El ciudadano ilustre
2016 

7.1
12,703
Drama. Comedia
Daniel Mantovani, escritor argentino galardonado con el Premio Nobel de Literatura, hace cuarenta años abandonó su pueblo y partió hacia Europa, donde triunfó escribiendo sobre su localidad natal, Salas, y sus personajes. En el pico de su carrera, el alcalde de Salas le invita para nombrarle "Ciudadano Ilustre" del mismo, y Montavani, contra todo pronóstico, decide cancelar su apretada agenda y aceptar la invitación. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2017
30 de marzo de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más (Lo cual ya hace tiempo que no es noticia) el cine argentino vuelve a sorprendernos muy gratamente gracias a esta pelicula de los directores argentinos Cohn y Duprat que ya mostraron sus dotes cinematográficas a la hora de contarnos pequeñas grandes historias en El hombre de al lado (2009).
En esta ocasión, el estilo cinematográfico se mantiene en la línea tosca, áspera y austera a la hora de narrar historias de este dueto. El ciudadano ilustre es una comedia amarga, sin grandes estridencias que quizá a algunos espectadores les costará arrancarles la sonrisa, es posible que ni lleguen a empatizar con el humor surrealista que nos propone.
La película enfatiza en esa narrativa de la nostalgia del hombre que regresa a su pueblo y su infancia que tanto se ha usado en literatura y cine. El ciudadano ilustre en cuestión (magistralmente interpretado por Óscar Martínez) es un afamado escritor Premio Nobel de Literatura que regresa a su destartalado pueblo 40 años después para recibir un homenaje.
Lo que le sucederá durante su estancia en el pueblo de Salas, será todo un arsenal de situaciones surrealistas y absurdas que para él hubiera deseado idear en sus novelas.
La película funciona gracias a todos sus actores secundarios, a los habitantes del pueblo, cada uno con sus rarezas particulares y a ese pueblo ficticio, perdido en mitad de la inmensa pampa argentina. Podemos ver en esta película muchas semejanzas con el cine de los hermanos Coen, incluso pequeños trazos del estilo de Jose Luis Cuerda.
El ciudadano ilustre, es una película ácida, a ratos divertida que nos enseña más que nunca el famoso dicho de que nadie es profeta en su tierra.
En esta ocasión, el estilo cinematográfico se mantiene en la línea tosca, áspera y austera a la hora de narrar historias de este dueto. El ciudadano ilustre es una comedia amarga, sin grandes estridencias que quizá a algunos espectadores les costará arrancarles la sonrisa, es posible que ni lleguen a empatizar con el humor surrealista que nos propone.
La película enfatiza en esa narrativa de la nostalgia del hombre que regresa a su pueblo y su infancia que tanto se ha usado en literatura y cine. El ciudadano ilustre en cuestión (magistralmente interpretado por Óscar Martínez) es un afamado escritor Premio Nobel de Literatura que regresa a su destartalado pueblo 40 años después para recibir un homenaje.
Lo que le sucederá durante su estancia en el pueblo de Salas, será todo un arsenal de situaciones surrealistas y absurdas que para él hubiera deseado idear en sus novelas.
La película funciona gracias a todos sus actores secundarios, a los habitantes del pueblo, cada uno con sus rarezas particulares y a ese pueblo ficticio, perdido en mitad de la inmensa pampa argentina. Podemos ver en esta película muchas semejanzas con el cine de los hermanos Coen, incluso pequeños trazos del estilo de Jose Luis Cuerda.
El ciudadano ilustre, es una película ácida, a ratos divertida que nos enseña más que nunca el famoso dicho de que nadie es profeta en su tierra.
22 de diciembre de 2017
22 de diciembre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cohn y Duprat o viceversa, vuelven por sus fueros. Los echabamos de menos desde "El hombre de al lado" (2009). Algunos cortos y documentales han servido de puente hasta esta tragicomedia satírica que hurga en la herida de la idiosincrasia de la Argentina rural, por otra parte muy similar a muchos pueblos de nuestra geografía patria y de cualquier parte de los llamados territorios profundos de cualquier país.
