A Roma con amor
5.8
27,954
Comedia. Romance
Cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse ... [+]
19 de noviembre de 2016
19 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simpática comedia menor de Woody Allen, que no obstante resulta agradable de ver, aunque bastante irregular en su calidad e interés.
Tiene momentos de buena comedia, logrados, donde te ríes y sonríes abiertamente, junto a otros que van perdiendo fuerza poco a poco hasta volverse grises y átonos.
Quizás peque de querer parecer al espectador demasiado inteligente, al introducir elementos surrealistas que, primero sorprenden al espectador y más tarde acaba por perderle la cara.
Pero resulta, en líneas generales, entretenida y se pasa el rato sin el menor esfuerzo.
Lo que ocurre es que no convence del todo en su forma de narrar las historias, resultando un tanto vago en la exposición de sus ideas.
Pero es amena. Quizás esto no sea demasiado siendo del viejo maestro.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Tiene momentos de buena comedia, logrados, donde te ríes y sonríes abiertamente, junto a otros que van perdiendo fuerza poco a poco hasta volverse grises y átonos.
Quizás peque de querer parecer al espectador demasiado inteligente, al introducir elementos surrealistas que, primero sorprenden al espectador y más tarde acaba por perderle la cara.
Pero resulta, en líneas generales, entretenida y se pasa el rato sin el menor esfuerzo.
Lo que ocurre es que no convence del todo en su forma de narrar las historias, resultando un tanto vago en la exposición de sus ideas.
Pero es amena. Quizás esto no sea demasiado siendo del viejo maestro.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
4 de enero de 2019
4 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conociendo el fanatismo de Woody Allen por Fellini y por el cine italiano en general uno quizá esperaba más de esta especie de homenaje a la ciudad de Roma y a las comedias de episodios que jalonaron parte de las carreras del cineasta de Rímini, además de Visconti, De Sica, Pasolini, Rossellini y algunos más. El cóctel, algo amorfo y un poco vulgar, se deja ver y entretiene a ratos, aunque uno tiene la sensación de que Allen, en los últimos años, se ha dedicado a hacer tres modelos de películas que no se apartan de unas pocas estructuras un tanto graníticas: la comedia ligera con ínfula trascendental (léase «Si la cosa funciona», «Melinda y Melinda», «Scoop»), el homenaje a la ciudad (la infumable «Vicky Cristina Barcelona», «Medianoche en París», «Café Society» y la que nos ocupa) o la reflexión sobre el crimen y la moral («Irrational Man», «Blue Jasmine» o «Match Point», estas dos últimas realmente muy buenas). No es que se espere mucho más de un cineasta que parece haberse agotado en sí mismo, pero en ocasiones uno se plantea si no sería conveniente una retirada a tiempo.
La conjunción de historias que plantea en esta película intenta convertirse en un homenaje a la ciudad eterna, pero la verdad es que es bien poco lo que se observa de ella. Allen comete el mismo error que en «Vicky Cristina Barcelona» esquematizando al máximo el carácter y la idiosincrasia romanas e intenta hacerlas chocar con el ánimo sorprendido del puñado de norteamericanos que salen en pantalla, él mismo entre ellos. Como se trata de Woody Allen, es obvio que nos encontraremos con algún que otro retruécano ingenioso e hilarante, como el episodio del cantante de ópera que sólo afina bajo la ducha, pero en general la película es atolondrada y poco consistente.
El homenaje a «El jeque blanco» de Fellini intenta ser respetuoso pero termina siendo grotesco, principalmente por la aparición improcedente de una Penélope Cruz vulgar y ramplona (ojo: no es culpa de la actriz, sino de la composición semántica del personaje en sí). El entrañable Roberto Benigni quizá sea lo más destacable del film, aunque la historia que le toca representar arroja un mensaje burdo y ya demasiado manido (lo complicado que es ser famoso, la bendición que supone el anonimato y todo eso). Los juegos nostálgicos que pretenden causar un efecto reflexivo en la historia del arquitecto (con un correcto Baldwin de por medio) terminan siendo harto predecibles.
Un film más de los que Allen se está sacando de la manga en los últimos años. Instalado definitivamente en la irregularidad, ofrece aquí un intento de homenaje a una ciudad que es cine puro (lo ha sido desde que Fellini la hiciera aún más inmortal en «La dolce vita») pero que un Woody Allen algo miope no sabe aprovechar.
Pasable.
