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Hasta que llegó su hora

Western Brett McBain, un granjero viudo de origen irlandés, vive con sus hijos en una zona pobre y desértica del Oeste americano. Ha preparado una fiesta de bienvenida para Jill, su futura esposa, que viene desde Nueva Orleáns. Pero cuando Jill llega se encuentra con que una banda de pistoleros los ha asesinado a todos.
Críticas 205
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9
23 de agosto de 2007
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de western es hablar de Sergio Leone, hablar de como alguien que ni mucho menos inventó el género ni que siquiera fue hijo de las tierras en donde las andanzas de los pistoleros se convirtieron en leyenda, supo hacerse un hueco en un mundo que le era ajeno creando su propio estilo, hablar de como ese alguien se convirtió en un maestro indiscutible e imperecedero no solo por su talento si no también por su infravalorada contribución al arte por el arte y hablar de como otros, Tarantino entre ellos, deben tanto a Leone y a esta obra maestra suya en particular, pues viendo "Hasta que llegó su hora" uno es cuando realmente se da cuenta de hasta que punto "Kill Bill" bebe directamente del cine de Leone.

Si esta "Kill Frank" destila desde su primer segundo de metraje una belleza arrebatadora, se debe en gran medida al estilo propio y personal de Leone y a la maestría de la que se sirve de la genial partitura de otro monstruo, Morricone, para conjugarla en todo momento con imágenes de letal lirismo y sobrecogedora belleza en que se retrata a los viejos pistoleros del lejano oeste más como poetas armados que como bandidos salvajes sin renunciar a la violencia que les es propia.

Más allá de la portentosa fotografía, los magníficos juegos con luces y sombra, los primeros planos de los ojos de los pistorelos y la maestría en el uso de la cámara, Leone disfruta recreándose en los detalles, impregnando cada escena de un lirismo que en sus escenas finales es capaz incluso de conmover al espectador con su épica emotiva. La narración, pese a lo lioso que puede parecer al principio el argumento, no deja ningún cabo sin atar y se torna sorprendente en su conclusión, cuando la historia del hombre de la armónica cobra sentido.

Una obra maestra, infravalorada durante años con el epíteto de "spaghetti", a la que si no pongo un diez es porque a mi juicio, hay incluso una obra aún del propio Leone que constituye la obra maestra definitiva de su carrera: "El bueno, el feo, y el malo", pero no por ello deja de ser un portento visual al que "Kill Bill" y Tarantino mucho deben.

"El que muere se queda muy asustado"
10
16 de julio de 2008
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
''Hasta que llegó su hora'' merece el calificativo de obra maestra. Desde sus comienzos, el film mantiene un altísimo nivel con esa escena en una estación, en la que los planos de detalle contribuyen a acrecentar el clima de tensión.

Nos encontramos ante un cúmulo de virtudes cinematográficas. El manejo de la cámara es para quitarse el sombrero, pues constituye toda una lección de elegancia, de tacto. La trama, que parece dispersa y confusa al principio, se va consolidando de un modo natural: sus dos ejes son la venganza y la ambición, señalados como los valores que presidieron la conquista del Oeste americano. Por lo demás, el guión deja frases inolvidables.

Las interpretaciones, todas sin excepción, son sobresalientes, con especial mención de Henry Fonda y Charles Bronson. Claudia Cardinale no se limita a aportar el elemento de sensualidad sino que va mucho más allá. El resultado es un conjunto de personajes oscuros, movidos por todo lo que está opuesto a la bondad o a la nobleza.

Respecto a la banda sonora de Ennio Morricone, basta decir que llega, en un momento dado, a poner los pelos de punta, lo que es la mejor prueba de su incomparable genialidad. A pesar de lo que objetan muchos, el extenso metraje ni siquiera es un problema: la película no ''pesa'' en ningún momento.

