"Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es". Con esta frase de Chopin pretendo transmitir lo que sentí hace cuatro años atrás, cuando vi 2046 por primera y última vez.
Como a todas las películas, comencé viéndola con el ceño fruncido, sin entender si estaba viendo una película de ficción o una obra dramática de la antiguedad. Al terminarla, la consideré la mejor historia de amor contada en una pantalla. Con algunas exageraciones, es cierto. Muy necesariamente larga. Pero, ¿cómo hablar de amores (del que pasó pero sigue doliendo, del no correspondido, del deseado y alcanzado...), sin tomarse el tiempo de hacerlo en serio?
No volví a verla. La tengo guardada y ahí estará siempre, porque es inútil creer que me hará "sentir" como la primera vez.
Hay de esas películas para verlas mil veces (como Cantando bajo la lluvia) y hay de esas otras, que son como un amor del pasado: es preferible no verlo más, para convencerte que lo que crees haber sentido, fue real.
Una película para pacientes y para los enamorados el arte.

Por lo que se ve, es una secuela del mismo director de "Deseando amar" película que vi y me gustó bastante. Esta sigue en su linea, tanto en estética como en historia... pero... me aburrí soberanamente con esta. Creo que con "Deseando amar" ya estaba todo hecho creo que es una tontería haber seguido con la historia... para mí ya estaba bien así, esta sobra, no me ha ofrecido nada nuevo.

Eso sí, la imagen me ha gustado mucho.

El primer tercio de la película me cautivó. Tenía la sensación de estar viendo a Bergman en estado puro. El mismo tempo, tipo de encuadres, intensidad en la mirada de sus personajes. Tuve la sensación de que el maestro sueco se había encarnado en Kar- Wai. Lástima. La ilusión no pasó de media hora. El toque Bergman fue desapareciendo. Ahora lo que me estaban contando era una historia de amor, tan "interesante" como podía ser la de la Paulina de Rohmer en la playa, o los amores del carnicero con la maestrilla en el la película de Chabrol. Si el escritor ligaba o no ligaba me traía sin cuidado. La prometedora película se iba diluyendo en el tedio. Solo la estética Almodovar se mantenía. Rojos y verdes intensos inundando la pantalla.
Al final te quedas con lo que has podido disfrutar la primera media hora y con la sensación de haber asistido a poco más que a un ejercicio de estilo. Un buen ejercicio pero sin nada o poco contar

Todo en esta pretenciosísima y tediosa pedantería es preocupación por el tratamiento de la luz y la imagen, el cual en muchos momentos es subyugante, cierto, pero sólo eso es lo que la película ofrece, pese a la adoración de cierto sector de la crítica. Un petardo de dimensiones estratosféricas.

Somnífera película, donde las escenas, de por sí largas, se ralentizan en ocasiones a cámara lenta para aumentar el sopor del espectador. Cuando parece que va a acabar, la película sorprende regalándonos otra media hora de agónicas escenas de cuidada estética y nulo contenido.