La chica danesa
2015 

6.7
29,045
Drama. Romance
Drama basado en la verdadera historia de una pareja de artistas daneses, Einar y Gerda Wegener. La vida de este matrimonio dio un giro cuando Einar sustituyó a la modelo femenina que su mujer, Gerda, tenía que pintar. Cuando los retratos resultan ser un éxito, ella anima a su marido a adoptar una apariencia femenina. Lo que comenzó como un juego llevó a Einar a una metamorfosis inesperada. (FILMAFFINITY)
28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película, actor espectacular. La realidad que se vivía en siglos anteriores y que en algunos puntos hoy en día se sigue viviendo. Se la recomiendo sobretodo a las personas retrógradas que siguen viendo a estas personas como enfermas y no como lo que son, personas.
5 de febrero de 2016
5 de febrero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso mismo, ¿cuál de las dos? Porque sólo una de ellas se come la película, y no creo que sea a la que se refiere el título.
Efectivamente, estamos ante una historia en que las interpretaciones suponen el principal apoyo de la cámara para narrar de la historia, y una de esas interpretaciones no convence. Duele, porque Eddie Redmayne es un actor como la copa de un pino, que me ha gustado siempre, al que siempre me he creído, sobre todo por su naturalidad al actuar. Pero esa naturalidad aquí se desvanece en demasiadas ocasiones. Se diluye un exceso de cursilería, en un repertorio muy limitado de muecas (más que de expresiones) y un desatinado amaneramiento demasiado artificial que da a su interpretación un aire de estudio de personaje más que de interpretación en sí misma. Eso sí, cuando consigue escapar a sus propias trampas, traspasa la pantalla.
Para compensar, tenemos a una Alicia Vikander absolutamente enorme, carnal, desgarrada, humana, cercana y conmovedora que hace suyo el personaje desde el primer momento y sin esfuerzo aparente.
Una actriz que se aprovecha su aire y sus maneras de choni de polígono y construye un personaje que exuda fuerza y ternura a partes iguales. Un personaje que toma las riendas de una vida confusa y al borde del abismo, y de una película también confusa y en ocasiones también cerca del abismo.
Porque algo que nunca he entendido es como su director Tom Hopper, responsable de una gran mediocridad como fue EL DISCURSO DEL REY y de un fiasco insufrible como LOS MISERABLES, consigue colarle en este juego de favores vendidos y comprados que son los Oscar, en el que una y otra vez parecen jugar siempre los mismos, como si el resto del universo cinematográfico estuviera en una galaxia muy muy lejana.
Si su dirección fracasó estrepitosamente en los dos títulos que he nombrado, en ésta el fracaso no es tanto. Y desde luego no es sólo suyo. El flojísimo guión de LA CHICA DANESA hace difícil que la película sea memorable, o cuando menos necesitaría de un director grande de verdad para salvarlo.
Aún así, Hopper se las apaña para ofrecer un retrato intimista, quizá demasiado, y preciosista que funciona sobre todo en la presentación de la trama y los personajes. Un arranque de película lento y detallista, más propio de cine pequeño, que resulta convincente y prometedor hasta que tiene que bucear en otras profundidades.
Tanto la historia como el guión se pierden en los detalles y en la superficie y fracasan, o ni siquiera se molestan, en narrar las metamorfosis psicológicas de los personajes ni sus motivaciones, apenas la evolución sus sentimientos, el nacimiento, evolución y derrumbe de Lily, el porqué del apoyo incondicional de Gerda, la naturaleza de los triángulos amorosos, ni casi ninguno de los aspectos humanos de los personajes.
Sí, Hopper consigue arrancar momentos mucho más brillantes de lo que el guión le permite, aunque también es el responsable del descalabro interpretativo del que se suponía debería ser su protagonista, además de dejar en el limbo a otros personajes secundarios más que interesantes. Los actores se esfuerzan en interpretar todo ello que ellos saben pero que el guión o Hopper no son capaces de trasmitir.