La conjunción de historias que plantea en esta película intenta convertirse en un homenaje a la ciudad eterna, pero la verdad es que es bien poco lo que se observa de ella. Allen comete el mismo error que en «Vicky Cristina Barcelona» esquematizando al máximo el carácter y la idiosincrasia romanas e intenta hacerlas chocar con el ánimo sorprendido del puñado de norteamericanos que salen en pantalla, él mismo entre ellos. Como se trata de Woody Allen, es obvio que nos encontraremos con algún que otro retruécano ingenioso e hilarante, como el episodio del cantante de ópera que sólo afina bajo la ducha, pero en general la película es atolondrada y poco consistente.
El homenaje a «El jeque blanco» de Fellini intenta ser respetuoso pero termina siendo grotesco, principalmente por la aparición improcedente de una Penélope Cruz vulgar y ramplona (ojo: no es culpa de la actriz, sino de la composición semántica del personaje en sí). El entrañable Roberto Benigni quizá sea lo más destacable del film, aunque la historia que le toca representar arroja un mensaje burdo y ya demasiado manido (lo complicado que es ser famoso, la bendición que supone el anonimato y todo eso). Los juegos nostálgicos que pretenden causar un efecto reflexivo en la historia del arquitecto (con un correcto Baldwin de por medio) terminan siendo harto predecibles.
Un film más de los que Allen se está sacando de la manga en los últimos años. Instalado definitivamente en la irregularidad, ofrece aquí un intento de homenaje a una ciudad que es cine puro (lo ha sido desde que Fellini la hiciera aún más inmortal en «La dolce vita») pero que un Woody Allen algo miope no sabe aprovechar.
Pasable.
27 de julio de 2020
27 de julio de 2020
0 de -2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablamos de una obra menor del genio (que ya de por sí es mayor que la mayor parte del cine que se rueda) pero divertidísima. Quizás la única comedia de su última época que no es más amarga que divertida, y que más directamente entronca con su peculiar humor clásico de gags. Hablamos de “A Roma con amor”, la más discreta de las cintas surgidas de su periplo europeo, pero tiernamente hilarante. Un bello homenaje alleniano a las comedias de episodios del cine italiano de la década de los sesenta.
Una película coral siempre es desigual, interesando más unas historias que otras, unos personajes que otros. Para sí mismo, el genio neoyorquino se reserva la mejor y la más divertida con diferencia. Ese misántropo norteamericano que descubre la capacidad innata para cantar ópera de su consuegro italiano en la ducha y rápidamente ve el negocio que se esconde tras semejante descubrimiento guarda algunos de los gags más divertidos de los últimos tiempos allenianos.
Siempre profundizando en las idas y venidas de las relaciones sentimentales, el triángulo que forman las maravillosas Greta Gerwig (por muy mágica que sea como actriz, yo ya siempre la quiero en la dirección tras enamorarme de su “Lady Bird” para siempre y admirarla por la mejor versión de “Mujercitas” que haya visto), Ellen Page (siempre espléndida) y Jesse Eisenberg (que suele funcionar como alter ego de Allen) es de esos que llevan el sello indeleble de Woody Allen. Ojo al papel de Alec Baldwin como consejero sentimental imaginario de Eisenberg, autohomenaje expreso a “Sueños de un seductor”.
Lo de Penélope Cruz como prostituta no tiene precio. Lo más lucido de la función. Entra en escena a revolucionar la película como ya hiciera en “Vicky Cristina Barcelona”. Sin duda, Allen sabe sacar su mejor vena cómica y la hace trascender en su faceta humorística. Esta historia de joven pareja pueblerina perdida (en todos los sentidos) en la gran ciudad, es el más expreso homenaje de Allen a la comedia italiana.
Más floja me parece la historia de Roberto Benigni (puede ser que quizás me deje llevar por mi incompatibilidad expresa con ese señor), una historia un poco tontorrona pero aunque esconde un mensaje de fondo de enorme calado.
Y luego está la dirección de fotografía, llena de colores saturados que enamoran, de nuevo en manos de Darius Khondji, directo herededero de Storaro.
Una película coral siempre es desigual, interesando más unas historias que otras, unos personajes que otros. Para sí mismo, el genio neoyorquino se reserva la mejor y la más divertida con diferencia. Ese misántropo norteamericano que descubre la capacidad innata para cantar ópera de su consuegro italiano en la ducha y rápidamente ve el negocio que se esconde tras semejante descubrimiento guarda algunos de los gags más divertidos de los últimos tiempos allenianos.
