Un monstruo viene a verme
2016 

6.6
39,157
Fantástico. Drama
Tras la separación de sus padres, Connor (Lewis MacDougall), un chico de 12 años, tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Así las cosas, el niño intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (Liam Neeson), pero sus fantasías tendrán que enfrentarse no sólo con la realidad, sino con su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver). Con este nuevo ... [+]
10 de octubre de 2016
10 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los grandes directores tienen una cosa en común, su amor por el cine. Algunos lo manifiestan visualmente, otros de manera mas sutil. J.A. Bayona pertenece al primer grupo. Almodóvar sería de los segundos. En esta película "especial" tiene tanta o mas importancia como se cuenta la historia que el propio desarrollo de la misma. Por encima de la realidad de Connor, el chico protagonista, se impone su mundo interior y eso es lo que nos muestra Bayona con gran maestría. Habrá quien pueda tacharla de sensiblera o manipuladora al provocar conscientemente las emociones de los espectadores, pero ¿acaso no es eso el cine?. El espectáculo que nos propone este joven y talentoso director es magnífico y al final de la película tienes que reponerte unos instantes de lo que has vivido como una delirante pesadilla. Los temas que envuelven y atormentan al protagonista participan del imaginario colectivo de la pre adolescencia, la inseguridad, el miedo, el rechazo, la incomprensión, la confusión, la muerte y el dolor. Todo ese coctel emocional de Connor nos es servido con una maravillosa exuberancia visual y sonora en esta inolvidable película y nos arrastra con él al precipicio de nuestra propia verdad y la manera de enfrentar nuestros sentimientos. Una obra de arte.
12 de octubre de 2016
12 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madre, cáncer, niño. Material explosivo. De alto riesgo fangoso, muy pringoso. Para salir huyendo sin mirar siquiera atrás.
Tranquilos. Esta vez no. ¿Qué pasó? Freud. El psicoanálisis* como sorprendente invitado a la fiesta, inesperada visita para este espectador acostumbrado a la costumbre más costumbrista en estos casos convencionalmente lacrimosos.
La pena es que se queden a medias. Puestos a meterse en el pantanoso terreno de las verdades, en su horadamiento y dar luz, podrían haber forzado más la máquina y habernos ahorrado redundancias innecesarias y encuentros con la madre moribunda que, más que hacer llorar, nos entre incomodan e irritan por un juego tan tahúr, tan evidente, por exhibir un truco tan manoseado.
Por lo tanto, yo me explico: si la queremos dividir en dos, cortarla por la mitad, como en el juicio de Salomón, diría que el retrato familiar no convence a pesar de ese tono alucinado, pesadillesco que envuelve, para bien, toda la historia, que no logra el éxito de embaucarnos por resultar todo demasiado trillado y ya usado, en cambio, la otra parte, la del monstruo contador de historias, sí, esa es más original, poco habitual, esa interpretación de los sueños, ese manar de relatos que traducen** los sentires atormentados del chaval cuando uno esperaba y se temía la consabida fábula de buenos y malos y no, nos encontramos o damos de bruces con esa refutación de la verdad como moneda fácil, de uso tan común y tramposo, y su reivindicación como terreno minado, confuso, oscuro, de duda, sufrimiento y ambigüedad; pura ascua sin sardina no entierro. Aunque ya digo que al final salvan los muebles de la corrección y le dejan a Freud sin el postre, lo castran al pobre, lo enmudecen por si se ponía desagradable. Es decir, nada de Edipos, malestares culturales u otros símbolos altamente peligrosos.
Para ir acabando y no aburrir más al personal si cabe, añadiría, se me ocurre mientras ahora esto escribo, que es una película extraña, un ni fu ni fa (más buena que mala) que no te gana su afecto pero sí tu respeto, que le da una vuelta de tuerca a lo obvio y varía un poco lo dado, pero que no se atreve del todo por miedo, económico imagino, taquillero, a un público que ama lo cómodo y odia el experimento.
Bien hecha, con detalles muy buenos*** y algunas escenas que sobran.
Resumo y concluyo con una fórmula cinéfila: sería una especie de Donnie Darko si a este le hubiéramos quitado el retruécano y la complejidad y le hubiéramos dejado la picardía y la novedad, o dicho de otra manera y con otro ejemplo la mar de bueno: Lo imposible sin tsunami, con diván pinturero y monstruo psiquiatra.
