Babylon
6.9
23,976
19 de abril de 2023
19 de abril de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rollo de película, algunas escenas se salvan pero otras, las llevan tanto al extremo de desnudos y escenas de mal gusto que consiguen que se te quiten las ganas de verla.
Únicamente merece la pena por ver las actuaciones de Brad Pitt y Margot Robbie, que son MAGNÍFICAS, porque si fueran otros actores desconocidos los que hicieran su papel, ni se hablaría de este film, bueno se hablaría por lo eterno y soporífero que se hace a veces.
En esta película se muestra principalmente la vida de tres personas, la de Brad Pitt, que es un actor consagrado
que verá como su mundo perfecto se desmorona con la llegada del cine hablado; Margot Robbie una aspirante actriz que consigue convertirse en actriz y todas las subidas y bajadas que eso supone; y Diego Calva, un chico de pueblo que quiere triunfar en el cine.
Únicamente merece la pena por ver las actuaciones de Brad Pitt y Margot Robbie, que son MAGNÍFICAS, porque si fueran otros actores desconocidos los que hicieran su papel, ni se hablaría de este film, bueno se hablaría por lo eterno y soporífero que se hace a veces.
En esta película se muestra principalmente la vida de tres personas, la de Brad Pitt, que es un actor consagrado
que verá como su mundo perfecto se desmorona con la llegada del cine hablado; Margot Robbie una aspirante actriz que consigue convertirse en actriz y todas las subidas y bajadas que eso supone; y Diego Calva, un chico de pueblo que quiere triunfar en el cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y tres horas para asimilarla con la película "Cantando bajo la lluvia".
Brad muere, yo ya lo sabía. Margot Robbie también y Diego Calva, se queda amargado de por vida.
Brad muere, yo ya lo sabía. Margot Robbie también y Diego Calva, se queda amargado de por vida.
6 de mayo de 2023
6 de mayo de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
101/14(14/04/23) Fallida, aparatosa, caótica, ruidosa, demencial, excesiva, histérica, agotadora, atropellada y más calificativos megalómanos se le pueden añadir a esta pretenciosa oda al cine, y sobre todo a la catarsis quien supuesto para este Edén de Hollywood el salto del cine mudo al sonoro. Escrita y dirigida por Damien Chazelle, aunque figura como único guionista, Babylon parece haberse “inspirado” en muchos de los mitos que Kenneth Anger reconstruyó en sus libros “Hollywood Babilonia”, con una primera parte en 1959, otra en 1985, y otro escrito en 2010 pero sin publicar por las demandas de la Iglesia de la Cienciología, por otro lado, compilación de chismes desacreditada. Para una película que pretende mucho más de lo que muestra, tanto que Chazelle se cree ante una obra referencial parteaguas con su petulante montaje final de clips de películas, cual, si estuviéramos en el viaje sideral de “2001”, y no hay cimientos para esta arrogancia.
Es una cinta que por partes es arrolladora, pero en conjunta resulta agotadora, orgánicamente desordenada, queriendo abarcar tanto que al final aprieta poquito (siendo benévolo). Técnicamente abrumadora ya desde su tramo inicial, con brillantes planos secuencia en la fiesta bacanal inicial o la recreación fascinante de un día de rodaje en un estudio con decenas de pelis filmándose a la vez en el desierto. Desgraciadamente Chazelle parece haber agotado las mejores balas en este desbordante inicio, no puede mantener el nivel y la película se deshincha de modo epopéyico. Pero cuando se quiere refleja a personajes en su auge y caída resulta poco incisiva, muy superficial, quedando su desaprovechado elenco en meros clichés sin fondo, sin desarrollar, son lo mismo al principio que al final. Un globo relleno de nada, quiere ser una exhibición de un estado de ánimo en ese alocado tiempo, poniendo en escaparate lo efímera que puede ser la fama. Una evolución febril, tanto que hastía, llega a parecer dirigida por un Bazz Luhrman con anfetaminas. Una duración de más de tres horas no ayuda a la cohesión narrativa, más bien todo lo contrario, el director los ‘aprovecha’ para meter tropecientas mil ideas, que, por supuesto no desarrolla mínimamente, es un volcán en permanente erupción, donde la lava corre sin rumbo, sin objetivo, solo parece querer impactar con el amarillismo, pero sin reflexión moral alguna. Aquí no hay dilemas o dudas existenciales, todo es directo al mentón.
