El último tango en París
1972 

6.8
17,536
Drama. Romance
Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2024
5 de abril de 2024
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No recomendable.
La película viene ya acompañada del mito de obra maestra, con productos añadidos (o sea con polillas) de que muchos espectadores españoles fueron a verla a Perpignan, cruzando la frontera con Francia, para ver una película culta censurada por erótica y la escena en que Brando le introduce mantequilla vía anal y fuerza a la actriz, sin penetración, en uno de los pocos momentos de la película donde Maria Schneider sí interpreta bien y muestra sus sentimientos de pánico y desorientación.
Hay que ser siempre honrado con uno mismo, la película ha envejecido fatal y aunque tiene algunos buenos monólogos, y sabe transmitir los sentimientos de los protagonistas, aburre soberanamente. Y yo eso lo considero un radical fracaso.
Sé que esta película es considera una obra maestra de Marlon Brando hablando de la soledad y sus traumas, parece que a Marlon Brando le dieron carta libre, y soltaba frases geniales aunque sin venir muy a cuento. Técnicamente es muy del primer Bertolucci, una mezcla entre naturalismo y cine de autor típico de los 70.
Si buscas una película erótica no veas esta película.
Si buscas un resumen sencillo del argumento deberías leer la crítica de Ana Casanova, pero si uno quiere ver una película profundísima llena de monólogos brillantes sobre la soledad y las verdades traumáticas de Marlon Brando debe ver la película y escuchar detenidamente los monólogos de Brando en un papel en estado de introspección suprema.
Pero creo que el gran cine de autor no debe ser esto, tiene que tener narratividad, tiene que entretener un mínimo, y no me valen los paseos caóticos de los personajes por distintos sitios de París, ni por el metro. En fin, el prestigio ya lo tiene, pero ahórrate la película, y si te interesa algo, ve un resumen.
La película viene ya acompañada del mito de obra maestra, con productos añadidos (o sea con polillas) de que muchos espectadores españoles fueron a verla a Perpignan, cruzando la frontera con Francia, para ver una película culta censurada por erótica y la escena en que Brando le introduce mantequilla vía anal y fuerza a la actriz, sin penetración, en uno de los pocos momentos de la película donde Maria Schneider sí interpreta bien y muestra sus sentimientos de pánico y desorientación.
Hay que ser siempre honrado con uno mismo, la película ha envejecido fatal y aunque tiene algunos buenos monólogos, y sabe transmitir los sentimientos de los protagonistas, aburre soberanamente. Y yo eso lo considero un radical fracaso.
Sé que esta película es considera una obra maestra de Marlon Brando hablando de la soledad y sus traumas, parece que a Marlon Brando le dieron carta libre, y soltaba frases geniales aunque sin venir muy a cuento. Técnicamente es muy del primer Bertolucci, una mezcla entre naturalismo y cine de autor típico de los 70.
Si buscas una película erótica no veas esta película.
Si buscas un resumen sencillo del argumento deberías leer la crítica de Ana Casanova, pero si uno quiere ver una película profundísima llena de monólogos brillantes sobre la soledad y las verdades traumáticas de Marlon Brando debe ver la película y escuchar detenidamente los monólogos de Brando en un papel en estado de introspección suprema.
Pero creo que el gran cine de autor no debe ser esto, tiene que tener narratividad, tiene que entretener un mínimo, y no me valen los paseos caóticos de los personajes por distintos sitios de París, ni por el metro. En fin, el prestigio ya lo tiene, pero ahórrate la película, y si te interesa algo, ve un resumen.
11 de noviembre de 2011
11 de noviembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película altamente sexual, no solo por las ecenas de contenido erótico muy cuidadas y relevantes si no por el clima en el que está rodada. Envuelta de mucha sensualidad en los protagonistas crea toda una historia amorosa en un tono muy del románticismo, cuando los sentimientos son extremos, con ese magnetismo de marlon brandon y la feminidad de Maria Schneider es casi un conjunto de realidad, dejas de ver una película para ver una escena real. Excelentes actuaciones para una excelente película que igual para mi gusto como toda buena película romántica "clásica", peca de exceso de trama pero siempre merece la pena verla.
