Nadie sabe
7.6
7,657
Drama
Cuatro niños, hijos de distinto padre, viven felices con su madre en un pisito de Tokio, aunque nunca han ido al colegio. Un buen día, la madre desaparece dejando algo de dinero y una nota en la que encarga al hijo mayor que se ocupe de sus hermanos. Condenados a una dura vida que nadie conoce, se verán obligados a organizar su pequeño mundo según unas reglas que les permitan sobrevivir. Sin embargo, el contacto con el mundo exterior ... [+]
17 de enero de 2025
17 de enero de 2025
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"Dare mo shiranai (Nadie sabe)" es una película durísima y desconcertante, que deja esa sensación de amargura y pesar que solo las grandes obras dramáticas ejercen en el espectador. Y si además tienes la certeza de que lo que te ha contado Koreeda está basado en una historia real acontecida en Tokio y de que no es un cuento ni una fábula (como por ejemplo "Hierro 3", de Kim Ki-duk) el pesar es todavía mayor.
Si la historia es dura y desgarradora y fluye de manera natural (casi documental), pese a contener ciertos momentos en los que la narración parece estancarse, la dirección de Koreeda es soberbia. He contado al menos media docena de encuadres idénticos, secuencias rodadas con precisión milimétrica que enfocan una escalera o un paisaje en el que se difuminan personajes junto a un río. Imágenes como unas simples gotas de lluvia cayendo en el asfalto, o las frecuentes y certeras elipsis que lo dicen todo sin mostrar nada. Puede que un sólo plano de esta película transmita más información que medio metraje de cualquier falso documental de los que tanto abundan en el panorama cinematográfico occidental actual.
Pese a todo la película no termina de ser del todo perfecta. Tal vez por ciertos pasajes inverosímiles en la historia, o puede que por cierta redundancia en algunos momentos, pero es algo que se olvida tan pronto como uno rememora, una vez terminada la película, la barbaridad de sensaciones que el maestro japonés ha puesto encima de la mesa para revolver nuestras conciencias.
Si la historia es dura y desgarradora y fluye de manera natural (casi documental), pese a contener ciertos momentos en los que la narración parece estancarse, la dirección de Koreeda es soberbia. He contado al menos media docena de encuadres idénticos, secuencias rodadas con precisión milimétrica que enfocan una escalera o un paisaje en el que se difuminan personajes junto a un río. Imágenes como unas simples gotas de lluvia cayendo en el asfalto, o las frecuentes y certeras elipsis que lo dicen todo sin mostrar nada. Puede que un sólo plano de esta película transmita más información que medio metraje de cualquier falso documental de los que tanto abundan en el panorama cinematográfico occidental actual.
Pese a todo la película no termina de ser del todo perfecta. Tal vez por ciertos pasajes inverosímiles en la historia, o puede que por cierta redundancia en algunos momentos, pero es algo que se olvida tan pronto como uno rememora, una vez terminada la película, la barbaridad de sensaciones que el maestro japonés ha puesto encima de la mesa para revolver nuestras conciencias.
4 de febrero de 2006
4 de febrero de 2006
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una preciosidad de película, de eso no cabe duda. La dirección es ejemplar, mostrándonos cada detalle de la vida de unos niños pausadamente, con recursos tan sutiles y bellos como mostrar el paso del tiempo a través de la caída del esmalte de uñas. Todos los protagonistas, sin excepción, están maravillosos; especialmente el hijo mayor, que probablemente se convertirá en un gran actor.
El problema que le veo es el desmedido, extremo, bizarre... guión. En la crítica con spoilers lo explico mejor.
En resumen, una bella película con un guión excesivo pero sin embargo incompleto.
El problema que le veo es el desmedido, extremo, bizarre... guión. En la crítica con spoilers lo explico mejor.
En resumen, una bella película con un guión excesivo pero sin embargo incompleto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Son extremadamente difícil de creer los hechos que se relatan, a pesar de que dice estar basada superficialmente en hechos reales. No me cabe en la cabeza que unos críos en esa situación no llamasen la atención, que nadie llamase a la policía, por no hablar de la increíble frialdad de la madre. Al principio están sin salir a la calle, lo cual por cierto es casi imposible que un crío soporte, pero luego cuando se pasean libremente nadie les pregunta, nadie se preocupa. Que sí, que la sociedad es una mierda y cada uno va a su bola, pero a todo el mundo se le parte el corazón al ver a un crío pasar hambre.
