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El secreto de sus ojos

Thriller. Intriga. Drama Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
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6
5 de octubre de 2009
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Echen la vista atrás veinticinco años y díganme si se dejaron algo en el tintero, quizás un trabajo, un país, ¿un delito?, una relación cuyo recuerdo ahora les está volviendo locos, les está provocando insomnio y que consideren savia vital para su mañana, para su actual existencia. ¿Pinta trascendente, no? Quizás no esté yo para trascendencias, especialmente si no se trata ya de un único asunto inconcluso, sino de muchos. Hasta donde sé, a eso siempre se le ha llamado nostalgia, sin tantos fuegos artificiales ni grandes discursos.

Lo confieso, asistí a “El secreto de sus ojos” con ciertas expectativas, sobre todo por este espacio filmaffinity. Me equivoqué. No obstante, no soy una buena referencia. Últimamente soy difícil de complacer.

El guión es correctísimo, las interpretaciones juegan en la liga de campeones (especialmente Guillermo Francella) aunque Darín ya no me aportó nada nuevo y Soledad Villamil me resultó poco convincente, quizás por el maquillaje. Además, hay material de sobras para colocar en esos “collages” tan divertidos que hacen memorable el cine. Pero…

Seré malvado. Especularé. Campanella se me antoja acomodado en sus series americanas, adquiriendo una técnica tan buena y precisa que diría que se ha dejado algo de su alma en éste su nuevo trabajo. Dispone una serie de golpes de efecto estratégicamente dispuestos sobre el eje temporal de la película, como sacados de una planificación empresarial. Una imagen del asesinato inicial bien impactante (¿tipo CSI y equivalentes?), una persecución del presunto asesino tras un majestuoso plano aéreo de un abarrotado estadio de fútbol, una emotiva despedida de los protagonistas en el andén, la presión sobre el sospechoso para que confiese, la presencia de unos sicarios en la casa del protagonista enfrentados a su leal amigo…

Lo curioso es que tan buenos elementos se me antojaron vacíos, exhibicionistas del poderío de la técnica cinematográfica del autor, alguno definitivamente exagerado (¿encontrar a un tipo en un campo de fútbol lleno hasta la bandera?), casi diría que también aislados, poco coherentes con la esencia de la película, que incluso defenestraría por considerarlos lugares comunes. La película remarca su título insistiendo en el mensaje de las miradas, básicamente en la manera en que se ponen tras la pista del asesino pero, sobre todo, para señalar la velada historia de amor entre los protagonistas. Es aquí donde, en mi opinión, el autor y sus actores naufragan y, paradójicamente, por simple comparación con las secuencias impagables que supo exprimirles a Héctor Alterio y Norma Aleandro, en “El hijo de la novia”, unos gestos, recreaciones y silencios de ancianos que desbordaban en un amor juvenil y fogoso, definitivamente imperecedero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Campanella se recrea en mostrarnos el cadáver de la mujer violada y asesinada, el miembro del sospechoso en la grotesca e inverosímil escena del interrogatorio, que no juzgaré como innecesarias, pero claramente efectistas cuando, en contraste, en ningún momento sentí que me llegara realmente ese amor incombustible al paso de los casi treinta años que intenta recrear la película, si no fuera porque, ay, ¿no es eso pecado de principiante?, nos lo tienen que decir, que no mostrar, mediante la voz en off del protagonista, que también ejerce de escritor.

Darín entra en escena coqueto, con piropos y miradas a cualquier falda que se le cruce, sin poder contener su lengua de seductor pero, ¡ay, otra vez!, ¿dónde están esos ojos, ese loco arrebato cuando se encuentra con su supuesto amor? ¿dónde está esa pasión incontrolable, mirada escrutadora que incluso cuando se espera más evidente se desvanece en los obligados quiebros del guión? Tsk, tsk, quizás demasiada elipsis.

