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No llores, vuela

Drama Un accidente marca y distancia a una madre (Jennifer Connelly) y a un hijo (Cillian Murphy). Ella llega a ser una famosa artista; él, un peculiar cetrero que vive marcado por una doble ausencia. Una joven periodista (Mélanie Laurent) propicia un encuentro entre ambos, que los lleva a plantearse la posibilidad de entender el sentido de la vida y del arte a pesar de las incertidumbres. (FILMAFFINITY)
Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
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6
9 de marzo de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi título define lo que me ha costado escribir esto. No sé si estoy yo espesa o que es una película difícil de definir.
Destaco su belleza y su originalidad en el guión, me mantuvo en vilo hasta el final porque no encasilla personajes ni acontecimientos, pero al acabar me quedo con CASI la misma incertidumbre del principio.
Desde mi punto de vista, lo único que avanza en la película es la narración de los acontecimientos que hacen que una madre y su hijo mayor se separen en una primera línea temporal pasada, y tras un salto de 20 años, se reúnan en una segunda. El resto permanece igual.
Continúo con spolilers.
Le daría más nota si se hubiera arriesgado con el final, me parece muy cómoda la postura que ha tomado Llosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El resto permanece igual: la postura de la madre por un lado, y del hijo por el otro, se mantiene; si bien él al final cede para darle la oportunidad a la periodista de curarse, si eso es posible, a libre interpretación queda...Tampoco se concreta cómo se obra el milagro ni qué camino coge cada uno de los personajes tras el reencuentro. Deja un final tan abierto que da lugar a mil posibilidades, me parece que debería haberlo definirlo más.
7
21 de julio de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fuerza interpretativa de Cillian Murphy en el papel de atormentado hijo, la delicadeza y belleza innata de Jennifer Connelly haciendo de vehemente madre y una fascinante fotografía de un inerte paisaje helado, son los puntos fuertes de esta película que utiliza el presente y el pasado para mostrarnos la verdad de unos hechos envueltos en un halo de misticismo que al final sólo revela parcialmente sus cartas dejando que el espectador saque sus propias conclusiones. La incertidumbre, tanto argumental como en el comportamiento de los personajes, puede jugar en su contra provocando indiferencia, pero permite que nos cuenten un drama familiar al uso de un modo diferente y a la vez accesible para casi todo el mundo.

