea: que algo que funciona muy bien como musical funcionará muy bien en la gran pantalla. Y no. Porque carece por completo de empatía.
“Los miserables” es un drama. Un dramón. El libro de Victor Hugo te conmueve: hace que sufras cuando los personajes sufren, que rías cuando ellos ríen. El cine tiene, a priori, más recursos que la literatura para lograr este nivel de compenetración con el espectador, sobre todo si cuenta con unos buenos actores como estos. Pero ay, si los actores se tiran toda la película cantando… pues, además de demostrarnos que efectivamente saben cantar, lo único que consiguen transmitir es artificiosidad. Y cuando un drama falla en transmitir las emociones que tiene que transmitir…
La dirección no ayuda porque desperdicia demasiados minutos en mostrarnos primerísimos planos de gente llorando, a ver si así se nos pega algo. Se confía en la música para llevar toda la carga dramática. ¿Para qué quiero ver a la Hathaway llenando de lágrimas toda la pantalla mientras canta el “I dreamed a dream”? ¿Por qué no mostrarme, por ejemplo, imágenes de ese pasado tan feliz del que habla para que pueda entender mejor las miserias del presente? Y la historia de Marius y Cosette, tan bonita en el libro, aquí se convierte en una tonta sucesión de clichés que no hay quien se los trague.
En definitiva: un 6 porque el conjunto no deja de ser grandioso y entretenido, pero a la película le falta el alma.
Ah, y el genio que ha escrito los subtítulos en castellano se merece el Oscar. Menuda traducción, macho.
¿Qué podía salir mal?
Pues la película no funciona, porque se basa en una premisa errónea: que algo que funciona muy bien como musical funcionará muy bien en la gran pantalla. Y no. Porque carece por completo de empatía.
“Los miserables” es un drama. Un dramón. El libro de Victor Hugo te conmueve: hace que sufras cuando los personajes sufren, que rías cuando ellos ríen. El cine tiene, a priori, más recursos que la literatura para lograr este nivel de compenetración con el espectador, sobre todo si cuenta con unos buenos actores como estos. Pero ay, si los actores se tiran toda la película cantando… pues, además de demostrarnos que efectivamente saben cantar, lo único que consiguen transmitir es artificiosidad. Y cuando un drama falla en transmitir las emociones que tiene que transmitir…
La dirección no ayuda porque desperdicia demasiados minutos en mostrarnos primerísimos planos de gente llorando, a ver si así se nos pega algo. Se confía en la música para llevar toda la carga dramática. ¿Para qué quiero ver a la Hathaway llenando de lágrimas toda la pantalla mientras canta el “I dreamed a dream”? ¿Por qué no mostrarme, por ejemplo, imágenes de ese pasado tan feliz del que habla para que pueda entender mejor las miserias del presente? Y la historia de Marius y Cosette, tan bonita en el libro, aquí se convierte en una tonta sucesión de clichés que no hay quien se los trague.
En definitiva: un 6 porque el conjunto no deja de ser grandioso y entretenido, pero a la película le falta el alma.
Ah, y el genio que ha escrito los subtítulos en castellano se merece el Oscar. Menuda traducción, macho.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here