No llores, vuela
2014 

5.4
1,474
Drama
Un accidente marca y distancia a una madre (Jennifer Connelly) y a un hijo (Cillian Murphy). Ella llega a ser una famosa artista; él, un peculiar cetrero que vive marcado por una doble ausencia. Una joven periodista (Mélanie Laurent) propicia un encuentro entre ambos, que los lleva a plantearse la posibilidad de entender el sentido de la vida y del arte a pesar de las incertidumbres. (FILMAFFINITY)
26 de enero de 2015
26 de enero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca es fácil digerir la muerte de un ser querido, y menos aún si las circunstancias han hecho que la conciencia albergue algún sentimiento de culpa. Han pasado veinte años e Iván mantiene vivo el recuerdo de la infancia en que perdió su halcón y algo más. Entonces había acudido a un sanador con su madre Nana y su hermano Gully, esperando la curación milagrosa del pequeño. Ahora, encerrado en su mundo de cetrería, tiene la oportunidad de volver a ver a su madre y entender porqué le abandonó para irse a curar a desconocidos. La historia de "No llores, vuela" se mueve, de esta manera, en dos coordenadas temporales y con una inquietud profunda: ¿podía haber hecho más para impedir esa muerte? Es el desasosiego de madre e hijo, distanciados por el dolor y atrapados por un pesar que les impide volar.
Claudia Llosa da a la cinta un tono intimista e incluso poético, dosificando con tacto -aunque con una intriga un tanto falsa- lo sucedido en la infancia, manteniendo ocultos los motivos de ese viaje al Polo, tanto de Iván como de la periodista Ressemore. No sabemos porqué se separaron madre e hijo, pero sí que en el niño cetrero ya había nacido un sentimiento de pesar y de celos hacia su hermano, que necesitaba afecto y que se sentía postergado por su madre. Eso explica algo de lo que la directora deja fuera de campo, y la razón de un viaje necesario porque había que dejar de llorar el pasado y volar hacia el futuro. "No llores, vuela" es, en realidad, una road movie interior de un hijo que sabía enseñar a los halcones a volar pero que desconocía la propia libertad interior.
Quizá Claudia Llosa abuse del montaje paralelo, quizá resulte en ocasiones confusa y con baches narrativos, y quizá deje sin desarrollar alguna subtrama como la de la periodista... que hubiera compensado y completado la historia de superación. Pero la película se mantiene centrada en las relaciones madre-hijo y trata de dar una segunda oportunidad a aquel chaval que un día visitó al sanador no necesitándolo él, y que dos décadas después repitió el viaje porque realmente sí estaba enfermo. Jennifer Connelly y Cillian Murphy sintonizan bien al mostrar sensibilidades esquivas y buscarse infructuosamente, mientras que Mélanie Laurent parece estar más fuera de la órbita emocional de la historia a la vez que la situación personal de su personaje suena a postiza.
Por otro lado, la fría fotografía de Nicolas Bolduc resulta idónea para recoger con acierto unas vidas congeladas en sus sentimientos, y contribuye decisivamente a crear ese ambiente de misterio e incertidumbre que impregna toda la cinta. Sin resultar original esta historia de dolor y liberación, la película rebosa sensibilidad e intenta adentrarse en la conciencia de la pareja protagonista... y eso es de agradecer. A la madre la libera con una misión que la lleva allá donde alguien la necesite; al hijo le recluye en una cabaña rodeado de aves de cetrería, a la espera de que se decida a perdonar y a volar alto. La película es ciertamente irregular y se mantiene contenida en todo momento faltándole un punto de energía, pero gustará a quienes busquen sentimientos íntimos y escondidos entre una madre y un hijo que se necesitaban pero que se rehuían.
Claudia Llosa da a la cinta un tono intimista e incluso poético, dosificando con tacto -aunque con una intriga un tanto falsa- lo sucedido en la infancia, manteniendo ocultos los motivos de ese viaje al Polo, tanto de Iván como de la periodista Ressemore. No sabemos porqué se separaron madre e hijo, pero sí que en el niño cetrero ya había nacido un sentimiento de pesar y de celos hacia su hermano, que necesitaba afecto y que se sentía postergado por su madre. Eso explica algo de lo que la directora deja fuera de campo, y la razón de un viaje necesario porque había que dejar de llorar el pasado y volar hacia el futuro. "No llores, vuela" es, en realidad, una road movie interior de un hijo que sabía enseñar a los halcones a volar pero que desconocía la propia libertad interior.
