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El imperio del sol

Drama. Aventuras. Bélico Cuando, en diciembre de 1941, el ejército japonés ocupa Shanghai, la privilegiada vida de James Graham, un niño inglés de clase alta, toca a su fin. Es separado de sus padres y confinado en un campo de concentración próximo a un aeropuerto militar chino. En un ambiente dominado por la tristeza y la miseria se verá obligado a madurar prematuramente, y eso condicionará su visión del mundo. (FILMAFFINITY)
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8
22 de octubre de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que cuando las has visto una vez descubres que van a formar parte de tu vida para siempre; y que por mucho tiempo que pase seguirás viéndolas y entusiasmándote con ellas.
Esto es lo que ocurre con esta fantástica película del gran director Steven Spielberg que narra la historia de un niño rico que vive en China, pero que al estallar la II Guerra Mundial y Japón entrar en combate con China; debe huir con sus padres del país. En una avalancha él se pierde, y vagará solo intentando sobrevivir hasta que acaba en un campo de concentración donde el niño se convertirá en hombre; aunque no hayan pasado los años correspondientes para que haya tenido que cambiar. El conflicto y la situación extrema le obligan a crecer y a madurar más rápidamente si quiere sobrevivir.
El film es impresionante. Sigue manteniendo su calidad con el paso de los años, y nos presenta una visión del conflicto diferente al que estamos acostumbrados en otras películas. Además, cuenta con ciertos momentos de una belleza visual aplastante. El toque mágico del señor Spielberg se hace notar en esta historia de superación y supervivencia más allá del espíritu humano.
Esta película fue la que dio a conocer a una de las grandes estrellas que tiene Hollywood. Christian Bale era solo un niño cuando le dieron el papel protagonista, y conmovió al mundo entero con su interpretación soberbia de este chico que lucha por sobrevivir cada día. Su actuación es brillante y enternece a cada momento. Es impresionante la calidad actoral que tenía cuando era un crío, y que sigue demostrando ahora de adulto con grandes trabajos que le han hecho la gran estrella que es.
Junto a él, tres grandes actores que aportan su enorme talento a la trama. El increíble John Malkovich, la siempre fantástica Miranda Richardson y el genial Joe Pantoliano. Los tres demuestran aquí su calidad actoral, y aunque alguno de ellos siempre se le puede ver como secundario; son de esos actores que siempre agradeces en una película debido a su capacidad de crear personajes.
Como curiosidad, en este film se puede ver a un joven y desconocido en esa fecha Ben Stiller. Quien iba a pensar en ese momento, que ese actor que sale en unas pocas escenas, se convertiría con el paso de los años en una de las estrellas más famosas de Hollywood.
En fin, "El imperio del sol" es una joya del cine que combate heroicamente el paso de los años demostrando la calidad que tiene su historia y su realización. Con una banda sonora que conmueve, una fotografía preciosa y un trabajo de ambientación cuidado hasta el más mínimo detalles; este film enamora y cautiva desde el principio hasta el final regalando una historia que no decepciona.
7
29 de noviembre de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio de esta solemne, curiosa y en cierto sentido nostálgica película se ven varios ataúdes tirados directamente al mar, siendo aplastados por barcos que ni reparan en ellos ni cuidan de apartarse de su camino.
Parece algún tipo de tradición, una que está ampliamente extendida en Shanghai, pero la cual sería difícil de comprender para cualquier extranjero como somos nosotros: los japoneses sencillamente lo conciben como otro paso de su cultura, aunque a nosotros nos parezca extraño.