Una vez más el humor negro, casi vitriólico sustenta el excelente guión de Duprat así como un plantel de actores en estado de gracia, norma habitual en los cómicos argentinos. Ficción y realidad se mezclan en esta historia de reencuentros con un pasado del que ha conseguido huir y dejar atrás un hombre a lomos de una cultura maltratada y sujeta a intereses poco artísticos, a cambio de sacrificar sentimientos y personas, de volverse más egoísta y disfrutar de la venganza de aquel que ha triunfado por encima de la mediocridad y que con la edad se siente de alguna manera culpable y confía que ese mismo paso del tiempo haya cambiado las almas y las conciencias y pueda redimirse. Nada ha cambiado. O muy poco. Las pasiones y mezquindades se enquistan en nuestro adn y tardan mucho en evolucionar si es que algún día lo hacen.
Sobre la capa superficial de la comedia afloran otras muchas que denuncian comportamientos de machismo, violencia de género, corrupción, ideologias, envidias..., muchos de ellas de consecuencias trágicas que la literatura y la imaginación del escritor moldea en sus historias y utiliza como fuentes para su obra. Una obra que nunca tendrá la fuerza bajo la pátina de ficción como la realidad. Cuando ambas chocan en un ejercicio de metaliteratura, surgen los interrogantes y se remueven las conciencias.
Un ciudadano ilustre provoca sonrisas que dan mucho miedo.
cineziete.wordpress.com
Una vez más el humor negro, casi vitriólico sustenta el excelente guión de Duprat así como un plantel de actores en estado de gracia, norma habitual en los cómicos argentinos. Ficción y realidad se mezclan en esta historia de reencuentros con un pasado del que ha conseguido huir y dejar atrás un hombre a lomos de una cultura maltratada y sujeta a intereses poco artísticos, a cambio de sacrificar sentimientos y personas, de volverse más egoísta y disfrutar de la venganza de aquel que ha triunfado por encima de la mediocridad y que con la edad se siente de alguna manera culpable y confía que ese mismo paso del tiempo haya cambiado las almas y las conciencias y pueda redimirse. Nada ha cambiado. O muy poco. Las pasiones y mezquindades se enquistan en nuestro adn y tardan mucho en evolucionar si es que algún día lo hacen.
Sobre la capa superficial de la comedia afloran otras muchas que denuncian comportamientos de machismo, violencia de género, corrupción, ideologias, envidias..., muchos de ellas de consecuencias trágicas que la literatura y la imaginación del escritor moldea en sus historias y utiliza como fuentes para su obra. Una obra que nunca tendrá la fuerza bajo la pátina de ficción como la realidad. Cuando ambas chocan en un ejercicio de metaliteratura, surgen los interrogantes y se remueven las conciencias.
Un ciudadano ilustre provoca sonrisas que dan mucho miedo.
cineziete.wordpress.com
16 de noviembre de 2016
16 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Potente desatascador contra la hipocresía social, diciendo por su nombre ciertas verdades amargas que nadie quiere desvelar por incómodas y corrosivas. Los monólogos del protagonista alcanzan momentos de inusitada brillantez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Comedia muy poca, crítica "con mayúsculas" mucha, quizás producto de alguien descontento con el mundo y consigo mismo. Después de "relatos salvajes" al cine Argentino sólo le falta una más para conseguir hat-trick de lujo en el mundo del cine. Los demás callamos y aprendemos.
21 de noviembre de 2016
21 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero, vamos a ver, tío, que te acaban de dar el Premio Nobel de Literatura, que si dijéramos que eres un dinosaurio y te dan la grata nueva de que un meteorito se aproxima a la Tierra a toda velocidad y te vas a extinguir, pues, mira, entonces sí es lógico que te entre la angustia existencial y te preguntes, según pasa toda tu vida por delante de ti en un instante, para qué han servido las diez toneladas de carne (en caso de ser carnívoro) o de plantas (en caso de ser herbívoro) que te has zampado diariamente para llevar una dieta equilibrada. Pero si te acaban de dar el Premio Nobel, no sé, es para que se te notara un poco más animado, aunque sólo fuera una chispita de alegría. Es lo usual. Sobre todo cuando procedes de un país que ha sido injustamente ignorado por dicho galardón hasta la fecha, y en algún caso de manera escandalosa, como es el de Jorge Luis Borges.
Que yo no digo, por favor, que nadie me malinterprete, que te dan el Premio y a ti te pega tal subidón, que te separas de tu mujer de toda la vida, que además es tu prima, e inicias una relación con una filipina, recién enviudada, cuya principal aportación al mundo de las artes consiste en anunciar azulejos o bombones. No, no, yo no digo eso. Dios me libre. Pero otra cosita, puesto que cuesta mucho trabajo admitir que te concedan el máximo reconocimiento universal en lo que ha sido tu actividad profesional durante toda tu vida y eso implique para ti el mayor disgusto de tu vida.
