Viridiana
8.1
29,693
Drama
Don Jaime (Fernando Rey), un viejo hidalgo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento, que tiene un gran parecido con su mujer. Basada libremente en la novela "Halma", de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2011
16 de febrero de 2011
78 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Buñuel volvió a España para rodar (se lo facilitó una coalición entre Bardem y Portabella con el mexicano Alatriste) y sus fetichismos se empataron con las raíces. El mundo íntimo y la antropología local se correspondían. Lloraba al pisar las calles de sus andanzas estudiantiles. Dormía en el suelo de un apartamento en el piso 17 de la Torre de Madrid y tiraba aviones de papel a la Plaza de España.
El presupuesto, 5 millones de pesetas, era exiguo, sobre todo en comparación con los 480 de “King of Kings”, también rodada en España, pero le sacó partido porque dejó varias secuencias únicas.
Por primera vez trabajó con Fernando Rey, que se convirtió en su ‘alter ego’ para varios títulos franceses posteriores. Silvia Pinal era la novia de Alatriste. Algunos mendigos eran auténticos, como “El Leproso”. La ropa la consiguieron cambiándosela por nueva a indigentes verdaderos.
El rodaje se convirtió en peregrinaje de intelectuales. Pese a la furiosa incomprensión de los exiliados en México, por primera vez un artista republicano importante rompía el cerco y regresaba a trabajar a la península. Y todo fluía sobre el sustrato vivo de Galdós, Valle, Goya y Solana, con actores ibéricos. Hasta la censura colaboraba, al corregir un final muy directo y cambiarlo por una insinuante partidita trilateral.
2) Buñuel, conocedor de sus mecanismos creativos, era capaz de dar cuenta de cómo gestó sus películas, casi siempre a partir de una imagen, de una de sus persistentes fantasías. De adolescente estaba enamorado de la reina Victoria Eugenia e imaginaba colarse en Palacio y servirse de un narcótico para poseerla. Se cambió por un viejo hidalgo traumatizado por la muerte de su esposa en la noche de bodas, y a la reina por una virginal novicia. Los mendigos vendrían después, para que Viridiana intentase poner en práctica con “sus” pobres el ideal caritativo.
Viridiana era el nombre de una santa medieval francesa de la que Buñuel había oído hablar en el colegio zaragozano.
3) Con dos claras mitades, iniciadas ambas por el plano de unos pies infantiles saltando a la comba, el tema resultante es el anacronismo de la inocencia; con cierto toque sadeano, la virtud es arrollada, ultrajada: en la primera parte por el retorcido don Jaime, en la segunda por el machismo incontinente del hijo (Rabal) y por los troglodíticos mendigos.
[Sigue en el spoiler por falta de sitio. Disculpen la extensión, pero don Luis es mucho don Luis]
El presupuesto, 5 millones de pesetas, era exiguo, sobre todo en comparación con los 480 de “King of Kings”, también rodada en España, pero le sacó partido porque dejó varias secuencias únicas.
Por primera vez trabajó con Fernando Rey, que se convirtió en su ‘alter ego’ para varios títulos franceses posteriores. Silvia Pinal era la novia de Alatriste. Algunos mendigos eran auténticos, como “El Leproso”. La ropa la consiguieron cambiándosela por nueva a indigentes verdaderos.
El rodaje se convirtió en peregrinaje de intelectuales. Pese a la furiosa incomprensión de los exiliados en México, por primera vez un artista republicano importante rompía el cerco y regresaba a trabajar a la península. Y todo fluía sobre el sustrato vivo de Galdós, Valle, Goya y Solana, con actores ibéricos. Hasta la censura colaboraba, al corregir un final muy directo y cambiarlo por una insinuante partidita trilateral.
2) Buñuel, conocedor de sus mecanismos creativos, era capaz de dar cuenta de cómo gestó sus películas, casi siempre a partir de una imagen, de una de sus persistentes fantasías. De adolescente estaba enamorado de la reina Victoria Eugenia e imaginaba colarse en Palacio y servirse de un narcótico para poseerla. Se cambió por un viejo hidalgo traumatizado por la muerte de su esposa en la noche de bodas, y a la reina por una virginal novicia. Los mendigos vendrían después, para que Viridiana intentase poner en práctica con “sus” pobres el ideal caritativo.
