La dama de Shanghai
1947 

7.7
13,181
Cine negro. Intriga
Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2023
17 de febrero de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles y Rita Hayworth en vísperas de ruptura de su matrimonio, protagonizaron este notable título de cine negro basado en la novela "If I Die Before I Wake" de Sherwood King.
La película fue rodada en diferentes lugares como Acapulco a bordo del Zaca, el barco propiedad de Errol Flynn, íntimo amigo del autor de "Ciudadano Kane".
Se trata de una enmarañada y turbia intriga romántica, con personajes estigmatizados y atractiva femme fatale representada por una hermosísima Rita Hayworth teñida de rubio y con el pelo corto.
La barroca e imaginativa factura visual parece querer golpear psicológicamente a los personajes, perturbando cualquier escenario en el que Welles coloque su cámara, con espectaculares contrastes lumínicos de legado expresionista, asombrosos travellings, o enfáticos y sugestivos encuadres llenos de fuerza y expresividad.
Los sorprendentes giros de guión engrandecidos por diálogos para enmarcar, además de secuencias magistrales de enorme fascinación como el encuentro secreto de los protagonistas en el acuario o el famoso clímax en la sala de espejos, sirven para considerar a esta joya como otra prueba inequívoca del desbordante talento de Orson Welles.
La película fue rodada en diferentes lugares como Acapulco a bordo del Zaca, el barco propiedad de Errol Flynn, íntimo amigo del autor de "Ciudadano Kane".
Se trata de una enmarañada y turbia intriga romántica, con personajes estigmatizados y atractiva femme fatale representada por una hermosísima Rita Hayworth teñida de rubio y con el pelo corto.
La barroca e imaginativa factura visual parece querer golpear psicológicamente a los personajes, perturbando cualquier escenario en el que Welles coloque su cámara, con espectaculares contrastes lumínicos de legado expresionista, asombrosos travellings, o enfáticos y sugestivos encuadres llenos de fuerza y expresividad.
Los sorprendentes giros de guión engrandecidos por diálogos para enmarcar, además de secuencias magistrales de enorme fascinación como el encuentro secreto de los protagonistas en el acuario o el famoso clímax en la sala de espejos, sirven para considerar a esta joya como otra prueba inequívoca del desbordante talento de Orson Welles.
23 de septiembre de 2024
23 de septiembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué se puede decir de esta película que no se haya dicho ya? Es una auténtica joya cinematográfica, con un estilo visual y atmosférico simplemente magistral. Orson Welles, una vez más, creó una obra de cine experimental desde el corazón de Hollywood, aunque desafortunadamente fue otro fracaso en taquilla en su momento.
La película está filmada como una ensoñación, quizás porque su narrador, interpretado por el propio Welles, con una de las mejores voces en off que el cine ha visto, nos cuenta su historia como si lo hiciera justo después de los eventos que acabamos de presenciar, aún bajo el efecto de las pastillas que toma en una de las escenas finales. Eso explica la sensación de sonambulismo que rodea su personaje.
Esta fusión de film noir y atmósfera onírica se ve potenciada por una fotografía excepcional, llena de ángulos picados y contrapicados, en la que los personajes, a menudo, parecen sombras o simples reflejos en un espejo. El montaje, de ritmo implacable, no deja tregua al espectador, utilizando todos los recursos a su alcance para atraparlo. Cada plano, cada imagen y cada yuxtaposición cumplen un propósito claro, nada está dejado al azar.
En cuanto a la trama, es cierto que puede presentar algunas debilidades, pero en una clase magistral de recursos cinematográficos como esta, la historia parece casi irrelevante. Lo que realmente brilla es la dirección. Los actores principales están correctos, pero los secundarios ofrecen interpretaciones grandiosas, aportando una profundidad adicional al conjunto.
Hay que decir que la película sufrió a la hora de ser filmada y se cambiaron muchas cosas en el montaje, suprimiendo, incluso, un largo plano secuencia al comienzo de la película. Estos cambios quizás fueron para bien, quizás no, lo que es evidente que contribuyen a la sensación de ensoñación, de confusión que transmite al espectador, algo que,por otra parte, era lo que buscaba transmitir Welles.