Quizá Claudia Llosa abuse del montaje paralelo, quizá resulte en ocasiones confusa y con baches narrativos, y quizá deje sin desarrollar alguna subtrama como la de la periodista... que hubiera compensado y completado la historia de superación. Pero la película se mantiene centrada en las relaciones madre-hijo y trata de dar una segunda oportunidad a aquel chaval que un día visitó al sanador no necesitándolo él, y que dos décadas después repitió el viaje porque realmente sí estaba enfermo. Jennifer Connelly y Cillian Murphy sintonizan bien al mostrar sensibilidades esquivas y buscarse infructuosamente, mientras que Mélanie Laurent parece estar más fuera de la órbita emocional de la historia a la vez que la situación personal de su personaje suena a postiza.
Por otro lado, la fría fotografía de Nicolas Bolduc resulta idónea para recoger con acierto unas vidas congeladas en sus sentimientos, y contribuye decisivamente a crear ese ambiente de misterio e incertidumbre que impregna toda la cinta. Sin resultar original esta historia de dolor y liberación, la película rebosa sensibilidad e intenta adentrarse en la conciencia de la pareja protagonista... y eso es de agradecer. A la madre la libera con una misión que la lleva allá donde alguien la necesite; al hijo le recluye en una cabaña rodeado de aves de cetrería, a la espera de que se decida a perdonar y a volar alto. La película es ciertamente irregular y se mantiene contenida en todo momento faltándole un punto de energía, pero gustará a quienes busquen sentimientos íntimos y escondidos entre una madre y un hijo que se necesitaban pero que se rehuían.
18 de febrero de 2017
18 de febrero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale, sí, no es que estemos ante una bazofia completa, pero entre tú y yo nos entendemos.
Con «No llores, vuela» he tenido un momento de credulidad. Estaba delante del televisor y aparece la presentadora con su sonrisa blanca y su pelo rubio diciéndonos que esta película nos cambia la vida, que uno ya no es el mismo cuando termina de verla. Luego viene el crítico Luis Martínez y cambia un poco su crítica del El Mundo para decir que estamos ante una obra maravillosa. Córcholis, me dije, ¿y si es verdad?
Falso. ¡Cómo va a ser verdad!, me dije a continuación. El reparto ya te mete en la historia con altas expectativas: Jennifer Connelly, Mélanie Laurent y Cilian Murphy. De acuerdo, esto es una cosa seria. ¿De qué va? Pues del amor y de la fe, me responderá la directora y sus seguidores, pero yo he llegado a la conclusión de que en realidad trata sobre la mentira. La mentira como medio para sobrevivir. Empieza a preocuparme esto de que el recurso de la falta de verdad se dé por válido y adecuado. El autoengaño como la felicidad. Es muy esclarecedor la escena en la que la periodista Jannia sonríe con la piedra en la mano en una sesión curadora de Nana. Yo pensé: pero ¿por qué sonríe? La fe mueve montañas, pero esa fe tiene que sustentarse en una verdad, o al menos en algo que se dé como verdad. Aquí es al contrario: no importa que mis poderes sean falsos o no, simplemente finjamos que son verdad para que nos sintamos todos mejor con nosotros mismos. Yo sé que te miento y tú sabes que te miento, pero como es muy bonito y me gustaría que fuese cierto, hagamos como que lo es. ¡Anda ya!
Bueno, y lo que hace Nana con su propio hijo... Presume de tener mucho amor, pero esta mujer no siente verdadero amor. Ámame cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite, podría aplicarse a esta historia. Hace bien Ivan en reprocharle todo lo que le reprocha, claro que sí.
Lo mejor son los preciosos paisajes nevados y el halcón. El halcón es precioso.
Con «No llores, vuela» he tenido un momento de credulidad. Estaba delante del televisor y aparece la presentadora con su sonrisa blanca y su pelo rubio diciéndonos que esta película nos cambia la vida, que uno ya no es el mismo cuando termina de verla. Luego viene el crítico Luis Martínez y cambia un poco su crítica del El Mundo para decir que estamos ante una obra maravillosa. Córcholis, me dije, ¿y si es verdad?