Viridiana era el nombre de una santa medieval francesa de la que Buñuel había oído hablar en el colegio zaragozano.
3) Con dos claras mitades, iniciadas ambas por el plano de unos pies infantiles saltando a la comba, el tema resultante es el anacronismo de la inocencia; con cierto toque sadeano, la virtud es arrollada, ultrajada: en la primera parte por el retorcido don Jaime, en la segunda por el machismo incontinente del hijo (Rabal) y por los troglodíticos mendigos.
[Sigue en el spoiler por falta de sitio. Disculpen la extensión, pero don Luis es mucho don Luis]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
4) El mayor impacto lo causó, con razón, la cena pantagruélica y orgiástica de los mugrientos pordioseros hablando en sainete y bailando beodos al son del Aleluya haendeliano entre risas desdentadas. Pero es también enorme el montaje que alterna el ‘ángelus’ en la huerta con los ruidosos avances de las obras, presentados con brusquedad, en contraste con la mística quietud de la oración. Como de costumbre, Buñuel se despacha contra la técnica y su empuje inexorable, personificado por Rabal y su grosera modernidad acosadora, contra la que escasa resistencia pueden ofrecer Viridiana y su ilusorio programa compasivo y regenerador.
Buñuel no idealiza a los mendigos ni pretende ser comprensivo. Escéptico ante posibles redenciones, los muestra en su cruda zafiedad, taimados y míseros. Lo dice de otro modo en la escena de Canelo, el perro atado al carro y liberado en esfuerzo inútil.
Sigue usando los animales para insertar metáforas: la abeja rescatada del agua, la paloma desplumada, el gato que cae sobre su presa…
Y sigue por supuesto con los personales fetichismos (sobre todo los pies) que cargan la cinta de tórrida electricidad, un erotismo apenas subliminal: las piernas despojadas despacio de sus medias, la ubre que la novicia casi agarra para ordeñarla, el colgante mango de la comba… Pero los pies aparecen constantemente: muchos personajes son presentados a partir de sus pies, incluso el ahorcado. Pies que cuelgan, que saltan, caminan, calzan alpargatas, sandalias, botas, son lavados, visten zapato de mujer siendo masculinos. Junto con las frecuentes cuerdas, dan a la narración un sabio y sólido ritmo.
5) “Viridiana” se presentó en Cannes con pabellón español y ganó la Palma de Oro. Un funcionario franquista recogió ufano el galardón. Todo el mundo sacaba pecho hasta que el vaticano “L’Osservatore Romano” encontró blasfema la obra y montó descomunal escandalera. Aunque el propio Franco, tras verla dos veces en El Pardo, no halló nada excesivo en lo que le pareció una baturrada, el funcionario fue defenestrado. Más allá de prohibirse la película, se decretó inexistente y se destruyeron sus copias. Un hijo de Buñuel logró pasar a Francia unos rollos en la furgoneta de unos toreros, y de allí llegaron a México, desde donde Alatriste distribuyó con éxito el film al mundo.
Igual que toda la obra mexicana de Buñuel, “Viridiana” no se exhibió oficialmente en España hasta pasados unos años de la muerte del dictador.
Buñuel no idealiza a los mendigos ni pretende ser comprensivo. Escéptico ante posibles redenciones, los muestra en su cruda zafiedad, taimados y míseros. Lo dice de otro modo en la escena de Canelo, el perro atado al carro y liberado en esfuerzo inútil.
Sigue usando los animales para insertar metáforas: la abeja rescatada del agua, la paloma desplumada, el gato que cae sobre su presa…
Y sigue por supuesto con los personales fetichismos (sobre todo los pies) que cargan la cinta de tórrida electricidad, un erotismo apenas subliminal: las piernas despojadas despacio de sus medias, la ubre que la novicia casi agarra para ordeñarla, el colgante mango de la comba… Pero los pies aparecen constantemente: muchos personajes son presentados a partir de sus pies, incluso el ahorcado. Pies que cuelgan, que saltan, caminan, calzan alpargatas, sandalias, botas, son lavados, visten zapato de mujer siendo masculinos. Junto con las frecuentes cuerdas, dan a la narración un sabio y sólido ritmo.
