En el nombre del padre
1993 

8.2
81,451
Drama
Belfast, años 70. Gerry (Day-Lewis) es un gamberro que no hace nada de provecho, para disgusto de su padre Giuseppe (Postlethwaite), un hombre tranquilo y educado. Cuando Gerry se enfrenta al IRA, su padre lo manda a Inglaterra. Una vez allí, por caprichos del azar, es acusado de participar en un atentado terrorista y condenado a cadena perpetua con "los cuatro de Guildford". También su padre es arrestado y encarcelado. En prisión Gerry ... [+]
26 de mayo de 2008
26 de mayo de 2008
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisándola luego, me di cuenta de que no estaba tan bien dirigida como creí en un primer momento, incluso que el guión tocaba muchas cosas de refilón y avanzaba a trompicones, sin embargo, me enganchó como la primera vez que la vi, si no más.
Y es que esta película supuso para mí el primer contacto con "el cine de verdad", verla fue como hacerme un poco más adulto, abrir los ojos y darme cuenta de que el mundo no está pintado de rosa, y que se debe pelear por lo que uno cree y, más importante aún, contra la injusticia. Una película que logre inculcar esos sentimientos en un niño de doce años debe de tener algo muy especial y creo que ese algo, sin contar la impactante historia real en la que está basada, tiene nombres y apellidos: Daniel Day - Lewis, al que, hoy por hoy, considero uno de los mejores (o incluso el mejor) actores que hay en el panorama cinematográfico. La humanidad que supura la película es, casi, en totalidad culpa suya, pues también hay que reconocerle a Postlehwaite y a Thompson su gran trabajo, al igual que al resto de actores del reparto.
Una película bellísima.
Y es que esta película supuso para mí el primer contacto con "el cine de verdad", verla fue como hacerme un poco más adulto, abrir los ojos y darme cuenta de que el mundo no está pintado de rosa, y que se debe pelear por lo que uno cree y, más importante aún, contra la injusticia. Una película que logre inculcar esos sentimientos en un niño de doce años debe de tener algo muy especial y creo que ese algo, sin contar la impactante historia real en la que está basada, tiene nombres y apellidos: Daniel Day - Lewis, al que, hoy por hoy, considero uno de los mejores (o incluso el mejor) actores que hay en el panorama cinematográfico. La humanidad que supura la película es, casi, en totalidad culpa suya, pues también hay que reconocerle a Postlehwaite y a Thompson su gran trabajo, al igual que al resto de actores del reparto.
Una película bellísima.
10 de mayo de 2006
10 de mayo de 2006
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de las más necesarias, potentes y emocionantes películas de los últimos años. Cine de denuncia política realizado por Jim Sheridan con fuerza y valentía, y sobre todo con un sentido cinematográfico absolutamente arrollador.
Hay películas de denuncia social o política muy valientes, pero que cinematográficamente son de una pobreza extraordinaria, en Europa habría varios ejemplos, algunos incluso ganan Palmas de Oro. Jim Sheridan, en cambio, no se olvida en ningún momento de que está haciendo cine y utiliza todos sus recursos de forma magistral. Tiene en sus manos una historia muy rica y compleja, en la que se tratan muchos temas y a cada uno le da el toque que mejor le viene. Secuencias como la que abre la película (un prodigio de fuerza tensión y montaje), aquella maravillosa en la que los presos arrojan papeles ardiendo por las ventanas de sus celdas, o el juicio final, hacen de Jim Sheridan un portentoso director de cine.
Esto no sería igual sin la colaboración de un reparto extraordinario, con el tremendo Daniel Day Lewis a la cabeza, secundado por el conmovedor Pete Postlewhite y una breve pero intensa Emma Thompson.
Si además añadimos una selección musical fantástica, estamos desde luego, ante una de las películas más redondas de los últimos años.
Hay películas de denuncia social o política muy valientes, pero que cinematográficamente son de una pobreza extraordinaria, en Europa habría varios ejemplos, algunos incluso ganan Palmas de Oro. Jim Sheridan, en cambio, no se olvida en ningún momento de que está haciendo cine y utiliza todos sus recursos de forma magistral. Tiene en sus manos una historia muy rica y compleja, en la que se tratan muchos temas y a cada uno le da el toque que mejor le viene. Secuencias como la que abre la película (un prodigio de fuerza tensión y montaje), aquella maravillosa en la que los presos arrojan papeles ardiendo por las ventanas de sus celdas, o el juicio final, hacen de Jim Sheridan un portentoso director de cine.
