The Post: Los oscuros secretos del Pentágono
6.7
22,135
Drama
En junio de 1971 The New York Times y The Washington Post tomaron una valiente posición en favor de la libertad de expresión, informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses. En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) intentaban ... [+]
25 de febrero de 2018
25 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No descubro nada si digo que Spielberg es un maestro, capaz de que se me ponga la piel de gallina simplemente viendo cómo cargan periódicos en un camión.
Cuenta un caso real sobre la lucha contra el poder de aquella prensa ya desaparecida. La cuenta de forma muy entretenida y emocionante. Es pura nostalgia también, me angustia pensar que ya no queda nada que nos proteja del poder, todo se reduce a robots-trolls en Twitter, a ver quién consigue difundir más mierda mejor...Esa admiración nostálgica por los periodistas de raza como el que encarna Tom Hanks es la base de la historia.
Por cierto, lo de Tom Hanks es impresionante. Igual te hace de abogado por los derechos civiles, que de piloto aterrizando sobre el Hudson, que de periodista pura sangre, y me lo creo siempre. Enorme.
No puedo decir lo mismo de la otra protagonista, por la que reconozco que siento una inquina personal difícil de controlar. Meryl Streep me resulta insoportable, me parece que es siempre ella haciendo muy mal de alguien, y hay algo en su actuar que me ataca los nervios, lo siento. En esta peli me resulta más insoportable que nunca, y estoy todo el rato deseando que la metan en la cárcel y la arruinen y ganen los malos, me da igual, con tal de dejar de verla juguetear con sus gafas y hacer gestitos con su boca de esa forma tan irritante.
Bueno, pues me he quedado a gusto. La peli es muy entretenida, y si te interesa el caso, y el periodismo, te recomiendo que la veas. Si no, pues es una peli menor.
Cuenta un caso real sobre la lucha contra el poder de aquella prensa ya desaparecida. La cuenta de forma muy entretenida y emocionante. Es pura nostalgia también, me angustia pensar que ya no queda nada que nos proteja del poder, todo se reduce a robots-trolls en Twitter, a ver quién consigue difundir más mierda mejor...Esa admiración nostálgica por los periodistas de raza como el que encarna Tom Hanks es la base de la historia.
Por cierto, lo de Tom Hanks es impresionante. Igual te hace de abogado por los derechos civiles, que de piloto aterrizando sobre el Hudson, que de periodista pura sangre, y me lo creo siempre. Enorme.
No puedo decir lo mismo de la otra protagonista, por la que reconozco que siento una inquina personal difícil de controlar. Meryl Streep me resulta insoportable, me parece que es siempre ella haciendo muy mal de alguien, y hay algo en su actuar que me ataca los nervios, lo siento. En esta peli me resulta más insoportable que nunca, y estoy todo el rato deseando que la metan en la cárcel y la arruinen y ganen los malos, me da igual, con tal de dejar de verla juguetear con sus gafas y hacer gestitos con su boca de esa forma tan irritante.
Bueno, pues me he quedado a gusto. La peli es muy entretenida, y si te interesa el caso, y el periodismo, te recomiendo que la veas. Si no, pues es una peli menor.
27 de febrero de 2018
27 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal atractivo de The post es la reivindicación de la figura femenina, algo poco habitual en el cine de Spielberg. No en vano, esta es tan solo la tercera vez en su carrera (tras Loca evasión y El color púrpura) que una actriz lleva la voz cantante en una de sus películas. Se beneficia Spielberg de la frescura que supone para su cine el texto de la guionista Liz Hannah, todo un soplo de aire fresco al estilo académico del director. No olvidemos que este hombre revolucionó con Tiburón el mundo de los blockbusters y por ello la industria cinematográfica se restructuró en su día siguiendo sus patrones. Spielberg no sigue el estilo académico, es más bien al revés.
Las mujeres ya no son un personaje plano sin evolución, por una vez el director decide de poner la atención sobre una actriz cuyo intachable registro enriquece el desarrollo del personaje principal. Quién podría realizar tal tarea sino la mismísima Meryl Streep. En su papel de Kay Graham, propietaria del Washington Post, encarna a un personaje dubitativo y temeroso que ha de hacer frente a una élite machista que apenas le permite expresarse más allá de las fiestas en su mansión. El cambio de mentalidad del personaje ocurre sin que la película se deshaga en falsos elogios hacia su figura.