No, Hopper, aún no es buen director de actores, o simplemente se pierde en otras cuestiones desatendiendo algo tan esencial como las interpretaciones, la sangre de las películas.
El resultado es una historia que desaprovecha mucho de su potencial, que resulta muy irregular, que decae más que crecer, que no sabe llegar al fondo de nada de lo que nos puede interesar, pero que en muchos momentos consigue sobreponerse a un guión escaso gracias, sobre todo, a una actriz sobresaliente, además de una ambientación, una dirección de fotografía y una música más que acertadas.
Tiene tantos aciertos como carencias, y aún así, resulta aceptable y disfrutable, incluso interesante y brillante en algunos momentos.
Aunque eso sí, es una película demasiado pequeña para una historia tan grande.
Una historia demasiado irreal para una historia tan real.
Efectivamente, estamos ante una historia en que las interpretaciones suponen el principal apoyo de la cámara para narrar de la historia, y una de esas interpretaciones no convence. Duele, porque Eddie Redmayne es un actor como la copa de un pino, que me ha gustado siempre, al que siempre me he creído, sobre todo por su naturalidad al actuar. Pero esa naturalidad aquí se desvanece en demasiadas ocasiones. Se diluye un exceso de cursilería, en un repertorio muy limitado de muecas (más que de expresiones) y un desatinado amaneramiento demasiado artificial que da a su interpretación un aire de estudio de personaje más que de interpretación en sí misma. Eso sí, cuando consigue escapar a sus propias trampas, traspasa la pantalla.
Para compensar, tenemos a una Alicia Vikander absolutamente enorme, carnal, desgarrada, humana, cercana y conmovedora que hace suyo el personaje desde el primer momento y sin esfuerzo aparente.
Una actriz que se aprovecha su aire y sus maneras de choni de polígono y construye un personaje que exuda fuerza y ternura a partes iguales. Un personaje que toma las riendas de una vida confusa y al borde del abismo, y de una película también confusa y en ocasiones también cerca del abismo.
Porque algo que nunca he entendido es como su director Tom Hopper, responsable de una gran mediocridad como fue EL DISCURSO DEL REY y de un fiasco insufrible como LOS MISERABLES, consigue colarle en este juego de favores vendidos y comprados que son los Oscar, en el que una y otra vez parecen jugar siempre los mismos, como si el resto del universo cinematográfico estuviera en una galaxia muy muy lejana.
Si su dirección fracasó estrepitosamente en los dos títulos que he nombrado, en ésta el fracaso no es tanto. Y desde luego no es sólo suyo. El flojísimo guión de LA CHICA DANESA hace difícil que la película sea memorable, o cuando menos necesitaría de un director grande de verdad para salvarlo.
Aún así, Hopper se las apaña para ofrecer un retrato intimista, quizá demasiado, y preciosista que funciona sobre todo en la presentación de la trama y los personajes. Un arranque de película lento y detallista, más propio de cine pequeño, que resulta convincente y prometedor hasta que tiene que bucear en otras profundidades.
Tanto la historia como el guión se pierden en los detalles y en la superficie y fracasan, o ni siquiera se molestan, en narrar las metamorfosis psicológicas de los personajes ni sus motivaciones, apenas la evolución sus sentimientos, el nacimiento, evolución y derrumbe de Lily, el porqué del apoyo incondicional de Gerda, la naturaleza de los triángulos amorosos, ni casi ninguno de los aspectos humanos de los personajes.
Sí, Hopper consigue arrancar momentos mucho más brillantes de lo que el guión le permite, aunque también es el responsable del descalabro interpretativo del que se suponía debería ser su protagonista, además de dejar en el limbo a otros personajes secundarios más que interesantes. Los actores se esfuerzan en interpretar todo ello que ellos saben pero que el guión o Hopper no son capaces de trasmitir.
No, Hopper, aún no es buen director de actores, o simplemente se pierde en otras cuestiones desatendiendo algo tan esencial como las interpretaciones, la sangre de las películas.
