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Harakiri

Drama Un samurái pide permiso para practicarse el Seppuku (o Harakiri), ceremonia durante la cual se quitará la vida abriéndose el estómago al tiempo que otro samurái lo decapitará. Solicita también poder contar la historia que le ha llevado a tomar tan trágica decisión. (FILMAFFINITY)
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9
26 de julio de 2020 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegado el año 1630, cientos de guerreros samuráis se habían venido a menos tras la llegada de la paz durante el Shogunato Tokugawa. Ya las espadas habían vuelto a sus vainas; el empleo para ellos a casi nadie interesaba; y la falta de otro oficio llevó a muchos de sus hogares a la más extrema pobreza. Esta difícil situación, forzó a algunos guerreros a buscar darle un final “digno” a sus vidas… y el método se llamaba ¡harakiri!, (grotesca costumbre de abrirse, con la espada, el vientre en cruz hasta desangrarse); y hacer esto, era todo un ritual público para dejar testigos de ese “acto de valor”.

Un adolorido samurái, Hanshiro Tsugumo, acude a la casa de Iyi, un renombrado recinto feudal regido por Saitō Kageyu, donde espera poder llevar adelante el rito del harakiri con el que quiere dar fin a su vida. Pero, con la esperanza de que desista, Kageyu decide contarle la historia del último guerrero que pasó por allí en el mismo plan… y al oír el nombre: Motome Chijiiwa, Tsugumo prestará toda su atención y, seguidamente, será él mismo quien decida contar su propia historia con el clan Geishu y la situación que devino con la paz… y ¡un estado de alerta cundirá por aquel recinto!

La novela, "Ibun rônin ki”, de Yasuhiko Takiguchi, convertida a guion por Shinobu Hashimoto, fue la base de la que se sirvió el celebrado director, Masaki Kobayashi, para contar una historia que pretende ilustrar una época felizmente terminada.

Sirviéndose de largos planos generales (que por instantes distraen el foco de atención, pues, omiten esfuerzos de edición que vemos necesarios) y unos pocos primeros planos en instantes muy precisos, Kobayashi, logra crear un clima de tensión en constante crescendo, mientras la habitual venganza que tanto animaba a los famosos guerreros parece tomar forma.

Los diálogos, bordando con eficacia las reglas de la época, nos acercan a ese mundo temible donde el honor y la muerte siempre venían ligados… y el sufrimiento humano parecía conmover a muy pocos. El drama de Tsugumo es la historia de un hombre que se dirige a la eternidad, pero, antes quiere serenar su conciencia haciendo lo que el honor le reclama que tiene que hacer.

Tatsuya Nakadai, veterano y muy prolífico actor al que, años después, volveríamos a aplaudir en, “Kagemusha” (Akira Kurosawa, 1980), logra como, Tsugumo, un impresionante rol que ha quedado para la eterna memoria. A su lado, Rentarô Mikuni (Kageyu), Akira Ishihama (Motome); Shima Iwashita (Miho) y Tetsurô Tanba (Hikokuro), consolidan una historia que ha dejado honda huella, siendo <<HARAKIRI>>, uno de los más notables filmes de samuráis que se hayan realizado en Japón.
8
7 de enero de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de terminar Harakiri, de Masaki Kobayashi. Creo que a fecha de hoy sólo me quedaba esa y "Sunset Boulevard" entre las quince primeras en filmaffinity en mi itinerario hacia el gafapastismo.
Como era de esperar es una obra maestra y como era de esperar es lentita (la he empezado a ver por la tarde, agotado de toda la semana, y me he quedado un rato frito, lo reconozco).
La película orbita en torno al concepto de honor pero bien podría hablar sobre cualquier otro atributo que una determinada clase social se irrogue sobre otra.
Se sitúa en el año 1630, y su protagonista principal es Hanshiro Tsugumo, un samurái caído en desgracia porque la desaparición de su clan le ha dejado sin sustento, según cuenta en el filme, y porque el Shogunato Tokuwaga estaba por aquel entonces maltratando a los azorados samuráis, si echamos un vistazo a la historia. Tsugumo malvive con su hija, su marido y su único nieto, lo cual es algo que sólo sabremos cuando haya avanzado la película.
Al comienzo Tsugumo, parece que avergonzado por la mendicidad, solicita al jefe de un importante clan practicarse el Harakiri en su casa, y ello porque al parecer el lugar donde lo realizabas debía de tener, también, la suficiente honorabilidad.

A partir de ahí comienza un diálogo entre el jefe del clan, que trata de disuadirle primero y luego va montando toda la parafernalia ritual de tan egregio procedimiento, y el propio Tsugumo, que le cuenta la historia de su vida a través de flashbacks cuyo final es qué le ha traído hasta ahí.