5) “Viridiana” se presentó en Cannes con pabellón español y ganó la Palma de Oro. Un funcionario franquista recogió ufano el galardón. Todo el mundo sacaba pecho hasta que el vaticano “L’Osservatore Romano” encontró blasfema la obra y montó descomunal escandalera. Aunque el propio Franco, tras verla dos veces en El Pardo, no halló nada excesivo en lo que le pareció una baturrada, el funcionario fue defenestrado. Más allá de prohibirse la película, se decretó inexistente y se destruyeron sus copias. Un hijo de Buñuel logró pasar a Francia unos rollos en la furgoneta de unos toreros, y de allí llegaron a México, desde donde Alatriste distribuyó con éxito el film al mundo.
Igual que toda la obra mexicana de Buñuel, “Viridiana” no se exhibió oficialmente en España hasta pasados unos años de la muerte del dictador.
26 de diciembre de 2007
26 de diciembre de 2007
81 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
La hermana Viridiana ocupa en mi particular recordatorio de monjitas célebres un puesto de honor de concesión irreprochable. Infinitamente más bella y sensual que la hermana Mary Clarence (Whoopi Goldberg en “Sister Act”) o la hermana Tomasa (Gracita Morales en “Sor Citröen”), tan sólo se le acerca a considerable distancia la hermana Luke (Audrey Hepburn en “Historia de una monja”). No quisiera parecer banal ni exageradamente libidinoso, pero considero oportuno y esencial hacer hincapié en el tremendo magnetismo erótico de Silvia Pinal porque precisamente ese poderoso don sustentará el eje vertebrador de la historia de Buñuel.
La hermana Viridiana se convierte, asimismo, en una honrosa versión patria de Madeleine Elster (Kim Novak), la fatídica obsesión de Scottie Ferguson (James Stewart) en la hichcockiana “Vertigo”. No tan solo por el razonable parecido de su glacial encanto platino sinó, porque no decirlo, por la curiosa semejanza de sus poderosos y turgentes bustos. Repito que esto no es ninguna coña ni estoy frivolizando. El voluptuoso potencial de Viridiana desencadenará una arrolladora sucesión de acontecimientos que, empezando por el suicidio de Don Jaime (Fernando Rey) y acabando por el festín indigente, pondrá de manifiesto la imponderable certeza del refrán que reza: “tiran más dos tetas que dos carretas”. Y desde ese postulado aparece el Buñuel más surrealista, transgresor y gamberro. Don Luis adereza su obra maestra con humor negro, fetichismo, alegoría, parodia, sátira y música clásica, pero cuando finalmente la mojigata hermana Viridiana accede a jugar esa partida de tute con Ramona (Margarita Lozano) y Jorge (Paco Rabal), es cuando su virtud y devoción acaban sucumbiendo ante la irrefrenable gravitación de los apetitos profanos.
Una sonora bofetada para quien pudiera sentirse escandalizado. Yo, no.
Un clásico del cine español de visión indispensable. Una magnífica ocasión para comprobar como, de vez en cuando, el celuloide adquiere el status de objeto artístico.
La hermana Viridiana se convierte, asimismo, en una honrosa versión patria de Madeleine Elster (Kim Novak), la fatídica obsesión de Scottie Ferguson (James Stewart) en la hichcockiana “Vertigo”. No tan solo por el razonable parecido de su glacial encanto platino sinó, porque no decirlo, por la curiosa semejanza de sus poderosos y turgentes bustos. Repito que esto no es ninguna coña ni estoy frivolizando. El voluptuoso potencial de Viridiana desencadenará una arrolladora sucesión de acontecimientos que, empezando por el suicidio de Don Jaime (Fernando Rey) y acabando por el festín indigente, pondrá de manifiesto la imponderable certeza del refrán que reza: “tiran más dos tetas que dos carretas”. Y desde ese postulado aparece el Buñuel más surrealista, transgresor y gamberro. Don Luis adereza su obra maestra con humor negro, fetichismo, alegoría, parodia, sátira y música clásica, pero cuando finalmente la mojigata hermana Viridiana accede a jugar esa partida de tute con Ramona (Margarita Lozano) y Jorge (Paco Rabal), es cuando su virtud y devoción acaban sucumbiendo ante la irrefrenable gravitación de los apetitos profanos.
