Los abrazos rotos
2009 

6.3
26,686
Drama. Romance
Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el ... [+]
20 de marzo de 2009
20 de marzo de 2009
40 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fotografía de la Playa del Golfo en Lanzarote. Sobre la arena gris, a lo lejos, casi invisible, una pareja se abraza.
Pedro Almodóvar ha pasado años dándole vueltas a esta imagen que un día se encontró por casualidad, tratando de confeccionar un guión de película que resolviera al fin las incógnitas que se le planteaban: quiénes eran, por qué se abrazaban, qué hacían allí o qué fue de ellos. Almodóvar necesita obsesionarse con sus historias hasta que éstas no le dejen dormir, pues sólo entonces se convence de que ha de grabar su película, a modo de exorcismo saludable.
En Los abrazos rotos, sin embargo, la autocomplacencia del director -que en otras de sus películas era perfectamente compatible con el deleite del público- se queda finalmente en un egocéntrico y emocionalmente hermético ejercicio de estilo vacío, que no provoca más que frustración y decepción en el espectador, ajeno a los supuestos vaivenes sentimentales de unos personajes desdibujados y a unas historias tan retorcidas como inverosímiles.
Aparentemente, Los abrazos rotos tenía todos los ingredientes para ser un peliculón: un reparto de estrellas a las órdenes de un director cuya genialidad pocos discuten, una música compuesta por el talentoso Alberto Iglesias o la presencia de Rodrigo Prieto (Brokeback Mountain) a cargo de la fotografía. Con tanta buena materia prima uno lamenta mucho más el resultado final del filme y, para tratar de encontrar la clave del estrepitoso fracaso, sólo le cabe recurrir al guión. El principal problema del filme es que parte de unas historias malas, o mejor dicho, mal desarrolladas, mal trenzadas entre sí y mal resueltas. A partir de ahí es lógico que todo empiece a fallar como con un efecto dominó.
Sólo la inverosimilitud de los diálogos escritos por Almodóvar –dignos a veces de torpes óperas primas-, explica que ni una sola de las palabras pronunciadas por Lluis Homar, Tamar Novas o Rubén Ochandiano resulten convincentes, naturales, verdaderas, y que hasta las mejores actrices de la película, Penélope Cruz y Blanca Portillo, resulten por momentos ridículas recitando las frases de sus personajes.
¿Algo bueno de la película? Sí, precisamente lo que no es la película, lo que está fuera de la trama principal. Es decir, esas escenas intercaladas de Chicas y maletas, el filme que rueda el personaje interpretado por Lluis Homar, y por el que se pasean con gracia y brillantez algunas “chicas Almodóvar” como Chus Lampreave, Rossy de Palma o Carmen Machi, todas geniales en sus cameos cómicos. Da la impresión de que esa “otra película” que se inserta al final de Los abrazos rotos funciona como una demostración apresurada de talento, para resarcirse a tiempo del descalabro anterior. Por supuesto, eso no resulta suficiente para evitar haber firmado la que es, de lejos, su peor película hasta la fecha.
Pedro Almodóvar ha pasado años dándole vueltas a esta imagen que un día se encontró por casualidad, tratando de confeccionar un guión de película que resolviera al fin las incógnitas que se le planteaban: quiénes eran, por qué se abrazaban, qué hacían allí o qué fue de ellos. Almodóvar necesita obsesionarse con sus historias hasta que éstas no le dejen dormir, pues sólo entonces se convence de que ha de grabar su película, a modo de exorcismo saludable.
En Los abrazos rotos, sin embargo, la autocomplacencia del director -que en otras de sus películas era perfectamente compatible con el deleite del público- se queda finalmente en un egocéntrico y emocionalmente hermético ejercicio de estilo vacío, que no provoca más que frustración y decepción en el espectador, ajeno a los supuestos vaivenes sentimentales de unos personajes desdibujados y a unas historias tan retorcidas como inverosímiles.
