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La dama de Shanghai

Cine negro. Intriga Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
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8
24 de noviembre de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Dama de Shanghai se trata de una de las mejores películas de Orson Welles, pese a que en el momento de su estreno fue apaleada tanto por el público como por la crítica (una desgraciada constante en la carrera profesional del director).

Realizada en el año de 1947, y producida con bastantes complicaciones por la productora Columbia (pese a que en un primer momento de la producción si ofreció unas potentes garantías al director con un talón de veinticinco mil dólares, fue recelando de este a medida que avanzaba el tiempo, llegando a meterse en la sala de montaje) el film anticipa en tiempo a muchas otras películas que al igual que este thriller, utilizarían y explotarían los ambientes exteriores y naturales como un personaje más de la película.

En este sentido la película la podemos dividir en dos grandes partes. La primera de ellas, está ambientada en un viaje por el mar y en tierras de América Latina, ofreciéndonos un tour que aúna el exotismo y el erotismo. Welles nos introduce unas imágenes bastante chocantes que sorprenden por su modernidad así como por contraponerse a la estética del Hollywood oficial y clásico de aquellos años. Esta parte de la película se puede definir bastante bien con la tórrida imagen de Rita Hayworth tostándose medio desnuda a la cálida luz del sol. Sin duda alguna Hayworth es una pieza indispensable de la película, y eso que en un primer momento el director no contaba con ella, sino que prefería a la actriz Barbara Laage para el papel principal. La sensualidad que aporta la definitiva elección en la película (Hayworth acababa de aparece en Gilda) es una baza con la que juega Welles, que nos presenta una figura de la femme fatale que sin embargo cuenta con una personalidad mucho más interesante que en otras películas que se han servido de esta figura con mucha menos naturalidad. Aquí sólo falta recordar los diálogos en el barco que tienen entre Hayworth y Welles para comprobar la grandeza de estos, de los que por cierto Welles no recurre a la novela a la cual adapta, de Sherwood King, porque apenas conserva un par de frases originales de aquella.

La segunda parte de la película, realmente de un interés menor, nos introduce en la historia de un thriller urbano (ambientado en San Francisco) que recuerda por momentos a las películas de Hitchock, con entresijos ocultos, falsos culpables e historias oscuras e intrigantes que acabarían prefigurando el mito del género del cine negro. Es cierto que la película pierde en cierto sentido el norte y hay momentos en los que el discurso narrativo se vuelve mucho más denso, pero Welles concluye con un magnífico episodio que acalla cualquier atisbo de crítica. Entremedias, después de las comentadas secuencias de intriga que a la postre acabaríamos viendo en miles de películas posteriores, nos encontramos con alguna secuencia que nos muestra la visión tan atípica de Welles. Por ejemplo, sorprende enormemente la óptica con la que decide retratar el juicio. Recordemos que se está debatiendo acerca de un asesinato y que aún hay una vida en juego (la del posible condenado a la cámara de gas, Orson Welles) pero lejos de recrear el juicio con un tono serio el director se ríe de la falseada justicia para introducir grandes toques cómicos que chocan al estar colocados en semejante situación. El personaje del abogado interpretado por Everrett Sloane convierte lo que habría de ser un acto casi sacrosanto en una pantomima que ridiculiza muy bien los procesos judiciales de los Estados Unidos, que se acercan más a una lucha de egos que aun proceso justo y sensato.

En dicho final, el director pone el broche definitivo con un tiroteo épico en el que se resume la constante que se ha ido desarrollando en la película: Los personajes son unos tiburones que están continuamente en la búsqueda de un signo de debilidad para poder devorar a su compañero. En estos ambientes de élite, en los que el personaje de Welles está totalmente lejos de saber sobrevivir, sólo los más fuertes y por ende, los más inmorales, son capaces de conservar su poder. Con una secuencia estética en la que vemos miles de reflejos y de sombras desaparecer ante nuestros ojos, la femme fatal de la película se despide de Welles, mientras este se aleja de la escena y la cámara se eleva para comprobar su errático rumbo.