Estamos ante una película titánica, de la más elevada dignidad. La única pega: la traducción del título al español. ¿No sería mejor haberlo traducido literalmente del inglés o, simplemente, no haberlo traducido y haberlo dejado como ''Once Upon a Time in the West''?
8
18 de julio de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto son distintos comentarios que se pudieron escuchar en la sala durante el visionado -buen verbo- de la película:

-Joder con la mosquica, mola.
-¿Charles Bronson...?
-Disculpe, perdone, disculpe, un momento, ya salgo, un segundo, gracias.
-A callarse, coñe.
-¿Cuánto dura? -No importa.
-Pero... Esto no serán "guiños" al western, ni una especie de recopilación ni epitafio ¿no? -No creo.
-Esa música... Claudia
-¡Bravo! ¡Menuda voltereta!
-La verdad es que no entiendo este desierto, no puedo..., no sé a qué atenerme.
-Ya bastará con las putas palomitas, joder. -Tu puta madre (sonido de armónica).
-Pero adónde narices van siempre en los finales. Todos se van.
-¿Le ha tocado el culo?
-Y el tren, para qué coño sirve... Da mala gana y una tristeza interminable. No tanta como John Ford, pero distinta, más sucia.

[Por cierto que yo vi la película en casa, solo.
(Que es también como marcharse).
Aunque en realidad la vi con mis 12 gatos pero ninguno habla; y el que lo hacía fue asesinado por Frank.]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Chiste:
Van 3 marcianos que descienden con su platillo volante en Almería, y al abrir las compuertas mentalmente les aparece en la puta jeta pongamos Henry Fonda o cualquier otro antídoto contra la mierda moderna y los aliens susodichos se descerrajan un tiro, de pura impotencia y calibre 45.
7
14 de enero de 2011
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La veo pelín sobrevalorada, sin ser mala, ni muchísimo menos...

Excesivamente larga, excesivamente repetitiva con los planos, que si, son muy buenos tirando a excelente, pero la decimosexta vez que ves el plano de un Charles Bronson lacónico a más no poder... pues ya no tiene la misma fuerza que al principio, y lo mismo pasa con Fonda, y hasta con la mirada penetrante de Claudia Cardinale...

El desarrollo es algo embarullado, la trama no requería tanto misterio, creo yo.

Y la música es notable, pero tampoco la mejor de Morricone recordado los temas míticos de "el bueno, el feo y el malo" y sobretodo en "la muerte tenía un precio", aunque está claro que todas estas apreciaciones son bastante subjetivas.

P.D. : Excelente Fonda, que grandísimo actor.


Resumiendo, no me parece mala, pero ni mucho menos la mejor de Leone... tampoco hay que ponerse profesionales con que si el guión, la interpretación, éste plano o el de más allá... simplemente que "el bueno, el feo y el malo" y "la muerte tenía un precio" no me canso de verlas y revisionarlas... tienen la tensión, la ambientación, los planos, la música que tiene ésta, pero además momentos cómicos, personajes agradables, más llevaderos... además de Eastwood, claro.
10
16 de diciembre de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una puerta desvencijada parece abrirse sola. Arrastra consigo un chirriar vetusto e incómodo, su objetivo no es otro que clavar su cadencia en tu memoria, como los recuerdos más dolorosos y traumáticos: es el sonido seco y metálico de la venganza que va a llevarse a cabo. Tras de ella, se intuye el vasto y árido desierto de Monument Valley. Así se abre paso a través de nuestros ojos esta descomunal ópera fílmica en forma de westerm, titulada “Hasta que llegó su hora”.

El homenaje nada soterrado que Sergio Leone rinde al gran poeta del cine americano, John Ford, queda patente de inmediato. Donde, al final de “Centauros del desierto”, Ford pintó a un héroe en el umbral de su casa, atormentado, condenado a vagar solo, desterrado ya de su figura mítica y enfrentado a un paisaje que ya no le pertenece, Leone, sugiere por su parte un angosto camino a seguir, la puerta entornada sugiere la llegada del héroe, la redención interna que habrá de cumplir mediante la venganza. El marco donde se ubica sin embargo es el mismo, la atmósfera de transición y melancolía de un viejo y salvaje tiempo que está a punto de desaparecer. Último plano y plano inicial unidos por su esencia desoladora. De lo que Ford dispone, Leone propone.