Falso. ¡Cómo va a ser verdad!, me dije a continuación. El reparto ya te mete en la historia con altas expectativas: Jennifer Connelly, Mélanie Laurent y Cilian Murphy. De acuerdo, esto es una cosa seria. ¿De qué va? Pues del amor y de la fe, me responderá la directora y sus seguidores, pero yo he llegado a la conclusión de que en realidad trata sobre la mentira. La mentira como medio para sobrevivir. Empieza a preocuparme esto de que el recurso de la falta de verdad se dé por válido y adecuado. El autoengaño como la felicidad. Es muy esclarecedor la escena en la que la periodista Jannia sonríe con la piedra en la mano en una sesión curadora de Nana. Yo pensé: pero ¿por qué sonríe? La fe mueve montañas, pero esa fe tiene que sustentarse en una verdad, o al menos en algo que se dé como verdad. Aquí es al contrario: no importa que mis poderes sean falsos o no, simplemente finjamos que son verdad para que nos sintamos todos mejor con nosotros mismos. Yo sé que te miento y tú sabes que te miento, pero como es muy bonito y me gustaría que fuese cierto, hagamos como que lo es. ¡Anda ya!
Bueno, y lo que hace Nana con su propio hijo... Presume de tener mucho amor, pero esta mujer no siente verdadero amor. Ámame cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite, podría aplicarse a esta historia. Hace bien Ivan en reprocharle todo lo que le reprocha, claro que sí.
Lo mejor son los preciosos paisajes nevados y el halcón. El halcón es precioso.
21 de enero de 2015
21 de enero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nieve resplandeciente y un frío sobrecogedor. Así empieza, se mantiene y termina No llores, vuela, tercera película de Claudia Llosa, una intensa cinta en la que todos los personajes cargan con su propia tragedia y buscan recomponerse de la misma.
No llores, vuela no es estrictamente una historia de catarsis, de redención, no es una historia de culpabilidad y perdón, no es una historia sobre la desesperación y los clavos ardiendo ni sobre los misterios insondables del universo. Ni, ante todo, es una historia sobre las elecciones que hacemos y lo que se gana por lo que se pierde. Pero es todo eso, y mucho más. A fin de cuentas, somos más que las partes que nos conforman.
A través de dos interpretaciones inmensas de sus dos protagonistas, ambos soberbios. Jennifer Connelly ejerce la desesperación como una fuerza de naturaleza, realiza un trabajo absolutamente magnético. Su belleza invernal la asumen perfectamente los escenarios canadienses donde se rueda este film para hacerla brillar aun más. Por su parte, Cillian Murphy sigue demostrando película tras película que es, probablemente, uno de los actores más versátiles que han dado los tiempos recientes. Lo mismo es un niño rico, que un adolescente transexual, que, como en esta ocasión, un hombre tan roto que perturba los sentidos en un rol que nunca es fácil de hacer y que convierte en algo electrizante. Entre ellos, aunque como hilo conductor, Mèlanie Laurent se queda un poco a la sombra de estos dos colosos.
El film no para en ningún momento de jugar con una dicotomía centrada en el tiempo, en los lugares y en sus personajes. La estructura interna puede hacer que el espectador tarde un poco en entrar en el juego propuesto por la directora peruana. No obstante, cuando por fin accede al fascinante mundo ofrecido, con esos matices de realismo mágico típicos de los creadores sudamericanos, no hay más que dejarse llevar por una historia que atrapa y conmueve a partes iguales.
Además, para redondear lo que se cuenta, la película cuenta con una dirección de fotografía maravillosa, espectacular. La belleza helada y esas cosas. Las localizaciones, cercanas al Círculo Polar Ártico, aparte de ser parte importante de la trama, consiguen añadir una potencia visual devastadora.
El principal problema que tiene es que no sabe rematar. Cuando por fin hemos entrado en el mundo de No llores, vuela, esta se acaba de forma repentina y poco elocuente. Al estilo onírico que propone, pero para mal en este caso. No es como dejar atrás el sueño entre la bruma del pensamiento lúcido, sino más bien como ese despertar repentino que deja el alma encogida por salir de un mundo tan bello como inexistente. La brusquedad final empaña de algún modo una cinta que podría haber resultado magistral.