Aparentemente, Los abrazos rotos tenía todos los ingredientes para ser un peliculón: un reparto de estrellas a las órdenes de un director cuya genialidad pocos discuten, una música compuesta por el talentoso Alberto Iglesias o la presencia de Rodrigo Prieto (Brokeback Mountain) a cargo de la fotografía. Con tanta buena materia prima uno lamenta mucho más el resultado final del filme y, para tratar de encontrar la clave del estrepitoso fracaso, sólo le cabe recurrir al guión. El principal problema del filme es que parte de unas historias malas, o mejor dicho, mal desarrolladas, mal trenzadas entre sí y mal resueltas. A partir de ahí es lógico que todo empiece a fallar como con un efecto dominó.
Sólo la inverosimilitud de los diálogos escritos por Almodóvar –dignos a veces de torpes óperas primas-, explica que ni una sola de las palabras pronunciadas por Lluis Homar, Tamar Novas o Rubén Ochandiano resulten convincentes, naturales, verdaderas, y que hasta las mejores actrices de la película, Penélope Cruz y Blanca Portillo, resulten por momentos ridículas recitando las frases de sus personajes.
¿Algo bueno de la película? Sí, precisamente lo que no es la película, lo que está fuera de la trama principal. Es decir, esas escenas intercaladas de Chicas y maletas, el filme que rueda el personaje interpretado por Lluis Homar, y por el que se pasean con gracia y brillantez algunas “chicas Almodóvar” como Chus Lampreave, Rossy de Palma o Carmen Machi, todas geniales en sus cameos cómicos. Da la impresión de que esa “otra película” que se inserta al final de Los abrazos rotos funciona como una demostración apresurada de talento, para resarcirse a tiempo del descalabro anterior. Por supuesto, eso no resulta suficiente para evitar haber firmado la que es, de lejos, su peor película hasta la fecha.
17 de marzo de 2009
17 de marzo de 2009
47 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podrían ser fríos más que rotos estos últimos abrazos de Almodóvar. El director manchego no sorprende pero no decepciona. No nos encontramos ante una de esas obras maestras de las que hace tiempo no nos deleita pero tampoco estamos ante una cinta pésima. Combina como nadie el drama de manos de la inmejorable Blanca Portillo con tintes cómicos de la mano de una sensacional Carmen Machi y una divertida Lola Dueñas. Es evidente que tener en los títulos de crédito a Penélope Cruz vende y mucho pero no nos equivoquemos, no es el mejor papel ni el más complicado de la madrileña ni de lejos. Su interpretación resulta forzada y poco convincente, prefiero a la Penélope menos comedida que a la que se pone a soltar frases mirando al techo con cara de sufrimiento. Del elenco masculino resaltar la labor de Jose Luís Gómez y Lluis Homar, ambos impresionantes encarnando las dos caras opuestas del amor.
Mal acostumbrados nos suele tener Almodóvar a la narración lineal, en los Abrazos Rotos los flashback se suceden constantemente pero no resultan especialmente difíciles de digerir aunque desde Volver el oscarizado director nos hace papilla el guión para que no nos atragantemos. Todo resulta tan mascado y tan previsible que no permite que el espectador llegue a sorprenderse en ningún momento. Sin embargo emocionar lo consigue con creces simplemente con un plano compuesto de un televisor y unas manos. Inolvidable.
Muchos pueden tachar el film de tramposo por concluir con un corto tan cómico que supera el dramatismo pausado pero Almodóvar nos ha querido ofrecer un grandísimo homenaje a su mejor obra (Mujeres al borde de un ataque de nervios) para nada despreciable.
Lo mejor: el plano del televisor con la música de Alberto Iglesias de fondo.
Lo peor: la sensación de frialdad durante gran parte del film.
