Luz de invierno
Drama
Thomas, un pastor protestante que celebra los oficios religiosos con la iglesia casi vacía, es un hombre solitario que sufre una profunda crisis espiritual y cuya vida carece de sentido. Incluso el amor que le profesa la maestra Marta se ha vuelto para él una carga insoportable. Su situación se agrava al verse incapaz de ofrecer ayuda alguna a una pareja de campesinos que acuden a él para pedirle consejo. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2022
20 de junio de 2022
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Tengo la necesidad, en virtud de lo justo, de declarar que soy un amante del cine de Bergman. Cómo no quedar pasmado de admiración ante El séptimo sello (1956), película que siete años antes de Los Comulgantes filmara el cineasta sueco, cómo no sorprenderse ante la virtud fílmica de Fresas Salvajes, de 1957; cómo no estremecerse ante la fuerza dramática y dinámica de Como en un espejo (1961); y cómo no agradecer la belleza de Fanny y Alexander, la última película connotada de Bergman, en la que nos muestra el mundo de la infancia como pocas veces lo había hecho.
Dicho esto, aclamando y loando al autor sueco y posicionándolo dentro de mis cineastas favoritos, estimo que Los Comulgantes no tiene el peso fílmico que uno esperaba encontrar en un director que había dirigido, y dirigirá, las notables películas arriba citadas.
Me explico. El personaje protagónico, entendiendo que se quiso hacer de él un tipo depresivo y cioranescamente melancólico y existencialista, es parco, unidimensional y sin peso dramático, rallando en la inverosimilitud. ¿Es esto completa responsabilidad de Gunnar Bjornstrand, que tantas satisfacciones nos ha dado a los espectadores de las películas de Bergman en las que ha actuado? No, es también responsabilidad de la dirección y de la creación de su personaje. El nivel de oscura angustia, de flagrante impiedad para con Marta y de completa falta de amor y vocación para con su labor eclesial, no logra desembarazarse de la caricatura, es un personaje sin matices, llevado a la sobreinterpretación dramática de la angustia. Sólo por exponer un par de contrastes: veamos al personaje secundario, Algot, qué bien logrado y que con pocas intervenciones revitaliza, sin ser carismático ni imprudente, un panorama escénico y dramático somnoliento y sombrío; echemos un vistazo a Fredrik, el organista, que al hablar con Marta, desenfadado, cercano, familiar, pero algo confianzudo e imprudente, dota a la película de un peso dramático que se agradece.
Marta, interpretada por Ingrid Thulin, si bien acompañando a Tomas en su angustia, en su melancolía, en su desesperación, le deja al espectador la sensación de un personaje que alimenta y se retroalimenta en su angustia con Tomas, es bastante más dinámica y verosímil: llora, se desespera, emite pequeñas pero perceptibles risas irónicas y se expresa con vigor con sus miradas.
El escueto desarrollo de la película, así como su brevedad, no permitieron darle mayor consistencia a los personajes interpretados por Max Von Sydow y Gunnel Lindblom, que resultaron algo flojos para expresar la desesperación de la angustia o la triste apatía, el primero, y la aflicción por la muerte de su esposo, la segunda.
Ahora, en relación al argumento, no sé hasta que punto era relevante, o prudente, incluso, hacer un pastor del personaje principal. No tengo la seguridad si sea del todo inverosímil el retrato del pastor de esta manera. Tomas señala que su inserción a la vida eclesial fue idea de sus padres, pero el pathos y la fe que genera la creencia, la fuerza y la convicción de la práctica religiosa cuando se transmite a una comunidad de la que se forma parte, pareciera ser transversal en los religiosos católicos, más aún cuando hacen misas. Lo sé, antes Tomas, como dijera Fredrik, llenaba la iglesia, antes de que falleciera su esposa. Uno, como espectador, hubiera agradecido que hubiera un pequeño flashback que nos mostrara ese Tomas contento, inmerso en su vida religiosa y conyugal, alegre junto a su mujer, y así poder apreciar los matices de un personaje caricaturescamente apagadísimo.
Cabe destacar, positivamente, los personajes Algot y Fredrik, que con sus pocas intervenciones fueron capaces de darle una pequeña sustancia de dinamismo a la película: expresivos, sin ser alegres; curiosos, sin ser eufóricos. cabe también, destacar, un par de diálogos, el de Marta y Tomas en la casa de ella, con una potente interpretación por parte de Thulin, y el de Algot y Tomas en la salita de la iglesia, en la que las inquietudes religiosas del primero dejan en verguenza las inquietudes religiosas del segundo.
