Fuerza mayor
2014 

6.4
10,322
Drama
Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado. Tomas buscará ... [+]
21 de octubre de 2015
21 de octubre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un matrimonio sueco, en la treintena de la edad, pasa junto a sus dos hijos, de entre 5 o 7 años, cinco días de vacaciones invernales en una estación alpina. Todo va bien hasta que en el segundo día de estancia, una avalancha de nieve, controlada, les da un gran susto mientras se encuentran comiendo en la terraza de un restaurante. Mientras la mujer, Ebba, se preocupa de proteger a sus pequeños, Harry y Vera, el padre, Tomas, huye despavorido. El hecho tendrá una gran repercusión en la relación de la pareja y en la actitud de los niños.
Desde el suceso que desencadena la acción y el nudo de la historia, el director y guionista, Ruben Östlund, sumerge al espectador en un drama familiar de tintes bergmanianos, si se me permite la expresión, donde la huida ante el peligro y el trauma provocado por el cabeza de familia, sobre todo a su mujer, pero también a sus pequeños hijos, pasa a ser motivo de detenido análisis en unas secuencias excesivamente dialogadas, a mi gusto, entre el propio matrimonio, conocidos ocasionales, y una pareja amiga que llega a la estación dos días después que ellos. Entre medias, una conversación de Ebba, con una turista de la estación, sobre ventajas y desventajas de una relación abierta de pareja, secuencia que parece un pegote añadido al drama que se nos cuenta.
Tiempo muy dilatado en esta película aprovechando la belleza de los paisajes alpinos que se nos muestran; mucho lo que se nos dice acompañado de premiosidad en la realización, con una resolución mediocre a menor altura que el resto del guion.
Desde el suceso que desencadena la acción y el nudo de la historia, el director y guionista, Ruben Östlund, sumerge al espectador en un drama familiar de tintes bergmanianos, si se me permite la expresión, donde la huida ante el peligro y el trauma provocado por el cabeza de familia, sobre todo a su mujer, pero también a sus pequeños hijos, pasa a ser motivo de detenido análisis en unas secuencias excesivamente dialogadas, a mi gusto, entre el propio matrimonio, conocidos ocasionales, y una pareja amiga que llega a la estación dos días después que ellos. Entre medias, una conversación de Ebba, con una turista de la estación, sobre ventajas y desventajas de una relación abierta de pareja, secuencia que parece un pegote añadido al drama que se nos cuenta.
Tiempo muy dilatado en esta película aprovechando la belleza de los paisajes alpinos que se nos muestran; mucho lo que se nos dice acompañado de premiosidad en la realización, con una resolución mediocre a menor altura que el resto del guion.
18 de noviembre de 2015
18 de noviembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo todo lo que viene de los países escandinavos. Casi todo. En este caso, con esta película tan premiada, mucho más. Y lo valoro, incluso soy consciente que me dejo llevar y no soy objetivo: me encantan los actores suecos, daneses, noruegos. Me gusta mucho, en general, el clima que inspiran los directores nórdicos a sus películas. Igual me sucede en la literatura. Pero, ay, esta película se me hace larga. Incluso no me parece que el protagonista masculino esté a la altura del resto de actores y actrices. No. Y el final, muy precipitado con respecto al resto de tiempos de narración que se utilizan en la película, me decepciona. Es como si quisieran mostrarnos una moraleja y, además, explicarlas. Un respecto al espectador, no somos tontos. Crisis matrimonial, superposición de personalidades en un matrimonio, la importancia de la maternidad, el egoísmo y el miedo ante situaciones que nos ponen a prueba. Mucho silencio ponderativo, tipo Bergman. Mucho diálogo en el matrimonio, en plan W. Allen. Psicoanálisis de mesa camilla, conversaciones vacuas, relaciones ocasionales con amigos y conocidos cuyas charlas no llevan a ningún lado.
Le sobra metraje, le falta definición de intenciones. Una pequeña decepción.
Le sobra metraje, le falta definición de intenciones. Una pequeña decepción.
21 de diciembre de 2015
21 de diciembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película extraña y azarosa, cargada de situaciones rocambolescas y rebuscadas matizadas con algo de hierático y corrosivo humor nórdico. Cine de autor, sobrevalorado por la crítica, que describe mesuradamente el vacío de una familia coetánea ante un alud incontrolable.; una exposición extravagante entre pedazos de patetismo y vergüenza ajena.
Fuerza mayor, energía de esperpento tragicómico sobre un universo familiar resquebrajado. Es “Lo imposible” pero al revés.