Mal acostumbrados nos suele tener Almodóvar a la narración lineal, en los Abrazos Rotos los flashback se suceden constantemente pero no resultan especialmente difíciles de digerir aunque desde Volver el oscarizado director nos hace papilla el guión para que no nos atragantemos. Todo resulta tan mascado y tan previsible que no permite que el espectador llegue a sorprenderse en ningún momento. Sin embargo emocionar lo consigue con creces simplemente con un plano compuesto de un televisor y unas manos. Inolvidable.
Muchos pueden tachar el film de tramposo por concluir con un corto tan cómico que supera el dramatismo pausado pero Almodóvar nos ha querido ofrecer un grandísimo homenaje a su mejor obra (Mujeres al borde de un ataque de nervios) para nada despreciable.
Lo mejor: el plano del televisor con la música de Alberto Iglesias de fondo.
Lo peor: la sensación de frialdad durante gran parte del film.
16 de enero de 2010
16 de enero de 2010
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje nº 17 de Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949). El guión y el argumento son originales de Almodóvar. Se rueda en escenarios naturales de Canarias (Gran Canaria y Lanzarote) y de Madrid (Parla y Madrid), y en platós de Estudios Barajas (Madrid), con un presupuesto estimado de 18 M USD, el más elevado de su filmografía. Producido por Esther García y Agustín Almodóvar para El Deseo, se presenta en sesión de preestreno el 17-III-2009 (Barcelona).
La acción dramática tiene lugar en Madrid, Lanzarote e Ibiza en 2008. Mediante flashbacks el protagonista, Mateo Blanco (Homar), invidente a causa de un traumatismo accidental de tráfico, evoca hechos ocurridos 14 años antes (1903/04). Sobrevive gracias a sus ingresos como autor de guiones de cine; la ayuda de su amiga de siempre, Judit García (Portillo); y el apoyo del hijo de ésta, el discotequero Diego (Novas), que le sirve como secretario, lazarillo y confidente. A instancias del mismo, le cuenta su historia de amor con Lena (Cruz).
El film suma drama, romance, comedia y cine negro. El realizador, con los ojos puestos en el cine clásico y el ejemplo de los grandes maestros, adopta un estilo más contenido y equilibrado de lo que es habitual en él. Trata de alejarse de los trazos excesivos, impone un ritmo pausado y construye una historia de personajes. En ella destaca el trío protagonista formado por Lena, Mateo y Judit. Focaliza la atención en la dimensión humana del drama: celos, amores imposibles, amistad, desgarros por discapacidad sobrevenida, soledad, solidaridad, familia, traiciones, etc.
La narración hace uso de figuras y recursos que ponen de manifiesto el dominio que el realizador tiene del oficio. En este sentido hay que hablar de los juegos de dobles, o de duplicidades, que animan el relato: Mateo Blanco y Harry Caine, Lena y Severine, el hijo de Ernesto Martel y su seudónimo (RayX), Judit y su hijo Diego, la doble historia de la película, Lena y Pina, cine y realidad, cine en el cine, etc. El relato avanza a distintos niveles a la vez, lo que brinda al director oportunidades de crear contrastes, relieves y sombras narrativas, que aprovecha gracias a la capacidad de análisis y control de variables que posee. Combina con fluidez y resultados aceptables (aunque no óptimos) elementos tan intrínsecamente contradictorios como drama y comedia, dolor y humor. Por razones que se me ocultan, los episodios retorcidos, tortuosos y extravagantes de la historia, los presenta de modo que parecen admisibles o incluso a veces creíbles (conversación telefónica de Ernesto y Severine). El film asume riesgos dependientes de la amalgama de géneros (melodrama, thriller y cine negro) de un modo que pone de relieve el buen ánimo del realizador y su valentía. Al margen de los resultados que obtiene (mejores o peores según los casos) hay que agradecerle su disposición a asumir riesgos.