Dicho esto, aclamando y loando al autor sueco y posicionándolo dentro de mis cineastas favoritos, estimo que Los Comulgantes no tiene el peso fílmico que uno esperaba encontrar en un director que había dirigido, y dirigirá, las notables películas arriba citadas.
Me explico. El personaje protagónico, entendiendo que se quiso hacer de él un tipo depresivo y cioranescamente melancólico y existencialista, es parco, unidimensional y sin peso dramático, rallando en la inverosimilitud. ¿Es esto completa responsabilidad de Gunnar Bjornstrand, que tantas satisfacciones nos ha dado a los espectadores de las películas de Bergman en las que ha actuado? No, es también responsabilidad de la dirección y de la creación de su personaje. El nivel de oscura angustia, de flagrante impiedad para con Marta y de completa falta de amor y vocación para con su labor eclesial, no logra desembarazarse de la caricatura, es un personaje sin matices, llevado a la sobreinterpretación dramática de la angustia. Sólo por exponer un par de contrastes: veamos al personaje secundario, Algot, qué bien logrado y que con pocas intervenciones revitaliza, sin ser carismático ni imprudente, un panorama escénico y dramático somnoliento y sombrío; echemos un vistazo a Fredrik, el organista, que al hablar con Marta, desenfadado, cercano, familiar, pero algo confianzudo e imprudente, dota a la película de un peso dramático que se agradece.
Marta, interpretada por Ingrid Thulin, si bien acompañando a Tomas en su angustia, en su melancolía, en su desesperación, le deja al espectador la sensación de un personaje que alimenta y se retroalimenta en su angustia con Tomas, es bastante más dinámica y verosímil: llora, se desespera, emite pequeñas pero perceptibles risas irónicas y se expresa con vigor con sus miradas.
El escueto desarrollo de la película, así como su brevedad, no permitieron darle mayor consistencia a los personajes interpretados por Max Von Sydow y Gunnel Lindblom, que resultaron algo flojos para expresar la desesperación de la angustia o la triste apatía, el primero, y la aflicción por la muerte de su esposo, la segunda.
Ahora, en relación al argumento, no sé hasta que punto era relevante, o prudente, incluso, hacer un pastor del personaje principal. No tengo la seguridad si sea del todo inverosímil el retrato del pastor de esta manera. Tomas señala que su inserción a la vida eclesial fue idea de sus padres, pero el pathos y la fe que genera la creencia, la fuerza y la convicción de la práctica religiosa cuando se transmite a una comunidad de la que se forma parte, pareciera ser transversal en los religiosos católicos, más aún cuando hacen misas. Lo sé, antes Tomas, como dijera Fredrik, llenaba la iglesia, antes de que falleciera su esposa. Uno, como espectador, hubiera agradecido que hubiera un pequeño flashback que nos mostrara ese Tomas contento, inmerso en su vida religiosa y conyugal, alegre junto a su mujer, y así poder apreciar los matices de un personaje caricaturescamente apagadísimo.
Cabe destacar, positivamente, los personajes Algot y Fredrik, que con sus pocas intervenciones fueron capaces de darle una pequeña sustancia de dinamismo a la película: expresivos, sin ser alegres; curiosos, sin ser eufóricos. cabe también, destacar, un par de diálogos, el de Marta y Tomas en la casa de ella, con una potente interpretación por parte de Thulin, y el de Algot y Tomas en la salita de la iglesia, en la que las inquietudes religiosas del primero dejan en verguenza las inquietudes religiosas del segundo.
28 de abril de 2023
28 de abril de 2023
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Maravillosa cinta, indiscutiblemente suya... No hay más que ver dos fotograbas para saber de quién es. Sus dos problemas que le torturaron toda la vida: el sentimiento religioso y las relaciones de pareja juntos en un mismo escenario.
Llama la atención, y mucho, la capacidad que tiene para realizar escenografías maravillosas con poquísimo recorrido. No tiene más que una sala blanca, que es una iglesia, una escuela y un par de tomas en el exterior, netamente sueco.
Qué casualidad, la iglesia y la escuela como lugar de encuentro y desarrollo de las personas, mitad organizadora de la personalidad, mitad represoras de uno mismo.
Los actores, magníficos, sobre todo el sacerdote, interpretado por Gunnar Björnstrand, que sólo escribirlo se me hace difícil...
Llama la atención, y mucho, la capacidad que tiene para realizar escenografías maravillosas con poquísimo recorrido. No tiene más que una sala blanca, que es una iglesia, una escuela y un par de tomas en el exterior, netamente sueco.
Qué casualidad, la iglesia y la escuela como lugar de encuentro y desarrollo de las personas, mitad organizadora de la personalidad, mitad represoras de uno mismo.