La puesta en escena es fundamental en la película y Welles se confirma como uno de los directores más creativos del momento. Escenas y momentos para destacar hay muchísimos en el film y no se pueden contar ni con los dedos de una mano. El dinamismo de la cámara consigue límites insospechados que podemos comprobar en momentos como el ya comentado final, o las escenas que acontecen en el barco, en las que la cámara se eleva por los aires y traspasa cuerpos para no interrumpir lo que nuestros personajes cuentan. Planos y angulares que utiliza Welles y que son totalmente atípicos, que utiliza de manera inteligente para enfatizar la forma con el mensaje. Por ejemplo cuando el personaje que quiere definir goza de un tono mucho más oscuro, Welles ya se encarga de dotarle de un plano en consonancia, distorsionado y asimétrico.

http://neokunst.wordpress.com/2013/11/24/la-dama-de-shanghai/
9
13 de octubre de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con frecuencia me sorprendo, y me motivan una plácida sonrisa, las causalidades de la vida. Con la pretensión de hacer un poco de espacio en mi biblioteca, para guardar unos nuevos libros adquiridos recientemente, me encontré, este fin de semana, con, “El Amante de Lady Chatterley” de D.H. Lawrence -libro que leí hace ya bastantes años- y tomándolo como opcionado para retirarlo de mi biblioteca, me senté dispuesto a echarle una hojeada. Comencé leyendo (resumo ideas descriptivas):

“La nuestra es esencialmente una época trágica (…) No hay un camino suave hacia el futuro, pero le damos vuelta o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan desplomado. Esta era, más o menos, la posición de Constance Chatterley. Se había casado con Clifford Chatterley, durante una vuelta a casa con un mes de permiso (…) Luego, él volvió a Flandes para ser reexpedido, seis meses después, más o menos en pedacitos. No murió y los pedazos parecían irse soldando nuevamente (…) Días más tarde, le dieron de alta con la mitad inferior de su cuerpo paralizada para siempre".

Cuando comencé a ver, anoche, <<LA DAMA DE SHANGAI>>, y conocí a Elsa y a su esposo, el abogado Arthur Bannister, también discapacitado, exclamé repentinamente: ¡Lady Chatterley! No sé si fue ocurrencia del novelista, Sherwood King, o de, Orson Welles como guionista y director, pero, las coincidencias no terminaban aquí.

En el libro, había encontrado una frase que tenía subrayada porque me había llamado la atención: “La libertad hermosa y pura de una mujer, es infinitamente más maravillosa que cualquier acto sexual. La única desgracia es que los hombres estén tan retrasados que, en este asunto, insistan en el sexo como perros”. También, Elsa, despierta motivaciones de este tipo. Los hombres se fijan más en su sensual figura que en su ser… y quizás sea, esto, lo que nunca le permita descubrir cuánto vale realmente.

Más adelante, dice en el libro: “Aquel invierno les visitó Michaelis, un joven irlandés”. Es, éste, un dramaturgo de 30 años que pasa por un mal momento. Welles ha llamado a su protagonista y narrador, Michael O’Hara. Tiene poco más de treinta años e igual está en las bajas, y además es irlandés… y también atraerá a Elsa, como Michaelis a Lady Chatterley. Hasta titular la película, “The Lady from Shanghai”, es una forma de asociarla.

Luego, cuando en la película vemos a, O’Hara, caminando con Elsa por la Calle del Mercado (¿Por qué a veces la llamará Rosalind?), se escucha de fondo una versión instrumental de “Amado Mio”, la canción que Rita Hayworth inmortalizara en su celebérrima “Gilda” … y entonces, recordamos que, en este filme, también la protagonista está casada con un discapacitado, mientras ama secretamente a un joven que trabaja para él.

Constance > Gilda > Elsa, tres mujeres apasionadas, tres amores prohibidos que la inteligencia humana quizás pueda llegar a comprender.