La acción dramática tiene lugar en Madrid, Lanzarote e Ibiza en 2008. Mediante flashbacks el protagonista, Mateo Blanco (Homar), invidente a causa de un traumatismo accidental de tráfico, evoca hechos ocurridos 14 años antes (1903/04). Sobrevive gracias a sus ingresos como autor de guiones de cine; la ayuda de su amiga de siempre, Judit García (Portillo); y el apoyo del hijo de ésta, el discotequero Diego (Novas), que le sirve como secretario, lazarillo y confidente. A instancias del mismo, le cuenta su historia de amor con Lena (Cruz).
El film suma drama, romance, comedia y cine negro. El realizador, con los ojos puestos en el cine clásico y el ejemplo de los grandes maestros, adopta un estilo más contenido y equilibrado de lo que es habitual en él. Trata de alejarse de los trazos excesivos, impone un ritmo pausado y construye una historia de personajes. En ella destaca el trío protagonista formado por Lena, Mateo y Judit. Focaliza la atención en la dimensión humana del drama: celos, amores imposibles, amistad, desgarros por discapacidad sobrevenida, soledad, solidaridad, familia, traiciones, etc.
La narración hace uso de figuras y recursos que ponen de manifiesto el dominio que el realizador tiene del oficio. En este sentido hay que hablar de los juegos de dobles, o de duplicidades, que animan el relato: Mateo Blanco y Harry Caine, Lena y Severine, el hijo de Ernesto Martel y su seudónimo (RayX), Judit y su hijo Diego, la doble historia de la película, Lena y Pina, cine y realidad, cine en el cine, etc. El relato avanza a distintos niveles a la vez, lo que brinda al director oportunidades de crear contrastes, relieves y sombras narrativas, que aprovecha gracias a la capacidad de análisis y control de variables que posee. Combina con fluidez y resultados aceptables (aunque no óptimos) elementos tan intrínsecamente contradictorios como drama y comedia, dolor y humor. Por razones que se me ocultan, los episodios retorcidos, tortuosos y extravagantes de la historia, los presenta de modo que parecen admisibles o incluso a veces creíbles (conversación telefónica de Ernesto y Severine). El film asume riesgos dependientes de la amalgama de géneros (melodrama, thriller y cine negro) de un modo que pone de relieve el buen ánimo del realizador y su valentía. Al margen de los resultados que obtiene (mejores o peores según los casos) hay que agradecerle su disposición a asumir riesgos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película explica una historia sencilla y bastante naíf, de un amor imposible. Es, también, una declaración convincente de amor al cine. Rinde homenaje a películas notables, como “Ascensor para el cadalso” (Malle, 1957), “Fellini, 8 ½” (Fellini, 1963), “Dos cabalgan juntos” (Ford, 1961), etc. Evoca personajes de ficción cinematográfica, como Severine (“Belle de Jour”, Buñuel, 1967). Recuerda algunas de sus películas anteriores, como “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988) y “Tacones lejanos” (1991). Homenajea con cariño a actrices de sus películas (Lampreave, Rossy de Palma, Ángela Molina, Kiti Manver...). Sobre todo, hace el elogio de la escena clave (los enamorados calcinados de Pompeya) de “Te querré siempre” (Rossellini, 1954). Elogia a Jeanne Moreau y Audrey Hepburn, de la que presenta una festiva parodia con muletas. No oculta su devoción por Douglas Sirk y Fassbinder. Varios personajes del film trabajan en el cine.
Son escenas memorables la de la lectora de labios contratada por Martel, el revolcón de Kira Miró y Lluis Homar en el sofá (visto desde detrás del respaldo), la lágrima de Penélope que cae sobre un tomate, el padre de Lena en estado terminal, el sexo sobre la alfombra y otras. Trata temas viejos y nuevos, como la pasión, la familia, las relaciones de madre e hijo, la ausencia del padre, la maternidad sin ayudas familiares, las obsesiones, los celos, la discapacidad, la invidencia por accidente, la pérdida, el paso del tiempo, la supervivencia, la resistencia, la enfermedad, la muerte.
