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Desayuno con diamantes

Romance. Drama. Comedia Holly Golightly es una bella joven neoyorquina que, aparentemente, lleva una vida fácil y alegre. Tiene un comportamiento bastante extravagante, por ejemplo, desayunar contemplando el escaparate de la lujosa joyería Tiffanys. Un día se muda a su mismo edificio Paul Varjak, un escritor que, mientras espera un éxito que nunca llega, vive a costa de una mujer madura. (FILMAFFINITY)
Críticas 194
Críticas ordenadas por utilidad
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10
29 de enero de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destaca el tratamiento que en la versión cinematográfica se da a la novela de Capote. Así lo que se presenta en la novela como un drama con tintes realistas, la película lo convierte en una comedia de alta sociedad con alguna pincelada de dramática. El propio escritor reconoció que el personaje de Holly Golihtly, estaba basado en aquellas jóvenes que se trasladaban del campo a Nueva York, en busca de una oportunidad, y que al cabo de un año desaparceían fugazmente como una mariposa. Sin duda partiendo de su propia experiencia personal, su madre fue uno de esos casos. El personaje, en su traslación al cine, estaba pensado por el escritor, ya desde un primer momento, para Marilyn Monroe, pero la acriz rechazó el papel, por creer conveniente dar un giro en su carrera, buscando papeles más “serios” y menos frívolos.
Esa aparente frivolidad de la vida de la protagonista, se contrapone con la tragedia interior de una chica que se traslada de la América profunda a Nueva York, a la busca de una vida mejor, escapando a una existencia gris y familiar de la que reniega, dibujada con la metáfora del pájaro que no puede permanecer en la jaula.
Llegada a la ciudad se ve obligada a prostituirse, aunque el planteamiento se nos presenta en base a sugerencias, no de manera directa, como también acontece con el personaje de George Peppard, frustrado escritor que se mantiene ejerciendo de gigoló.
El propio guionista se llegó a quejar amargamente de la cursilería de la actriz, negándose a pronunciar algunas de las expresiones que figuraban en el guión.
Muchas de sus sus imágenes, entre otras, la del arranque de la película: Holly desayunando un croissant ante los escaparates de Tiffany’s, la escena final bajo la lluvia, la protagonista cantando en la ventana... así como su banda sonora, con el clássico Moon River de bandera, forman ya parte de la historia del cine.
¿Se puede hacer mejor publicidad de un establecimiento?
6
9 de junio de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante película perteneciente a un género que tantos bodrios insustanciales nos ha dado: la comedia romántica. Afortunadamente, nada que ver con sus burdas imitaciones. La película, aparte de mostrar la historia de amor (aunque no es capaz de involucrar al espectador en la misma) destapa varias realidades sociales de la época:

- Por un lado representa el éxodo rural se produjo en Estados Unidos a mediados del siglo XX, en el que miles de jóvenes viajaban a las grandes ciudades en busca de oportunidades que luego no resultaban ser tal y como habían previsto. Mientras que Holly opta por la ciudad de Nueva York, el éxodo hacia Hollywood alentó a otras muchas otras jóvenes soñadoras años atrás, como nos narra (secundariamente) Billy Wilder en El crepúsculo de los dioses, entre otras películas.

- Otro aspecto que se trata en la película es la búsqueda de la libertad que experimenta la protagonista. Holly huye de su marido para "no sentirse en una jaula", pero para poder subsistir en la ciudad tiene que prescindir de su libertad, incluso venderla. La conclusión de la película, con la que no estoy de acuerdo ni en desacuerdo, es que las jaulas son necesarias y que debemos preocuparnos de con quien las compartimos.

Es una buena película con bastante trasfondo social, con una gran actuación de Audrey Hepburn, pero que le falta algo para convertirse en una gran película (bajo mi punto de vista). Quizás la causa sea la interpretación tan poco sentida de John McGiver con su aparente 'saber estar' en todo momento, quizás que la narración de la historia de amor no consigue ahondar en los sentimientos del espectador, quizás que no hace suficiente uso de primeros planos (con los que conseguiría una visión más íntima de los protagonistas) y eso que dispone de grandes actores. O quizás sea un poco de todo.
10
4 de julio de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película mítica por méritos propios. No solo es una comedia ácida y a la vez deliciosa, además cuenta con todos los elementos que la hacen ser inolvidable.

Porque no solo es el vehículo perfecto para el lucimiento pleno de una de las estrellas más rutilantes del Hollywood clásico, a pesar de que Truman Capote se llevara un buen berrinche porque su Holly no fuera interpretada por Marylin Monroe, sino que va un paso más allá de la novela en que está basada, y, a pesar de que suaviza bastante el personaje principal, se dice que para conciliarlo con que lo fuera a interpretar Audrey Hepburn, añade un romance más profundo y retrata con acidez y como sin importancia, todo el mundo superficial y frívolo de la alta sociedad de Manhattan.

Quizá por esto, y porque en la película, el personaje de Holly está mucho más desarrollado que en la novela, esta es una de esas raras ocasiones en que una película supera con creces la novela en la que está basada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A la vez, ese retrato agudo y brillante de la película, se hace derrochando elegancia y sentido del humor (como resume la escena en la que Holly posa para la prensa cuando es detenida).