El resultado es una historia que desaprovecha mucho de su potencial, que resulta muy irregular, que decae más que crecer, que no sabe llegar al fondo de nada de lo que nos puede interesar, pero que en muchos momentos consigue sobreponerse a un guión escaso gracias, sobre todo, a una actriz sobresaliente, además de una ambientación, una dirección de fotografía y una música más que acertadas.
Tiene tantos aciertos como carencias, y aún así, resulta aceptable y disfrutable, incluso interesante y brillante en algunos momentos.
Aunque eso sí, es una película demasiado pequeña para una historia tan grande.
Una historia demasiado irreal para una historia tan real.
4 de marzo de 2016
4 de marzo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le he puesto un 6 por el magnífico guión (la he visto entera, y con ganas). A medida que avanzaba la película, la sobreactuación del /de la protagonista me ha puesto bastante de los nervios. ¿Es que sólo domina un registro ese tío? Me parece una verdadera lástima malgastar un excelente guión por no elegir a un actor que domine más de un registro. En general, creo que el trabajo de los actores no está a la altura. Y el tema se lo valía. Esperaba mucho más.
13 de enero de 2016
13 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay especialista mejor preparado que Tom Hooper para llevar al cine un drama de época basado en hechos reales y que cuenta con, a priori, una historia emocionante. La transexualidad sigue siendo un tema tabú en la sociedad de nuestros días y todavía parece haber ciertas reticencias hacia las personas que deciden cambiar de sexo. A pesar de ello, no hace falta irse muy lejos para encontrar películas que traten este problema. Mismamente, en 2015, ha triunfado en el circuito independiente la cinta americana Tangerine, que contaba la odisea de una prostituta travesti. Una cinta más cercana a La chica danesa vendría siendo Laurence Anyways, de Xavier Dolan, cuyo tema principal era el de un profesor que de repente un día decide cambiarse de sexo. Claro que no podemos pasar por alto al director por excelencia que, probablemente, haya creado más travestis en la ficción. No es otro que el español Pedro Almodóvar. La ley del deseo, Todo sobre mi madre o La mala educación son algunos de sus títulos que cuentan con un personaje de este estilo. Tampoco podemos olvidar a Neil Jordan y su Juego de lágrimas, film que le valió a Jaye Davidson su única nominación a los Oscars por ese hombre transformado en mujer.
Eina y Gerda Wegener fueron un matrimonio de pintores daneses que vivían en Copenhague allá por los años 20. En un mundo donde los hombres seguían teniendo más poder que las mujeres, Gerda veía cómo las alabanzas del éxito entre los círculos artísticos recaían sobre su marido, a pesar de que ella ponía más esfuerzos y ganas. Él pintaba paisajes de su infancia y ella retrataba a todas las personas que podía. Eran la pareja perfecta causando incluso envidia entre los más allegados. La mejor amiga de ellos, Ulla, no puede asistir a su casa para que Gerda concluya el retrato de una bailarina. Así pues, le pide a su marido que se ponga unos zapatos de danza y unas medias. Mientras ella dibuja, él empieza a ver cómo le queda esa indumentaria. Su cara petrificada lo dice todo. Poco tiempo después, es otra vez Gerda la que le propone que se disfrace de mujer para que vaya con ella a una fiesta, ya que no quiere ir sola y había dicho que Eila no vendría por no gustarle esos actos. El proceso de metamorfosis ya ha comenzado. Al acudir a la reunión, y Gerda desaparecer entre la muchedumbre, Eina, o Lili mejor dicho, es obligada a hablar con un joven (Ben Whishaw) que no para de darle la lata. Tras un breve diálogo y un rechazo inicial por parte de él, terminan besándose bajo la atenta mirada de Gerda. Lili había cobrado vida dentro de Eine y poco a poco se iba comiendo a su yo masculino.
