In the Aisles
2018 

6.5
873
Drama. Romance
Christian es nuevo en el supermercado. Se adentra en este universo desconocido con la ayuda de su compañero Bruno, que le enseña todos los trucos de la profesión y se convierte en su amigo. En poco tiempo se enamora de Marion, que trabaja en el departamento de dulces y siempre bromea con él. Pero Marion está casada, aunque no es feliz en su matrimonio. (FILMAFFINITY)
21 de septiembre de 2019
21 de septiembre de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuántas y cuántas veces habremos oído decir eso de que lo importante es saber ver la felicidad de las pequeñas cosas del día a día. En medio de la rutina laboral más asfixiante, Thomas Stuber describe con maestría todos esos oficios que condenan a sus trabajadores a un considerable aislamiento social. Seres solitarios, noctámbulos y perdedores de toda clase que terminan encontrando en ese universo paralelo algo parecido a una familia con sus consiguientes relaciones afectivas. Una mirada a ese lado oculto, al underground de la sociedad del consumo, a toda la biodiversidad humana que se abre paso cuando las grandes superficies cierran. Al otro lado de las puertas, la jerarquía del supermercado y las ilusiones personales, algunas frustradas y otras aún anheladas por quienes comparten este destino.
En medio de un tratamiento fotográfico y estético absolutamente brillante, donde los colores desaturados realzan amarillos y azules en una paleta cromática pluscuamperfecta, "In den Gängen" despliega todos sus encantos en los pequeños detalles. Una narración cinematográfica desbordante de belleza y lirismo, que fija algunas de esas imágenes imborrables en la mente del espectador. Imposible olvidarse de ese beso de esquimales y su tensión contenida, o de ese final prodigioso, anticipado desde lo sonoro en una de las metáforas más bonitas que recuerdo haber disfrutado en la oscuridad de una sala de proyección. La evocación del paraíso que persigue a Christian, Marion, Bruno y el resto de trabajadores, tras esa postal de una playa con palmeras que preside la sala del café, ese rincón desde el que los protagonistas se permiten soñar nuevos futuros.
Las soberbias actuaciones de Franz Rogowski (Christian), Sandra Hüller (Marion) y Peter Kurth (Bruno), terminan por elevar la película a un tono de sentimentalismo contenido, en el que aquello que se demuestra en una mirada o en un gesto cobra mucha más fuerza que aquello que se dice. Un relato sensible y lleno de emociones salvajes que son puestas siempre en la piel de personajes tan honestos que hacen imposible no conectar con ellos. Que nadie espere una película de ritmo trepidante, aquí el secreto está en entender que en el seno de lo cotidiano es donde surgen las historias más humanas.
En medio de un tratamiento fotográfico y estético absolutamente brillante, donde los colores desaturados realzan amarillos y azules en una paleta cromática pluscuamperfecta, "In den Gängen" despliega todos sus encantos en los pequeños detalles. Una narración cinematográfica desbordante de belleza y lirismo, que fija algunas de esas imágenes imborrables en la mente del espectador. Imposible olvidarse de ese beso de esquimales y su tensión contenida, o de ese final prodigioso, anticipado desde lo sonoro en una de las metáforas más bonitas que recuerdo haber disfrutado en la oscuridad de una sala de proyección. La evocación del paraíso que persigue a Christian, Marion, Bruno y el resto de trabajadores, tras esa postal de una playa con palmeras que preside la sala del café, ese rincón desde el que los protagonistas se permiten soñar nuevos futuros.
Las soberbias actuaciones de Franz Rogowski (Christian), Sandra Hüller (Marion) y Peter Kurth (Bruno), terminan por elevar la película a un tono de sentimentalismo contenido, en el que aquello que se demuestra en una mirada o en un gesto cobra mucha más fuerza que aquello que se dice. Un relato sensible y lleno de emociones salvajes que son puestas siempre en la piel de personajes tan honestos que hacen imposible no conectar con ellos. Que nadie espere una película de ritmo trepidante, aquí el secreto está en entender que en el seno de lo cotidiano es donde surgen las historias más humanas.
29 de octubre de 2018
29 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La clave de In den Gängen reside en obtener un conjunto uniforme a través de la trama, sus personajes, el escenario y la banda sonora. De tal forma que cuando nos queremos dar cuenta, estamos sumergidos en un mar que mediante una lírica hermosamente cotidiana, nos envuelve en una historia de apariencia sencilla pero de una profundidad y tacto asombrosos.