No es una heroína implacable y determinada. Al contrario, en ningún momento se intenta esconder que Kay Graham pertenecía a una élite acomodada cuya amistad con altos mandos del gobierno legitimaba su status. Cuando la libertad de prensa se ve atacada, su primera preocupación son las finanzas de su reciente salida a Bolsa. La clave para que se posicione del lado de los derechos fundamentales es puramente personal: la traición de su amigo Robert Mcnamara, Secretario de Defensa, que dejó que el hijo de Kay Graham fuera a Vietnam sabiendo que la guerra ya estaba perdida.
La valentía de la mujer, cuando asume su poder y toma las riendas de la situación, sale a flote en la escena más llamativa de la película. Sola en su despacho, vemos a Streep pegada al auricular de su teléfono en una conferencia múltiple tanto con sus editores como con sus accionistas. Mientras intenta encontrar la decisión correcta, se suceden cortes de las personas al otro lado de la línea. Cada personaje aparece solo en la pantalla, en un primer plano, mirando hacia el punto en el que aparecerá Meryl Streep en el siguiente plano, cambiando sus posiciones a medida que la cámara sobrevuela por encima de la actriz. Spielberg transforma la falta de acción en dinamismo con su saber hacer tras la cámara.
Las mujeres ya no son un personaje plano sin evolución, por una vez el director decide de poner la atención sobre una actriz cuyo intachable registro enriquece el desarrollo del personaje principal. Quién podría realizar tal tarea sino la mismísima Meryl Streep. En su papel de Kay Graham, propietaria del Washington Post, encarna a un personaje dubitativo y temeroso que ha de hacer frente a una élite machista que apenas le permite expresarse más allá de las fiestas en su mansión. El cambio de mentalidad del personaje ocurre sin que la película se deshaga en falsos elogios hacia su figura.
No es una heroína implacable y determinada. Al contrario, en ningún momento se intenta esconder que Kay Graham pertenecía a una élite acomodada cuya amistad con altos mandos del gobierno legitimaba su status. Cuando la libertad de prensa se ve atacada, su primera preocupación son las finanzas de su reciente salida a Bolsa. La clave para que se posicione del lado de los derechos fundamentales es puramente personal: la traición de su amigo Robert Mcnamara, Secretario de Defensa, que dejó que el hijo de Kay Graham fuera a Vietnam sabiendo que la guerra ya estaba perdida.
La valentía de la mujer, cuando asume su poder y toma las riendas de la situación, sale a flote en la escena más llamativa de la película. Sola en su despacho, vemos a Streep pegada al auricular de su teléfono en una conferencia múltiple tanto con sus editores como con sus accionistas. Mientras intenta encontrar la decisión correcta, se suceden cortes de las personas al otro lado de la línea. Cada personaje aparece solo en la pantalla, en un primer plano, mirando hacia el punto en el que aparecerá Meryl Streep en el siguiente plano, cambiando sus posiciones a medida que la cámara sobrevuela por encima de la actriz. Spielberg transforma la falta de acción en dinamismo con su saber hacer tras la cámara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como guinda del pastel, la maestría con la que Streep domina su contención antes de dejar escapar entre tartamudeos la frase clave "Sí. Hagámoslo. Publiquemos" Una capacidad que a estas alturas ya no debería sorprendernos por parte de una actriz nominada a más de veinte Oscars, y sin embargo, no podemos evitar quedar boquiabiertos al dominar cada gesto, cada movimiento al cerrar la puerta para volver a la fiesta. Decisión, arrojo, temor de las consecuencia, toma de consciencia de la situación e incluso algún indicio de arrepentimiento: todo eso transmite Meryl Streep a los espectadores en unos pocos segundos que van desde colgar el teléfono a salir del despacho.
Pero Streep no es la única mujer cuyo peso se representa en la pantalla. Las secundarias, incluso las figurantes, también contribuyen a transmitir ese sentimiento de consororidad que impregna el texto. Hay una escena del primer acto que apenas dura unos segundos y que sin embargo ha pasado muy desapercibida. Cuando Meryl Streep llega a la reunión de accionistas, las esposas de estos esperan fuera de la sala, y al ver llegar a la mujer que posee el periódico más importante de la ciudad, se apartan para dejarle el paso, mirándola con admiración hasta que empuja las pesadas puertas de una sala impregnada de humo donde ha de serpentear entre los hombres que le dan la espalda y que apenas se giran para saludarla.
