Muerte en Venecia
1971 

7.4
22,732
Drama
A principios del siglo XX, un compositor alemán de delicada salud y cuya última obra acaba de fracasar, llega a Venecia a pasar el verano. En la ciudad de los canales se sentirá profundamente atraído por un hermoso y angelical adolescente, sentimiento que le irá consumiendo mientras la decadencia también alcanza a la ciudad en forma de epidemia... Adaptación de la obra homónima del escritor Thomas Mann. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2013
8 de mayo de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se han comentado tantas cosas de esta película que no hace falta insistir en ellas. No me refiero, claro, a las personas que simplemente se han aburrido o no han valorado la película. Ellas probablemente tienen su propio problema. Lo muestra quizá las expresiones negativas y ordinarias con que adornan su rechazo. Algo que debiera contener la propia FilmAffinity: ¿Es necesario, por ejemplo, utilizar cada dos por tres el término “puta” como calificativo? ¿No hay otras palabras que puedan sustituirla sin perder fuerza?
Para los que no disfrutan de esta película debe de recordarse la profunda diferencia que separa la noción de lentitud y morosidad. Es como si en una obra musical se criticasen los “Lentos” y los “Adagios” por el simple hecho de ser lentos. La morosidad, en la mayor parte de las ocasiones, es el asiento de una especial belleza, ajena a la brillantez. Por otra parte parece excesivo hablar de lentitud en una historia que incluye el derrumbamiento y al muerte de un individuo.
La película cuenta con el apoyo de la música de Mahler (las otras son circunstanciales). Pero hay otros momentos en que se prescinde la música y esta se sustituye por los rumores de conversaciones en los hoteles y la playa, tan importantes como la propia música.
Se quejan de los diálogos escasos. Olvidando las películas en que las palabras son sustituidas por saltos increíbles y fantasiosos. Estamos ante un drama interior y personal. No basta la referencia a la homosexualidad; la película deja constancia del comportamiento heterosexual previo del protagonista. Se trata de algo más profundo, pero igualmente fuerte. En cualquier caso, un drama. Sorprende que muchas personas no vean nada de eso. Precisan gritos.
Entre la acusación de tanta lentitud y tan escaso diálogo, lógicamente se iba a potenciar la extraordinaria interpretación de Dick Bogarde, un actor que nunca me había gustado. El silencio es suplido por mínimos gestos.
Discúlpenme: debo ser snob, gafaplastas, pedante y todas esas otras cosas que dedican algunos a los que nos gusta esa película. Pero a mí me gusta.
Como me disgusta que FilmAffinity consienta en las críticas esos calificativos, normalmente gratuitos.
Para los que no disfrutan de esta película debe de recordarse la profunda diferencia que separa la noción de lentitud y morosidad. Es como si en una obra musical se criticasen los “Lentos” y los “Adagios” por el simple hecho de ser lentos. La morosidad, en la mayor parte de las ocasiones, es el asiento de una especial belleza, ajena a la brillantez. Por otra parte parece excesivo hablar de lentitud en una historia que incluye el derrumbamiento y al muerte de un individuo.
La película cuenta con el apoyo de la música de Mahler (las otras son circunstanciales). Pero hay otros momentos en que se prescinde la música y esta se sustituye por los rumores de conversaciones en los hoteles y la playa, tan importantes como la propia música.
Se quejan de los diálogos escasos. Olvidando las películas en que las palabras son sustituidas por saltos increíbles y fantasiosos. Estamos ante un drama interior y personal. No basta la referencia a la homosexualidad; la película deja constancia del comportamiento heterosexual previo del protagonista. Se trata de algo más profundo, pero igualmente fuerte. En cualquier caso, un drama. Sorprende que muchas personas no vean nada de eso. Precisan gritos.
Entre la acusación de tanta lentitud y tan escaso diálogo, lógicamente se iba a potenciar la extraordinaria interpretación de Dick Bogarde, un actor que nunca me había gustado. El silencio es suplido por mínimos gestos.
Discúlpenme: debo ser snob, gafaplastas, pedante y todas esas otras cosas que dedican algunos a los que nos gusta esa película. Pero a mí me gusta.
Como me disgusta que FilmAffinity consienta en las críticas esos calificativos, normalmente gratuitos.