Chazelle vuelve a uno de sus mantras a lo largo de su aun corta filmografía y es sobre todo lo que estás dispuesto a sacrificar por tus sueños, tenemos al muchacho de aspirante a batería en “Whiplash” (2014), que renuncia a incluso su novia por su vocación; En “La, la , land” (2016), la pareja que se separa por sus vocaciones artísticas también, y en “First Man” (2018), tenemos a Neil Armstrong arriesgándolo todo por su sueño de ser el primer hombre en pisar la Luna; Aquí vuelven a ser gente que sueña, su Sueño Americano, en dos de los protagonistas la hermosa díscola Nellie LaRoy quiere ser la estrella que ella cree ser, el mexicano Manny Torres quiere ser parte de este mundo tras las cámaras, mientras Jack Conrad cuando lo conocemos está instalado en el éxito. Ellos encarnados respectivamente por un Margot Robbie parodia de sí misma, exagerada pasada de vueltas, solo reluce en la escena en que filma su primera secuencia y debe llorar, resto es sobreactuación; Diego Calva (visto en la serie “Narcos”) no aprovecha este escaparate y resulta algo blandito; Y Brad Pitt que hace de otra parodia de como lo ven a él mismo, una estrella que se resiste a pasar página, parece más cansado que el rol al que da vida, es como si fuera por delante de lo que debe aparentar, nunca conectas con su nihilismo pesaroso. Este es un producto que maravilla y se torpedea a sí mismo constantemente, juega con lo escatológico de forma ridícula hasta el hartazgo.
Uno espera una carta de amor al cine con mayúsculas, hay guiños a clásicos, desde "Cantando bajo la lluvia", “El cantor de jazz”, "Ha nacido una estrella" (por como emerge Nellie), "La Dolce Vita" (por la vida que se pegan las estrellas), “Booggie Nights” (con ese tramo pesadillesco en que aparece caricaturizado Tobey Maguire [también productor del film] como un capo perverso que es un remedo del Alfred Molina del film de Paul Thomas Anderson). Hay efluvios a “Buenos Días, Babilonia” de los hermanos Taviani, de la “Fiesta Salvaje” de James Ivory, “El Guateque” de Blake Edwards, hay claros alter ego de John Gilbert (Brad Pitt), Clara Bow (Margot Robbie), Anna May Wong (Li Jun Li), Erich von Stroheim (Spike Jonze), la mezcla de Elinor Glyn & Adela Rogers St Johns & Hedda Hopper & Louella Parsons (en la cronista recreada por Jean Smart), Dorothy Arzner (una de las primeras directoras de la historia del cine encarnada por Olivia Hamilton) o Louis Armstrong (Sidney Palmer). También hay otros que parecen con sus nombres reales como el mítico “Niño Maravilla” Irving Thalberg (Max Minghella),
Tras el logo de la Paramount en tono sepia. Arrancamos en Los Ángeles de 1926, el inmigrante mexicano Manuel "Manny" Torres ayuda a transportar un elefante a una bacanal libertina (pasemos de este prólogo asqueroso no, lo siguiente, amén, de innecesario, pues que aporta?), plagada de desnudez y cópula, en la mansión de un ejecutivo de (la ficticia compañía) Kinoscope Studios. Bacanal como nunca hayas visto en cine, centenares de asistentes a un castillo en medio del desierto, donde las perversiones son el aire que se respira, lluvias doradas, desnudos integrales, torrentes de alcohol, sexo en grupo, coca cual oxígeno, muertes (inspirada esta en el escándalo Fatty Arbuckle-Virginia Rappe), enano vestido de falo que eyacula, y como colofón un elefante (en cacharrería) ... (sigo en spoiler).