Dentro de esa bizarrez del guión se incluyen las DOS horas que dura esta película, duración exagerada se mire por donde se mire. Y, efectivamente, hay algunas escenas totalmente superfluas, como la de la prostitución de la chavala en un momento dado. Que, por cierto, es tan increíble y mal explicado como todo lo demás.
Dentro de esa bizarrez del guión se incluyen las DOS horas que dura esta película, duración exagerada se mire por donde se mire. Y, efectivamente, hay algunas escenas totalmente superfluas, como la de la prostitución de la chavala en un momento dado. Que, por cierto, es tan increíble y mal explicado como todo lo demás.
13 de mayo de 2005
13 de mayo de 2005
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una joyita que no debería pasar desaparcibida como ocurrió con la estupenda "After life", la peli anterior de este representante de la última ola de cineastas japoneses.
6 de abril de 2020
6 de abril de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dramática y a la vez hermosa esta película sobre cuatro niños de padres diferentes, hijos de una madre errática e insensata, niños que nunca han ido al colegio y que en un momento del film, su madre los abandona en un pequeño piso de Tokio a cargo del mayor de doce años de edad. Los niños se ven obligados a organizarse como mejor pueden, en plan de sobrevivir y sin apenas dinero para pagar las facturas ni comprar comida. El difícil equilibrio de los cuatro hermanos pronto empezará a resquebrajarse.
El director Hirokazu Koreeda, con guion de su propia autoría hace lo que con acierto Ocaña ha calificado de “poesía del desamparo”, una obra en la que el espectador lo pasa mal, convirtiéndose en un sufridor silencioso del panorama que está presenciando, de esos niños abandonados cuya desorientación es, empero, poética por la forma delicada y la maestría con que Kereeda trata la historia. A lo cual colabora la genial fotografía de Yutaka Yamasaki y una sugerente música de Gontiti.
A lo que he dicho se une la apabullante naturalidad y frescura de los actores niños que aportan una fuerza y un realismo elegante al filme. Yûya Yagira, Ayu Kitaura, Hiei Kimura, Momoko Shimizu aciertan a conseguir un coro de tiernas voces bajo la batuta de Koreeda, que hace temblar los cimientos del corazón de quien ve la película; ese miramiento sutil y lírico a lo que es sin más, resistencia infantil ante la desdicha.
Una improvisada crítica como yo, en estas mismas páginas, Mirada Milenaria, titula sus comentarios sobre esta cinta: “Eso mismo viví, durante una etapa de mi vida”, y sus palabras me han parecido muy aclaratorias, porque provienen de sus propias vivencias que acierta a reconocer en la pantalla, o sea en esta película, que le trae recuerdos igual de asombrosos y trágicos de su propia infancia; como cuando dice, tras el visionado y recordando a su madre: “Ella era incapaz de amar a nadie por mucho tiempo, se cansaba de todo... los trabajos, los hombres... hasta de nosotros, sus hijos, llegó a cansarse”. Y añade que cada pocos meses cambiaban de domicilio abandonando los enseres, porque su madre odiaba las mudanzas. Y en otra parte de sus comentarios autorreferentes y terribles añade que al cabo de tres años apenas poseía “una lamparita en forma de luna, que instalaba en mi habitación y permanecía toda la noche encendida para que me hiciese compañía... Aquella pequeña luz amarilla me ofrecía seguridad. Era el único anclaje a la vida errante que llevábamos (…) (la película) me hizo recordar una etapa de mi vida, oscura, lejana ya, que trajo de nuevo a mi memoria, momentos de mi infancia; donde la vida fuerza a madurar a una edad que solo tendrías que pensar en esa felicidad infantil y serena”.