Con todo, disfruté con algunos diálogos (de nuevo Francella y su interesante disertación sobre lo inmutable en las personas), algunos detalles gozosos (la rutina del azucarillo y medio), marca de la casa, y con el final que, aunque también puede pecar de confuso, contiene una sorpresa posiblemente deudora de series americanas y que terminan salvando la película, pero que, reconozcámoslo, hasta la fecha no había requerido el autor…
9
5 de octubre de 2009
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces se tiene una sensación de plenitud cuando se sale de una sala de cine. Cuando eso ocurre es sencillamente magnífico. En “El secreto de sus ojos” se obtiene esa sensación. En la que yo estuve, al final el público parecía pegado a las butacas. Nadie se quería ir mientras pasaban lentamente lo créditos. Cada cual reflexionaba sobre lo que había visto. Alguno establecería paralelismos con algún aspecto de su vida. Cine, pues, que habla de lo que nos pasa, como quería Lorca que hiciera su mejor teatro.

El guión es sutil hasta lo indecible y sirve para hacer fácilmente comprensible una historia, sin embargo, compleja, en donde el pasado y el presente se entrecruzan, y los personajes rinden cuentas ante ellos mismos y los demás. La dirección de Juan José Campanella es briosa e inteligente, como no podía ser de otra forma. Los actores están sublimes, sencillamente sublimes. Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella… Ni una fisura pues, todo encaja a la perfección.

Poco más habría que decir. Solo ir a verla. Qué pena haberla visto ya…

Pasan los minutos y uno se deleita con los sorbos de la obra maestra, a caballo entre cine de poso romántico y trhiller de investigación policial. Aparece en todo momento una Argentina cotidiana y entrañable en sus excesos, siniestra en su lado oscuro, ese en el que se crían los dictadores, los represores y sus secuaces de medio pelo. Pero también está la otra: la justiciera, la poética, la de las personas que leyeron a Borges a tiempo y se empaparon de su profunda y cercana complejidad. Ahí están sus cafés, sus canchas de fútbol, sus calles enamoradas de un eterno Gardel que no aparece, pero que siempre está poniendo la banda sonora de sus vidas.

No se habla de política, pero la política está. Con sus enredos siniestros, con sus tramas corruptas. Al estar todo eso, es normal que se produzcan desgarradas historias como en donde todo el mundo acomoda sus recuerdos a través de la venganza o del perdón, pero nunca del olvido.

En este cine no hay trucos, ni efectos especiales, ni persecuciones por las calles, ni más sangre que la que circula por las venas de unos personajes que desean ser felices.

Aquí hay historias, personajes y recuerdos. Un cine de seres humanos hecho para seres humanos.
10
29 de diciembre de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos vertientes de Campanella que me encanta ver en sus películas: el filósofo y el poeta. Uno me hace reír y pensar y el otro sentir y emocionarme. No sé cuál de los dos me gusta más, ni me importa, porque siempre las combina magistralmente. Me encantan sus disertaciones filosóficas sobre la vida, en las que, a toda velocidad, te arrastra a una conversación llena de humor, ingenio, inteligencia y ternura. La ternura y el humor le quitan las gotas de pedantería que pudieran salir de un producto tan elaborado, profundo y sabio que no parecen conversaciones de barra de bar o charla de amigos, citas de amor o lamentos de desamores. Da igual: el poso siempre es agridulce, melancólico, irónico, alegre, inteligente, ácido y sentimental. Así que siempre veré sus películas por esas maravillosas charlas en las que descubrí que el "argentino" es uno de los "idiomas" más sabios, ricos y expresivos del mundo...