No será la primera ni la última vez que veamos algo parecido, pues a partir de entonces la historia nos mete en los ojos de Jim, un acomodado hijo de británicos que vive una existencia apacible rodeado de lujos, cumpliendo con sus tareas, fascinado por los aviones que pasan cada día sobre sus cabezas.
En un primer momento, se puede antojar tierno su desconocimiento: él todos los días se asoma a la ventana de su cochazo para ver al viejo tullido de la esquina, evidentemente curioso de su condición, pero totalmente ignorante de sus circunstancias.
Para él, toda la miseria y represión que vive lejos del jardín de su mansión es tan inofensiva como un juego, y se olvida tan pronto como pedalea con su bicicleta alrededor de su piscina. Sería fácil hacerle indirectamente culpable de la situación nacional, pero es cuando le vemos jugando con aviones de juguete cuando nos damos cuenta de que él no es culpable de nada: él solo mantiene la inocencia típica de un niño de su edad, ajeno a guerras y situaciones políticas.

Una prueba de eso es la surrealista imagen de Jim disfrazado de Simbad frente a un pelotón japonés que vela por la seguridad del país: una pequeña muestra de lo fácil que es quitar importancia a los deseos de un niño cuando la estabilidad nacional pende de un hilo, y la primera vez que Jim parece absurdamente minúsculo frente a japoneses que parecían estar siempre a su servicio.
Poco después, incluso habiendo estallado la guerra, Spielberg no deja que abandonemos su mirada, pues la Historia sigue pasando desapercibida a sus ojos, escupida por radios y comentada por soldados, mientras él solo sabe que ha perdido a sus padres.
Resulta desgarrador ver como para un niño no existe la posibilidad de que sus padres hayan muerto, sino la libertad de ir por la casa en bicicleta hasta que ellos lleguen. Eso también es inocencia, y podría argumentarse que su existencia permite que la desesperación no asome su fea cabeza: sin comida ni agua, sin servidumbre, Jim sigue pasando el rato jugando con aviones o cenando en el comedor, como si nada hubiera pasado.

Más tarde, seguirá teniendo esa actitud en el campamento de refugiados al que es enviado, quizás algo consciente de que tiene más posibilidades de sobrevivir si le cae bien a todos que si se deja llevar por impulsos infantiles: la primera piedra de una madurez que insiste en asomarse, pero que él no está preparado para aceptar.
Allí, entre pequeñas muestras de crueldad y creyendo tener una falsa vida acomodada, será por primera vez consciente de lo asquerosos que pueden ser los adultos que le rodean, los que supuestamente tienen la verdad absoluta, cuando de engañar o traicionar al prójimo se trata.
De igual manera, no será el golpe que acabe de hacerle madurar, pero sí el que le hará más consciente de cómo aprovechar las miserias circundantes para beneficio propio (incluso, esa enseñanza viene acompañada por la consciencia de no ser más que un niño: "no pude hacer nada, eran más grandes que yo").

Será ya al final de su odisea cuándo se dé cuenta de lo inútil que es seguir siendo un niño: cuando vea los objetos que cimentaron su infancia, terriblemente ajenos, o cuando la esperanza de haber enviado un alma al cielo no sea más que el repentino brillo de una bomba atómica.
En ese momento, la madurez se cobra su precio, en forma de horrible autoconsciencia, incapaz de aportar otra cosa que no sea nostalgia por lo perdido y dolor por lo encontrado. Convirtiendo a Jim, por fin, en adulto, al precio de aplastar la última ilusión tontamente infantil con la que se ha encontrado.