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6
27 de agosto de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo "No llores, vuela", de la cineasta peruana Claudia Llosa quien, con su estilo propio vuelve sobre el tema de la religiosidad mal entendida, sobre el tema de los ritos que ya había abordado en "Madeinusa", para mostrarnos a esta madre sanadora que se reencuentra con su hijo al que abandonó 20 años atrás. Así, con grandes dosis de magia, abruptos saltos temporales, una bella música de Michael Brook, mucha energía, una clara fotografía de Nicolas Bolduc y unos fríos paisajes en Canadá, la directora consigue que sus protagonistas fuercen hasta el límite los sentimientos de unos personajes dañados por la culpa. Fuerza visual, una permanente sensación de tristeza y mucha luz hacen de este film una obra turbadora, a la que le doy un 5,5.
4
19 de junio de 2015 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las buenas intenciones caen en saco roto si no hay suculencia en el plato y su contenido tiene estilo y porte pero poco que llevarse a la boca; después de degustar, ingerir y consumir no queda otra que admitir un sincero y evidente ¡me quedo con hambre!
¿Qué tenemos aquí? Una madre desesperada por salvar a su hijo, por proporcionarle la cura milagrosa que todos le niegan, un chaval inocente que paga las consecuencias de un hermano enfermo, que padece en sustancia y carne, en ilusión y desengaño las decisiones que se llevan a cabo pensando en el pequeño pero donde olvidan consuntarle, devastadora obsesión materna incomprensible para un inofensivo niño, sufrimiento para ambas partes más un inesperado descubrimiento personal que transformará la estructura, realidad y rumbo de toda la familia.
Combinación alterna de dos tiempos, pasado recordatorio de cómo fueron los hechos/presente de búsqueda sobre cómo están las cosas, pretérito doloroso no superado/actualidad esquiva llena de cuentas pendientes, cuidar de los demás mientras olvidas hacerlo de los tuyos, remordimientos de culpa manifiesta que marcarán de por vida y nunca permitirán descansar al corazón herido y su espíritu malogrado.
Creencias, dolor, desesperación y ruina anímica, vender tu alma por promesa incumplida congelada en el tiempo, verdad o fraude, oportunistas o auténticos, verosímil o falso, seguir viviendo con las decisiones tomadas y las nunca realizadas que la vida se encarga de decidir por ambos, película de sentimientos que no emociona, inquieta ni enternece en demasía, turismo por la vida y experiencia de esta madre e hijo que no turba ni conmociona como debería, metáfora del existir, perdonar y seguir adelante escasa y pobre, una grave insuficiencia que se alimenta de cognición pretenciosa que decora con escenas espaciosas, de precipicio aflictivo pero cuya lentitud y parsimonia crean desapego de mirada que está pendiente de su andadura pero donde, el resto de los sentidos, hace tiempo que se han inhibido y retraído, imperdonable avería que impide tristemente su disfrute.
Estamos ante el problema de siempre, contar y sentir no son lo mismo, narrar y palpitar no siempre van unidos, menos aún cogidos de la mano, alcanzar uno/perder al segundo es quedarse a medias, insatisfecho, poder describirla y apreciarla son cosas distintas que debería ir unidas si se busca la completitud de la película, su tenencia y apreciación plena pero no es así, la bienvenida íntegra y serena es sólo para la primera y, por mucha voluntad, empeño y esmero que aporten sus protagonistas en su trabajo -abismal la siempre bella Jennifer Connelly, Cillian Murphy sereno, ardiente e introspectivo quien cuenta con los únicos cinco minutos de atrape, explosión y gusto emotivo-, el abrazo es tenue, la acogida distante, el contacto frío y remoto, piezas que conforman un recorrido más muerto que vivo, con excesiva oscuridad que invita a la pérdida sensorial y desinterés del raciocinio y, poca luz que provoque o incite el despertar ávido de unas sensaciones poco motivadas, mínimamente integradas, escasamente cautivadas.
Pretensión poética de andadura artística sobre la reconciliación con el mundo y uno mismo, delirio afligido que halla sosiego y calma, que Claudia Llosa lleva a cabo con confusión y torpeza, nulidad efectiva pues si quieres que el público absorba en imágenes, lo que tiene tanto fondo y fuerza en escrito, debes nutrirlo de consistencia, carisma y potencia, no agua intuida que se diluye y evapora en un aire marchito que cubre toda la estancia, viaje poco estimulante que te deja a las puertas de vivir lo pretendido.
Con silencios que no se respiran ni absorben el alma, sólo permiten observar la delicadeza de un traje que se mueve con suavidad y delicadeza pero, que según tiempos, desfallece en su inoportuno hilvanado para sentenciar, un nunca deseado, ¡no apetece tanto!
Cargante y dilatada etiqueta que no halla equilibrio con su público; percibir, experimentar, padecer..., habilidades que no han sabido desarrollarse.
"No llores, vuela", vuela a lo más alto porque tanto misticismo ¡me está matando!, y aunque el vuelo hermoso y fantástico del halcón hace lo que puede, ¡no da para tanto!

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
5
4 de agosto de 2015 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película fría, no ya por la ubicación en dónde se desarrolla, cercano al Círculo Polar Ártico, sino por la huella que te deja. Sólo un par de escenas atraen el interés más allá de ver un continuo devenir de rostros serios atormentados por un pasado que se tarda mucho en explicar.
Película española con un elenco de actores de renombre internacional doblados por sus voces habituales.
Paisajes amplios para expresar soledad. Demasiada estética y poca empatía emociocional.
Jennifer Connelly se esfuerza demasiado en querernos apenar y consigue más distancia que la que tiene su personaje de la felicidad.
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