Tranquilos. Esta vez no. ¿Qué pasó? Freud. El psicoanálisis* como sorprendente invitado a la fiesta, inesperada visita para este espectador acostumbrado a la costumbre más costumbrista en estos casos convencionalmente lacrimosos.
La pena es que se queden a medias. Puestos a meterse en el pantanoso terreno de las verdades, en su horadamiento y dar luz, podrían haber forzado más la máquina y habernos ahorrado redundancias innecesarias y encuentros con la madre moribunda que, más que hacer llorar, nos entre incomodan e irritan por un juego tan tahúr, tan evidente, por exhibir un truco tan manoseado.
Por lo tanto, yo me explico: si la queremos dividir en dos, cortarla por la mitad, como en el juicio de Salomón, diría que el retrato familiar no convence a pesar de ese tono alucinado, pesadillesco que envuelve, para bien, toda la historia, que no logra el éxito de embaucarnos por resultar todo demasiado trillado y ya usado, en cambio, la otra parte, la del monstruo contador de historias, sí, esa es más original, poco habitual, esa interpretación de los sueños, ese manar de relatos que traducen** los sentires atormentados del chaval cuando uno esperaba y se temía la consabida fábula de buenos y malos y no, nos encontramos o damos de bruces con esa refutación de la verdad como moneda fácil, de uso tan común y tramposo, y su reivindicación como terreno minado, confuso, oscuro, de duda, sufrimiento y ambigüedad; pura ascua sin sardina no entierro. Aunque ya digo que al final salvan los muebles de la corrección y le dejan a Freud sin el postre, lo castran al pobre, lo enmudecen por si se ponía desagradable. Es decir, nada de Edipos, malestares culturales u otros símbolos altamente peligrosos.
Para ir acabando y no aburrir más al personal si cabe, añadiría, se me ocurre mientras ahora esto escribo, que es una película extraña, un ni fu ni fa (más buena que mala) que no te gana su afecto pero sí tu respeto, que le da una vuelta de tuerca a lo obvio y varía un poco lo dado, pero que no se atreve del todo por miedo, económico imagino, taquillero, a un público que ama lo cómodo y odia el experimento.
Bien hecha, con detalles muy buenos*** y algunas escenas que sobran.
Resumo y concluyo con una fórmula cinéfila: sería una especie de Donnie Darko si a este le hubiéramos quitado el retruécano y la complejidad y le hubiéramos dejado la picardía y la novedad, o dicho de otra manera y con otro ejemplo la mar de bueno: Lo imposible sin tsunami, con diván pinturero y monstruo psiquiatra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* Terapia, entre otras muchas cosas, que escarba en el inconsciente para poner luz sobre el intruso, la bestia, ese monstruo que se come vivo al paciente. Se trata de encontrar la verdad reprimida y dolorosa que el sujeto en cuestión ha escondido en lo más hondo de su alma, guardada bajo siete llaves. Una vez asumida y, muy importante, nombrada y expresada, el paciente podrá salir de las profundidades de su dolor y poder sin más vivir, por fin. Así es.
** a) Un príncipe asesino y una bruja malvada. El niño y la abuela, eso parece. Pelea a muerte entre esa pareja tan mal avenida.
b) Un boticario y un párroco. El tejo y el niño, podría ser. La medicina y el niño, más bien. Medicina en la que el niño, como luego reconoce, no cree. Y hay que creer, tener fe, es la mitad de la curación o eso dicen los expertos más conspicuos.
c) El hombre invisible. Quiere desaparecer, se quiere suprimir, que no le vean, que desaparezca la realidad, el universo entero. Su dolor lo ha invadido todo y quiere asesinar esa totalidad lacerante y ominosa.
d) No se atreven a decirlo con todas las letras y lo suavizan todo lo que pueden, pero el niño quería que ella en verdad muriese. Estaba harto, no podía más. Sabía, como comenta, que ella le mentía (o se autoengañaba), que no había posibilidades reales de salvación, que ya estaba muerta antes de la formularia formalidad de la muerte oficial. Le había caído encima un peso demasiado grande, no le juzguemos, que no podía ya soportar. Sí, ya sé que se empeñan en aclarar que también la quería, muchísimo, sí, sí, no hacía falta ni decirlo, ya lo sabíamos.
