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Críticas ordenadas por utilidad
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7.1
69,926
8
2 de diciembre de 2012
2 de diciembre de 2012
183 de 221 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quienes se sienten delante de La vida de Pi están de suerte: el director les ofrece dos películas al precio de una.
La primera película se divide, a su vez, en dos partes. Los 45 minutos iniciales (así a ojo) son una especie de Big Fish en versión hindú, con personajes simpáticos y una fotografía alegre, de vivos colores.
Después de esta larga presentación todo cambia y llegamos por fin a lo que estábamos esperando con ansia: el relato de la supervivencia del chico y el tigre, una majestuosa e inverosímil sucesión de imágenes a mayor gloria del 3D. No cometan el error que cometió un servidor y vayan a verla en 3D. De lo contrario corren el riesgo de que se les haga tediosa.
Terminada esta explosión de belleza onírica, a uno se le queda una sensación de vacío y de decepción. ¿Y esta es la historia que nos iba a hacer creer en Dios? Hmmm. Demasiado zooplancton fosforescente y demasiada poca chicha.
Entonces empieza la segunda película, que dura unos escasos 5 minutos. Y entonces te quedas con cara de tonto.
Hermosa, escalofriante alegoría sobre la creencia en Dios. A mí, desde luego, me ha convencido.
La primera película se divide, a su vez, en dos partes. Los 45 minutos iniciales (así a ojo) son una especie de Big Fish en versión hindú, con personajes simpáticos y una fotografía alegre, de vivos colores.
Después de esta larga presentación todo cambia y llegamos por fin a lo que estábamos esperando con ansia: el relato de la supervivencia del chico y el tigre, una majestuosa e inverosímil sucesión de imágenes a mayor gloria del 3D. No cometan el error que cometió un servidor y vayan a verla en 3D. De lo contrario corren el riesgo de que se les haga tediosa.
Terminada esta explosión de belleza onírica, a uno se le queda una sensación de vacío y de decepción. ¿Y esta es la historia que nos iba a hacer creer en Dios? Hmmm. Demasiado zooplancton fosforescente y demasiada poca chicha.
Entonces empieza la segunda película, que dura unos escasos 5 minutos. Y entonces te quedas con cara de tonto.
Hermosa, escalofriante alegoría sobre la creencia en Dios. A mí, desde luego, me ha convencido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El protagonista nos ofrece dos versiones del naufragio del barco. En una, el chico y el tigre se salvan la vida mutuamente y acaban por desarrollar una especie de vínculo místico entre ellos, que les permite atravesar el Pacífico mientras son testigos de las maravillas de la naturaleza. En la otra versión del naufragio, el chico es testigo de los horrores de la condición humana y se enfrenta, solo y desamparado, al insoportable vacío del océano.
“Ninguna de las dos historias explica por qué se hundió el barco”, dice Pi al final, “pero en las dos historias yo sufro. ¿Con cuál te quedarías tú?”
Yo creo que todos nos quedaríamos con la del tigre.
“Pues lo mismo pasa con Dios”
“Ninguna de las dos historias explica por qué se hundió el barco”, dice Pi al final, “pero en las dos historias yo sufro. ¿Con cuál te quedarías tú?”
Yo creo que todos nos quedaríamos con la del tigre.
“Pues lo mismo pasa con Dios”

7.2
44,345
6
26 de diciembre de 2012
26 de diciembre de 2012
68 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cosa tenía todos los ingredientes para convertirse en una gran película: presupuesto hollywoodiense, un buen puñado de estrellas, director oscarizado y una banda sonora inolvidable que lleva decenios interpretándose sin descanso en Broadway y el West End.
¿Qué podía salir mal?
Pues la película no funciona, porque se basa en una premisa errónea: que algo que funciona muy bien como musical funcionará muy bien en la gran pantalla. Y no. Porque carece por completo de empatía.