Es imposible no pararse a pensar en La teoría del todo cuando vemos La chica danesa porque no solo coinciden en tener al mismo protagonista. Las comparaciones van más allá del mero actor. Tanto Stephen Hawking como Eina Wegener/Lili Elbe son dos personajes que sufren una transformación física poco a poco. El físico inglés ve cómo su cuerpo empieza a fallar lentamente hasta dejarle sentado en una silla de ruedas sin apenas moverse. Por su parte, para Einar, lo que comienza como una broma, se acaba convirtiendo en una doble vida a escondidas de su mujer hasta que ya no puede ocultarlo. Son dos seres débiles que pasan la mayor parte de su tiempo en hospitales o clínicas esperando a que determinados doctores saquen la varita mágica y resuelvan sus problemas. Lo que no se dan cuenta es que es irreversible. Ambos encuentran en sus mujeres un arma de apoyo para continuar adelante. Eddie Redmayne realiza así dos interpretaciones desde la limitación de lo físico. No solo se pueden sacar comparaciones del protagonista, pues la figura femenina en ambos casos juega un papel muy importante. Son un enorme homenaje a aquellas mujeres que no abandonan a sus maridos en las batallas más difíciles de sus vidas. El año pasado fue el turno de Felicity Jones, la cual mostró mucha madurez a la hora de interpretar el papel de esposa del físico británico. Su peso en pantalla iba aumentando a la vez que disminuía el de su marido. Tenía que lidiar con todos los problemas al mismo tiempo que le cuidaba a él y a sus hijos. Esa gran carga que llevaba consigo para muchos no sería vida, pero ella se mantenía fiel a aquel de quien se enamoró con la esperanza de que hubiera alguna remota oportunidad de que se curase. Lamentablemente eso no ocurrió y se vio con la difícil decisión de aceptar que operaran a Stephen para que siguiera viviendo aunque eso supusiera no poder hablar jamás. Y esta operación que no dependía de ella podríamos ponerla en el mismo lugar que la del cambio de sexo a la que se tiene que enfrentar Lili para conseguir una nueva vida. Gerda decide mantenerse a su lado desde el principio porque es el hombre del que se enamoró en unas escaleras. Y al igual que podemos sacar una conclusión de la frase que le dice Gerda a un cliente ("Es difícil para un hombre
ser mirado por una mujer."), podemos hacerlo con los cuadros que pintaban cada uno. Él, un precioso paisaje; ella, magníficos retratos de personas. La humanidad (Gerda) debe cuidar de la naturaleza (Eina) para que el mundo no deje de funcionar.
El sufrimiento que vemos en pantalla depende absolutamente de la magnífica interpretación de Alicia Vikander, que es la que se apropia de la película y de la que podríamos decir que es "La chica danesa" de la que el título hace referencia. El dolor que hay dentro de ella es tan intenso que, al igual que Felicity Jones, duda sobre si abandonar a su compañero de viaje y encontrar el amor en otra persona (Matthias Schoenaerts). Redmayne hace una actuación sólida y muy contenida que navega entre el borde de una masculinidad afeminada y una feminidad exagerada. Para algunos será convincente y para otros será el sinónimo de cursilería.
- Continúa en spoilers sin spoilers -
Eina y Gerda Wegener fueron un matrimonio de pintores daneses que vivían en Copenhague allá por los años 20. En un mundo donde los hombres seguían teniendo más poder que las mujeres, Gerda veía cómo las alabanzas del éxito entre los círculos artísticos recaían sobre su marido, a pesar de que ella ponía más esfuerzos y ganas. Él pintaba paisajes de su infancia y ella retrataba a todas las personas que podía. Eran la pareja perfecta causando incluso envidia entre los más allegados. La mejor amiga de ellos, Ulla, no puede asistir a su casa para que Gerda concluya el retrato de una bailarina. Así pues, le pide a su marido que se ponga unos zapatos de danza y unas medias. Mientras ella dibuja, él empieza a ver cómo le queda esa indumentaria. Su cara petrificada lo dice todo. Poco tiempo después, es otra vez Gerda la que le propone que se disfrace de mujer para que vaya con ella a una fiesta, ya que no quiere ir sola y había dicho que Eila no vendría por no gustarle esos actos. El proceso de metamorfosis ya ha comenzado. Al acudir a la reunión, y Gerda desaparecer entre la muchedumbre, Eina, o Lili mejor dicho, es obligada a hablar con un joven (Ben Whishaw) que no para de darle la lata. Tras un breve diálogo y un rechazo inicial por parte de él, terminan besándose bajo la atenta mirada de Gerda. Lili había cobrado vida dentro de Eine y poco a poco se iba comiendo a su yo masculino.
