El hombre de las mil caras
2016 

6.7
21,384
Thriller. Drama
Francisco Paesa (Eduard Fernández), ex agente secreto del gobierno español, responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene que huir del país. Cuando regresa años después está arruinado. En tales circunstancias, recibe la visita de Luis Roldán (Carlos Santos), ex Director General de la Guardia Civil, y de su mujer Nieves Fernández Puerto ... [+]
30 de septiembre de 2016
30 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguno se temía lo peor cuando Alberto Rodríguez, quien había deslumbrado con "La isla mínima", se disponía a rodar una película sobre el célebre asunto de Luis Roldán, una de las comidillas de los telediarios en la década de los noventa. Se temía un biopic al uso, que el cineasta iba a malgastar su talento en lo que no dejaría de ser un telefilm de domingo por la tarde.
No obstante, varios condicionantes hacen a "El hombre de las mil caras" elevarse sobre esto para ser un film que va mucho más allá. En primer lugar, tras documentarse bien sobre el personaje, el director y su equipo comprenden que Luis Roldán fue la excusa para Francisco Paesa, un incierto y astuto personaje que labró su fortuna a través del escándalo. Además, la película usa al personaje magistralmente interpretado por Eduard Fernández para hablarnos de otra cosa, de un tema muy actual.
Más allá de los datos históricos, este relato disecciona cómo nos sigue impresionando el primer "honrado Juan" que nos invita a un reservado y promete el oro y el moro. De unos días donde el turismo no se había masificado y viajar en avión ya era ser parte de un club. De juegos y engaños, de cómo una más que previsible carrera presidencial puede truncarse con el detalle más superficial.
Mención aparte también para un José Coronado sólido y solvente, muy cómodo como el piloto amigo de Paesa, alguien que cree formar parte del privilegio, aunque simplemente lo roza, siendo una pieza más de un juego mucho más complejo.
No volveremos a dudar. Alberto Rodríguez será interesante con cualquier proyecto al que decida hincar el diente.
No obstante, varios condicionantes hacen a "El hombre de las mil caras" elevarse sobre esto para ser un film que va mucho más allá. En primer lugar, tras documentarse bien sobre el personaje, el director y su equipo comprenden que Luis Roldán fue la excusa para Francisco Paesa, un incierto y astuto personaje que labró su fortuna a través del escándalo. Además, la película usa al personaje magistralmente interpretado por Eduard Fernández para hablarnos de otra cosa, de un tema muy actual.
Más allá de los datos históricos, este relato disecciona cómo nos sigue impresionando el primer "honrado Juan" que nos invita a un reservado y promete el oro y el moro. De unos días donde el turismo no se había masificado y viajar en avión ya era ser parte de un club. De juegos y engaños, de cómo una más que previsible carrera presidencial puede truncarse con el detalle más superficial.
Mención aparte también para un José Coronado sólido y solvente, muy cómodo como el piloto amigo de Paesa, alguien que cree formar parte del privilegio, aunque simplemente lo roza, siendo una pieza más de un juego mucho más complejo.
No volveremos a dudar. Alberto Rodríguez será interesante con cualquier proyecto al que decida hincar el diente.
30 de septiembre de 2016
30 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Rodríguez cambia radicalmente de registro respecto de “La isla mínima”, su anterior y aclamada película. Si el director se había metido al público y a la crítica en el bolsillo con su magnífica creación de atmósferas opresivas, aquí nos ofrece un relato implacable y frío, con ritmo de martillo pilón, que agarra al espectador por las solapas para enfrentarle a una historia inverosímil pero, por desgracia, basada en hechos reales. “El hombre de las mil caras” recuerda al cine clásico de espías, pero con un cierto toque cañí. La elección de Rodríguez de situar el punto de vista en el personaje-narrador interpretado por José Coronado puede ser una concesión al público, ya que la voz en off lleva en volandas al espectador a través de una trama que con otro tratamiento habría sido difícil de seguir. A cambio, con ello consigue una visión ambigua y enigmática del protagonista, Fernando Paesa. Entre lo mejor de la película, destacaría la gran interpretación de Eduard Fernández (una más), los ingeniosos diálogos (afilados, verosímiles y ácidos), y el equívoco clima en el que se mueve la película, basculando siempre entre el thriller político de guante blanco y la historieta de Mortadelo y Filemón. La figura de Fernando Paesa, y el patético suceso de la fuga de Roldán, dan para una trama de alto voltaje político, pero también para una ópera bufa en un país de charanga y pandereta como éste. Quizá por ello los personajes secundarios no terminan de encajar del todo bien, comenzando con el propio Roldán.