“Los miserables” es un drama. Un dramón. El libro de Victor Hugo te conmueve: hace que sufras cuando los personajes sufren, que rías cuando ellos ríen. El cine tiene, a priori, más recursos que la literatura para lograr este nivel de compenetración con el espectador, sobre todo si cuenta con unos buenos actores como estos. Pero ay, si los actores se tiran toda la película cantando… pues, además de demostrarnos que efectivamente saben cantar, lo único que consiguen transmitir es artificiosidad. Y cuando un drama falla en transmitir las emociones que tiene que transmitir…
La dirección no ayuda porque desperdicia demasiados minutos en mostrarnos primerísimos planos de gente llorando, a ver si así se nos pega algo. Se confía en la música para llevar toda la carga dramática. ¿Para qué quiero ver a la Hathaway llenando de lágrimas toda la pantalla mientras canta el “I dreamed a dream”? ¿Por qué no mostrarme, por ejemplo, imágenes de ese pasado tan feliz del que habla para que pueda entender mejor las miserias del presente? Y la historia de Marius y Cosette, tan bonita en el libro, aquí se convierte en una tonta sucesión de clichés que no hay quien se los trague.
En definitiva: un 6 porque el conjunto no deja de ser grandioso y entretenido, pero a la película le falta el alma.
Ah, y el genio que ha escrito los subtítulos en castellano se merece el Oscar. Menuda traducción, macho.
¿Qué podía salir mal?
Pues la película no funciona, porque se basa en una premisa errónea: que algo que funciona muy bien como musical funcionará muy bien en la gran pantalla. Y no. Porque carece por completo de empatía.
“Los miserables” es un drama. Un dramón. El libro de Victor Hugo te conmueve: hace que sufras cuando los personajes sufren, que rías cuando ellos ríen. El cine tiene, a priori, más recursos que la literatura para lograr este nivel de compenetración con el espectador, sobre todo si cuenta con unos buenos actores como estos. Pero ay, si los actores se tiran toda la película cantando… pues, además de demostrarnos que efectivamente saben cantar, lo único que consiguen transmitir es artificiosidad. Y cuando un drama falla en transmitir las emociones que tiene que transmitir…
La dirección no ayuda porque desperdicia demasiados minutos en mostrarnos primerísimos planos de gente llorando, a ver si así se nos pega algo. Se confía en la música para llevar toda la carga dramática. ¿Para qué quiero ver a la Hathaway llenando de lágrimas toda la pantalla mientras canta el “I dreamed a dream”? ¿Por qué no mostrarme, por ejemplo, imágenes de ese pasado tan feliz del que habla para que pueda entender mejor las miserias del presente? Y la historia de Marius y Cosette, tan bonita en el libro, aquí se convierte en una tonta sucesión de clichés que no hay quien se los trague.
En definitiva: un 6 porque el conjunto no deja de ser grandioso y entretenido, pero a la película le falta el alma.
Ah, y el genio que ha escrito los subtítulos en castellano se merece el Oscar. Menuda traducción, macho.
9
26 de junio de 2013
26 de junio de 2013
27 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Y fue precisamente por eso, porque podía ir a donde quisiera cuando quisiera, que decidí confinarme en esta galaxia de cuatro coma cinco tatamis…”
Enorme y grata sorpresa la que me he llevado con el descubrimiento de Tatami Galaxy. Encontrarse de vez en cuando con joyas como esta, que van más allá del mero entretenimiento y que logran un escalofriante nivel de empatía con el espectador (en mi caso), es lo que hace que el cine sea algo tan especial. Voy a escribir esto rápido, antes de que se me pase el mono de después del visionado y la cabeza me tiente a ponerle menos nota.
La serie rezuma originalidad por todos sus poros. La historia es siempre la misma, episodio tras episodio, pero siempre es diferente. Aquí entran en juego dos factores que libran a Tatami Galaxy de ser tediosa. El primero es la genialidad del guionista, que consigue que la trama avance incluso cuando se está repitiendo. Hay pequeños guiños (ej. el precio in crescendo de las predicciones de la vidente) que parecen decirnos “sí, esto ya lo habéis visto, pero tened fe: sabemos lo que nos hacemos”. El segundo factor es, por supuesto, la duración. Después de once episodios el espectador no ha tenido tiempo de aburrirse, incluso con una estructura casi calcada en la mayoría de ellos. A la postre uno se da cuenta de que cada segundo de metraje nos está conduciendo al final, un final necesario para redondear el poderoso y optimista mensaje [ver spoiler] de un anime que, en el fondo, no deja de ser una historia de amistad y amores correspondidos.
