La chica danesa
2015 

6.7
29,045
Drama. Romance
Drama basado en la verdadera historia de una pareja de artistas daneses, Einar y Gerda Wegener. La vida de este matrimonio dio un giro cuando Einar sustituyó a la modelo femenina que su mujer, Gerda, tenía que pintar. Cuando los retratos resultan ser un éxito, ella anima a su marido a adoptar una apariencia femenina. Lo que comenzó como un juego llevó a Einar a una metamorfosis inesperada. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2016
21 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ardua tarea la del director de intentar plasmar en imágenes el sentir del interior de una mente tranquilamente atormentada, y a pesar de ser irregular la sensación final hay momentos de extrema belleza dolorosa que nos inculca el valor de una tranquila aniquilación interna que se visualiza con calma furibunda. Eddie Redmayne se mimetiza con su pensamiento y el espectador, comprensible, apoya su belleza sentimental en su interpretación, que como una moneda, se complementa con la otra cara, la de Alicia Vikander, deturpadora presencia, intranquilo personaje que sufre la parte inversa a su compañero de reparto. Dos actuaciones intensas, viscerales. El guión busca la belleza con una fotografía cautivadoramente pintada, aunque extensa de más sin que el ánimo del espectador se desvele. Las miradas transmiten, los personajes se crecen, las interpretaciones se aman... la belleza de la crueldad del ser...
21 de enero de 2016
21 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Chica Danesa es una buena película, al menos desde un punto de vista académico, pero una vez en tu casa la maduras un poco y empieza a decepcionarte. Todo en ella está pensada casi de forma milimétrica para deleite de los académicos... perdón, de los espectadores. En primer lugar están las interpretaciones, entre las que destaca la de Alicia Vikander como auténtica protagonista de la película, seguido de un Eddie Redmayne al que algunos ven sobreactuado pero que yo percibo correcto. La dirección artística es espectacular, casi lo mejor de la película, con una fotografía muy luminosa para darle aún más brillo a la perfecta ambientación de la época. El vestuario impecable (que mona va siempre la Vikander). La música perfecta. Exteriores cautivadores ¿Y qué falla? Pues el descaro con el que se presentan en la carrera hacia los Oscars, dejando por el camino la posibilidad de contar una historia más profunda, con más matices, más arriesgada. El ritmo narrativo tampoco está claro, y es que no se percibe el paso del tiempo aunque realmente están pasando muchos años. Se echa de menos un poco de cine del de verdad, y es que el tema daba para ello, pero claro, igual hacía falta otro tipo de director para ello. El camino hacia la transexualidad nunca estuvo más edulcorado. Pese a ello, creo que la película merece un visionado, y es que las virtudes que tiene, que no son pocas, son más que merecedoras de ello, y de hecho son las que elevan la nota. Suerte en los Oscars Tom.
22 de enero de 2016
22 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Hooper vuelve a demostrar con este film que se mueve como pez en el agua en historias sobre personajes complejos. Los dos actores están excelentes sobre todo una hermosa Alicia Vikander. La película nos lleva a un tiempo donde no se habla de la transexualidad y atreverse a hacer lo que hizo este pintor allá en los 20 es totalmente trasgresor. La historia real de un pintor y su mujer. No merece entrar en el limbo de las obras maestras pero si un hueco en los corazones de los que se sienten diferentes.
28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver de nuevo en acción a Eddie Redmayne en un papel a la medida, resulta siempre un placer, especialmente cuando la adecuación es tan perfecta que parece imposible hallar para él un mejor personaje, con permiso del señor Hawkings…He leído que en esta más que correcta película, el director no estaba la altura de tan grande actor pero, sinceramente, me parecen ganas de menospreciar la excelente labor de Tom Hooper, un cineasta que ya ha demostrado con creces su talento. Tal vez la película no nos cuenta algo nuevo o excepcional pero sí nos deja una agradable sensación en las retinas.
31 de enero de 2016
31 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A medida que desarrolla su trama, queda claro que esta historia no será para todos.
Que podrá ser vista de las más diferentes maneras, quizá como una reivindicación de la transexualidad, quizá solo como un pedazo de verdad histórica, o como un relato aleccionador de nuestra propia ignorancia.