En el fondo, la gran fuerza del film radica en su capacidad para sugerir y para no abandonar nunca esa dicotomía tan bien trabajada que ya se ha comentado y de la que hace gala. No hay buenos ni malos, no hay avería y redención, no hay catarsis ni desesperaciones. Hay decisiones que toman los personajes, cada uno acorde a sus circunstancias y su modo de ser o de pensar, y no se emite ningún juicio de valor sobre las mismas. Es el público el que debe sacar sus propias conclusiones.
Por eso, pese a su abrupto termino, No llores, vuela se convierte en una película que se debe ver, pero con el corazón en la mano y acudiendo a ella sin prejuicios. Si uno se deja atrapar por el gélido viento del norte quizá pase algo de frío, pero algún resquicio encontrará éste en el espíritu para colarse hasta el fondo. Al fin y al cabo, ¿Qué es la verdad, sino una esquirla de hielo?
Miguel de la Asunción
Crítica realizada para www.cinemaldito.com
No llores, vuela no es estrictamente una historia de catarsis, de redención, no es una historia de culpabilidad y perdón, no es una historia sobre la desesperación y los clavos ardiendo ni sobre los misterios insondables del universo. Ni, ante todo, es una historia sobre las elecciones que hacemos y lo que se gana por lo que se pierde. Pero es todo eso, y mucho más. A fin de cuentas, somos más que las partes que nos conforman.
A través de dos interpretaciones inmensas de sus dos protagonistas, ambos soberbios. Jennifer Connelly ejerce la desesperación como una fuerza de naturaleza, realiza un trabajo absolutamente magnético. Su belleza invernal la asumen perfectamente los escenarios canadienses donde se rueda este film para hacerla brillar aun más. Por su parte, Cillian Murphy sigue demostrando película tras película que es, probablemente, uno de los actores más versátiles que han dado los tiempos recientes. Lo mismo es un niño rico, que un adolescente transexual, que, como en esta ocasión, un hombre tan roto que perturba los sentidos en un rol que nunca es fácil de hacer y que convierte en algo electrizante. Entre ellos, aunque como hilo conductor, Mèlanie Laurent se queda un poco a la sombra de estos dos colosos.
El film no para en ningún momento de jugar con una dicotomía centrada en el tiempo, en los lugares y en sus personajes. La estructura interna puede hacer que el espectador tarde un poco en entrar en el juego propuesto por la directora peruana. No obstante, cuando por fin accede al fascinante mundo ofrecido, con esos matices de realismo mágico típicos de los creadores sudamericanos, no hay más que dejarse llevar por una historia que atrapa y conmueve a partes iguales.
Además, para redondear lo que se cuenta, la película cuenta con una dirección de fotografía maravillosa, espectacular. La belleza helada y esas cosas. Las localizaciones, cercanas al Círculo Polar Ártico, aparte de ser parte importante de la trama, consiguen añadir una potencia visual devastadora.
El principal problema que tiene es que no sabe rematar. Cuando por fin hemos entrado en el mundo de No llores, vuela, esta se acaba de forma repentina y poco elocuente. Al estilo onírico que propone, pero para mal en este caso. No es como dejar atrás el sueño entre la bruma del pensamiento lúcido, sino más bien como ese despertar repentino que deja el alma encogida por salir de un mundo tan bello como inexistente. La brusquedad final empaña de algún modo una cinta que podría haber resultado magistral.
En el fondo, la gran fuerza del film radica en su capacidad para sugerir y para no abandonar nunca esa dicotomía tan bien trabajada que ya se ha comentado y de la que hace gala. No hay buenos ni malos, no hay avería y redención, no hay catarsis ni desesperaciones. Hay decisiones que toman los personajes, cada uno acorde a sus circunstancias y su modo de ser o de pensar, y no se emite ningún juicio de valor sobre las mismas. Es el público el que debe sacar sus propias conclusiones.
Por eso, pese a su abrupto termino, No llores, vuela se convierte en una película que se debe ver, pero con el corazón en la mano y acudiendo a ella sin prejuicios. Si uno se deja atrapar por el gélido viento del norte quizá pase algo de frío, pero algún resquicio encontrará éste en el espíritu para colarse hasta el fondo. Al fin y al cabo, ¿Qué es la verdad, sino una esquirla de hielo?
Miguel de la Asunción
Crítica realizada para www.cinemaldito.com
20 de enero de 2015
20 de enero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una nube de nieve en polvo alza el vuelo azotada por un viento gélido que se cala en los huesos del espectador, transportándolo inmediatamente al lugar de los hechos.