29 de diciembre de 2016
29 de diciembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La temática erótica no suele llamarme la atención en el cine, pero no por eso me voy a privar de ver un presunto clásico de la historia del celuloide. Tampoco tengo intención de explayarme con explicaciones filosóficas o pseudo-filosóficas, de eso ya se han hecho críticas. Tampoco diré el impacto que me supuso su visionado, porque a día de hoy no supone ningún impacto y cuando se estrenó me faltaban casi dos décadas para nacer.
“El último tango en París” me provoca sentimientos contradictorios, por una parte por no poder desterrar del pensamiento la idea de buscar el morbo por el morbo, y ahí entraría la escena famosa de la mantequilla, por ejemplo, o momentos alargados en exceso o que no aportan nada. Por otra parte veo sus puntos fuertes, que superan a los débiles. La actuación de Marlon Brando es, probablemente, la mejor de su carrera, y carga sobre sus hombros con todo el peso de la película. Él es la introducción, él es el nudo y él es el desenlace. Sin el personaje de Brando y su hundimiento existencial, sentimental y moral, sencillamente ninguna de las situaciones expuestas se hubieran producido. Bertolucci sabe colocar la cámara y exprimir a Brando. Una fotografía ocre, oscura, casi sepia, que transmite tristeza, soledad, abandono. Lo más demoledor, más que las escenas eróticas, son algunas sentencias pronunciadas por Brando, que arremeten contra lo impensable, contra la familia, contra el amor, contra el conformismo, contra la falsa moralidad, contra la hipocresía… Es como el anciano al que ya no le importa el qué dirán y dice lo que le sale de los mismísimos, pero elevado a la enésima potencia. Es más cruda la escena en la que Brando habla con el cadáver de su mujer, olvidándose del respeto a los difuntos como derribando otro muro de la corrección más, que la famosa escena de la mantequilla.
A quien piense en si le puede interesar esta película o no le diría que entre en su casa, dejando su rol de ser humano hipócrita y políticamente correcto en el felpudo de la entrada, ponga “El último tango en París” y se deje llevar por sus instintos, sin ataduras, sin preocupaciones, sin mirar atrás, sin mirar adelante, sin el qué dirán, aquí y ahora, en su refugio particular, donde el tiempo se detiene mientras el mundo, sus patéticos habitantes y sus problemas continúan en movimiento fuera.
“El último tango en París” me provoca sentimientos contradictorios, por una parte por no poder desterrar del pensamiento la idea de buscar el morbo por el morbo, y ahí entraría la escena famosa de la mantequilla, por ejemplo, o momentos alargados en exceso o que no aportan nada. Por otra parte veo sus puntos fuertes, que superan a los débiles. La actuación de Marlon Brando es, probablemente, la mejor de su carrera, y carga sobre sus hombros con todo el peso de la película. Él es la introducción, él es el nudo y él es el desenlace. Sin el personaje de Brando y su hundimiento existencial, sentimental y moral, sencillamente ninguna de las situaciones expuestas se hubieran producido. Bertolucci sabe colocar la cámara y exprimir a Brando. Una fotografía ocre, oscura, casi sepia, que transmite tristeza, soledad, abandono. Lo más demoledor, más que las escenas eróticas, son algunas sentencias pronunciadas por Brando, que arremeten contra lo impensable, contra la familia, contra el amor, contra el conformismo, contra la falsa moralidad, contra la hipocresía… Es como el anciano al que ya no le importa el qué dirán y dice lo que le sale de los mismísimos, pero elevado a la enésima potencia. Es más cruda la escena en la que Brando habla con el cadáver de su mujer, olvidándose del respeto a los difuntos como derribando otro muro de la corrección más, que la famosa escena de la mantequilla.