Ha habido quien ha renunciado al galardón, como es el caso de Sartre, a otros le han hecho renunciar, como le sucedió a Pasternak, y otros, como el recién galardonado Bob Dylan, no se sabe si le hace ilusión o no: aparentemente ha aceptado el Premio, pero pero a tres semanas para la entrega oficial, todavía no se sabe si viajará para recogerlo. Y yo puedo comprender que uno renuncie (lo de Pasternak, en cambio, me parece una canallada), pero aceptar para renunciar, según se ve en El ciudadano ilustre (2016), de Mariano Cohn y Gastón Duprat, eso es ir un paso más allá. A mí que no me digan. A mí me parece que eso es algo.
Nos hallamos, pues, ante una película bastante miraombliguista que reclama la benevolencia del espectador en el planteamiento básico del guion, como puede apreciarse en los siguientes detalles que, por pertenecer todos ellos a los momentos iniciales del filme no destripan el argumento:
- No es creíble, como decíamos antes, que a un escritor le den el Premio Nobel de Literatura y le conviertan en el representante máximo del pesimismo metafísico. Incluso José Saramago creo que sonrió en su momento.
- Resulta muy difícil aceptar que una persona que se va de su pueblo, Salas, nombre capicúa no sé si con intención, la intención del eterno retorno, tema muy borgiano, resulta muy difícil —disculpen la digresión— que una persona se vaya de su pueblo a otro continente en el medio de la nada cuando tiene veinte años y que durante los cuarenta siguiente su labor literaria se centre exclusivamente en las evocaciones de ese pueblo, casi una aldea, al cual no ha regresado en su vida.
- Parece poco probable que, una vez que dicha persona se decide a volver, que cuarenta años sí es algo, concedido ya el Premio Nobel, el primero del país en cuestión, insisto, y lo hace en avión desde Barcelona, el comandante de la aeronave lo saluda desde los altavoces del avión, pero no hay un cohorte de periodistas esperándole a la llegada, ni un ejército de reporteros en Salas, puesto que es obvio que regresa ahí.
Podríamos enumerar otras muchas apelaciones a la magnanimidad del público, pero entonces tendríamos que desmenuzar la trama, que es precisamente lo que me propongo evitar. Ya he comentado que los tres puntos anteriores constituyen el planteamiento de esta producción, los mimbres sobre los que se monta el cesto.
Quiero cerrar estos comentarios poco encomiásticos con una última idea y es la de que hay largometrajes que intuimos que con el paso de los días su valoración crecerá en nuestro interior. Eso me pasó, por ejemplo, con Desayuno en Plutón (2005), de Neil Jordan. Pero hay otros, como el filme que ahora nos ocupa, que uno sale con la sensación de que sí, que está bien, pero que no termina de convencerle, y que soportan muy mal el paso de los días.
E inicio ahora los comentarios positivos, puesto que esta película es la candidata de su país al Oscar a la Mejor película en habla no inglesa, y claro que hay cosas dignas en ella. Digamos que nos enfrenta a dos grandes interrogantes: ¿lo que estamos viendo sucede realmente dentro del mundo que toda obra de ficción construye, o se trata de la imaginación del escritor protagonista del filme? En caso de sí suceda, ¿el escritor regresa a Salas por motivos nostálgicos o para buscar el argumento a una nueva novela?
Pues bien, yo tengo mi opinión al respecto, como otras personas tendrán diferentes opiniones, pero no hay nada en este largometraje que nos permita responder con argumentos objetivos, lo cual me parece todo un acierto, dado que, con arreglo a mis particularísimas preferencias, pocas cosas me gustan más que un final abierto, sobre todo porque eso me hace sentir como un espectador activo, y no un mero observador de secuencias.
Implecable la actuación de Óscar Martínez y, por último, otro cualidad que quiero destacar de este filme es su textura literaria, lo cual se aviene muy bien al personaje central de la película. Los personajes, las situaciones, los diferentes conflictos que van surgiendo —conflictos larvados durante décadas, como sucede en lo más profundo de cualquier país— parecen sacados de una novela y eso me parece otro acierto, sobre todo porque esa hipotética novela de la que surge la acción de la película se nos antoja bien construida.
Así pues, nuestros mejores deseos a esta película, pero que a nadie se le ocurra darle el Oscar a la Mejor película en habla no inglesa, porque podemos hundir en la más oscura pena a los productores del filme.