Sin embargo, de entre todas las cosas que podría ser, y bordeando un ridículo de sensibilidad que bastante público no será capaz de tolerar, elige ser la relación sincera entre dos personas que se aman.
'La Chica Danesa' tiene su corazón en Einar y Gerda, y en cómo la aparición de otra persona les separa, inevitablemente.
Pero resulta que esa tercera persona es Lili, una personalidad, un género, una manera de sentir el mundo si se quiere, que siempre ha sido parte de Einar. De un posado casual, apenas un engaño entre artistas necesario para terminar una pintura a tiempo, surge una sospecha de algo que siempre estuvo ahí, y que por azar o por simple impulso nunca llegó a materializarse.
Es revelador el plano subjetivo, desde la mirada de Einar, en el que vemos sus piernas en medias y tacones: como si por primera vez todo encajara en un todo.
Todo sea dicho, esta historia tiene un tremendo enemigo, como es la hipócrita y machacona sensación de "dadnos un Oscar, todo esto es obra maestra".
Nada más lejos de la realidad, y algo que la distrae del verdadero sentimiento que asoma las más de las veces, gracias a dos magníficos actor y actriz que cargan con dos emociones que no pueden controlar: la de no sentirse en su cuerpo por parte de Einar, junto con el amor sacrificado de Gerda. Ambos tensan la cuerda que amenaza con romper su relación, lo único a lo que verdaderamente les merece la pena aferrarse, pero no pueden evitar hacerlo porque ambos quieren algo que les separará.
Una extraordinaria Alicia Vikander está a las duras y a las maduras, en los mejores momentos y en las mayores locuras, como el personaje histórico que nunca fue. Resulta chocante comprobar la realidad histórica para ver que Gerda Wegener pintaba en realidad escenas lésbicas y veía a Einar como una fascinante anomalía de sus gustos bisexuales, pero ahí está el reto y la grandeza de las grandes actuaciones: saben sacar la verdad de lo que no deja de ser una mentira.
Cuando se deja "salir" a Lili, a modo de juego, en un baile de artistas habituados a lo extravagante, nada hace presagiar que todo se escape de lo "racionalmente" aceptado, todo el mundo cree que la mascarada acabará allá donde acaba el chiste. Pero se confunde apariencia con verdad, e interpretación con sentimiento, sin nadie que sepa como pararlo.
Gradualmente, los cuadros de Lili cercarán en su propio apartamento el matrimonio Einar/Gerda, recalcando sutilmente una realidad evidente: esa persona existe, no solo en la imaginación, sino en los sentidos. Einar recorre su cuerpo desnudo buscando rastros de algo que él siente, mientras Gerda escucha a los compradores de sus cuadros hablar de alguien que es casi real.
Cada vez que Lili se descubre, cada vez que conoce a más gente, se puede notar la mirada de aceptación mezclada con pena en Gerda, que sabe que su marido es feliz aunque deba dejarle atrás. Algo curioso: a medida que progresa su historia, cada vez vemos menos la transición de Einar a Lili, dejando que no hay transformación de una persona, sino solo dos claramente separadas en aficiones y gustos.
Dice Einar, al principio: "el matrimonio es algo grandioso, es la suma de dos personas para crear una, algo mejor que ellos mismos", y en su drama personal ocurre lo mismo, dos maneras de sentir que llegarán a ser una sola, a gusto con su cuerpo, pero recordando aún la sensación confortable de tener al lado a su antigua mujer dibujando.
Aún con sus inconsistencias históricas, puestas para el reconocimiento de premios académicos o para la aceptación del público menos tolerante, se construye algo especial, algo que, en su núcleo, busca retratar a dos personas que sabían que debían dejar ir algo de si mismos para poder encontrar una paz personal que la época o la misma genética no les dejó conseguir.
Por eso, al final, es una historia de renuncias en la que Gerda deja libre a su esposo Einar, sin llegar a comprender realmente qué buscaba, algo que nunca se había intentado. Pero algo sí sabe: que Lili fue feliz, al final.