Es una cinta que por partes es arrolladora, pero en conjunta resulta agotadora, orgánicamente desordenada, queriendo abarcar tanto que al final aprieta poquito (siendo benévolo). Técnicamente abrumadora ya desde su tramo inicial, con brillantes planos secuencia en la fiesta bacanal inicial o la recreación fascinante de un día de rodaje en un estudio con decenas de pelis filmándose a la vez en el desierto. Desgraciadamente Chazelle parece haber agotado las mejores balas en este desbordante inicio, no puede mantener el nivel y la película se deshincha de modo epopéyico. Pero cuando se quiere refleja a personajes en su auge y caída resulta poco incisiva, muy superficial, quedando su desaprovechado elenco en meros clichés sin fondo, sin desarrollar, son lo mismo al principio que al final. Un globo relleno de nada, quiere ser una exhibición de un estado de ánimo en ese alocado tiempo, poniendo en escaparate lo efímera que puede ser la fama. Una evolución febril, tanto que hastía, llega a parecer dirigida por un Bazz Luhrman con anfetaminas. Una duración de más de tres horas no ayuda a la cohesión narrativa, más bien todo lo contrario, el director los ‘aprovecha’ para meter tropecientas mil ideas, que, por supuesto no desarrolla mínimamente, es un volcán en permanente erupción, donde la lava corre sin rumbo, sin objetivo, solo parece querer impactar con el amarillismo, pero sin reflexión moral alguna. Aquí no hay dilemas o dudas existenciales, todo es directo al mentón.
Chazelle vuelve a uno de sus mantras a lo largo de su aun corta filmografía y es sobre todo lo que estás dispuesto a sacrificar por tus sueños, tenemos al muchacho de aspirante a batería en “Whiplash” (2014), que renuncia a incluso su novia por su vocación; En “La, la , land” (2016), la pareja que se separa por sus vocaciones artísticas también, y en “First Man” (2018), tenemos a Neil Armstrong arriesgándolo todo por su sueño de ser el primer hombre en pisar la Luna; Aquí vuelven a ser gente que sueña, su Sueño Americano, en dos de los protagonistas la hermosa díscola Nellie LaRoy quiere ser la estrella que ella cree ser, el mexicano Manny Torres quiere ser parte de este mundo tras las cámaras, mientras Jack Conrad cuando lo conocemos está instalado en el éxito. Ellos encarnados respectivamente por un Margot Robbie parodia de sí misma, exagerada pasada de vueltas, solo reluce en la escena en que filma su primera secuencia y debe llorar, resto es sobreactuación; Diego Calva (visto en la serie “Narcos”) no aprovecha este escaparate y resulta algo blandito; Y Brad Pitt que hace de otra parodia de como lo ven a él mismo, una estrella que se resiste a pasar página, parece más cansado que el rol al que da vida, es como si fuera por delante de lo que debe aparentar, nunca conectas con su nihilismo pesaroso. Este es un producto que maravilla y se torpedea a sí mismo constantemente, juega con lo escatológico de forma ridícula hasta el hartazgo.
Uno espera una carta de amor al cine con mayúsculas, hay guiños a clásicos, desde "Cantando bajo la lluvia", “El cantor de jazz”, "Ha nacido una estrella" (por como emerge Nellie), "La Dolce Vita" (por la vida que se pegan las estrellas), “Booggie Nights” (con ese tramo pesadillesco en que aparece caricaturizado Tobey Maguire [también productor del film] como un capo perverso que es un remedo del Alfred Molina del film de Paul Thomas Anderson). Hay efluvios a “Buenos Días, Babilonia” de los hermanos Taviani, de la “Fiesta Salvaje” de James Ivory, “El Guateque” de Blake Edwards, hay claros alter ego de John Gilbert (Brad Pitt), Clara Bow (Margot Robbie), Anna May Wong (Li Jun Li), Erich von Stroheim (Spike Jonze), la mezcla de Elinor Glyn & Adela Rogers St Johns & Hedda Hopper & Louella Parsons (en la cronista recreada por Jean Smart), Dorothy Arzner (una de las primeras directoras de la historia del cine encarnada por Olivia Hamilton) o Louis Armstrong (Sidney Palmer). También hay otros que parecen con sus nombres reales como el mítico “Niño Maravilla” Irving Thalberg (Max Minghella),
Tras el logo de la Paramount en tono sepia. Arrancamos en Los Ángeles de 1926, el inmigrante mexicano Manuel "Manny" Torres ayuda a transportar un elefante a una bacanal libertina (pasemos de este prólogo asqueroso no, lo siguiente, amén, de innecesario, pues que aporta?), plagada de desnudez y cópula, en la mansión de un ejecutivo de (la ficticia compañía) Kinoscope Studios. Bacanal como nunca hayas visto en cine, centenares de asistentes a un castillo en medio del desierto, donde las perversiones son el aire que se respira, lluvias doradas, desnudos integrales, torrentes de alcohol, sexo en grupo, coca cual oxígeno, muertes (inspirada esta en el escándalo Fatty Arbuckle-Virginia Rappe), enano vestido de falo que eyacula, y como colofón un elefante (en cacharrería) ... (sigo en spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
... Un akelarre donde las palabras para definirlo serian reducir lo que se ve. Los cuerpos se contorsionan en medio del frenesí, la cámara flota por en medio de este purgatoria, el objetivo se mueve con una fluidez inusitada componiendo planos extraordinarios donde parece que vas a ser salpicado por el alcohol y alguno de los asistentes va saltar de la pantalla.