Amigos, no creo que se puedan decir mejor los sentimientos, las emociones y las vivencias que esta obra evoca en el alma de cada uno. La mayoría de nosotros podemos dar gracias al cielo de no haber sido abandonados precozmente. Pues hay muchas formas de abandono. En el caso de este filme es un abandono a todo nivel, que empieza por el abandono físico y de soporte básico que todo niño debido a su inmadurez necesita. Pero hay también el profundo abandono que ha impedido a los niños de la historia acceder a la educación y a la compañía de otros amigos/as.
Qué más puedo decir. Desde luego no es un filme para pasar el rato. Pero una vez inicias su visionado ya no puedes dejar de mirar por ver qué va a pasar. Y como las personas nos parecemos en algunas cosas bastante, no creo errar al afirmar que el espectador espera, aunque sea en el último minuto del (largo) metraje y con muchas ganas, un milagro.
El director Hirokazu Koreeda, con guion de su propia autoría hace lo que con acierto Ocaña ha calificado de “poesía del desamparo”, una obra en la que el espectador lo pasa mal, convirtiéndose en un sufridor silencioso del panorama que está presenciando, de esos niños abandonados cuya desorientación es, empero, poética por la forma delicada y la maestría con que Kereeda trata la historia. A lo cual colabora la genial fotografía de Yutaka Yamasaki y una sugerente música de Gontiti.
A lo que he dicho se une la apabullante naturalidad y frescura de los actores niños que aportan una fuerza y un realismo elegante al filme. Yûya Yagira, Ayu Kitaura, Hiei Kimura, Momoko Shimizu aciertan a conseguir un coro de tiernas voces bajo la batuta de Koreeda, que hace temblar los cimientos del corazón de quien ve la película; ese miramiento sutil y lírico a lo que es sin más, resistencia infantil ante la desdicha.
Una improvisada crítica como yo, en estas mismas páginas, Mirada Milenaria, titula sus comentarios sobre esta cinta: “Eso mismo viví, durante una etapa de mi vida”, y sus palabras me han parecido muy aclaratorias, porque provienen de sus propias vivencias que acierta a reconocer en la pantalla, o sea en esta película, que le trae recuerdos igual de asombrosos y trágicos de su propia infancia; como cuando dice, tras el visionado y recordando a su madre: “Ella era incapaz de amar a nadie por mucho tiempo, se cansaba de todo... los trabajos, los hombres... hasta de nosotros, sus hijos, llegó a cansarse”. Y añade que cada pocos meses cambiaban de domicilio abandonando los enseres, porque su madre odiaba las mudanzas. Y en otra parte de sus comentarios autorreferentes y terribles añade que al cabo de tres años apenas poseía “una lamparita en forma de luna, que instalaba en mi habitación y permanecía toda la noche encendida para que me hiciese compañía... Aquella pequeña luz amarilla me ofrecía seguridad. Era el único anclaje a la vida errante que llevábamos (…) (la película) me hizo recordar una etapa de mi vida, oscura, lejana ya, que trajo de nuevo a mi memoria, momentos de mi infancia; donde la vida fuerza a madurar a una edad que solo tendrías que pensar en esa felicidad infantil y serena”.
Amigos, no creo que se puedan decir mejor los sentimientos, las emociones y las vivencias que esta obra evoca en el alma de cada uno. La mayoría de nosotros podemos dar gracias al cielo de no haber sido abandonados precozmente. Pues hay muchas formas de abandono. En el caso de este filme es un abandono a todo nivel, que empieza por el abandono físico y de soporte básico que todo niño debido a su inmadurez necesita. Pero hay también el profundo abandono que ha impedido a los niños de la historia acceder a la educación y a la compañía de otros amigos/as.
Qué más puedo decir. Desde luego no es un filme para pasar el rato. Pero una vez inicias su visionado ya no puedes dejar de mirar por ver qué va a pasar. Y como las personas nos parecemos en algunas cosas bastante, no creo errar al afirmar que el espectador espera, aunque sea en el último minuto del (largo) metraje y con muchas ganas, un milagro.