La animación, lejos del preciosismo fotorrealista al que nos tienen acostumbrados desde Japón, te abofetea escena tras escena. El trazo simplificado, a veces delirante, y una paleta de colores austera, de tonos planos y fuertes contrastes cromáticos, son reflejo perfecto del patetismo surrealista que inunda la vida de nuestro protagonista. En cualquier caso, la calidad es innegable.
Y el guion… Esto es un guion, señores. La extenuante verborrea narrativa del protagonista alcanza verdadera calidad literaria. Hay mucho, mucho seso detrás de esta serie.
Mención especial merece el cameo de Lucky Luke interpretando a… esto… Bueno, da igual.
Enorme y grata sorpresa la que me he llevado con el descubrimiento de Tatami Galaxy. Encontrarse de vez en cuando con joyas como esta, que van más allá del mero entretenimiento y que logran un escalofriante nivel de empatía con el espectador (en mi caso), es lo que hace que el cine sea algo tan especial. Voy a escribir esto rápido, antes de que se me pase el mono de después del visionado y la cabeza me tiente a ponerle menos nota.
La serie rezuma originalidad por todos sus poros. La historia es siempre la misma, episodio tras episodio, pero siempre es diferente. Aquí entran en juego dos factores que libran a Tatami Galaxy de ser tediosa. El primero es la genialidad del guionista, que consigue que la trama avance incluso cuando se está repitiendo. Hay pequeños guiños (ej. el precio in crescendo de las predicciones de la vidente) que parecen decirnos “sí, esto ya lo habéis visto, pero tened fe: sabemos lo que nos hacemos”. El segundo factor es, por supuesto, la duración. Después de once episodios el espectador no ha tenido tiempo de aburrirse, incluso con una estructura casi calcada en la mayoría de ellos. A la postre uno se da cuenta de que cada segundo de metraje nos está conduciendo al final, un final necesario para redondear el poderoso y optimista mensaje [ver spoiler] de un anime que, en el fondo, no deja de ser una historia de amistad y amores correspondidos.
La animación, lejos del preciosismo fotorrealista al que nos tienen acostumbrados desde Japón, te abofetea escena tras escena. El trazo simplificado, a veces delirante, y una paleta de colores austera, de tonos planos y fuertes contrastes cromáticos, son reflejo perfecto del patetismo surrealista que inunda la vida de nuestro protagonista. En cualquier caso, la calidad es innegable.
Y el guion… Esto es un guion, señores. La extenuante verborrea narrativa del protagonista alcanza verdadera calidad literaria. Hay mucho, mucho seso detrás de esta serie.
Mención especial merece el cameo de Lucky Luke interpretando a… esto… Bueno, da igual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No te atormentes con sueños irreales ni metas ilusorias, ni culpes a otros cuando tus quimeras se vuelvan ceniza. Vuelve la vista a la realidad y quizá veas que tu vida no es tan mala como creías y que las verdaderas oportunidades siempre han estado ahí, esperando a que extiendas la mano.
6
3 de junio de 2012
3 de junio de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los productores se gastaron todo el dinero en conseguir una sublime, resplandeciente puesta en escena y no pudieron pagar ni los honorarios de un mono de zoológico para que escribiese el guión. El resultado es un pastiche a mitad camino entre El Señor de los Anillos, Matrix, Indiana Jones y el Templo Maldito, el Robin Hood de Scott y La Princesa Mononoke. La Stewart, que sería una buena Blancanieves si pudiese quitarse esa cara de adolescente amargada con ganas de suicidarse, escapa de la prisión de baja seguridad que es el castillo de la madrastra y huye de los Nazgul a lomos de Asfaloth, para ser designada como "el elegido" por un oráculo que en este caso es el Espíritu del Bosque de Miyazaki.
Lo peor: diálogos decepcionantes, momentos de melodrama barato, excesiva lentitud de la parte central del metraje, personajes irrelevantes (¿alguien me explica cuál es la función de William en esta película?) y el risible discurso de Blancanieves.
Lo mejor: Charlize Theron. Cada una de sus intervenciones es un deslumbrante anuncio de colonia. Pura belleza visual. De hecho, todas mis estrellas van para ella.