Que podrá ser vista de las más diferentes maneras, quizá como una reivindicación de la transexualidad, quizá solo como un pedazo de verdad histórica, o como un relato aleccionador de nuestra propia ignorancia.
Sin embargo, de entre todas las cosas que podría ser, y bordeando un ridículo de sensibilidad que bastante público no será capaz de tolerar, elige ser la relación sincera entre dos personas que se aman.
'La Chica Danesa' tiene su corazón en Einar y Gerda, y en cómo la aparición de otra persona les separa, inevitablemente.
Pero resulta que esa tercera persona es Lili, una personalidad, un género, una manera de sentir el mundo si se quiere, que siempre ha sido parte de Einar. De un posado casual, apenas un engaño entre artistas necesario para terminar una pintura a tiempo, surge una sospecha de algo que siempre estuvo ahí, y que por azar o por simple impulso nunca llegó a materializarse.
Es revelador el plano subjetivo, desde la mirada de Einar, en el que vemos sus piernas en medias y tacones: como si por primera vez todo encajara en un todo.
Todo sea dicho, esta historia tiene un tremendo enemigo, como es la hipócrita y machacona sensación de "dadnos un Oscar, todo esto es obra maestra".
Nada más lejos de la realidad, y algo que la distrae del verdadero sentimiento que asoma las más de las veces, gracias a dos magníficos actor y actriz que cargan con dos emociones que no pueden controlar: la de no sentirse en su cuerpo por parte de Einar, junto con el amor sacrificado de Gerda. Ambos tensan la cuerda que amenaza con romper su relación, lo único a lo que verdaderamente les merece la pena aferrarse, pero no pueden evitar hacerlo porque ambos quieren algo que les separará.
Una extraordinaria Alicia Vikander está a las duras y a las maduras, en los mejores momentos y en las mayores locuras, como el personaje histórico que nunca fue. Resulta chocante comprobar la realidad histórica para ver que Gerda Wegener pintaba en realidad escenas lésbicas y veía a Einar como una fascinante anomalía de sus gustos bisexuales, pero ahí está el reto y la grandeza de las grandes actuaciones: saben sacar la verdad de lo que no deja de ser una mentira.
Cuando se deja "salir" a Lili, a modo de juego, en un baile de artistas habituados a lo extravagante, nada hace presagiar que todo se escape de lo "racionalmente" aceptado, todo el mundo cree que la mascarada acabará allá donde acaba el chiste. Pero se confunde apariencia con verdad, e interpretación con sentimiento, sin nadie que sepa como pararlo.
Gradualmente, los cuadros de Lili cercarán en su propio apartamento el matrimonio Einar/Gerda, recalcando sutilmente una realidad evidente: esa persona existe, no solo en la imaginación, sino en los sentidos. Einar recorre su cuerpo desnudo buscando rastros de algo que él siente, mientras Gerda escucha a los compradores de sus cuadros hablar de alguien que es casi real.
Cada vez que Lili se descubre, cada vez que conoce a más gente, se puede notar la mirada de aceptación mezclada con pena en Gerda, que sabe que su marido es feliz aunque deba dejarle atrás. Algo curioso: a medida que progresa su historia, cada vez vemos menos la transición de Einar a Lili, dejando que no hay transformación de una persona, sino solo dos claramente separadas en aficiones y gustos.
Dice Einar, al principio: "el matrimonio es algo grandioso, es la suma de dos personas para crear una, algo mejor que ellos mismos", y en su drama personal ocurre lo mismo, dos maneras de sentir que llegarán a ser una sola, a gusto con su cuerpo, pero recordando aún la sensación confortable de tener al lado a su antigua mujer dibujando.
Aún con sus inconsistencias históricas, puestas para el reconocimiento de premios académicos o para la aceptación del público menos tolerante, se construye algo especial, algo que, en su núcleo, busca retratar a dos personas que sabían que debían dejar ir algo de si mismos para poder encontrar una paz personal que la época o la misma genética no les dejó conseguir.
Por eso, al final, es una historia de renuncias en la que Gerda deja libre a su esposo Einar, sin llegar a comprender realmente qué buscaba, algo que nunca se había intentado. Pero algo sí sabe: que Lili fue feliz, al final.
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