O sea, que Alberto Rodríguez sólo ha cambiado el estilo, ya que en cuanto a temática sigue con su particular retrato de la España negra. La frase "Yo sólo hice lo que hacían todos" es una denuncia feroz a una época en la que esto se parecía a una república bananera más que a ninguna otra cosa, y que aún no hemos terminado de superar. En definitiva, una película entretenida e irónica, rabiosamente española, sobre un suceso vergonzoso que tenía que pasar aquí.
O sea, que Alberto Rodríguez sólo ha cambiado el estilo, ya que en cuanto a temática sigue con su particular retrato de la España negra. La frase "Yo sólo hice lo que hacían todos" es una denuncia feroz a una época en la que esto se parecía a una república bananera más que a ninguna otra cosa, y que aún no hemos terminado de superar. En definitiva, una película entretenida e irónica, rabiosamente española, sobre un suceso vergonzoso que tenía que pasar aquí.
30 de septiembre de 2016
30 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ritmo narrativo es un guante que le queda fenomenal a una historia conocida, a pesar de la manita de pintura y adornos con los que puede llegar a plasmar esa realidad nunca demostrable. Plausible e intrigante, vemos que la dirección artística es redonda, las ejecuciones técnicas brillantes, un vestuario y ambientación creíble y bellos, y unas interpretaciones de lujo... todo aderezado con un guion práctico, fino y rugoso en sus intenciones pero suave como la seda en su ejecución: alicatado a la perfección. Las ideas claras de un director que se maneja con unos personajes con gran potencial, exprimido al máximo y con una puesta en escena impecable. Buen sabor de boca de una historia impactante y chocante a pesar del alicatado de dudoso gusto.
1 de octubre de 2016
1 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces se hace necesario dar dos pasos hacia atrás para observar con claridad el presente. Alberto Rodríguez está haciendo más por la culturización de la juventud en la historia reciente de España que cualquier ministerio de educación que se preste. Aunque, como todo buen narrador de historias, se deje llevar por la irresistible tentación de ficcionar determinados hechos para transformar, mediante el lenguaje audiovisual, la clase de historia en un cautivador thriller que atraiga a la mayor cantidad de público posible.
En “El Hombre de las Mil Caras”, basada en el libro homónimo de Manuel Cerdán, se narra la increíble historia real que Francisco Paesa (Eduard Fernández) protagonizó en los años 90, engañando a todo el estado a través del inverosímil caso de corrupción que llevó a Luis Roldán (Carlos Santos) a huir de España y convertirse en el prófugo más buscado de la historia de nuestra democracia. Desde el principio se nos advierte: “Esta es la historia de un mentiroso”, y es que nadie, ni el propio Rodríguez, podrá llegar a definir con precisión a Paesa como persona, quizás sí como personaje, vistiendo una de sus múltiples e impenetrables máscaras, esas que tanto le gusta usar, como buen espía, para ocultar sus más profundos secretos y ambiciones, disfrazando así la abstracta realidad de su enigmática y magnética figura.
El estilo narrativo que adopta Rodríguez, algo apartado de lo visto anteriormente en “Grupo 7” (2012) y “La Isla Mínima” (2014), se aferra a ciertos elementos expositivos para condensar una historia inabarcable en sus múltiples e intrincados senderos, utilizando al personaje de José Coronado para añadir una voz en off que, en ocasiones, hace un vago favor a la frescura de la película; todo lo contrario a lo que sucede con la ingeniosa inclusión de imágenes reales de los informativos de la época, que aportan solidez y credibilidad a un relato rico en enredos y falsas apariencias. A todo aquél que haya visto la serie “Narcos” (2015) le sonará mucho todo lo que digo.
Con todo ello, la película posee un subtexto lo suficientemente rico como para recordar a todos aquellos lectores del ya extinto Diario 16, que seguimos viviendo en una realidad calcada a la de hace dos décadas, marcada todavía por el horror que causó ETA y la brutal respuesta de los GAL; por los estrafalarios y sonrojantes casos de corrupción política, tan bien documentados por los medios de comunicación y tan mal llevados por los sistemas de justicia; y por la actuación de unos desconocidos espías españoles que, aunque fuesen más de chequera, también llevaban pistola. Una realidad que seguimos siendo incapaces de cambiar. Será por eso de que en España, los que viven son españoles.