Es imposible no pararse a pensar en La teoría del todo cuando vemos La chica danesa porque no solo coinciden en tener al mismo protagonista. Las comparaciones van más allá del mero actor. Tanto Stephen Hawking como Eina Wegener/Lili Elbe son dos personajes que sufren una transformación física poco a poco. El físico inglés ve cómo su cuerpo empieza a fallar lentamente hasta dejarle sentado en una silla de ruedas sin apenas moverse. Por su parte, para Einar, lo que comienza como una broma, se acaba convirtiendo en una doble vida a escondidas de su mujer hasta que ya no puede ocultarlo. Son dos seres débiles que pasan la mayor parte de su tiempo en hospitales o clínicas esperando a que determinados doctores saquen la varita mágica y resuelvan sus problemas. Lo que no se dan cuenta es que es irreversible. Ambos encuentran en sus mujeres un arma de apoyo para continuar adelante. Eddie Redmayne realiza así dos interpretaciones desde la limitación de lo físico. No solo se pueden sacar comparaciones del protagonista, pues la figura femenina en ambos casos juega un papel muy importante. Son un enorme homenaje a aquellas mujeres que no abandonan a sus maridos en las batallas más difíciles de sus vidas. El año pasado fue el turno de Felicity Jones, la cual mostró mucha madurez a la hora de interpretar el papel de esposa del físico británico. Su peso en pantalla iba aumentando a la vez que disminuía el de su marido. Tenía que lidiar con todos los problemas al mismo tiempo que le cuidaba a él y a sus hijos. Esa gran carga que llevaba consigo para muchos no sería vida, pero ella se mantenía fiel a aquel de quien se enamoró con la esperanza de que hubiera alguna remota oportunidad de que se curase. Lamentablemente eso no ocurrió y se vio con la difícil decisión de aceptar que operaran a Stephen para que siguiera viviendo aunque eso supusiera no poder hablar jamás. Y esta operación que no dependía de ella podríamos ponerla en el mismo lugar que la del cambio de sexo a la que se tiene que enfrentar Lili para conseguir una nueva vida. Gerda decide mantenerse a su lado desde el principio porque es el hombre del que se enamoró en unas escaleras. Y al igual que podemos sacar una conclusión de la frase que le dice Gerda a un cliente ("Es difícil para un hombre
ser mirado por una mujer."), podemos hacerlo con los cuadros que pintaban cada uno. Él, un precioso paisaje; ella, magníficos retratos de personas. La humanidad (Gerda) debe cuidar de la naturaleza (Eina) para que el mundo no deje de funcionar.
El sufrimiento que vemos en pantalla depende absolutamente de la magnífica interpretación de Alicia Vikander, que es la que se apropia de la película y de la que podríamos decir que es "La chica danesa" de la que el título hace referencia. El dolor que hay dentro de ella es tan intenso que, al igual que Felicity Jones, duda sobre si abandonar a su compañero de viaje y encontrar el amor en otra persona (Matthias Schoenaerts). Redmayne hace una actuación sólida y muy contenida que navega entre el borde de una masculinidad afeminada y una feminidad exagerada. Para algunos será convincente y para otros será el sinónimo de cursilería.