Los defectos más evidentes de la película se perdonan fácilmente, mientras que sus logros son raramente igualados. Fue una obra demasiado adelantada para su tiempo, y aún hoy se siente moderna, con una imaginería visual y un uso de la técnica que resulta difícil de encontrar en el cine actual.
Selección de la película "Film Noir" edición Taschen e "Into the Dark" de Mark A. Vieira.
La película está filmada como una ensoñación, quizás porque su narrador, interpretado por el propio Welles, con una de las mejores voces en off que el cine ha visto, nos cuenta su historia como si lo hiciera justo después de los eventos que acabamos de presenciar, aún bajo el efecto de las pastillas que toma en una de las escenas finales. Eso explica la sensación de sonambulismo que rodea su personaje.
Esta fusión de film noir y atmósfera onírica se ve potenciada por una fotografía excepcional, llena de ángulos picados y contrapicados, en la que los personajes, a menudo, parecen sombras o simples reflejos en un espejo. El montaje, de ritmo implacable, no deja tregua al espectador, utilizando todos los recursos a su alcance para atraparlo. Cada plano, cada imagen y cada yuxtaposición cumplen un propósito claro, nada está dejado al azar.
En cuanto a la trama, es cierto que puede presentar algunas debilidades, pero en una clase magistral de recursos cinematográficos como esta, la historia parece casi irrelevante. Lo que realmente brilla es la dirección. Los actores principales están correctos, pero los secundarios ofrecen interpretaciones grandiosas, aportando una profundidad adicional al conjunto.
Hay que decir que la película sufrió a la hora de ser filmada y se cambiaron muchas cosas en el montaje, suprimiendo, incluso, un largo plano secuencia al comienzo de la película. Estos cambios quizás fueron para bien, quizás no, lo que es evidente que contribuyen a la sensación de ensoñación, de confusión que transmite al espectador, algo que,por otra parte, era lo que buscaba transmitir Welles.
Los defectos más evidentes de la película se perdonan fácilmente, mientras que sus logros son raramente igualados. Fue una obra demasiado adelantada para su tiempo, y aún hoy se siente moderna, con una imaginería visual y un uso de la técnica que resulta difícil de encontrar en el cine actual.
Selección de la película "Film Noir" edición Taschen e "Into the Dark" de Mark A. Vieira.
14 de mayo de 2014
14 de mayo de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La dama de Shanghai (1947) de Orson Welles ha conseguido algo que hacía más de un año que no me pasaba, el hecho de poner un 10 en FilmAffinity.
Su mezcla de géneros, la precisión en la plasticidad, su guión loco en favor del puro espectáculo y su ritmo trepidante me han conquistado.
Orson Welles, (1915 – 1985) destacó en el mundo del cine por incluir aspectos para nada convencionales en sus films, revolucionar la forma y el contenido en una libertad creativa excepcional que le llevó a sufrir severas críticas del momento así como abandonar Hollywood después de ésta su quinta película para no volver hasta diez años después con Sed de mal.
Sin hacer un uso tan evidente de picados y contrapicados como en Ciudadano Kane y en la posterior Sed de mal, ni tampoco el uso de planos ladeados como en El tercer hombre (película en la que Welles ayudó en la dirección), en el aspecto formal es justo alagar el cuidado de los contrastes entre luces y sombras en escenas en movimiento y el barroquismo en la fotografía que convierte la película en una obra manierist en la que escenas como la del teatro chino lo evidencian.
La música, en ocasiones exótica y simbólica dependiendo del lugar donde se encuentran sus protagonistas, se torna un gran aliciente al acompañar a las escenas dotándoles de una sensación trepidante que obliga al espectador a quedarse atónito deseando con fervor conocer con la máxima rapidez la resolución de las intrigas desarrolladas a lo largo del relato.
Dichas intrigas, vienen movidas por un guión que acaba volviéndose casi más loco que el propio Welles moviéndose por un mundo de engaños y argucias. Y es que el guión es tan inverosímil como alocado, lo cual me hace valorar aún más positivamente esta película si tenemos en cuenta la osadía que nos presenta Welles en pleno 1947. Antes de que los Tarantinos y los Godards revolucionaran el lenguaje, Welles mezcla en esta película un sinfín de géneros, partiendo del cine negro para pasar a la acción y a la comedia y permitirse una locura casi onírica y simbólica al final como si del más posmoderno director de los noventa se tratara.