En “El Hombre de las Mil Caras”, basada en el libro homónimo de Manuel Cerdán, se narra la increíble historia real que Francisco Paesa (Eduard Fernández) protagonizó en los años 90, engañando a todo el estado a través del inverosímil caso de corrupción que llevó a Luis Roldán (Carlos Santos) a huir de España y convertirse en el prófugo más buscado de la historia de nuestra democracia. Desde el principio se nos advierte: “Esta es la historia de un mentiroso”, y es que nadie, ni el propio Rodríguez, podrá llegar a definir con precisión a Paesa como persona, quizás sí como personaje, vistiendo una de sus múltiples e impenetrables máscaras, esas que tanto le gusta usar, como buen espía, para ocultar sus más profundos secretos y ambiciones, disfrazando así la abstracta realidad de su enigmática y magnética figura.
El estilo narrativo que adopta Rodríguez, algo apartado de lo visto anteriormente en “Grupo 7” (2012) y “La Isla Mínima” (2014), se aferra a ciertos elementos expositivos para condensar una historia inabarcable en sus múltiples e intrincados senderos, utilizando al personaje de José Coronado para añadir una voz en off que, en ocasiones, hace un vago favor a la frescura de la película; todo lo contrario a lo que sucede con la ingeniosa inclusión de imágenes reales de los informativos de la época, que aportan solidez y credibilidad a un relato rico en enredos y falsas apariencias. A todo aquél que haya visto la serie “Narcos” (2015) le sonará mucho todo lo que digo.
Con todo ello, la película posee un subtexto lo suficientemente rico como para recordar a todos aquellos lectores del ya extinto Diario 16, que seguimos viviendo en una realidad calcada a la de hace dos décadas, marcada todavía por el horror que causó ETA y la brutal respuesta de los GAL; por los estrafalarios y sonrojantes casos de corrupción política, tan bien documentados por los medios de comunicación y tan mal llevados por los sistemas de justicia; y por la actuación de unos desconocidos espías españoles que, aunque fuesen más de chequera, también llevaban pistola. Una realidad que seguimos siendo incapaces de cambiar. Será por eso de que en España, los que viven son españoles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
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2 de octubre de 2016
2 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre de las mil caras
No he perdido todavía, afortunadamente, un ápice de curiosidad. Me siguen interesando infinidad de cosas pero nunca germinó en mí la virtud de un espíritu analítico que me permitiera profundizar en el meollo de cada asunto desde una base crítica. En cambio, como compensación, a lo largo de mi vida, he visto y leído mucho, escuchado atentamente y he sabido rodearme de personas mucho más sabias que yo.
De forma que a falta de una sólida formación he desarrollado instinto. Y he aprendido a fiarme de él. De forma que cuando un filme me mantiene durante dos horas inmóvil en la butaca, sin cruzar las piernas ni una sola vez o cambiar constantemente de postura, es que he visto una buena película. Y es exactamente esto lo que me ha sucedido con "El hombre de las mil caras".
Su director, Alberto Rodríguez, un joven sevillano de 47 años, no requiere de presentación porque lo avalan trabajos tan reconocidos como "7 vírgenes", "Grupo 7" o "La isla mínima" que arrasó con 10 Goyas el pasado año. Y esta su nueva película lleva parecido recorrido pues ya fue galardonada en la reciente edición del Festival de Cine de San Sebastián.
En la década de los 80, mientras el mundo nos miraba asombrados como paradigma de una transición modélica, cuando parecía que España seguía finalmente la estela de la civilización, al tiempo que crecíamos, construíamos y nos modernizábamos al socaire de millonarias subvenciones económicas de la Unión, en las alcantarillas del poder, enardecidas ratas de nueva generación, ávidas y codiciosas, ya disfrazadas de demócratas, roían voraces y se repartían el queso de los sufridos y burlados contribuyentes.
Basada en hechos reales "El hombre de las mil caras" es una espléndida realización que funciona eficazmente como un thriller de espías apoyada en un excepcional e inteligente guion que fluye de forma admirable y convierte esta cinta en una apasionante historia de tramposos, pillos y maleantes que, encastillados en las altas esferas políticas, mantuvieron en jaque durante mese al Estado español y expuesto al más espantoso de los ridículos como el país de charanga y pandereta que en realidad era.