El Homérico Fiestón sirve para presentarnos a los protagonistas, que luego seguiremos en diferentes sub tramas. Desde Manny Torres (Diego Calva), inmigrante mexicano (termina por renegar de su origen [se dirá español] para darse más caché) que trabaja como uno de los asistentes de los productores. Manny, en principio, viene a ser nuestros inocentes ojos en este mundillo, la brújula moral, aunque luego esto se distorsiona; Conoceremos a Jack Arnold, la estrella de las estrellas en este universo, un mujeriego nihilista en la cima del mundo) “Es el lugar más mágico del mundo”, dice Jack de Hollywood); Para cerrar el triángulo protagónico tenemos a Nellie LaRoy, aspirante a estrella de Hollywood (según ella: "No te conviertes en una estrella, cariño. O lo eres o no lo eres"), vestida con un (adelantados a su tiempo) vestido rojo escaso de tela. Segura de sí misma, libertina, fiestera, y lo peor para ella, algo vulgar en su comportamiento.
En la fiesta conoceremos a otros personajes, como a Sidney Palmer (Jovan Adepo), trompetista negro que ameniza el sarao, termina convertido en su anémica sub trama en el reflejo del racismo imperante en Hollywood (clímax cuando le obligan a pintarse la cara de negro para no parecer blanco); Una cantante de cabaret llamada Lady Fay Zhu (Li Jun Li), sub trama la suya algo confusa (es cantante y creadora de carteles de intertítulos de cine mudo, menuda mezcla idiota), con una (escandalosa) relación lésbica con Clara Bow, perdón Nellie; Tenemos a la periodista Elinor St. John (Jean Smart), especialista en este micro mundo (tiene un giro chirriante como mentora de modales finos para Nellie ¿?).
Pero la promesa que hace en este inicio atronador no termina cumpliéndose en las más de dos horas que quedan, solo serán algunas secuencias en modo de chispazos, que hacen que el metraje no llegue a ser aburrido, pero si arrítmico, y sin posibilidad de calado emocional. Hay tramos tan estupendos como el mencionado del rodaje ‘gang bang’ en el desierto. Tiene otra gran escena con el rodaje de la primera secuencia con sonido con Nellie, en claro contraste de como cambia el mundillo del cine, en contraposición a al set del desierto con decenas de películas en filmación. Es un ir y venir siguiendo a varios personajes que apenas se entrecruzan, con historias que son esbozos, notas a pie de página de algo a desarrollar, solo la coda del personaje de Jack Arnold con la periodista St. John ‘que le hace un traje’ sobre como todo pasa y su luz ya se ha extinguido, es la escena que Chazelle (creo) pretende sea el leit-motive del film, pero esto llega entre una tormenta agobiante por momentos.
No ayuda que el tono es disperso y chocante, divaga entre la comedia loca (ejemplo es esa caída bufonesca de Brad Pitt desde un balcón a una piscina) y el drama decadente, juega entre la ligereza y las ínfulas de emocionar, y nunca encuentra el equilibrio (para que por ejemplo te toca la fibra un suicidio). Son más viñetas que una historia con sentido dramático, vive el metraje de shockearte, pero nunca de crear emoción alguna (personas mueren por doquier y nada te roza) ni siquiera en su fatuo final, un cruce entre la psicodelia de la referida “2001” y la magia del montaje de besos de “Cinema Paradiso” y la suma da vergüenza ajena, y más cuando se intenta poner a la altura de “Cantando bajo la lluvia” (Sacrilegio!!!).
