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M, el vampiro de Düsseldorf

Thriller. Intriga Un asesino de niñas tiene atemorizada a toda la ciudad de Berlín. La policía lo busca frenética y desesperadamente, deteniendo a cualquier persona mínimamente sospechosa. Por su parte, los jefes del hampa, furiosos por las redadas que están sufriendo por culpa del asesino, deciden buscarlo ellos mismos. (FILMAFFINITY)
Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
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9
12 de enero de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los tiempos de inocencia se han terminado, las florecientes ciudades industriales son el perfecto cobijo para los depredadores humanos y ahora que uno anda suelto asesinando a niñas confiadas, la paranoia se adueña de todo el mundo. El asesino es inteligente y escurridizo y como suele pasar con los asesinos en serie, va vestido con piel de cordero. La única manera de atraparle es seguir un complejo método de investigación en el que el director no escatima en detalles, sentando las bases del cine policial en el aun imberbe arte del cine como ya lo hizo Conan Doyle en la novela.
Pero no son las fuerzas del orden las determinantes en atrapar a este monstruo de la era moderna sino el pueblo llano, desde el ciudadano de a pie hasta las altas esferas del crimen organizado, cansadas ya de los toques de queda, redadas y mayor vigilancia impuestos para atraparle, da la sensación de que la ciudad se vuelve un solo ente lleno de ojos al azecho, esperando el tropiezo de nuestro protagonista para caer sobre el.
Esta obra indispensable en la historia del cine, tiene también sus altibajos y quizás a mitad de metraje pierde fuerza coincidiendo con la escena donde los gánsteres buscan al asesino en un edificio que previamente han allanado, pero vuelve a remontar el vuelo en su tramo final.
El cazador pasará a ser presa, despojándose poco a poco de su aire inhumano hasta desnudar su alma en un acto de brutal sinceridad en la ya famosa y renombrada escena del monologo final, estamos hablando de 1931, nuestro cerebro, evolucionado a la era de la información y acostumbrado a la saturación de los sentidos, puede encontrar chocante ver una película tan antigua tratar temas tan transgresores y adelantados a su tiempo, pero pocas películas aguantan tan bien el paso del tiempo a pesar de todo.
9
11 de febrero de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
M, El vampiro de Dusseldorf, dirigida por Fritz Lang en el año 1931 narra la historia de un asesino en serie. La película fue la primera obra sonora del director y está basada en una historia real.

El asesino (Peter Lorre, en una grandísima interpretación), seduce a las niñas comprándoles caramelos y después las asesina, aunque los asesinatos siempre aparecen fuera de plano, mientras nosotros vemos el plato vacío de la niña que no llega a comer, o el globo que llevaba en la mano volando sin rumbo. Cuando el asesino va a cometer un crimen escuchamos siempre la misma melodía que nos da la pista para saber qué es lo que pretende Hans Beckert (Peter Lorre) en ese momento.

Es una película en la que el suspense está presente continuamente, no por saber quién es el asesino (a quien le vemos el rostro muy al comienzo de la película), si no por saber cuándo le cogerán y qué harán con él, ya que no sólo la policía le persigue, si no que el hampa de la ciudad también decide organizar una persecución hasta atraparle, porque el gran control policial que hay está entorpeciendo su trabajo.

Se podría decir que esta emocionante película de Fritz Lang, al margen de la historia que narra (la del asesino de niñas), refleja la situación de la Alemania de principios de los años 30, cuando la república de Weimar estaba en sus últimos años y el partido Nazi a punto de llegar al poder. La oscuridad de la película, todas las sombras que refleja, los antros que enseña, las calles oscuras, grises, la inseguridad ciudadana…Todo esto nos está reflejando la situación política que se vivía en la que no había seguridad, la gente no creía en sus líderes políticos, y el paro y la ruina económica había acechado a mucha gente del país. Por otro lado, la comparación que hace Lang entre el hampa y la policía de la ciudad, refleja como la clase baja de aquellos años era tan eficaz o mejor, que la clase alta, o mirado desde al punto contrario que la clase alta del momento, era tan rastrera como los delincuentes de la ciudad.

Una película imprescindible (considerada como una de las obras maestras de Firtz Lang) en la que el director nos deja ver su talento, y su magnífica utilización de la iluminación y el sonido (como sabe utilizar la melodía que silba el asesino, aún siendo su primera película sonora). M, El vampiro de Dusseldorf, una película para ver y entender la sociedad de una época ya pasada.
gaz
10
29 de marzo de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabía muy bien como acercarme a esta película; sabía de su director, Fritz Lang, y del actor que da vida al villano, Peter Lorre, pero por lo demás fue un amigo el que me puso al corriente de esta película. Tras decirme el título añadido en España, "El vampiro de Düsseldorf", sin añadir o sin que yo oyera la "M" que es su título original, honestamente, yo me esperaba una película de vampiros de la que no tenía ni idea. Tras verla, no se como he podido pasar sin haberla visto antes.