Al final, a la mirada infantil le sustituye otra, más vacía pero más experimentada, una que no tiene reparo en abandonar la maleta con las cuatro cosas que un niño consideraba imprescindibles. Allá se queda esa maleta, flotando mansamente en la corriente, como uno de los ataúdes del principio.
Quizás madurar implica, tristemente, dejar morir el niño que fuimos.
7
1 de enero de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
287/07(10/12/17) Atractiva súper-producción bélica del Rey Midas de Hollywood (no lo fue con esta de 38 millones $, al ser fracaso de taquilla), Steven Spielberg (dirige y produce), incisiva mirada en la perdida de la inocencia, en el despertar a la madurez en medio de una guerra. Tom Stoppard (“Shakespeare enamorado”) adapta el libro homónimo de J. G. Ballard de 1984, que se inspira en su infancia. Relato en que la guerra nos es filtrada por la visión de un niño, de cómo este chico evoluciona, de la comodidad de un hogar con todo lujo decadente, viviendo en una burbuja artificiosa de felicidad, viendo los aviones, su gran pasión, como juguetes, pero la dura realidad se da de bruces contra él, haciéndole madurar a pasos agigantados en el epicentro de la Guerra, en la línea de films como “Los ángeles perdidos" (1948), o “Masacre: Ven y mira” (1985), también tiene mucho en común con otra coetánea, “Esperanza y gloria” de John Boorman, esta si tuvo el éxito este año que a la de Steven se le privo. La cinta deviene en desarrollo episódico, el protagonista (maravilloso Christian Bale), cubre etapas, creando sensación episódica, en entramado no siempre bien cosido orgánicamente, se dan cita temas, además de los referidos, como la amistad, la desesperanza, el espíritu de supervivencia, o la grieta del clasismo social. Spielberg endulza y suaviza el tono de lo que se relata en el libro sobre el campo de concentración, comparación. En el libro, escrito con conocimiento de primera mano, la prisión de Lunghua es un lugar horrible, infestado de muerte, enfermedades e inanición, repleto cadáveres. En la película no se siente esta presión asfixiante, vemos moverse con libertad a los presos, cultivando sus propios huertos, los niños juegan, y no hay demasiadas penurias alimentarias, si le damos la licencia dramática de que todo esto nos es proyectado por la visión de un niño que se lo toma todo como la aventura de sobrevivir, se puede entender. Hay en el argumento varias constantes repetidas en varias cintas anteriores de Spielberg como es sobre todo la del niño separado de sus progenitores, como en “Loca evasión” (1974) y “Encuentros en la tercera fase” (1977), Spielberg lo explica porque sus padres se divorciaron cuando él tenía 14 o 15 años y los efectos de la separación le fueron profundos.

El relato se puede partir en tres: En la primera el escenario es Shanghái, se presenta la vida bucólica vive el joven Jim, junto a sus padres, rodeado de criados, con un padre que juega al golf en su piscina, en medio de fiestas decadentes de disfraces, parece vive en burbuja aislado de la miseria de la ciudad, y abstraído de la guerra latente a las afueras de la ciudad. Hasta que se produce la trágica catarsis, Jim queda separado de sus progenitores en el epicentro del éxodo de la guerra, varado y sin protección paternal Jim debe aprender por primera vez a valerse por sí mismo, tras varios altercados, hambre, intentos de rendición, ser perseguido por un “depredador”, aparece otra etapa en la odisea de Jim, Basie, buscavidas capaz de vender a su madre, eso sí, con una sonrisa, con tremendo carisma y magnetismo, tipo sibilino, “profesor” de la calle hace madurar a pasos agigantados a Jim, este incluso intentará venderlo a comerciantes chinos;…
La segunda parte acontece en el campo de concentración de prisioneros japonés de Soo Chow, tras elipsis vemos a un Jim curtido en el lugar, adaptado de forma simbiótica al entorno, se le ve disfrutar, están junto a un aeródromo de zeros japoneses, la gran pasión del chico son los aviones y los tiene al lado, fascinado por los rituales pre-vuelos, por la valentía de estos, se nota con más desparpajo y frescura, aunque con dejes de su ingenuidad. Viviremos las penurias de los prisioneros, aunque no extremas, pues ni siquiera veremos muertos, algo aséptico este lugar. Allí sigue su endiosamiento por Bassie, los primeros picores sexuales se despiertan en el muchacho a través de una prisionera. Tramo con resonancias claras a un film querido por Spielberg, “El puente sobre el río Kwai (1957), de uno de los directores que iba a dirigirla originalmente, David Lean;…
Tercera parte arranca con el bombardeo al campo de concentración, precioso tramo del chico, entusiasmado, fuera de sí contemplándolo como si un juego fuese, al grito de Jim al caza americano P51 “El Cadillac del cielo”, mientras este pasa junto a él. Con esto llega la descomposición al lugar. Los japoneses se llevan a los prisioneros de diáspora a otro lugar, llegando a un coliseo en medio de la nada y este atestado de todo tipo de artículos, desde lámparas, sillones, coches, produciéndose a la mañana siguiente uno de los grandes momentos del film (spoiler), entramos en el tramo final de vuelta al campo de concentración, donde el chico encuentra su última lección de vida.
Epílogo: Fascinante broche a un buen film (spoiler).