Me queda un film, no malo, pero sí muy desequilibrado, al que la pretenciosidad es su peor enemigo, errado, pero al menos valiente. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2023/04/babylon.html
El Homérico Fiestón sirve para presentarnos a los protagonistas, que luego seguiremos en diferentes sub tramas. Desde Manny Torres (Diego Calva), inmigrante mexicano (termina por renegar de su origen [se dirá español] para darse más caché) que trabaja como uno de los asistentes de los productores. Manny, en principio, viene a ser nuestros inocentes ojos en este mundillo, la brújula moral, aunque luego esto se distorsiona; Conoceremos a Jack Arnold, la estrella de las estrellas en este universo, un mujeriego nihilista en la cima del mundo) “Es el lugar más mágico del mundo”, dice Jack de Hollywood); Para cerrar el triángulo protagónico tenemos a Nellie LaRoy, aspirante a estrella de Hollywood (según ella: "No te conviertes en una estrella, cariño. O lo eres o no lo eres"), vestida con un (adelantados a su tiempo) vestido rojo escaso de tela. Segura de sí misma, libertina, fiestera, y lo peor para ella, algo vulgar en su comportamiento.
En la fiesta conoceremos a otros personajes, como a Sidney Palmer (Jovan Adepo), trompetista negro que ameniza el sarao, termina convertido en su anémica sub trama en el reflejo del racismo imperante en Hollywood (clímax cuando le obligan a pintarse la cara de negro para no parecer blanco); Una cantante de cabaret llamada Lady Fay Zhu (Li Jun Li), sub trama la suya algo confusa (es cantante y creadora de carteles de intertítulos de cine mudo, menuda mezcla idiota), con una (escandalosa) relación lésbica con Clara Bow, perdón Nellie; Tenemos a la periodista Elinor St. John (Jean Smart), especialista en este micro mundo (tiene un giro chirriante como mentora de modales finos para Nellie ¿?).
Pero la promesa que hace en este inicio atronador no termina cumpliéndose en las más de dos horas que quedan, solo serán algunas secuencias en modo de chispazos, que hacen que el metraje no llegue a ser aburrido, pero si arrítmico, y sin posibilidad de calado emocional. Hay tramos tan estupendos como el mencionado del rodaje ‘gang bang’ en el desierto. Tiene otra gran escena con el rodaje de la primera secuencia con sonido con Nellie, en claro contraste de como cambia el mundillo del cine, en contraposición a al set del desierto con decenas de películas en filmación. Es un ir y venir siguiendo a varios personajes que apenas se entrecruzan, con historias que son esbozos, notas a pie de página de algo a desarrollar, solo la coda del personaje de Jack Arnold con la periodista St. John ‘que le hace un traje’ sobre como todo pasa y su luz ya se ha extinguido, es la escena que Chazelle (creo) pretende sea el leit-motive del film, pero esto llega entre una tormenta agobiante por momentos.
No ayuda que el tono es disperso y chocante, divaga entre la comedia loca (ejemplo es esa caída bufonesca de Brad Pitt desde un balcón a una piscina) y el drama decadente, juega entre la ligereza y las ínfulas de emocionar, y nunca encuentra el equilibrio (para que por ejemplo te toca la fibra un suicidio). Son más viñetas que una historia con sentido dramático, vive el metraje de shockearte, pero nunca de crear emoción alguna (personas mueren por doquier y nada te roza) ni siquiera en su fatuo final, un cruce entre la psicodelia de la referida “2001” y la magia del montaje de besos de “Cinema Paradiso” y la suma da vergüenza ajena, y más cuando se intenta poner a la altura de “Cantando bajo la lluvia” (Sacrilegio!!!).