La banda sonora, de Alberto Iglesias (“Volver”, 2006), consta de 25 cortes, que aportan una música dramática, pausada, profunda y breve, de excelente factura. Como música añadida adaptada composiciones a tono con el argumento o el clima de la escena (“A ciegas”, “Werewolf”, “Vitamin C”...). La fotografía, de Rodrigo Prieto (“Brokeback Mountain”, 2005), en color, se adapta a la estética colorista, sensual y kitsch, rica en contrastes y próxima al arte pop, que tanto gusta a Almodóvar. Compone primeros planos para explicar los sentimientos de los personajes y hace uso de una notable profundidad de campo. Crea imágenes impactantes, de singular fuerza expresiva, como los amantes envueltos en las sábanas del lecho.
No es una obra maestra, ni es la mejor película de Almodóvar, pero para el que esto escribe es un trabajo entretenido, disfrutable, interesante y digno, que compone una buena película. Estará mejor o peor conseguida, pero no se puede negar que Almodóvar la ha trabajado con convicción, entrega, ansias de superación, deseos de experimentación y espíritu de exposición al riesgo.
Bibliografía
- José M. CAPARRÓS LERA, “Los abrazos rotos”, caparroscinema.blogspot.com, 5-V-2009.
- Alejandro G. CALVO, “Los abrazos rotos”, ‘Dirigido por’, nº 388, pág. 82-83, abril 2009.
- Carlos BOYERO, “Todo sobre los ‘Abrazos rotos’, lo último de Pedro Almodóvar”, ‘El País’ Suplemento de cultura, 18-III-2009.
Son escenas memorables la de la lectora de labios contratada por Martel, el revolcón de Kira Miró y Lluis Homar en el sofá (visto desde detrás del respaldo), la lágrima de Penélope que cae sobre un tomate, el padre de Lena en estado terminal, el sexo sobre la alfombra y otras. Trata temas viejos y nuevos, como la pasión, la familia, las relaciones de madre e hijo, la ausencia del padre, la maternidad sin ayudas familiares, las obsesiones, los celos, la discapacidad, la invidencia por accidente, la pérdida, el paso del tiempo, la supervivencia, la resistencia, la enfermedad, la muerte.
La banda sonora, de Alberto Iglesias (“Volver”, 2006), consta de 25 cortes, que aportan una música dramática, pausada, profunda y breve, de excelente factura. Como música añadida adaptada composiciones a tono con el argumento o el clima de la escena (“A ciegas”, “Werewolf”, “Vitamin C”...). La fotografía, de Rodrigo Prieto (“Brokeback Mountain”, 2005), en color, se adapta a la estética colorista, sensual y kitsch, rica en contrastes y próxima al arte pop, que tanto gusta a Almodóvar. Compone primeros planos para explicar los sentimientos de los personajes y hace uso de una notable profundidad de campo. Crea imágenes impactantes, de singular fuerza expresiva, como los amantes envueltos en las sábanas del lecho.
No es una obra maestra, ni es la mejor película de Almodóvar, pero para el que esto escribe es un trabajo entretenido, disfrutable, interesante y digno, que compone una buena película. Estará mejor o peor conseguida, pero no se puede negar que Almodóvar la ha trabajado con convicción, entrega, ansias de superación, deseos de experimentación y espíritu de exposición al riesgo.
Bibliografía
- José M. CAPARRÓS LERA, “Los abrazos rotos”, caparroscinema.blogspot.com, 5-V-2009.
- Alejandro G. CALVO, “Los abrazos rotos”, ‘Dirigido por’, nº 388, pág. 82-83, abril 2009.
- Carlos BOYERO, “Todo sobre los ‘Abrazos rotos’, lo último de Pedro Almodóvar”, ‘El País’ Suplemento de cultura, 18-III-2009.