Otro guiño a la lucha femenina es la asistenta de la casa de Kay Graham, que interrumpe el discurso de su jefa para evitar que sean los hombres quienes tomen la importantísima decisión que corresponde a una mujer. Sorprende ver a Sarah Paulson reducida a un papel de ama de casa de apenas tres escenas, pero qué agradable sorpresa ver que es ella quién abrirá los ojos a su marido, Tom Hanks, al explicarle las dificultades a las que han de hacer frente las mujeres en el mundo laboral, por muy elevada que sea su posición. No hay por tanto posibilidad para el personaje de Hanks de convertirse en un caballero que rescate a una pobre damisela en apuros, la guionista es firme con sus convicciones y la figura mujer sale dignificada. La empleada del fiscal que va a atacar a Kay Graham en el tribunal, la guía en los pasillos y le declara su admiración antes de ser humillada por el hombre al que trabaja. Entre los manifestantes a favor de la libertad de prensa, una fila de mujeres de brazos enlazados le abren el camino a la propietaria del Post al salir victoriosa de la sala.
El fallo del jurado lo conocemos por teléfono, recitado por una editora, en un discurso lacrimógeno como sólo Spielberg sabe hacerlo, pero esta vez hay una razón muy válida detrás. The post es un guión en un cajón de despacho hasta que la victoria de Trump lo convierte en prioridad máxima para Spielberg, que termina la película en apenas tres meses. Cuando el presidente toma el poder a base de intoxicar la población fake news mediante, Spielberg recuerda al público y al Gobierno lo que los padres fundadores de la nación defendieron e instauraron en su día respecto al rigor periodístico.
The post es una rebelión de Spielberg contra Trump, en el que advierte al presidente del futuro que le espera. A lo largo de la película vemos la silueta de Nixon mientras oímos su voz. Una técnica similar a la que Mcqueen utilizó con Thatcher en Hunger: audios reales sin actor que asuma el papel. Cuando Nixon proclama al final de la película que quiere hundir el Washington Post, la última escena antes de que se cierre el telón muestra el asalto de las oficinas Watergate que provocaron su dimisión. El mensaje de Spielberg es claro, a todo cerdo le llega su San Martín.
Pero Streep no es la única mujer cuyo peso se representa en la pantalla. Las secundarias, incluso las figurantes, también contribuyen a transmitir ese sentimiento de consororidad que impregna el texto. Hay una escena del primer acto que apenas dura unos segundos y que sin embargo ha pasado muy desapercibida. Cuando Meryl Streep llega a la reunión de accionistas, las esposas de estos esperan fuera de la sala, y al ver llegar a la mujer que posee el periódico más importante de la ciudad, se apartan para dejarle el paso, mirándola con admiración hasta que empuja las pesadas puertas de una sala impregnada de humo donde ha de serpentear entre los hombres que le dan la espalda y que apenas se giran para saludarla.
Otro guiño a la lucha femenina es la asistenta de la casa de Kay Graham, que interrumpe el discurso de su jefa para evitar que sean los hombres quienes tomen la importantísima decisión que corresponde a una mujer. Sorprende ver a Sarah Paulson reducida a un papel de ama de casa de apenas tres escenas, pero qué agradable sorpresa ver que es ella quién abrirá los ojos a su marido, Tom Hanks, al explicarle las dificultades a las que han de hacer frente las mujeres en el mundo laboral, por muy elevada que sea su posición. No hay por tanto posibilidad para el personaje de Hanks de convertirse en un caballero que rescate a una pobre damisela en apuros, la guionista es firme con sus convicciones y la figura mujer sale dignificada. La empleada del fiscal que va a atacar a Kay Graham en el tribunal, la guía en los pasillos y le declara su admiración antes de ser humillada por el hombre al que trabaja. Entre los manifestantes a favor de la libertad de prensa, una fila de mujeres de brazos enlazados le abren el camino a la propietaria del Post al salir victoriosa de la sala.
El fallo del jurado lo conocemos por teléfono, recitado por una editora, en un discurso lacrimógeno como sólo Spielberg sabe hacerlo, pero esta vez hay una razón muy válida detrás. The post es un guión en un cajón de despacho hasta que la victoria de Trump lo convierte en prioridad máxima para Spielberg, que termina la película en apenas tres meses. Cuando el presidente toma el poder a base de intoxicar la población fake news mediante, Spielberg recuerda al público y al Gobierno lo que los padres fundadores de la nación defendieron e instauraron en su día respecto al rigor periodístico.
The post es una rebelión de Spielberg contra Trump, en el que advierte al presidente del futuro que le espera. A lo largo de la película vemos la silueta de Nixon mientras oímos su voz. Una técnica similar a la que Mcqueen utilizó con Thatcher en Hunger: audios reales sin actor que asuma el papel. Cuando Nixon proclama al final de la película que quiere hundir el Washington Post, la última escena antes de que se cierre el telón muestra el asalto de las oficinas Watergate que provocaron su dimisión. El mensaje de Spielberg es claro, a todo cerdo le llega su San Martín.