Me queda un film, no malo, pero sí muy desequilibrado, al que la pretenciosidad es su peor enemigo, errado, pero al menos valiente. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2023/04/babylon.html
9 de marzo de 2023
9 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grandilocuente film de Damien Chazelle que muestra los tremendos excesos que ocurrían en el ambiente e industria del cine que iban de fiestas donde había de todo, hasta estrellas de cine que se creían dioses y por el que todo el mundo quería pasar tiempo con ellas. Así entre fiesta y fiesta este film de 3 horas de duración se centra básicamente en 4 personajes, una aspirante a actriz, un mexicano que intenta progresar en esa industria, un actor consagrado a quien todo le sonríe y en menor medida a un excelso trompetista negro que ansía progresar en un mundo que no le hará las cosas fáciles. Veremos como poco a poco llegan a la cúspide, pero también se obnubilan en esa nube de cocaina que flota en todas las fiestas y se produce lo que uno supone de antemano. Dentro de las actuaciones es de destacar a Margot Robbie demostrando que no solo es bella, sino que trabaja muy acertadamente mostrando claramente el descontrol de todo tipo en esa época y Brad Pitt como un actor que parece tocado por la varita mágica. En síntesis es un film que, mas allá de centrarse en los excesos, muestra como fue evolucionando la industria del cine, especialmente con el surgimiento del sonido, que provocó un cambio rotundo en las otrora fulgurantes estrellas de la época.
24 de julio de 2023
24 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema de Babylon es que Damien Chazelle se ha pasado de frenada.
El artífice tras La La Land y Whiplash se ha creído que tenía en sus manos la fórmula secreta, y ha dirigido y escrito Babylon para gritarle al mundo que esta es su obra maestra y que venía dispuesto a llevarse todos los Oscar y a entrar en la Historia del Cine (algo que sin duda ya ha conseguido, gracias a las dos películas antes citadas, y muy especialmente la cinta musical protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling). Y cuál ha sido su sorpresa al encontrar una crítica polarizada que ha sabido ver algo evidente: Chazelle se ha pasado de listo. Se ha creído el mejor de la clase y el genio del cine actual, y lo cierto es que no es así.
Poco hay que criticarle a Babylon a nivel técnico (¡qué producción tan elegante y perfecta! atención a esa fotografía anaranjada o al excelente vestuario) o actoral. Desde un crepuscular y atormentado Brad Pitt a un vibrante y cercano Diego Calva, o por supuesto la apabullante Margot Robbie (quizás una de las actrices más "clásicas" de la actualidad, si no la que más), todo el reparto brilla a un nivel increíble. Además, hay algo muy hermoso en Babylon, que es su profundo amor por el cine y por ese Hollywood crepuscular que ya prácticamente no existe, pero que es la base de todo. Apasionado, excesivo, colorista, decadente, lujoso, lleno de vicios, pero ese Hollywood dorado que es ya legendario. Además, ese tercio final que tiene, a lo Cinema Paradiso, es sencillamente emotivo y espectacular.
Sin embargo, el problema de Babylon es que no es tan buena como ella misma se cree. Y no lo es principalmente por una duración indefendible de tres horas (¿en qué cabeza cabe?) y porque ese exceso del Hollywood de los años 20 y 30 se le contagia a una narración muy agresiva a veces, casi desagradable, y llena de, sí, excesos. Y, sobre todo, la penaliza mucho la ya mencionada sensación de que Chazelle se gusta demasiado a sí mismo y cree que ha hecho una obra maestra, cuando no es así.
Con todo, hay que verla, para disfrutar, o criticar, una de las producciones más auténticas, salvajes y controvertidas del moderno Hollywood, muestra del talento de su creador, latente y verdadero, aunque algo inflado. Como la propia película.
Como el propio Hollywood.
Lo mejor: Su factura técnica, su reparto y su carta de amor al cine y a Hollywood.
Lo peor: Chazelle se ha pasado de listo y de ambicioso, y le ha salido el tiro algo desviado.
El artífice tras La La Land y Whiplash se ha creído que tenía en sus manos la fórmula secreta, y ha dirigido y escrito Babylon para gritarle al mundo que esta es su obra maestra y que venía dispuesto a llevarse todos los Oscar y a entrar en la Historia del Cine (algo que sin duda ya ha conseguido, gracias a las dos películas antes citadas, y muy especialmente la cinta musical protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling). Y cuál ha sido su sorpresa al encontrar una crítica polarizada que ha sabido ver algo evidente: Chazelle se ha pasado de listo. Se ha creído el mejor de la clase y el genio del cine actual, y lo cierto es que no es así.