Una sonora bofetada para quien pudiera sentirse escandalizado. Yo, no.
Un clásico del cine español de visión indispensable. Una magnífica ocasión para comprobar como, de vez en cuando, el celuloide adquiere el status de objeto artístico.
15 de enero de 2007
15 de enero de 2007
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue un fenómeno y un hito en el cine español, pasando incomprensiblemente por encima de la inepta censura dada su fuerte carga crítica, presentada a Cannes ganando la Palma de oro, tras lo cual se inició el escándalo y quedó prohibida, no pudiéndose estrenar aquí nada menos que hasta 1977.
Es posiblemente la cumbre del gran artista que fue Buñuel, lo que supone altísimas cotas de calidad, una obra que llega al fondo y lo destroza con su malévolo humor, poniendo en solfa de manera corrosiva la beatería cristiana, junto a sus supuestos valores como la virtud, la caridad o la pureza. Viridiana es un ser insensatamente puro y no hay nada más frágil que esto, ya que resulta presa fácil de la maldad humana.
Está filmada con ese perfeccionismo técnico que alcanzó el maestro con los años y es al mismo tiempo una de sus obra más retorcidas pero también accesible, con secuencias que aún impactan, como esos rezos que se intercalan con imágenes de los obreros trabajando a destajo que parecen ir empujando y enterrando la fe, la afamada foto en la mesa dispuestos los mendigos a la manera de La última cena o el simbólico final que pasó desapercibido al franquismo pese a esconder más bien poco la evidencia de su transgresor erotismo.
El cine de Buñuel es imperecedero y Viridiana aún no ha sido desbancada como la gran obra maestra de nuestro cine.
Curiosamente su origen fue una invitación a Buñuel de Franco para un proyecto en España (deseoso seguramente de mejorar su imagen en el exterior) y él, combativo e imbatible, decidió hacer ésta película. Genio y figura.
Es posiblemente la cumbre del gran artista que fue Buñuel, lo que supone altísimas cotas de calidad, una obra que llega al fondo y lo destroza con su malévolo humor, poniendo en solfa de manera corrosiva la beatería cristiana, junto a sus supuestos valores como la virtud, la caridad o la pureza. Viridiana es un ser insensatamente puro y no hay nada más frágil que esto, ya que resulta presa fácil de la maldad humana.
Está filmada con ese perfeccionismo técnico que alcanzó el maestro con los años y es al mismo tiempo una de sus obra más retorcidas pero también accesible, con secuencias que aún impactan, como esos rezos que se intercalan con imágenes de los obreros trabajando a destajo que parecen ir empujando y enterrando la fe, la afamada foto en la mesa dispuestos los mendigos a la manera de La última cena o el simbólico final que pasó desapercibido al franquismo pese a esconder más bien poco la evidencia de su transgresor erotismo.
El cine de Buñuel es imperecedero y Viridiana aún no ha sido desbancada como la gran obra maestra de nuestro cine.
Curiosamente su origen fue una invitación a Buñuel de Franco para un proyecto en España (deseoso seguramente de mejorar su imagen en el exterior) y él, combativo e imbatible, decidió hacer ésta película. Genio y figura.
11 de abril de 2009
11 de abril de 2009
41 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las imágenes de esta premiadísima película nos llevan a un mundo de obsesiones, fetichismos y fijaciones psicoanalíticas. Detalles de universo de fantasía infantil e iconografía personal. El efecto es inmediato. La imagen del subconsciente buñueliano esboza mendigos, perros, campos enquistados en el tiempo y objetos de obvia simbología (cuerdas, crucifijos, navajas). Esa simbología recadera, pretendidamente corrosiva, suele parecerme en el aragonés un hallazgo resultón, pero en ocasiones de valor creativo cuestionable (borregos entrando en capillas y sutilezas por el estilo).