Lo hecho por, Welles, tiene mucho atractivo, aunque, cual si fuera una maldición, ¡otra vez fue víctima de severos tijeretazos del productor (¡casi una hora!): La trama es compleja, pero, brillante. Contiene momentos de alto impacto como el del simulado “asesinato” o el del salón de espejos, y también tiene situaciones de alta sátira como la del ‘No fume’ en la estación de policía o la escena del juicio donde, Welles, recrea muy bien lo que piensa de la “justicia”. La ambientación en el yate -propiedad de Errol Flynn-, se presta muy bien para el sensual lucimiento de la bella Rita; y las actuaciones dan lugar a personajes fuertes y singulares, con especiales interpretaciones de, Everett Sloane, como el criminalista Bannister; y Glenn Anders, el neurótico Grisby.

En definitiva, y contra todo, <<LA DAMA DE SHANGAI>> es uno de los filmes más logrados que consiguiera darnos el controvertido, Orson Welles.

¡Ah!, "El Amante de Lady Chatterley", volvió a su lugar en mi biblioteca.
8
30 de marzo de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra mítica de Orson Welles precedida de cierta leyenda que no hacía presagiar nada bueno: se dice que el cineasta aceptó el encargo de la Columbia a cambio de un dinero que necesitaba de forma urgente para financiar la obra de teatro que tenía en proceso, y que para ello eligió adaptar una novela al azar que vio en ese momento en un quiosco. De ser así, ojalá todas las pelis hechas por encargo consiguieran el nivel de esta, convertida con el paso del tiempo en casi una película mítica, pequeña obra de orfebrería del cine negro que se nutre de una amor obsesivo, del deseo carnal que empuja al protagonista a hundirse en el fango progresivamente sin poder evitarlo, y lo peor, siendo consciente de que cada paso que da lo hunde más en la perdición.

“La dama de Shanghai” es sobre todo atmósfera, ambiente enrarecido y turbio en el que se mueven personajes pestilentes y desagradables que hacen que todo parezca un mal sueño, hasta las localizaciones por las que va pasando el yate en ese viaje de placer, lejos de resultar paradisiacas, tiene un halo onírico que amenaza con convertirse en pesadilla en cualquier momento.

La cinta fue un fracaso en taquilla, pero como ha pasado con casi toda la filmografía de Welles, y con su propia figura en particular, se ha ido revalorizando con el paso de los años, y ha dejado algunas escenas que ya son míticas en la historia del cine.

Las malas lenguas dijeron en su estreno que el aspecto rubio de la actriz era una venganza por parte de Orson Welles ante el inminente fracaso de su matrimonio, me asombran esas afirmaciones cuando Rita Hayworth me ha parecido siempre atractiva y bellísima en este filme, compone una de las femme fatale esenciales del género, desde la primera escena en el carromato uno queda prendado de su belleza, estilizada y elegante, y poco después cuando canta a la luz de la luna sobre el velero, tumbada en bañador, uno sabe que ya ha caído en sus redes sin remisión.
8
7 de enero de 2019 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Un día descubrí lo que un idiota, como yo, sin apetito, puede tragar".

Vista dos veces, la primera, más o menos cuando tenía unos dieciséis años, pensé esto de ella:

"Película del genial Welles, que en su tiempo fue menospreciada.
Vista mucho tiempo después, nos damos cuenta de que posee numerosos elementos de calidad, aunque debo reconocer que a mí no me ha gustado demasiado.
Pero eso no es sinónimo de falta de calidad, sólo de de gustos.

Es una película con clímax decadente, pero muy sugestiva.
Hay además, escenas, como las de los espejos, muy buenas, tanto que después se ha intentado hasta la saciedad copiarlas, y ha sido en vano. Welles sólo había uno".

Como curiosidad (y leído esto en "Guía del Vídeo-Cine. 18.500 Títulos", de Carlos Aguilar (Cátegra Signo e Imagen), Welles tuvo que trabajar mucho el guión, pues el primero que tuvo en sus manos era horrible. Y aunque ya estaban divorciados de hecho, le ofreció el papel a Rita Hayworth, quien lo tomó como una gran oportunidad para su posterior carrera".