Poco hay que criticarle a Babylon a nivel técnico (¡qué producción tan elegante y perfecta! atención a esa fotografía anaranjada o al excelente vestuario) o actoral. Desde un crepuscular y atormentado Brad Pitt a un vibrante y cercano Diego Calva, o por supuesto la apabullante Margot Robbie (quizás una de las actrices más "clásicas" de la actualidad, si no la que más), todo el reparto brilla a un nivel increíble. Además, hay algo muy hermoso en Babylon, que es su profundo amor por el cine y por ese Hollywood crepuscular que ya prácticamente no existe, pero que es la base de todo. Apasionado, excesivo, colorista, decadente, lujoso, lleno de vicios, pero ese Hollywood dorado que es ya legendario. Además, ese tercio final que tiene, a lo Cinema Paradiso, es sencillamente emotivo y espectacular.
Sin embargo, el problema de Babylon es que no es tan buena como ella misma se cree. Y no lo es principalmente por una duración indefendible de tres horas (¿en qué cabeza cabe?) y porque ese exceso del Hollywood de los años 20 y 30 se le contagia a una narración muy agresiva a veces, casi desagradable, y llena de, sí, excesos. Y, sobre todo, la penaliza mucho la ya mencionada sensación de que Chazelle se gusta demasiado a sí mismo y cree que ha hecho una obra maestra, cuando no es así.
Con todo, hay que verla, para disfrutar, o criticar, una de las producciones más auténticas, salvajes y controvertidas del moderno Hollywood, muestra del talento de su creador, latente y verdadero, aunque algo inflado. Como la propia película.
Como el propio Hollywood.
Lo mejor: Su factura técnica, su reparto y su carta de amor al cine y a Hollywood.
Lo peor: Chazelle se ha pasado de listo y de ambicioso, y le ha salido el tiro algo desviado.
30 de julio de 2023
30 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estrenada a comienzos de este año, «Babylon» supuso un inapelable fracaso de taquilla y dividió a la crítica hasta la vivisección salomónica: unos la consideran un bodrio, otros una obra maestra; pocos adoptan una posición razonablemente ecuánime. El caso es que no me extraña una cosa ni la otra. La primera, porque al idiotizado deglutidor de palomitas —y nachos y perritos calientes y lo que se le venga a las mientes a la distribuidora de turno con tal de sacarnos el ámago— no le quites su multiverso de «leggins» y esteroides. La segunda, porque ambos extremos no carecen de razón.
En efecto, «Babylon» es grandilocuente, autocomplaciente y escatológica. Y más larga que un día sin pan —por otra parte, rasgo definitiorio de las superproducciones desde los lejanos días de D. W. Griffith, no sé de qué se extrañan algunos—. Pero también es francamente entretenida, sus tres horas de metraje se pasan sin sentir, su reparto rebosa carisma y, con perdón del tópico, constituye una elocuente carta de amor al cine, puesta especialmente de manifiesto con ese desenlace en innegable deuda con el de «Cinema Paradiso» (ídem, 1988), aun sin la carga lacrimógena de aquél.
El arranque —empleado como banderín de enganche por parte de un equipo publicitario que haría bien en volver a la universidad o en dedicarse a otra cosa, venta de seguros a puerta fría, por ejemplo— seguramente haya desanimado a más de un (millón de) espectador (es). La hipertrofiada orgía que prologa la historia se quiere influida por Fellini y, sin embargo, nos hace temer que a Chazelle se le esté poniendo culo de Baz Luhrmann demasiado pronto.
Afortunadamente —para nosotros, para la película y para la carrera de su director—, el amanecer nos trae una obra de trazas más reconocibles, con una primera hora de altísimo voltaje, pero donde el ritmo sincopado está al servicio de la historia y no exclusivamente de sí mismo; diríase, de hecho, recreación de la velocidad a la que se movían los personajes del mudo —consecuencia de la diferencia entre el tiempo de exposición (12-16 fps) y el de exhibición (20-24 fps)—. Las dos horas restantes, dedicadas al estancamiento y decadencia de sus protagonistas con el advenimiento de las «talkies», reciben un tratamiento más reposado.
«Babylon» no se erige en ningún prodigio de originalidad y sus desopilantes chascarrillos son «vox populi» desde la publicación del impugnadísimo «Hollywood Babilonia» de Kenneth Anger en 1959. En cualquier caso, el tránsito del mudo al sonoro y, muy especialmente, los breves años «pre-code» resultan rabiosamente sugerentes, sin importar las veces y los enfoques —«Cantando bajo la lluvia» («Singin´ in the Rain», 1952), «The Artist» (ídem, 2011), entre muchas otras— con que se hayan representado.