El personaje interpretado por Welles huye de la losa que le ha caído encima, reclamando libertad. Y esta palabra es la que encuentro más adecuada para definir esta película. Libertad. Welles hace exactamente lo que quiere y lo hace tan bien, cuidando al máximo la compenetración entre imagen y sonido, que logra un ejercicio de libertad creativa trepidante.
http://cinemonogatari.blogspot.com.es/2014/05/the-lady-from-shanghai-la-dama-de.html
Su mezcla de géneros, la precisión en la plasticidad, su guión loco en favor del puro espectáculo y su ritmo trepidante me han conquistado.
Orson Welles, (1915 – 1985) destacó en el mundo del cine por incluir aspectos para nada convencionales en sus films, revolucionar la forma y el contenido en una libertad creativa excepcional que le llevó a sufrir severas críticas del momento así como abandonar Hollywood después de ésta su quinta película para no volver hasta diez años después con Sed de mal.
Sin hacer un uso tan evidente de picados y contrapicados como en Ciudadano Kane y en la posterior Sed de mal, ni tampoco el uso de planos ladeados como en El tercer hombre (película en la que Welles ayudó en la dirección), en el aspecto formal es justo alagar el cuidado de los contrastes entre luces y sombras en escenas en movimiento y el barroquismo en la fotografía que convierte la película en una obra manierist en la que escenas como la del teatro chino lo evidencian.
La música, en ocasiones exótica y simbólica dependiendo del lugar donde se encuentran sus protagonistas, se torna un gran aliciente al acompañar a las escenas dotándoles de una sensación trepidante que obliga al espectador a quedarse atónito deseando con fervor conocer con la máxima rapidez la resolución de las intrigas desarrolladas a lo largo del relato.
Dichas intrigas, vienen movidas por un guión que acaba volviéndose casi más loco que el propio Welles moviéndose por un mundo de engaños y argucias. Y es que el guión es tan inverosímil como alocado, lo cual me hace valorar aún más positivamente esta película si tenemos en cuenta la osadía que nos presenta Welles en pleno 1947. Antes de que los Tarantinos y los Godards revolucionaran el lenguaje, Welles mezcla en esta película un sinfín de géneros, partiendo del cine negro para pasar a la acción y a la comedia y permitirse una locura casi onírica y simbólica al final como si del más posmoderno director de los noventa se tratara.
El personaje interpretado por Welles huye de la losa que le ha caído encima, reclamando libertad. Y esta palabra es la que encuentro más adecuada para definir esta película. Libertad. Welles hace exactamente lo que quiere y lo hace tan bien, cuidando al máximo la compenetración entre imagen y sonido, que logra un ejercicio de libertad creativa trepidante.
http://cinemonogatari.blogspot.com.es/2014/05/the-lady-from-shanghai-la-dama-de.html
21 de junio de 2011
21 de junio de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film, se centra en Michael O'Hara (el propio Welles), un marino sin barco fijo que, en una noche de vagabundeo ayuda a una mujer en apuros, Elsa (Rita Hayworth), la belleza de la cual le arrastra hasta un curioso triángulo formado por su marido Arthur Bannister un reputado abogado y Grisby un amigo de la pareja. Pero las cosas no serán como aparentan. El film está narrado en "off" por el propio O'Hara, a modo de pensamientos que va compartiendo con el espectador, como una especie de pesadilla, a la que se ve abocado de la mano de Elsa, en una excelente composición de la "femme fatale" del cine negro por antonomasia que Welles dibuja de una forma espléndida. Si bien, Welles se vale de cierta estética del cine negro, en realidad es en el ambiguo retrato de sus personajes donde más se acerca al género.
El retrato que Welles realiza de sus cuatro personajes, rezuma ambiguedad por los cuatro costados, desde el intrigante Grisby, al sudoroso (y manifiestamente desagradable) Banniston, pasando por la bella Elsa, que bajo esa fachada, de la que sabe servirse a la perfección, esconde a una persona cruel y manipuladora, hasta el propio O'Hara, arrastrado primero por el deseo (imposible) de conseguir a la mujer y después por dinero a un peligroso círculo vicioso. Es a través de las relaciones entre estos cuatro personajes con los que Welles construye su trama, en la que predomina un peligroso juego de mentiras, falsedades,engaños y dobles intenciones que O'Hara percibe desde el principio pero del que se ve incapaz de salir. Y todo ello los subraya Welles a través de la técnica, con una muy estudiada puesta en escena en la que nada es gratuito.