Y estaba también hasta el gorro de la abuela obsesivo compulsiva del orden y el control. Y hasta las cejas del padre ausente y egoísta que ni en Navidades le quería tener en su casa.
Lo dicho, tratan de rebajar el golpe, pero teniendo en cuenta el panorama que se plantea es normal que el chaval quisiera destruir el mundo entero con su madre dentro y, ya de paso, la familia, el colegio y la vida completa.
*** Por ejemplo, la reproducción de King Kong, el clásico indeleble, en la casa del chico. Más: cuando el abusador del colegio le dice que le ha calado, que sabe que desea (busca, provoca, porque se desprecia, se culpa y busca castigo, busca destruccion, también la propia, la suya misma) que le hagan daño para así sentir que todavía le ven, el dolor físico como prueba de la existencia, como decía Miranda Richardson en Herida o José Hierro en algún otro sitio, y que se ha cansado de hacer ese papel de villano, de representar esa mala comedia, hasta aquí hemos llegado, yo ya lo dejo. Y, quizás lo mejor, la reconstrucción "pictórica" de los cuentos-sueños, lograda y juguetona.
El chaval, Lewis, lo hace muy bien, los mayores cumplen correctamente.
La película está muy cuidada, es impecable desde ese punto de vista formal artesanal, precisa, perfecta en sus intenciones, más allá de que se puedan discutir estas. Todo es coherente, hasta el aspecto de la animación está relacionado con la afición de la madre al dibujo.
** a) Un príncipe asesino y una bruja malvada. El niño y la abuela, eso parece. Pelea a muerte entre esa pareja tan mal avenida.
b) Un boticario y un párroco. El tejo y el niño, podría ser. La medicina y el niño, más bien. Medicina en la que el niño, como luego reconoce, no cree. Y hay que creer, tener fe, es la mitad de la curación o eso dicen los expertos más conspicuos.
c) El hombre invisible. Quiere desaparecer, se quiere suprimir, que no le vean, que desaparezca la realidad, el universo entero. Su dolor lo ha invadido todo y quiere asesinar esa totalidad lacerante y ominosa.
d) No se atreven a decirlo con todas las letras y lo suavizan todo lo que pueden, pero el niño quería que ella en verdad muriese. Estaba harto, no podía más. Sabía, como comenta, que ella le mentía (o se autoengañaba), que no había posibilidades reales de salvación, que ya estaba muerta antes de la formularia formalidad de la muerte oficial. Le había caído encima un peso demasiado grande, no le juzguemos, que no podía ya soportar. Sí, ya sé que se empeñan en aclarar que también la quería, muchísimo, sí, sí, no hacía falta ni decirlo, ya lo sabíamos.
Y estaba también hasta el gorro de la abuela obsesivo compulsiva del orden y el control. Y hasta las cejas del padre ausente y egoísta que ni en Navidades le quería tener en su casa.
Lo dicho, tratan de rebajar el golpe, pero teniendo en cuenta el panorama que se plantea es normal que el chaval quisiera destruir el mundo entero con su madre dentro y, ya de paso, la familia, el colegio y la vida completa.
*** Por ejemplo, la reproducción de King Kong, el clásico indeleble, en la casa del chico. Más: cuando el abusador del colegio le dice que le ha calado, que sabe que desea (busca, provoca, porque se desprecia, se culpa y busca castigo, busca destruccion, también la propia, la suya misma) que le hagan daño para así sentir que todavía le ven, el dolor físico como prueba de la existencia, como decía Miranda Richardson en Herida o José Hierro en algún otro sitio, y que se ha cansado de hacer ese papel de villano, de representar esa mala comedia, hasta aquí hemos llegado, yo ya lo dejo. Y, quizás lo mejor, la reconstrucción "pictórica" de los cuentos-sueños, lograda y juguetona.
El chaval, Lewis, lo hace muy bien, los mayores cumplen correctamente.
La película está muy cuidada, es impecable desde ese punto de vista formal artesanal, precisa, perfecta en sus intenciones, más allá de que se puedan discutir estas. Todo es coherente, hasta el aspecto de la animación está relacionado con la afición de la madre al dibujo.