Viéndola por televisión el primer día del año 2019, por aquello de ver un clásico del que apenas recordaba alguna escena suelta, debo confesar que sí me ha gustado y me ha parecido francamente estimable.
Compruebo que las tomas son parecidas, en muchos momentos, a los que nos deleitó con su "Ciudadano Kane", esto es, planos desde el techo en las escenas del juicio, primeros planos en los yates, contraponiéndose a la belleza de los lugares que van recorriendo, y un punto de vista sobre el mundo no muy positivo, desesperanzador,
donde a pesar de la belleza, el boato y las riquezas tanto materiales como del dinero, no debemos olvidar que también existen la pobreza y/o el hambre.
Una excelente película, con un guión algo alambicado, pero muy bien dirigida e interpretada.
Desde luego, si no es una obra maestra, sí una verdadera joya.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
7
1 de mayo de 2022 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de tantas reseñas como ha merecido Elsa (Hayworth), la Dama llegada a Nueva York después de una larga estancia en Shanghai, nos vamos a centrar especialmente en "Circe", el nombre del barco propiedad de su marido, el experto, rico y cojo abogado criminalista Arthur Bannister (Sloane), que comparte bufete con el enigmático George Grisby (Anders).
Barco en el que se enrola como simple marinero Michael O'Hara (Welles), "Loco caballero errante", al que Elsa ha conocido en una muy poco creíble escena en Central Park y al que enamora de forma fulminante.
Y es que, es nuestra teoría, Elsa es una suerte de Circe. En la mitología griega una hechicera que mediante pociones mágicas hace olvidar a sus enemigos su hogar y su pasado, transformando en inofensivos animales a quienes se oponen a su voluntad. Significativa la presencia de ese perro junto a ella en el lance de Central Park.
Y auténticos perros falderos es lo que Elsa tiene siempre a su alrededor, Michel desde luego incluido, a los que manipula y utiliza en sus egoístas manejos.
El mismísimo Ulises (Odiseo) padeció a la malvada Circe a su paso por la isla de Eea en su viaje de regreso a Itaca, al ver como convertía en cerdos a la mitad de su tripulación que había enviado como mensajeros. Cerdos como los que vemos deambular por las calles del poblado mexicano donde atracó el Circe tras atravesar el canal de Panamá camino de San Francisco.
De los marinos de Odiseo únicamente se salvó del encantamiento el ebrio Euríloco que, sospechando la traición, mandó aviso a su patrón. Tal vez por ello, antes de contratar a Michel los Bannister le preguntaron significativamente "Bebe usted alcohol".
Cine negro de alta factura pero con un guion bastante descuidado. Una cosa es que sea enrevesada la trama y precise más de una visión para completar su comprensión, y otra muy distinta que deje las cosas a medio hacer, con una conclusión precipitada. La misma necesidad de usar y abusar del relato en off confirma este descuido.
Una vez más el genio del director y actor se derrama generosamente en escenas que han quedado para siempre en la historia del cine, como la célebre del juego de los espejos. Pero sin olvidarnos de otras como la del Acuario de San Francisco, con esas imágenes de monstruos marinos al otro lado del cristal donde se refleja el rostro de Elsa-Circe, como un aviso de lo que está por venir.
Genial la fotografía, con sus sombras, luces y contraluces. Esos primerísimos planos del rostro de Elsa en diagonal.
Interpretaciones correctas. Mejor la pareja de abogados que la de los enamorados.
Si al comienzo nos presentan a la Dama que llega de Shanghai, al final el desenlace nos lleva al barrio de Chinatown de San Francisco, con una escena a lo Hitchcock en medio de una representación de teatro chino y de una abandonada atracción de feria.
Película irregular pero que merece verse. Al menos para considerarla desde la perspectiva que planteamos del binomio Elsa-Circe.
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