Esto no sería igual sin la colaboración de un reparto extraordinario, con el tremendo Daniel Day Lewis a la cabeza, secundado por el conmovedor Pete Postlewhite y una breve pero intensa Emma Thompson.
Si además añadimos una selección musical fantástica, estamos desde luego, ante una de las películas más redondas de los últimos años.
18 de agosto de 2010
18 de agosto de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedazo de cacho de peliculón desde que empieza hasta que termina. Emociona, divierte, acojona, pero sobretodo, encabrona.
Historia real tratada de forma magistral por su director Jim Sheridan, sin adornos, sin exageraciones, sin más intención que la de mostrarle al mundo lo que ocurrió, así fue y así se lo hemos contado.
Aunque ya se sale en si misma como conjunto, destacar la interpretación de todos los actores, en especial Pete Postlethwaite y un numero uno, Daniel Day-Lewis. La selección de las canciones para la banda sonora también es espectacular, es escuchar el tema compuesto por Bono de U2 para la película, con el mismo nombre que está “In the name of the father” y se me ponen todos los pelos de punta, TODOS.
Esta cinta debería ser expuesta en cada curso de cada colegio, de cada instituto, de cada universidad y emitida tres o cuatro veces al año por todas las cadenas de televisión del mundo, de hecho, debería existir el día mundial de “En el nombre del padre” para que nunca se nos olvide, que antes de complacer a la masa social enfurecida que pide justicia, hay que hacer justicia.
Historia real tratada de forma magistral por su director Jim Sheridan, sin adornos, sin exageraciones, sin más intención que la de mostrarle al mundo lo que ocurrió, así fue y así se lo hemos contado.
Aunque ya se sale en si misma como conjunto, destacar la interpretación de todos los actores, en especial Pete Postlethwaite y un numero uno, Daniel Day-Lewis. La selección de las canciones para la banda sonora también es espectacular, es escuchar el tema compuesto por Bono de U2 para la película, con el mismo nombre que está “In the name of the father” y se me ponen todos los pelos de punta, TODOS.
Esta cinta debería ser expuesta en cada curso de cada colegio, de cada instituto, de cada universidad y emitida tres o cuatro veces al año por todas las cadenas de televisión del mundo, de hecho, debería existir el día mundial de “En el nombre del padre” para que nunca se nos olvide, que antes de complacer a la masa social enfurecida que pide justicia, hay que hacer justicia.
14 de octubre de 2008
14 de octubre de 2008
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el nombre del padre no es sólo una crónica basada en aquellos hechos tan reales como espeluznantes. Va mucho más allá de la mera película que relata un episodio existente de nuestra historia. Es la transformación de un hombre a través de una juventud robada; una transformación en la que cae en picado desde ese nido de inconsciencia, irresponsabilidad y protección paternal hasta golpearse de bruces con los valores que hacen a un hombre ser "hombre": justicia, sensatez, autosuperación y, sobre todo, admiración y orgullo por el nombre de su padre como ejemplo a seguir.
Una actuación de un Daniel Day-Lewis y Pete Poslethwaite redonda, soberbia, magistral en perfecta simbiosis hijo-padre. Una secuencia final espectacular en la que te agarras en la butaca del cine para no levantarte y gritar de emoción.
Una actuación de un Daniel Day-Lewis y Pete Poslethwaite redonda, soberbia, magistral en perfecta simbiosis hijo-padre. Una secuencia final espectacular en la que te agarras en la butaca del cine para no levantarte y gritar de emoción.
28 de diciembre de 2009
28 de diciembre de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En octubre de 1975, en Londres, el mazo del juez cayó, sentenciando a unas personas inocentes a penas de prisión que les robaban toda su juventud, o sus años de madurez. Y, ya puestos, su vida entera. Carole Richardson, la jovencita hippie, profirió un grito sostenido que helaba la sangre, mientras era conducida sin la menor delicadeza a la jaula que la aprisionaría durante quince años.