Oda a la infancia, a su capacidad de superación en momentos difíciles, sus sueños son el combustible le hace generar ilusión (en este caso su pasión por volar), genera en su mente un mundo paralelo, incluso los que son sus enemigos y captores (los japoneses) se convierten a sus ojos en “héroes”. Esto representado por Spielberg sin manierismos (algo de lo que ha sido acusado en otras ocasiones), expone la crudeza de la guerra, pero sin hacer demasiada sangre, puede sea porque la visión del chico que como método de defensa amortigua horrores de su situación. Quizás al realizador se le puede achacar cierta arritmia, alterna tramos de gran interés y sugestividad, con otros de bajones, puede sea debida al modo de evolucionar en cuasi-viñetas. En su debe suma cierta asepsia en la recreación del terror del campo de concentración, así como demasiado pudor en reflejar el despertar sexual del chico, falta valentía en este aspecto que solo se roza a modo de apunte a pie de página.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Christian Bale extraordinario en su debut en cine, a sus 13 años demuestra vis interpretativa gloriosa, lo que prometía lo ha ido cumpliendo el galés en su filmografía. Demuestra gama de emociones, expresividad, gestualidad, arco de desarrollo formidable, contraste entre sus ojos inocentes infantiles del principio y esa mirada final rota, desencajada, ajada. Lleva el peso de la cinta, presente en todas las escenas, su enfoque es el nuestro, su afán de aventura nos llega, bondad, admiración por el ambiguo Bassie. Con labia sensacional, naturalidad y frescura homérica; John Malkovich realiza gran actuación, buscavidas con alma de superviviente, tipo de ambigüedad, destila lecciones de vida a Jim, incluso cuando intenta venderlo, desborda carisma, temple, sutilidad en su egoísmo, amoral sibilino, líder nato, con química fabulosa con Bale, siendo a la vez su mentor y su demonio, ejerce sobre él de figura paterna retorcida, de reminiscencias dickensianas (Fagin en “Oliver Twist”); Resto secundarios apenas sin peso; el padre de Jim encarnado con sobriedad por Kevin Kline; el noble doctor Rawlins dando vida con sentido honorable Nigel Havers (antítesis de Bassie); Miranda Richardson como la Sra. Victor le imprime delicadeza, aunque muy difuso su papel (seguro en la edición se perdió metraje suyo); Joe Pantoliano como Frank Demarest, mano derecha de Bassie, mero esbirro pelotilla celoso de aquel que se acerque a su “patrón”.

