Monsieur Verdoux
7.9
7,614
Comedia
Basada en hechos reales, cuenta la historia de Henri Verdoux, un hombre de doble vida. Por un lado es un respetable hombre casado padre de un hijo, pero por otro es un seductor que, bajo otra identidad, se dedica a casarse con viudas ricas a las que posteriormente asesina para quedarse con su fortuna. (FILMAFFINITY)
10 de agosto de 2014
10 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henri Verdoux (Charles Chaplin) es un hombre que lleva una doble vida, por un lado es padre de familia y un esposo abnegado, mientras por otro lado, bajo varias identidades seduce, enamora, se casa y posteriormente asesina a mujeres para quedarse con sus fortunas.
Chaplin es el rey de la comedia y en ésta película, aunque no es constante -y es que el filme no va por ese lado- si tiene sus momentos divertido, estamos ante una completa tragicomedia. El argumento puede resultar algo chocante en un inicio, sin embargo pronto todo va tornando sentido con el pasar de los minutos.
La ácida crítica de Chaplin al sistema en el que se encontraba no es ajeno en este film, aquí muestra como un hombre después de treinta años trabajando en una empresa es desechado sin ninguna garantía, en plena recesión económica y con una familia por mantener, por lo que toma medidas bastante drásticas para irlos sacando adelante.
Un film muy diferente dentro de la filmografía de Chaplin, que termina resultando interesante, atractivo y como de costumbre, bastante agradable y fluido, con un manejo del lenguaje cinematográfico exquisito, un muy buen film.
Chaplin es el rey de la comedia y en ésta película, aunque no es constante -y es que el filme no va por ese lado- si tiene sus momentos divertido, estamos ante una completa tragicomedia. El argumento puede resultar algo chocante en un inicio, sin embargo pronto todo va tornando sentido con el pasar de los minutos.
La ácida crítica de Chaplin al sistema en el que se encontraba no es ajeno en este film, aquí muestra como un hombre después de treinta años trabajando en una empresa es desechado sin ninguna garantía, en plena recesión económica y con una familia por mantener, por lo que toma medidas bastante drásticas para irlos sacando adelante.
Un film muy diferente dentro de la filmografía de Chaplin, que termina resultando interesante, atractivo y como de costumbre, bastante agradable y fluido, con un manejo del lenguaje cinematográfico exquisito, un muy buen film.
1 de septiembre de 2015
1 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charles Chaplin da la vuelta al calcetín para sorprender a su público con una comedia oscura que no fue del todo entendida en su tiempo, aunque el paso de las décadas han ido revalorizando su categoría de clásico. Inspirado en una idea original de Orson Welles, es sabido que no permitir la dirección del creador de "Ciudadano Kane" enemistó profundamente a los dos genios. Chaplin no permitió su inclusión, si bien utilizó un concepto de partida fascinante por parte de Welles.
El mito de Barbazul remasterizado con la simpática figura de Charlot, con un giro cínico en la premisa original de Orson, que al final diera con la horma de su zapato, una señora caza-fortuna que también intentaría eliminarlo a él. Sin duda, hubiera sido una opereta muy cínica y repleta de humor negro. Chaplin, cogiendo el punto de partida, conservó las características asesinas de monsieur Verdoux, si bien eliminó a esa posible contrincante (con mucha malicia, Welles afirmó en varios libros que era por no compartir protagonismo con nadie).
Una polémica que no impide disfrutar de esta joya. Un auténtico recital de actuación por parte de un Chaplin comodísimo en escena, jugando con los constantes viajes en tren para mostrar los distintos hogares de Francia donde nuestro "héroe" actúa. Justo cuando superamos el tremendo impacto de ver al humorista como villano, Chaplin vuelve a golpearnos al mostrarnos a su verdadera y entrañable familia, un hijo pequeño y una bella dama en silla de ruedas.