Siempre profundizando en las idas y venidas de las relaciones sentimentales, el triángulo que forman las maravillosas Greta Gerwig (por muy mágica que sea como actriz, yo ya siempre la quiero en la dirección tras enamorarme de su “Lady Bird” para siempre y admirarla por la mejor versión de “Mujercitas” que haya visto), Ellen Page (siempre espléndida) y Jesse Eisenberg (que suele funcionar como alter ego de Allen) es de esos que llevan el sello indeleble de Woody Allen. Ojo al papel de Alec Baldwin como consejero sentimental imaginario de Eisenberg, autohomenaje expreso a “Sueños de un seductor”.
Lo de Penélope Cruz como prostituta no tiene precio. Lo más lucido de la función. Entra en escena a revolucionar la película como ya hiciera en “Vicky Cristina Barcelona”. Sin duda, Allen sabe sacar su mejor vena cómica y la hace trascender en su faceta humorística. Esta historia de joven pareja pueblerina perdida (en todos los sentidos) en la gran ciudad, es el más expreso homenaje de Allen a la comedia italiana.
Más floja me parece la historia de Roberto Benigni (puede ser que quizás me deje llevar por mi incompatibilidad expresa con ese señor), una historia un poco tontorrona pero aunque esconde un mensaje de fondo de enorme calado.
Y luego está la dirección de fotografía, llena de colores saturados que enamoran, de nuevo en manos de Darius Khondji, directo herededero de Storaro.
27 de septiembre de 2012
27 de septiembre de 2012
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que en este película Allen le falta el respeto a su público. Y si no se lo falta debería meditar si es lícito presentar una obra con una factura tan chapucera.
Independientemente de las historias que pretende mostrar, de los diálogos, los colores, los personajes y la fotografía, existen ciertas normas y rigores en el arte que no se pueden despreciar.
Y él parece hacer gala de esa desprecio.
Independientemente de las historias que pretende mostrar, de los diálogos, los colores, los personajes y la fotografía, existen ciertas normas y rigores en el arte que no se pueden despreciar.
Y él parece hacer gala de esa desprecio.
2 de diciembre de 2012
2 de diciembre de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia hipotensa y sin filo. Igual que su personaje en esta cinta, Woody Allen se muestra renuente a la jubilación. En los últimos años ello le ha conducido a perpetrar unos cuantos atentados contra su propia filmografía otrora brillante. En la lista de sus innecesarios paseos por ciudades europeas fotogénicas le toca el turno a una Roma tópica como una ristra de postales.
La sensación de "déjà vu" no es anormal en el cine de Allen. Son la atonía general, la poca gracia y la pérdida de talento para gestionar aquella sensación las que tornan la que debería ser una experiencia grata en decepción irritante.
Los intérpretes, probablemente tan decepcionados con la experiencia como el espectador, no se creen una sola línea de sus manidos diálogos. Ejemplo palmario de lo dicho es un Alec Baldwin que se quiere remedo puesto al día del falso Bogart de "Sueños de un seductor". Lástima que Allen no tenga en cuenta que lo que hace cuarenta años resultaba sorprendente muy probablemente hoy día esté algo más que superado. Excuso decir que Jesse Eisenberg anda lejos del Woody Allen de entonces. El naufragio es tal que siquiera el abrumador escote de Penélope Cruz basta.
Sólo el personaje del funerario tenor y la solución a su miedo escénico sobreviven al desastre. Siendo generosos.
La sensación de "déjà vu" no es anormal en el cine de Allen. Son la atonía general, la poca gracia y la pérdida de talento para gestionar aquella sensación las que tornan la que debería ser una experiencia grata en decepción irritante.
Los intérpretes, probablemente tan decepcionados con la experiencia como el espectador, no se creen una sola línea de sus manidos diálogos. Ejemplo palmario de lo dicho es un Alec Baldwin que se quiere remedo puesto al día del falso Bogart de "Sueños de un seductor". Lástima que Allen no tenga en cuenta que lo que hace cuarenta años resultaba sorprendente muy probablemente hoy día esté algo más que superado. Excuso decir que Jesse Eisenberg anda lejos del Woody Allen de entonces. El naufragio es tal que siquiera el abrumador escote de Penélope Cruz basta.
Sólo el personaje del funerario tenor y la solución a su miedo escénico sobreviven al desastre. Siendo generosos.
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