18 de junio de 2020
18 de junio de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa y triste historia la que se nos muestra en Nadie sabe. En ella, el director y guionista Hirokazu Koreeda detalla la historia de 4 hermanos menores de edad, y su madre, una prostituta que pasa muy poco tiempo con ellos, y que los obliga a vivir solos hacinados en un piso mientras ella de vez en cuando les manda algo de dinero, hasta que un día desaparece por completo. En ese momento el hermano mayor, que no deja de ser un niño, se responsabiliza del resto de sus hermanos encargándose de las compras y del cuidado de estos, los cuales además, deben estar en silencio en el piso para que los propietarios no se enteren de que están solos y denuncien el caso a la policía, ya que en ese caso se separarían a los hermanos.
Con esta premisa comienza y avanza esta amarga historia de amor a la familia y a la vez de impotencia y soledad de unos niños, que se resignan a su aciago destino lleno de pesadumbre y sobre todo de una enorme incertidumbre de lo que pasará con ellos, aunque mientras tanto, juegan y se entretienen como pueden, ya que al fin y al cabo no dejan de ser niños, y es el hermano mayor el que se encarga de todo y vela por la seguridad de sus hermanos, aunque este también no deja de ser un niño, y en ocasiones puede cometer actos lejos del camino que le han trazado.
Esta película, que tiene como claro objetivo conmover al espectador, y lo consigue notablemente, no deja de ser una triste realidad que por suerte pasa en pocas ocasiones, pero que desde luego existe y que en un momento u otro de nuestra existencia hemos sido testigos a través de los medios de comunicación de algún caso parecido. Es precisamente esa posibilidad real la que asfixia al público en una continua sensación de ser cierto lo que se está narrando, por muy triste y desafortunado que pueda parecer, y nos hace también testigos de la enorme responsabilidad que adquiere alguno de ellos en el cuidado del resto, como en la naturaleza misma que nos rodea.
Por tanto, considero esta película una obra digna de ser vista, por su gran dosis de realidad y también de humanidad que desprende. Humanidad no siempre buena, claro está, pero humanidad al fin y al cabo al mostrarnos lo que una persona es capaz de hacer con sus hijos por tal de no perderlos, aunque el precio que tengan que pagar estos sea el mismo abandono y la eterna soledad que parece no acabar nunca. También la trama desprende una gran dosis de humanidad de la buena, de como esos niños cuidan los unos de los otros y de como el hermano mayor sin quererlo ni pedirlo, hace su papel de padre para que sus hermanos pequeños no sientan la dura y cruda realidad de la que solo parece ser consciente él mismo.
Con esta premisa comienza y avanza esta amarga historia de amor a la familia y a la vez de impotencia y soledad de unos niños, que se resignan a su aciago destino lleno de pesadumbre y sobre todo de una enorme incertidumbre de lo que pasará con ellos, aunque mientras tanto, juegan y se entretienen como pueden, ya que al fin y al cabo no dejan de ser niños, y es el hermano mayor el que se encarga de todo y vela por la seguridad de sus hermanos, aunque este también no deja de ser un niño, y en ocasiones puede cometer actos lejos del camino que le han trazado.
Esta película, que tiene como claro objetivo conmover al espectador, y lo consigue notablemente, no deja de ser una triste realidad que por suerte pasa en pocas ocasiones, pero que desde luego existe y que en un momento u otro de nuestra existencia hemos sido testigos a través de los medios de comunicación de algún caso parecido. Es precisamente esa posibilidad real la que asfixia al público en una continua sensación de ser cierto lo que se está narrando, por muy triste y desafortunado que pueda parecer, y nos hace también testigos de la enorme responsabilidad que adquiere alguno de ellos en el cuidado del resto, como en la naturaleza misma que nos rodea.
Por tanto, considero esta película una obra digna de ser vista, por su gran dosis de realidad y también de humanidad que desprende. Humanidad no siempre buena, claro está, pero humanidad al fin y al cabo al mostrarnos lo que una persona es capaz de hacer con sus hijos por tal de no perderlos, aunque el precio que tengan que pagar estos sea el mismo abandono y la eterna soledad que parece no acabar nunca. También la trama desprende una gran dosis de humanidad de la buena, de como esos niños cuidan los unos de los otros y de como el hermano mayor sin quererlo ni pedirlo, hace su papel de padre para que sus hermanos pequeños no sientan la dura y cruda realidad de la que solo parece ser consciente él mismo.
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