Verdoux va logrando lo imposible, que casi simpaticemos con el asesino. Entonces, cuando crees que ya nada más puede sorprenderte, llega un alegato inesperado, uno que solamente podía surgir en alguien que hubiera sido testigo del crack del 29 y la II Guerra Mundial.
La venta de artillería. Ahí hubieras podido hacer gran fortuna, mon cher Verdoux. Hay asesinatos más rentables que otros.
El mito de Barbazul remasterizado con la simpática figura de Charlot, con un giro cínico en la premisa original de Orson, que al final diera con la horma de su zapato, una señora caza-fortuna que también intentaría eliminarlo a él. Sin duda, hubiera sido una opereta muy cínica y repleta de humor negro. Chaplin, cogiendo el punto de partida, conservó las características asesinas de monsieur Verdoux, si bien eliminó a esa posible contrincante (con mucha malicia, Welles afirmó en varios libros que era por no compartir protagonismo con nadie).
Una polémica que no impide disfrutar de esta joya. Un auténtico recital de actuación por parte de un Chaplin comodísimo en escena, jugando con los constantes viajes en tren para mostrar los distintos hogares de Francia donde nuestro "héroe" actúa. Justo cuando superamos el tremendo impacto de ver al humorista como villano, Chaplin vuelve a golpearnos al mostrarnos a su verdadera y entrañable familia, un hijo pequeño y una bella dama en silla de ruedas.
Verdoux va logrando lo imposible, que casi simpaticemos con el asesino. Entonces, cuando crees que ya nada más puede sorprenderte, llega un alegato inesperado, uno que solamente podía surgir en alguien que hubiera sido testigo del crack del 29 y la II Guerra Mundial.
La venta de artillería. Ahí hubieras podido hacer gran fortuna, mon cher Verdoux. Hay asesinatos más rentables que otros.
8 de agosto de 2018
8 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película de un genial director y actor como es Charles Chaplin. En este filme además se encargo prácticamente de todo, incluso de la música para conseguir una sutil aproximación al mundo del asesinato, las vidas paralelas y la insatisfacción del ser humano. Al igual que en la mayoría de películas de él, consigue sacarnos alguna sonrisa y alguna lágrima. También como es habitual no tienen desperdicio las frases y citas que nos cuenta el protagonista y que han quedado para la historia del cine.
24 de agosto de 2018
24 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no te gusta el típico Chaplin, perfectamente puedes ver está película porque no es su típica película de gags.
Si te gusta el típico Chaplin, está película te encantará porque a parte de sus divertidos gags, descubrirás un Chaplin diferente pero que, como siempre, te encandilará.
La película narra los escarceos amorosos de Chaplin y su interés por el dinero.
Es una delicia de película, inteligente, cómplice, divertida, sugerente, romántica, de humor negro.
Quizá el último cuarto de película cambie a un plano sentimental, moralista, quizá demasiado explicativa, pero no deja de ser una Maravilla.
Si te gusta el típico Chaplin, está película te encantará porque a parte de sus divertidos gags, descubrirás un Chaplin diferente pero que, como siempre, te encandilará.
La película narra los escarceos amorosos de Chaplin y su interés por el dinero.
Es una delicia de película, inteligente, cómplice, divertida, sugerente, romántica, de humor negro.
Quizá el último cuarto de película cambie a un plano sentimental, moralista, quizá demasiado explicativa, pero no deja de ser una Maravilla.
18 de mayo de 2020
18 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Monsieur Verdoux” es, sencillamente, una obra maestra, la enésima de su director —y productor, guionista, protagonista, músico… a Chaplin sólo le faltaba llevar el catering—. Se trata de una delicia cáustica cuyas amables trazas de alta comedia apenas si alcanzan a endulzar el vitriolo que destila cada uno de sus fotogramas.