Desmitifica totalmente el concepto de honor, que tiene mucho más de impostura que de principios, y que resulta muy sencillo auto atribuírselo en según que situaciones privilegiadas.
Me ha gustado porque hace una reflexión sobre este concepto profunda y sin descentrarse en posibles subtramas. Tanto es así que diría, si hiciésemos una analogía con la escritura, que tiene más de ensayo que de novela.
También tiene peleas y sangre, y una escenita al poco de comenzar que, a pesar del blanco y negro y la regulera calidad de la imagen, me ha revuelto las tripas.
Me ha gustado menos que al final verbaliza por boca de su protagonista casi todos los grandes mensajes de la película, y creo que estaba de más porque ya se habían deducido y sus matices podrían ser más libremente interpretables.
También me hubiese gustado que presentase a algún personaje que sí que fuese realmente honorable, ya que como explico más abajo en realidad Tsugumo tampoco se si lo era. No es fácil encontrarlos pero sí existen.
Asimismo me he preguntando varias veces cómo recibió la sociedad japonesa la película, estando allí conceptos como el honor, el respeto, las tradiciones tan arraigados. Máxime cuando los pilló no mucho tiempo después de una guerra que debió dejar su orgullo tocado. No sé si resultó una película mayoritariamente incómoda.
En cualquier caso para mi es una película que tan bien podía haber desmitificado a los samuráis como a cualquier otro grupo social.
En el spoiler de esta peli de hace sesenta años explico el porqué.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Spoiler:
-El trato que le dan los secuaces del clan a Motome Chihiwa, yerno de Tsugumo y quien quería utilizar su amenaza de harakiri previo como medida de presión para que le diesen una limosna, es fruto de una superioridad moral de quien es incapaz de ponerse en la situación del otro. Pero es que además de obligarle a realizarlo muestran un profundo desprecio por el propio rito, cuando no se les aplica a ellos, claro.
-La honra al proceso igualmente se la saltan cuando obligan a Tsugumo a aceptar que le decapite alguien que no ha elegido él, como al parecer marca la tradición.
-Cuando Tsugumo humilla a los culpables cortándoles su coleta, a estos poco les importa el honor sino mas bien su imagen.
-Al final el jefe del clan utiliza el concepto de Harakiri para lo que le interesa cuando cuenta su torticera historia. A veces es honorable haberse hecho el Harakiri pero otras no. Sus subalternos que se lo han hecho realmente por la humillación de haber perdido su honor, en realidad mueren enfermos, Tsugumo se ha hecho el Harakiri, pero no después de haber diezmado a sus soldados y tras ponerle en evidencia, y Chihiwa se lo hizo no de forma chapuzera y humillante motivada por la mezquindad de los suyos, sino de libro.

Por último, evidentemente el único personaje con una pizca de honorabilidad es Tsugumo, pero no sé si Kobayashi se atreve a aventurarse en el hecho de que incluso él mismo se hace el Harakiri cuando está ya gravemente herido y porque realmente no tiene nada que perder. No he llegado a percibir ese matiz, pero hubiese estado bien que se lo hiciese sin haber sido previamente herido, para darles todavía más en los morros y que el honor no dependiese de como a uno le vaya.
10
16 de noviembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las obras maestras del director, y por tanto, del cine japonés y del cine en general. Un análisis de una sociedad que llevó al pueblo japonés al desastre mas absoluto, mas concretamente de una estructuras de poder antiguas y rígidas más preocupadas por su mantenimiento que por el bienestar del pueblo que las sustentaba. Partiendo de una anécdota muy particular y sirviéndose de formas "feudales", hieráticas, con una estratificación de la imagen en la que se recalca siempre quien manda, la situación de los ofendidos se presenta como una búsqueda de la dignidad nunca concedida por los poderosos, siempre dispuestos a pedir sacrificios que ellos nunca asumirían. Cine de forma pero también de contenido se convierte así en un alegato universal contra la injusticia. Gran fotografía y grandes interpretaciones y un final desesperanzador pero cada vez mas actual, redondean una película indispensable.
6
10 de julio de 2010
36 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cosas que no me incitan a cometer seppuku:

- Que el japonés protagonista parezca colombiano.

- El duelo mental entre el samurai decadente y el malvado señor del clan que no hace falta voz en off para intuir que sus respectivos monólogos internos deben estar que echan chispas.

- Que cada vez que el samurai decadente dice o hace algo revelador, Kobayashi mete un zoom tremendo -estilo cine social- a la cara del malo y te vas por las patas del susto.

- El magnífico combate a lo 99 Yakuzas y el tercer duelo a lo Uma Thurman contra O-Ren-Ishii. Hasta el shamisen se vuelve flamenco.

- Escenas como el harakiri, con el plano sesgado como una katana que corta una cabeza.

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Cosas que me incitan a cometer seppuku:

- Cada vez que el samurai decadente dice: "Mihija mihijo" (gracias Sines: la vi doblada)

- La sensación de que el drama era un puro relleno para ilustrar el cuento, por su nula capacidad para conmover a pesar de lo que narra.

- Cada vez que el doblador del samurai decadente dice: "No obstante".

- Lo repetitivos que son algunos diálogos. Si el malo no le pregunta cien veces al samurai decadente si se quiere hacer harakiri, que venga Tarantino y me fulmine con un plano secuencia.

- La poca sutileza y/o encanto con que el director mete a capón su discurso, de modo que por momentos su protagonista deja de ser personaje y se convierte en portavoz del mensaje. La acción y la cámara es quien deben transmitir la idea y el recurso de insertar un ideario anacrónico en el contexto de la película es algo que hace un Ridley Scott cualquiera. No me gusta que me laven el cerebro, por lo menos dándome cuenta.

- El alargamiento del post-clímax final. Un minuto de puro estiramiento.

- Lo malos que son todos los secundarios.

- La pena que en 1600 no se hubiese inventado el cine: "Harakiri" y su noble defensa de la vida misma por encima de las chorradas del honor, llega más de trescientos años tarde.
10
28 de agosto de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que esta película abre los ojos de lo que verdaderamente es el mundo en el que vivian los samurais. Esta obra maestra demuestra mediante poco más de 2 horas de metraje el absurdo del honor samurai, lo inútil que resulta cuando hay otras personas que necesitan tu ayuda y no puedes ayudarlas solamente con un honor sin sentido, es pues esta película la mejor y más dismitificadora de samurais jamás creada.

No os la perdáis.
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