Humor sueco de ritmo pausado y decadente, retratado con una majestuosa fotografía. Trabajo algo inverosímil, algo pretencioso, algo ridículo… pero que en el fondo, te hace reflexionar y ponerte en la situación reflejada. Toda acción tiene una reacción.
Fuerza mayor, energía de esperpento tragicómico sobre un universo familiar resquebrajado. Es “Lo imposible” pero al revés.
Humor sueco de ritmo pausado y decadente, retratado con una majestuosa fotografía. Trabajo algo inverosímil, algo pretencioso, algo ridículo… pero que en el fondo, te hace reflexionar y ponerte en la situación reflejada. Toda acción tiene una reacción.
25 de diciembre de 2018
25 de diciembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces me pregunto como de un argumento tan simple alguien puede sacar tanto jugo. Esa es la maravilla de Fuerza Mayor, con un título horroroso: Tourist. Esto que acabo de ver no va de turismo, va de un viaje , un viaje a confrontarte con tus propias experiencias en las que te ves reflejado de mil maneras.
Pero sobretodo es un viaje entorno al miedo y al sentimiento de culpa.
La historia va de humanos, relaciones. Y al miedo que proyectamos durante nuestras relaciones
Y va sobre el miedo que nos ha hecho actuar de la manera mas ridícula, y que por fin un día ves en la pantalla y , hablando en voz alta te cagas en gente patética, parecida a ti,,,que coño: tu mismo has sido patético también.
Me resulta muy curioso como en una situación tan simple y banal se van hilando hechos que haran que mas de uno acabe absolutamente loco.
Eso es cine, el que sin pretensiones ni grandes giros, sino con el viajecito placentero de una familia tipo sueca, te sacan a flote esos sentimientos mas ocultos, esos pasados, esas relaciones de mierda, esa parte tuya, ese grito profundo asqueado de tanta falsedad.
Un 6'3 no le hace justicia. El gran numero de premios si, por suerte. Para mi es casi un 9.
PD: La pelicula es de cadencia lenta. Pero da absolutamente igual, es una maravilla que transcurre casi al ritmo de la misma vida, se respetan los tiempos de una manera que no es siempre comercial. Se agradece.
Pero sobretodo es un viaje entorno al miedo y al sentimiento de culpa.
La historia va de humanos, relaciones. Y al miedo que proyectamos durante nuestras relaciones
Y va sobre el miedo que nos ha hecho actuar de la manera mas ridícula, y que por fin un día ves en la pantalla y , hablando en voz alta te cagas en gente patética, parecida a ti,,,que coño: tu mismo has sido patético también.
Me resulta muy curioso como en una situación tan simple y banal se van hilando hechos que haran que mas de uno acabe absolutamente loco.
Eso es cine, el que sin pretensiones ni grandes giros, sino con el viajecito placentero de una familia tipo sueca, te sacan a flote esos sentimientos mas ocultos, esos pasados, esas relaciones de mierda, esa parte tuya, ese grito profundo asqueado de tanta falsedad.
Un 6'3 no le hace justicia. El gran numero de premios si, por suerte. Para mi es casi un 9.
PD: La pelicula es de cadencia lenta. Pero da absolutamente igual, es una maravilla que transcurre casi al ritmo de la misma vida, se respetan los tiempos de una manera que no es siempre comercial. Se agradece.
5 de marzo de 2015
5 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al paño fino en la tienda una mancha le cayó dice una de las Siete canciones populares españolas, de Manuel de Falla y eso es precisamente lo que parece que quiere transmitirnos Ruben Östlund con Fuerza mayor (2014), una película pluripremiada, entre cuyos galardones cabe destacar el Premio del Jurado (“Un Certain Regard”) en Cannes, o el de la Crítica de Chicago a la Mejor película extranjera.
La película consiste en las vacaciones de una familia sueca en los Alpes y se inicia como cabe esperar que se inician las situaciones en la alta burguesía europea: con unas fotos turísticas familiares en la nieve (no podemos olvidar que el título original es Turist). Y se estructura sobre los sucesivos días de esquí. Tan simple como eso, tan convencional como eso: padre, madre, hijo e hija disfrutando de una semana blanca.
Pero con la misma sencillez que se inicia y se estructura, sucede un hecho, que también forma parte de la normalidad de las situaciones alpinas: una avalancha, probablemente provocada, pero que alcanza dimensiones inesperadas, hasta el punto de parecer una amenaza seria para la vida de la familia, así como de los demás comensales que toman el lunch en la terraza de un lujoso restaurante, con una vistas colosales, y no hay nada que enfatice ese momento que puede ser trágico: ni música inquietante, ni movimientos a cámara lenta, ni primeros planos de las expresiones de terror. Nada de eso. De hecho, esa escena, que es la determinante de toda la película está rodada con una cámara fija desde uno de los ángulos de la terraza, como si la estuviera grabando un videoaficionado o un turista con teléfono móvil.