Puesta en escena de gran brillantez para expresar el estado de ánimo del protagonista, para hacernos sentir lo que él, impresionante diseño de producción de Norman Reynolds (“Star Wars”), primer film americano rodado en Shanghái desde los años 40, se emplearon más de 5.000 extras locales coordinados por Vic Armstrong (famoso doble en escenas peligrosas de por ej. Indiana Jones) para representar la ocupación japonesa de Shanghái de los 40 años. Spielberg escogió Trebujena (Cadiz-España) para reproducir el campo de concentración japonés del Río Wusong, en la finca 'Alventus', en las Marismas del Guadalquivir, levantó estación de tren, aeropuerto, estadio olímpico y campo de concentración japonés, con su hospital. Otras localizaciones en U.K. (Knutsford en Cheshire y Sunningdale en Berkshire; y en los Elstree Studios). Spielberg trató hacer retrato exacto de momento histórico, usa vehículos y aviación de época. Industrial Light & Magic diseñó f/x imágenes generadas por ordenador para el deslumbramiento ocasionado por la bomba atómica de Nagasaki; Todo filtrado por la excelente cinematografía de Allen Daviau (“El color purpura”), conjuga labor brillante, espléndidas panorámicas captan el caos de Shanghái, tomas líricas cargadas de simbolismos, jugando con contraluces, con luz tenue emitiendo calor ambiental, exacerbados primeros planos sacan lo mejor de los intérpretes, travellings sugerentes, contrapicados realzan la épica del relato, buenísimo trabajo. Música obra de John Williams, temas se adaptan bien a cada momento, melodías de orquesta (viento, percusión y cuerda) sumándose solos de piano y flauta, pero esta vez el compositor neoyorkino queda opacado por la trémula nana tradicional de origen galés “Suo Gân”, cantada por James Rainbird y el coro infantil Ambrosiano dirigido por John McCarthy, marcan desde el inicio el tono melancólico de la historia, y oyéndose en varias ocasiones más a modo de especie de umbral que cruza Jim en su madurez, metiéndosenos en la piel por sus vibrantes sensaciones que provoca, ello en diáfano contraste con la crudeza de la guerra, de resonancias celestiales epicúreas, de los temas que permanecen por siempre en el subconsciente.

En conjunto una apreciable propuesta que hace un estimable análisis sobre la perdida de la inocencia en medio de condiciones extremas, aunque con algunos altibajos, añádase el descubrimiento de un gran actor en Christian Bale Fuerza y honor!!!

Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/12/el-imperio-delsol.html
8
24 de septiembre de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película como la que nos ocupa bien merece una crítica positiva. Por ello, es necesario a pesar de todas las opiniones aquí vertidas, dar una consideración más, para en cierto modo, intentar borrarla de ese concepto de obra olvidada de Spielberg. Una película que cuenta con una cosa que me ha gustado mucho: la maestría con la que el director nos transmite las emociones que tiene un niño en una etapa en que por la desgraciada situación que le ha tocado vivir va alcanzado la madurez. Como bien dice la guerra le da la oportunidad para comprender que la gente por una patata es capaz de cualquier cosa. También para conocer una nueva palabra, el de bomba atómica. Este personaje,que es imprescindible en el transcurso de la historia, es magnífico gracias a la interpretación de Christian Bale que nos viene a indicar un futuro actoral de gran éxito. Su actuación es inmejorable, aunque el papel que interpreta sea difícil de comprender en un primer momento, puesto que vemos que el niño toma unas formas de entender la guerra muy impropias para lo que se espera en estos casos. A pesar de ello, congeniamos con el protagonista que sufrirá todo tipo de infortunios, especialmente el hecho de quedarse durante bastante tiempo sin poder ver a sus padres, algo muy duro para su edad.

Además de acertar de pleno en el casting, Spielberg, consigue una obra notable gracias a la BSO que consigue transmitir la sensación de tristeza y pausa de forma adecuada. Por otro lado, la película enfoca el tema de la segunda guerra mundial a través de la visión asiática, algo que le aleja del tono americanizado de otros films que abordan dicha temática.

Por lo general, creo que nos encontramos con un título a reivindicar, un poco escasa en emociones al principio, con alguna reacción extraña, pero muy bien ambientada, con un estupendo desenlace, y bastante conclusiones positivas en un plano cinematográfico. El conseguido dramatismo final, y la demostración evidente de que la sociedad en medio de un conflicto bélico saca lo peor de sí misma, es algo a tener en cuenta.
7
5 de abril de 2020 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mayor parte de las pelis de Spielberg tienen de fondo una idea común: las fuerzas disgregadoras de un mundo hostil amenazan y hasta llega a separar a una familia o una comunidad. De hecho, una de sus pelis favoritas es The Searchers de John Ford, que trata directamente este tema. El imperio del sol es, de todas sus pelis, la que más me gusta. Mantiene a raya su tendencia sensiblera y está realmente bien ambientada. Vemos cómo crece Jamie tratando de sobrevivir entre los escombros de un mundo destruido por la guerra, hasta que se deshace de la maleta al final para poder seguir adelante.
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