Pero esas imágenes tienen valor no tanto por su ingenio, sino por su condición de broma, de declaración de cineasta coñón, incisivo y mala baba. De Quevedo y Valle-Inclán. Nos brinda, a su vez, humor de picaresca ancestral y reminiscencias surrealistas de potente fuerza expresiva –rasgos que brotan de la memoria engastándose irracionales en el metraje, sin perder su efecto por mucho guion que adapte esas corrientes instintivas a la lógica del relato–.
Señalaría como curiosa, así, la forma de Don Luis de ofrecer su enrevesada y propia colección de planos y, pese a la enraizada particularidad de ese mundo íntimo, dar una visión que coincida exactamente con lo que nos llega de la España de la época. Sentimos la represión de los instintos, la gazmoñería de la caridad inútil, la hipocresía de la religión… Pero lo recibimos sin discurso, sin alegoría presuntuosa, sino a través del olor a patria ermitaña de pantorrillas polvorientas, faldas deshilachadas y embarazos de bancal, sobre las zarzas. España como refugio de abejas y perros. España de los 60 también; pragmática, sexual, con su pujanza de paleta modernidad. La España de tute y Rock 'n' Roll que llegaba con fuerza, abandonando en el suicidio a los propietarios de pueblos de cal blanca castellana.
Compendio de época y universo íntimo, extraña miscelánea de contexto y obsesión. Observación interpretada, liberación de lo visible en lo invisible. País a través del cedazo caleidoscópico de la memoria.
Pero esas imágenes tienen valor no tanto por su ingenio, sino por su condición de broma, de declaración de cineasta coñón, incisivo y mala baba. De Quevedo y Valle-Inclán. Nos brinda, a su vez, humor de picaresca ancestral y reminiscencias surrealistas de potente fuerza expresiva –rasgos que brotan de la memoria engastándose irracionales en el metraje, sin perder su efecto por mucho guion que adapte esas corrientes instintivas a la lógica del relato–.
Señalaría como curiosa, así, la forma de Don Luis de ofrecer su enrevesada y propia colección de planos y, pese a la enraizada particularidad de ese mundo íntimo, dar una visión que coincida exactamente con lo que nos llega de la España de la época. Sentimos la represión de los instintos, la gazmoñería de la caridad inútil, la hipocresía de la religión… Pero lo recibimos sin discurso, sin alegoría presuntuosa, sino a través del olor a patria ermitaña de pantorrillas polvorientas, faldas deshilachadas y embarazos de bancal, sobre las zarzas. España como refugio de abejas y perros. España de los 60 también; pragmática, sexual, con su pujanza de paleta modernidad. La España de tute y Rock 'n' Roll que llegaba con fuerza, abandonando en el suicidio a los propietarios de pueblos de cal blanca castellana.
Compendio de época y universo íntimo, extraña miscelánea de contexto y obsesión. Observación interpretada, liberación de lo visible en lo invisible. País a través del cedazo caleidoscópico de la memoria.
16 de febrero de 2009
16 de febrero de 2009
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje que Luis Buñuel rueda en España tras su marcha del país en 1938. El guión, del propio Buñuel y de Julio Alejandro de Castro, desarrolla un argumento de Buñuel, lejanamente relacionado con la novela “Halma” (1895), de Benito Pérez Galdós. Se rueda en escenarios naturales de una finca de las afueras de Toledo y en los platós de Estudios CEA (Ciudad Lineal, Madrid). Gana la Palma de oro, de Cannes. Producido por Gustavo Alatriste para Uninci y Films 59 (España) y Producciones Alatriste (Méjico), se estrena en mayo de 1961 (Festival de Cannes).