7,3
7,3
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El tratamiento del suicidio en la película es tan sorprendente como real, pocas veces se nos ha mostrado en pantalla tal forma de choque con una tema por lo general carrasposo y que llama al cliché. Y es que a veces es así, pum, sin avisar, alguien se va por su propia cuenta.
20 de abril de 2019
20 de abril de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mantengo la costumbre de, en caso de duda, apostar por películas que han llamado la atención en algún certamen. Siempre -me digo- puedo encontrarme con ese cine reflexivo que me recuerde nuestro europeo y ya prácticamente desaparecido cine de ‘arte y ensayo‘. Es decir: ante el riesgo del patológico cine banal de la actualidad, mejor me meto en una obra que me haga pensar un rato…
‘A la vuelta de la esquina’ -horrorosa traducción libre a la española de lo que debería denominarse ‘En los pasillos’, pues de eso se trata y así se traduce el aleman título original- es una película del peculiar Thomas Stuber, basada en un pequeño relato -menos de 20 páginas- del escritor y co-guionista de film Clemens Meyer, en su ‘Die Nacht, die Lichter: Stories’ (2004).
La historia se resume en el objetivo de adentrarnos en los entresijos de un triangulo laboral que ficha todos los días como reponedor en los almacenes de un supermercado. Un silencioso muchacho de pasado pandillero [Franz Rogowski; un viejo y agotado maestro carretillero [Peter Kurth]; y una infeliz y atrevida compañera [Sandra Hüller]. Al fondo, como marco de referencia, la procedencia comunista de aquella sociedad de la totalitaria Alemania ‘democrática’ que, con la caída del Muro de Berlín [1989], pasó a integrarse en el crudo capitalismo occidental.
De modo que Stuber trata de acercarnos con su cámara a la vida cotidiana de tres trabajadores que, como tantos otros, sienten que su autómata vida alterna el cansancio insuperable con la esperanza de un mañana mejor, ese solitario instinto de supervivencia apoyado en el grupo social que le acompaña en sus penurias. Y lo consigue plenamente, aunque parezca mentira, algo tan aparentemente elemental como que un parco pero profundo guión de silencios pueda dar para más de dos horas de metraje.
La explicación es que, si se sabe relatar, en la naturaleza humana hasta lo más presumiblemente cotidiano se encuentra invadido de reflexivas cargas de profundidad. Fondo que el realizador aprovecha maravillosamente utilizando su antigua profesión de script cinematográfico -esto es, responsable de la continuidad argumental y visual- para desmenuzarnos el estado de ánimo y los sentimientos de los protagonistas, hasta el extremo de que nos sintamos identificados con personas a quienes ni dirigimos la mirada cuando nos las cruzamos en el autoservicio. Porque, no lo duden, es más los que nos une que lo que nos diferencia.
La interpretación es formidable y llena de química; y eso también cuenta, qué duda cabe. Franz Rogowski impresiona y transmite con su magnético lenguaje facial; Peter Kurth y Sandra Hüller dibujan sus personajes con una magia tan justa como necesaria.
Todo lo demás, se ajusta a esa espiritualidad pretendida: puesta en escena, fotografía, montaje. Mención especial merece la banda sonora, repleta de sonidos y ruidos que emparejan al trabajador con la máquina que utiliza, esa carretilla con la que llegan a danzar una vez domada, a sabiendas, también, de que el avance tecnológico compite con el empleo.
Queda claro, pues, que no se trata de cine de entretenimiento sino de hacerte pensar, de reflexión paladeada, colocándote, por derivación, delante de una actual Europa carente de espíritu, que piensa lo justo y que, como siga así, está condenada a su desaparición. Aunque esa parezca otra historia.
Interesante modo de filmar la humanidad latente tras las carretillas de un supermercado [7.5 sobre 10]
El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2019/04/20/a-la-vuelta-de-la-esquina-alemania-2018-de-thomas-stuber/
‘A la vuelta de la esquina’ -horrorosa traducción libre a la española de lo que debería denominarse ‘En los pasillos’, pues de eso se trata y así se traduce el aleman título original- es una película del peculiar Thomas Stuber, basada en un pequeño relato -menos de 20 páginas- del escritor y co-guionista de film Clemens Meyer, en su ‘Die Nacht, die Lichter: Stories’ (2004).
La historia se resume en el objetivo de adentrarnos en los entresijos de un triangulo laboral que ficha todos los días como reponedor en los almacenes de un supermercado. Un silencioso muchacho de pasado pandillero [Franz Rogowski; un viejo y agotado maestro carretillero [Peter Kurth]; y una infeliz y atrevida compañera [Sandra Hüller]. Al fondo, como marco de referencia, la procedencia comunista de aquella sociedad de la totalitaria Alemania ‘democrática’ que, con la caída del Muro de Berlín [1989], pasó a integrarse en el crudo capitalismo occidental.