Este es sin duda, uno de los mayores aciertos de la película. Esa extraordinaria y difícil combinación de sentido del humor, dulzura y acidez que son el vehículo inmejorable para expresar el camino que recorren dos personajes perdidos en una vorágine absurda en busca de la salvación de su vida a través del abultamiento de sus cuentas corrientes digamos que, "utilizando sus encantos", como por ejemplo la culminación de la fiesta en el piso de Holly, cuando la policía aparece y ella, llevando del brazo a su objetivo matrimonial les indica alegremente el piso en el que se da la fiesta, que es el suyo propio.

Holly es una alocada chica procedente del medio rural que se ha refugiado en el Upper East Side de Nueva York en busca de una "alma gemela" que le de la tranquilidad en la vida de poder ir siempre que quiera al lugar donde nada malo puede ocurrir, Tiffany's, a través de un dilatado patrimonio. Un día conoce a su nuevo vecino, Paul, un escritor sin éxito mantenido por una amante casada. Sus afinidades no solo acaban uniéndoles y separándoles, sino ayudándoles a entender sus verdaderos miedos y sentimientos.

Toda la película muestra perfectamente esa evolución de Holly y ese retrato de la sociedad en la que se halla inmersa, desde el comienzo, con la escena del desayuno en Tiffany's vestida de Givenchi, al inolvidable final, incluyendo la conversación del taxi. Está salpicada de detalles que nos llenan de información y escenas hilarantes, como la de la fiesta, absolutamente perfecta.

En la escena en que se conocen, Audrey Hepburn le pregunta a George Peppard cómo está cuando acaba de arreglarse y él le contesta con cara de cordero degollado algo así como: "maravillosa". Y esto resume la interpretación de Audrey Hepburn. No puedes dejar de mirarla en toda la película porque está encantadora en cada plano en que aparece. Inolvidable la escena en que canta Moonriver.

Lo mejor: La escena de Tiffany's y la escena del callejón.
Lo peor: Que quisieran hacernos creer que Mickey Rooney era japonés.
21 de octubre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ojos y la sonrisa de Audrey Hepburn son hieráticos e inmutables en la historia del cine americano y en Desayuno con Diamantes lucen en su mayor esplendor. Una comedia deliciosa e irresistible, uno de los símbolos del glamour de Hollywood, esa gran industria, donde antes nos hacían soñar y sobre todo disfrutar del buen cine. Su grandísima banda sonora de la que hace gala la película, es otra de sus inolvidables señas de identidad, la personalidad de sus personajes y sus grandes actuaciones son geniales, George Peppard y Audrey están enormes. Una película para el recuerdo, sin duda.
7
27 de enero de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas son tan famosas como Desayuno con diamantes. Esa escena inicial, con Audrey Hepburn bajando del taxi y dirigiéndose a Tiffany's, es parte de la historia del séptimo arte. Hasta quienes no hayan visto la película reconocerán la imagen de Audrey frente al escaparate con las enormes gafas de sol negras.

Blake Edwards adapta, con notables licencias, la novela de Truman Capote. Pese a que la película es un "top" de los clásicos, no puede decirse que sea una de las mejores a nivel cinematográfica. Los errores de Edwards son constantes, con planos en los que no se recoge demasiado bien la acción y con una selección de tomas más que discutible (o eso, o las que quedaron fuera eran todavía peores, cosa que dudo). El apartado visual sí es bastante bueno, con un uso más que notable del technicolor que consigue captar los detalles de cada edificio, cada calle y cada gota de agua, además de lograr hacer eternos los ojos de la maravillosa Audrey Hepburn. El guion es, en cierto modo, un tanto repetitivo. Nos encontramos con las mismas situaciones una y otra vez, algo muy habitual en el cine clásico pero que normalmente se soluciona con ingenio y abordando diferentes salidas para que no dé la sensación de encontrarnos en un bucle. Lo mejor de la película es, sin duda, la canción Moon River, que fue compuesta especialmente para que Audrey la interpretara y que estuvo cerca de quedarse fuera del montaje final.

Audrey Hepburn es uno de los rostros más reconocibles del cine clásico y eso se debe, en gran medida, a su brillante interpretación. El director pidió a los actores que exageraran sus papeles hasta llevarlos al límite y en eso cumplen ambos protagonistas. El tema está en que Truman Capote, escritor de la novela en que se basa la película, quería a Marilyn Monroe para el papel de Holly (también pidió que el director fuese John Frankenheimer), pero al final fue la actriz belga la que se hizo con él. George Peppard, fabuloso. En una época en la que predominaban los hombres "clásicos", Peppard era un adelantado a su tiempo, con un aspecto más "cuidado" que no por ello perdía masculinidad. El papel le llegó a Peppard porque Steve McQueen (de características físicas similares) estaba ocupado en otros proyectos. Del resto del reparto, destacar al siempre espléndido Martin Balsam y a Mickey Rooney, que interpreta a un personaje tremendamente gracioso y que no estaba en la novela de Capote.

Resumiendo, que es gerundio: Desayuno con diamantes no es una de las mejores películas de la historia del cine, pero el sonido de Moon River, la presencia de George Peppard, la simpatía de Mickey Rooney y, sobretodo, el encanto de Audrey Hepburn, la han convertido en una obra inmortal. Y en una gran comedia, dicho sea.
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