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La carretera

Drama El planeta ha sido arrasado por un misterioso cataclismo y, en medio de la desolación, un padre y su hijo se dirigen hacia la costa en busca de un lugar seguro donde asentarse. Durante el viaje se cruzarán con otros supervivientes: unos se han vuelto locos, otros se han convertido en caníbales. Adaptación de una novela de Cormac McCarthy, autor de "No es país para viejos". (FILMAFFINITY)
Críticas 386
Críticas ordenadas por utilidad
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3
9 de febrero de 2010
26 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me creo nada. ¿Un mundo en el que desaparecen plantas y animales, y sin embargo un par de pelamanillas con una mochila, un plumas y un revólver son capaces de sobrevivir? Y no un día ni dos, qué va, al menos once o doce años, la edad de la criatura. ¿Agua limpia y cristalina en unas cañerías que llevan años inservibles en una casa putrefacta? Me temo que muchos se han dejado influenciar por el clima de pesimismo que nos invade en estos meses. Yo prefiero las botellas medio llenas.

Para crear un drama en torno a la supervivencia no hace falta ser tan apocalíptico, porque si no está todo perfectamente ambientado, y para ello no basta con una espléndida fotografía, la cosa pierde credibilidad. Cuando vendes un producto tan extremo, catastrófico y desolador, hay que adornar el asunto como se merece, montar alguna teoría medianamente coherente para explicar lo que pasa. Resulta muy cómodo obviar las causas del cataclismo, cómo sucedió, su por qué. Pero claro, el canibalismo es lo suficientemente truculento como para dar un tono más sórdido a la narración y la gente se olvida de otros asuntos. Por otra parte, Hillcoat no cuenta apenas nada, podría haberse ahorrado la mitad del metraje. O mejor el ochenta por ciento.

Desde los primeros minutos la cosa tira hacia un flojo drama terminal con tintes deprimentes. La historia paralela inicial de Theron-Mortensen no me dice nada. Como la banda sonora, que a menudo juega en contra de la fuerza visual de las imágenes. Las reflexiones supuestamente profundas del protagonista tampoco es que contribuyan a sacarle a uno del sopor. Y el niño ‘paz-y-amor’… mejor que Alatriste, que luce media docena de looks distintos y se despelota un par de veces para regocijo de sus fans, se lo hubiera comido a la brasa en el segundo plano. En otro momento, dudé si el que aparecía era Guy Pearce o Michael Landon, que había bajado de la autopista celestial al road armagedónico. Sólo salvo a Aguirresarobe.

No he leído la novela; ni pienso. Pero si está a la altura de la película, el tío Pulitzer debe de estar retorciéndose en la tumba. O no: al fin y al cabo esto es cine amarillista –en tonos grises, eso sí-.
3
8 de febrero de 2010
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo que más me dolió de la películas despues del dinero que se quedo en taquilla. Viggo Mortensen y el niño no lo hacen mal, aunque la bondad de este último es algo fantasiosa, pero sinceramente pienso que sin haber leido el libro esta película en sí misma no tiene nada de nuevo, el drama apocalíptico muy quemado y del que se dan cero detalles y un argumento muy lineal, las escenas se repiten una y otra vez causando una soporífera obstinación en el espectador que se ve rematada por el final que dejas pasar porque no tienes ganas de más. Respeto a quien le pueda gustar la película pero creo que sin leer el libro no merece la pena pagar por ella.
1
13 de septiembre de 2011
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si piensas verla, aléjate lo más que puedas de objetos cortantes y armas varias, y ten a mano una buena almohada, porque llegará un momento en que te desesperes de la lentitud de la trama e intentarás suicidarte, o se hará tan aburrida que preferirás echarte una buena siesta. No volvería a verla ni aunque me pagaran.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un mundo post-apocalíptico plagado de piratas armados hasta los dientes, con una trama centrada en un padre y un hijo, con flashbacks de la madre que se fue y que no avanza en absoluto en la historia. No ocurre NADA EN ABSOLUTO. Sinceramente, tras los primeros 15 minutos estás deseando que acribillen a tiros a alguno de los dos. Estos protagonistas son totalmente idiotas y andan sin rumbo fijo, y al final se descubre que les seguía una familia aún más idiota que creía que eran unos genios.
El color es totalmente lúgubre, anodino y desperante. La trama absurda, ya que puedes dejar la película al principio, volver a la mitad y ver el final y se te hace una peli muchísimo más corta, ya que te enteras de TODO lo que ha pasado.
9
8 de febrero de 2010
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso y revelador que a los pocos meses de presenciar la devastación planetaria por antonomasia en 2012 aparezca un filme que nos plantee el después del Apocalipsis. Curioso porque hacía tiempo que el género catastrófico no ocupaba las salas de cine y revelador porque jamás dos películas habían supuesto la cara y la cruz de forma tan flagrante. Mientras Roland Emmerich dedica 150 minutos de metraje a una catástrofe mostrada desde todos los ángulos virtuales posibles, la adaptación del libro La carretera, de Cormac McCarthy, prefiere sugerir la hecatombe y centrar su atención en un realismo mucho más crudo que el que nos revelan los efectos especiales.