11 de septiembre de 2009
11 de septiembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico del cine italiano traído de la mano de Visconti, director de obras maestras como Rocco y sus hermanos. En esta ocasión nos cuenta la decadencia de un compositor de música que decide viajar a la ciudad de los canales, Venecia, a pasar sus últimos días. Allí queda fascinado por un adolescente angelical mientras la ciudad decae por culpa de un brote de epidémia. Muy bien dirigida, con unos planos preciosos, pero la lentitud del film hace que te aburras hasta la saciedad. La música es muy buena y acompaña muy bien al metraje. La ambientación de la película es lo mejor, así como el vesturario que es realmente fantástico.
21 de agosto de 2011
21 de agosto de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película lenta pero bella. Paciencia debe tener el espectador y contemplación absoluta ante la fija mirada del protagonista a un niño de rostro angelical. La historia atrapa por el morbo que suscita un hecho que difícilmente no llega. Muchos zoom. Nunca tuvo tanto protagonismo los extras de una película. El director se recrea en los ambientes de una Venecia confundida. Indispensable.
26 de marzo de 2013
26 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Principios del siglo XX. Un compositor alemán, llamado Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde), llega a Venecia deprimido y muy enfermo. En poco tiempo ha perdido a su pequeña hija y ha sufrido un notable fracaso en el estreno de una nueva obra.
Además, una serie de conversaciones con un amigo suyo, llamado Alfred (Mark Burns), lo han sumido en una situación de crisis: Alfred acusa a Gustav de de ser incapaz de vivir la vida y su propio arte bajo los dictados de las emociones y también de ser un esclavo de su concepción ‘intelectual’ de la existencia. Gustav comprende, cerca del final de su vida, que apenas ha sido capaz de apasionarse por nada ni nadie…
En Venecia existen rumores que apuntan a la posible presencia de una epidemia de cólera. Sin embargo, Gustav ha conocido a un joven aristócrata polaco, llamado Tadzio (Björn Andresen), cuya belleza e inocencia acaban cautivándolo.
La película es una adaptación de la novela homónima de Thomas Mann.
Además, una serie de conversaciones con un amigo suyo, llamado Alfred (Mark Burns), lo han sumido en una situación de crisis: Alfred acusa a Gustav de de ser incapaz de vivir la vida y su propio arte bajo los dictados de las emociones y también de ser un esclavo de su concepción ‘intelectual’ de la existencia. Gustav comprende, cerca del final de su vida, que apenas ha sido capaz de apasionarse por nada ni nadie…
En Venecia existen rumores que apuntan a la posible presencia de una epidemia de cólera. Sin embargo, Gustav ha conocido a un joven aristócrata polaco, llamado Tadzio (Björn Andresen), cuya belleza e inocencia acaban cautivándolo.
La película es una adaptación de la novela homónima de Thomas Mann.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Arriesgadísima apuesta narrativa de Luchino Visconti, quien de forma deliberada imprime un ritmo extremadamente lento de narración, prescinde de diálogos y limita la interpretación de los principales actores (Bogarde y Andresen) a un juego de miradas y gestos minimalistas. Existe, además, un enorme simbolismo a lo largo de todo el film que no siempre resulta fácil de apreciar.
El director de la película emplea larguísimos planos, que recorren muy lentamente las habitaciones del hotel, la playa del Lido o las calles de Venecia… de un extremo a otro, monótonamente, para emplear de forma inmediata un zoom que conduce al espectador a un detalle muy concreto. Actuar así implica obligar al espectador a someterse al ritmo narrativo que Visconti ha elegido (que nada tiene que ver con el estilo actual, basado en los videoclips musicales)… y ello puede generar hastío en aquellas personas que no estén dispuestas a seguir esa forma tan particular (y poco habitual) de contar una historia. La escasez de diálogos contribuye a abundar en ese rechazo de algunas personas que ven la película.
La interpretación de Bogarde es prodigiosa, con una capacidad sobrenatural para transmitir emociones con el más leve gesto. Cito como ejemplo el cambio que se aprecia en el afligido semblante del actor cuando intenta abandonar Venecia, nada más conocer al joven y bello Tadzio… y su rostro, iluminado por la felicidad, cuando aprovecha la pérdida de una maleta como excusa para regresar al hotel en que se hospedaba… ya que, de este modo, podrá volver a ver a su idealizado Tadzio.
El simbolismo de la obra tiene muchos elementos y destacarlos todos sería demasiado largo y tedioso: basta señalar que la diferencia del clima entre el frio y lluvioso Múnich y el sofocante siroco de Venecia es una ejemplo del febril proceso que vive el protagonista de la película, que pasa de su antigua y ‘racional’ vida a otra nueva, absolutamente ‘pasional’; también la llegada de la epidemia de cólera representa la decadencia de un modelo de sociedad y de sus gentes (como se atestigua en la interpretación de los músicos, ante los turistas del hotel); por último, el mismo desenlace de la historia tiene tantas interpretaciones como espectadores pueda tener el propio film. Del mismo modo, opino que la atracción de Alfred por Tadzio no se sustenta sólo en su belleza física, sino también en la vitalidad propia de la juventud, en su jovialidad y en su inocencia y falta de malicia...