La acción dramática tiene lugar en un convento de monjas dedicado a la enseñanza y en la finca propiedad de don Jaime (Rey), tío de la chica, en 1960. Viridiana (Pinal) es una novicia que está a punto de profesar como monja y de hacer sus votos. Por indicación de la Superiora, visita a su tío Jaime, que se ha hecho cargo de los gastos de su formación y del importe de la dote. Ella es sobrina de la esposa de don Jaime, que falleció súbitamente la noche de bodas, hace más de 20 años. Viridiana, que guarda un extraordinario parecido con su tía difunta, es ingenua, sencilla, mística, piadosa, idealista y frágil. Don Jaime es solitario, rutinario y nostálgico. Siente aversión al esfuerzo y al trabajo y es aficionado a la música de órgano. Jorge (Rabal), hijo biológico de don Jaime, es práctico, pragmático, simpático y mujeriego.
El film suma drama y análisis sociológico. Enfrenta a Viridiana con los fantasmas y obsesiones que su visita despierta en don Jaime a causa del gran parecido que tiene con la que fue su esposa. La austeridad y castidad de Viridiana se dan asociadas, en su caso, a una potente sensualidad, que despierta los apetitos del tío. El idealismo y la ingenuidad de Viridiana entran en conflicto con el espíritu materialista y utilitarista de su primo Jorge. La personalidad, las creencias y las actitudes de Viridiana se ven sometidas a cambios debidos a su maduración y al descubrimiento de nuevas perspectivas.
De la mano de Viridiana, Buñuel expone sus opiniones, obsesiones, fantasmas y convicciones. Como es habitual en él, mantiene con la religión una relación permanente de amor y odio. No puede dejar de referirse a ella, pero sus manifestaciones son críticas, de rechazo y, en ocasiones, de burla. Muestra numerosas imágenes religiosas: monjas, novicias, sacerdote, corona de espinas, clavos, cruces, etc. Compone una parodia del cuadro “La última cena”, de Leonardo Da Vinci. Añade elementos inquietantes, como el cuchillo que se dobla en forma de cruz, de fabricación nacional y de libre circulación en el mercado del momento. Una hoguera de objetos en desuso evoca, posiblemente, el fuego del infierno y los sermones sobre el mismo.
(Sigue en el “spoiler” sin revelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en un convento de monjas dedicado a la enseñanza y en la finca propiedad de don Jaime (Rey), tío de la chica, en 1960. Viridiana (Pinal) es una novicia que está a punto de profesar como monja y de hacer sus votos. Por indicación de la Superiora, visita a su tío Jaime, que se ha hecho cargo de los gastos de su formación y del importe de la dote. Ella es sobrina de la esposa de don Jaime, que falleció súbitamente la noche de bodas, hace más de 20 años. Viridiana, que guarda un extraordinario parecido con su tía difunta, es ingenua, sencilla, mística, piadosa, idealista y frágil. Don Jaime es solitario, rutinario y nostálgico. Siente aversión al esfuerzo y al trabajo y es aficionado a la música de órgano. Jorge (Rabal), hijo biológico de don Jaime, es práctico, pragmático, simpático y mujeriego.
El film suma drama y análisis sociológico. Enfrenta a Viridiana con los fantasmas y obsesiones que su visita despierta en don Jaime a causa del gran parecido que tiene con la que fue su esposa. La austeridad y castidad de Viridiana se dan asociadas, en su caso, a una potente sensualidad, que despierta los apetitos del tío. El idealismo y la ingenuidad de Viridiana entran en conflicto con el espíritu materialista y utilitarista de su primo Jorge. La personalidad, las creencias y las actitudes de Viridiana se ven sometidas a cambios debidos a su maduración y al descubrimiento de nuevas perspectivas.
De la mano de Viridiana, Buñuel expone sus opiniones, obsesiones, fantasmas y convicciones. Como es habitual en él, mantiene con la religión una relación permanente de amor y odio. No puede dejar de referirse a ella, pero sus manifestaciones son críticas, de rechazo y, en ocasiones, de burla. Muestra numerosas imágenes religiosas: monjas, novicias, sacerdote, corona de espinas, clavos, cruces, etc. Compone una parodia del cuadro “La última cena”, de Leonardo Da Vinci. Añade elementos inquietantes, como el cuchillo que se dobla en forma de cruz, de fabricación nacional y de libre circulación en el mercado del momento. Una hoguera de objetos en desuso evoca, posiblemente, el fuego del infierno y los sermones sobre el mismo.