Y es que las cosas suceden así en la vida real: un hecho que te cambia la vida, o que puede cambiarte la vida, no viene envuelto por música agobiante, ni gestos para la galería, ni nada por el estilo. Creo que todos hemos conocido algún tipo de accidente en nuestras vidas, y los siniestros, en la jerga de las compañías de seguros, suceden de esa manera: de la rutina se pasa a la tragedia sin solución de continuidad. Personalmente, he conocido varias situaciones que pudieron haber tenido consecuencias muy graves en la carretera, una de ellas en una carretera de montaña con nieve, y no recuerdo que ninguna música premonitoria y trascendental me acompañara en esos momentos. Como mucho lo que estaba escuchando en el coche cuando se produce el accidente y que, concretamente, uno sucedido en 1984 era “Los viejos rockeros nunca mueren”, de Miguel Ríos, como es de sobra conocido. Esperemos que las ya superadas sean las últimas experiencias cuasi-desgraciadas en la carretera.
Ésa es una de las características técnicas del filme de Östlund y es que las escenas se desarrollan con total pulcritud, de manera curiosa, muchas más en los interiores del hotel, que en la nieve, y es que Fuerza mayor no es una película de peripecias esquiadores, sino de prospección psicológica. Y la otra que la música aparece cuando tiene que aparecer: las personas comen, dialogan, o simplemente observan en silencio, del mismo modo que ocurre en la vida cotidiana, salvo que estemos adosados a los auriculares de un micromilimétrico equipo de música. Y dentro de esa música, un tema que se repite con insistencia para marcar el paso de una escena a otra es El verano, de Vivaldi, lo que no deja de ser una perversa paradoja del director en una película de ambiente tan invernal.
Analicemos ya, pues, el suceso esencial en este largometraje: una avalancha llega a la terraza de un lujoso restaurante, como dijimos, y el padre huye, mientras la madre se vuelca en el amparo de la prole, en lenguaje jurídico, lo cual introduce en la película el debate sobre el miedo y el instinto de conservación, muy acusado en el padre, subordinado al de protección en la madre.
De manera que, sobre una situación idílica, sobre un paño fino, aparece una mancha, el miedo del padre, o simplemente un acto reflejo por sobrevivir, que provoca la desilusión de la madre sobre un hecho real, pero también un debate en otra pareja (un colega en la cuarentena, divorciado y con hijos, y su pareja veinteañera) sobre la hipótesis de cómo habría reaccionado él si le hubiera sucedido lo mismo.
Sin embargo, no es ésta una producción en la que se demonice a nadie, ni se pretenda una dinámica de héroes y menos héroes, por lo tanto, villanos, o como poco personajillos mezquinos. Nada que ver con una película de catástrofes norteamericana made in Hollywood, solucionada normalmente gracias a las portentosas cualidades físicas y morales de uno de los protagonistas. De hecho, nada ocurre en el alud, nadie muere, ni resulta herido, ni ocurren más desastres: el miedo se analiza con la misma blancura que ocupa totalmente la pantalla en determinadas escenas de nieve, con o sin niebla.
Ni tampoco existe una moralina o un reproche al padre, que sólo se preocupa de salvar sus guantes e ipad ante la inminencia de la avalancha. Ni se quiere especular sobre una inversión de los roles clásicos: el hombre como sostén y sustento de la familia, la madre…, bueno la madre, ya sabemos cuál es el rol tradicional de las mujeres en las familias convencionales. Ni se erige un monumento para mayor gloria del complejo de culpa: las cosas se plasman tal y como son y el efecto que ello puede tener en una familia de personas maduras en una película de textura madura. Seres humanos, en definitiva. Un momento de debilidad, o de insensibilidad en el padre, y las dudas, desilusión, que esto genera en la mujer.
A partir de ahí, seguir caminando, continuar viviendo aureolados por nuestras limitaciones, que nunca dejarán de sorprendernos. Tan sencillo como eso. Y respirar cada día un aire cada vez menos viciado de dramatismos.
La película consiste en las vacaciones de una familia sueca en los Alpes y se inicia como cabe esperar que se inician las situaciones en la alta burguesía europea: con unas fotos turísticas familiares en la nieve (no podemos olvidar que el título original es Turist). Y se estructura sobre los sucesivos días de esquí. Tan simple como eso, tan convencional como eso: padre, madre, hijo e hija disfrutando de una semana blanca.