12 de octubre de 2016
12 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan Antonio Bayona dirige muy bien, y aquí lo vuelve a demostrar. Le noto ciertas influencias de Steven Spielberg (es clarísimo el guiño en la frase “estaré aquí mismo”). Bayona sabe lo que hace y con su buen hacer y solo 3 películas ya tiene su hueco en la historia del cine español y también en Hollywood. Además, al igual que Alejandro Amenábar y grandes cineastas americanos como el mismísimo Kubrick, cada película que hace no tiene nada que ver con las demás.
Los actores están tremendos, especialmente el chico y Sigourney Weaver. Vuelve a aparecer Geraldine Chaplin, que no acabo de entender cómo esta mujer tiene tanta relación con el cine español de calidad de los últimos años, pero me parece muy bien que podamos ver (aunque sea poco) a la actriz de la mítica “Doctor Zhivago”.
A Liam Neeson lo podemos ver en un peculiar “cameo”. Echo de menos su voz de doblaje habitual, aunque en esta película eso no importa demasiado ya que no vemos realmente al actor.
En cuanto a Felicity Jones, solo por el hecho de estar en esta película y en otros dos grandes proyectos de este año (“Inferno” y “Rogue one”), seguro que la vemos despegar como un cohete y hacer películas como churros. Pero no se limita a estar, sino que hace un gran trabajo como madre del protagonista.
Del argumento es mejor no desvelar nada, pero sí que se guarda más de un as en la manga y trata (aunque en mi caso apenas lo ha conseguido) de sorprender con varios giros (ver sección “spoiler”).
La fotografía es grandiosa. Me han llamado mucho la atención los primerísimos planos del lápiz dibujando. No se aprecia lo que dibuja, pero consigue transmitir la importancia que tiene el dibujo para el chico como válvula de escape mental, representado en el lápiz ocupando toda la pantalla, como si no hubiera mundo más allá de la punta de grafito, mostrando así el aislamiento psicológico del protagonista. Me encantan estas metáforas visuales, propias de solo unos pocos directores muy grandes.
La música de Fernando Velásquez es sutil. Encaja bien con el film, aunque no sea de las que uno salga tarareándola del cine.
Las historias que cuenta el monstruo no son gran cosa a pesar de sus moralejas, pero están representadas con una animación y diseño que semeja las acuarelas, y aunque no quede especialmente bonito para la vista, al menos es original.
Sin desvelar nada, el tramo final es una auténtica montaña rusa de emociones, no porque sea una película espectacular en lo visual y sonoro, sino porque realmente transmite sentimientos, y de una manera bastante intensa, sinceramente.
El drama es absorbente incluso cuando se hace el silencio, y llega a convertirse en una película muy distinta de lo que parecía cuando comienza, y afortunadamente a mejor.
La película es bastante buena y triunfará, pero debo decir que las otras dos películas de Bayona me gustaron bastante más que esta.
Por último, tengo que quejarme de la cansina, machacona, repetitiva y exageradísima campaña publicitaria que hace Mediaset con sus producciones. Meten la película hasta en la sopa, y lo entiendo, pero exageran demasiado sus virtudes y en ocasiones me da la sensación de que tratan de venderla como lo que no es. Por lo menos, la distancia entre el bombo que le da Mediaset y la verdadera calidad de la película no ha resultado esta vez tan extrema como pasó con el decepcionante fiasco de “Regresión”.
En realidad he evitado en la medida de lo posible el bombardeo mediático, pero sospecho (y lo he comprobado “in situ” el mismo cine), que muchos padres han llevado a sus hijos a ver una cosa que dista muchísimo de ser una película infantil, ni siquiera fantástica o familiar. No me parece justo que una película (o ningún producto) se venda como algo que no es. Y “Un monstruo viene a verme” es un drama profundo no apto para espectadores de lágrima fácil.
Los actores están tremendos, especialmente el chico y Sigourney Weaver. Vuelve a aparecer Geraldine Chaplin, que no acabo de entender cómo esta mujer tiene tanta relación con el cine español de calidad de los últimos años, pero me parece muy bien que podamos ver (aunque sea poco) a la actriz de la mítica “Doctor Zhivago”.
A Liam Neeson lo podemos ver en un peculiar “cameo”. Echo de menos su voz de doblaje habitual, aunque en esta película eso no importa demasiado ya que no vemos realmente al actor.