A quien piense en si le puede interesar esta película o no le diría que entre en su casa, dejando su rol de ser humano hipócrita y políticamente correcto en el felpudo de la entrada, ponga “El último tango en París” y se deje llevar por sus instintos, sin ataduras, sin preocupaciones, sin mirar atrás, sin mirar adelante, sin el qué dirán, aquí y ahora, en su refugio particular, donde el tiempo se detiene mientras el mundo, sus patéticos habitantes y sus problemas continúan en movimiento fuera.
26 de noviembre de 2018
26 de noviembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¡Trae la mantequilla! ¡Trae la mantequilla!
Mítico título, sobre todo para los españoles de la España bajo el régimen de Franco.
Quienes deseaban ver el film, debían trasladarse a Perpignan y otros lugares de Francia o el País Franco Francés.
Vista ahora casi da la risa de lo reprimidos que estábamos, pero eso da una idea clara de la realidad de la vida en aquéllos dichosos años.
La película está bien, sobre todo en su primera hora, luego es algo repetitiva e indudablemente se hace larga. Muchos minutos para lo que cuenta.
Pero la mano de Bertolucci se deja ver, sobre todo en las escenas intimistas, donde Brando da lo mejor de sí mismo, incluso con escenas con diálogos que se los saca de la manga, con retazos de su vida real si hace falta (la mención de su madre borracha).
Ahora parece una película ya superada, pero en aquéllos tiempos la moral que destila, un tanto quejumbrosa, melló las conciencias de muchos personajes.
https://filmsencajatonta.blogspot.com
Mítico título, sobre todo para los españoles de la España bajo el régimen de Franco.
Quienes deseaban ver el film, debían trasladarse a Perpignan y otros lugares de Francia o el País Franco Francés.
Vista ahora casi da la risa de lo reprimidos que estábamos, pero eso da una idea clara de la realidad de la vida en aquéllos dichosos años.
La película está bien, sobre todo en su primera hora, luego es algo repetitiva e indudablemente se hace larga. Muchos minutos para lo que cuenta.
Pero la mano de Bertolucci se deja ver, sobre todo en las escenas intimistas, donde Brando da lo mejor de sí mismo, incluso con escenas con diálogos que se los saca de la manga, con retazos de su vida real si hace falta (la mención de su madre borracha).
Ahora parece una película ya superada, pero en aquéllos tiempos la moral que destila, un tanto quejumbrosa, melló las conciencias de muchos personajes.
https://filmsencajatonta.blogspot.com
8 de diciembre de 2013
8 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tras ver esta película muchos espectadores no verán con los mismos ojos una inocente tarrina de mantequilla, ya ni os cuento del trauma de Maria Schneider ante esa escena improvisada (¡improvisada!) por Marlon Brando, previo acuerdo con Bertolucci. La pobre de Schneider se vio asaltada y, según ella misma dice, «violada» en ese momento en que nada sabía de lo que iba a ocurrir cuando Brando le dijo aquello de «tráeme la mantequilla».
Así, se podrá imaginar que el sexo de Bertolucci es llamativo por su fealdad y su desagrado, humillante a veces pero, sobre todo, falto de erotismo; nada de lo que aquí ocurre es excitante y más bien se presenta como una pulsión liberadora del ser humano en la que no importa si hay placer o no hay placer, sino el desatarse, el ir un paso más allá de lo bueno o de lo malo, el hacer cualquier cosa fuera de lo que conocemos, sin límites ni barreras. Entiéndase esto en el contexto de la historia, en su fondo, en lo que hay más allá de sus cuatro escarceos medio tapados: dos visiones ideológicas y contrapuestas de la vida. El descreimiento, a un paso del nihilismo, de quien rechaza la moral aprendida, crítica lanzada desde la rabia y no desde la inteligencia y la reflexión, lo que le hace perder consistencia; y quien acepta los valores occidentales y presumiblemente cristianos de la sociedad, aunque aparente lo contrario. Paul y Jeanne, claro.