Inspirada en el caso real de Peter Kürten, "M" comienza con un asesino de niñas suelto en la ciudad de Düsseldorf, que inspirará el pánico en toda la ciudad. Las fuerzas del orden buscarán con inusitada insistencia a este misterioso asesino, con lo que los criminales de la ciudad, agobiados por la presencia policial, también se lanzarán a su captura.

Es una película que se toma su tiempo justo, quizá algo más del que debiera con alguna escena menos necesaria, pero no importa porque consigue meternos de lleno en la situación de creciente inquietud y crispación que viven tanto el asesino, como la policía, los criminales, y la propia ciudad. El ritmo no cae casi nunca, y somos testigos de la laboriosa y casi imposible tarea de capturar a un criminal que prácticamente no deja pistas.

El final, tampoco, desde mi punto de vista, no entorpece la película, que desde ya la considero una de las grandes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si hay fragmentos y detalles que merecen la pena comentar, paso a enumerar algunos:
-La inicial es increíble; marca el tono de la película de forma muy sencilla y algo macabra. A quien le toque, le tocó.
-La primera aparición del asesino con una sombra sobre el cartel donde se nos ha informado de él, es realmente inquietante, y la inclusión del silbido del asesino, concretamente "I Dovregubbens hall" ("En la gruta del rey de la montaña"), se revela como un leitmotiv muy bien escogido cuando avanza la película.
-El montaje donde se nos muestran a los dos grupos de hombres decidiendo qué van a hacer para atrapar al asesino resulta de lo más original por la tranquilidad y confianza con que está llevado. Ambos grupos de hombres de repente se revelan muy parecidos.
-El personaje del ciego sorprende más tarde de una manera genial. Consigue dar la sensación de que la identificación del asesino ha sido fortuita, mientras que de forma paralela, es también fruto de un trabajo de investigación prolongado por parte de las autoridades.
-La parodia de juicio con que termina la película es un brochazo final impresionante. En vez de acabar en un juicio y encerrado en una prisión o en un manicomio, los criminales, en lo que podría ser un arrebato de orgullo ya que pensaban matar al asesino desde el principio, consienten en dejar que se defienda. La situación en sí es magnífica porque no se ve venir, y la defensa del asesino vuelve a darle la vuelta a la situación y nos deja a nosotros en la posición de jurado, en presencia de la duda. Posteriormente a este desenlace, me parece correcto que el juicio posterior no se muestre, ya que sabemos donde acabará el asesino con seguridad, y lo importante termina cuando la policía por fin atrapa al asesino.
8
20 de julio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que otros grandes genios de la época gloriosa del cine, como Hitchcock o Wilder, Fitz Lang no era norteamericano, sino europeo emigrado/exiliado, aunque contribuyó a hacer del cine lo que es hoy gracias al trabajo que desarrolló en América. Pero a diferencia de los otros, que aunque empezaron su carrera en Europa sus obras maestras las rodaron en América (y salvo alguna excepción se puede decir que su peor obra americana es mejor que su mejor obra europea), Fritz Lang tiene una carrera en Europa con películas verdaderamente notables, algunas incluso muy anteriores, provenientes de su etapa muda.

M, el vampiro de Düsseldorf es una de estas películas. Es sorprendente incluso hoy día que esta película se haya rodado en 1931: parece mucho más moderna. Vale, de acuerdo, no podría pasar por una película actual (para empezar por el blanco y negro) pero perfectamente podría pasar por una película rodada 20 años después, a principios de los 50, por lo moderna que resulta. Aún así conserva ciertos elementos expresionistas marca de la casa: ciertos encuadres oscuros y en picado (desde arriba) de las calles nocturnas, el asesino que se nos presenta sólo como una sombra, una silueta, etc.

Como otras películas de Fritz Lang introdujo muchas innovaciones que luego otros fueron desarrollando, imitando o simplemente copiando: Creo que es la primera vez en la historia del cine que aparece un serial killer, encima su cara no se muestra al público desde el principio y para colmo no se ve ningún asesinato en pantalla (mucho hay escrito sobre lo buena que es la primera secuencia).
Probablemente también sea la primera vez que aparecen elementos típicos del cine policiaco como las secuencias de la investigación: el análisis de las huellas dactilares, o la escena en la que con un compás se trazan círculos concéntricos en un mapa para “ampliar el radio de búsqueda”.
El montaje paralelo no era la primera vez que se usaba, pero en esta película la verdad es que está también muy bien utilizado, contando la “carrera” que tienen los policías y los hampones por encontrar a Peter Lorre.
Pero quizás lo mejor sea que hace una utilización del sonido no como una curiosidad de barraca de feria, sino sacándole partido, como una herramienta más: en otras películas sonoras de la época, con el cine sonoro recién inventado, el sonido se nota como algo “añadido”, pero en el fondo es como si estuviéramos viendo una película muda.
Aquí no es así; por ejemplo una escena empieza con el jefe de policía explicándole al ministro los progresos de la investigación por teléfono pero en seguida, mientras la conversación telefónica continúa en off, se nos van mostrando escenas de la investigación, como por ejemplo a los policías preguntando en distintas pastelerías: teniendo en cuenta que el cine era sonoro desde hacía menos de dos años, no está mal.