- Continúa en spoilers sin spoilers -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y si hasta ahora solo hemos hablado de las actuaciones es porque indudablemente es lo que más destaca. Tom Hooper, bien arraigado al estilo academicista británico, vuelve a dirigir con solvencia y exquisitamente. Podría incluso formar parte de una trilogía compuesta por las dos obras ya mencionadas y The imitation game. Ambas británicas y ambas con personajes que tienen grandes obstáculos. El problema de Hooper en esta película viene precisamente del guión. Comienza de una forma potente, presentándonos todo claramente y con un lirismo palpable. En apenas diez minutos ya ha salido el nombre de Lili en la película, pero después de eso se mete de lleno en una obra tan contenida como reiterativa. Parece que quiere ser fiel al bienquedismo y se mantiene dentro de los límites de lo seguro, intentando gustar a todo el público y emocionar en aquellas secuencias donde Eina o Gerda se derrumban, a la vez que la banda sonora sube de tono para que toque el alma del espectador. Y en las que no, pierde el tiempo en mostrar una y otra vez a Redmayne mirándose al espejo, vistiéndose o intentando imitar a toda mujer a la que ve. Hooper, de esta forma, se centra más en la intimidad de la pareja y pierde la oportunidad perfecta de tratar más en profundidad el tema de la homosexualidad en una sociedad que aun no era tolerante ante dicha forma de ser. Focaliza más en lo estilístico de la época que en lo doloroso y crudo del asunto. Tal vez el tono con el que adorna la obra no era el adecuado para una historia de superación, que termina, por ende, en algo un tanto superficial y redundante. Y ello unido a un final forzado descaradamente con el único objetivo de ser emocional.
Como viene siendo habitual, en el apartado técnico y artístico no se puede poner ninguna pega. La recreación de París y Copenhague es fascinante y cuya principal culpable es la fotografía a cargo de Danny Cohen, fiel colaborador de Hooper, que impregna a los paisajes de un color pastel casi a la altura de una obra pictórica. Y de Alexandre Desplat poco hay que hablar. Aunque en esta ocasión destaque un poco menos de lo normal, aprueba con una gran nota a la hora de ambientar los momentos de más carga emocional. Parece mentira que siga siendo igual de efectivo tras componer la banda sonora de diez películas en apenas dos años.
La chica danesa es un trabajo entretenido y que está realizado con el propósito de buscar el aplauso fácil con la llegada de los créditos. Pero esta vez Hooper ha hecho un trabajo que no será recordado más que cuando haya que sacar una lista de las películas que traten la transexualidad. Del dúo protagonista, nada que reprochar. Alicia Vikander hace uno de los papeles del año y que afortunadamente está siendo reconocido, en forma de nominación, en todas los lugares.
http://www.cineautorweb.com/2016/01/13/la-chica-danesa/
Como viene siendo habitual, en el apartado técnico y artístico no se puede poner ninguna pega. La recreación de París y Copenhague es fascinante y cuya principal culpable es la fotografía a cargo de Danny Cohen, fiel colaborador de Hooper, que impregna a los paisajes de un color pastel casi a la altura de una obra pictórica. Y de Alexandre Desplat poco hay que hablar. Aunque en esta ocasión destaque un poco menos de lo normal, aprueba con una gran nota a la hora de ambientar los momentos de más carga emocional. Parece mentira que siga siendo igual de efectivo tras componer la banda sonora de diez películas en apenas dos años.
La chica danesa es un trabajo entretenido y que está realizado con el propósito de buscar el aplauso fácil con la llegada de los créditos. Pero esta vez Hooper ha hecho un trabajo que no será recordado más que cuando haya que sacar una lista de las películas que traten la transexualidad. Del dúo protagonista, nada que reprochar. Alicia Vikander hace uno de los papeles del año y que afortunadamente está siendo reconocido, en forma de nominación, en todas los lugares.
http://www.cineautorweb.com/2016/01/13/la-chica-danesa/
14 de enero de 2016
14 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Investido como solvente director de época, e incluso injustamente premiado por tales menesteres, el británico Tom Hooper mantiene su linea continuista, para acercarse a la cruzada de Einar y Gerda Wegener, un matrimonio de pintores daneses de principios del siglo pasado, cuya historia real ha superado el olvido del tiempo, hasta convertirse en todo un icono para el movimiento transexual.