En cuanto a Felicity Jones, solo por el hecho de estar en esta película y en otros dos grandes proyectos de este año (“Inferno” y “Rogue one”), seguro que la vemos despegar como un cohete y hacer películas como churros. Pero no se limita a estar, sino que hace un gran trabajo como madre del protagonista.
Del argumento es mejor no desvelar nada, pero sí que se guarda más de un as en la manga y trata (aunque en mi caso apenas lo ha conseguido) de sorprender con varios giros (ver sección “spoiler”).
La fotografía es grandiosa. Me han llamado mucho la atención los primerísimos planos del lápiz dibujando. No se aprecia lo que dibuja, pero consigue transmitir la importancia que tiene el dibujo para el chico como válvula de escape mental, representado en el lápiz ocupando toda la pantalla, como si no hubiera mundo más allá de la punta de grafito, mostrando así el aislamiento psicológico del protagonista. Me encantan estas metáforas visuales, propias de solo unos pocos directores muy grandes.
La música de Fernando Velásquez es sutil. Encaja bien con el film, aunque no sea de las que uno salga tarareándola del cine.
Las historias que cuenta el monstruo no son gran cosa a pesar de sus moralejas, pero están representadas con una animación y diseño que semeja las acuarelas, y aunque no quede especialmente bonito para la vista, al menos es original.
Sin desvelar nada, el tramo final es una auténtica montaña rusa de emociones, no porque sea una película espectacular en lo visual y sonoro, sino porque realmente transmite sentimientos, y de una manera bastante intensa, sinceramente.
El drama es absorbente incluso cuando se hace el silencio, y llega a convertirse en una película muy distinta de lo que parecía cuando comienza, y afortunadamente a mejor.
La película es bastante buena y triunfará, pero debo decir que las otras dos películas de Bayona me gustaron bastante más que esta.
Por último, tengo que quejarme de la cansina, machacona, repetitiva y exageradísima campaña publicitaria que hace Mediaset con sus producciones. Meten la película hasta en la sopa, y lo entiendo, pero exageran demasiado sus virtudes y en ocasiones me da la sensación de que tratan de venderla como lo que no es. Por lo menos, la distancia entre el bombo que le da Mediaset y la verdadera calidad de la película no ha resultado esta vez tan extrema como pasó con el decepcionante fiasco de “Regresión”.
En realidad he evitado en la medida de lo posible el bombardeo mediático, pero sospecho (y lo he comprobado “in situ” el mismo cine), que muchos padres han llevado a sus hijos a ver una cosa que dista muchísimo de ser una película infantil, ni siquiera fantástica o familiar. No me parece justo que una película (o ningún producto) se venda como algo que no es. Y “Un monstruo viene a verme” es un drama profundo no apto para espectadores de lágrima fácil.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bien, no quiero ir de listillo ni mucho menos, pero Bayona no me ha pillado. Vale, ya sé que la película no pretende ser un “sexto sentido”, pero sí que juega un poquito con lo que pasa y con lo que parece que pasa, que no es lo mismo. Sin embargo, nada más que los niños nombraran a la madre “calva”, se me ocurrió que tenía cáncer (y más claro me quedó luego, al verla con el pelo tan corto) y que el monstruo iba a ser una pura invención del niño para sobrevivir psicológicamente a la inminente muerte de la madre.
De todas formas, saber lo que está pasando en realidad, no desmerece en nada al film, gracias a su emotivo final, que, sin caer en el sentimentalismo barato, logra que en las salas de cine la gente esté llorando a moco tendido. Algo bueno tiene que tener si consigue tocar la fibra sensible de muchas personas. La despedida de la madre es absolutamente tristísima, pero da sentido a todo lo que ha pasado, pues el proceso iniciático que vive el niño con su monstruo (que no es más que una parte de su propia conciencia), le sirve para prepararse para ese trágico e inevitable final.
Eso sí, aunque sea buena y parezca que cuenta algo muy innovador, no es así. En no pocos momentos me ha recordado muchísimo a “El laberinto del fauno” (otra superproducción patria), en el sentido de ser una falsa historia fantástica elaborada por la mente de un niño para escapar de una vida un tanto terrible. Pero, por supuesto, la de Bayona termina siendo bastante mejor que la de Guillermo del Toro.