(siguen en spoiler por falta de espacio)
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Y por supuesto lo más evidente: la utilización de la melodía de Grieg silbada, como marca característica del asesino, que nos vale para reconocerlo y que a la postre también resulta su perdición… obviamente esto no se podría haber hecho en cine mudo y ese caso la marca característica de la película hubiese sido sólo la M marcada con tiza.

No le pongo una nota aún mayor, porque aunque es una película muy buena, no es perfecta, el nivel tan alto de las primeras secuencias no se mantiene y el ritmo decae un poco; además tiene algunas cosas que considero “fallitos” por ejemplo abusa de carteles, notas manuscritas, primeros planos de folios mecanografiados, etc… que no son más que tics que todavía le quedan a Lang de su época muda: al fin y al cabo meter un primer plano (para que el público la pueda leer) de una nota manuscrita o de un informe policial, no dejaba de ser una solución elegante en el cine mudo para ahorrase meter un cartel de intertítulo, pero ¡aquí tienes sonido! ¡podías haberlo resulto de otra manera!
9
12 de julio de 2013 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de una extraordinaria modernidad.

Lo mejor que se puede decir de “M” es que no parece de 1931. Lógicamente, es difícil que esta película pueda “dar miedo” a un espectador de hoy, pero como obra cinematográfica no ha perdido ni un gramo de fuerza y buen gusto. Los primeros minutos son antológicos, toda una lección de cómo se puede generar tensión narrativa a través de elipsis y de la utilización de objetos cotidianos. El reloj, la mesa preparada, el plato vacío, la escalera. El espectador experimenta una angustia creciente, de forma simultánea al personaje de la madre, y ello a pesar de la consciencia inevitable de la realidad de un hecho fatal. Además, se trata de una de las primeras películas que mejor plasmó que la irrupción del sonoro debía servir para algo más que poder oír hablar a los actores. Los diálogos son un elemento más de la narración, no son fundamento de ella. La elipsis, la utilización de los espacios, la noción del fuera de plano… La cámara siempre está colocada en el lugar adecuado.

Obviamente, “M” ha de mirarse con los ojos de 1931. Si Fritz Lang se levantase de la tumba y volviese a hacer hoy esta película, seguro que cambiaría muchas cosas. Algunas escenas, en especial en el tramo intermedio, pecan de una cierta obviedad y reiteración en el discurso. Sin embargo, es una obra más actual de lo que parece. La presentación del conflicto a través de la mirada de multitud de personajes que se encuentran en la calle, o que conversan en un pub, o que leen las noticias, no es un recurso casual… El suspense se acentúa gracias a lo poco que sabemos del personaje central, pero también gracias a que se nos ha presentado como tal prácticamente desde el principio: un plano desde la espalda del personaje, el reflejo de un espejo, una conversación interrumpida, un globo atrapado en unos cables.... Hitchcock debió de aprender mucho de películas como ésta. Mediante ese discurso narrativo, los últimos minutos se viven como un auténtico clímax. Gran interpretación de Peter Lorre, el espectador queda con ganas de saber más de este personaje.

Y, lo más curioso de todo, 82 años después de su filmación, la película es extraordinariamente actual en cuanto a la problemática que puede suponer el pánico incontrolado entre la ciudadanía, los juicios paralelos, las patrullas urbanas… Me quedo para siempre con el plano del “tribunal” de maleantes levantando las manos ante la policía, más redentora que nunca, pero que queda fuera de campo. Del juicio “legal” sabemos poco, Fritz Lang se interesa más por el “paralelo”. No interesa tanto qué pena se ha de imponer, el acento se pone en el juicio que la ciudadanía, como colectivo, hace de una persona así. A día de hoy puede parecer superado el debate sobre la reiterada utilización del recurso a la victimización por todos los criminales, y la culpabilización de la sociedad como justificación de todos los delitos, especialmente de los más aberrantes. Sin embargo, casi un siglo después, la película aún me sigue haciendo pensar, los límites de la inimputabilidad aún siguen siendo demasiado difusos.

Una gran película.
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