De modo que Stuber trata de acercarnos con su cámara a la vida cotidiana de tres trabajadores que, como tantos otros, sienten que su autómata vida alterna el cansancio insuperable con la esperanza de un mañana mejor, ese solitario instinto de supervivencia apoyado en el grupo social que le acompaña en sus penurias. Y lo consigue plenamente, aunque parezca mentira, algo tan aparentemente elemental como que un parco pero profundo guión de silencios pueda dar para más de dos horas de metraje.
La explicación es que, si se sabe relatar, en la naturaleza humana hasta lo más presumiblemente cotidiano se encuentra invadido de reflexivas cargas de profundidad. Fondo que el realizador aprovecha maravillosamente utilizando su antigua profesión de script cinematográfico -esto es, responsable de la continuidad argumental y visual- para desmenuzarnos el estado de ánimo y los sentimientos de los protagonistas, hasta el extremo de que nos sintamos identificados con personas a quienes ni dirigimos la mirada cuando nos las cruzamos en el autoservicio. Porque, no lo duden, es más los que nos une que lo que nos diferencia.
La interpretación es formidable y llena de química; y eso también cuenta, qué duda cabe. Franz Rogowski impresiona y transmite con su magnético lenguaje facial; Peter Kurth y Sandra Hüller dibujan sus personajes con una magia tan justa como necesaria.
Todo lo demás, se ajusta a esa espiritualidad pretendida: puesta en escena, fotografía, montaje. Mención especial merece la banda sonora, repleta de sonidos y ruidos que emparejan al trabajador con la máquina que utiliza, esa carretilla con la que llegan a danzar una vez domada, a sabiendas, también, de que el avance tecnológico compite con el empleo.
Queda claro, pues, que no se trata de cine de entretenimiento sino de hacerte pensar, de reflexión paladeada, colocándote, por derivación, delante de una actual Europa carente de espíritu, que piensa lo justo y que, como siga así, está condenada a su desaparición. Aunque esa parezca otra historia.
Interesante modo de filmar la humanidad latente tras las carretillas de un supermercado [7.5 sobre 10]
El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2019/04/20/a-la-vuelta-de-la-esquina-alemania-2018-de-thomas-stuber/
16 de abril de 2019
16 de abril de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El festival de Berlín tuvo lugar hará ya un par de meses, pero todavía nos siguen llegando películas de la edición del año pasado, la cual fue de las más denostadas de su historia reciente. Pero en la misma, como es habitual y razonable, se ofrece un amplio escaparate de las puntas de lanza que el cine teutón tiene que ofrecer para la nueva temporada. La cuota tiene una presencia inamovible, y de ella surgió la ganadora de los últimos Premios de Cine Alemán. La película que nos llega pasó por la capital germana sin pena ni gloria, pero fue de las menos discutidas. Recibió, además, la Espiga de Plata en la última Seminci. Surtsey Films nos trae A la vuelta de la esquina, drama romántico de Thomas Stuber protagonizado por Franz Rogowski y Sandra Hüller. Película que se estrena sin ruido mediático pero que sin ninguna duda funcionará entre un sector concreto del público. Su reparto y género no ofrecían elementos para el alborozo, pero todo el proyecto translucía simpatía y sensibilidad. Y poco agrada más a este crítico que pequeñas películas sobre la pobre y desgraciada especie humana. No pude asistir a los pases de prensa, pero ello no impidió que desempeñase con dedicación mis obligaciones con la crítica. Y de la que voy a hablaros es de una película emotiva, pero endiabladamente insípida. Una película con personalidad que te gana progresivamente pero que introduce pocos ingredientes en el cocido para que el espectador saboree durante la larga digestión. Narración de personajes con romance interruptus, que da cuerpo fílmico a un ecosistema poco habitado en la gran pantalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Christian (Rogowski) es un apuesto muchacho solitario e introvertido. Empieza de novato señalado por todos en un nuevo trabajo, de reponedor de mercancías para la sección de bebidas en un gran supermercado. Bajo la supervisión del hierático Bruno aprenderá a manejar la carretilla hidráulica de apilar palés, mientras empieza en los entretiempos una sensible y personal relación con Marion (Hüller), de la sección de dulces. Pero pronto averiguará que ni realizar el trabajo día a día ni continuar esa relación será tan sencillo, así como nunca lo es llenar su enorme vacío vital. Una película sobre el día a día de un supermercado, un homenaje a esta comunidad y a esta pequeña sociedad de trabajo humilde. Una película gris de vidas grises, un viaje de asepticismo y sordidez con trazas de corazón. Filme que, aún desde la tristeza y la depresión, te va ganando en el plano emocional. Su humanidad logra que desprendas una sonrisa. En un primer impacto nos agrada su lograda fotografía, llena de hermosos planos abiertos jugando con ángulos y fugas visuales de los estantes y pasillos. Y el reparto, con atención especial a Franz Rogowski, hace un gran trabajo pese a contar con material limitado. El espectador se encontrará con una historia llena de verdad, y conseguirá la anomalía de simpatizar con personas carentes de sal.