La primera imagen de la tercera película de Claudia Llosa, «No corras, vuela» estalla en un blanco intensamente embriagador que arrebata el pensamiento y sitúa la acción.
Seguirán ciento doce minutos de inmersión en un Canadá extremo a cuyo término regresará uno a su hábitat como después de una larga estancia en tierras lejanas. La visión de lo antes habitual causará ahora extrañeza. Al percibir la lluvia a la salida de la sala, en mi caso, afirmé irreflexivamente “claro, el deshielo”.
La realizadora peruana ha contado para su tercera película con un gran nivel de medios técnicos y el resultado, literalmente, resplandece. A través de una fotografía bellísima y de las actuaciones de intérpretes estadounidenses que encabeza Jennifer Connelly y alcanzan la cima con el impresionante trabajo de Cillian Murphy.
Un film rodado en inglés y trufado de francés de Québec. Rodado en Silkirk, donde las ondas nevadas sobre el helado lago de Winnipeg, en la provincia de Manitoba. Y que contiene una escena intensísima en la que una infancia finaliza abruptamente mientras contemplamos el vuelo de un halcón.
En el corazón de este intenso drama de argumento primorosamente trenzado, subyace el conflicto entre el compromiso público, el afán de aportar al bien común desde una posición protagonista y la atención al entorno familiar, más sencilla de atender desde una vida anónima.
Cuando cada personaje arrastra su propia tragedia, emergen las cicatrices afectivas que los acompañan para siempre y la impronta negativa grabada a fuego por un hecho aciago, no siempre superable.
Finalmente, Llosa aborda la búsqueda de la curación cuando la ciencia no alcanza a darla. Sugiere el valor sanador del proceso creativo, la catarsis artística, y desde la propia fragilidad, evita el conflicto con la naturaleza. La salida, parece decir, no es el llanto, sino el viento que acompaña en su vuelo a quienes permanecieron varados.
La primera imagen de la tercera película de Claudia Llosa, «No corras, vuela» estalla en un blanco intensamente embriagador que arrebata el pensamiento y sitúa la acción.
Seguirán ciento doce minutos de inmersión en un Canadá extremo a cuyo término regresará uno a su hábitat como después de una larga estancia en tierras lejanas. La visión de lo antes habitual causará ahora extrañeza. Al percibir la lluvia a la salida de la sala, en mi caso, afirmé irreflexivamente “claro, el deshielo”.
La realizadora peruana ha contado para su tercera película con un gran nivel de medios técnicos y el resultado, literalmente, resplandece. A través de una fotografía bellísima y de las actuaciones de intérpretes estadounidenses que encabeza Jennifer Connelly y alcanzan la cima con el impresionante trabajo de Cillian Murphy.
Un film rodado en inglés y trufado de francés de Québec. Rodado en Silkirk, donde las ondas nevadas sobre el helado lago de Winnipeg, en la provincia de Manitoba. Y que contiene una escena intensísima en la que una infancia finaliza abruptamente mientras contemplamos el vuelo de un halcón.
En el corazón de este intenso drama de argumento primorosamente trenzado, subyace el conflicto entre el compromiso público, el afán de aportar al bien común desde una posición protagonista y la atención al entorno familiar, más sencilla de atender desde una vida anónima.
Cuando cada personaje arrastra su propia tragedia, emergen las cicatrices afectivas que los acompañan para siempre y la impronta negativa grabada a fuego por un hecho aciago, no siempre superable.
Finalmente, Llosa aborda la búsqueda de la curación cuando la ciencia no alcanza a darla. Sugiere el valor sanador del proceso creativo, la catarsis artística, y desde la propia fragilidad, evita el conflicto con la naturaleza. La salida, parece decir, no es el llanto, sino el viento que acompaña en su vuelo a quienes permanecieron varados.
16 de agosto de 2015
16 de agosto de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiado mística y con un ritmo que sí que te deja helado en la butaca, no sólo los paisajes blancos tan maravillosos.
Lo siento, pero a pesar del intento de los actores por levantarla con sus interpretaciones, me aburre soberanamente y no me interesa lo que me cuenta.
Lo siento, pero a pesar del intento de los actores por levantarla con sus interpretaciones, me aburre soberanamente y no me interesa lo que me cuenta.
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