Homicidio

Un afilado acero disemina sobre la pantalla sus semillas de macabro contenido porque W. Castle ha decidido asustarnos una vez más con esa combinación inflamable de violencia física y de niebla psicológica.
La parsimonia en el desarrollo de la trama contrasta con su rotundidad así que no puede extrañar que la película resulte candente, visceral y enigmática.
Sorprende por su expresividad, por el fuerte impacto emocional y transita siempre por el camino de una intriga tensa que provoca desconcierto.
Las escenas representan un ejemplo de cálculo y la cámara se desliza hasta donde más conviene.
Y durante toda la proyección, por encima de las circunstancias del presente, sobrevuela el eco de los acontecimientos que sucedieron en el pasado.

Homicidal es la cara b de Psycho (1960).

Estamos ante un film de Psychoxplotation de serie B, con elementos marca de la casa William Castle. (Esa presentación, el Fright Break antes del desenlace, la promoción que se dió al film). Un divertimento con guiño queer a la sombra del film de Hitchcock, que consigue atrapar la atención del espectador en su arranque, y aunque vaya de más a menos, conserva una peculiar atmósfera y un desarrollo dramático digno hasta su desenlace.

Sugerente, desacomplejada, una perla del queer horror, con la marca autoral de su director.

Todo un descubrimiento para el que esto escribe. “Homicidio” es una nada disimulada y divertidísima parodia del clásico hitchcotiano “Psicosis” que, y eso se llama audacia, llega a las pantallas tan sólo un año después del estreno de la obra maestra de Sir Alfred, demostrando además que, mucho antes que Brian De Palma, ya había por ahí gentes homenajeando/plagiando las películas del maestro del suspense. De paso, aprovecho en indagar un poco en la prolífica carrera de su director, William Castle, un tipo que comenzó en los cuarenta haciendo westerns de baratillo, pero pronto se pasó al terror en general y a las comedias de terror en particular, se ve que acertando de pleno en el cambio. En el caso que nos ocupa no nos encontramos ante una parodia al estilo que se perpetuará después en las comedias de Mel Brooks, ni a la manera de las astracanadas posteriores del equipo ZAZ, no es de esas parodias que mueven a la carcajada de manera constante e inmediata. Aquí todo es más fino y sutil y a la vez más televisivo y más de andar por casa. Más rollo Roger Corman ya que nos ponemos. Ah, tampoco es necesario haberse visto doscientas veces el clásico que protagonizaban Anthony Perkins y Janet Leigh, ni haberse aprendido de corrido los diálogos que estos mantenían, ni saberse de memoria todos los sórdidos detalles de la historia que tenía lugar entre los muros del motel Bates para reconocer la retranca que destila el film en cuestión. Y esbozar una medio sonrisilla cada vez que uno identifica un tiro de cámara o un plano idéntico al original, o situaciones calcadas. Que haberlas, haylas, y no pocas además.

Sí, aquí aparece al principio un director que nos presenta su película, hay una chica que huye con un maletín, una anciana postrada en una silla de ruedas y un asesinato a cuchillada limpia. No, no hay ducha, pero alguien muere agarrado a unos cortinajes y acaba perdidico de sangre. Y hasta ahí puedo leer, que ya me he ido bastante de la lengua. No se la pierdan, aguanten hasta el final, demuestren que son un público valiente. Lo dicho, un descubrimiento.

El debate sobre la serie B es de lo más interesante, con cuestiones tan fascinantes como confirmar en ciertos casos que pueden existir situaciones de evidente bajo presupuesto pero con un desborde de energía puesto al servicio de las buenas ideas y de un guión cinematográfico bien armado. Algo así sucede de forma evidente en "Homicidio", de 1961 y con Wiliam Castle al mando de las operaciones. Si el cinéfilo ama el buen cine creo que es más por películas así, que rebosan en ingenio, con un equipo de personas probablemente escaso en un proyecto que no puede compararse con las grandes producciones de la época, pero con un resultado sorprendente. Calidad, buenas intenciones y muchas buenas ideas.

¿Lo que se hacía (o se hace) con mucho más dinero tiene el mismo valor, el mismo mérito? Insisto, creo que cualquier cinéfilo debería apreciar más y mejor títulos así, porque el cine hecho desde la base, desde los cimientos, en mi opinión tiene mucho más mérito. "Homicidio" responde rotundamente a aquello que uno quiere encontrar cuando busca serie B de calidad, porque ojo, no todo lo que se hizo con esa etiqueta vale la pena. Hay de todo en este planeta e incluso quien sobrevalora cualquier película sólo por el hecho de estar realizada con poca plata. No, el cine o es bueno o no, pero si es bueno y es de serie B, no pasa nada por reconocerlo, sabe mejor.

La rubia, el hermano, el novio de la hermana y esa mujer muda postrada en una silla de ruedas suman unos personajes que juntos construyen una historia cuya información se nos es dada poco a poco hasta saborear un final sublime del que hay que hablar necesariamente en la zona spoiler. Poco menos de noventa minutos. Un inicio de piel de gallina. Un final sublime. No sé si se le puede pedir más. Espectáculo puro, un thriller de manual, una exhibición de tensión. Impactante... ¿qué más?; original, muy original... Para recomendar a los cuatro vientos...

Una misteriosa damisela llega a un motel en plena noche y le hace al botones una extraña proposición; recibirá una buena suma de dinero a cambio de casarse con ella. Pero está claro que tan tentadora promesa encubre intenciones retorcidas que no tardan en revelarse…

Un año después del estreno de "Psicosis", el granuja de Castle firma una imitación descarada que, con el tiempo, ha acabado haciéndose un hueco por méritos propios en la historia de la serie B como una “hermana menor” del clásico hitchcockiano. Una secuencia inicial de asesinato, rodada con una contundencia, un sentido del tremendismo y búsqueda del impacto que debieron de resultar novedosos en una época cuya inocencia empezaba a quedar atrás. Varios personajes, distinguiendo claramente a la chica buenecita y a la arpía del demonio, relaciones algo tirantes, una ausencia, y a partir de ahí arranca una complicada, descabellada trama en la que las mentes esquizoides y frustradas, la ambivalencia sexual de un hijo afeminado en exceso, se combinan con un enigma a lo Agatha Christie con herencia suculenta tras las motivaciones de quien comete el crimen, planeando la sombra de una autoridad paterna despiadada con quien se sale del redil.

Fácil averiguar el pastel en cuanto uno sabe de qué va el asunto, pero quien dirige aún no ha mostrado algunas de sus sorpresas, especialmente las más chorras. Una frase, “ahora la gente sólo sabe odiar”. Un ramalazo ¿pedófilo?, Dinamarca como ese rincón de la misteriosa Europa donde pasan cosas raras, una escena de niñez con que todo comienza, con una muñeca de por medio, que tan característica de cierto género se volvería… y un personaje, el del “testigo mudo” que sabe algo, pero su condición de invalidez le impide hablar y dar al traste con los planes malvados, para desesperación del espectador.

Al margen de pistas falsas varias, lo curioso son los recursos torticeros para atraer la atención; además de la típica introducción sensacionalista del director, cual maestro de ceremonias, tenemos sobreimpresa en pantalla una cuenta atrás, avisando a los más sensibles para que abandonen la sala si no están preparados para asistir a tan terrorífica revelación. Si comparamos con la audacias de De Palma, esto queda en un simple juego de colegial, ahora bien, denota ese carácter lúdico y gamberro, esa búsqueda de las emociones fuertes que oscila entre lo genial y lo chusquero, que tan de apreciar es.