Que yo no digo, por favor, que nadie me malinterprete, que te dan el Premio y a ti te pega tal subidón, que te separas de tu mujer de toda la vida, que además es tu prima, e inicias una relación con una filipina, recién enviudada, cuya principal aportación al mundo de las artes consiste en anunciar azulejos o bombones. No, no, yo no digo eso. Dios me libre. Pero otra cosita, puesto que cuesta mucho trabajo admitir que te concedan el máximo reconocimiento universal en lo que ha sido tu actividad profesional durante toda tu vida y eso implique para ti el mayor disgusto de tu vida.
Ha habido quien ha renunciado al galardón, como es el caso de Sartre, a otros le han hecho renunciar, como le sucedió a Pasternak, y otros, como el recién galardonado Bob Dylan, no se sabe si le hace ilusión o no: aparentemente ha aceptado el Premio, pero pero a tres semanas para la entrega oficial, todavía no se sabe si viajará para recogerlo. Y yo puedo comprender que uno renuncie (lo de Pasternak, en cambio, me parece una canallada), pero aceptar para renunciar, según se ve en El ciudadano ilustre (2016), de Mariano Cohn y Gastón Duprat, eso es ir un paso más allá. A mí que no me digan. A mí me parece que eso es algo.
Nos hallamos, pues, ante una película bastante miraombliguista que reclama la benevolencia del espectador en el planteamiento básico del guion, como puede apreciarse en los siguientes detalles que, por pertenecer todos ellos a los momentos iniciales del filme no destripan el argumento:
- No es creíble, como decíamos antes, que a un escritor le den el Premio Nobel de Literatura y le conviertan en el representante máximo del pesimismo metafísico. Incluso José Saramago creo que sonrió en su momento.
- Resulta muy difícil aceptar que una persona que se va de su pueblo, Salas, nombre capicúa no sé si con intención, la intención del eterno retorno, tema muy borgiano, resulta muy difícil —disculpen la digresión— que una persona se vaya de su pueblo a otro continente en el medio de la nada cuando tiene veinte años y que durante los cuarenta siguiente su labor literaria se centre exclusivamente en las evocaciones de ese pueblo, casi una aldea, al cual no ha regresado en su vida.
- Parece poco probable que, una vez que dicha persona se decide a volver, que cuarenta años sí es algo, concedido ya el Premio Nobel, el primero del país en cuestión, insisto, y lo hace en avión desde Barcelona, el comandante de la aeronave lo saluda desde los altavoces del avión, pero no hay un cohorte de periodistas esperándole a la llegada, ni un ejército de reporteros en Salas, puesto que es obvio que regresa ahí.
Podríamos enumerar otras muchas apelaciones a la magnanimidad del público, pero entonces tendríamos que desmenuzar la trama, que es precisamente lo que me propongo evitar. Ya he comentado que los tres puntos anteriores constituyen el planteamiento de esta producción, los mimbres sobre los que se monta el cesto.
Quiero cerrar estos comentarios poco encomiásticos con una última idea y es la de que hay largometrajes que intuimos que con el paso de los días su valoración crecerá en nuestro interior. Eso me pasó, por ejemplo, con Desayuno en Plutón (2005), de Neil Jordan. Pero hay otros, como el filme que ahora nos ocupa, que uno sale con la sensación de que sí, que está bien, pero que no termina de convencerle, y que soportan muy mal el paso de los días.
E inicio ahora los comentarios positivos, puesto que esta película es la candidata de su país al Oscar a la Mejor película en habla no inglesa, y claro que hay cosas dignas en ella. Digamos que nos enfrenta a dos grandes interrogantes: ¿lo que estamos viendo sucede realmente dentro del mundo que toda obra de ficción construye, o se trata de la imaginación del escritor protagonista del filme? En caso de sí suceda, ¿el escritor regresa a Salas por motivos nostálgicos o para buscar el argumento a una nueva novela?
Pues bien, yo tengo mi opinión al respecto, como otras personas tendrán diferentes opiniones, pero no hay nada en este largometraje que nos permita responder con argumentos objetivos, lo cual me parece todo un acierto, dado que, con arreglo a mis particularísimas preferencias, pocas cosas me gustan más que un final abierto, sobre todo porque eso me hace sentir como un espectador activo, y no un mero observador de secuencias.