Por lo demás, si la reina es tan malvada que corrompe la tierra a su alrededor y todas las plantas mueren, ¿de qué se alimentan las gentes del reino?
Lo peor: diálogos decepcionantes, momentos de melodrama barato, excesiva lentitud de la parte central del metraje, personajes irrelevantes (¿alguien me explica cuál es la función de William en esta película?) y el risible discurso de Blancanieves.
Lo mejor: Charlize Theron. Cada una de sus intervenciones es un deslumbrante anuncio de colonia. Pura belleza visual. De hecho, todas mis estrellas van para ella.
Por lo demás, si la reina es tan malvada que corrompe la tierra a su alrededor y todas las plantas mueren, ¿de qué se alimentan las gentes del reino?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Kristen Stewart camina sobre el agua, resucita de entre los muertos y libra al mundo del mal. Es Jesucristo con tetas, válgame la blasfemia.
MediometrajeAnimación

5.9
255
Animación
7
15 de junio de 2012
15 de junio de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe en Japón una ciudad abandonada donde se practica un juego secreto y terrible. El juego de O-to-ko-yo. Los niños que se atrevan a participar deberán seguir unas pistas ocultas que los conducirán al lugar donde comenzará el juego. Deberán ser siete, cubiertos sus rostros con máscaras de zorro. Bueno, en realidad deberán ser ocho: uno de ellos, el que “la lleva”, ya les estará esperando allí cuando lleguen…
Kakurenbo es la palabra japonesa para el juego del escondite. Pero el O-to-ko-yo no es un juego del escondite normal, porque se dice quienes lo juegan nunca regresan.
A pesar de lo que pueda parecer, Kakurenbo: Hide and Seek no es una película de terror ni creo que pretenda serlo. No tiene momentos de “sobresalto” ni situaciones de tensión psicológica prolongada. Así que más allá de su ambientación lúgubre y tétrica, no tiene nada de terrorífico.
El mediometraje está animado con la técnica del cell-shading. Esto quiere decir que toda la cinta está hecha en 3D, pero renderizada de manera que parezca que está dibujada a mano. El resultado es de una gran calidad visual.
La historia puede parecer pobre, pero si se rasca un poquito (ver spoiler) se encontrará una bonita metáfora sobre la modernización de Tokio a costa de la pérdida del patrimonio cultural japonés.
Kakurenbo es la palabra japonesa para el juego del escondite. Pero el O-to-ko-yo no es un juego del escondite normal, porque se dice quienes lo juegan nunca regresan.
A pesar de lo que pueda parecer, Kakurenbo: Hide and Seek no es una película de terror ni creo que pretenda serlo. No tiene momentos de “sobresalto” ni situaciones de tensión psicológica prolongada. Así que más allá de su ambientación lúgubre y tétrica, no tiene nada de terrorífico.
El mediometraje está animado con la técnica del cell-shading. Esto quiere decir que toda la cinta está hecha en 3D, pero renderizada de manera que parezca que está dibujada a mano. El resultado es de una gran calidad visual.
La historia puede parecer pobre, pero si se rasca un poquito (ver spoiler) se encontrará una bonita metáfora sobre la modernización de Tokio a costa de la pérdida del patrimonio cultural japonés.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las secuencias finales son la clave para la compresión de la película. El Oni principal (el zorro de nueve colas del poster) “posee” al último niño superviviente de cada edición de Otokoyo, convirtiéndose en “el que la lleva” de la siguiente edición. En japonés, la palabra Oni (demonio) designa también a “el que la lleva” en el juego del escondite.
En la torre de energía del centro de la ciudad pueden verse las hileras de nichos que contienen a todos los niños que han jugado al Otokoyo, remontándose hasta la primera vez que se jugó. La inocencia de los niños alimenta las luces de neón de la ciudad, símbolo de la pérdida de las tradiciones culturales japonesas.
En la torre de energía del centro de la ciudad pueden verse las hileras de nichos que contienen a todos los niños que han jugado al Otokoyo, remontándose hasta la primera vez que se jugó. La inocencia de los niños alimenta las luces de neón de la ciudad, símbolo de la pérdida de las tradiciones culturales japonesas.
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