Existe cierto consenso crítico en torno a la idea, metafórica, de que con esta película Chaplin enterraba definitivamente a su inmortal vagabundo. Si bien es cierto que no volverá a ponerse el bombín ladeado, el estrecho frac y los pantalones “oversize”, no lo es menos que su Henri Verdoux parte de la misma dicotomía moral que pespuntea las cintas protagonizadas por su icónico personaje; eso sí, sazonada de un cinismo y una amargura que cabe achacar a la edad —Chaplin está cerca de cumplir los sesenta años—, a sus crecientes problemas con la administración americana, y a que la idea original parte de Orson Welles, quien no se caracterizaba por ser precisamente un alma de cántaro.
Así, su habitual compasión por los desfavorecidos y correlativo resentimiento para con los poderosos se manifiestan en “Monsieur Verdoux” con una brutalidad inusitada. En representación de los primeros, la esposa parapléjica, el hijo pequeño de ambos y la joven recién excarcelada constituyen roles recurrentes en la filmografía de Chaplin. En cuanto a los segundos, la grotesca nueva rica encarnada por una magnífica Martha Raye —hacen falta talento y arrestos para disputarle el plano a todo un Charles Chaplin con tamaño descaro—, se erige en ejemplo palmario de las escasas simpatías que el cineasta albergara hacia el patriciado.
Tal como suele ocurrir en todas sus historias, acompaña a la trama principal una medida combinación de melodrama y humor físico, ecuación en la que este último —reminiscencia del vodevil y el “slapstick” de sus inicios— suele, a mi juicio, salir mejor parado. Los atildados gestos de ese improbable aprendiz de Barba Azul, o los esfuerzos arduos y denodados por pasar desapercibido en su propia boda, han envejecido bastante mejor que el ramillete de pasajes lacrimógenos a los que sirven de contrapunto. Como anticipándose a ello —y no me extrañaría que también la presciencia se contase entre sus virtudes—, Chaplin se prodiga mucho más en las situaciones rocambolescas que en las —pretendidamente— emotivas, decisión que redunda en beneficio de la película. En suma, una verdadera joya, no por otoñal menos valiosa.
Existe cierto consenso crítico en torno a la idea, metafórica, de que con esta película Chaplin enterraba definitivamente a su inmortal vagabundo. Si bien es cierto que no volverá a ponerse el bombín ladeado, el estrecho frac y los pantalones “oversize”, no lo es menos que su Henri Verdoux parte de la misma dicotomía moral que pespuntea las cintas protagonizadas por su icónico personaje; eso sí, sazonada de un cinismo y una amargura que cabe achacar a la edad —Chaplin está cerca de cumplir los sesenta años—, a sus crecientes problemas con la administración americana, y a que la idea original parte de Orson Welles, quien no se caracterizaba por ser precisamente un alma de cántaro.
Así, su habitual compasión por los desfavorecidos y correlativo resentimiento para con los poderosos se manifiestan en “Monsieur Verdoux” con una brutalidad inusitada. En representación de los primeros, la esposa parapléjica, el hijo pequeño de ambos y la joven recién excarcelada constituyen roles recurrentes en la filmografía de Chaplin. En cuanto a los segundos, la grotesca nueva rica encarnada por una magnífica Martha Raye —hacen falta talento y arrestos para disputarle el plano a todo un Charles Chaplin con tamaño descaro—, se erige en ejemplo palmario de las escasas simpatías que el cineasta albergara hacia el patriciado.
Tal como suele ocurrir en todas sus historias, acompaña a la trama principal una medida combinación de melodrama y humor físico, ecuación en la que este último —reminiscencia del vodevil y el “slapstick” de sus inicios— suele, a mi juicio, salir mejor parado. Los atildados gestos de ese improbable aprendiz de Barba Azul, o los esfuerzos arduos y denodados por pasar desapercibido en su propia boda, han envejecido bastante mejor que el ramillete de pasajes lacrimógenos a los que sirven de contrapunto. Como anticipándose a ello —y no me extrañaría que también la presciencia se contase entre sus virtudes—, Chaplin se prodiga mucho más en las situaciones rocambolescas que en las —pretendidamente— emotivas, decisión que redunda en beneficio de la película. En suma, una verdadera joya, no por otoñal menos valiosa.
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