Los actores, magníficos, sobre todo el sacerdote, interpretado por Gunnar Björnstrand, que sólo escribirlo se me hace difícil...
1 de agosto de 2023
1 de agosto de 2023
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Bello y desolador testimonio del vaciamiento de la fe cristiana en una comunidad rural sueca.
Una película que habla del silencio de Dios, que más bien resulta ser el silencio de los hombres, porque son éstos los que se obstinan en no hablar con Él. Es más fácil pensar que Dios no existe que buscar su rastro en el corazón humano.
El pastor es un hombre enfermo de resentimiento contra Dios, de soberbia recóndita, porque sólo un hombre tal es capaz de rechazar el amor de una mujer como Marta (extraordinaria Ingrid Thulin), de odiarla incluso. Y esa soberbia, esa sequedad culpable mata el espíritu de su pequeña comunidad y conduce al acto de desesperación de uno de sus feligreses.
Bergman ha hecho una película especialmente deprimente, pero nítida en su mensaje --sin una fe viva, sólo queda la depresión y el suicidio--, aunque no deben asustarse los denigradores habituales del cine religioso, porque no estamos ante un film precisamente moralizante, ya que todo apunta a que ese vaciamiento de la fe del cura de la película es el mismo sufrido por el director.
Bergman, hijo de pastor luterano, se fue volviendo agnóstico (quizá incluso ateo), pero, eso sí. siempre conservó el gusto por la liturgia cristiana y por su alto valor estético.
Una película que habla del silencio de Dios, que más bien resulta ser el silencio de los hombres, porque son éstos los que se obstinan en no hablar con Él. Es más fácil pensar que Dios no existe que buscar su rastro en el corazón humano.
El pastor es un hombre enfermo de resentimiento contra Dios, de soberbia recóndita, porque sólo un hombre tal es capaz de rechazar el amor de una mujer como Marta (extraordinaria Ingrid Thulin), de odiarla incluso. Y esa soberbia, esa sequedad culpable mata el espíritu de su pequeña comunidad y conduce al acto de desesperación de uno de sus feligreses.
Bergman ha hecho una película especialmente deprimente, pero nítida en su mensaje --sin una fe viva, sólo queda la depresión y el suicidio--, aunque no deben asustarse los denigradores habituales del cine religioso, porque no estamos ante un film precisamente moralizante, ya que todo apunta a que ese vaciamiento de la fe del cura de la película es el mismo sufrido por el director.
Bergman, hijo de pastor luterano, se fue volviendo agnóstico (quizá incluso ateo), pero, eso sí. siempre conservó el gusto por la liturgia cristiana y por su alto valor estético.
17 de marzo de 2024
17 de marzo de 2024
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy oscura y turbia que, a pesar de su corta duración, se me ha hecho eterna. La historia es bien sencilla, en torno a un cura protestante que ha perdido a su mujer y tiene una relación con una de las feligresas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La única tarea que se le encomienda es acudir al rescate de un señor que se quiere suicidar, con la señora en estado y dos churumbeles a los que alimentar. El fulano se pega un tiro. Lo siguiente, como si eso fuera pecata minuta, es el despreciable sermón que le lanza a su amante feligresa, denigrándola, arrancando de su lacrimal un volcán de llanto y pena. Todos nos hemos sentido identificasdos.
Por último, la reflexión del organista: la Pasión de Cristo está sobrevalorada. Lo duro fue que aquellos que te acompañaron durante 36 meses, te dejaran tirado ante tus verdugos. No solo fue Judas… Y, la moraleja final… “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Él mismo reconociendo que ya no creía… El mismo Cristo siendo infiel a sus palabras…
La imagen del tren humeante y ese cielo nublado, de nube sueca de terror, quizá es lo que más resalta. Y esa escuela que parece estar tal cual, con la llave que dice "niños", en lo que supone un baño.
Por último, la reflexión del organista: la Pasión de Cristo está sobrevalorada. Lo duro fue que aquellos que te acompañaron durante 36 meses, te dejaran tirado ante tus verdugos. No solo fue Judas… Y, la moraleja final… “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Él mismo reconociendo que ya no creía… El mismo Cristo siendo infiel a sus palabras…
La imagen del tren humeante y ese cielo nublado, de nube sueca de terror, quizá es lo que más resalta. Y esa escuela que parece estar tal cual, con la llave que dice "niños", en lo que supone un baño.
12 de septiembre de 2011
12 de septiembre de 2011
8 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que tecnicamente sea muy buena, parece ser que aporta planos, iluminación y encuadres no vistos hasta ese momento...pero desde el punto de vista de un aficionado normal como yo, es insoportable...
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