De todas formas, saber lo que está pasando en realidad, no desmerece en nada al film, gracias a su emotivo final, que, sin caer en el sentimentalismo barato, logra que en las salas de cine la gente esté llorando a moco tendido. Algo bueno tiene que tener si consigue tocar la fibra sensible de muchas personas. La despedida de la madre es absolutamente tristísima, pero da sentido a todo lo que ha pasado, pues el proceso iniciático que vive el niño con su monstruo (que no es más que una parte de su propia conciencia), le sirve para prepararse para ese trágico e inevitable final.
Eso sí, aunque sea buena y parezca que cuenta algo muy innovador, no es así. En no pocos momentos me ha recordado muchísimo a “El laberinto del fauno” (otra superproducción patria), en el sentido de ser una falsa historia fantástica elaborada por la mente de un niño para escapar de una vida un tanto terrible. Pero, por supuesto, la de Bayona termina siendo bastante mejor que la de Guillermo del Toro.
16 de octubre de 2016
16 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un monstruo viene a verme es un cuento dentro de otro cuento, pura metaficción, cuya moraleja es superar ese miedo perenne a perder algo. En este relato, Bayona redistribuye los roles arquetípicos de todo cuento de hadas: el niño protagonista es el príncipe, su madre es la princesa, su abuela es la reina y su abuelo, el difunto rey. Además, el vetusto boticario es un oncólogo y el temido y feroz dragón es un mal moderno: el cáncer.
La película es una obra continuista dentro de la filmografía de un director que se ha dedicado a explorar las dinámicas paternofiliales en todos sus filmes (El Orfanato, Lo Imposible). Y su formato se dirige a esa complicada edad que es el paso de la niñez a la adolescencia, con un mensaje infantil pero una estética adulta. Además, el filme está confeccionado con retales de clichés. Pero desde el primer momento reconoce su previsible parábola: "La historia empieza como todas, con un niño y una pesadilla".
Su premisa recuerda a Mi vecino Totoro: un niño que se refugia en su inabarcable imaginación para afrontar una situación límite de su vida. De hecho, ambas llegan a compartir incluso planos. Aunque la de Bayona es una obra desprovista de la inocencia del Studio Ghibli y puramente autoconsciente: desde el inicio del filme el joven protagonista sabe en todo momento que ese monstruo es un sueño y no existe.
Fiel a la estética gótica que Bayona llevó al extremo en la serie Penny Dreadful, el largometraje raya en la delgada línea que separa el drama del melodrama. Y llega a tener tres finales. Pero el realizador español sigue adelante en cada uno de ellos revolcándose en el kleenex en un claro exceso de expresividad. Muchas veces el grito más alto es del silencio.
La película es una obra continuista dentro de la filmografía de un director que se ha dedicado a explorar las dinámicas paternofiliales en todos sus filmes (El Orfanato, Lo Imposible). Y su formato se dirige a esa complicada edad que es el paso de la niñez a la adolescencia, con un mensaje infantil pero una estética adulta. Además, el filme está confeccionado con retales de clichés. Pero desde el primer momento reconoce su previsible parábola: "La historia empieza como todas, con un niño y una pesadilla".
Su premisa recuerda a Mi vecino Totoro: un niño que se refugia en su inabarcable imaginación para afrontar una situación límite de su vida. De hecho, ambas llegan a compartir incluso planos. Aunque la de Bayona es una obra desprovista de la inocencia del Studio Ghibli y puramente autoconsciente: desde el inicio del filme el joven protagonista sabe en todo momento que ese monstruo es un sueño y no existe.
Fiel a la estética gótica que Bayona llevó al extremo en la serie Penny Dreadful, el largometraje raya en la delgada línea que separa el drama del melodrama. Y llega a tener tres finales. Pero el realizador español sigue adelante en cada uno de ellos revolcándose en el kleenex en un claro exceso de expresividad. Muchas veces el grito más alto es del silencio.
8 de octubre de 2016
8 de octubre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bayona consigue que un guión lleno de clichés y personajes planos acaben entusiamando a todo un cine. Lo digo en serio, nunca he visto tanta gente emocionada al mismo tiempo.
Te gustará si te gusta el género y Bayona.
Te gustará si te gusta el género y Bayona.
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