Eduard Fernández interpreta a Francisco Paesa, el gran prestidigitador y encubridor, probablemente en el mejor papel de su carrera, muy bien arropado por José Coronado -narrador de la trama y testigo privilegiado de los hechos- como su amigo y fiel sabueso y, estupendo también, Carlos Santos como Luis Roldán, insaciable ratero -Director General de la Guadia Civil en aquel momento-, un personaje siniestro, de carácter arrogante y a la vez quebradizo, asustado, emocionalmete inestable y al que sostiene en su precario equilibro la determinación de su esposa cuya responsabilidad corre a cargo de la actriz Marta Etura.
Yo les recomiendo a ustedes, mis queridos amigos, no se pierdan esta demoledora película, en primer lugar porque pasarán dos horas de merecido y solaz entretenimiento y, a continuación, porque todos aquellos que desconozcan este lamentable y vergonzoso episodio de nuestra querida España, tendrán una mejor idea de las miserias seculares que ahogan históricamente a este obtuso país de infeliz trayectoria.
Emilio Castelló Barreneche
No he perdido todavía, afortunadamente, un ápice de curiosidad. Me siguen interesando infinidad de cosas pero nunca germinó en mí la virtud de un espíritu analítico que me permitiera profundizar en el meollo de cada asunto desde una base crítica. En cambio, como compensación, a lo largo de mi vida, he visto y leído mucho, escuchado atentamente y he sabido rodearme de personas mucho más sabias que yo.
De forma que a falta de una sólida formación he desarrollado instinto. Y he aprendido a fiarme de él. De forma que cuando un filme me mantiene durante dos horas inmóvil en la butaca, sin cruzar las piernas ni una sola vez o cambiar constantemente de postura, es que he visto una buena película. Y es exactamente esto lo que me ha sucedido con "El hombre de las mil caras".
Su director, Alberto Rodríguez, un joven sevillano de 47 años, no requiere de presentación porque lo avalan trabajos tan reconocidos como "7 vírgenes", "Grupo 7" o "La isla mínima" que arrasó con 10 Goyas el pasado año. Y esta su nueva película lleva parecido recorrido pues ya fue galardonada en la reciente edición del Festival de Cine de San Sebastián.
En la década de los 80, mientras el mundo nos miraba asombrados como paradigma de una transición modélica, cuando parecía que España seguía finalmente la estela de la civilización, al tiempo que crecíamos, construíamos y nos modernizábamos al socaire de millonarias subvenciones económicas de la Unión, en las alcantarillas del poder, enardecidas ratas de nueva generación, ávidas y codiciosas, ya disfrazadas de demócratas, roían voraces y se repartían el queso de los sufridos y burlados contribuyentes.
Basada en hechos reales "El hombre de las mil caras" es una espléndida realización que funciona eficazmente como un thriller de espías apoyada en un excepcional e inteligente guion que fluye de forma admirable y convierte esta cinta en una apasionante historia de tramposos, pillos y maleantes que, encastillados en las altas esferas políticas, mantuvieron en jaque durante mese al Estado español y expuesto al más espantoso de los ridículos como el país de charanga y pandereta que en realidad era.
Eduard Fernández interpreta a Francisco Paesa, el gran prestidigitador y encubridor, probablemente en el mejor papel de su carrera, muy bien arropado por José Coronado -narrador de la trama y testigo privilegiado de los hechos- como su amigo y fiel sabueso y, estupendo también, Carlos Santos como Luis Roldán, insaciable ratero -Director General de la Guadia Civil en aquel momento-, un personaje siniestro, de carácter arrogante y a la vez quebradizo, asustado, emocionalmete inestable y al que sostiene en su precario equilibro la determinación de su esposa cuya responsabilidad corre a cargo de la actriz Marta Etura.
Yo les recomiendo a ustedes, mis queridos amigos, no se pierdan esta demoledora película, en primer lugar porque pasarán dos horas de merecido y solaz entretenimiento y, a continuación, porque todos aquellos que desconozcan este lamentable y vergonzoso episodio de nuestra querida España, tendrán una mejor idea de las miserias seculares que ahogan históricamente a este obtuso país de infeliz trayectoria.
Emilio Castelló Barreneche
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