(Sigue en el “spoiler” sin revelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Critica a la burguesía por su indolencia, aversión al esfuerzo, desidia, egoísmo y vanidad. Le atribuye perversiones como la necrofilia, abusos sexuales, intentos de violación, voyeurismo, etc. Pasa revista a sus fetiches, como pies, zapatos, sandalias, manos, cuchillos, etc. Son frecuentes las referencias, en imagen y de palabra, a animales de tiro (caballo, mulos...) e insectos (abejas, arañas...). Se oye en momentos puntuales el canto del gallo, símbolo de la irracionalidad. Añade la presencia de un grupo de tullidos, ciegos, cojos, tontos, enajenados, enanos, prostitutas y marginados sin techo, que crean composiciones goyescas de gran vigor. No faltan las metáforas, los símbolos y las alegorías. El toro negro anticipa una agresión sexual, la paloma blanca muerta y desplumada es una premonición de la pérdida de la inocencia, etc.
La narración es rica en lances de humor negro y surrealista. Contiene irreverencias, situaciones absurdas y referencias iconoclastas. Dedica especial atención a temas religiosos, como la virginidad, la inocencia, la oración, la caridad, la beneficencia, la vida consagrada, etc. Le interesa explorar las profundidades del alma humana, explicar la complejidad y contradicciones de las personas, analizar su evolución y cambios, evaluar las vías de superación y mejora, y mostrar las limitaciones de la lucidez y la racionalidad.
La interpretación de Fernando Rey, en su primera colaboración con Buñuel, y la de Paco Rabal son notables y convincentes. Silvia Pinal, casada entonces de Gustavo Alatriste, entrega un trabajo que agrada a Buñuel y le vale dos colaboraciones posteriores (“El ángel exterminador” y “Simón del desierto”). Teresa Rabal, de 9 años, que hace su debú en cine, trabaja con gracia, encanto y desenvoltura.
La música, seleccionada por Gustavo Pittaluga, ofrece fragmentos del “Aleluya” de Häendel, de la “Misa de Réquiem” de Mozart, de la 9ª Sinfonía de Beethoven y de un moderno rock-and-roll (“Shake Your Cares Away”). La fotografía, de José Aguayo (“Tristana”, 1970), en B/N, compone imágenes evocadoras y sugestivas, que traen a la memoria la vieja España negra. En varios pasajes se inspira en grandes maestros de la pintura (Goya, Jean-François Millet y Da Vinci).
Prohibido en España hasta mayo de 1977, es un film imprescindible.
La narración es rica en lances de humor negro y surrealista. Contiene irreverencias, situaciones absurdas y referencias iconoclastas. Dedica especial atención a temas religiosos, como la virginidad, la inocencia, la oración, la caridad, la beneficencia, la vida consagrada, etc. Le interesa explorar las profundidades del alma humana, explicar la complejidad y contradicciones de las personas, analizar su evolución y cambios, evaluar las vías de superación y mejora, y mostrar las limitaciones de la lucidez y la racionalidad.
La interpretación de Fernando Rey, en su primera colaboración con Buñuel, y la de Paco Rabal son notables y convincentes. Silvia Pinal, casada entonces de Gustavo Alatriste, entrega un trabajo que agrada a Buñuel y le vale dos colaboraciones posteriores (“El ángel exterminador” y “Simón del desierto”). Teresa Rabal, de 9 años, que hace su debú en cine, trabaja con gracia, encanto y desenvoltura.
La música, seleccionada por Gustavo Pittaluga, ofrece fragmentos del “Aleluya” de Häendel, de la “Misa de Réquiem” de Mozart, de la 9ª Sinfonía de Beethoven y de un moderno rock-and-roll (“Shake Your Cares Away”). La fotografía, de José Aguayo (“Tristana”, 1970), en B/N, compone imágenes evocadoras y sugestivas, que traen a la memoria la vieja España negra. En varios pasajes se inspira en grandes maestros de la pintura (Goya, Jean-François Millet y Da Vinci).
Prohibido en España hasta mayo de 1977, es un film imprescindible.
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