19 de marzo de 2009
19 de marzo de 2009
31 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me creo que haya personas que vean esta película y no se entretengan, y más cuando todo el mundo sabe como son las películas de este gran genio. ¿Qué tipo de película se esperan entonces que van a ver cuando eligen una de Almodóvar?
Alucinánte! Increíble lo bien contada que está la película, a pesar de lo enredosa que es la historia. Pero eso sólo es posible por el gran trabajo de guión que hay detras. Pedro no descuida nada, un impecable guión, una dirección de actores increíble, un homenaje al mundo del cine y un montaje acertadísimo. A Lluis Homar no se le puede pedir más, se hace con el papel desde el principio y no lo descuida en ningún momento y respecto a Penélope, he de decir que no me convence mucho como actriz, a excepción de cuando está en manos de Almodovar, sólo él sale sacar lo mejor de ella hasta convertirla en una diosa.
Voy a destacar la escena más impresionante de la película donde Pedro demuestra su calidad, y es cuando Penélope entra en la habitación donde Ernesto está visionando la infidelidad de ella.
Quiero felicitar a todo el equipo por el gran trabajo y sobre todo a Pedro para que siga deleitándonos con peliculones como estos, que hacen que pases 2 horas increíbles y te olvides totalmente del mundo, creyendo ser un personaje más de la película. Muchas gracias y te esperamos pronto!!!
Alucinánte! Increíble lo bien contada que está la película, a pesar de lo enredosa que es la historia. Pero eso sólo es posible por el gran trabajo de guión que hay detras. Pedro no descuida nada, un impecable guión, una dirección de actores increíble, un homenaje al mundo del cine y un montaje acertadísimo. A Lluis Homar no se le puede pedir más, se hace con el papel desde el principio y no lo descuida en ningún momento y respecto a Penélope, he de decir que no me convence mucho como actriz, a excepción de cuando está en manos de Almodovar, sólo él sale sacar lo mejor de ella hasta convertirla en una diosa.
Voy a destacar la escena más impresionante de la película donde Pedro demuestra su calidad, y es cuando Penélope entra en la habitación donde Ernesto está visionando la infidelidad de ella.
Quiero felicitar a todo el equipo por el gran trabajo y sobre todo a Pedro para que siga deleitándonos con peliculones como estos, que hacen que pases 2 horas increíbles y te olvides totalmente del mundo, creyendo ser un personaje más de la película. Muchas gracias y te esperamos pronto!!!
22 de marzo de 2009
22 de marzo de 2009
26 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si cualquier paisano, profesional o aficionado, hubiera presentado un guión como éste a una productora, hubiese ido directamente a la papelera. Porque es malo, muy malo; el peor de Almodóvar. La trama está contada de modo pésimo, con un absurdo planteamiento en dos líneas cronológicas paralelas que no tienen otro objetivo que aparentar que un asunto imposible aparezca como interesante. Hay personajes que parecen salidos de la pluma de un estudiante de primaria, pero lo que no me esperaba del irregular y muy sobrevalorado cineasta manchego es que me aburriera de modo tan soberano. Algunas de sus anteriores películas no me han gustado, pero eran dinámicas, entretenidas y digeribles. Esto es un truño de dos horas al que le sobra hora y media. La misma monserga de siempre, con música melodramática, pasiones arrebatadas de todo a cien, el sempiterno problema de la identidad sexual, muertes trágicas, pajas mentales psicoanalíticas y mucho colorín. Lo único que salva la película son las interpretaciones de Homar, Cruz, Machi y, sobre todo, Blanca Portillo. Tiene narices que lo mejor de todo sean los cinco minutos finales, una especie de autohomenaje a “Mujeres”, la que para mi gusto es la única verdadera gran película de este director. Tal vez si el hilo argumental hubiese ido por la línea del disparatado “Dona sangre” nos hubiésemos divertido mucho más. Hace ya tiempo que pasó el mejor momento de Almodóvar, pero ya se sabe, cría fama y échate a dormir. Una película antigua, sin alma y llena de tópicos.
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