A partir de aquí, «El último tango en París» resulta cada vez más confusa, con personajes que se perciben como irreales en su desarrollo y comportamientos, por ser quizá demasiado elucubrados y poco naturales, si bien no carecen del todo de verdad. Por ejemplo, el desencanto decadente de Paul o la atracción edípica de Jeanne hacia su desconocido es verosímil. Sin embargo, nos vamos dando cuenta de la incongruencia que supone que Paul, el bohemio, el desafiante, el que explora para liberar y liberarse, termine buscando el lazo convencional, el hogar sin mantequilla y sí con esa familia que tanto odia por represora y mistificadora. Desconozco si Bertolucci pretendía esta incoherencia o le salió sin querer, o es que era la única forma que encontró para que Paul fuese, a fin de cuentas, el héroe en un desenlace sorprendente y desconcertante que libera, y esta vez de manera radical, a los personajes.
La dirección de Bertolucci me gusta por íntima y amarillenta, la banda sonora es de lo mejor de la cinta y Marlon Brando es el mayor superviviente del metraje, con una interpretación admirable y arriesgada, más hacia dentro que hacia fuera, y con un paseo por una pista de baile mientras enciende un cigarrillo que impacta más que todo lo visto hasta entonces. Pero qué genio.
Yo con Marlon Brando bailo el tango cuando quiera. Pero sólo el tango, ¿eh?
Así, se podrá imaginar que el sexo de Bertolucci es llamativo por su fealdad y su desagrado, humillante a veces pero, sobre todo, falto de erotismo; nada de lo que aquí ocurre es excitante y más bien se presenta como una pulsión liberadora del ser humano en la que no importa si hay placer o no hay placer, sino el desatarse, el ir un paso más allá de lo bueno o de lo malo, el hacer cualquier cosa fuera de lo que conocemos, sin límites ni barreras. Entiéndase esto en el contexto de la historia, en su fondo, en lo que hay más allá de sus cuatro escarceos medio tapados: dos visiones ideológicas y contrapuestas de la vida. El descreimiento, a un paso del nihilismo, de quien rechaza la moral aprendida, crítica lanzada desde la rabia y no desde la inteligencia y la reflexión, lo que le hace perder consistencia; y quien acepta los valores occidentales y presumiblemente cristianos de la sociedad, aunque aparente lo contrario. Paul y Jeanne, claro.
A partir de aquí, «El último tango en París» resulta cada vez más confusa, con personajes que se perciben como irreales en su desarrollo y comportamientos, por ser quizá demasiado elucubrados y poco naturales, si bien no carecen del todo de verdad. Por ejemplo, el desencanto decadente de Paul o la atracción edípica de Jeanne hacia su desconocido es verosímil. Sin embargo, nos vamos dando cuenta de la incongruencia que supone que Paul, el bohemio, el desafiante, el que explora para liberar y liberarse, termine buscando el lazo convencional, el hogar sin mantequilla y sí con esa familia que tanto odia por represora y mistificadora. Desconozco si Bertolucci pretendía esta incoherencia o le salió sin querer, o es que era la única forma que encontró para que Paul fuese, a fin de cuentas, el héroe en un desenlace sorprendente y desconcertante que libera, y esta vez de manera radical, a los personajes.
La dirección de Bertolucci me gusta por íntima y amarillenta, la banda sonora es de lo mejor de la cinta y Marlon Brando es el mayor superviviente del metraje, con una interpretación admirable y arriesgada, más hacia dentro que hacia fuera, y con un paseo por una pista de baile mientras enciende un cigarrillo que impacta más que todo lo visto hasta entonces. Pero qué genio.
Yo con Marlon Brando bailo el tango cuando quiera. Pero sólo el tango, ¿eh?
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