14 de marzo de 2018
14 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spielberg es un director voluble en su pericia cinematográfica. Lo mismo te hace una castaña de dinosaurios que una notable crónica histórico-política como “Múnich”. Quizá debamos pensar que hace buen cine cuando quiere. En cualquier caso no es dable poner en duda su competencia técnico-artística. Y como hombre inteligente también es un gran manipulador, ya sea porque nos quiera dar gato por liebre (véase ‘Lincoln’) o porque tras una intrascendente película de marcianos nos cuela su filosofía religiosa (“ET” o “Encuentros en la tercera fase”). El caso de “Los archivos del Pentágono” no se aleja demasiado de esas intenciones, sólo que aquí, tras una cortina de humo “democrática”, en la que se alaba la “libertad de expresión” y que llega a la típica conclusión de los progres de Hollywood de que “el sistema funciona” (exactamente la misma conclusión a la que llegan los carcas de Hollywood), se nos desvela involuntariamente la verdadera historia de los acontecimientos narrados: las contradicciones internas en el seno de la gran burguesía estadounidense ante una estrategia imperial (“Vietnam”) que estaba llevando al sistema político a un callejón sin salida. Como consecuencia de ello una parte de la clase dominante reacciona, y así, sus portavoces, el “New York Times” y el “Washington Post”, atacan a un presidente débil, inconstante y hasta cierto punto con ideas propias respecto a su propia clase. Que la reacción contra el poder político proviene de la propia clase burguesa queda reflejado perfectamente en la película cuando la propietaria del “Post” y el director del mismo se echan en cara sus respectivas relaciones personales con los políticos republicanos y demócratas. Ambos, en definitiva, están en el mismo barco, sólo que en funciones diferentes.
Por tanto, por ello no diríamos ninguna barbaridad si dijéramos que esta película es (paradójicamente) mentirosa, al igual que concluyó, aunque por razones diferentes, el a la sazón director del New York Times, tras ver este filme. Aun así, Spielberg, nos ofrece una cinta que, obviando todo este discurso, podremos disfrutar como un entretenido pasatiempo.
A destacar la estupenda interpretación de Meryl Streep.
Por tanto, por ello no diríamos ninguna barbaridad si dijéramos que esta película es (paradójicamente) mentirosa, al igual que concluyó, aunque por razones diferentes, el a la sazón director del New York Times, tras ver este filme. Aun así, Spielberg, nos ofrece una cinta que, obviando todo este discurso, podremos disfrutar como un entretenido pasatiempo.
A destacar la estupenda interpretación de Meryl Streep.
17 de marzo de 2018
17 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene el sello de Spielberg esta historia de periodistas que recuerda mucho a "Todos los hombres del presidente". Pues la disyuntiva de publicar o no archivos comprometedores para el gobierno de USA de la polémica administración Nixon es lo que compone la trama, la lucha de los conservadores y los periodistas de raza que buscan ser los primeros en dar la exclusiva. Aqui vemos a un Tom Hanks muy en su pape perol no le da para nominación, si para la 21 nominación de Meryl Streep que casi siempre hace de sufridora, aqui en un mundo todavía mas machista del que es ahora. En el spoiler van las conclusiones
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esta bien comprobar como algunos gobiernos todavía no lo manejan todo. Aquí en España muchos apesebrados juntaletras podrían aprender o sonrojarse
24 de marzo de 2018
24 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spielberg aborda con maestría el recurrente tema de la libertad de prensa norteamericana, y lo resuelve con solidez en esta su nueva película, "The Post", muy bien construida desde una historia real recreada en un elaborado guion. Y para ello cuenta con la impecable interpretación del binomio Streep-Hanks, con una apurada puesta en escena y con su afinada dirección. Todos estos ingredientes debieran ser más que suficientes para estar hablando yo ahora de una película rutilante de principio a fin, pero no es así. La película me interesó y me gustó sin entusiasmo; y no me satisfizo la exagerada pulcritud de su tratamiento, su academicismo en definitiva. Y a ello añado que los principales personajes que desarrollan la historia muestran en exceso madera de héroe, constante del cine de Spielberg, que sin embargo en otras ocasiones ha sabido reconducir para que esa actitud no destacara ni perjudicara el film. Por todo ello supongo que, sin ánimo de comparar, aunque resulte casi inevitable, eché tanto de menos el talante de Jason Robards en "Todos los hombres del presidente", y por ello opino también que "The Post" es una película sin alma.
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