Capítulo aparte para la fotografía y la Banda Sonora de la película, con piezas de Gustav Mahler, que contribuyen a dotar a la narración visual de una mayor riqueza expresiva, creando una atmosfera densa y dramática. Además, el film estuvo nominado, en los Oscar de 1972, en la categoría de Mejor Vestuario.
PD: Me gustaría decirle a los usuarios que se escandalizan ante la presencia de una (supuesta) apología de la pedofília en este film, que ellos mismos quedan retratados por sus propios prejuicios, su falta de entendimiento y su ignorancia supina. ¡Qué manera de proyectar vuestras propias frustraciones y traumas no resueltos!
El director de la película emplea larguísimos planos, que recorren muy lentamente las habitaciones del hotel, la playa del Lido o las calles de Venecia… de un extremo a otro, monótonamente, para emplear de forma inmediata un zoom que conduce al espectador a un detalle muy concreto. Actuar así implica obligar al espectador a someterse al ritmo narrativo que Visconti ha elegido (que nada tiene que ver con el estilo actual, basado en los videoclips musicales)… y ello puede generar hastío en aquellas personas que no estén dispuestas a seguir esa forma tan particular (y poco habitual) de contar una historia. La escasez de diálogos contribuye a abundar en ese rechazo de algunas personas que ven la película.
La interpretación de Bogarde es prodigiosa, con una capacidad sobrenatural para transmitir emociones con el más leve gesto. Cito como ejemplo el cambio que se aprecia en el afligido semblante del actor cuando intenta abandonar Venecia, nada más conocer al joven y bello Tadzio… y su rostro, iluminado por la felicidad, cuando aprovecha la pérdida de una maleta como excusa para regresar al hotel en que se hospedaba… ya que, de este modo, podrá volver a ver a su idealizado Tadzio.
El simbolismo de la obra tiene muchos elementos y destacarlos todos sería demasiado largo y tedioso: basta señalar que la diferencia del clima entre el frio y lluvioso Múnich y el sofocante siroco de Venecia es una ejemplo del febril proceso que vive el protagonista de la película, que pasa de su antigua y ‘racional’ vida a otra nueva, absolutamente ‘pasional’; también la llegada de la epidemia de cólera representa la decadencia de un modelo de sociedad y de sus gentes (como se atestigua en la interpretación de los músicos, ante los turistas del hotel); por último, el mismo desenlace de la historia tiene tantas interpretaciones como espectadores pueda tener el propio film. Del mismo modo, opino que la atracción de Alfred por Tadzio no se sustenta sólo en su belleza física, sino también en la vitalidad propia de la juventud, en su jovialidad y en su inocencia y falta de malicia...
Capítulo aparte para la fotografía y la Banda Sonora de la película, con piezas de Gustav Mahler, que contribuyen a dotar a la narración visual de una mayor riqueza expresiva, creando una atmosfera densa y dramática. Además, el film estuvo nominado, en los Oscar de 1972, en la categoría de Mejor Vestuario.
PD: Me gustaría decirle a los usuarios que se escandalizan ante la presencia de una (supuesta) apología de la pedofília en este film, que ellos mismos quedan retratados por sus propios prejuicios, su falta de entendimiento y su ignorancia supina. ¡Qué manera de proyectar vuestras propias frustraciones y traumas no resueltos!
4 de marzo de 2010
4 de marzo de 2010
13 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no, yo no soy un gafapastas (palabreja que se han sacado los pijos estos de pelis de medio pelo, que pierden el culo por ver auténticas vacuidades yankis rellenas de la más absoluta NADA), pero esta PELÍCULA es GRANDIOSA, ADMIRABLE, PRODIGIOSA, es un MILAGRO HECHO CINE... Si alguien no sabe qué es una obra maestra, esta joya lo es... Pero claro, todavía hay analfabetos que ven el Guernica, y dicen...: "¡Qué feo es! ¿Y esto vale tanto dinero?...Jajaja". Pues eso, que lo sublime no está hecho para ciertos paladares, y que los cerdos no van a dejar de oler mal, ni a dejar de gustarle la mierda aunque se echen encima 20 litros de un perfume francés, así que...
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