La posición y encuadre de los personajes, su aproximación a a través de picados casi imposibles, o planos tomados a ras de suelo, cumple la función de enfatizar y subrayar las diferentes (y diversas) relaciones entre los persanajes de la historia, con numerosos planos cargados de simbolismos y metáforas a veces evidentes, otras veces mucho más sutiles con planos en los que se resalta la posición de superioridad de un personaje con respecto al otro, y con los que busca interatuar con el espectador a la hora de valorar sus acciones. Pocos planos hay gratuitos en el film, demostrando de nuevo su gran dominio técnico del encuadre y la profundidad de campo y servirse de ellos, no de forma gratuita, en plan de alarde, sino para darle un sentido moral a la secuencia que nos está mostrando, reforzando de esa forma lo que quiere transmitir al espectador y no sólo con palabras.
Está claro que el film se puede inscribir dentro del campo del cine negro, ingredientes no le faltan (mujer falta, engaños, crímenes, amor "fou", aceptación del destino, etc), pero Welles, supo imprimir a esta historia su sello personal conduciendo el tema central del film en la falsedad, el engaño, la traición, etc, temas recurrentes en la filmografía del genial director.
El retrato que Welles realiza de sus cuatro personajes, rezuma ambiguedad por los cuatro costados, desde el intrigante Grisby, al sudoroso (y manifiestamente desagradable) Banniston, pasando por la bella Elsa, que bajo esa fachada, de la que sabe servirse a la perfección, esconde a una persona cruel y manipuladora, hasta el propio O'Hara, arrastrado primero por el deseo (imposible) de conseguir a la mujer y después por dinero a un peligroso círculo vicioso. Es a través de las relaciones entre estos cuatro personajes con los que Welles construye su trama, en la que predomina un peligroso juego de mentiras, falsedades,engaños y dobles intenciones que O'Hara percibe desde el principio pero del que se ve incapaz de salir. Y todo ello los subraya Welles a través de la técnica, con una muy estudiada puesta en escena en la que nada es gratuito.
La posición y encuadre de los personajes, su aproximación a a través de picados casi imposibles, o planos tomados a ras de suelo, cumple la función de enfatizar y subrayar las diferentes (y diversas) relaciones entre los persanajes de la historia, con numerosos planos cargados de simbolismos y metáforas a veces evidentes, otras veces mucho más sutiles con planos en los que se resalta la posición de superioridad de un personaje con respecto al otro, y con los que busca interatuar con el espectador a la hora de valorar sus acciones. Pocos planos hay gratuitos en el film, demostrando de nuevo su gran dominio técnico del encuadre y la profundidad de campo y servirse de ellos, no de forma gratuita, en plan de alarde, sino para darle un sentido moral a la secuencia que nos está mostrando, reforzando de esa forma lo que quiere transmitir al espectador y no sólo con palabras.
Está claro que el film se puede inscribir dentro del campo del cine negro, ingredientes no le faltan (mujer falta, engaños, crímenes, amor "fou", aceptación del destino, etc), pero Welles, supo imprimir a esta historia su sello personal conduciendo el tema central del film en la falsedad, el engaño, la traición, etc, temas recurrentes en la filmografía del genial director.
22 de junio de 2013
22 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la cinta, Michael O'Hara (Orson Welles), a la sazón un marinero irlandés curtido en mil aventuras, accede a trabajar en un barco de recreo a las órdenes del señor Bannister, un afamado y rico abogado criminalista inválido (Everett Sloane), casado con una mujer bellísima y fatal (Rita Hayworth) y acompañados del siniestro hermano del abogado (Everett Sloane). La decisión del marinero, seducido por Elsa Bannister, le atrapa en una tupida red de engaños, intrigas, crímenes y maldad que ni él, hombre experimentado, acierta a adivinar y de la que puede escapar de forma casi milagrosa al final de la historia.