Con una autoimpuesta obligación por afrontar el material con la sensibilidad requerida, Hooper vuelve a demostrar sus carencias como realizador, abrazando una estética y una puesta en escena muy contenidas, que precipita este tratado sobre el cambio a un nivel que seguramente, la mayoría no están dispuestos a aceptar o entender, y es justo en ese punto, donde el responsable de "El Discurso del Rey" se embarra hasta las cejas, intentando condensar con elegancia el tramo final de un argumento que se torna pueril y convencional, incluso emocionalmente lastimero, algo que acaba por difuminar muchos de los logros iniciales, representados básicamente en asumir algunos riesgos en el terreno de lo sexual.
Del reparto, Alicia Vikander, candidata a actriz del momento, resulta bastante más convincente que su marido en la ficción, un a veces brillante, otras desfasado Eddie Redmayne, aún disfrutando de su momento de pleno éxtasis como interprete, que incluye ciertos excesos que sin duda alguien debería corregir, aún reconociendo el enorme talento que le asiste, como palpable promesa del cine presente y venidero.
En la técnica, destaca la excelente composición de Alexander Desplat, bien acompañada por una ambientación muy cuidada, en la que destaca el vestuario y los exteriores de Copenhague, con la omnipresencia del famoso Puerto de Nyhavn, así como la aparición de un barrio cercano al Kastellet, con sus casas naranjas adosadas en hilera, que seguro harán las delicias de todos aquellos, que como un servidor, han visitado la capital danesa en alguna ocasión.
Finalmente, y reflexionando sobre la propia condición del melodrama como género cinematográfico, que siempre debe requerir de la misma cantidad equilibrada de sonrisas y lágrimas en su concepción, se puede concluir que aquí la balanza se ha declinado hacia un exceso de amaneramiento afectivo, provocado en parte por un guión inconsistente. Sobra romanticismo y falta emotividad, un recurso que no siempre aparece, por mucho que los sutiles acabados consigan transportarnos, con sobrada capacidad, al periodo social y cultural en el que se desarrolla tan peculiar relato.
<Lee esta crítica, y muchas más, en Fusion-Freak.com>
Con una autoimpuesta obligación por afrontar el material con la sensibilidad requerida, Hooper vuelve a demostrar sus carencias como realizador, abrazando una estética y una puesta en escena muy contenidas, que precipita este tratado sobre el cambio a un nivel que seguramente, la mayoría no están dispuestos a aceptar o entender, y es justo en ese punto, donde el responsable de "El Discurso del Rey" se embarra hasta las cejas, intentando condensar con elegancia el tramo final de un argumento que se torna pueril y convencional, incluso emocionalmente lastimero, algo que acaba por difuminar muchos de los logros iniciales, representados básicamente en asumir algunos riesgos en el terreno de lo sexual.
Del reparto, Alicia Vikander, candidata a actriz del momento, resulta bastante más convincente que su marido en la ficción, un a veces brillante, otras desfasado Eddie Redmayne, aún disfrutando de su momento de pleno éxtasis como interprete, que incluye ciertos excesos que sin duda alguien debería corregir, aún reconociendo el enorme talento que le asiste, como palpable promesa del cine presente y venidero.
En la técnica, destaca la excelente composición de Alexander Desplat, bien acompañada por una ambientación muy cuidada, en la que destaca el vestuario y los exteriores de Copenhague, con la omnipresencia del famoso Puerto de Nyhavn, así como la aparición de un barrio cercano al Kastellet, con sus casas naranjas adosadas en hilera, que seguro harán las delicias de todos aquellos, que como un servidor, han visitado la capital danesa en alguna ocasión.
Finalmente, y reflexionando sobre la propia condición del melodrama como género cinematográfico, que siempre debe requerir de la misma cantidad equilibrada de sonrisas y lágrimas en su concepción, se puede concluir que aquí la balanza se ha declinado hacia un exceso de amaneramiento afectivo, provocado en parte por un guión inconsistente. Sobra romanticismo y falta emotividad, un recurso que no siempre aparece, por mucho que los sutiles acabados consigan transportarnos, con sobrada capacidad, al periodo social y cultural en el que se desarrolla tan peculiar relato.
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