Implecable la actuación de Óscar Martínez y, por último, otro cualidad que quiero destacar de este filme es su textura literaria, lo cual se aviene muy bien al personaje central de la película. Los personajes, las situaciones, los diferentes conflictos que van surgiendo —conflictos larvados durante décadas, como sucede en lo más profundo de cualquier país— parecen sacados de una novela y eso me parece otro acierto, sobre todo porque esa hipotética novela de la que surge la acción de la película se nos antoja bien construida.
Así pues, nuestros mejores deseos a esta película, pero que a nadie se le ocurra darle el Oscar a la Mejor película en habla no inglesa, porque podemos hundir en la más oscura pena a los productores del filme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si nos adentramos un poco en el argumento, he de manifestar que la influencia borgiana (una vez más volvemos a tropezar con este grandioso escritor) es fundamental, sobre todo el relato "El sur", donde una persona culta y exquisita se adentra en la Pampa salvaje con el desenlace que todos podemos suponer. De alguna manera eso es lo que le sucede a Daniel Mantovani, protagonista de la película, que desde un ambiente elitista regresa a un mundo de relaciones primarias.
Hemos de comentar también que ese contraste entre civilización y barbarie ya fue explorado por Domingo Faustino Sarmiento, que luego fuera Presidente de la Nación, en la obra Facundo, y que ya inspiró a los directores de El ciudadano ilustre en El hombre de al lado (2009): la acción aquí se sitúa en un sofitiscado Buenos Aires, en El ciudadano ilustre en un remoto rincón rural de vivencias brutales. Es como un círculo vicioso o nudo gordiano, que es donde hemos de buscar lo mejor del último filme de Cohn y Duprat.
Hemos de comentar también que ese contraste entre civilización y barbarie ya fue explorado por Domingo Faustino Sarmiento, que luego fuera Presidente de la Nación, en la obra Facundo, y que ya inspiró a los directores de El ciudadano ilustre en El hombre de al lado (2009): la acción aquí se sitúa en un sofitiscado Buenos Aires, en El ciudadano ilustre en un remoto rincón rural de vivencias brutales. Es como un círculo vicioso o nudo gordiano, que es donde hemos de buscar lo mejor del último filme de Cohn y Duprat.
22 de noviembre de 2016
22 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El ciudadano ilustre" es una película muy inteligente que tiene la gentileza de tratar a sus espectadores en un grado de equidad, confiando en su capacidad para moverse por esta hermosa historia, casi una fábula de Esopo actualizada para la ocasión. No es solamente su impecable casting y buena dirección, el film logra tocar unas teclas muy humanas de una forma admirable.
La mayor tentación en la que podemos caer a este respecto es pensar que hay alguna trampa. No pocos filmes que juegan con esta metaficción, por divertidos que sean, terminan sucumbiendo a "inventar" o dejar vericuetos que sería difícil rellenar con lógico.
Sin embargo, este destacado hijo predilecto no tiene fallas cuando se repasa este regreso a Macondo, perdón, a Salas, quería decir, ¿en qué estaría pensando? Desde el brillante inicio en la prestigiosa (y estirada) ceremonia sueca a ese retorno a las raíces veos una crítica constante, la cual no se hace pesada por su tremenda inteligencia e ingenioso sentido del humor.
Salimos con la maravillosa sensación de haber sido tratados como lectores y observadores sensibles e inteligentes, como si el equipo creativo de esta joya hubiera confiado en nosotros durante todo el proceso.
Solo nos resta quedarles agradecidos a ellos y sus maravillosos actores.
La mayor tentación en la que podemos caer a este respecto es pensar que hay alguna trampa. No pocos filmes que juegan con esta metaficción, por divertidos que sean, terminan sucumbiendo a "inventar" o dejar vericuetos que sería difícil rellenar con lógico.
Sin embargo, este destacado hijo predilecto no tiene fallas cuando se repasa este regreso a Macondo, perdón, a Salas, quería decir, ¿en qué estaría pensando? Desde el brillante inicio en la prestigiosa (y estirada) ceremonia sueca a ese retorno a las raíces veos una crítica constante, la cual no se hace pesada por su tremenda inteligencia e ingenioso sentido del humor.
Salimos con la maravillosa sensación de haber sido tratados como lectores y observadores sensibles e inteligentes, como si el equipo creativo de esta joya hubiera confiado en nosotros durante todo el proceso.
Solo nos resta quedarles agradecidos a ellos y sus maravillosos actores.
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