Pero con la misma sencillez que se inicia y se estructura, sucede un hecho, que también forma parte de la normalidad de las situaciones alpinas: una avalancha, probablemente provocada, pero que alcanza dimensiones inesperadas, hasta el punto de parecer una amenaza seria para la vida de la familia, así como de los demás comensales que toman el lunch en la terraza de un lujoso restaurante, con una vistas colosales, y no hay nada que enfatice ese momento que puede ser trágico: ni música inquietante, ni movimientos a cámara lenta, ni primeros planos de las expresiones de terror. Nada de eso. De hecho, esa escena, que es la determinante de toda la película está rodada con una cámara fija desde uno de los ángulos de la terraza, como si la estuviera grabando un videoaficionado o un turista con teléfono móvil.
Y es que las cosas suceden así en la vida real: un hecho que te cambia la vida, o que puede cambiarte la vida, no viene envuelto por música agobiante, ni gestos para la galería, ni nada por el estilo. Creo que todos hemos conocido algún tipo de accidente en nuestras vidas, y los siniestros, en la jerga de las compañías de seguros, suceden de esa manera: de la rutina se pasa a la tragedia sin solución de continuidad. Personalmente, he conocido varias situaciones que pudieron haber tenido consecuencias muy graves en la carretera, una de ellas en una carretera de montaña con nieve, y no recuerdo que ninguna música premonitoria y trascendental me acompañara en esos momentos. Como mucho lo que estaba escuchando en el coche cuando se produce el accidente y que, concretamente, uno sucedido en 1984 era “Los viejos rockeros nunca mueren”, de Miguel Ríos, como es de sobra conocido. Esperemos que las ya superadas sean las últimas experiencias cuasi-desgraciadas en la carretera.
Ésa es una de las características técnicas del filme de Östlund y es que las escenas se desarrollan con total pulcritud, de manera curiosa, muchas más en los interiores del hotel, que en la nieve, y es que Fuerza mayor no es una película de peripecias esquiadores, sino de prospección psicológica. Y la otra que la música aparece cuando tiene que aparecer: las personas comen, dialogan, o simplemente observan en silencio, del mismo modo que ocurre en la vida cotidiana, salvo que estemos adosados a los auriculares de un micromilimétrico equipo de música. Y dentro de esa música, un tema que se repite con insistencia para marcar el paso de una escena a otra es El verano, de Vivaldi, lo que no deja de ser una perversa paradoja del director en una película de ambiente tan invernal.
Analicemos ya, pues, el suceso esencial en este largometraje: una avalancha llega a la terraza de un lujoso restaurante, como dijimos, y el padre huye, mientras la madre se vuelca en el amparo de la prole, en lenguaje jurídico, lo cual introduce en la película el debate sobre el miedo y el instinto de conservación, muy acusado en el padre, subordinado al de protección en la madre.
De manera que, sobre una situación idílica, sobre un paño fino, aparece una mancha, el miedo del padre, o simplemente un acto reflejo por sobrevivir, que provoca la desilusión de la madre sobre un hecho real, pero también un debate en otra pareja (un colega en la cuarentena, divorciado y con hijos, y su pareja veinteañera) sobre la hipótesis de cómo habría reaccionado él si le hubiera sucedido lo mismo.
Sin embargo, no es ésta una producción en la que se demonice a nadie, ni se pretenda una dinámica de héroes y menos héroes, por lo tanto, villanos, o como poco personajillos mezquinos. Nada que ver con una película de catástrofes norteamericana made in Hollywood, solucionada normalmente gracias a las portentosas cualidades físicas y morales de uno de los protagonistas. De hecho, nada ocurre en el alud, nadie muere, ni resulta herido, ni ocurren más desastres: el miedo se analiza con la misma blancura que ocupa totalmente la pantalla en determinadas escenas de nieve, con o sin niebla.
Ni tampoco existe una moralina o un reproche al padre, que sólo se preocupa de salvar sus guantes e ipad ante la inminencia de la avalancha. Ni se quiere especular sobre una inversión de los roles clásicos: el hombre como sostén y sustento de la familia, la madre…, bueno la madre, ya sabemos cuál es el rol tradicional de las mujeres en las familias convencionales. Ni se erige un monumento para mayor gloria del complejo de culpa: las cosas se plasman tal y como son y el efecto que ello puede tener en una familia de personas maduras en una película de textura madura. Seres humanos, en definitiva. Un momento de debilidad, o de insensibilidad en el padre, y las dudas, desilusión, que esto genera en la mujer.
A partir de ahí, seguir caminando, continuar viviendo aureolados por nuestras limitaciones, que nunca dejarán de sorprendernos. Tan sencillo como eso. Y respirar cada día un aire cada vez menos viciado de dramatismos.
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