Pero, además de eso, también están sus historias. Y ahí es donde le sale la poesía, el genio y la magia a borbotones. No importa cuánto ni lo bien que haya disertado sobre el amor, la amistad, la vida o la muerte... de repente todo da un giro loco y sorprendente y te deja en suspenso, con la boca abierta, a media lágrima y aturdido por el golpe al corazón. Directamente. Y todo lo que se había hablado, y reído, y pensado se desmorona para dejarte solo con la sorpresa de lo sorprendente. Eso es la poesía: lo mágico insertado en la vida cotidiana. Los actos movidos por la pasión como único fin, como la amistad de Sandoval o el amor del marido de la mujer muerta. La pasión por el amor, la amistad, la justicia, o lo que sea, incluso el fútbol... que llega hasta al último límite de la vida y más allá... Yo creo que ese es el sentido de la película. La opción entre vivir una vida vacía, rutinaria y segura, encerrado entre sus cuatro paredes, como en una oficina siniestra y oscura. O salir a pelear por lo que quieres, amas o deseas por encima de todas las cosas, aunque sea una idea, un recuerdo o algo tan nebuloso que ya no recuerdas muy bien qué es. De todos ellos, Expósito no se atreve a apasionarse, Sándoval no ha encontrado su pasión y el marido se ha perdido tanto en ella que lo ha devorado. O sea: un pánfilo, un borracho y un loco. Y Campanella nos ha puesto en la piel de Expósito para que veamos la vida desde los ojos de la pasión por el amor y la justicia. Da vértigo y miedo. Aunque sea "poética", pero se sale de los límites de la oficina estrecha, oscura, y muy injusta, en que hemos convertido nuestra vida y la sociedad. Así que para escaparse de ella hace falta ser muy valiente, estar muy loco o ser un poeta disfrazado de borracho. Un "pelotudo", vamos, como diría mi director preferido en perfecto argentino...
5
14 de abril de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi lo que más me inquieta de esta película es que estaba dispuesta a jurar que en el argumento había un personaje de una chica ciega... ¿De dónde leches he sacado yo esa idea? Es que estaba convencidísima, así que venga a esperar a la muchacha, venga a esperarla, hasta que, claro, caí en la evidencia de que de ciegas, nada.

También he de añadir como crítica extra cinematográfica que me parece el colmo de los colmos que sea una cinta calificada para «mayores de siete años». Vamos, que los niños pueden ver asesinatos explícitos, cadáveres, violaciones más que sugeridas, órganos sexuales y escuchar palabrotas de toda clase, que dichas en la modalidad argentina quedan más finas. Pero, ¿cómo es posible esto? Pues una muestra más de cómo está el mundo y de cómo se trata a la infancia.

Ahora viene lo difícil: hablar de «El secreto de sus ojos». ¿Me ha gustado? No, no me ha gustado. ¿Me ha espantado? No, tampoco. Entonces, ¿qué? Pues dejémosla en un aprobado tirando a bajo, que me encuentro generosa. Mala, no se puede decir que sea mala, ya que está filmada con elegancia y naturalidad, pero mientras la veía pensaban en dónde está el límite entre lo ridículo y la licencia de guión. Que busques y encuentres a una persona (que encima está, oh, casualidades, al lado) en un estadio de fútbol abarrotado por miles de personas, ¿no es un disparate? Que aparques un coche en una calle de un pueblo y los vecinos llamen a la policía porque sospechan de ti, sigo sin comprenderlo. Que ese interrogatorio al que someten al sospechoso Gómez se tome como serio y además válido, me da miedo. Que unos sicarios (¿de dónde salen?, ¿por qué?) vayan a matar a alguien sin tener ni puñetera idea de qué aspecto tiene la víctima, me dirás tú a mi si cuenta con alguna credibilidad. Y como estas cosas, varias, así que cuando lo inverosímil abunda, no creo que el guión sea tan espléndido.

La historia de amor no deja de ser bonita en tanto es un amor duradero y en el tiempo, pero los encuentros y desencuentros no hay quien se los crea. Supongo que sí, que es verdad, que hay hombres que tienen miedo de decir «te quiero» a una mujer que no creen suya, pero es que en este caso concreto se ve a leguas que la doctora está enamoradísima y ansiosa de que el otro le diga algo, así que no le encuentro explicación a ese pavo del bueno de Espósito. Miedo, ¿a qué? Se quiere sacar petróleo de donde no hay.

Sobre el desenlace lo máximo que puedo decir es que de ser yo el protagonista, me hundo más en la miseria, me deprimo por completo, sin ninguna esperanza ya en la vida ni en el ser humano. ¿Cómo es posible que alguien se lo tome con optimismo? Inaudito. Interpretaciones buenas en general, aunque me quedo en particular con la de Guillermo Francella (Pablo Sandoval). La bellísima melodía de Federico Jusid ayuda de manera fundamental al posible encanto de la historia.

En fin, normalita, y sin secretos.
9
27 de septiembre de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este Campanella es un genio. Como ha escrito alguien, es una película casi perfecta. Una historia inteligente y bien trabada, con unos personajes perfectos, riquísimos. Tiene humor, intriga, política, amor... Sólo le pondría una pega, y es esa sucesión escalonada de desenlaces que resulta un poco incómoda. Pero bueno, cuando termina es poco lo que se le puede objetar. Es un placer seguir viendo películas como esta.
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