En el apartado interpretativo, Brad Pitt se mueve como pez en el agua en un papel directamente inspirado en John Gilbert, estrella del cine mudo y rival de Rodolfo Valentino , devastado luego por el alcohol y su fallida adaptación al sonoro, muerto a los 38 años. Diego Calva aporta mucho más que la cuota étnica y «spanglish» de uso. Su personaje crece hasta competir de tú a tú con las luminarias a las que, a priori, sólo secundaba, y no sólo en términos ficticios.
Ahora bien, el alma de la hipervitaminada —insisto: sobre todo en su primer tercio— fiesta es una Margot Robbie que se confirma, si no como la mejor actriz de su generación, seguramente sí la más rutilante —«Barbie» (ídem, 2023) ha supuesto un fenómeno no por difícilmente explicable, menos inconstestable—. Su Nellie Laroy mezcla a Clara Bow, Alma Rubens, Joan Crawford, Jeannie Eagels y Thelma Todd en un rol merecedor de, al menos, la nominación al Óscar.
En efecto, «Babylon» es grandilocuente, autocomplaciente y escatológica. Y más larga que un día sin pan —por otra parte, rasgo definitiorio de las superproducciones desde los lejanos días de D. W. Griffith, no sé de qué se extrañan algunos—. Pero también es francamente entretenida, sus tres horas de metraje se pasan sin sentir, su reparto rebosa carisma y, con perdón del tópico, constituye una elocuente carta de amor al cine, puesta especialmente de manifiesto con ese desenlace en innegable deuda con el de «Cinema Paradiso» (ídem, 1988), aun sin la carga lacrimógena de aquél.
El arranque —empleado como banderín de enganche por parte de un equipo publicitario que haría bien en volver a la universidad o en dedicarse a otra cosa, venta de seguros a puerta fría, por ejemplo— seguramente haya desanimado a más de un (millón de) espectador (es). La hipertrofiada orgía que prologa la historia se quiere influida por Fellini y, sin embargo, nos hace temer que a Chazelle se le esté poniendo culo de Baz Luhrmann demasiado pronto.
Afortunadamente —para nosotros, para la película y para la carrera de su director—, el amanecer nos trae una obra de trazas más reconocibles, con una primera hora de altísimo voltaje, pero donde el ritmo sincopado está al servicio de la historia y no exclusivamente de sí mismo; diríase, de hecho, recreación de la velocidad a la que se movían los personajes del mudo —consecuencia de la diferencia entre el tiempo de exposición (12-16 fps) y el de exhibición (20-24 fps)—. Las dos horas restantes, dedicadas al estancamiento y decadencia de sus protagonistas con el advenimiento de las «talkies», reciben un tratamiento más reposado.
«Babylon» no se erige en ningún prodigio de originalidad y sus desopilantes chascarrillos son «vox populi» desde la publicación del impugnadísimo «Hollywood Babilonia» de Kenneth Anger en 1959. En cualquier caso, el tránsito del mudo al sonoro y, muy especialmente, los breves años «pre-code» resultan rabiosamente sugerentes, sin importar las veces y los enfoques —«Cantando bajo la lluvia» («Singin´ in the Rain», 1952), «The Artist» (ídem, 2011), entre muchas otras— con que se hayan representado.
En el apartado interpretativo, Brad Pitt se mueve como pez en el agua en un papel directamente inspirado en John Gilbert, estrella del cine mudo y rival de Rodolfo Valentino , devastado luego por el alcohol y su fallida adaptación al sonoro, muerto a los 38 años. Diego Calva aporta mucho más que la cuota étnica y «spanglish» de uso. Su personaje crece hasta competir de tú a tú con las luminarias a las que, a priori, sólo secundaba, y no sólo en términos ficticios.
Ahora bien, el alma de la hipervitaminada —insisto: sobre todo en su primer tercio— fiesta es una Margot Robbie que se confirma, si no como la mejor actriz de su generación, seguramente sí la más rutilante —«Barbie» (ídem, 2023) ha supuesto un fenómeno no por difícilmente explicable, menos inconstestable—. Su Nellie Laroy mezcla a Clara Bow, Alma Rubens, Joan Crawford, Jeannie Eagels y Thelma Todd en un rol merecedor de, al menos, la nominación al Óscar.
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