Pero sigamos con esta secuencia hipnótica. Analizar toda la película en detalle sería una tarea inabarcable, propia de una tesis doctoral. Intentaré centrarme en esta primera escena, en la mirada del orfebre, en lo que, subjetívamente, siento al contemplar esta forma de rodar.

A continuación, una mano arrugada marca con delicadeza sobre una pizarra el tiempo de retraso en la llegada y salida del próximo ferrocarril hacia Flagstone. Cada detalle está cuidado al milímetro, nada es gratuito. Una declaración de intenciones en cada plano: los estilizados números que marca el anciano con suma lentitud, su artesanal dedicación, el cariño por el trabajo bien hecho, la tediosa rutina de una vida dedicada a esperar el siguiente tren.

Puede que la banda sonora que compuso Morricone para esta película sea la mejor de la historia del cine. Eso depende de gustos. Está tan sumamente cuidada, tan sutilmente integrada en las imágenes que es imposible no quedarse hipnotizado. Leone pensaba que el sonido era el 40% de la obra. Rodaba a partir de la música. Escuchaba la melodía, pensaba la escena e iba moldeándola una y otra vez hasta alcanzar el grado de perfección que había contemplado en su imaginación. En “Hasta que llegó su hora”, un gran acierto consiste en que cada personaje tiene un tema que lo identifica y que se va desarrollando según avanzan las relaciones entre los personajes, desde la juguetona melodía que acompaña las apariciones del rufián Cheyenne, la inquietante y amenazadora tonadilla de armónica en cada aparición del homónimo personaje de Charles Bronson, hasta la pieza gris y despiadada que acentúa el carácter de Frank (un gran descubrimiento advertir el tono de frialdad que encierra la mirada del buenazo de Henry Fonda)

Sin embargo, para esta primera secuencia, Leone decidió, por recomendación de Ennio, que lo mas adecuado era enfatizan los sonidos naturales que envuelven la amenazante espera. Así, uno tras otro, van superponiéndose dichos elementos, favoreciendo la atmósfera de tensión que impregna toda la escena: una tiza deslizándose sobre el encerado, el molino que no cesa de girar, el pájaro enjaulado, las pausadas pisadas sobre los gastados tablones de madera de la estación, el viento agitando los trajes, el telégrafo, la silla balanceando, la gota del depósito golpeando intermitentemente sobre la cabeza del personaje de Woody Strode, la molesta mosca incordiando sobre el rostro del cabecilla, el crujir voluntario de las falanges preparando el momento del duelo.

Leone sitúa la cámara en una posición absolutamente contemplativa, intercalando grandes panorámicas con primerísimos planos y planos detalle. Para él, el rostro de un personaje es un paisaje más, capaz de sugerir una historia propia, con sus cicatrices, sus pequeñas marcas, la profundidad de una mirada (otro elemento mas que supo digerir de las lecciones de Ford, quien sabía situar toda la fuerza emotiva de sus escenas en la expresividad de las miradas de sus actores).

Así, cada uno de los tres secuaces intenta matar el tiempo a su manera. Sin embargo, ni siquiera el entorno está por la labor. El calor es asfixiante, la atmósfera pesada, los sonidos se intensifican de tal forma, que el espectador se siente parte de esa letanía misteriosa.

Un detalle importante. Imagino al bueno de Leone, en el intervalo de una de sus indecorosas y excesivas entregas a los placeres culinarios ¿Cómo podría hacer que una escena se quedara grabada a fuego, perdurara para siempre en la mente de los espectadores? Pues al detalle. ¿qué quiero mostrar? Un duelo. ¿Cuál es el duelo mas desequilibrado y sin embargo mas molesto para un ser humano? Cuando no puedes deshacerte de una mosca cojonera. Pues con un par, lo planteo, lo desarrollo y creo un clímax y un epílogo insuperable. Cómo olvidar cuando atrapa a la mosca con el cañón del revolver. Insuperable. Cómo no inquietarse ante el macabro placer reflejado en su rostro cuando la escucha intentando liberarse del cañón. Y para rematarlo, engarza el sonido del insecto desesperado, reflejo de su victoria en el nimio duelo, con el agudo y atronador de la llegada del tren a la estación. Sublime.
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