Aquel grito escalofriante todavía resuena en los pasillos de esos juzgados en los que se cometió una de las mayores injusticias y aberraciones "legales" de la historia jurídica de Gran Bretaña.
Una demostración de cómo el poder y las autoridades pueden llegar a ser unos enemigos tan crueles y carentes de escrúpulos como el terrorismo. En realidad, es la misma moneda con dos caras. Sólo que uno es terrorismo "fuera de la ley", y el otro es terrorismo de Estado, perpetrado por los mismos que dictan las leyes.
Siendo así, la sociedad se va a la mierda. Los derechos fundamentales se van a la mierda, gracias a las mismísimas altas esferas que se supone que son las que velan por el estado del bienestar. ¿Qué garantías, qué seguridad ciudadana es posible en esas condiciones? ¿Qué importa ser inocente o culpable, si nadie va a proteger tus derechos, ni tu integridad, ni tu vida?
El sistema judicial británico se puso en la más espantosa de las evidencias, cuando el mundo entero vio con horror que había machacado y destrozado a más de una docena de personas que no habían cometido mayor crimen que ser norirlandeses o tener relación de fraternidad o parentesco con los principales imputados.
Todavía parece que algo se revuelve en el aire. Una fiera protesta que nunca enmudeció, pese a que intentaron sofocarla rastreramente.
Jim Sheridan realizó uno de los dramas carcelarios más sinceros y potentes de toda la historia del cine. Un drama-condena con la terrible fuerza de los hechos reales en los que se basa.
La sangre hierve en el pecho y las manos tiemblan mientras nos resulta tan difícil concebir la magnitud del atropello que se cometió contra aquella pobre gente. Sheridan logra que lo vivamos como si estuviera ocurriendo aquí mismo, delante de nuestras narices, como si esos actores no lo fueran, como si lo que les pasa no fuera ficción. La rabia inunda y fluye.
A mi parecer, esa es una de las finalidades más loables que puede conseguir una película. Implicarnos hasta el dolor.
Nadie podrá devolverles los años perdidos.
Nadie podrá compensarlos por sus vidas destruidas.
Aquel grito escalofriante todavía resuena en los pasillos de esos juzgados en los que se cometió una de las mayores injusticias y aberraciones "legales" de la historia jurídica de Gran Bretaña.
Una demostración de cómo el poder y las autoridades pueden llegar a ser unos enemigos tan crueles y carentes de escrúpulos como el terrorismo. En realidad, es la misma moneda con dos caras. Sólo que uno es terrorismo "fuera de la ley", y el otro es terrorismo de Estado, perpetrado por los mismos que dictan las leyes.
Siendo así, la sociedad se va a la mierda. Los derechos fundamentales se van a la mierda, gracias a las mismísimas altas esferas que se supone que son las que velan por el estado del bienestar. ¿Qué garantías, qué seguridad ciudadana es posible en esas condiciones? ¿Qué importa ser inocente o culpable, si nadie va a proteger tus derechos, ni tu integridad, ni tu vida?
El sistema judicial británico se puso en la más espantosa de las evidencias, cuando el mundo entero vio con horror que había machacado y destrozado a más de una docena de personas que no habían cometido mayor crimen que ser norirlandeses o tener relación de fraternidad o parentesco con los principales imputados.
Todavía parece que algo se revuelve en el aire. Una fiera protesta que nunca enmudeció, pese a que intentaron sofocarla rastreramente.
Jim Sheridan realizó uno de los dramas carcelarios más sinceros y potentes de toda la historia del cine. Un drama-condena con la terrible fuerza de los hechos reales en los que se basa.
La sangre hierve en el pecho y las manos tiemblan mientras nos resulta tan difícil concebir la magnitud del atropello que se cometió contra aquella pobre gente. Sheridan logra que lo vivamos como si estuviera ocurriendo aquí mismo, delante de nuestras narices, como si esos actores no lo fueran, como si lo que les pasa no fuera ficción. La rabia inunda y fluye.
A mi parecer, esa es una de las finalidades más loables que puede conseguir una película. Implicarnos hasta el dolor.
Nadie podrá devolverles los años perdidos.
Nadie podrá compensarlos por sus vidas destruidas.
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