Una gran película que no había visto y que pude visionar anoche en un canal de TV. La dama de Shanghai es una cinta de cine negro con intriga, amores, círculos viciados de gente millonaria (nidos de víboras o, como se dice en la peli, una pelea de tiburones), idealismo, aventuras, juicios, etc. Como un complejo vitamínico fílmico, esta genial película dirigida e interpretada de forma magistral por Welles, es un ejemplo del cine que se hacía hace décadas (el filme es de 1947), en blanco y negro y con muchas cargas de profundidad en un guión eminente del propio Orson Welles basado en una novela de kiosco de Sherwood King. Rita Hayworth (la gran Gilda), teñida de rubio por su entonces marido Welles, hace una interpretación de gran nivel redondeando los muchos matices en su papel de mujer seductora, que ni aún en los momentos de amor, pierde su veta de maldad. El resto del reparto principal hace igualmente interpretaciones notables: Everett Sloane borda el papel de abogado rico y tullido cargado de odio, y Glenn Anders también hace una interpretación archigenial de su diabólico rol.
La escena final con que cierra esta película es una secuencia en la que se confunden la apariencia y la realidad de manera fascinante y compleja.
Es, en definitiva, una película que recomiendo a todo buen cinéfilo; sin duda una de las mejores de Welles, salvando Ciudadano Kane, claro.
...................
Anoche volví a ver en TV La dama de Shangai y no puedo sustraerme a dedicarle de nuevo dos líneas para decir que Orson Welles es uno de los más geniales directores, actores y guionistas del cine de todos los tiempos y que tiene en La dama de Shangai un ejemplo de su maestría en diferentes planos. En el terreno del guión, del propio Wells basado en una novela de kiosco de Sherwood King, en su genial dirección y montaje que mantienen la intriga toda la película, las extraordinarias interpretaciones del propio Wells, Rita Hayworth, o Everett Sloane que borda el papel del perverso abogado.
La película habla de la perversión humana, la ambición, el sexo, los bajos instintos en una metáfora que el protagonista Michael O'Hara (Orson Welles), describe como una pelea de tiburones donde al final todos acaban devorándose unos a otros en una sangriente carnicería, como efectivamente ocurre. No se la pierdan amigos, véanla, no se arrepentirán.
Una gran película que no había visto y que pude visionar anoche en un canal de TV. La dama de Shanghai es una cinta de cine negro con intriga, amores, círculos viciados de gente millonaria (nidos de víboras o, como se dice en la peli, una pelea de tiburones), idealismo, aventuras, juicios, etc. Como un complejo vitamínico fílmico, esta genial película dirigida e interpretada de forma magistral por Welles, es un ejemplo del cine que se hacía hace décadas (el filme es de 1947), en blanco y negro y con muchas cargas de profundidad en un guión eminente del propio Orson Welles basado en una novela de kiosco de Sherwood King. Rita Hayworth (la gran Gilda), teñida de rubio por su entonces marido Welles, hace una interpretación de gran nivel redondeando los muchos matices en su papel de mujer seductora, que ni aún en los momentos de amor, pierde su veta de maldad. El resto del reparto principal hace igualmente interpretaciones notables: Everett Sloane borda el papel de abogado rico y tullido cargado de odio, y Glenn Anders también hace una interpretación archigenial de su diabólico rol.
La escena final con que cierra esta película es una secuencia en la que se confunden la apariencia y la realidad de manera fascinante y compleja.
Es, en definitiva, una película que recomiendo a todo buen cinéfilo; sin duda una de las mejores de Welles, salvando Ciudadano Kane, claro.
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Anoche volví a ver en TV La dama de Shangai y no puedo sustraerme a dedicarle de nuevo dos líneas para decir que Orson Welles es uno de los más geniales directores, actores y guionistas del cine de todos los tiempos y que tiene en La dama de Shangai un ejemplo de su maestría en diferentes planos. En el terreno del guión, del propio Wells basado en una novela de kiosco de Sherwood King, en su genial dirección y montaje que mantienen la intriga toda la película, las extraordinarias interpretaciones del propio Wells, Rita Hayworth, o Everett Sloane que borda el papel del perverso abogado.
La película habla de la perversión humana, la ambición, el sexo, los bajos instintos en una metáfora que el protagonista Michael O'Hara (Orson Welles), describe como una pelea de tiburones donde al final todos acaban devorándose unos a otros en una sangriente carnicería, como efectivamente ocurre. No se la pierdan amigos, véanla, no se arrepentirán.
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