Si la relación romántica capta el foco de la sinopsis y los pósters, queda relegada a un segundo plano para mostrar la rutina laboral del universo del supermercado y las interacciones de Christian con Bruno y el resto de compañeros, en una sucesión de escenas eminentemente reiterativas. Y el conocimiento que llegamos a tener de los personajes es limitado. Pues el argumento es magro, y el metraje de dos horas es a todas luces excesivo para lo que la película tiene que contar. El tedio asoma siempre por las esquinas de los planos, y pronto queda claro que el filme no está construyendo hacia ningún lugar en concreto. Habiendo visto los 45 minutos iniciales de la producción has visto, a grandes rasgos, lo que hay por ver.
Con esto y con todo, A la vuelta de la esquina es una película que da buenas sensaciones y logra que veamos calado en los contextos más triviales, pero ofrece muy poco para que merezca una recomendación por nuestra parte. Hasta cierto punto, da lo que promete.
Si la relación romántica capta el foco de la sinopsis y los pósters, queda relegada a un segundo plano para mostrar la rutina laboral del universo del supermercado y las interacciones de Christian con Bruno y el resto de compañeros, en una sucesión de escenas eminentemente reiterativas. Y el conocimiento que llegamos a tener de los personajes es limitado. Pues el argumento es magro, y el metraje de dos horas es a todas luces excesivo para lo que la película tiene que contar. El tedio asoma siempre por las esquinas de los planos, y pronto queda claro que el filme no está construyendo hacia ningún lugar en concreto. Habiendo visto los 45 minutos iniciales de la producción has visto, a grandes rasgos, lo que hay por ver.
Con esto y con todo, A la vuelta de la esquina es una película que da buenas sensaciones y logra que veamos calado en los contextos más triviales, pero ofrece muy poco para que merezca una recomendación por nuestra parte. Hasta cierto punto, da lo que promete.
16 de abril de 2019
16 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Franz Rogowski, al que ya vimos en Transit y Happy End, continúa creciendo como actor y no nos extrañaría verlo en alguna producción americana que no se pueda permitir a Joaquin Phoenix.
Esta vez interpreta a Christian, un tipo raro y callado, de oscuro pasado, que intenta adaptarse al microcosmos generado por el espacio geométrico de un supermercado y sus trabajadores, que más que trabajar, cohabitan. Christian recorrerá su particular viaje del héroe, con mentor e interés romántico incluidos como secundarios principales.
La película da para mucho análisis gafapasta porque el director no se corta en introducir símbolos visuales y auditivos a la menor oportunidad. Pero incluso pasando de estos temas, es digna de ver aunque sea para tomar conciencia de las dimensiones de un supermercado, sea desde el punto de vista material, espiritual, ético o estético.
El terminar la película salgo con un sensación beatífica. Me quedo con eso y con las ganas de entrar algún día en un bar que tenga una máquina de esas de garra para sacar peluches.
Gustará a: gente con amor platónico en el trabajo, Klaus el carretillero, Arquímedes
No gustará a: capataces de obra, jugadores de billar, carpas
Esta vez interpreta a Christian, un tipo raro y callado, de oscuro pasado, que intenta adaptarse al microcosmos generado por el espacio geométrico de un supermercado y sus trabajadores, que más que trabajar, cohabitan. Christian recorrerá su particular viaje del héroe, con mentor e interés romántico incluidos como secundarios principales.
La película da para mucho análisis gafapasta porque el director no se corta en introducir símbolos visuales y auditivos a la menor oportunidad. Pero incluso pasando de estos temas, es digna de ver aunque sea para tomar conciencia de las dimensiones de un supermercado, sea desde el punto de vista material, espiritual, ético o estético.
El terminar la película salgo con un sensación beatífica. Me quedo con eso y con las ganas de entrar algún día en un bar que tenga una máquina de esas de garra para sacar peluches.
Gustará a: gente con amor platónico en el trabajo, Klaus el carretillero, Arquímedes
No gustará a: capataces de obra, jugadores de billar, carpas
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