Aquí, las imágenes no huelen a croma y a programa informático, gracias en parte a que la cinta no busca el más difícil todavía en materia de catástrofes. Lo importante en esta historia es el comportamiento humano en situaciones de crisis, terreno que ya exploró, por ejemplo, A ciegas, la adaptación del Ensayo sobre la ceguera de Saramago. En ambas reina el caos y escasea por completo la fe en la raza humana, acrecentando el pesimismo que suele inundar el cine de corte futurista.

Sin embargo, McCarthy y John Hillcoat, el encargado de la adaptación, amplían el zoom para fijarse en la relación de un padre y su hijo en una situación desesperanzadora. El realismo encuentra entre ellos su lado más crudo, puesto que aquí no hay lugar para falsas heroicidades. Sólo hay hueco para el más humano de los sentimientos, el miedo. Y mientras John Cusack luchaba por resultar convincente tras ríos de lava artificiales, Viggo Mortensen ofrece una lección magistral de interpretación reflejando el terror en sus ojos.

Y mientras ninguno de los elementos típicamente resaltables chirría, como el guión o la interpretación, uno que suele pasar más desapercibido adquiere un inusual protagonismo. La fotografía del vasco Javier Aguirresarobe es quizá el ingrediente esencial que mejor define The road. Oscura, gélida, gris, aterradora y, sobre todo, hiperrealista. Demasiado perfecta, junto al resto de aspectos, como para ser ignorada en unos Oscars que, este año más que nunca, demuestran una absoluta falta de criterio.
8
5 de febrero de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre es el único ser del planeta Tierra que, como saben, liga toda su vida a la contingencia del futuro. Su existencia tiene la capacidad de traspasar las barreras del espacio para enmarcarse en los límites difusos del tiempo; y ello, que tan profusamente le otorga poderes insospechados, le atormenta profundamente. Y no me refiero sólo a la muerte, sino a la muerte en vida, a la consumación de los mayores temores de su existencia, como la pérdida de su encauzamiento. Si una cultura pierde sus principios, sus bases cohesivas, con ella se pierde toda integridad moralizante, al encontrarse frente a las puertas del vacío; al igual, toda persona, en el tránsito de su vida, está expuesta a la inquietud constante del derrumbe de sus valores por la incidencia de un entorno hostil.
Todos conocemos que el dualismo sempiterno del bien y el mal, la polaridad de la valía, se origina en gran medida por las circunstancias, por el contexto en el que nos hayamos criado. Lo bueno, nos dicen, es lo bueno para la sociedad, para su propia supervivencia y, con su prosperidad, se originará la tuya propia. El bien se identifica con la conservación de un modelo activo, con una vida que se pretende próspera y repleta de propósitos existenciales. Su concepto variará, hasta puede que cuasi diametralmente, en función de nuestra cultura, de nuestros propósitos vitales –los que nos han inculcado.
El mal, por opuesto, se relacionaría con los actos más impíos para la supervivencia de lo que hay, de la identidad de lo que existe.
Todo ello no hace más que responder, ante todo, a una sencilla premisa: recorremos un camino que creemos cierto y del que se espera un final que nos libere de él, un camino con una dirección que creemos que, por ende, le otorga un sentido.

Cormac McCarthy, por desgracia, nos muestra un mundo donde ha florecido un Apocalipsis que requiere de la negación de los valores y toda moralidad anterior para una hipotética supervivencia. La mayoría de los hombres, débiles y comprometidos, se derrumban ante tamaño desafío. Otros, no obstante, atienden a las nuevas exigencias del nuevo mundo, un mundo desalentador que evoca al acto las cuestiones más pesimistas en toda mente esperanzada. El nuevo poder sólo atiende a las exigencias más básicas de su condición, a la supervivencia a toda costa.

(Continúa en el Spoiler por falta de espacio, sin destripes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un padre, no obstante, recorre junto a su hijo un camino de destino incierto. Son supervivientes en el nuevo mundo, pero conservan la llama, la luz que guiaba a los hombres antes del cambio. El padre, dubitativo y cansado, enseña con dificultades a su deseoso hijo -lo único que conserva en este mundo- este fuego anterior. No obstante, él sabe que tal guía quizás no tenga ya sentido en un mundo como éste, que quizás sólo lleve al mayor de los engaños, pero su rechazo moral al nuevo orden y su pequeña esperanza localizada en la mirada esperanzada de su pequeño le otorgan la suficiente fuerza para continuar por este sendero que transcurre entre contornos grises.

Una de las obras más interesantes y sorprendentes que un servidor ha visionado en mucho tiempo, que descubre a una nueva promesa interpretativa en esto del cine, Kodi Smit-McPhee, al igual que remata una de las carreras más interesantes de los últimos años, la del genial Viggo Mortensen. Una fantástica fotografía y una clásica puesta en escena describen un mundo donde se citan temas tan fundamentales como el sentido de la vida, la muerte, la idea de Dios, la relatividad e importancia de nuestros actos y, ante todo, el profundo amor y compromiso que un admirable padre siente por su hijo.
Muy recomendable, sobre todo para aquellos que necesitan de malos momentos para poder encauzar sus propias ideas.
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